Photographing Harmony

Summary: Harry James Potter es constantemente perseguido por paparazzis debido a su fama. Hermione Jane Granger es una amante de la fotografía a la que han ofrecido un trabajo que totalmente desaprueba. El destino se ha encargado de unirlos. Harmony fanfic.

Pequeñas aclaraciones sobre la historia: La historia comienza en el mes de Septiembre. Harry tiene 20 años, y Hermione acaba de cumplir los 21.

Es un AU en lo que al HHr se refiere. Harry y Hermione no se conocen personalmente con anterioridad, aunque debido a la fama de Harry, la muchacha castaña si que le conoce a él. Y le admira.

Los padres de Hermione están muertos a causa de un accidente de avión, cuando volvían de visitar a su hija a EEUU.

Harry Potter ha logrado derrotar a Lord Voldemort hace dos años.

Y del resto ya se enterarán leyendo :p

Y eso es todo. Ahora unas pequeñas notas más sobre asuntos no relacionados directamente con este fic, pero si conmigo como autora. Y después ya comienza esta nueva historia.

Notas: Por si alguien sabe, mis otros fics andan abandonados. Si alguien lee "31 días en tu paraíso" debo decir que es posible que lo continúe, y es aún más probable que lo reescriba de nuevo. En estos meses alejada (¿o ha llegado al año ya?) me he dado cuenta de muchos errores que cometía a la hora de escribir. Sobre el resto de historias mías que supuestamente están en transcurso, debo decir que NO las voy a continuar. Bueno, no tenían casi reviews, así que no sé si mucha gente las leía, pero no lo creo, así que por ello no me resulta tan difícil dejarlas atrás. Sin embargo, "31 días en tu paraíso" va más avanzada, y sé de gente que si que la sigue y es amiga mía, y me dolería más no seguirla. Solo debo reescribirla.

Ésta, a no ser que tenga 0 reviews y vaya por el capítulo 5, si que la voy a continuar, je, je, je. Pienso que eso no ocurrirá, al menos lo espero : ningún review es horrible, y cualquier historia de merece al menos un poco de reconocimiento.

Aclaro que nunca he sido una escritora que ansíe que la dejen muchos reviews en sus historias. No soy de las que dicen: Subiré el siguiente capítulo si consigo 5 reviews mínimo, si no se olvidan. (aunque resulte que da resultado ja, ja, ja, pero no me parece lo correcto, aunque lo respeto, cada uno hace lo que quiere con sus historias, por eso muchas veces nos toca llevarnos a muchos desilusiones)

¡Ah! Yo ya leí HP7 a través de proyectoDH, pero en esta historia no pienso poner spoilers de ningún tipo, porque simplemente no es necesario, a parte de que los que lean esta historia serán la mayoría de habla y escritura española, por no decir todos, por ello habrá personas que prefieran esperarse a que saque el libro Salamandra, sobretodo considerando que por mucho que amemos HP, leer frente a un ordenador es horriblemente molesto. Por ello, y porque (repito) no hay ninguna necesidad, cero spoilers de HP7

(debo admitir que yo me he impreso el libro y lo he leído cómodamente en mi silloncito, pero eso es porque soy una completa e irremediable delusional-ilusa sin remedio xD)

Vale, ya. ¡Pasen y lean!

Capítulo 1

"Solo un trabajo"

Hacía frío. El pálido Sol intentaba brillar en el cielo londinense, pero nubes oscuras y amenazantes se acercaban a él peligrosamente, y lo cubrían, dejando en un estado de desamparo a los transeúntes. Llegaba a ellos una brisa helada que se colaba por las chaquetas y los abrigos, y un olor a lluvia que se impregnaba en la piel. La tormenta estaba al caer.

Miró por encima de su hombro, cubierto por una cómoda y gruesa sudadera. Tenía esa costumbre cuando caminaba por la calle desde que empezaron a aparecer en los periódicos y revistas fotos suyas incesantemente. Sobretodo en una maldita revista, que llevaba dos años otorgándole el título de "La Sonrisa Más Encantadora", título que él ni se había molestado en recoger, pero que había terminado en sus manos, pues la revista se lo envió vía lechuza, con una carta que era todo menos desagradable.

Pastelosa, sí, terriblemente amable, asquerosamente dulce.

Como si en la redacción de "Corazón de Bruja" no se diesen cuenta de que él odiaba su revista, y que hacía todo lo posible por deshacerse de todo aquel que estuviese relacionado con la misma.

El hecho era que hacía tan sólo un día que había llegado a la capital inglesa, y su cara ya estaba plantada en las portadas de cualquier medio de comunicación, anunciando en letras rectas y negras, o de colores chillones, su vuelta del extranjero, de aquel lugar misterioso al que había ido. No habían logrado sacar aún alguna foto de su regreso, por ello las fotos eran antiguas, pero no sabía como, sí que se habían enterado de que había regresado a Londres. Algún chivato hubo por ahí. Menos mal que, al menos eso esperaba, nunca averiguarían el lugar donde se había escondido, porque estaba dispuesto a volver allí si las cosas volvían a rebasarle.

Se rió para sí. Una sonrisa de satisfacción se coló en sus labios.

Oh, bueno. Realmente si había escogido un gran lugar. Un lugar protegido por grandes grandísimos escudos, y en donde sabía que nadie se atrevería a buscarle.

Volvió a mirar hacia atrás, y siguió sin ver nada. Se sintió frustrado en cierta manera, pues tenía casi la seguridad de que alguien le seguía; y él era muy bueno para ese tipo de presentimientos. Es más, él no ver a nadie le dejaba dudas sobre si sus reflejos de buscador habían mermado con el paso del tiempo sin practicar el deporte. Sin embargo, no se paró, si no que siguió a la marea de gente muggle que se agolpaba para ir a trabajar.

Entonces lo pensó con detenimiento, y sonrió un poco. La idea de Ron volvía a dar resultado. Y eso era algo grandioso, ya que las ideas del Weasley solían ser poco fructíferas y altamente sin sentido. Pero sabía también que si se movía más por el mundo muggle que por el mágico, sería más fácil despistar a los malditos paparazzis que le atormentaban la vida, persiguiéndole por las calles, haciendo que la gente se fijase más en él si cabe. Y alabándole, pensando que solo podía sentirse reconfortado. Casi nunca contaban nada malo de él, nada. Como si fuese un semi-dios, casi perfecto. Y él era muy tímido. No podía evitarlo. Aunque con los años había disminuido su timidez, ésta seguía aún dentro de él, aferrándose ardientemente.

Era en parte por eso que no le gustaba que escribiesen sobre él a todas horas. Por eso y porque todos aquellos que escribían sobre él no le conocían, no le conocían en absoluto, porque si lo hiciesen, sabrían que lo que menos le gustaba a él en el mundo era que lo alabasen.

Harry Potter realmente se merecía sus alabanzas, pero no podía evitar todavía sonrojarse cuando alguien le pedía un autógrafo por la calle. Con el resto de magos y brujas que lo respetaban si que era atento, pero no con aquellos que le perseguían y le exprimían al máximo. Nunca creyó que sería tan terrible. No comprendía como había personas que podían amar eso, que parecía que era su mayor aspiración en la vida. No entendía como, por ejemplo, su buen conocido Lockhart, aquel gran impostor sin memoria, había podido soportarlo tanto tiempo, y como le había podido realmente llegar a encantar.

Ahora, por su cara se cruzó una mueca irónica.

"Y se supone que después de Lord Voldemort llegaría la paz… ¿dónde está la mía?"

O.O.O.O.O.O.O.O

No sabía donde se encontraba.

Miró el pergamino de su mano derecha, fina caligrafía color púrpura. Comparó la dirección con la del lugar donde estaba.

Sus pisadas se habían detenido en frente de un pequeño y oscuro callejón. Parecía ser el lugar exacto donde decía la carta. Y luego, se suponía que tenía que ir bajo tierra.

Tragó saliva.

Al parecer, en "Corazón de bruja" habían dado por sentado que ella sabía como demonios se entraba en la maldita revista.

Pero no, y no le hubiese interesado de no ser porque sentía una inmensa curiosidad por conocer a esa tal Cho Chang, actual secretaria de la mítica (en el mundo de las revistas de verdulerías, obviamente) Melinda Collintong, la actual jefa y presidenta, y de llegar por fin a comprender cómo era que la querían expresamente a ella para trabajar allí.

Deberían haberla explicado. Ella llevaba sin pisar Londres desde los seis años, cuando sus padres se mudaron a Nueva York. Deberían haber pensado que ella no sabía exactamente que utilizaban en "Corazón de bruja" para entrar al lugar.

Frunció el ceño y volvió a bajar la vista hacia el trozo de papel. Escrutó las letras púrpuras como queriendo descubrir lo que le atosigaba. Su cerebro funcionaba a toda velocidad, y a pesar de tener una mente brillante, sabía que podría probar las mil formas que conocía para entrar en lugares mágicos que se encontraban en un sitio visible para muggles, y muy probablemente no sería ninguna de ellas.

De repente, sintió una presencia a su lado. Por el rabillo del ojos pudo vislumbrar una figura que se inclinada débilmente sobre ella.

Era la misma figura que se había cruzado justo delante del lugar donde se encontraba parada, como esperando una revelación divina. Sabía que lo era por la capa color amarillo canario que llevaba encima.

Por un momento, el miedo la paralizó. Sentía su corazón latir deprisa. Aferró la varita escondida en su manga, dispuesta a atacar si era necesario, aunque luego tuviese que explicar al ministerio el hecho de hacer magia cuando una marea de muggles se deslizaban rápidamente a su alrededor.

Entonces, un susurro casi inaudible llegó a su oído izquierdo, donde aquella misteriosa persona había acercado su boca.

-¿"Corazón de bruja"?

Dio un pequeño brinco. La voz era de hombre, de un hombre mayor. Cuando se giró a mirarle, lo primero que vio fue una nariz algo ganchuda y unos ojos profundamente azules escondidos detrás de unas gafas de media luna. Su expresión era amable, y esto tranquilizó enormemente a la muchacha.

Asintió, con una sonrisa, aunque algo perpleja. Aquel tipo destilaba tranquilidad, y de verdad que la transmitía perfectamente.

-¿Usted sabe…?

-Debe dar tres toques con la punta de la varita sobre la tapa del cubo de basura que está ahí-contestó a la pregunta inacabada, señalando hacia un único cubo que se encontraba algo metido en el callejón. Hermione miró un segundo hacia allí, y luego giró la vista para mirar al mago, que tenía sus ojos celestes clavados en ella. Le sonrió amablemente.

-Es la primera vez que vengo a Londres en muchísimos años-le dijo al anciano, sonando como una justificación. El hombre le guiñó un ojo y se alejó de ella, todavía con la sonrisa amable surcando su arrugado rostro. Le contempló alejarse, agradeciendo interiormente la suerte de la que parecía gozar ese día.

Avanzó tranquilamente hacia el cubo de basura, y se adentró un poco en la oscuridad del callejón, quedando detrás del cubo. Suponía que la zona estaba protegida para que ningún muggle pudiese ver su desaparición, pero se sentía algo intranquila. Sacó con cuidado la varita del interior de la manga de su chaqueta, y, asegurándose de que nadie la observaba, dio tres golpecitos sobre la tapa, tal y como el hombre le había asegurado.

Al principio no pasó nada, mientras ella miraba con preocupación al resto de personas a su alrededor. Y de repente, sintió un débil mareo, como el que le había producido el aparecerse las primeras veces.

Un segundo después, estaba en otro lugar. Un lugar totalmente distinto.

Blanco. Su alrededor era prácticamente blanco. La intensa luz la cegó un poco.

Se encontraba en la recepción de algún tipo de edificio. Había muchas chimeneas blancas de mármol y cerámica a sus lados, donde no paraban de aparecerse magos y brujas. Para su sorpresa, las llamas de estas chimeneas no eran verdes. Eran de un estridente color rosa chicle, que concordaba con la decoración de la amplia recepción, y con los trajes de colores vivos que llevaban la mayoría de personas allí.

Siguió observando, absorbiendo todo lo que vea. Unos cuantos metros delante suyo había una alargada mesa, que debía de ser la recepción. Dicha mesa era verde y morada.

Alguien apareció detrás suyo, dándole un empujón cuando estuvo todo su cuerpo allí. Hermione se tambaleó, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no caer al suelo.

-¡Ouch!

Se tocó la cabeza, donde alguien había depositado un golpe que había sido para evitar su caída. Abrió uno de sus ojos castaños, y se encontró con un hombre trajeado. Al mirarle detenidamente (todo lo detenidamente que unos segundos le concedieron) se dio cuenta de que no podría tener muchos mas años que ella.

-Ten cuidado, ¿quieres? Si entras por la entrada de visitas debes moverte rápido. Si alguien entra después de ti, el hechizo suele evitar que caiga encima de alguien, pero es probable que pase lo que ha pasado ahora.

La castaña se ruborizó un poco. El joven en frente suyo suspiró. Llevaba un traje negro y camisa blanca, pero una corbata de un azul intenso, con dibujos de esponjosas nubes en tonos blancos y rosados, que daban mucho color a su conjunto.

Y un cierto toque ridículo. Pero viendo lo visto, suponía que todo aquel que trabajase allí debía de llevar algo colorido en su uniforme.

-Lo siento-se apresuró a disculparse la chica. Se quedaron mirándose unos instantes. Sin más palabras, él se alejó, dejándola algo avergonzada. Pudo verle tocarse la parte del codo y soltar un murmullo repleto de palabrotas.

Decidió moverse, no quería repetir la situación de hacía unos segundos. Avanzó por el suelo de baldosas-tan pulcramente blancas y limpias que le daban la sensación de poder reflejarse en ellas-hacia la mesa morada y verde, el lugar donde una mujer morena y labios color rojo intenso hablaba sin cesar. Sus cómodos zapatos bajos apenas hacían ruido, sin embargo en su camino había podido escuchar el incesante golpe de los altos tacones que llevaban las brujas sobre las baldosas.

La recepcionista parecía hablar sola, pero pronto descubrió que una pequeña burbuja turquesa-con una cabeza flotando en su interior-estaba en frente suyo.

La cabeza asentía y también hablaba. Y hablaba y hablaba y hablaba, y ella se estaba empezando a exasperar.

Pasaron los minutos, y la castaña no podía soportar más tanto parloteo. La morena de grandes labios rojo intenso le había mirado varias veces, pero no había echo ademán alguno de prestarle un poco de atención.

Ambas voces se le estaban volviendo completamente insoportables. La mujer de grandes labios rojo intenso soltó una estruendosa carcajada. A su alrededor, la afluencia de personas cada vez era menor. La mayoría de los trabajadores ya se habían metido en los ascensores para ir a sus distintos puestos de trabajo.

Una bruja alta y también morena se posó a su lado. La recepcionista paró de hablar con la burbuja y se dirigió a la chica, que le dedicó una ancha sonrisa.

-¡Carine! ¿Ya has vuelto de la baja? ¡Vaya, no se te nota nada!

-Oh, mi querida Miranda, eso de que con los embarazos engordas en depende de la persona. Bueno, querida, ¿sabes si ya ha llegado Ralph?

-Sí, ya ha llegado. Está en el cuarto.

-¡Gracias!

Y la bonita y joven muchacha que acababa be tener un bebé se alejó, no sin antes mirar extrañada a la castaña. Esperaba que ahora la tal Miranda le prestase atención, pues no podía ignorarla. Sin embargo, en vez de eso, se disculpó con el tipo de la burbuja y volvió a entablar una conversación muy animada con él, sin siquiera mirarla de reojo. Esto le molestó de sobremanera, ¡aquella mujer era una descarada!

-Disculpe-comenzó ella, con cierto toque de molestia, pero intentando parecer lo más amable posible. La cabeza flotante de la burbuja la miró, compartiendo la expresión ceñuda que había acogido la recepcionista. Su risa se había pagado, y lo agradeció, pues era terriblemente molesta.

-Me parece que ya me voy, Miranda-dijo el hombre de la burbuja turquesa. La tal Miranda negó.

-No te preocupes, Alfred, no creo que me lleve mucho-le murmuró, y ni siquiera se molestó en arreglar un poco su expresión cuando se dirigió a la joven-¿Qué deseas, bonita?

-Tengo una entrevista con Cho Chang, secretaria de Melinda Collintong.

La mujer morena le pidió (con la voz más cordialmente posible que pudo sacar) que esperase, y empezó a dar toques con su varita sobre varios papeles que tenía en frente. Aparecieron en ellos nombres y cifras que parecían ilegibles, pero al parecer se trataba de la propia letra de la recepcionista Miranda, llena de curvas y florituras. Mientras, la cabeza de la burbuja tarareaba alguna canción.

-¿Nombre?

-Hermione, Hermione Jane Granger.

Rebuscó algunos segundos más.

-Correcto. Bien, tienes que dirigirte a los ascensores e ir a la octava planta. Allí tienes que llamar en la tercera puerta a la derecha-explicó, volviendo a hacer que los papeles quedaran de un blanco impoluto con un toque de varita. Hermione le sonrió un poco.

-Gracias-. Y se alejó, mientras era atentamente observada por la cabeza flotante y Miranda, la mujer que tenía los labios más grandes y más rojos que había visto en su vida.

-Díos mio, Alfred, cada día allí abajo están más traumados. Ya he tenido que acompañar a varias chicas y chicos a arreglar su aspecto, perdiendo horas de mi tiempo libre. Pero es que ésta no tiene remedio. ¿As visto su pelo?

-Querida Miranda, su pelo parecía una mata de rastrojos. Aunque tenía algunos bucles. Pienso que es peor su indumentaria, esos vaqueros gastados y esa…

Hermione había escuchado sus murmullos mientras avanzaba hacia el ascensor. No pensaba darles importancia.

En un mundo como aquel, y observando a su alrededor, ella era la que destacaba, cuando, irónicamente, los que tendrían que destacar tendrían que ser esos magos y esas brujas que vestían de forma tan llamativa, y no ella.

Se paró frente al ascensor, que era de un intenso color negro, y apretó el botón. Inconscientemente se llevó una mano a su cabello, tocándolo un poco. Luego le dieron ganas de patear algo. ¡Maldita sea! Ella se gustaba con el cabello enmarañado, con los jeans gastados, con el abrigo marrón y el suéter azul grisáceo.

El ascensor se abrió, y entró. Otras dos personas se introdujeron en él. Eran dos brujas. Una rubia, que vestía un traje verde y lila, y la otra era pelirroja. Ésta última llevaba un vestido negro y corto, pero sus zapatos y su colgante eran de un intenso amarillo. La pelirroja apretó el botón del quinto piso, y Hermione se adelantó para tocar el del octavo. Su gran bolso marrón, donde guardaba su profesional cámara de fotos, dio un golpe a la muchacha del vestido negro. Dos pares de ojos, ambos marrones, se fijaron en ella.

-Disculpen-dijo Hermione.

La observaron de arriba abajo. Luego las dos cabezas se dieron de nuevo la vuelta, cuchicheando entre sí.

El trayecto se hizo endemoniadamente largo. Cuando el ascensor se paraba en un piso (y lo hizo en todos y cada uno antes de llegar al octavo) una voz melodiosa y a la vez demasiado dulzona, que Hermione hubiese podido jurar era la de Miranda, anunciaba el nombre de cada departamento. Cuando se bajaron las dos muchachas en el tercer piso, el ascensor ya se había llenado de más trabajadores. La mayoría hablaban entre sí. La mayoría también se habían dedicado a mirarla.

Le gustaban sus jeans gastados y su suéter soso, pero se sentía ridícula entre tantos colores. Sin embargo no pensaba cambiar su indumentaria, o al menos no demasiado.

La voz melodiosa y dulzona anunció el octavo piso, Presidencia y Sala de Juntas, y a ella le pilló un poco por sorpresa, aún absorta en sus dilemas de vestuario. Un hombre con gafas de montura de piel de cocodrilo salió del pequeño cubículo, y Hermione le siguió.

Recordó las palabras de Miranda, y avanzó hasta llegar a la tercera puerta a la derecha. En su camino fue observaba por las personas que allí trabajaban.

Nada más salir al pasillo había dos grandes cristaleras a ambos lados. Dentro, magos y brujas bebiendo café y hablando, algunos sentados en amplias y largas mesas blancas repasando informes, o leyendo revistas, incluso de la competencia, tal vez para informarse sobre lo que el resto de prensa decía.

El suelo era extrañamente liso. No había muescas, como si fuese baldosas o parqué. Y parecía tan pulcro y tan suave que tampoco podía ser una moqueta. Resbalaba si se corría sobre él, o si se andaba un poco deprisa (ella casi se resbala andando normal). Pocas veces llevaba tacones (sólo a actos específicos y que lo requerían) así que a la oficina si que se aseguró que nunca lo haría. Sería una caída segura, un comienzo bochornoso y una burla continuada. Supuso que tendría que acostumbrarse.

-"Al parecer, tendré que acostumbrarme a tantas cosas aquí."

Estaba ante una puerta doble de color rojo sangre, con un corazón pintado grande y blanco en el centro. En el lado derecho de la misma, y a la altura de sus ojos, había unas cuantas letras doradas, clavadas en la puerta.

Despacho de Melinda Collintong

Hermione miró las letras unos segundos más, y al final posó una mano sobre ese lado de la puerta. En cuanto su mano palpó la lisa superficie, ambas puertas de abrieron, descubriéndole el lugar donde Melinda Collintong debía de pasar horas y horas encerrada. Y no era para nada desagradable. Más bien era… peculiar.

Miles de plantas. Había plantas por todas partes, y de todos los colores. Aunque predominaban las azules y amarillas chillonas, había de todo tipo. Incluso le pareció extraño encontrar un ramo de rosas blancas, normales y corrientes, descansando en un fino jarrón de cristal, en una mesita a su izquierda.

Después de adaptar sus pupilas al intenso colorido (y algo exasperante) se fijó en el mobiliario. Estaba en una sala circular, que tenía dos puertas al otro lado de donde ella estaba. Y entre medias había una gran mesa color zafiro y con adornos en plata.

Ventanales que daban a un jardín donde predominaban los tonos marrones, rojizos y amarillentos propios del otoño, el cual estaba a punto de llegar. Sin duda las ventanas estaban encantadas, pues estaban bajo tierra, y Londres aún no se había teñido de ese colorido.

Dio un paso, admirando los sillones con mesitas bajas que había por todas partes. También había varios muebles minibar de cristal y varias mesas con sillas, blancas impolutas. Cuadros de magos y brujas decoraban las paredes, y extrañas esculturas de metal y algo que parecía ser plata pura. También había una máquina de café y, para su sorpresa, al lado se encontraba una máquina expendedora de todo tipo de chocolates y pasteles.

Su vista bajó hacia el suelo cuando sintió que su zapato no pisaba la superficie lisa de antes. Una gran alfombra color carmín acababa de aparecer, extendiéndose desde su posición hasta la mesa color zafiro y plata.

De repente, un pájaro de papel entró atravesando las puertas, que no necesitaron ser abiertas. El pájaro, que tendría el tamaño de su puño, estaba hecho de papel color morado. A Hermione ya le sonaba a ver escuchado una forma de comunicarse parecida, la del Ministerio de Magia, aunque allí, en vez de pajaritos, utilizaban aviones.

El pequeño trozo de papel se detuvo en el aire, a medio camino de la puerta de la izquiera y el lugar donde estaba Hermione. Entonces se volvió y se posó en el hombro de la chica de ojos avellana.

En un segundo, un agudo piar ensordecedor ocupó los oídos de Hermione, que se tapó ambos con los dedos, sin poder apartar al pajarito de su hombro.

-¡Maldita sea!-gritó, revolviéndose para que se alejase de su cuerpo. No se atrevía a destruirlo, pues podría estar escrito en él un mensaje importante. El pájaro siguió piando incesantemente en su hombro los próximos cinco segundos, hasta que un rayo de luz cruzó la habitación y dio de lleno en él, que cayó al suelo hecho pedazos.

-¡Oh, cuanto lo lamento!-se disculpó una voz femenina. No podía escuchar el ruido de los tacones al acercarse a ella. La castaña tenía los ojos cerrados y se frotaba las orejas, intentando alejar el eco del piar del pájaro de papel, que tenía clavado en su cabeza.

-Reparo-escuchó murmurar a la voz. Abrió los ojos, y vio como unas delicadas manos con largas uñas color rojo sangre cogían el pájaro mensajero, ya reparado, y se lo guardaba en el bolsillo de un pantalón pirata color azul cielo.

En frente suyo le sonreía una mujer de rasgos asiáticos. Poseía una exótica belleza. Su larga melena morena bajaba por su espalda sin preocupación alguna, y un flequillo recto y perfecto surcaba su frente. Sus ojos achinados, y de color negro intenso, estaban adornados con largas y espesas pestañas (acentuadas por una gran cantidad de rimel, sin duda) y su nariz era algo pequeña, pero conjuntaba perfectamente con su rostro. Sus labios eran finos, quizás más finos de lo normal, pero lograba hacer que parecieran más voluminosos aplicándose un pintalabios rojo de gel.

La mujer le tendió la mano, dejando ver unos dientes blancos y rectos a través de su sonrisa.

-Soy Cho Chang, secretaria de Melinda Colintong. ¿Tú debes de ser Granger, Hermione?

Hermione le estrechó la mano y asintió, correspondiéndole a la sonrisa. Aunque su voz era amable, había algo que no llegaba a descifrar, un pequeño tono que no le gustaba en absoluto.

-Ven, acompáñeme al despacho de Melinda. Ahora mismo no está, pero me ha permitido que le haga la entrevista previa en su despacho.

Y comenzó a caminar por la inmensa alfombra roja. Hermione la siguió, preguntándose como lograba andar contoneando tanto las caderas.

Cuando fueron llegaron a la mesa zafiro, Cho Chang se paró un momento.

-Permítame, solo será un segundo-. Y se apoyó sobre la mesa, agachándose para llegar a los papeles que había al otro lado. Su pierna izquierda se había elevado, y se estaba moviendo al ritmo de una canción imaginaria, seguramente que sonaba en su cabeza. Hermione la observó sacar el pajarito morado y guardarlo en el escritorio, debajo de unas carpetas rojas.

Se enderezó, todavía sonriéndole a Hermione, y avanzó hacia la izquierda. Cuando la alfombra se iba a acabar, y tendrían que pisar el liso y resbaloso suelo, otro trozo color carmín salió del extremo izquierdo, llegando hacia la puerta de Melinda Collintong.

Al parecer, esa alfombra era algún tipo de embrujo que te acompañaba hacia donde quisieses ir en esa habitación.

-¿Ese pájaro morado de papel me estaba delatando?-comentó Hermione, con una sonrisa tímida, y Cho la miró de reojo un segundo.

-Es un colibrí-apuntó, con cierto toque de molestia en la voz, como si eso fuese un detalle realmente importante para ella-Y sí, todos los que conjuramos están prevenidos para ponerse a chillar si ven a algún intruso en la revista. Hay días que llegan muchas personas nuevas, y son insoportables-miró a Hermione con un extraño brillo en sus ojos negros-pero muchas veces resultan altamente necesarios.

La puerta de la izquierda, también fucsia, se abrió. Y Cho permitió pasar a Hermione primero.

Cuando Cho cerró la puerta tras ella, Hermione pudo admirar el despacho con libertad. Decenas de placas doradas decoraban las paredes, a la par que retratos de magos y brujas que debían de ser ilustres del periodismo. El lugar donde trabajaba Melinda Collintong no era distinto al resto de la revista. Mucho color, muchos objetos estrafalarios. Había incluso un pimball, aunque no era de los muggles, porque la bola era una réplica de una snitch, y estaba decorado con dibujos de varitas lanzando estrellas y hechizos. El escritorio estaba repleto de carpetas-también de muchos colores-y tinteros en forma de corazón. Había portadas de "Corazón de bruja" enmarcadas en las paredes, con todo tipo de personajes famosos del mundo mágico.

Destacaban artículos con la blanca dentadura de Gilderoy Lockhart, y también había muchos con la expresión, ya no tan amigable, de Harry Potter. Las brujas de Machbet y distintas personalidades ya no tan conocidas para ella terminaban la colección.

Harry Potter.

La alfombra color carmín les había seguido a través de la puerta, y ahora se abría paso siguiendo la dirección que marcaban los tacones blancos de Cho Chang, que se aproximó al escritorio de la presidenta y se sentó en su sillón, acomodando a su posición los confortables cojines de felpa que había sobre el mismo.

-Siéntese, señorita Granger, por favor.

La muchacha tomó asiento en frente suyo, en una de las dos sillas al otro lado del escritorio de cristal. Cho revolvió el contenido del primer cajón que había en la fila de cajones de su derecha. Flotaban en el aire, sujetos por un encantamiento. Rebuscó con ímpetu, y terminó por encontrar lo que buscaba, sacando una pila de papeles.

Hermione reconoció una foto suya en el primer folio.

La joven asiática le dio un empujoncito al cajón, que se introdujo de nuevo a su posición original, haciendo que la columna de cajones estuviese perfectamente alineada.

-Muy bien, ¿puedo llamarla Hermione? Tanta cordialidad me resulta exasperante-rió, y Hermione desvió su mirada de su foto en el papel a la muchacha.

-Por supuesto, no hay problema.

-Entonces, comencemos pues-dijo, sonriendo-¿Supongo que ya sabe para qué fue citada, no?

Hermione negó-Bueno, sé que quieren que trabaje para la revista, pero no sé para qué puesto se me solicita ni el por qué. La verdad es que su carta me sorprendió mucho.

-Oh, bueno, eso es porque es un trabajo algo delicado. Y no debería sorprenderse tanto después de haber estado un par de años trabajando en "Saturday wiz".

Que supiesen eso de ella le descolocó en un principio. Luego Hermione rió un poco-Bueno, lo que hacía en "Saturday wiz" no era más que publicar algunas fotografías y alguna vez escribí alguna columna pero…

-Pero, Hermione, publicabas unas fotografías excelentes. Melinda piensa que eres una fotógrafa con futuro.

Chang sonreía a Hermione con cierto toque pícaro, y la castaña no terminaba de comprender.

-¿Pero de verdad Melinda Collintong me quiere a mi para el puesto?

-Ya te lo he dicho, querida, Melinda piensa que tus fotografías son excelentes.

-La fotografía es solo un hobby-apuntó Hermione rápidamente-En realidad en Estados Unidos sólo publicaba las fotografías para ganar algo de dinero extra y poder vivir sin gastarme el dinero que mis padres me habían dejado tras su muerte, y que seguramente necesitaré en el futuro.

La secretaria puso de repente una expresión algo triste.

-Siento lo de tus padres, Hermione.

-Gracias-agradeció ella, aunque sabía que Cho no lo sentía a penas, o al menos eso era lo que aparentaba con aquella expresión que parecía tan fingida, y que rápidamente volvió a cambiar por una sonrisa.

-Sin embargo, no hablemos de esos temas. ¡Melinda se entusiasmó mucho cuando supo que ibas a volver a tu Londres natal, si no habría tenido que desplazarse a Estados Unidos personalmente para pedirte que realizases este trabajo!

La castaña no podía estar más asombrada. No pudo evitar abrir los ojos de par en par. ¿Por qué estaban tan interesadas en ella?

-Aquí dice-prosiguió Cho-que eras la primera de clase en el colegio de magos y brujas estadounidense…-

-Sí, el colegio Mayers, exacto-interrumpió la chica de ojos avellana.

-…y que recibiste premios por tu excelente nota de graduado, y por una de tus fotografías publicadas en el periódico-. Hermione asintió-Entonces, ¿tienes alguna pregunta antes de que te enseñe el contrato?

-¿Le importaría si le preguntase por qué Melinda está tan interesada en que yo ocupe este puesto, si no es sólo porque le gusta como saco fotografías?

Cho Chang rió-Oh, bueno, querida, resulta que tu trabajo va a consistir en eso-Hermione iba a preguntar, pero la morena le calló-Además, Melinda leyó uno de tus artículos de "Saturday wiz" y realmente le pareció fascinante.

-¿Le pareció fascinante alguno de mis artículos?

La chica de ojos rasgados se quedó en silencio unos segundos.

-Le pareció fascinante tu ferviente admiración hacia Harry Potter.

Pasaron interminables segundos. La joven quedó altamente turbada tras esa revelación. No había publicado más que tres artículos, tres pequeñas columnas, y en cada una había tratado un tema distinto. Y en la última que escribió, hacia ya varios meses, había hablado, a expresa petición de su jefe, Clark Larson, sobre el famoso personaje.

Cho Chang parecía estar esperando a que ella hablase. Hermione se dedicó a observar de nuevo la habitación, y de repente encontró muchos más retratos y muchas más cosas relacionadas con el famoso muchacho de las que había visto anteriormente.

Había incluso una réplica de lo que parecía ser su varita en una vitrina de cristal, sobre un almohadón rojo.

-¿Melinda siente verdadera admiración por Harry Potter, cierto?-. La pregunta había salido automáticamente de sus labios. A la castaña le sorprendió que Cho Chang volviese a reír.

-Mira, Hermione, yo no discuto la decisión de Melinda. Pareces una chica responsable y apta para el puesto, pero hazte a la idea de que ni yo sé perfectamente por qué Melinda te eligió a ti. Supongo que… bueno, supongo que todo era compatible para sus necesidades.

Hermione miró a Cho, frunciendo levemente el ceño.

-¿Qué quieres decir?

Cho le sonrió, algo forzada-Bah, no tiene importancia. Esto es un secreto, pero fíjate que a mí solo me contrato por haber sido novia suya durante unos meses. Realmente la señorita Collintong está totalmente obsesa con la labor que ha hecho Harry Potter al mundo mágico.

Hermione Granger empezó a atar cabos en su cabeza. Volviendo a observar las paredes repletas de Harry's por todas partes, y de cosas relacionadas con él, empezó a parecerle que Melinda parecía una adolescente fanática y locamente enamorada de su ídolo.

Y Cho la acababa de llamar señorita por lo tanto no podía ser muy mayor…

Se moría por preguntar una cosa, pero sabía que no debía, y que no era de su incumbencia. Cho Chang la observaba, preservando esa sonrisa que parecía nunca abandonar su rostro de perfectas y armoniosas líneas.

-Aún no sé de que se trata el trabajo que tendría que realizar-comentó Hermione, volviendo su atención hacia la joven asiática.

-Es simple. Tendrás que seguir a Harry Potter y conseguir sacarle fotografías que merezcan la pena.

La castaña abrió la boca, totalmente sorprendida.

-¿Seguirle? ¿Sacarle fotografías?

Cho asintió risueñamente debido a su expresión.

-¿Cómo un maldito paparazzi?

La expresión de Chang cambió. Frunció el ceño. Hermione recordó que ella sabía de ellos porque era hija de muggles, pero que Cho muy posiblemente nunca hubiese conocido esa palabra.

-¿Paparazzi?-preguntó, totalmente desfamiliarizada con esa palabra, y confirmando las sospechas de la joven Granger.

-Son como llaman a los fotógrafos de la prensa del corazón en el mundo muggle.

Cho pareció comprender-Y al parecer, no son de tu agrado-dijo, con un gesto más serio que antes.

Hermione suspiró. El hecho era que ella detestaba a aquellos personajes, pues se entrometían en la vida de, antes que famosos, personas, que merecían tener privacidad.

Ese puesto en "Corazón de bruja" sería muy beneficioso para ella. No es que no tuviese dinero, pero con el que sus padres le habían dejado de herencia pensaba pagar el piso que acababa de alquilar cerca del centro de la ciudad. Y la verdad es que necesitaba un trabajo para reunir algo de dinero antes de comenzar sus estudios superiores.

Quizás incluso pudiese compaginar ese trabajo con sus estudios. Durante el tiempo que estuviese estudiando no podría vivir de el dinero solo ahorrado, y tenía que trabajar en algo que le permitiese esforzarme al máximo en su carrera.

Pero el caso era que tendría que hacer algo que sabía que iba en contra de sus principios, y que además le parecía incorrecto. Además, ella no sabía espiar a nadie. Y ella no solía hacer nada que le pareciese incorrecto a no ser que fuese estrictamente necesario.

Miró los retratos y los recortes de periódicos del muchacho que había por todas partes. No parecía feliz en ellos. No parecía feliz cuando le sacaban fotos.

Y si aceptaba, ella tendría que perseguirle y atosigarle, y muy posiblemente él la mandaría al demonio en el segundo día, algo que le parecería totalmente normal. Y entonces ella no sería capaz de volver a seguirle, pues no quería que esos bonitos ojos verdes la mirasen con molestia.

Sin embargo, necesitaba el trabajo. Y la fotografía, a parte de los estudios, era lo único que se le daba bien. Hermione dudó un momento, y luego fijó su mirada en la mujer en frente suyo.

-Hermione-dijo de repente Cho Chang, y por primera vez le pareció ver una sonrisa totalmente sincera en su rostro-supongo que no es lo que esperabas, ni es algo que te agrade, sobretodo porque aún no contestaste. Pero piensa que el sueldo es bueno, y que tú no serás para nada un paparazzi de esos.

-Cho, ni siquiera sabes exactamente que es un paparazzi-comentó Hermione, más mordaz de lo que en realidad quería sonar.

-A lo que me refiero es que no vas a tener que acosarle, ni siquiera tendrás por qué hablar con él, y Harry ni siquiera tendrá por qué descubrir que le tomas fotografías.

-¿Y cómo pretende la señorita Collintong que le saque buenas fotografías si no tengo ni siquiera por qué acercarme a él?

Cho rió genuinamente-Bueno, supongo que un poco sí que tendrás que acercarte. Igualmente deberías hablar ese tema con la propia Melinda, porque resulta que creo que lo que ella pretende es que te hagas incluso su amiga, y que le cuentes hasta lo que desayuna cada mañana. ¡Y, señorita Granger, si llegases a hacer eso, Melinda te pondría en un altar por el resto de tu vida!-terminó, volviendo a reír. Sin embargo, Hermione seguía sin parecer segura de nada.

-Podrías probar durante una semana, y si no convences a Collintong, o no te convences ni a ti misma, entonces podrías irte, y se te pagaría lo equivalente a tu semana de trabajo. ¿Eso te parece mejor?

La castaña lo pensó durante unos minutos. Cho la dejó sopesar los pros y los contras tranquila, mientras revisaba currículums de otras dos brujas que se habían propuesto para el puesto de Hermione, y que habían sido rechazadas.

-Está bien-dijo al fin-Probaré durante una semana.

Cho sonrió y sacó rápidamente una pluma del segundo cajón. Mojó la punta en el tintero en forma de corazón y le pasó a Hermione varios papeles y la pluma.

-Entonces, firma aquí, aquí y aquí-dijo, señalando varios lugares en los folios-Y tendrás que reunirte de nuevo en este despacho el lunes que viene, a las 9:30 de la mañana para enseñarle a Melinda Collintong personalmente tu trabajo, y comentarle si has terminado por convencerte.

La castaña terminó de firma el contrato temporal, y le devolvió la pluma a la secretaria.

-¿Tengo algún lugar donde descansar si vuelvo a la revista sobre esta semana, o es tan poco tiempo que ni se me tiene en cuenta?-preguntó, con cierto toque irónico. Cho le sonrió.

-Cuando entras a los ascensores, sobre el botón de la octava planta, hay uno que tiene una S mayúscula. Coloquialmente, llamamos a esa planta "el sótano", pero no es más que el lugar donde se reúnen los diferentes fotógrafos que posee ésta revista a revelar sus fotografías y encantarlas-. Se levantó, dirigiéndose hacia la puerta, y Hermione la imitó. Se abrieron paso a través del despacho (de nuevo acompañadas por la recién aparecida alfombra carmín) y salieron hacia la sala de grandes ventanales-Ve allí cuando veas que tienes alguna foto que merezca la pena revelar. Allí hay alguna que otra sala para descansar y tomar café-Seguía andando, dirigiendo a la joven de orbes chocolate a la salida-Y, en la segunda planta, se encuentra la cafetería. Puedes comer allí gratuitamente si así lo deseas-concluyó, con una sonrisa amable, abriéndole la lisa puerta roja a la nueva trabajadora en pruebas.

-Gracias, Cho Chang-dijo Hermione, sonriéndole mientras cruzaba el umbral. La otra joven hizo un asentimiento con la cabeza, sonriente. Su larga y lisa melena volvió a su lugar rápidamente.

-¡Qué pases buena semana, Hermione Granger!-exclamó, con la joven ya lejos de ella y dándole al botón del ascensor. Acto seguido cerró la doble puerta, y se perdió de vista dentro de ese mundo de colorido y obsesión por Harry Potter.

O.O.O.O.O.O.O

Bien, aquí están doce páginas de Word.

No tengo muchas cosas que comentar, la mayoría las puse al principio. Solo espero que vayan dándose cuenta de por donde van los tiros.

Tengo el capítulo dos ya escrito. Y arriesgándome a que mi inspiración se vaya de paseo, subo esta historia con solo un capítulo de margen. I'm sorry. Pero lleva mucho tiempo este primer capítulo en mi ordenador, y el dos recién lo terminé ayer. No pude evitar subir. Pienso que escribir un capítulo a la semana es probable, ¿cierto? Y ahora que estoy de vacaciones, puedo aprovechar y escribir más Es que me conozco, y si tengo muchos capítulos de margen voy a decir: "bueno, hoy paso de escribir porque todavía me quedan por subir nosequé capítulos, así que no problema" XDD y al final pasa lo mismo como si no tuviese margen alguno.

Ya lo dije. PROMETO ACTUALIZAR. Luego, de cuando en cuando, eso ya lo verán :D

¡Nos leemos queridos lectores!

Elen