Nota:

Decidí al fin escribir un NejiHina. Si la pareja es de su agrado, adelante. En caso contrario, les recomiendo no leer. Todo comentario ofensivo contra la pareja será gratamente ignorado. Sin embargo, se admiten recomendaciones sensatas.

El género es Humor/Romance, y por una muy buena razón, pero en el transcurso de la historia se tomará un tinte más serio y erótico.

Clasificación M por futuros capítulos.

Sin más, espero que les guste el abre-bocas.

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. De la historia, por el contrario, tengo yo la propiedad.


Enséñame.

I.


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Hinata Hyüga, heredera del prestigioso y antiguo clan Hyüga, se miraba al espejo con paciencia, detallando concienzudamente cada ligero cambio en su físico; quizá no fuesen demasiado notorios, pero estaban allí, recordándole que estaba creciendo, que más rápido de lo que podría desear se estaba convirtiendo en adulta y que el tiempo pasaba. Estaba un poco más alta, notó, no demasiado, pero al menos unos centímetros desde su adolescencia, su cabello caía de forma un poco menos cuadriculada sobre su espalda, se esparcía libremente en cortes más o menos irregulares, pero conservaban aún el largor que se esforzaba por mantener, sus mejillas estaban menos regordetas y las facciones de su rostro se habían suavizado, madurado al igual que su mirada. Hizo resbalar suavemente dos dedos sobre la tela cubriendo su busto y sonrió ligeramente, decidiendo que se había adecuado a las proporciones generales de su cuerpo, a sus generosas caderas y a su abdomen liso y firme.

Si era totalmente honesta, tenía que decir que el paso por la adolescencia le había beneficiado. Realmente nunca se había considerado demasiado bonita, siempre uno u otro complejo le habían perturbado desde la pubertad, pero ahora, frente al gran espejo de cuerpo completo de su cuarto, a su mente llegó el pensamiento de que era una mujer atractiva.

Quizá no sexy como Ino, o exótica como Sakura, por ejemplo, pero nadie debería poder tacharla de fea. Al menos debería resultar agradable para un hombre.

Un hombre…

El reflejo en el espejo se mordió el labio inferior con delicadeza, pensando un instante en el sexo opuesto y en el problema futuro que representaba para ella el no poder tener una relación seria con un hombre antes de adquirir el liderazgo del clan. Quizá se estaba preocupando por nada, quizá se estaba adelantando demasiado a los acontecimientos, pero, aunque ni su padre ni ningún miembro del consejo le habían expresado abiertamente sus pensamientos, ella sabía que ellos esperaban que la siguiente líder tuviese una buena compañía, tuviese estabilidad sentimental y representara un ejemplo a seguir como pareja y como familia.

No había registro de una mujer que asumiera la cabeza del clan Hyüga, pero no existía la prohibición expresa de ello ni tampoco la exigencia de tener un esposo para asumir el cargo, pero… Oh, fuerza de las costumbres, la única verdad era que todos los líderes anteriores habían contraído matrimonio antes de tomar el puesto, todos. No era, pues, una creencia machista o discriminatoria, sino simplemente algo así como una "buena costumbre" de su familia; el líder debía ser el modelo, tanto en su hogar como en el cumplimiento de sus labores.

Y ella, aunque había tenido algunos pretendientes en los últimos años, los había ido rechazando uno a uno, sacándoles defectos de donde no los tuvieran y despachándolos con las palabras más gentiles. No se arrepentía, sin embargo, porque sospechaba que muchos se veían atraídos más por su posición que por su persona, y eso en muchas ocasiones llegó a deprimirla, pues ni siquiera la hacían sentir… linda.

Hinata suspiró; tenía veinte años y ni un solo novio en la lista. Eso la preocupaba mucho más que su responsabilidad con el clan (pues esperaba que su padre aún pudiese seguir al mando por varios años más), porque, vamos, si no era malvada ni odiosa, si tenía una personalidad dócil y suave, si no era fea…

Estiró una mano hasta tocar el espejo con la yema de los dedos, recorriendo superficialmente su figura.

Si era bonita, entonces…

Cerró los parpados con lentitud, soltando un denso suspiro, mientras encogía los dedos.

... ¿Entonces por qué Naruto no se fijaba en ella?

El firme toque en su puerta le causó un torpe respingo. Esas cosas de su personalidad no habían podido cambiar mucho.

—Hinata-sama —la voz masculina entró con familiaridad, respetuosamente—, ¿está lista para su entrenamiento matutino?

—Sí, Neji-niisan. Sólo dame un segundo.

Se apresuró a buscar una liga para el cabello y lo amarró en una coleta baja, suelta, demasiado parecida a la de su primo. Después de eso, sonrió al espejo y se dirigió a la puerta con energías renovadas. Al otro lado, Neji la esperaba en una posición relajada, con los brazos cruzados, pero al verla salir los bajó por respeto y le regaló una sobria sonrisa como saludo. En seguida, él se giró y echó a andar a un ritmo constante, permitiendo que lo siguiera con facilidad y pronunciando un: —Andando.

Ella asintió, determinada.

Por ahora, lo importante era el entrenamiento, nada más. Ser cada vez más fuerte, nada más. Aprender a ser una líder confiable, nada más…

Se centraría sola y exclusivamente en entrenar. Nada podría distraerla esta vez.


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Neji trataba infructuosamente de controlar un tic en el párpado derecho.

—H-Hinata-sama —empezó—, ¿puedo saber qué sucede con usted? Desde hace días que está dispersa.

Hinata ladeó la mirada, avergonzada, desde el suelo. Él la había hecho caer demasiado fácil en apenas una sesión de taijutsu simple usando una común patada rastrera. El piso de madera del dojo había golpeado su trasero con el estruendo de un costal de papas. Dios, qué pena. Se merecía todos los regaños que quisiera darle, se merecía que se negara rotundamente a entrenarla en adelante y se merecía todas las miradas reprobatorias.

Se encogió un poco.

—Lo siento, Neji-niisan —susurró, mordiéndose el labio en ese gesto que, Neji sabía, sólo ocupaba cuando algo le preocupaba—. Daré lo mejor de mí en adelante.

Pero a él no podía engañarlo esa mirada nublada de determinación, jamás podría convencerlo tan sólo con fruncir el ceño.

Neji cerró los ojos y suspiró con resignación, soltando lento el aire, mientras se dejaba caer al suelo, sentado, con la espalda recta, con los brazos cruzados.

—Me va a decir ahora mismo qué es lo que le está perturbando —sentenció, con esa voz que no admitía replica y su firme mirada perlada la sobrecogió.

—N-No es nada.

—A mí no puede engañarme.

—Lo juro, no es nada importante —negó, acomodándose de manera recta, imitándolo. En momentos como ese, cuando estaban frente a frente y cuando sus ojos la escudriñaban en busca de algún rastro de mentira, ella se sentía más pequeña de lo que era.

—Es importante si interfiere en nuestro entrenamiento —Hinata abrió la boca para replicar, pero él lo adivinó, interrumpiéndola—y cualquier cosa que pase por su cabeza es de mi incumbencia por esa misma razón. También porque es mi deber protegerla hasta de usted misma.

¿Qué podía hacer? El silencio se instaló inmediatamente entre ellos, pero Neji no desistía de su posición, su mirada era fija e inquebrantable, esperando, ¡era tan insistente! Sintió las mejillas un poco abochornadas, ¿qué se suponía que debía decirle? ¿que estaba preocupando ridículamente por no resultar medianamente atractiva para el único chico que le había gustado realmente? ¿que estaba atormentándose una y otra vez con un futuro matrimonio que ni siquiera le estaban imponiendo forzosamente? ¿que le deprimía no haber tenido siquiera un infantil romance o haber dado un beso?

No, ni en un millón de años. Definitivamente no. Prefería hacerse el seppuku ahí mismo antes que compartir sus vergonzosas inseguridades con su primo. Nunca podría.

—Neji-niisan —suspiró suavemente, sosteniendo su mirada por primera vez—, tú… ¿tú crees que seré una buena líder?

—Estoy seguro.

La respuesta rápida, sin titubeos, le hizo ruborizar. Otros segundos de silencio. El ambiente, extrañamente, se alivianó.

—Necesito pedir tu opinión sobre algo, primo.

Él parpadeó, ligeramente sorprendido ante su postura determinada y su forma de llamarlo. —Cuénteme, Hinata-sama.

—¿Tú piensas que siempre, en cualquier situación, lo correcto es no darse por vencido… seguir intentando, forzando la victoria, poniendo todo nuestro empeño por una causa? —tartamudeó un poco, esperando que Neji no tuviese forma de descifrar el mensaje oculto en sus palabras: Naruto—¿o, p-por el contrario, crees que hay… momentos en los que es mejor desistir?

Lo observó ladear ligeramente el rostro, dubitativo.

—Supongo… —dijo—que la mejor opción es jamás darse por vencido. Si se intenta con suficiente determinación, cualquier cosa es posible.

Hinata asintió, comunicándole que entendía y que, por favor, siguiera.

—Sin embargo, también es cierto que hay situaciones en las que lo más sensato es retroceder y desistir.

Un suspiro decepcionado. Neji definitivamente no estaba siendo de mucho ayuda ese día.

—Lo que quiero decir —él carraspeó, obteniendo nuevamente su atención—es que si hay alguna meta que tenga en su vida, Hinata-sama, lo correcto es poner toda su energía para lograrla, no importa qué, intentar con todas las fuerzas. Desistir es bueno en ocasiones, pero antes de ello debería esforzarse… para poder retirarse sin lamentaciones, con la frente en alto, satisfecha con usted misma.

Ese fue el instante en el que Neji, sin saberlo, la llevó a tomar una importante decisión. Él estaba totalmente ignorante de su situación interna, pero su consejo lleno de sentido no hizo más que motivarla.

Naruto era su objetivo. Tenía que esforzarse. Tenía que poner todo su empeño en ello.

Una vez.

Un último intento, un ataque frontal con todo su chackra, y luego…

Luego, podría ser el adiós.

Sus labios tiraron de una suave sonrisa. —Gracias —él asintió modestamente y Hinata sintió un impulso repentino, algo que salió de no sabía dónde ni por qué—. ¿Tú has tenido muchas novias, Neji-niisan?

—¿Qué?

—Atraes a las chicas… —ella misma había tenido que entregarle un montón de chocolates en San Valentin, porque muchas no se atrevían a dárselos en persona y la utilizaban como canal—Debes tener mucha experiencia, ¿cierto?

Neji parpadeó, malinterpretando la situación. ¿Experiencia? Oh, Dios, él no podía estar teniendo esa charla con su prima. No había manera de que tuviera esa charla con ella. Así que…

—Acabo de recordar que debo reunirme ahora mismo con Gai-sensei —se incorporó rápidamente, pero intentando no evidenciar demasiado su urgencia por huir, digo, por retirarse—. Con su permiso, seguiremos otro día con esta interesante conversación.

—¿Eh?


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Días después, Neji Hyüga caminaba tranquilamente por el recinto Hyüga, usando nada más que un cómodo yukata oscuro para la hora de dormir. Mientras lo hacía, no lograba sacar de su cabeza a su protegida, Hinata Hyüga. Su prima había estado más que rara en los últimos días, demasiado distraída y espaciada, no lograba concentrarse en sus sesiones de entrenamiento y más temprano que tarde terminaba pidiéndole un descanso. Le preocupaba, pues esto estaba estancando dramáticamente su avance como kunoichi, y ella no podía darse tal lujo, pero también estaba el hecho de que había algo que la estaba atormentando y ella no se atrevía a decírselo en voz alta.

Aunque su relación había llegado a ser muy cercana con el paso del tiempo, todavía ella no le tenía la suficiente confianza para contarle claramente sobre su problema. Al comienzo pensó que se trataba de alguna inseguridad naciente con respecto a su futuro papel como líder del clan, había pensado que simplemente se había visto apabullada con la idea de tan grande responsabilidad sobre sus hombros, así que la había aconsejado que se esforzara, que diera lo mejor de sí para no tener ningún remordimiento, pero eso solo lo había empeorado todo. Después de ese día, Hinata no había parado de revolotear de un lado para otro, pasando de la florería Yamanaka al hospital de Konoha, pasando gran cantidad de tiempo en el cuarto de su hermana menor y soltando risitas bajas junto a ella todo el tiempo, mientras que durante sus entrenamientos parecía más ausente que antes.

Como genio, se sentía frustrado por no encontrar una solución.

¿Cómo puedo ayudarla, Hinata-sama? ¿qué le sucede?

Iba tan concentrado en sus cuestionamientos mentales que no pudo evitar brincar cuando, en una esquina del pasillo, apareció justamente la causa de sus divagaciones con la mirada azorada, las mejillas tan rojas como solía tenerlas en la adolescencia y estirando ambos brazos al frente, impidiéndole el paso. Está de más decir la sorpresa que esto le causó.

—¡Alto ahí, Neji-niisan!

—Hinata-sama, ¿qué le sucede?

La vio fruncir el ceño, adorablemente decidida, y los labios rosados se abrieron un momento para luego quedarse sin fuerzas y volver a cerrarse.

—¿Se encuentra bien? —preguntó, genuinamente curioso.

Ella dio un firme paso al frente y él parpadeó cuando las pupilas perladas se posaron en él con una fuerza increíble. Neji nunca se esperó lo que vino a continuación.

—E-enséñame cómo seducir a un hombre.

—¿Cómo?

—Necesito que me enseñes cómo seducir a un hombre —repitió.

Oh, Hinata-sama, usted finalmente enloqueció.

No se suponía en sus tareas como guardián se incluyera tal cosa.


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Siguiendo el consejo de su primo, Hinata Hyüga lo había intentado todo, todo. Bueno, en realidad, había pensado en todo, pero muchas de sus posibilidades habían resultado imposibles. Les explicaré; primero había llegado a la conclusión de que, además de pararse en medio de la batalla para arriesgar la vida por un chico, no habían muchas cosas que se pudieran hacer para atraer las miradas de un muchacho mientras no se tuviera un cierto conocimiento en el arte de coquetear, y ella –Dios sabía- no lo tenía. Es decir, necesitaba ayuda.

La cosa era… ¿A quién podría acudir?

Su primer opción fue Ino. La rubia una era coqueta experta, ella debía conocer infinidad de trucos y podría serle de una ayuda increíble. Sí, si había alguien en Konoha que pudiera asesorarla era Yamanaka Ino. Por eso había ido, totalmente dispuesta y emocionada, a la florería Yamanaka para comunicarle su caso cuando… Oh, Señor, cayó en cuenta: Ino era también una perfecta chismosa. Además tenía una capacidad innata para meterse en la mente de los demás, literalmente, así que ella descubriría que se había decidido a ir directamente por Naruto y luego todo el mundo lo sabría y luego… si la cosa no resultaba, sería tan, tan humillante. En un ataque de pánico, salió huyendo del lugar y, sin razonarlo siquiera, terminó en otro sitio: el hospital.

Sakura fue su opción por un ínfimo segundo, pero, vamos, que en ella se repetía el mismo problema que con la rubia, porque, aunque era un poco más reservada, Sakura era la compañera de equipo de Naruto… y sería demasiado vergonzoso si ella decidiera decirle algo o impulsarlo a corresponderle (lo que Sakura haría sin duda, porque era una buena amiga). Sería triplemente humillante si sus intentos no funcionaban después de obtener la ayuda de la chica de ojos jade. Nuevamente terminó escapando del lugar.

Su hermana Hanabi fue la tercera opción. Contrariamente a ella, Hanabi era extrovertida, abierta, jovial y… tenía novio, ¡qué maestra más calificada! Aparte era su hermana menor, compartían ese pacto de confidencialidad y Hanabi ni siquiera era cercana a Naruto, así que era perfecta. Contenta por su hallazgo, Hinata había acudido infinidad de veces a su habitación, donde mantuvieron conversaciones en voz baja en las que Hanabi relataba detalladamente la manera en la que había conquistado a Konohamaru para que le tomara como modelo. Todo hubiera sido ideal si las tácticas de Hanabi no hubiesen sido tan directas como, por ejemplo, algo así: "Si no me besas en este instante, Konohamaru, contará como una declaración pública de tu homosexualidad", ¿les da eso una idea? ¡Hinata jamás podría decir algo como eso!

En fin, su hermana había tenido buena disposición, pero tuvo que rechazar su ayuda educadamente.

Kurenai-sensei estaba demasiado ocupada con la pequeña Mirai como para molestarla.

Entonces, de repente, le vino la iluminación: ¿quién mejor para aconsejarle sobre los chicos que un miembro de dicha clasificación? A su mente vinieron después Kiba y Shino, sus compañeros del equipo ocho, pero… Kiba era demasiado imprudente, además no perdería oportunidad para avergonzarla, y Shino… Shino… No era por ser cruel, pero no estaba segura de que él pudiese darle buenas recomendaciones románticas.

¿Entonces Lee? Demasiado ruidoso. Seguramente la sometería a un entrenamiento ridículamente duro y vergonzoso. No.

¿Kakashi-sensei? Uh, teniendo en cuenta su peculiar gusto por la literatura erótica… No.

¿Hiashi Hyüga? Oh, por Dios, definitivamente no. Era su padre, la última persona con la que podría hablar de esas cosas. Además –de nuevo, no era por ser mala- seguramente las tácticas de conquista habían cambiado demasiado desde la época en la que él era un joven y vigoroso Hyüga.

Joven Hyüga…

Aunque en un primer instante su mente rechazó totalmente la idea, después de tomarse unos minutos para meditarlo, no lucía tan descabellada; él era su familiar, su protector, jamás haría nada que pudiera hacerla sentir mal, era increíblemente prudente y reservado, su secreto estaría absolutamente a salvo, era increíblemente popular con las mujeres, además estaba a su completo servicio… y si las cosas llegaran a salir mal, él ni siquiera se atrevería a mirarla con compasión.

Y, pensándolo mejor, Neji Hyüga tenía que asumir su responsabilidad por introducir la determinación en ella con su consejo, ¿no? ¡sí, señor!

Su primo era definitivamente la opción perfecta para este caso. Todavía le daba vergüenza comentarle, pero la confianza entre ellos se había fortalecido de increíble manera, su relación era estrecha y, vamos, que ya eran unos adultos y no podía entrarle la cobardía ahora.

"… para poder retirarse sin lamentaciones, con la frente en alto, satisfecha con usted misma".

Fue por eso que le preparó una emboscada. Conocía los movimientos en la rutina de Neji, así que fue demasiado fácil adivinar que después del baño, saldría vestido con un yukata y se dirigiría a su habitación para descansar, pasando por el mismo pasillo que todos los días… a la misma hora de siempre. Por eso, lo esperó en una esquina y, al escuchar sus pasos acercándose, se llevó las manos al pecho y respiró hondamente, enfundándose en ánimos. Era ahora o nunca.

—¡Alto ahí, Neji-niisan! —sentía las rodillas temblecas y el rostro acalorado al brincar frente a él con las manos estiradas. Dios, esperaba no estar luciendo tan patética como se sentía.

—Hinata-sama, ¿qué le sucede? —el tono que él usó no alcanzaba a ocultar su sorpresa. Ella abrió la boca, decidida a contarle la razón de su repentino asalto, a decirle lo que quería, pero… las palabras quedaron atrapadas en medio de su garganta. ¿Por qué tenía que ser tan difícil mientras esos ojos tan similares a los suyos la observaban entre curiosos y preocupados? Sólo entonces fue realmente consciente de lo grande que era Neji, sus hombros anchos se expandían con elegancia y su porte era firme como siempre, haciéndola sentir más y más pequeña cada vez, ¿cuándo su primo había crecido tanto? Era incluso más alto que Naruto —¿se encuentra bien?

Guió un paso al frente, tomando una postura elevada para intentar aminorar la diferencia de estatura y reunió toda la determinación que pudo para exhibirla en su mirada. Neji parecía incómodo y extremadamente confundido, pero ella no podía desaprovechar el arranque de coraje que le calentaba las venas.

—E-Enséñame cómo seducir a un hombre.

—¿Cómo?

Frunció más el ceño, sintiéndose valiente.

—Necesito que me enseñes cómo seducir a un hombre —repitió, ante la mirada estupefacta de su primo.

Y entonces… simplemente tuvo que esperar.