Disclaimer: Ningún personaje de Naruto me pertenece.
1/20 -- Número de capítulo sobre el total de capítulos de la historia.
¡Hola a todos! ¿Cómo están? Espero que bien. Bueno, esta es la primera vez que escribo una historia de esta pareja. Para los que no saben o nunca leyeron una historia mía, yo actualizo todos los días, un capítulo al día. Sin excepción. Y esta es una promesa que intento cumplir. Y, si no es mucho pedir, me gustaría que me dieran su opinión ya que es la primera vez que escribo una historia únicamente KibaHina y honestamente no se como habrá resultado. Desde ya, les agradezco por tomarse la molestia de leer mi humilde historia. Gracias. Espero les guste... ¡¡Nos vemos y besitos!!
Imperfección
I
"Imperfección"
Ella no era como las demás kunoichi que él conocía. Poco se parecía a ellas. Era cierto, en verdad –y no tenía sentido negarlo- que Hinata no era como Tenten, Ino o Sakura. Carecía grotescamente de la intrepidez que la primera poseía, de la tenacidad y espontaneidad que hacían a la castaña quien era. Tampoco poseía la perfecta, pulcra y letal puntería que esta tenía, como resultaba bastante obvio.
De igual manera resultaba indiscutible negar que Hinata no era en nada como Ino. Faltaba en ella el atrevimiento que caracterizaba a esta, el exceso de seguridad en sí misma y carecía definitivamente de la gracia con que la rubia se movía. Rara vez, por no decir nunca, lucía su cuerpo –de hecho parecía esforzarse en ocultarlo- y su cabello no siempre se veía brillante y sedoso como salido de un catálogo. Hinata no era, en conclusión, llamativa y decidida como lo era Ino.
Y, definitivamente, no se parecía en absoluto a Sakura. Sakura era y, desde que tenía memoria, siempre había sido alguien de agresiva personalidad. Tenaz y energética, quizá hasta el punto de resultar irritante, y bastante competitiva. Características de las que Hinata obviamente carecía, siendo esta más bien de personalidad tranquila y afable. Tímida. Y mostrándose completamente indiferente a la necesidad de competencia contra sus pares. De hecho, Hinata siempre se mostraba deseosa de ayudar a los demás y necesitada de reconocimiento. Y aunque esto último nunca lo había dicho en voz alta, ni dejaba que los demás lo notaran abierta y fácilmente, Kiba sabía muy bien, al igual que Shino y Kurenai, que todos los esfuerzos de la joven eran dirigidos a esto. Y en particular a alguien que todos conocían, por mucho que él odiara admitirlo. Naruto.
No, Hinata no era como las demás kunoichi que él conocía. Ella no era Tenten, ni Sakura o Ino. Tenía sus propias carencias que la hacían quien era, pero Hinata ignoraba su propio valor, constantemente desestimaba sus habilidades y capacidades. Vivía opacada bajo la interminable sombra de los demás. Sintiéndose inferior, débil a los ojos de los otros, imperfecta. Una imagen de sí misma muy distante de la que ella formaba como ideal en su mente, de la que había formado hacía demasiado ya. Y Kiba sabía que esa imagen la atormentaba día y noche, constantemente, pero ella no dejaba que nadie lo viera. No permitía que esa debilidad la dominara. Secretamente, ella entrenaba. Fuertemente. Cada instante libre, cada ocasión que podía. Se escabullía a los terrenos de entrenamiento y él, alegando alguna excusa para alejarse del resto de su equipo, solía seguirla. Y por largos instantes la observaba forzarse a sí misma, la veía respirar agitada golpeando incesantemente contra el gran poste de entrenamiento hasta que sus nudillos se tornaban carmesí, sin detenerse. Y la veía limpiar el sudor de su frente con el dorso de su mano, arrastrando también lágrimas furtivas que se formaban en las esquinas de sus pálidos ojos, frías gotas de sal siempre presentes que ella no permitía escapar de sus orbes, murmurando constantemente que llorar no solucionaría nada.
Kiba sabía también que, cada vez que Hinata hacía aquello pensaba en él. A pesar del dolor y el cansancio, la sangre y el sudor, pensaba en él. Naruto. Era Naruto quien la motivaba, quien pulsaba desde el interior de la muchacha con tal fuerza que le permitía seguir. Quien ocupaba cada rincón de ella, por quien Hinata existía. Y eso, por incordiante que resultara, tenía que admitir que le perturbaba. Provocaba en su estómago un nudo incapaz de desanudar y hacía que su mente se poblara de pensamientos inoportunos y su juicio se nublara. En principio solo le había molestado, aún recordaba ese primer día que había sentido el fastidio, pero eso había sido hacía demasiado ya. Cinco años para ser exacto, cuando aún eran genin.
—No entiendo porque se molesta —había mascullado a Shino observando a su compañera de equipo intentar entablar conversación con Naruto, fallando miserablemente—. Realmente, él es simplemente fastidioso.
Shino continuaba con la vista al frente observando a Hinata, a una considerable distancia, tartamudear y sonrojarse violentamente, sin siquiera molestarse en contestar a su compañero. Kiba bufó.
—¿No dirás nada? —apretó los dientes. Shino era realmente frustrante cuando se intentaba hablar con él, era la mayor parte del tiempo como hablarle a una pared—. ¿No tienes una opinión?
El chico volteó entonces su rostro a él, observando a través de sus gafas oscuras la expresión contrariada de Kiba. Finalmente replicó, con aquella voz profusa y misteriosa —Todo el mundo tiene una opinión.
El Inuzuka frunció el ceño, claramente fastidiado de la actitud de su compañero —¿Te molestaría desarrollar?
Shino permaneció inmóvil, ni siquiera sus labios parecían moverse al instante de contestar —Hinata nunca fue reconocida por nadie, ni siquiera su padre. Ahora quiere ser reconocida por Naruto —por un instante observó el cielo antes de murmurar, más para sí que para Kiba —Ser reconocidos por alguien es importante en este mundo.
Kiba chasqueó la lengua, volviendo la vista al frente ignorando el estado meditabundo en que se había sumergido su amigo. Shino siempre había sido extraño de todas formas —Lo que no entiendo es porque, de todas las personas, Naruto. Es un idiota sin remedio.
Recordando aquella vez golpeó inconscientemente su frente. Había sonado realmente irracional, aunque la lógica nunca había sido su fuerte sino lo instintivo, aún así había sonado exactamente como una persona consumida por los celos, aunque en aquel instante el pensamiento de una posible atracción de su parte hacia Hinata no había cruzado siquiera por su cabeza. Ahora, lamentablemente, era un hecho. Y probablemente trascendiera la simple atracción pero Kiba no permitía a sus pensamientos llegar tan lejos. Aquellos eran terrenos peligrosos que él prefería no pisar.
El ladrido familiar de Akamaru lo sacó de su estado de ensimismamiento. Recordó entonces que se encontraba sentado en la hierba con la espalda contra un árbol. Delante de él el gran perro blanco jadeaba alegre, con una vara entre los dientes, y agitaba la cola. Kiba arrebató el objeto de la boca del animal y lo osciló delante de su hocico, sus pensamientos más recientes flotando a la deriva aún en su conciencia —Que fácil es hacerte feliz —dijo con una sonrisa, agitando la vara delante de Akamaru. El perro ladró, emocionado, incitando a su amo que la arrojara, pero el chico permanecía pensativo—. Basta solo con un hueso o una rama —Akamaru volvió a ladrar, moviendo sus patas de forma inquieta y agitando la cola de lado a lado con más velocidad—. ¡Bah! —exclamó, arrojándola finalmente lejos, el animal corrió inmediatamente detrás de él. Sus grandes patas golpeando fuertemente contra el piso—. A veces desearía ser un perro. Todo es más fácil para ellos. Los humanos son más complicados. Somos —se corrigió. Cuando estaba con Akamaru tendía a olvidar a que especie pertenecía. Olvidaba con él todas sus preocupaciones y problemas. Con su amigo todo era siempre más fácil, más sencillo, en cambio, con su equipo era diferente.
Akamaru volvió con la vara entre los dientes, salivando excesivamente por las comisuras de su boca. Kiba al verlo rió, arrebatándole el húmedo y pegajoso objeto de entre los colmillos —Vaya amigo, eso es desagradable —el perro en respuesta dejó escapar un gruñido de fastidio, haciendo que el Inuzuka rompiera en carcajadas—. Bien, bien. Dejaré de fastidiarte.
Estaba por arrojar la rama nuevamente cuando vislumbró algo familiar unos metros más adelante, caminando por la calle, un destello de cabello negro violáceo oscilar con la brisa. El aroma a lavanda y té verde viajó en el viento y se coló por sus fosas nasales. Fresco y a la vez suave, ligero, con un leve toque dulce. Indudablemente se trataba de ella. Su olfato era infalible. Era, de hecho, su sentido más desarrollado y habitualmente su forma de percibir el mundo. Antes que percibir los colores o identificar las voces sentía las esencias en el aire. Para él, cada persona olía de una forma particular y diferente que lo identificaba, como Shino, cuyos aromas característicos eran el Ciprés –similar al aroma del bosque húmedo, después de la lluvia- y la miel. Consideraba contradictorio que alguien como Shino oliera tan dulce pero no era extraño considerando que vivía con insectos. Kurenai, por otro lado, olía habitualmente a rosas y a bebé, habiendo adquirido este tinte en su esencia tres años atrás, con el nacimiento de su hijo. Pero de todas los aromas que había percibido, el de Hinata era uno de los más agradables. Aunque no era algo que fuera admitir en voz alta.
Sonrió a Akamaru y extendiendo su mano le alborotó los cabellos de la cabeza —Vamos a jugar otro juego —sugirió, el perro agitó la cola emocionado. Kiba señaló entonces con la mano libre hacia donde caminaba Hinata y susurró algo al oído del animal. Akamaru dio media vuelta y corrió desaforadamente al encuentro de la chica, listo para embestirla pero se detuvo un instante antes, permitiendo a Hinata suspirar aliviada.
—A-Akamaru —dijo suavemente con una sonrisa, acariciando al perro detrás de la oreja, el cual se relajó con el toque gentil de la chica. Observó entonces los alrededores, desconcertada— ¿Y Kiba? ¿No está contigo?
Una voz alegre detrás de ella hizo que Hinata se sobresaltara —¿Me buscabas? —bromeó el chico, de pie detrás de ella. Observando por encima de su hombro guiñó a Akamaru. El animal respondió con un ladrido de complicidad.
—¡Oh! K-Kiba, me asustaste... —susurró. El castaño sonrió ampliamente, sus colmillos asomando notoriamente.
—Lo siento. Lo siento —rió, rascando su nuca—. Solo intentamos sorprenderte.
Hinata sonrió —L-Lo hicieron.
El Inuzuka felicitó a Akamaru revolviendo blancos los cabellos de su cabeza —Te dije que funcionaría, amigo —Kiba contempló entonces el camino que la chica seguía—. ¿Adónde vas?
La Hyuuga miró la dirección en la que se dirigía —Oh. Pensaba visitar a Kurenai-sensei. Hablé con Shino y dijo que pasaría por la casa de ella también. Intenté llamarte pero tu mamá dijo que habías salido.
El castaño miró a Akamaru —Salí a pasear un rato con él. Pero ya terminamos —aclaró rápidamente—. ¿Vamos contigo?
Hinata asintió, sonriendo gentilmente —Claro.
Akamaru se colocó al lado de su amo y los tres comenzaron a caminar hacia la casa de Kurenai, Kiba con ambas manos detrás de la cabeza, contemplando el cielo, y Hinata con la vista al frente y postura relajada. Durante unos minutos prevaleció el silencio entre ellos, no era un silencio incómodo sino agradable, aún así Kiba sintió la necesidad de decir algo, de hablar —Desearía que hubiera alguna misión. Últimamente no hay demasiado que hacer.
Hinata lo observó y sonrió —¿No es eso bueno? Digo... significa que no hay peligro para la aldea.
El castaño la miró pensativo —Eh... Supongo que tienes razón. Aún así es aburrido.
La joven asintió débilmente con la cabeza —Podríamos entrenar y después comer juntos —sugirió.
La expresión de él se iluminó —¿Cómo un picnic?
—Bueno... si.
—¡Suena genial! —exclamó, algo más animado—. ¿Y harías galletas? A Akamaru le encantan.
La joven sonrió —C-Claro.
Ambos continuaron caminando por unos momentos hasta que el aroma a sal, harina de trigo y miso alcanzó la nariz de Kiba, provocando una reacción de rechazo. Conocía ese olor. Era inconfundible, sabía perfectamente de quien se trataba. De él. Naruto. Pronto el rubio aparecería delante suyo y tendría que ser él, Kiba, quien se encargara de recolectar a Hinata luego, en caso que se desmayara.
—¡¡Kiba!! ¡¡Hinata!! —llamó entonces la voz familiar. Los ojos de la joven se abrieron desmesuradamente y sus mejillas se tiñeron de un intenso carmesí. Ante esto el castaño negó con la cabeza, siempre era lo mismo con ella.
—N-Naruto... —balbuceó. El rubio caminó hasta quedar delante de ellos.
—Hola Naruto ¿Adónde vas? —lo saludó Kiba, contemplando de reojo a Hinata, la cual miraba hacia abajo y jugaba con sus manos nerviosa.
Naruto sonrió, acomodando el protector de su frente —Tengo una misión, estoy esperando a Sakura.
—¡¡¿Una misión?!! Eso no es justo, hace semanas que no nos dan a nosotros una misión.
—Es-Es cierto —susurró.
Naruto miró por un instante a la chica para luego volverse a Kiba —¿Ustedes a donde se dirigen?
El Inuzuka aguardó a que ella replicara pero al ver que carecía de valor para hacerlo se adelantó —Vamos a visitar a Kurenai-sensei. ¿Verdad Hinata?
El calor ascendió a sus pálidas mejillas y sintió su rostro arder de vergüenza. Siempre que Naruto se encontraba cerca sucedía lo mismo, Hinata comenzaba a hiperventilar, su cabeza se sentí ligera, un pequeño mareo la invadía y en algunos casos perdía el conocimiento —S-Si. Kurenai-sensei —repitió. Naruto la contempló con curiosidad, Hinata siempre había sido rara.
—¿Te sientes bien, Hinata?
La joven levantó la vista inmediatamente, temerosa de que el rubio pudiera descifrar lo que le pasaba, averiguar su secreto, aquel que por tantos años había llevado encerrado en su interior. Que pudiera descubrir que lo amaba —¡N-No! Eh... Estoy b-bien.
Naruto acercó su rostro aún más al de ella para examinarla e instintivamente Hinata retrocedió, tropezando con el pie de Kiba y cayendo de espaldas al suelo. Afortunadamente el Inuzuka estaba atento y sus reflejos reaccionaron en el instante justo, sujetándola desde atrás por debajo de los brazos y deteniendo su caída.
Hinata levantó la cabeza hacia arriba, contemplando a Kiba devolverle la mirada con una sonrisa —Deberías tener más cuidado.
La chica se incorporó —L-Lo siento, Kiba —el castaño se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
Naruto habló entonces —¿Qué hora es?
Kiba lo contempló con el ceño fruncido —Cerca del mediodía ¿Por?
—¡¡¡¡¿Qué?!!!! —chilló repentinamente alarmado— ¡¡Debo irme!! ¡¡Sakura me matará!!
—Su-suerte en tu misión —murmuró ella. El rubio asintió, no dándole demasiada importancia.
—¡¡Si, si, gracias!! —gritó por encima de su hombro corriendo en dirección a la entrada de la aldea—. ¡¡Nos vemos!!
Hinata sonrió débilmente, susurrando —N-Nos vemos... —para ella misma pues Naruto ya no podía oírla.
Kiba la contempló frustrado —¿Vamos...? —dijo pero la chica no replicó, así que una vez más volvió a insistir —¿...a lo de Kurenai-sensei?
El nombre de la mujer pareció sonar familiar en su mente pues tras oír aquello reaccionó, volviendo inmediatamente a la normalidad —S-Si. Cierto.
—Bien —dijo el chico de mala gana—, vamos —y por el resto del camino no volvió a pronunciar otra palabra, no que Hinata lo notara de todas formas. La joven estaba inmersa en su propia burbuja de pensamientos. Y es que era simplemente inevitable, cada vez que Naruto aparecía cerca de Hinata la chica se olvidaba de todo lo demás. Inclusive de ella misma. Lo cual, debía admitir, le provocaba cierto fastidio. Principalmente porque odiaba ser desplazado del centro de atención, en cualquier situación en la que estuviera, rodeado de las personas que fueran. Sin importar de quien se tratara. O, al menos, eso quería creer.
