Taking chances.

Era una tarde típica.

No hay nada especial en mi a decir verdad: la típica estudiante de secundaria que desea muchas más veces de las saludablemente recomendables desaparecer, nunca encajé bien en ningún lugar, a pesar de asistir a diversas clases de baile, canto, actuación desde los 5 años no logré formar un grupo sólido de amigos, ni pertenecer, siempre a la deriva.

No todos son capaces de entender gente con tu talento, cielo; las estrellas están destinadas a gozar en soledad de su éxito- me recordaba uno de mis padres, luego al ver cómo mis ojos se turbaban me atacaba con cosquillas hasta alejar esos pensamientos de mi cabeza.

¿Soledad? Vieja compañera, amiga y algunas veces amante.

Cuando tenía 14 años lo conocí.

Él no lo recuerda probablemente, yo nunca he podido olvidar ese día.

Yo salía de una de mis clases de baile, la clase era para chicas de 17 años pero yo con mi talento había entrado con facilidad, claro esto no tenía muy felices a mis compañeras de clase, nunca supieron como manejar la competencia.

En el edificio junto a donde estaba la academia de danza había una cancha de Basketball, los chicso se reunían ahí a las 5 de la tarde, justo cuando mis clases acababan; las demás chicas se quedaban para observar a los muchachos o para encontrarse con sus novios, en cambio yo, rechoncha, algo extraña y más pequeña que ellas, era recogida por mis padres a las 5.00 pm, nunca se demoraban.

Nunca, a excepción de ese día, papá debió quedarse en la oficina atrapado media hora en el ascensor, luego tuvo que recobrar la compostura y tomar un calmante debido a su claustrofobia, yo lo esperaba exrañada por el retraso, a pesar de estar algo preocupada decidí aprovechar el tiempo y acudí a la cancha de Basketball.

Era un día soleado, lo recuerdo bien porque los rayos del sol se reflejaban en los cabellos de un muchacho, al parecer era el capitán del equipo pues todos lo seguían y asentían a sus órdenes, nunca jamás lo había visto, probablemente no asistiríamos a la misma escuela, probablemente de asistir nunca se habría fijado en mi, yo era un punto invisible para todos, nadie jamás me recordaba, yo era una mancha gris.

Él era como un rayo de sol que entraba en la mañana por la ventana.

Nuestras miradas se cruzaron un instante, me envolvió.

Ese día lo supe.

Me coloqué en un lugar alejado de las demás muchachas, cerca a las bancas estaba una pared casi oculta desde la que podría observar sin ser vista, los minutos corrían y yo no podía dejar de ver al muchacho ¿Cuántos años tendrá? me preguntaba mientras seguí en mi papel de espía ¿14? ¿quizá 15? empecé a repasar por mi memoria para descubrir si alguna vez lo había visto, no, nunca. Él tenía algo especial, quizá esos ojos oscuros o los cabellos desordenados y brillantes, la forma en que te miraba, entre inocente y curioso.

Tan sumergida como estaba en mis pensamientos no pude menos que emitir un pequeño grito al sentir que algo chocaba contra mis pies ¿Un animal salvaje? -pensé, no era nada más ni nada menos que el balón de basketball, lo tomé entre mis manos del suelo... ¿esto estaba ocurriendo? ¿vendría él por...?

La respuesta a mi pegunta llegó al oír "No lo encuentro, 5 minutos de descanso mientras yo voy por él muchachos" ¡era él! ¡iba a venir hasta donde yo estaba! inmediatamente me puse roja ¿qué voy a hacer? me observé mientras los pasos se aproximaban, precisamente hoy tenía una absurda camiseta, tan infantil, él jamás se fijaría en mi, el rojo de mis mejillas aumentó a medida que aumentaba el ritmo de mi corazón proporcionalmente a los de pasos que estaban cada vez más cerca.

Lo vi aparecer por la esquina donde yo estaba escondida, su mirada me envolvió y no pude hablar hasta que él se paró delante mío, ¡di algo! ¡di algo!- me gritaba mi voz interior.

Me armé de valor, ya que no estaba acostumbrada a charlar con muchachos, y extendí el balón hacia él.

-Cre-creo que esto es tuyo.

Solté con miedo casi a decir alguna tontería.

El muchacho tomó el balón y al hacerlo rozó mis manos por 2 segundos, mis ya sonrosadas mejillas estallaron al rojo vivo y mis labios formaron una pqueña "o" y retiré mis manos torpemente mientras él hacía lo mismo, lo observé, también se había sonrojado ligeramente.

-Gracias- lo oí decir mientras mi boca seguí abierta de la impresión- soy F...

-¡Rachel! -volteé al oír mi nombre y descubrí que era mi padre que al fin había llegado, en un momento tan oportuno.

-¡Ya voy!- Grité mientras volteaba para despedirme del muchacho, aunque lo que más deseaba era que completara esa frase, saber su nombre; cuando volví mi vista hacia donde había estado hace un par de segundos no lo encontré, lo busqué con la mirada y lo encontré en el otro extremo de la cancha conversando con una chica muy bonita, rubia; sentí como mi pecho se estrujaba un poco y las lágrimas querer invadir mis ojos.

Corrí hacia el carro de papá y me senté en el asiento posterior sin abrir la boca durante todo el camino.

Ese mismo día, en la noche, fue la primera vez que lloré al terminar una canción de amor, la primera vez que la sentí de verdad.

Nunca hubiera imaginado todo lo que ocurriría un par de años después, cómo todo daría vueltas y la manera en que nuestras vidas se volverían a cruzar.