Notas: son las cinco con cincuenta de la mañana, no he dormido nada… mi madre ha comenzado a llamarme bruja porque estoy despierta durante la noche y duermo durante el día… [Desordenes provocados por la falta de cansancio a causa de vacaciones escolares y mucho café]. Comencé a obsesionarme con el TR/LVxHP y aquí estoy.

Advertencias: ¡SLASH! MxM, BL, yaoi, como sea que le llames al emparejamiento homosexual. Tal vez errores de sintaxis porque hace años que no escribo fanfiction. Muerte de personajes, tortura, sangre, ultraje a cadáveres, OOC. ¡No hay realmente lado bueno o malo, guerra de intereses! Grey!Potter. Nigromante!Harry ¡AU! Posible non-con [sujeto a cambios], la clasificación de la historia puede cambiar.

Disclaimer: Harry Potter le pertenece a una hermosa señora rubia que lleva por nombre J. K. Rowling. No gano dinero por hacer a los personajes gays. En pocas palabras seguiré igual de pobre pero feliz porque veré a la OTP siendo enfermamente feliz *corazón*.

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Tenebrae

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Despertó.

Contempló sus alrededores, reparó en las telarañas formadas en las esquinas del techo y en la humedad que se filtraba por las paredes. Después examinó las oscuras rejas que completaban la peculiar decoración del lugar que se suponía tenía que mantenerlo preso.

Harry Potter soltó un suspiro. Al menos tenía un poco de luz, cortesía de unas antorchas incrustadas en las paredes.

—Así que fui atrapado… parece que mi padre tenía razón cuando predijo que yo sería el siguiente —murmuró—. Debería de sentirme honrado de que me consideren el segundo más peligroso de la pequeña familia.

Rebuscó en sus bolsas y notó que ya no tenía ninguno de los objetos insignificantes que cargaba. También cayó en cuenta de lo sucio se hallaba su uniforme a causa del forcejeo y de que probablemente había sido lanzado sin consideración a la celda.

—Necesito túnicas nuevas —volvió a susurrar. Dobló sus mangas hasta los codos para despejar sus manos. Enseguida reguló su respiración, librándose del ligero estrés que lo embargaba y del desconcierto. Buscó concentrarse para lograr acceder a la única habilidad que podría salvarlo de tan penosa situación.

Instantes después empezó a sentir un escozor en sus dedos que pronto se extendió a lo largo de sus extremidades. Abrió los ojos sólo cuando la molestia desapareció. Miró sus manos, las cuales ahora lucían negras, como si estuvieran cubiertas de carbón; cabeceó en aprobación a su trabajo.

Le echó un vistazo al calabozo que estaba delante de él, buscando señas de vida.

No había nadie, resopló con alivió. Se acercó a la cerradura de la celda para verificar la forma en la que estaba cerrada. Pudo ver la magia arremolinándose alrededor de ésta y de los barrotes.

—Entonces… hay que degradarla poco a poco…

Acercó sus negruzcas manos al pestillo y las mantuvo cerca de éste. Vio con atención los repentinos destellos que surgían alrededor de sus palmas y que pronto se convertían en humo, para luego desaparecer. Meditó ocioso que era un espectáculo entretenido, sería capaz de verlo una y otra vez.

Cuando observó que los destellos aparecían con menos frecuencia tocó la cerradura y esperó. Pensó mientras tanto en qué haría después de salir de la celda. Obviamente iría en busca de su madre, su varita era lo de menos, pero, ¿cómo llegaría a ella sin hacer mucho alboroto? Lo que menos deseaba era que alguien reparara en él o en sus intenciones, eso dificultaría su escape. Escuchó un pequeño ruidillo, que sonó como un cristal rompiéndose, y alejó sus manos del cerrojo.

Llevó sus brazos detrás de su espalda, se quedó quieto en espera de que ocurriera cualquier cosa. No sabía si tenían protecciones alrededor de las celdas que avisaban si alguien estaba intentando salir de su reclusión. Los segundos pasaron: lo único que se escuchó fue un zumbido y el goteo a lo lejos de lo que, quizá, era agua.

Harry decidió que era seguro intentar ahora abrir la celda. Casi soltó un grito de satisfacción en el instante que notó que su trabajo había dado frutos y que de forma oficial estaba siendo un hombre libre de nuevo. Corrió parte de las rejas, lo suficiente para salir de lado. Suerte que era un adolescente delgado.

Una vez que estuvo fuera se dio cuenta de que el calabozo en el que estuvo recluido estaba al fondo de lo que parecía ser una compleja prisión.

La celda vecina estaba libre. ¿Pero sería lo mismo con las otras? Dudaba que el Señor Oscuro tuviera sólo como presos a él y a su madre. Apretó sus manos en puños. Junto suficiente energía como para poder hacer un encantamiento desilusionador sin varita. Musitó el hechizo, se golpeó la cabeza y, para su suerte, tuvo éxito. Pensó en también silenciarse pero la negrura de sus manos lo hizo replantearse el uso a diestra y siniestra de magia sin ayuda de un canalizador. Lo mejor que podía hacer era emplear las habilidades aprendidas de su padre y caminar sin emitir ruido.

Se puso en marcha, atento de sus alrededores.

Tal y como supuso, no era el único en condiciones de prisionero. Había más magos y brujas recluidos. La mayor parte de ellos estaban sentados en las esquinas de los calabozos dormidos o ensimismados en su terror… o pensando, igual que él, formas de escapar.

Lamentable, o no, no se hallaba en posición de ayudarlos. Su prioridad era su madre. Buscó su cabello rojo en medio del mísero entorno. Hizo largo recorrido antes de dar con su objetivo. Inspeccionó la celda que estaba enfrente de la de ella y volvió a ahogar un sonido de emoción.

"Suerte", pensó. Estaba vacía. Se acercó más a los barrotes, dejo caer el encanto que lo protegía y le hizo un gesto a su madre de que no hablara al ver la sorpresa y el reconocimiento que inundó sus ojos.

Lily Potter examinó ansiosa a su hijo, buscando posibles heridas o maldiciones. Se relajó cuando no percibió nada sospechoso, excepto…

Sus manos.

Estaban negras.

Una expresión de tristeza se extendió por su rostro. No es que le molestara. No iba a reprender a su Harry por usar sus habilidades pero tenía el derecho a sentir que había fallado al no poder evitar que su pequeño tuviera que usar magia negra, él aún era joven y lo menos que deseaba era que su alma y tierno, inmaduro, núcleo mágico se dañara.

Harry se dio cuenta del estado de ánimo de su madre. Sonrió conciliador, como diciendo "todo está bien, no me he lastimado". Extendió sus manos a la nueva cerradura que se ponía enfrente de él y volvió a repetir el proceso de ruptura.

Los destellos que parecían fuegos artificiales volvieron a aparecer. Pronto el ruido del vidrio roto vino. Lily se acercó a la puerta. Vio a Harry abrirla con mucho cuidado y sólo lo idóneo para que ella pasara.

—Necesitamos un encanto desilusionador —susurró Harry cerca del oído de su madre una vez que estuvo fuera.

Lily llevó un mechón de cabello detrás de su oreja. Sin necesidad de verbalizar el hechizo logró echarlo sobre ella y su hijo. También los protegió con un silencio.

Ambos asintieron y comenzaron a correr, buscando la salida. Al dar con ella se detuvieron, considerando la posibilidad de que hubiera un guardia custodiándola. Harry se puso delante de su madre, decidiendo que era más seguro que él fuera primero. Lily a regañadientes se mantuvo detrás, consciente de que la conclusión de su hijo era correcta.

Harry, por su parte, comprobó que no hubiera magia en la puerta. Estaba limpia. Eso sólo aumentaba sus sospechas de que alguien estaba afuera. Le hizo gestos a su madre para que silenciara el portón. Lily asintió. Esperaba no tener que seguir manejando magia sin varita porque su cuerpo exhausto comenzaba a resentirlo. Harry abrió la puerta con cuidado, dio un paso afuera y, tal y como lo presagiaron, un hombre resguardaba la salida. Éste pronto notó la presencia del menor de los Potter, con la varita en alto estuvo a punto de gritar un hechizo pero no lo consiguió.

Harry tomó impulso, lanzándose a su enemigo, sin una pisca de duda y miedo de que pudiera ser dañado. Mientras caían, extendió sus manos para poder tapar la boca del hombre. Sin aflojar su agarré, vio con morbo como la piel ajena comenzó a volverse negra.

El hombre, presunto mortífago, pataleó e intento quitarse al prisionero de encima, incluso buscó formas de lanzar varios encantos que Harry esquivó sin mucho problema. Lily salió pronto, corrió a donde estaba su hijo y arrancó la varita de las manos del guardia, después se alejó.

"Date la vuelta, no quiero que veas lo que haré", dijo Harry, pero nada se escuchó a causa de que aún tenía encima el silencio.

Lily frunció su frente. Entendía lo que Harry quería decirle. Negó con la cabeza, no podía dejar que bebé cargara con todo.

Harry suspiró, su madre era tan terca. Y tan amable. Volvió su atención a su ahora presa. Contempló desdeñoso la mirada aterrada del hombre. Dejo una de sus manos en la boca y la otra la llevó a los ojos. Pronto todo el movimiento de oposición ceso y la piel de la cara se oscureció. Harry supo que el guardia estaba muerto.

Alzó su cara, buscando desprecio en los gestos de Lily, no obstante, ella estaba quieta, tranquila.

Regresó a su labor. Se quito de encima del hombre, se puso a un lado, removió la ropa para descubrir el abdomen y pecho. Una vez que la zona estuvo a su alcance extendió sus manos. Volvió a pudrir la piel y cuando termino se puso de pie. Alzó el cadáver para ponerlo a su altura.

Lily vio como un espeso humo negro envolvió a los dos hombres, luego, frente a ella, sólo estaba el guardia que Harry había matado. Sin embargo, el cuerpo se veía de nuevo impecable como si no hubiera sufrido daño.

"¿Así que eso es una posesión?", le preguntó a su hijo.

Harry pareció entender la pregunta, asintió y extendió su mano para pedirle la varita a su madre. Sintió que todo iba mejor de lo esperado. Un golpe de suerte tras otro y tal vez algo de muerte… pero eso era lo de menos.

Comenzó a caminar, con Lily detrás de él. Buscó en las memorias del hombre aquellas que estuvieran relacionadas con la composición del lugar. No eran muchas pero sin duda serían de ayuda. El mayor problema a enfrentar sería si se encontraran con alguien en el camino. Le quedaba el consuelo de que su madre aún tenía el encanto desilusionador y el silencio sobre ella, a diferencia de él que lo había perdido con la posesión.

Recorrió los pasillos con seguridad.

De pronto su suerte terminó.

Lucius Malfoy y Rabastan Lestrange venían en dirección opuesta. Harry intentó parecer lo más tranquilo posible. Evitó la mirada de los mortífagos de mayor rango, siguió con su camino y estuvo pendiente de su madre.

—¡Hey, gusano! —llamó Lucius.

Harry se tensó, invadió los recuerdos del guardia buscando sus formas de dirigirse a otros.

—¿Señor?

—¿No se supone que eres el responsable de cuidar los calabozos?

—Soy uno de los responsables, ya han ido a relevarme, señor —respondió Harry.

Lucius alzó el mentón y arqueó una ceja, buscando mentiras en las palabras emitidas por el ser insignificante. Emitió un juicio cuando se sintió complacido:

—Sigue con tu camino.

—Sí, gracias.

Harry no espero más. Volvió a sus andadas, dio vuelta en uno de los pasillos y apresuró el paso, esperando que Lily siguiera sus pasos. Tuvo que admitir, con disgusto, que la sede del Señor Oscuro y compañía era grande. Tardó varios en llegar al vestíbulo y de nuevo se encontró con alguien, aunque esta vez no se sintió particularmente aterrado pues la persona que entraba al lugar era Severus Snape.

El profesor de pociones y ¿espía?, lo ignoró con maestría. Harry sonrió, era tan típico de Snape.

Cuando por fin salió del lugar se dio el lujo de exhalar. Su pecho comenzó a doler y los dedos del individuo poseído empezaban a mancharse también de muerte. No le quedaba mucho tiempo. Siguió caminando, alejándose de las protecciones que impedían la aparición.

Unos metros después sintió el cosquilleo de las barreras dejarlo atrás. Sintió un cálido tacto en su hombro. Era su madre, había deshecho los encantos que la protegían al creerse segura.

—Nos vamos. Nos apareceremos.

—¿Nuestras varitas? —preguntó Harry.

—Luego —respondió Lily—. No es importante ahora. Prepárate.

Harry sintió un tirón en el estómago. Instantes después, él y su madre estaban en la mansión Potter.

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Lucius estaba lívido. Su Señor no iba a estar feliz. Volteó a ver a Lestrange.

—Tenemos que informar a pesar de las consecuencias.

Malfoy asintió. Con pesar fueron hasta el despacho del Señor Oscuro. Pidieron permiso antes de entrar, esperando que la suerte que permitió que dos prisioneros escaparan estuviera con ellos.

—Adelante —ordeno una voz imponente.

Ambos mortífagos entraron y se inclinaron ante su amo.

—Mi Señor —empezó Lucius pero no prosiguió.

—¿Dónde está la sangre sucia? —preguntó Voldemort haciendo un lado los documentos que leía hasta hace unos momentos—. Les dije que la trajeran.

—Ella…

—Habla Lucius.

—Ella ha escapado Señor, junto con su hijo —dijo Rabastan.

Ambos mortífagos experimentaron opresión. La magia que desbordaba su furioso señor era impresionante y asfixiante, tanto que llegaba al grado de ser nauseabunda. Escucharon el sonido de la silla correrse. Voldemort estaba de pie, caminando hacia ellos, o mejor dicho, a la salida.

—Vamos —ordenó imperioso.

Lucius y Rabastan obedecieron sin rechistar. Fueron por los pasillos sin emitir palabra, asustados del humor de su Señor.

Se detuvieron en la entrada de la prisión. Voldemort se quedo viendo con interés el piso. Lanzó un hechizo y pronto se reveló una luz oscura.

Malfoy y Lestrange no se atrevieron a cuestionar nada.

El Señor Oscuro sonrió con malicia. Abrió la puerta y fue a la celda en la que estuvo Lily Potter. Volvió a lanzar el encanto emitido con anterioridad y de nuevo apareció una luz negra.

—Un nigromante.

—¿Señor? —inquirió Malfoy.

—Uno de los malditos Potter es un nigromante. O alguno los ayudo a salir. La luz negra indica que no se realizó magia, sino que se destruyó.

Ambos mortífagos se miraron entre sí.

—Nueva orden. Entre los miembros de la Orden del Fénix, tienen por prioridad capturar vivos a los Potter. ¡Informen a todos!

—Sí, Señor —respondieron ambos hombre al mismo tiempo. Huyeron del lugar, de la ira de su líder y de la posibilidad de que fueran puestos bajo la maldición cruciatus.

Voldemort vio al par de idiotas alejarse. Hizo una mueca preguntándose si cada generación de magos se volvía más estúpida.

Volcó su atención de nuevo a la posibilidad de tener en sus manos a alguien que tenía contacto con la muerte y que, con mucha probabilidad, podía ver el futuro a través de las extrañas de los no vivos.

Capítulo I
(parte I)

Tenebrae: los cirios han sido encendidos