'til tomorrow I'll be holding you tight
and there's no where else in the world
that I rather be... that here in my room,
dreaming about you and me...
Selena.
Soñar.
A veces se permite soñar. No siempre: Una Black no debe soñar, porque los sueños son para débiles: es recordar lo que se quiso hacer y no se pudo. Pero a veces, con los besos de Bellatrix aun resonando como memorias viejas por su cuerpo, se permite soñar.
Se permite pensar que es igual que Andrómeda. Se permite pensar que al igual que ella puede ser valiente y negarse a casarse con Lucius, que puede decir que no, que si se casa quiere que sea por amor.
No lo dirá, por supuesto. Su madre, Casiopea, se reiría en ese tono tan de dama, tan correcto y tan odioso para decirle que no debía ser idiota. En un matrimonio lo que menos tiene que ver es el amor: pureza de sangre, linaje, dinero... todo eso es más importante que el amor.
Quisiera llorar mientras está en brazos de Bella, llorar por motivos distintos a los que provocan las caricias bruscas y posesivas de su hermana mayor en su suave piel de marfil. Llora arqueando la espalda, sus senos heridos y tiernos erguidos mientras la mayor besa un camino de lágrimas y sangre por su vientre hasta su humedad.
Y a veces, en esos momentos, se permite soñar. Deja que su mente viaje como gaviota sobre el mar, y se imagina que el largo cabello que acaricia su vientre y sus piernas no es de obsidiana sino de rubí, y esas manos que pueden provocar tanto placer y lágrimas del dolor se transforman en manos que provocan lágrimas del placer y del amor.
Sueña, con los ojos velados por un orgasmo que sacudió su alma, que el cuerpo de curvas tan generosas de Bellatrix es más suave, más delicado, sin esa peligrosa sensualidad que emana el cuerpo de su hermana mayor, sino una dulce ternura: inocencia que radiaría de ojos verde de esmeralda, una inocencia que nunca, ni siquiera en sus más tiernos años, conoció. Sueña con ser capaz de proteger esa inocencia, de sentirla en sus brazos y de pasar sus dedos por ese cabello, mezcla de fuego y sangre, y atraerla hacia sus labios y que la pureza de esa alma que no conoce la verdad de las tinieblas embargara la suya.
Muerde sus labios para evitar gemir el nombre de ella, despertando de su sueño mientras Bellatrix la acomoda entre sus brazos, susurrándole promesas. Se abraza al cuerpo de su hermana mayor y cierra los ojos para no llorar.
- Nadie te ama como yo. – dice, y sabe que es cierto, pero envidia a Andrómeda, que se atrevió a romper sus cadenas, a Sirius, que pudo romper los barrotes de su jaula de oro.
Cuando dice acepto en el día de su boda, con su vestido de seda y encaje, y el velo cubriéndole los ojos llenos de lágrimas, Narcissa sabe que renunció a soñar.
