Disclaimer: Como de seguro todos los que leen este fanfic ya saben (y los que no sepan deberían ser quemados en leña verde), obviamente yo NO (por favor!!, entiendan ya de una vez que no!) soy la autora del grandioso mundo de Harry Potter, la autora de esta maravillosa serie es J. K. Rowling y si por azares del destino, algún día, en algún lugar del mundo, ella llega a leer mi historia, estaré encantada de que me plagie cualquier idea que yo haya tenido.

Gracias por perder el tiempo leyendo este disclaimer. Se los agradece Blackwell.

Summary: AU (Universo Alterno) ¿Nunca se han preguntado porqué Harry no habló con serpientes hasta que tuvo 11 años? ¿Qué habría pasado si hubiera hablado con las serpientes antes de aquel día en el serpentario? Viviendo una vida de maltratos ¿acaso no preferirías ir con aquel que mostrara interés en ti, aun y cuando ese aquel fuera una serpiente?


'El príncipe de las Serpientes'

Por Blackwell

Del inicio de mis locuras:

Esta historia se me ocurrió un día, o más bien una noche, o sería mejor decir una madrugada (o mañana), cuando, después de haber estado leyendo hasta las 5:47 a.m., rezando para que mi madre no se despertara con el ruido del click del mouse (oigan puede pasar!! O por lo menos eso es lo que pienso cuando lucho contra la inconsciencia esperando que mis parpados no se cierren…), y que yo pudiera terminar de leer los 18 capítulos del fanfiction de HP que había escogido para leer esa tarde. Había ya terminado de leer aquella historia y apagado mi PC. Encendí el abanico y me acosté para dormir. Una hora después aún no dormía. ¿No les ha pasado alguna vez que después de haber trabajado duramente, de estar exhausto tanto física como mentalmente les es imposible dormir? Bueno, no se ustedes pero así me pasa a veces. Y aquella noche, fue la noche donde pensé en esta historia. Cuando no puedo dormir y el despejar mi mente me ayuda a dormir igual que si estuviera tomando una enorme taza de café cargado, creo historias en mi mente. A veces son historias de películas, de series de televisión, de libros, de mi, de mis amigos, familia y hasta de mi gato, todo con tal de dormir bien por un rato. Unas veces son historias algo verídicas, otras veces son historias sumamente descabelladas.

En fin, saltando todos mis problemas psicológicos y de insomnio, aquel día se me ocurrió esta idea: Si dicen que Voldemort (Voldy para los amigos) comenzará a unir ejércitos oscuros para los próximos libros de HP, entonces, los de la Orden del Fénix comenzarían a intentar evitar que esos ejércitos se unieran a Voldy o no?

Y qué, aprovechando que Harry habla parselthongue, ¿No trataría la Orden del Fénix de hacer que las serpientes estuvieran de su parte? Digo yo, así por lo menos Voldy tendría un ejército menos, no?

Esa había sido mi idea original, después de pensarlo desde esa hora hasta en la mañana (cuando mi sobrino se levantó y comenzó a brincar sobre mí en busca de atención) mi idea original había quedado reducida hasta lo que hoy es mi fanfic.

Gracia a Kinichan por sugerirme escribir como se me ocurrió mi primer, y espero que no último, fanfic. Gracias a mis amigos por decirme que no estoy demente o eso que me dijo aquel infeliz desgraciado hijo de la… (Perdonar, nunca olvidar, perdonar, nunca olvida, perdonar, nunca…)

Ahora, mi fic.


'El príncipe de las Serpientes'

Por Blackwell

Había una vez un hombre muy malo que tenía mucho poder, ese hombre malo quería ser el Rey de todo el mundo. Pero lo único que lo detenía, era otro hombre, un hombre muy bueno, y también, muy poderoso. El hombre bueno y el hombre malo pelearon por muchos años. Muchas personas siguieron a ambos hombres, maravillados por sus poderes y habilidades.

Un día, una adivina dio a conocer una gran profecía donde decía que un niño de enormes poderes nacería de uno de los aliados del hombre bueno. Aquel niño, podría ser bendición y perdición, para el hombre malo o para el hombre bueno. Aquella adivina no supo que marcó el destino de aquel niño.

Y entonces, temeroso de perder su posición, el hombre malo buscó por mucho tiempo a aquel pequeño mencionado en la profecía hasta que lo encontró. Mató a sus padres e intentó matarlo a él. Y falló. Por una razón que no comprendió, el poder que había intentado usar para matar al pequeño se volvió contra él, haciéndolo desaparecer del mundo de los vivos.

El hombre bueno y sus aliados festejaron alegremente la derrota de aquel hombre tan malo.

Y entonces, la gente comenzó a preguntarse que sería de aquel niño que ya no tenía padres.

Y el hombre bueno dijo "encontremos al resto de su familia"

Y la encontraron. La familia de la hermana de su madre aún estaba con vida.

Y el hombre bueno, pensando que sería lo mejor, dijo "lo llevaremos con ellos, su familia lo cuidar

Y llevaron al pequeño con aquellas personas.

Pero errar es humano.

La gente puede equivocarse.

Pues las buenas intenciones, no son siempre suficientes…

Y así fue como todo empezó.


Capítulo 1

De lo que había debajo de las escaleras


Falta poco para que el sol salga, pero muchas personas ya se encuentran trabajando.

Es un nuevo día en Little Whinging, Surrey.

Little Whinging es un barrio muy tranquilo, lleno de pequeñas y bonitas casas con sus bellos jardines y cercas blancas. Hombres que van a sus trabajos en sus autos de marca y con sus trajes oscuros. Con mujeres de largos vestidos y uñas bonitas que se quedan en sus 'hogares dulces hogares' para hacer la limpieza del día y hablar con sus lindas y amables vecinas para acordar hacer algo bueno por la comunidad donde viven. Y despertar a sus pequeños con voces melosas y decirles dulcemente que el desayuno esta listo, que deben comer temprano para no llegar tarde al colegio y luego jugar con sus amigos en el receso.

Todas son casas muy bonitas. Donde viven familias bonitas. Con vidas muy pero muy bonitas.

Así es como todo es, o parece ser en Little Whinging, Surrey.

Nadie sospecharía que alguien que viviera en casas tan bonitas como esas escondería un secreto.

Nadie sospecharía que alguien en el Número 4 de Privet Drive escondería un gran secreto, pero un secreto tan grande que lo avergonzaría hasta la muerte.

Nadie sospecharía que esconderían el origen de sus miedos en una pequeña y oscura alacena debajo de las escaleras.

Nadie sospecharía que cerrarían esa alacena con dos candados y un gran cerrojo para evitar su huida.

Nadie sospecharía que el gran y temible secreto fuese un pequeño niño de casi ocho años.

Nadie sospecharía que se maltratase a ese pequeño niño.

Nadie sospecharía que el nombre del pequeño fuese Harry Potter. Hijo de James y Lily Potter, hermana de Petunia Evans, la esposa de Vernon Dursley y madre de Dudley Dursley. Residentes del Número 4 de Privet Drive, Little Whinging, Surrey.

Al momento en que el sol daba los primeros rayos de luz, el pequeño Harry Potter ya despertaba en la alacena de debajo de las escaleras, en casa de los Dursley.

Este pequeño se levantaba todos los días antes de que el sol saliese por completo. Y no porque fuese un madrugador nato, siempre se había visto obligado a levantarse a esa hora por sus tíos, los Dursley.

Los Dursley eran sus únicos parientes vivos.

Ellos lo habían acogido en su casa después de aquel fatídico día donde sus padres murieron. Él, había sobrevivido milagrosamente a aquel accidente de coche, saliendo casi ileso, a excepción de una sola y pequeña herida en el frente de su cara. Una cicatriz en forma de relámpago. Al pequeño Harry le gustaba esa cicatriz en su frente. Le gustaba porque era lo único que tenía que lo conectaba con su pasado, un pasado (casi estaba seguro) donde no había habido ningún Dursley.

Harry no sabía el día en que sus padres murieron. Los Dursley no hablaban con Harry. Y a Harry, le estaba prohibido hablar con los Dursley. Era algo extraño, pero así eran las cosas en esa casa y por supuesto, a el no le estaba permitido quejarse de nada. Pues, si no fuera por la amabilidad de sus tíos (como ellos le habían asegurado) estaría pasando el resto de sus días en un orfanato.

Harry se había preguntado ya varias veces si el orfanato no sería mejor que vivir con los Dursley. Pero el no sabía como se manejaban las cosas en esos lugares, y, si eran tan malos como sus tíos aseguraban, el no quería averiguarlo por experiencia personal.

Su tío era un hombre gordo, sin cuello y no muy alto, con un bigote espeso y cabellera oscura de corte perfecto. Él trabajaba en una empresa de taladros llamada Grunnings. Anhelaba una vida normal y sin complicaciones. Tal vez esa era la razón por la que no le gustaba Harry. Bueno, para ser honestos no era que no le gustase, era solo que lo odiaba. Harry creía que era por que el representaba un fallo en su vida normal. Harry había llegado de improvisto a sus vidas. A los Dursley no les gustan las sorpresas, menos aun si estaban vivas.

Los Dursley le mostraban su desprecio en cada oportunidad y mas de una vez Harry se había preguntado porque, si es que lo odiaban tanto no se habían deshecho de el hacia tiempo. Una vez lo había preguntado a su tío, él se había puesto pálido al momento y soltando un bufido de enojo había descargado un duro golpe con su puño izquierdo en la cara del mismo Harry, quien apenas contaba con 4 años. Desde ese entonces Harry había aprendido que estaba prohibido preguntar, por esa razón no sabía nada de sus padres. Su tía Petunia solía decir con gran desprecio, que el padre de Harry era un bueno para nada, pero, conociendo a sus tíos, Harry dudaba de que esto fuera cierto.

Su tía Petunia era una mujer de lo más chismosa. Andaba siempre por ahí extendiendo su largo cuello de jirafa para espiar a los vecinos, parecía ser su única diversión en la vida, además de insultar a Harry.

Aún recordaba la vez que su tía Petunia había vigilado por casi una semana a los Dishwood del Número 8, y había llegado a pensar que el Sr. Dishwood estaba siéndole infiel a la Sra. Dishwood. Después, había dejado deslizar la sugerencia una mañana en la junta de Señoras del barrio. La Sra. Dishwood casi había entrado en hiperventilación al momento, y luego por la noche. ella y el Sr. Dishwood habían entrado en una acalorada discusión que terminó días después en el divorcio del Sr. y la Sra. Dishwood. Habían dividido sus bienes y vendido la casa, que aún seguía desocupada.

De si el Sr. Dishwood le había sido infiel a la Sra. Dishwood, Harry no lo sabía, pero el día de la mudanza, Harry había escuchado desde el jardín como el Sr. Dishwood le decía a la antes Sra. Dishwood que el no la había engañado con nadie y que algún día se daría cuenta y se arrepentiría enormemente. Tía Petunia se mofó del Sr. Dishwood por los dos meses siguientes llamándolo asqueroso libidinoso.

Su tía era de cuerpo huesudo, tenía el cabello corto y güero, y unos dedos largos capaces de detectar el mínimo polvo después de haber puesto a Harry a limpiar más de tres veces el mismo lugar. Tía Petunia siempre insultaba a Harry, lo llamaba desde inútil hasta desear la muerte del mismo Harry. Su tía no le pegaba tan fuerte como su tío Vernon pero siempre encontraba la forma apropiada de insultarlo y darle patadas cuando hacía un trabajo.

Y luego estaba su primo Dudley. Dudley era gordo, tenía el cabello de su madre, piel blanca y cara sonrosada. Harry sostenía para si mismo que podría ser la viva imagen de un cerdito con peluca, por su forma y sus modales en la mesa. Aunque eran casi de la misma edad, Dudley (un año mayor que Harry) no había hecho el intento de llevarse bien con su primo. Dudley era más grande que Harry, tanto por lo alto como por lo ancho. Un niño muy creído y mimado incapaz de enfrentarse al mundo real. Harry siempre había sido más débil y más pequeño en estatura que Dudley, suponía que era debido a la mala alimentación y los trabajos que debía hacer en la casa

De los trabajos de la casa, Harry solía hacer la mayoría, excepto tal vez hacer la comida y la cena (él hacia el desayuno), planchar la ropa (su tía no quería que quemase nada de su hermosa ropa) y limpiar las habitaciones. De lo demás, lo hacía el. Debía recortar el jardín, lavar el auto, limpiar el patio, regar las plantas de su tía, lavar la ropa, doblar la ropa, sacudir la casa, barrer, trapear, lavar los trastes, sacar la basura, recoger el correo, atender la puerta, el teléfono y muchas mas cosas que su tía le asignaba mientras ella se sentaba tranquilamente a leer una revista en el sofá y vigilar que Harry no estuviera haraganeando.

Luego que ya no hay nada que Harry pueda hacer en la casa, pasa su tiempo en la alacena y solo puede salir al baño y a las horas de la comidas, o mejor dicho a la hora después de que los Dursley terminan de comer y a el le esta permitido recoger las sobras de los platos.

Con el tiempo, Harry ha aprendido a abrir todo tipo de candados, la cerradura de la puerta de su alacena y las de la casa. Así, cuando los Dursley salen por la noche y lo encierran en su alacena (y si no ponen los candados), él puede salir al jardín y mirar las estrellas disfrutando de un poco de libertad hasta que presiente que los Dursley están por volver a casa.

Harry nunca se ha equivocado en esas cosas, ninguno de sus presentimientos ha fallado hasta el momento. Entonces entra sin hacer ningún ruido de vuelta a la casa, cierrra la puerta trasera y luego la puerta de su alacena y el cerrojo. Segundos después escucha el auto y los Dursley entran por la puerta. Tío Vernon mueve la puerta de la alacena para revisar que este bien cerrada y luego suben a dormir.

Algunas noches cuando Harry no ha comido suficiente en varios días, puede escapar furtivamente para robar algo de comida, siempre procura no tomar mucha para que los Dursley no sean capaces de notarlo.

Harry siempre ha sido más inteligente que los niños de su edad, con una gran habilidad para aprender rápidamente, en cada materia y examen es capaz de sacar la más alta calificación. Pero Harry no lo demuestra en su escuela, sabe que si obtiene una nota muy por encima de su primo recibirá una golpiza. Harry siempre trata de no sobrepasar la media de calificación pero aunque sus profesores del colegio sospechan el talento de Harry, este los esquiva en sus preguntas, se sienta al final de la clase, es callado y solo responde las preguntas cuando los profesores le preguntan directamente.

A pesar de su complexión algo baja y delgada, Harry tiene una agilidad y velocidad sorprendentes. Por supuesto, rara vez las demuestra si es que no son para huir de Dudley y su pandilla, que en grupo, se entretienen en usar a Harry como saco de boxeo.

Debido a Dudley y su pandilla, Harry no ha tenido un solo amigo. Ellos eran los bravucones de la escuela y no les gustaba Harry, ni sus ropas grandes y usadas que habían sido de Dudley, ni sus anteojos rotos por el medio de tantos golpes recibidos en el rostro, ni su cabello negro azabache que crecía en todas direcciones, ni sus ojos brillantes verde esmeralda que Harry no sabía si eran heredados de su padre o de su madre. Nadie en la escuela quería ser amigo de alguien que disgustara a la pandilla de Dudley. Harry siempre estaba solo y aunque unos de sus profesores llegaron a sospechar que algo andaba mal con el chico Harry Potter, lo olvidaron de inmediato pensando que era una etapa pasajera y que tal vez el próximo año tendría un amigo. Pero el tiempo pasó y Harry no tuvo a nadie junto a él. Siguió solo.

Harry había pensado varias veces en huir de casa de sus tíos. Lástima que era más inteligente para su edad y sabía lo que le esperaba allá afuera. Sabía que a pesar de su inteligencia no sería fácil sobrevivir sin ayuda en las calles. Harry sabía que no tendría ninguna ayuda, que su edad atraería la atención hacia el, y que su constitución y su poca salud (pues siempre estaba débil) le impedirían realizar algún trabajo que le diera sustento.

Así pues, Harry se había armado de valor y paciencia durante los últimos años para esperar el ansiado momento de la huida hacia la libertad.

Hacía tiempo que había aprendido a hacer oídos sordos de los insultos de sus parientes (Sí, Dudley también lo insultaba) e incluso resistía mejor los golpes que recibía. Pero esto no era lo suficiente como para evitar que algunas veces, cuando su existencia se volvía insoportable, Harry derramase lágrimas silenciosas desde el anochecer hasta la madrugada en la oscura alacena de debajo de las escaleras.

Y despertar después, con los ojos hinchados de tantas lágrimas (como lo hacía en estos momentos) solo para descubrir que se encontraba en el mismo lugar. Que nada había cambiado desde que cerrase sus ojos la última vez.

Con un ligero movimiento, Harry tomó su ropa y sus zapatos para dirigirse al cuarto de baño. La puerta estaba abierta como todos los días, su tío Vernon la abría antes de salir al trabajo para que Harry pudiese salir a hacer sus tareas.

Entró al cuarto de baño y comenzó a tomar una ducha rápida. Como sus tíos le habían dicho en repetidas ocasiones, Harry no era digno de recibir, la comida, la ropa y las atenciones que los Dursley le proporcionaban, ni mucho menos el agua. Pero su tía Petunia permitía que Harry gastase un poco de agua porque prefería eso a que el pequeño anduviese oliendo mal por toda la casa.

Harry salió del baño y se puso algo de ropa limpia. Era hora de comenzar la jornada.

Siguiendo su rutina del martes, Harry recogió los botes de basura y los sacó afuera. Se acercó a la cocina y lavó los trastes de la cena de la noche anterior, encendiendo también la cafetera para el café de las mañanas de su tía Petunia. Limpió la mesilla de la cocina y revisó el contenido del refrigerador para hacer una lista de lo que faltaba y que su tía pudiera salir de compras por la tarde.

Hizo de desayuno algo de huevos, tocino y pan tostado para su tía y primo.

Harry ya podía escuchar movimiento en los cuarto de arriba.

Sacó el jugo de naranja y unos vasos para servirlo.

Tum, tum, tum. Alguien bajaba las escaleras.

Cuando servía el primer vaso, su tía apareció en la entrada de la cocina. Estaba bien vestida y con su ya normal expresión de arrogancia en el rostro.

- Mi café niño –dijo al sentarse en una de las sillas de la cocina.

Harry tomó el recipiente de la cafetera y le sirvió una taza. Su tía lo tomó y le dio un pequeño sorbo.

-Falta azúcar –chilló al pequeño.

El niño tomó la azucarera y antes de preguntar, su tía ya respondía.

-Dos cucharadas.

Harry vertió dos pequeñas cucharadas en el café de su tía mientras esta sostenía la taza, acercándole una pequeña cuchara.

-Ahora largo de aquí –chilló de nuevo al tomar la cuchara.

Y dejando la azucarera en la mesa de la cocina, se dirigió a su alacena para recoger los libros de la escuela. Al salir de la cocina se topó con su primo Dudley quien solo le dirigió una breve mirada y se fue directo a la cocina. Harry pudo escuchar la voz alegre de su tía al recibir a su hijo.

-¡Oh! Ven aquí Duders cariño. ¿Cómo durmió mi bebé anoche? Siéntate aquí querido, la comida ya esta lista pichoncito…

Harry tomó su vieja mochila, metió sus libros para el día, y esperó que su primo terminara de comer, como todos los días de escuela.

Pero esta vez, Harry tenía un extraño sentimiento que recorría su espina dorsal, sabía que algo pasaría…que, tal vez…conocería a alguien, no supo decir quien.

Treinta minutos después Harry y Dudley esperaban en una esquina de Privet Drive a que los recogiera el autobús escolar. Estaban en silencio, junto a un chico y una chica que conversaban animadamente. Harry y su primo rara vez se dirigían la palabra, sino era cuando Didley le decia a Harry que le iba a pegar por ser un tonto o cuando Harry le hablaba a Dudley por encargo de uno de sus tíos.

No se hablaban en la escuela, casi como si no supieran de la existencia del otro.

Era la penúltima semana de clases y pronto comenzarían las vacaciones de verano.

A Harry no le entusiasmaban las vacaciones de verano, sabía que los Dursley lo tratarían igual en vacaciones que cuando estuviese en época de clases. Tal vez la única ventaja sería que ya no tendría que seguir esquivando a los profesores del colegio. Últimamente se habían vuelto muy insistentes.

La primera y la segunda hora transcurrieron sin problemas. Harry había entregado sus tareas cuidadosamente diseñadas para no obtener más de 70 aciertos de calificación.

Pero la tercera hora, era la hora. Harry lo supo. Por fin lo vería. Aunque no sabía a quien.

Esperó impaciente por los próximos minutos que algunos compañeros aprovecharon para arrojarse proyectiles de papel. Cuando llevaba casi veinte minutos de mantenerse inmóvil en el asiento, el Director Mcknee, un hombre alto y calvo con facciones delicadas, hizo acto de presencia en el salón y se dirigió al grupo.

-¡Buenos días, chicos!

-¡Buenos días, Director MCKnee! –respondió el grupo a coro.

-Verán chicos, lamento informarles que desafortunadamente su Profesora de Ciencias Naturales, la Señora Heinderb ya no impartirá clases en el plantel.

Casi el grupo entero arrojó sonriente sus libros, lápices y tareas al aire eufóricamente.

-¡Por favor chicos, cálmense! –dijo sonriendo el Director-¡Chicos! ¡Señor Gray! Bájese de su banco…sí, así es…gracias, bueno, como les iba diciendo, ya que su Profesora, por cuestiones personales no podrá regresar…

-¿Dirctor McKnee, la Profesora esta muerta? –preguntó una niña de pelo corto que se sentaba tres asientos al frente de Harry.

-No Señorita. Aunque seguro la Profesora Heinderb estará feliz de que se alla preocupado usted por su salud. Como decía, a la Profesora le han ofrecido un plaza en un colegio, que según tengo entendido fue el lugar donde estudió. La Profesora estaba ansiosa de empezar a dar clases y en ese colegio (cuyo nombre no recuerdo) también estaban muy ansiosos de que volviera como Profesora. Debido que la Profesora Heinderb debía preparar sus clases para el próximo curso de ese colegio, se vió forzada a partir apresuradamente. Dado que no pueden perder un Profesor en esta etapa tan crucial del año (es decir justo antes de exámenes), la Profesora Heinderb habló con un amigo suyo en la Secretaría de Educación del Gobierno y acordaron en enviarnos un profesor sustituto que pudiese compaginar su horario con el de ustedes, y los grupos D y F. Por favor les pido que muestren el respeto debido a este Profesor que sustituirá a la Señora Heinderb. Profesor, pase…

Conteniendo la respiración, Harry alzó la cabeza desde el último asiento junto a la ventana. Sabía que pasaría. Sabía que sería esa persona. Era alguien especial.

Un hombre de aspecto jovial, alto y delgado entró en el salón. Cargaba un portafolio oscuro en una mano y en la otra, unos cuantos papeles. Vestía un traje gris oscuro que le sentaba a la perfección con su corbata y sus zapatos negros. Su cabello era castaño cenizo y lo llevaba un poco largo. Sus ojos eran de un precioso color dulce miel y miraban tan amablemente que sería difícil no sonreír ante aquel hombre.

-Este –dijo el Director -es El Profesor Remus Lupin.

-Buenos días, chicos –dijo con voz suave y amable el hombre que acababa de entrar en el salón.

-Buenos días, Profesor Lupin –respondió de nuevo el grupo a coro.

-Como verá son unos chicos bien portados –dijo felizmente el Director al Profesor Lupin, como si eso fuese obra suya.

-Sí, ya lo veo –dijo el Profesor Lupin sonriendo- espero, que podamos llevarnos bien en estos pocos días que nos veremos.

Y Harry casi pudo haber jurado que lo miró directamente.

-Bueno, si necesita algo Profesor Lupin no dude en visitarme a mi oficina. Los dejo por ahora -dijo el Director- les deseo suerte.

Y salió del salón cerrando la puerta tras el.

Hubo un breve silencio de unos segundos. Luego Lupin habló alegremente al momento que se acercaba al escritorio del Profesor.

-Solo por si han olvidado mi nombre. Me llamo Remus Lupin y les daré clases por lo que queda del final de este curso, que por lo que veo son solo unos días. Así que después de esto ya no tendrán que aguantarme.

Hubo algunas risitas entre los pequeños.

Tomó asiento en el lugar que normalmente ocupase la Profesora Heinderb. Dejó a un lado el portafolio y las hojas que había estado sosteniendo en las manos. Luego tomó una de las hojas y la examinó con atención.

Con una sonrisa miró de nuevo al grupo entero, pero detuvo por un segundo de más su mirada en Harry. Un hecho que cualquier otro niño habría pasado por alto. Pero no Harry.

'De nuevo me mira' pensó.

-Bueno, ¿por que no empezar por conocernos? Pasaré lista al mismo tiempo para no hacerlo tan aburrido. Diré su apellido y ustedes se ponen de pie y me dicen su nombre completo, edad y que les gusta hacer o algún comentario, lo que crean mejor… ¿De acuerdo? –No hubo respuesta –Bueno, entonces empecemos.

- ¿Aliston?

Una niña, dos bancos a la derecha de Harry, se levantó con un poco de nerviosismo. Después dijo algo que Harry no fue capaz de escuchar.

-¿Perdón? Habla un poco mas alto ¿quieres?

La niña asintió con la cabeza y habló de nuevo. Esta vez con voz más alta y firme.

- Soy Mery Beth Aliston…uhmm...tengo 8 años y me gusta jugar a la cuerda.

-Eso estuvo muy bien, gracias Mery Beth –dijo Lupin con una dulce sonrisa a la niña. Indicándole con un gesto de su mano que podía tomar asiento de nuevo.

-Ahora, Andens.

Un chico de pelo castaño de la fila de adelante se puso de pie.

-Mi nombre es William Derek Andens, pero llámeme Derek. Tengo 8 años, me agradan los dulces, los juegos de video, jugar a la pelota y las galletas de mi tía. Y yo creo que usted también me cae bien –concluyó con una sonrisa. Y varios rieron ante sus palabras.

-Pues muchas gracias Derek, tú también me agradas.

Derek se sentó, satisfecho de sí mismo.

A Harry le agradaba Derek, era alguien muy extrovertido y vivaz, y solía tratarlo con amabilidad. Era alguien con quien le habría gustado trabar amistad. Pero Harry no quería que la pandilla de Dudley golpeara al niño por su culpa, por eso había dejado de intentar hacer amigos. Era mas seguro así, aunque siempre estuviera solo.

El Profesor Lupin siguió pasando revista por varios minutos hasta llegar al apellido de Harry.

-Potter –dijo Lupin con la voz un poco más alegre que antes.

Harry se puso en pie como todos sus compañeros, y habló con voz queda y la vista perdida.

-Harry Potter. Tengo 7 años.

Eso fue todo lo que dijo y volvió a sentarse.

El Profesor Lupin se mantuvo impasible, pero la sorpresa era visible en su rostro cuando frunció el ceño ligeramente por un momento.

Luego, con una sonrisa le habló a Harry.

-¿Y que es lo que te gusta hacer, Harry?

Su pregunta lo tomó por sorpresa. ¿Qué rayos iba a decirle? Le gustaba aprender, leer, estudiar, todo lo que tuviera que ver con libros. Claro, no podía decirle eso porque entonces sabría que Harry podía obtener mejores calificaciones que los 70 que sacaría en los exámenes.

Pero iba a ser su Profesor por solo dos semanas…

No, no podía correr el riesgo. ¿Qué le diría entonces?

-¿Harry? –inquirió el Profesor esperando su respuesta.

Entonces Harry respondió lo que cualquier niño de 7 años respondería normalmente. Aunque lo dijo en un tono carente de emoción.

-Jugar.

Pareció por un momento que el Profesor Lupin debatiría su respuesta, pero luego cambió de opinión rápidamente.

-Gracias Harry.

Y siguió nombrando por lista al resto de sus compañeros.

El profesor Lupin era alguien especial, por no decir extraño. Un aura de calidez parecía rodearlo constantemente. Hablaba muy libremente y sin prejuicios. Y respondía con amables palabras y una sonrisa todas las ocurrencias de los pequeños compañeros de Harry.

Para la hora del descanso, Harry ya se sentía fascinado por su nuevo Profesor de Ciencias Naturales. Tal vez era porque parecía ser muy amable, porque siempre estaba sonriendo y parecía interesarse en todo (hasta lo mas asqueroso) que sus compañeros de clase le decían, o porque los había dejado salir temprano al descanso. Los martes y jueves la hora de Ciencias Naturales era la última clase anterior a la hora del descanso. Después de terminar de pasar lista y de varias preguntas por parte de sus compañeros, Harry se había enterado sobre algo de la vida del Profesor. Era de Londres, soltero, no tenía novia por el momento, le gustaba el pan con mermelada, los chocolates, había estudiado en el mismo colegio que la Profesora Heinderb y les estaba dando clases en ese momento como un favor hacia su antigua compañera, el color de su cabello era natural, no usaba tintes (como Melany Gaynor decía que hacia su mamá) no tenía pantuflas, tomaba el café con mucho azúcar y solo estaba en Surrey para darles clases por lo que quedaba del curso. Y además, les dijo con una gran sonrisa, le parecía que por ser el primer día que se conocían (aunque Harry no le encontró sentido, era más una mera excusa) podían salir con diez minutos de anticipación al descanso.

Lupin era alguien muy extraño en opinión de Harry. Si, siempre sonreía y hablaba amablemente pero, algo no estaba bien. Harry podía sentir algo diferente en el, una tristeza que el profesor se esforzaba en ocultar. Tal vez un evento desagradable de su pasado que se empeñaba en olvidar en vez de enfrentar. Harry podía ser pequeño pero no era un tonto. El llevar la clase de vida que había llevado con los Dursley le había enseñado más cosas que algunos adultos no eran capaces de entender, su precoz inteligencia había hecho el resto.

Cuando el Profesor Lupin les había dicho que podían salir al descanso, la mayoría de sus compañeros habían salido corriendo tan rápido como se los permitían sus pequeñas piernas. Algunos como Harry, se habían quedado atrás. Unos guardaban sus cosas, o tomaban algunos libros o cuadernos, otros, como Derek, tomaban bolsas de debajo de sus asientos, aunque la bolsa de Derek era oscura y tenía un aspecto muy sospechoso (Harry sospechaba que su compañero era el causante de ciertas bromas que habían estado ocurriendo en los últimos meses, claro, no estaba dispuesto a decir nada), y el resto, tomaba sus almuerzos. Harry solo se había sentado tranquilamente en su lugar mientras todos salían. El no tenía un almuerzo que sacar. Los Dursley (como le decían constantemente) no estaban dispuestos a desperdiciar su comida en un causa-problemas como el.

Él prefería pasar la hora del descanso en el salón de clases. Pero como ya lo había comprobado, los Profesores siempre se mostraban curiosos respecto a este hecho. No parecían comprender el hecho de que no le atraía el salir al patio de juegos con sus demás compañeros. Siempre estaban preguntando si algo estaba mal, si estaba enfermo, si estaba enojado, si había tenido pesadillas y muchas otras preguntas extrañas que le hacían sonreír cínicamente por dentro. Harry sabía que lo que sucediera con él, no le importaba a sus Profesores. Ellos solo querían que no le pasara nada malo dentro del terreno de la escuela. Afuera, podía morirse y ellos se sentirían aliviados de librarse de ese extraño chico Potter, como les había oído llamarlo repetidas veces. Harry tenía el extraño sentimiento de que si comenzaba a desangrarse, los Profesores de la escuela lo sacarían arrastrando fuera del colegio y cerrarían la reja de la entrada para que no pudiera intentar volver a entrar en busca de ayuda. Podía sonar un poco exagerado y alucinante pero no estaba seguro de querer averiguarlo.

Últimamente los esfuerzos de los Profesores por entablar conversación con él se habían intensificado. Harry creía que era por el incidente de hacía unos cuatro meses. El-incidente-que-nunca-sucedió (como el mismo Harry lo había nombrado), había tenido lugar un viernes a la hora de la salida, cuando huía desesperadamente de la pandilla de Dudley. Justo cuando creía que les ganaba terreno, unos botes de basura se habían interpuesto en su huida. Harry había deseado con todo su corazón poder brincar los botes con el salto que había dado. Pero no lo había hecho. En vez de eso, había llegado a dar milagrosamente a la azotea de la cocina de la cafetería. Un enfadado Dudley le había gritado como rayos era que había llegado hasta ahí. Los gritos habían atraído a la cocinera, quien había llamado a un Profesor quien a su vez había ido en busca del Director McKnee y un conserje para que 'buscase una escalera y bajase al chico Potter de ese maldito lugar'

Por los siguientes treinta minutos todo había sido gritos y reprimendas por parte de su Profesora de planta, la Señorita Heinderb y el Director McKnee. Hasta que la enfermera no lo estuvo revisando para ver si estaba ileso, la Señorita Heinderb dejó de gritar a Harry el tiempo suficiente como para que éste le dijera que el solo había intentado saltar los botes de basura. La Señorita Heinderb mantuvo silencio por un rato y luego habló con el director por unos minutos. Harry corrió con suerte esa vez. Sólo lo habían mandado a casa con una nota diciendo que había estado escalando paredes o algo así. Tío Vernon lo había golpeado fuertemente y luego lo había encerrado por unos días completos en la alacena de debajo de las escaleras, excepto cada mañana cuando lo dejaban salir al baño. Harry se había sentido relativamente feliz porque así no había tenido que hacer las labores de la casa ni había tenido que ir a la escuela. Pero sus heridas lo habían estado molestando, tenía una mejilla sumamente inflamada con la marca del anillo de su tío, una ceja sangrante y un fuerte dolor en el estómago. Su tío había mandado decir a Dudley en la escuela que Harry tenía un fuerte resfriado y no podría ir por unos días. Cuando la semana siguiente había vuelto a la escuela, la mayoría de los moretones ya habían desaparecido, pero aún se encontraba un poco pálido y delgado por la falta de comida.

La Señorita Heinderb lo había enviado con la enfermera. La Señorita Sully, la enfermera, lo había revisado tranquilamente y no había hecho comentario alguno por las marcas en su pecho (las cicatrices de algunos golpes) pero le había preguntado por la cicatriz en su ceja derecha. Harry había guardado silencio. Preguntó de nuevo y dijo vagamente que se había tropezado. Cuando salía de la enfermería con unas vitaminas ella le preguntó de nuevo. Sabiendo que sería sospechoso si no daba una respuesta, nervioso, Harry había respondido que se había caído de las escaleras cuando bajaba.

Solo minutos después se dio cuenta que le había dado dos respuestas

diferentes.

Gracias a dios parecía no haberle contado nada a nadie porque Harry había oído a Emmanuel Durkliff, Profesor de Matemáticas, decir a un colega que esperaba que al chico Potter no se le ocurriese escalar los techos de nuevo sino los demás padres se enterarían y culparían al colegio si algo llegaba a pasarle al niño.

'Después de todo -había dicho- ¿que se puede esperar de un chico extraño con calificaciones tan mediocres como las suyas?'

Harry se había sentido aliviado de no tener que preocuparse respecto a la enfermera y también, se sintió feliz de que su plan de obtener solo calificaciones dentro del promedio estuviera funcionando de tan buen modo.

Pero inesperadamente algo había cambiado en las últimas semanas.

De pronto los Profesores habían comenzado a acecharlo con preguntas respecto a su vida personal, lo que hacía fuera de la escuela. Había evitado responder magistralmente la mayoría de las preguntas (sabía lo que harían los Dursley con el si respondía con la verdad) y los Profesores no se habían sentido felices con sus claras evasivas. Incluso unos se habían mostrado impresionados de su habilidad para cambiar de tema y luego huir sin haber dicho nada relevante en una conversación de quince minutos.

Harry estaba casi tan orgulloso de esa habilidad suya como con la de abrir cerraduras.

Desde esos días Harry se había vuelto muy cuidadoso con sus palabras.

Pero ¿Y que tal si el Profesor Lupin estaba ahí para hacerlo hablar?

Nee.

Imposible.

Nadie se molestaría tanto por mí se dijo Harry, desechando el ridículo pensamiento de que a alguien le preocupase su vida.

Cuando quedaban solo dos o tres personas más (incluyendo a su nuevo Profesor), decidió que sería mejor salir antes de quedar solo en la misma habitación que el Profesor Lupin y tener que pasar por uno de esos interrogatorios 'Profesor-Alumno' que los profesores insistían en seguir teniendo con él. Se puso en pie y salió tranquilamente del salón.

Como siempre hacía a la hora del descanso, Harry había salido en busca de uno de sus escondites, tratando de mantenerse lo más alejado posible del campo de juegos.

Debido a que era más temprano y la campana del descanso no había sonado todavía, Harry aún tenía el suficiente tiempo para encontrar refugio antes de que la pandilla de Dudley saliera en su busca. No siempre lo buscaban para pegarle o darle caza, pero Harry prefería estar prevenido en caso de que pasara.

Así pues, fue en busca de su primer escondite: La azotea de la bodega de balones.

Lo había descubierto una vez que la pandilla de Dudley lo perseguía por toda la escuela. Visiblemente no había forma de llegar a la azotea. El único camino era subiendo por un árbol torcido que se encontraba a unos diez metro de la azotea. Luego, se seguía por las ramas hasta subir a otro árbol que estaba junto a la bodega (era imposible subir ya lo había intentado) y ya que se estaba arriba de ese árbol podía llegar trepando por una gran rama que descansaba en la azotea.

La azotea era espaciosa pero la mayoría de ella estaba cubierta por las ramas del árbol, lo cual Harry aprovechaba en su beneficio para volverse invisible para cualquiera que pasara por ahí. Solo se mantenía quieto y soñaba con un lugar mejor donde nunca más tuviera que esconderse.

La bodega estaba junto a las canchas y la pista de carreras, normalmente era usada para guardar todas las cosas que se rompían en la escuela, bancos, pizarrones, maquinas, mesas, tubería, etc.

Una vez le pareció entrever por la ventana lo que alguna vez había sido una fuente. Harry no tenía la menor idea de la parte de la escuela donde podría haber estado. Tal vez la habían quitado hacía muchos años cuando construyeron alguno de los edificios, no lo sabía.

Se fue acercando con aire despreocupado hacía la bodega hasta que un grupo de niñas que lanzabas balones al aire le bloqueó la vista.

El equipo de voleibol femenil.

Al parecer les había dado por seguir entrenando aunque la temporada ya hubiera terminado y estuvieran a escasos días del término de cursos. El entrenador (quien quiera que fuera pues no le interesaba) seguramente era un obsesivo del ejercicio.

No podría usar ese escondite. Debería ir a por el siguiente.

El sótano del edificio de proyecciones.

El edificio estaba del lado contrario de la bodega de balones. Si quería encontrar un refugio antes de que sonara la campana debía apurarse. Parte de su valioso tiempo extra ya había sido desperdiciado. Aceleró el paso evitando llamar la atención lo más posible.

De pronto se encontró en el patio de juegos. Había mas niños jugando. Seguro otro grupo había salido temprano.

Nervioso, se detuvo y dio una rápida mirada buscando a su primo. No lo encontró, y con un suspiro de alivio siguió su camino.

Fue uno de esos extraños presentimientos suyos lo que le hizo voltear a su derecha. Harry se encontró con unos ojos color miel que le sonreían a lo lejos.

Frente a él, a unos cien metros de distancia, el profesor Lupin le miraba con curiosidad.


Este fue el inicio de mi precioso fanfic. No queriendo sonar histérica o desesperada no pediré ningún Review.

Mhhhmmm, no es cierto. Alguien por favor hágalo!!

Gracias.