Kagome POV:
Finalmente Inuyasha había puesto sus sentimientos en orden y la balanza se inclinaba a favor de Kikyo. Aunque me dolió, fue algo que no me sorprendió, yo no tenía nada que hacer contra ella, quien fue su primer amor, ya que Kikyo murió por Inuyasha y yo… estoy viva. Aun así, la misión de encontrar los fragmentos de la Shikon no Tama seguía en pie, por lo que seguí viajando junto a él, Shippo, Miroku y Sango a través del Japón feudal.
Muchos meses han pasado desde entonces y la batalla final se acerca. Naraku consiguió completar la joya con los trozos que arrebató a Koga y a Kohaku, quien gracias a Kikyo sigue con vida. El fatal desenlace está cerca, Inuyasha dice que lo huele en el aire; yo lo siento en el alma. Todos, incluido el grupo de Sesshomaru, el hermano de Inuyasha, nos hemos reunido en la aldea para preparar esta última lucha que decidirá el ganador de esta guerra.
Estoy en el prado que rodea el pozo cuando siento una presencia a mis espaldas. Extrañamente he llegado a percibir y reconocer el aura de Sesshomaru a una distancia que nunca he logrado con ningún otro demonio y eso me sobrecoge. Hoy estoy melancólica y por enésima vez me pregunto cuándo fue que el hermano mayor se ganó un hueco en mi corazón.
– Humana –su voz me produce escalofríos–. Todos están reunidos en la cabaña de la miko anciana.
– Voy –le contesto en un susurro. Más no es necesario, sé que me ha oído perfectamente.
– Ahora –espeta.
Alzo la mirada sorprendida, no esperaba una respuesta. Nunca las da. Siempre es distante y frío, dice lo justo y necesario, su faceta más común es silenciosa y despectiva. No puedo evitar mirarle con la confusión pintada en la cara. Pronto hará dos años desde la primera vez que viajé 500 años al pasado, desde la primera vez que le vi… Y nunca hasta ahora se había mostrado tan comunicativo conmigo, lo que es bastante patético si lo piensas bien.
– Es lo último que me apetece –suspiro, olvidando por un momento su perfecto oído.
– Porque el bastardo está con su miko –su tono despectivo no me sorprende, siempre se ha comportado así con su medio-hermano, pero sigo sin entender por qué sigue aquí–. ¿Te quedarás aquí?
– No, iré. Sólo necesito un momento. –Si esta va a ser mi última noche, quiero pasarla con él. El inesperado pensamiento me golpea con la fuerza de un tren de mercancías.
Asiente en silencio y da media vuelta.
– Sesshomaru –le llamo–. ¿Podrías quedarte conmigo? Sólo será un momento, lo prometo.
Me mira y se sienta dónde está a la espera de que yo decida que estoy lista. Con cada una de sus concesiones yo me voy armando de valor. Respiro hondo y me acerco a él. Se levanta y me doy cuenta que cree que me dirijo al pueblo, así que freno en seco.
– Necesito pedirte un favor –suelto antes de pensármelo demasiado.
– ¿Qué? –me gruñe.
– Quiero que me hagas tuya esta noche –suelto de corrido.
– ¿Qué? –repite con los ojos ligeramente abiertos por la sorpresa.
Sé que me ha entendido, así que no me ando con rodeos.
– Que esta podría muy bien ser mi última noche y me gustaría pasarla contigo –le explico.
Me mira con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido durante tanto tiempo que creo que no me va a contestar. Cuando empiezo a hacerme a la idea de que ni siquiera va a valorar mi proposición me llega una respuesta.
– De acuerdo.
Ahora la que está en shock soy yo. No esperaba que claudicara tan rápido.
– Gracias, Sesshomaru. Yo…
– Mando yo –me corta fríamente.
– Por supuesto –susurro.
– Ven.
Sin esperar respuesta se dirige hacia el bosque que nos rodea. Apenas nos hemos adentrado cuando empieza a quitarse la armadura.
– Túmbate.
– ¿Me desnudo? –le pregunto.
– Yo lo haré –contesta sin mirarme.
– ¿Sabes desabrochar un sostén? –levanto la ceja aunque sé que no me verá.
– Silen… ¿Qué? –tiene la confusión pintada en la cara. Vaya, pues sí que me ha mirado.
Por toda respuesta me desabrocho el sostén sin quitarme la ropa. Una sonrisa entre pícara y divertida bailándome en los labios.
– Ya lo tienes desabrochado, quitarlo es fácil.
Me tumbo bocarriba en silencio y me apoyo en los codos para observarlo. La verdad es que tiene un cuerpo escultural y, puestos a perder la virginidad antes de morir, un dios griego no me parece tan mala idea. Empiezo a ponerme nerviosa cuando veo que está desnudo de cintura para arriba y se inclina sobre mí.
– ¿Virgen? –me pregunta. No creo que le importe, pero le contesto de todas formas.
– Sí –murmuro.
– ¿Por qué yo?
– ¿Por qué no?
Parpadea un par de veces, como si estuviera considerando brevemente mi respuesta.
– Relájate –me ordena.
Desenrosca su estola y la acomoda a mi lado.
– Estarás más cómoda –comenta señalándola con el mentón.
No me lo puedo creer, pero aun así obedezco.
– Tranquila –me susurra en el oído.
Poco a poco va besando mi cuerpo allí donde mi ropa se lo permite. Los lugares cubiertos no permanecen en ese estado mucho tiempo. Cuando me quiero dar cuenta estoy completamente desnuda y el termina de desvestirse a una velocidad inhumana, lo que me recuerda que es un youkai. Su velocidad y el tamaño de su masculinidad me dejan impresionada y empiezo a temblar ligeramente.
– Sshhh… –es un sonido suave, tal vez intenta calmarme. Sus movimientos al inclinarse sobre mí son pausados. Le siento posarse en mi entrada y me tenso– Sabes que va a doler, ¿cierto?
Asiento con la cabeza porque he perdido momentáneamente la capacidad de hablar.
– Mírame.
Mis ojos se fijan en los suyos automáticamente y de repente siento sus labios sobre los míos. No sé cómo lo logra, pero mi cuerpo se llena de sensaciones y todo lo que me rodea se desdibuja, en mi mente solo tiene cabida el placer que me proporciona y mi cuerpo se relaja hasta que siento cómo un gran dolor me atraviesa. Lo tengo clavado hasta el fondo, él no ha dejado de besarme, así que atrapa mi grito de dolor con su boca. Ni siquiera parpadea cuando mis uñas se clavan profundamente en su espalda y unas pequeñas lágrimas escapan por mis ojos. La tensión que se había vuelto a instaurar en mi cuerpo empieza a desaparecer gracias a sus besos y caricias y, cuando mi cuerpo está listo, él empieza a moverse. Sus labios se desplazan para explorar de nuevo mi cuerpo, estimulando zonas a las que nunca había prestado atención. Oleadas de placer me recorren y gimo suavemente mientras me muevo intentando seguir su ritmo. Mis ojos se cierran y todos mis otros sentidos se disparan cuando vuelvo a oír su voz.
– Mírame –repite.
Me pierdo en sus ojos. La espiral de deseo, pasión y placer aumenta cada vez más hasta que al final exploto en mi primer orgasmo. Jamás había imaginado que existiera algo tan liberador. Él sigue moviéndose implacablemente, haciendo que este momento dure eternamente, hasta que con un gruñido clava sus colmillos en la juntura de mi cuello con mi hombro izquierdo y se deja ir, corriéndose en lo más profundo de mí.
– ¡Kagome! –oímos a lo lejos– Kagome, ¿dónde estás?
– Inuyasha habrá olido tu sangre –dice saliendo de golpe y vistiéndose rápidamente. Yo aún estoy aturdida–. Vístete y ves a la cabaña de la anciana.
– No –contesto saliendo poco a poco de mi estupor.
– ¿Disculpa? –se gira hacia mí con una ceja alzada.
– Voy a volver a casa esta noche –le explico mientras le doy la espalda y comienzo a vestirme.
– No puedes hacer eso –me gruñe.
– Puedo y voy a hacerlo –le encaro–. Puede ser la última vez que vea a mi familia.
Él no responde, pero asiente levemente.
– Mañana a primera hora tienes que estar en la aldea.
– No te preocupes –contesto mientras me giro en dirección al pozo–. Estaré.
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Sesshomaru POV:
En el camino de regreso a la aldea me encuentro con mi medio-hermano y su grupo, además del youkai-lobo.
– ¿Dónde está Kagome? –exclama el hanyou.
– ¿Por qué debería saberlo? –contesto con indiferencia.
– Maldito, hueles a ella –me gruñe–. ¿Qué le has hecho?
– Fuisteis vosotros los que me enviasteis a buscarla. Le he pasado el mensaje.
– ¿Y dónde está? –insiste.
– En su casa, se presentará en la aldea con las primeras luces.
– ¿Qué? ¡Mientes! –exclama mi medio-hermano. Pero yo no estoy pendiente de él. Miro al lobo.
Recuerdo que antes no quisieron enviarle a él. Se formó un barullo impresionante, algo acerca de no fiarse de sus buenas intenciones. Cuando me cansé de escucharles y me levanté para irme la anciana me pidió que la buscara yo. No consiento que me den órdenes, pero fue una petición, lo dejó a mi elección y yo acepté. Ahora, mientras el hanyou grita, el lobo está extrañamente silencioso. No me gusta, me consta que es demasiado intuitivo.
– ¡Voy a buscarla!
Ese último grito de Inuyasha hace que vuelva a prestarle atención.
– Déjala, ya vendrá –mi voz está desprovista de todo sentimiento, pero por dentro no estoy tan calmado. Perro ladrador…
– ¡No!
Con esto último da media vuelta y se dirige hacia el pozo. El lobo por fin se digna a hablar.
– ¿Qué ha pasado realmente, Sesshomaru? –su voz suave y tranquila no presagia nada bueno– Hueles demasiado a ella. Esto ha ido más allá de una simple charla, ¿me equivoco?
– Si hubiera pasado algo, no sería de tu incumbencia –mi voz sigue fría y serena.
Me giro después de mirarles uno a uno y me dirijo lentamente de vuelta a la aldea. No puedo parar de darle vueltas a lo que acaba de pasar. ¿Por qué me he acostado con ella? No es más que una humana, está muy por debajo de mí, entonces… ¿Por qué he accedido?
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Kagome POV:
He reunido a mi familia y les he explicado una versión suavizada de lo que está pasando en el otro mundo. Lo mínimo que tienen que saber para no preocuparse por mí. Les he dicho que en el otro mundo ya casi hemos terminado la misión por la que se me permitía viajar a través del tiempo y que una vez cumplida, cuando volviera al presente, sería para quedarme. Pero todo lo acontecido en la época Sengoku me ha marcado demasiado, deseo quedarme allí.
Después de hablar los cuatro largo y tendido mi familia acepta que no volverá a verme más y, aunque no les gusta, desean mi felicidad. Lo que ellos no saben es que parte de mi motivación para decirles que no voy a regresar es que no sé si sobreviviré y no quiero que se angustien pensando en si he sobrevivido o no a la guerra que se avecina.
Mi madre se dirige a hacer la cena cuando aparece Inuyasha.
– ¡Kagome! ¿Se puede saber qué haces aquí? –demanda.
– ¡Inuyasha! ¡Eso debería preguntarlo yo! –exclamo sorprendida.
– Sesshomaru dijo que habías venido, pero yo no le creí.
– Bueno, pues ya ves que estoy aquí, ya puedes marcharte tranquilo.
– Vale, vámonos –impone.
– No, Inuyasha. Yo me quedaré a pasar la noche.
– ¿Por qué? No puede ser, mañana…
– Inuyasha –le corto–. Mañana estaré allí, no te preocupes. Ahora por favor, márchate.
– Me quedo –afirma tajante. Por dios, es más terco que una mula.
– Ven, vamos a dar un paseo –le ofrezco.
En el camino de mi casa al pozo le explico por qué estoy aquí y logro convencerle de que quiero estar a solas con mi familia. Cuando va a entrar al pozo se gira y me dice:
– Si mañana no llegas, vendré a buscarte.
– Descuida –le contesto. No entiendo por qué depende tanto de mí si ahora tiene a Kikyo, pero prefiero no cuestionármelo.
– Por cierto, hueles mucho a Sesshomaru.
– Le he visto antes de venir –respondo frunciendo el ceño. No sé a dónde quiere ir a parar.
– Ya, pero realmente hueles mucho a él.
– No sé qué decirte, Inuyasha –suspiro–. No tengo tu olfato.
Cuando al fin se marcha yo me dirijo al baño. Mi último baño en la época moderna.
