Gravity Falls no me pertenece, es propiedad de Alex Hirsch y de Disney Channel, yo solo escribo para entretener. Espero que este Disclaimer sirva para toda la historia.
Antes de que comiences a leer quiero que sepas algo, esta historia fue creada mucho antes del final de la serie, mucho antes de que se revelaran ciertas cosas sobre la trama, por lo que te encontrarás con algunas anomalías como Stanley llamándose Stanford y muchas otras que seguramente entenderás al paso de los capítulos. Sin más, espero que mi historia te guste, y la sigas hasta el final.
Capítulo 1: Decisiones
La torre de agua se alzaba por todo pueblo y moviendo la vista un poco se podían apreciar los rieles, o lo que quedaba de ellos, de una vieja vía de tren. Ante todo lo que contemplaba, Dipper no podía sino sonreír, un verano más.
Nuevas experiencias y nuevos misterios por resolver, eso era típico de ese lugar, le era un poco triste pensar que algún día dejaría de visitar aquel extraño pero agradable pueblo y aunque sabía que hoy no era ese día, lo sentía cerca. Miraba el pueblo a través de la ventana del bus, miraba el bosque preguntándose qué tantos secretos guardaba, miraba el veraniego cielo azul que lo cubría, sin nubes y bastante soleado. Aquel pueblo era tan pacifico… Hasta que te ponías a investigarlo.
Su calma se vio interrumpida cuando sintió movimiento en sus piernas, lo que sus ojos veían ahora era con creces mucho más bello que el paisaje de afuera. El rostro de su hermana, tan apacible, tan adorable… tan Mabel. Quitó algunos de sus cabellos castaños de su frente con mucho cuidado y delicadeza para observar mejor sus facciones, sentir su piel suave, sus mejillas sonrosadas y sus labios ligeramente abiertos a los que quería robarles un beso. Interrumpió su sueño porque ya habían entrado al pueblo y casi llegaban al lugar donde los recogería su tío al llegar para ir a la cabaña.
–Mabel… Mabel, despierta, ya llegamos.
–Solo cinco minutos más, tus piernas son cómodas.
Dipper sonreía divertido ante el comentario mientras veía cómo Mabel se incorporaba en el asiento dejando recargada la cabeza en su hombro. Cerca de ahí, el viejo Stan y su gordo ayudante Soos mantenían una conversación bastante delicada.
–Entonces se van a divorciar, debió ser dura para ellos la noticia.
–Sí, Soos, por eso no les pondré tantas responsabilidades este verano.
–Descuide jefe, trabajare el triple por los chicos. – dijo el robusto entusiasta.
–Muchas gracias, amigo, ¿sabes? Te aumentaré el sueldo.
Su charla fue interrumpida cuando el autobús que llevaba a los hermanos se detuvo frente a ellos y abrió sus puertas dejando ver a unos "gemelos misterio" de casi 16 años. Mabel se bajó rápidamente del autobús para estrujar al par de hombres con un cariñoso abrazo gritando y diciendo miles de cosas que Dipper no alcanzaba a entender ya que estaba demasiado distraído bajando las maletas de ambos, las pusieron en la parte trasera de la camioneta de Soos para irse a la cabaña.
–Jefe ¿le importaría manejar? Quiero ponerme al tanto con los chicos.
–No hay problema. – respondió tomando las llaves.
–Vamos chicos, ¡a la parte de atrás!
–Je, bueno, amigo en realidad yo quiero ir al frente.
–No importa, Soos, yo te acompaño.
– ¡A la parte de atrás!–gritaron Mabel y Soos levantando los puños.
Dipper subió al frente con Stan, la camioneta arrancó directo a la cabaña pero el chico sólo miraba por la ventana, su tío, para romper el incómodo silencio decidió hacerle platica, ya que no soportaba las carcajadas que más bien parecían gritos del par tan ruidoso que iba atrás.
–Veo que aún no te deshaces de esa vieja gorra.
–Jamás, tío Stan. –respondió con una vaga sonrisa.
–Estás algo distante ¿Te sientes bien, chico?
–Sí, es sólo que. –suspiró. –esto del divorcio de mamá y papá me tiene la cabeza hecha un lío.
–Tu hermana se ve contenta.
– ¿Qué te puedo decir? Así es Mabel.
–Sí, bueno, este año quiero que pases más tiempo con ella, no habrá tanto trabajo y…
–No lo sé, tal vez ella quiera pasar el verano con sus amigas, ya sabes cómo son las chicas. Además, siento que Mabel no quiere que yo sepa algo.
– ¿Algo como qué?
–No lo sé, eso es lo que me preocupa.
–Bueno, como lo dijiste, así son las chicas, tienen el triple de secretos de un hombre.
– ¿En serio?
–Claro, no te imaginas cuantas cosas he aprendido de Sally.
Sally era la esposa de Stan desde hace dos años, la conoció cuando su auto se descompuso y él, como buen hombre se ofreció a ayudarla, jamás se imaginó que ella se estaba mudando a Gravity Falls, y en una serie de hechos bastante largos para contar ahora, se enamoraron, se casaron y los últimos dos veranos había hecho lo humanamente posible para agradarle a los gemelos, cosa que no costó mucho ya que Mabel se alegró al saber que su tío por fin había logrado tener pareja. Dipper creía al principio que ella sólo se casó con Stan para evitar la soledad ya que ella también era relativamente mayor, pero después de ver el gran amor que sentían uno por el otro le quedo claro que de verdad se querían.
Cuando llegaron a la cabaña, Sally los recibió en la puerta. Con 45 años, Sally era una mujer que se veía bastante joven, cabellera negra con unas canas que apenas se asomaban, de piel ligeramente pálida, unos ojos negros muy bonitos y un cuerpo que lucía bastante bien. La primera vez que la vieron los gemelos no podían creer que esa era la mujer que era la novia de Stan, pero después de pensarlo mejor, el tío Stan no tenía propiedades salvo la cabaña y tampoco era precisamente atractivo o guapo según decía Mabel. Así que Stan, a sus 55 años, tuvo suerte de encontrar a una mujer tan joven, atractiva y de buen corazón, en cierto modo eso era algo que el dinero no podía comprar. Stan se había vuelto el hombre más envidiado del pueblo.
Cuando su cerdito los vio corrió directo a ellos derribando a Mabel que reía sin parar a la muestra de afecto de su mascota.
–Hola chicos.
–Hola tía Sally. –respondieron ambos saludándola.
–Vengan adentro, les prepare galletas.
– ¡Genial!, ¿vienes, Dipi-dy?
–Adelántate, iré a dejar nuestras cosas a la habitación.
Dipper subió con algo de trabajo hasta su habitación, cuando llegó puso las maletas en el suelo y luego se acostó tranquilamente sobre su cama y cerró los ojos esperando relajarse, lo cual no consiguió, tenía demasiado en qué pensar como para relajarse. Se levantó y observó el cuarto, lo habían remodelado a su gusto. De su lado las novelas policiacas y de misterio se juntaban en un pequeño estante compartiendo su espacio con los tres diarios, del lado de Mabel los posters de celebridades pop estaban pegados con cinta adhesiva en la pared y unos blocs de dibujo que su hermana usaba para plasmar sus obras, también un baúl que le recordaba al que tiró aquella vez por el pozo sin fondo. Mabel tenía un baúl igual en su casa en Piedmont, dentro de su armario y ambos tenían uno de esos candados que se abren con una combinación de números que él nunca hubiera imaginado… literalmente. Hasta la fecha, Dipper seguía sin saber qué era lo que tenían esos baúles.
Su mente lo llevó a recordar aquellos primeros días en el pueblo, aquellos en los que él y su hermana hacían las videocintas de "Dipper los guía a lo inexplicable". El año siguiente Mabel dejó de acompañarlo en sus muchas aventuras, prefería irse de compras con sus amigas, hacer fiesta de pijamas con Candy y Grenda y tratar de salir con algún muchacho, esto último lo molestaba, ¿Pero que podía hacer? Era su hermano y no le quedaba de otra más que tratar de sentirse feliz por ella. Había veces en las que Mabel le preguntaba si ya había madurado, obviamente lo hacía en plan de broma, pero él también se lo preguntaba. Estaba tan concentrando leyendo y resolviendo misterios que de no ser porque se llevaba bien con los primos de las chicas no tuviera amigos en el pueblo, amigos con los que sentía mayor al tomar unas cuantas cervezas y fumándose un cigarrillo de vez en cuando, aunque esto lo hiciera sólo los días en los que se juntaban para hacer el imbécil en todo el lugar, a escondidas de las chicas, claro está.
Algo extraño en él era que estar solo le gustaba, odiaba a la gente que perturbaba su paz, la soledad le agradaba para pensar y sentirse a gusto, a diferencia de la mayoría de las personas que se angustiaban por estar solas. Y al diablo con madurar, eso era para las frutas. Además una persona sin importar su edad, siempre soñará con regresar a una época de su vida, y en su caso, quería volver a los días que Mabel lo acompañaba a todos lados. Salió de su trance y se dirigió a la cocina pero se llevó una gran sorpresa al ver sólo a Sally ordenando algunos platos, en la mesa solo quedaban unas pocas galletas y un vaso de leche servidos.
– ¿Y Mabel?
–Fue a buscar a sus amigas, se levantó tan rápido que no medio tiempo de decirle que la madre de Candy la había enviado a casa de sus primos y regresara hasta pasado mañana.
"Me lo imaginaba" pensó él mientras mordisqueaba una galleta y se sentaba con una mirada triste, Sally se le quedó viendo preocupada.
– ¿Las cosas están bien con Mabel?
–Sí… bueno… no… no lo sé.
– ¿Estás triste, verdad?
–Un poco, esto del divorcio me tiene así. –mordió otra galleta. –pero a Mabel es como si no le importara.
–Ella también está triste, sólo que no quería parecer débil frente a ti. –le dijo con una sonrisa cariñosa.
– ¿En serio? ¿Qué te dijo?
–Pues… que no era justo lo que les estaban haciendo, Dipper, se le quebraba la voz, y después de contarme todo se fue.
– ¿Qué? ¿Pues cuánto tiempo estuve allá arriba?
–Poco más de media hora.
–Ya veo. –se levantó de la silla y se bebió la leche en tres grandes tragos. –Después regreso.
– ¿Vas a buscarla?
–No, voy a… a caminar al bosque, tengo que pensar en algo.
–Claro hijo, no te demores.
Dipper salió de la cabaña, respiró profundo y sintió la ligera brisa veraniega acariciar su rostro a la vez que agitaba un poco las ramas de los pinos, comenzó a caminar con dirección al bosque, después de caminar unos momentos volteó para ver que la cabaña todavía estaba bastante cerca, siguió caminando hasta que la casa fue cubierta por los troncos de los pinos. Tal y como dijo a Sally, comenzó a pensar. A pensar en el divorcio de sus padres. Desde antes de cumplir los doce años él ya se lo veía venir, aquellas discusiones tan acaloradas, a su papá aspirando un polvo blanco y a su madre desmayada en un sillón con una botella vacía de vodka en la mano tenían que culminar en algo. Cuando cumplió doce el ya comprendía que su padre, el "gran" ejecutivo George Pines no era más que un ludópata cocainómano y su madre, la seductora secretaria Rose Pines no era sino una puta con problemas de alcoholismo.
Desde que tenían ocho años su abuela había cuidado de ellos mientras sus padres se la vivían el trabajo, a ellos les encantaba escuchar sus historias de grandes soldados que luchaban por salvar el mundo. Ella falleció cuando tenían once años, eso les afectó mucho ya que su abuela era una viejecita muy dulce que los quería con toda el alma y ellos la querían igual. Mabel no paraba de llorar y Dipper trataba de consolarla, por obvias razones, Dipper creía que si sus padres fallecían ella ni siquiera lloraría. Aun así el divorcio era demasiado injusto, su padre se iría a Nueva York y Dipper junto con él, Mabel se quedaría con su madre en Piedmont y sólo se verían durante el verano y tal vez en las vacaciones de invierno. Era increíble que hubieran logrado que un drogadicto y una borracha consiguieran la custodia de uno de ellos, pero Dipper sabía la respuesta: El dinero puede lograr cualquier cosa.
Sentía un gran odio por sus padres, los dejaban abandonados en su cumpleaños, navidad y año nuevo, siempre tratando de compensar sus faltas con dinero, por eso los gemelos tenían ya casi veinticinco mil dólares juntando el dinero de ambos, no en vano eran ricos pero humildes, a diferencia de Pacifica y su familia. La única mentira que podía agradecerle a sus padres fue la patética excusa de que necesitaban aire fresco, unos días más tarde iban camino a Gravity Falls, a pasar el mejor verano de sus vidas. Avanzó perdiéndose en sus pensamientos y luego escuchó un susurro, casi inaudible, buscó con la mirada y se encontró con una pequeña senda de arbustos y ramas secas que hacían un camino que se perdía entre el bosque, se quedó quieto tratando de ver el final del camino, nuevamente escuchó ese susurro, y al igual que hace unos momentos, no entendió lo que decía. Comenzó a caminar por aquel pasadizo que terminaba en un extremo con una gran roca, el camino continuaba a la izquierda y después nuevamente hacia el norte, ahí fue donde se dio cuenta de que el camino tenía un final, al fondo se veía la luz del sol.
Siguió caminando casi hipnotizado pero sin bajar la guardia, váyase a saber la guarida de qué criatura acababa de descubrir, cuando llegó al final se quedó boquiabierto, no era la guarida de nadie sino un claro en medio del bosque. Después de tantas investigaciones, después de tantas veces que lo vio por el mirador, jamás había visto el lugar en el que se encontraba ahora. El Claro tenía un ojo de agua que no media más de siete o diez metros, estaba rodeado por unos altos y bien tupidos pinos que a pesar de su altura permitían que el sol lo iluminara en su totalidad, él se encontraba a unos siete metros de la orilla se acercó para verlo con más detenimiento, el agua era cristalina y totalmente transparente, al fondo se podían apreciar algunas rocas y calculó que no tenía más de cinco metros de profundidad, también vio que había un pasadizo en el fondo donde se podía ver una corriente, por eso el agua era cristalina; no se estancaba, seguía.
Observó todo el lugar y vio un tronco puesto a unos metros de la orilla a manera de asiento, se acercó para examinarlo, el tronco tenia rastros de moho y había pequeños ramitas que brotaban, si alguien había visto ese lugar seguramente fue hace bastante tiempo. Tomó asiento y observó el agua, brillaba tanto con la luz del sol que daba la impresión de que había diamantes flotando en la superficie. Diamantes, eso le hacía pensar en los regalos que le dio a Mabel en su último cumpleaños, un juego de pendientes y un collar de diamantes, Mabel se encantó con ese gran obsequio de parte de su hermano y pensó que le habían costado un ojo de la cara y la mitad del otro, lo que ella no sabía era que los diamantes le habían salido gratis en una pequeña excursión que hizo por el bosque en aquel verano.
Ahora sus pensamientos se centraban en Mabel, no quería separarse de ella, no quería ir a Nueva York y dejarla con una zorra borracha, y eso era por una simple razón, estaba enamorado de ella, sí, de su hermana gemela. Tantas palabras, tantas aventuras y tantas cosas que había vivido con ella que casi se volvió loco cuando descubrió sus síntomas del enamoramiento. Desde los doce años se sentía así, era similar a lo que sentía con Wendy pero con Mabel era mucho más extraño y al principio se sentía como la peor escoria del universo ya que de tantas chicas que había terminó enamorándose de su hermana. Pero cuando por fin lo aceptó, sintió celos de ese tritón que arrebató el primer beso de su hermana… bueno, técnicamente el de ambos.
Pero ahora estaban casi a punto de separarlos, por eso, Dipper había tomado la decisión antes de subirse al autobús, y después de mucho pensarlo, de que este verano le confesaría a Mabel los sentimientos que se había guardado por casi cuatro años. Se estaba arriesgando a muchas cosas, a perder a la única chica que de verdad amaba, a su hermana, a su mejor amiga. El problema ahora era que no había encontrado un lugar en el cuál sincerarse con ella; no podía hacerlo en la cabaña, había demasiado riesgo de que los escucharan, no podía hacerlo en la plaza del pueblo, siempre había demasiada gente y todos los reconocerían ya que fueron quienes vencieron a Gideon y habían aparecido varias veces en los periódicos. Daba repasos pero todo parecía estar en su contra, tan estresado estaba que no se daba cuenta de que el lugar perfecto para decirle la verdad estaba frente a sus narices, su semblante mejoró en cuanto se dio cuenta de esto. Pero para él no bastaba sólo con decirle la verdad, quería que Mabel se sintiera cómoda, a gusto, tenía que llevarla a una cita, por supuesto sin que ella supiera que era una cita. Nuevamente los repasos mentales.
"¿Al cine? No, ni pensarlo, ni siquiera hay buenas películas en cartelera. ¿Qué tal a una cena? ¡Ja! Totalmente descartado, se sentiría incómoda ya que más bien daría la impresión de una cita. Vamos idiota, piensa, piensa ¡Piensa, maldita sea! La conoces de toda la vida, piensa en algo que le guste. ¡Eso es! La feria, el año pasado no pudimos ir, a ella le encantan las ferias. Después de llevarla la traeré aquí y después vendrá lo difícil. Prepárate Dipper ¡Aquí vamos!"
Dipper regresó a la cabaña, el resto del día transcurrió relativamente normal, sin anomalías. Después de cenar, los gemelos fueron a asearse, lavándose los dientes juntos como casi siempre acostumbraban al estar allí, después de vestirse con ropa cómoda para dormir y darle las buenas noches a sus tíos y a Soos, subieron a dormir, Dipper aprovecho la oportunidad para preguntarle a Mabel si lo acompañaría a la feria.
–Oye, Mabs.
–Dime, Dipi-dy.
– ¿Quieres ir a la feria del pueblo mañana? Tú sabes, si no tienes otros planes.
–Para nada, será divertido, el año pasado no pudimos ir.
–Genial, entonces mañana por la tarde iremos.
–Claro, buenas noches. –Mabel le dio un beso en la mejilla y Dipper le dio uno en la frente; un poco sonrojado. –hasta mañana.
Ambos se acostaron en sus respectivas camas y apagaron las luces, Mabel concilió el sueño rápidamente pero a Dipper le costó trabajo, se sentía ansioso por el día de mañana.
En la quietud de la noche, en una oscura cueva, muy al fondo de esta, unos ojos rojos brillaron y su voz resonó por fuera de esta haciendo que los animales cerca de ahí huyeran despavoridos.
–Vaya, vaya, vaya. Dipper Pines, una vez más vienes al pueblo, pero esta vez no te dejaré escapar.
En ese momento miles de sombras salieron en aullidos fantasmales de la cueva, una energía negra se dispersó por todo el bosque llegando hasta Gravity Falls, una energía demoniaca, maligna, se había liberado en un conjunto de risas malévolas que tomaban cada uno de los edificios del pueblo. Los gnomos, las hadas, los minotauros, los centauros, los trolls, todas las criaturas sobrenaturales e inclusive el mismo Bill Cipher sintieron el poder, el aura demoniaca que lo cubrió todo. "Una vez más ha despertado" dijeron en diferentes lugares mientras se escondían en las tinieblas.
–Que comience el juego.
