Capítulo 1: Encuentro inesperado
Érase una vez un vasto y hermoso reino, de verdes praderas adornadas por el cielo azul, que parecía siempre proteger las viviendas y comercios de sus habitantes. La felicidad de estos últimos podía sentirse incluso en el mismo ambiente gracias a que los reyes eran dos personas maravillosas; eran amables y solían velar por su bienestar como si se tratase del propio.
Pasaron los años, la reina que tanto había anhelado un hijo, fue bendecida por este hecho. Yuuri sería su nombre; era un niño tímido pero alegre, disfrutaba de la vida al lado de sus padres y de su hermoso perro de nombre Vicchan. El joven creció y con ello sus responsabilidades, generándole así una ansiedad que aumentaba cada día más conforme el tiempo pasaba.
Estudios, deberes, entrenamientos, etiqueta… Todo se estaba convirtiendo en una gran carga para el muchacho que, si bien adoraba a su familia, sentía que no podía con ella. Por esto, solía dar paseos por los jardines reales; eran enormes, o eso siempre pensó hasta que se volvió un joven adulto. Ya no podía encontrar un lugar propio, pero lo peor -para él- estaba por ocurrir en la víspera de sus veintiún años.
—¡¿Boda?! —Exclamó el joven azabache a sus padres, con una gran sorpresa y, tal vez, algo de decepción; en ese momento se encontraban en el gran comedor del castillo. No, ¡eso no podía estar pasando! Él se sentía un inútil, alguien que no podía con todo lo que se le ponía delante, ¡y ahora debía casarse!
—Pero, madre, yo no estoy listo para algo así… —Se quejó de nuevo, intentando hacer ver a sus padres cómo se sentía.
—Tonterías, mi niño, ya has cumplido veintiún años, es momento de que busques una esposa —habló su madre sonriendo a su muchacho. Le quería demasiado como para elegir una candidata para él, aunque su idea era hacerlo, desistió de ella sólo para que Yuuri eligiera feliz y con calma con quién querría pasar el resto de su vida.
El corazón de Yuuri comenzó a latir rápidamente, sus manos sudaban frío, era una carga que no podría soportar por más que ese fuese su deber y algo que sus padres anhelaran. Había escuchado las palabras de su amada madre, su padre tan sólo asentía, dándole siempre la razón a su esposa. No sabía qué podía hacer ahora que se enfrentaba a un nuevo "obstáculo" en su vida.
—C-Con permiso —habló el joven una vez más. No había terminado su comida, ni siquiera la había tocado ante la noticia. Sin más y tal como había dicho, se levantó para irse de aquel gran salón, corriendo, sin mirar atrás en ningún momento.
—¡Yuuri! —Gritaron sus padres al unísono, levantándose de sus respectivas sillas, pero sin moverse del todo. Sabían que su hijo tenía problemas con la ansiedad y que lo mejor era, tal vez, dejar que él solo se calmara. Mas eso no significaba que su preocupación no estuviese presente, realmente le querían y no deseaban su sufrimiento, ¿tal vez lo de la boda era demasiado pronto? Sólo el tiempo lo diría.
Mientras tanto, el joven príncipe, aún nervioso, se dirigió hacia los establos del castillo, tomando las riendas del primer caballo que estuviese cerca de él. El elegido fue un corcel negro como el ébano y de crin grisácea y sedosa. Era un caballo dócil y firme, difícilmente era influenciado por el ánimo de su jinete, por lo que era perfecto para el escape de Yuuri. Cabalgó por el camino hacia la ciudadela, entre puestos y gente ruidosa pero feliz, que sólo lo colocaban más nervioso. El camino parecía eterno. El príncipe había cerrado sus ojos con fuerza, dejando así que el caballo lo llevase hasta donde quisiera.
Fue de esta forma en que ambos terminaron en el bosque, muy lejos del reino. No le era permitido ir al bosque más allá de la pequeña parte perteneciente al reino de los Katsuki, puesto que ir más allá significaba desprotección. Era una parte inexplorada por los reinos aledaños debido a las leyendas de grandes monstruos habitando aquel lugar.
—¿Dónde… Estamos…? —Se preguntó Yuuri en voz alta, observando los árboles a su alrededor. Estaban más juntos que los que se encontraban cerca del reino, provocando así una oscuridad casi temible. Apenas entraban pequeños rayos de sol a iluminar las flores que también crecían ahí de forma desmedida, pero libres de cualquier impedimento. El primer instinto del príncipe había sido volver, por supuesto, pero estaba intrigado por lo que no había sido explorado. El sentimiento de intriga había acabado con su ansiedad y pensamientos cargados de preocupación, ¿quién lo diría? Así que bajó de su fiel caballo, tirando suavemente de sus riendas para poder seguir adelante.
Era fascinante estar en un lugar así, pero sólo para él, pues el caballo que antes se había comportado con firmeza, parecía sentirse nervioso. Éste se detuvo, provocando un jalón al brazo de Yuuri para detenerlo también. El joven dio una pequeña exclamación de sorpresa y dolor por el alto inesperado del animal.
—O-Oye, no tenías por qué hacer eso —lo regañó sutilmente, colocándose frente a él a la vez que soltaba sus riendas para poder colocar ambas manos sobre los costados del hocico del caballo— ¿Quieres volver al castillo? No te obligaré a que sigas adelante conmigo —continuó hablando tranquilo, pegando su frente a la del caballo una vez logró que éste bajase la cabeza a donde él se encontraba. Al parecer, su actitud serena y sus pequeños mimos habían ayudado a que su compañero se calmara, mas no evitó que se fuera del lugar. Una vez se despidió de su amigo, Yuuri suspiró, volteando al lado contrario al reino para seguir adelante.
Apenas unos metros adelante y luego de caminar durante unos minutos, observó con asombro varios árboles formando un gran círculo. Dentro de éste, se veía una gran luz, ¿tal vez había llegado a final del bosque? Yuuri tragó pesado, adentrándose a aquel intrigante y luminoso lugar. Esperaba encontrar tal vez un camino alternativo para llegar a otros reinos, pero lo que encontró fue, sin duda, mejor de lo que esperaba: un lago totalmente cristalino, rodeado de bellas flores silvestres iluminadas por los rayos del sol y árboles frondosos, protegiendo aquel santuario que el príncipe jamás pensó encontrar.
Pese a todo, lo que más le sorprendió no fue el bello paisaje que se encontraba ante él, sino otra cosa. Su vista se posó en el lago donde algo, o más bien, alguien se encontraba… Pero no precisamente bañándose, no, eso sería normal y algo que no necesitaría tanta atención. Lo que vio fue a un hombre patinando, ¡sí, patinando! En aquel lago, sin que estuviese congelado pues no estaban ni cerca de comenzar el invierno, ¿qué estaba pasando? Su mente no procesaba nada, mucho menos con aquel cierto encanto que el hombre tenía; su cabello largo y plateado parecía danzar con la misma gracia que él lo hacía y sus alas…
Un momento…
¡¿ALAS?! ¡Sí, esas cosas en su espalda eran alas! Eran bellas alas traslúcidas, casi como si fuesen hechas de la misma agua cristalina en la que aquella criatura se encontraba patinando. Yuuri quedó estático cerca de uno de los arbustos que adornaban el paisaje; debía reconocer que quedó encantado. Así es, encantado, si bien la sorpresa había sido enorme, el encanto que la criatura había provocado algo sin igual en sus sentidos. Su corazón se aceleró, pero no dolía como cuando estaba por darle ansiedad por sus deberes e, incluso, sonrió sin darse cuenta al ver los gráciles movimientos del albino.
—Ey, ¡hola! —Exclamó éste último con alegría, deteniéndose en la orilla del lago, justo en frente de Yuuri. Nadie solía ir a esa parte del bosque, salvo sus amigos animales y otras hadas como él— ¿Te has perdido? —Habló nuevamente, siendo lo más amable posible mientras despegaba los pies del agua, con lentitud, volando hasta poder aterrizar en el verde pasto de aquel sitio.
Yuuri, por su parte, despertó de aquel sueño que estaba teniendo despierto con la voz de aquél. Su boca se movía como si quisiera decir algo, pero lo único que logró, fue generar ruidos incompresibles a la vez que sacudía sus manos de lado a lado frente a él, como si no quisiera que se acercara. Sus pies reaccionaron y, dando un estruendoso grito, salió huyendo justo por el camino que había tomado. No podía creer lo que había visto. Sabía que la magia existía y, por ende, criaturas como la que vio en el bosque; sin embargo, Yuuri nunca había tenido una experiencia como tal antes.
¿Debería decirle a sus padres? ¿Debería callar? Tal vez hablar con su mejor amigo, Phichit, le ayudaría a aclarar su mente.
NOTAS DE AUTOR: ¡Hola! Ya antes había publicado fics (y más que nada one-shots) aquí en , pero perdí mi antigua cuenta y me desmotivé por completo, así que no volví a publicar jamás. Sin embargo, vuelvo a la carga; estoy emocionada y nerviosa, sinceramente (?). Esto salió como un ejercicio de la Universidad, donde me pidieron escribir un cuento de hadas y yo dije "¿Por qué no?". Sinceramente lo escribí por los "lulz" así que probablemente no llegue a terminarlo o tal vez sí, todo depende de la aceptación y el tiempo que me dé la escuela para terminarlo (?).
Este fic es publicado también en Wattpad y AO3 bajo el mismo nick~
Espero hayan disfrutado este primer capítulo... Es la primera vez en mucho, mucho tiempo que escribo un fic y tal vez esté oxidada...
