Efímero - Capítulo 1

Koenma se miraba esa montaña de papeles con recelo ¿De dónde demonios sacaban, esos ogros, tanto papeleo? Era imposible ¡IM-PO-SI-BLE! Se tiró encima del escritorio, esparciendo todos los documentos que estaban encima.

- ¡Estoy harto de tanto trabajo! –se quejó-.

La puerta de su despacho se abrió y George entró apresuradamente. No porque fuese con prisa o tuviese algo urgente que decirle al príncipe Koenma, sino porque iba cargado con una pila de documentos los cuales se mantenían en sus brazos de milagro y, al más mínimo error de concentración, todos se caerían. George los dejó en el suelo y se fregó la frente, aliviado. Cuando volteó a ver al príncipe Koenma, un miedo irrefrenable de apoderó de él.

- Pr-Príncipe Koenma –dijo con dificultad. Koenma lo fulminaba con la mirada-.

George llevaba siglos trabajando para el hijo del rey Enma, lo conocía, sabía lo que significaba esa expresión: estaba apunto de explotar. Koenma aguardó en silencio, manteniendo su mirada sobre el ogro, hasta que finalmente estalló:

- ¡¿Se puede saber porque me traes más faena, zoquete?!

George se protegió la cabeza con sus brazos. El príncipe Koenma daba un miedo atroz cuando estaba enfadado, más aún si estaba estresado. George debía reconocer que últimamente había habido demasiada faena. Aquello no era normal, pero eran épocas. Había temporadas en las que ninguno daba palo al agua, y ahora estaban en una donde no podían tomarse ni un descanso.

- Solo soy una persona –Koenma apoyó la cabeza sobre su mano y suspiró pesadamente- No puedo hacer tanta faena.

George iba a decirle algo, pero antes de que pudiese pronunciar una sola palabra, Koenma saltó de su silla y anduvo hasta la puerta.

- Pero ¿A dónde vais, alteza? –preguntó el ogro-.

Koenma volteó a verlo, sus manos juntadas tras su espalda.

- Me tomo un descanso –sentenció-.

- ¡¿Qué?! Pero Príncipe Koenma ¡Estamos en época de trabajo!

- ¡¿Y a mí qué?! Coged el sello y haced mi faena por mí.

- Pero el Rey Enma…

- ¡¿Qué no has escuchado lo que te he dicho?!

George se tensó de golpe y asintió frenéticamente. No quería tener que lidiar con un Koenma enfadado, pero tampoco quería ver al Rey Enma furioso. Aunque, si el Rey Enma lo descubría, la riña iría al príncipe, él solo seguía sus órdenes.

Koenma pasó a su forma adolescente y salió de su despacho. Se había acostumbrado a deambular por palacio con esa apariencia, parecía que así, sus subordinados, le mostraban más respeto. Únicamente mantenía su forma de infante cuando estaba en su despacho o en presencia de su padre.

Koenma salió de la zona de oficinas y anduvo por un largo y claro pasillo que conducía a la sala de descanso. Era una sala al estilo japonés, las paredes verdes y una mesa con brasero en el centro. Allí solían reposar las guías del río de la muerte cuando no tenían que recoger a los difuntos y traerlos al mundo espiritual. Cuando Koenma abrió la puerta corredera, encontró a Ayame y Hinageshi allí, hablando y tomando un té verde. Ambas le miraron, ligeramente extrañadas de verlo tan lejos de su despacho, más considerando la época en la que estaban.

- ¿Sabéis donde está Botan? –les preguntó- Creo que no tenía ningún viaje hoy.

- Apareció una emergencia, y ella fue. Aunque ya está de vuelta. –explicó Ayame-.

Koenma frunció ligeramente el ceño, confundido.

- ¿Entonces? Debería estar aquí.

Ayame y Hinageshi cruzaron miradas. Sus expresiones no le gustaron a Koenma. Este dio un paso en el interior de la sala y se cruzó de brazos.

- ¿Qué ha ocurrido? –preguntó notablemente más serio que antes-.

Las guías volvieron a mirarlo, sus caras denotaban una tristeza que Koenma no terminaba de entender.

- Príncipe Koenma, –empezó a decir Hinageshi con cierta dificultad- resulta que el encargo era recoger a… la maestra Genkai.