Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad de Rumiko Takahashi.
Este fanfic participa en "Reto 5 días – Declaraciones extrañas del Foro ¡Siéntate!"
¡Maldito Gusano!
Kagura tomó aire con tranquilidad y se dejó rodear por los rayos del sol que entraban por la ventana de la cocina, alcanzando su cuerpo, sentada frente a la barra y desayunando con parsimonia. La calidez matutina la tranquilizó, a pesar de que no le gustaba el calor y el saco guinda de su uniforme escolar avivaba la sensación de los rayos sobre su espalda. La mañana se le antojaba extrañamente linda. El cielo estaba despejado, el sol brillaba pero no lo suficiente para cegarla, pero no le importaba, ese día lo pasaría bien y todo le saldría perfecto. Nadie iba a arruinarle el día, ni siquiera sus dos primos, aunque estos se empeñaran. Era una fecha importante para casi todo el mundo, menos para ellos, al menos, para Kagura así fue, hasta ese día.
La muchacha mordió su pan tostado y saboreó la mermelada de fresa, mirando hacia el frente con semblante aburrido. Sólo la presencia de su primo Byakuya, hurgando en el refrigerador, la distrajo de su sereno estado justo cuando este cerró la puerta de la nevera con el pie, al tiempo que se daba la vuelta, encontrándose con Kagura.
—¿Quieres? —le ofreció a su prima, extendiendo hacia ella una manzana de buen tamaño e intensamente roja. La chica la miró con cierta pereza. Se sentía satisfecha con las dos tostadas que ya había comido, pero la gula la tentaba.
—¿Qué? ¿Ya no hay manzanas verdes? —inquirió.
—Creo que Naraku se las terminó— su primo se encogió de hombros al tiempo que Kagura gruñía.
—Ese imbécil. ¡Ni siquiera le gustan las manzanas! —se quejó—. Sólo lo hace para molestarme.
—Bueno, pero, ¿la quieres o no? Es la ultima —preguntó el muchacho con cierta desesperación al ver que Kagura no tardaba en despotricar contra su hermano, como casi siempre lo hacía cuando su nombre sonaba.
—Déjala ahí —pidió mirando a un lado de su plato—. Me la comeré de camino a la escuela.
Byakuya torció la boca decepcionado y desvió la vista, como buscando qué hacer. Kagura estaba demasiado relajada –a pesar del asunto con Naraku y sus manzanas- que no se dio cuenta de los raros gestos de su primo.
—Yo digo que te la comas de una vez. Puede que el metro esté muy lleno y no vas a comerla a gusto —insistió Byakuya. Kagura iba a decir algo, pero en ese momento se escucharon unos fuertes pasos irrumpiendo en la sala. Enseguida, Naraku atravesó la puerta de la cocina con su prepotente postura, ya vestido para irse a la universidad. No saludó a nadie y pasó de largo tanto a su hermano como a su prima. Kagura rodó los ojos, fastidiada por la presencia de Naraku, pero no dijo nada. Sólo quería pasar desapercibida frente a él, que no la notara y no la molestara y así poder hacer libremente lo que quería hacer ese día. Era muy importante para ella.
Naraku, sin hacer mucho caso a sus acompañantes, abrió un momento el refrigerador, miró unos instantes dentro y chasqueó la lengua al no encontrar nada que le apeteciera.
—¿Quién se terminó la mermelada? —espetó al ver el frasco de vidrio vacio. Kagura intentó hacerse loca y rápidamente se metió a la boca el último pedazo de pan tostado, con la dichosa jalea untada en él, antes de que su primo se diera cuenta.
—Fue Kagura —soltó Byakuya, apuntándola.
—¡Maldito chismoso! —balbuceó. Se tragó todo el bocado dentro de su boca y por poco se ahoga, pero en ese momento Naraku se puso a un lado de Kagura y sin decir nada, tomó la manzana que descansaba junto al plato, y le dio una gran mordida, mirando con prepotencia a su prima.
—¡Oye, esa manzana es mía!
—Querrás decir que era tuya —contestó Naraku con simpleza. Aquello era cosa de todos los días; Byakuya estaba acostumbrado a las discusiones entre ese par de locos, discusiones que podían ser por una nimiedad como una manzana o un frasco de mermelada, hasta por cosas más serias como aventarse en cara las cosas más incomodas del otro hasta que pareciera que iban a matarse. Regularmente, Byakuya las disfrutaba, era divertido verlos pelear, en ocasiones parecían una vieja pareja de casados, pero esta vez el chico veía con cara de espanto cómo su hermano mayor mordía la manzana como si nada, demasiado distraído en su pelea de miradas con Kagura como para notar el por qué Byakuya había insistido tanto en que ella la comiera.
Tenía que salir corriendo de ahí, y rápido, o prácticamente perdería la cabeza.
Naraku dio un mordisco más a la fruta, pero después de masticarla un poco, se detuvo en seco cuando sintió un extraño sabor y una textura desconocida dentro de su boca, palpando con la lengua.
—¿Qué caraj…? —Bajó la mirada a la fruta a medio morder. A su vez, Kagura se percató del pequeño agujero que esta tenía en el otro extremo que Naraku no había mordido.
—¡Qué asco! —gritó la chica a la vez que Naraku dejaba caer la manzana y corría al lavabo para escupir el trozo de fruta. Entre los restos, vio los pequeños pedazos medio masticados de un gusano, y pudo escuchar a Kagura pegar un grito de repulsión cuando esta vio al gusano sobresaliendo entre el interior blancuzco de la manzana, ya inmóvil, y con algo viscoso saliendo de la herida que lo había partido a la mitad y finalmente matado. Kagura entendió por qué Byakuya había insistido tanto en que la comiera, mientras Naraku estaba odiando a todo el mundo y con ganas de matar lo primero que se moviera, deseando más que nunca un cepillo y pasta dental.
—¡Eres un idiota! ¡Por eso querías que la comiera! —Kagura empujó a Byakuya y este levantó ambas manos en señal de paz, o tal vez pidiendo misericordia. Usualmente le tenía más miedo a Kagura que al propio Naraku, pero definitivamente, esta vez, Naraku estaría más iracundo que su prima. Estaba seguro, Naraku lo colgaría de las pelotas.
—¡¿Quién de ustedes fue?! —Exigió saber Naraku mientras se lavaba la boca con un chorro de agua—. ¿Fuiste tú, Kagura, verdad?
—¿Yo? A mí ni me mires. Fue el idiota de Byakuya. —Lo apuntó—. Esa manzana era para mí, él me la dio… pero bueno, tú fuiste el que se la comió. —Esta vez lo miró desafiante—. Eso te pasa por cabrón. Pero gracias. —Se sonrió triunfal, haciendo que a Naraku le hirviera la sangre. No todos los días Naraku caía en las trampas y bromas que hacía constantemente su hermano menor, y mucho menos por un descuido como ese.
Naraku le reclamó algo a su hermano, algo de que ojalá no fuera alérgico a los pelos de tarántula (en una clara advertencia de que un día de esos, le pondría bajo las sábanas a su peluda y exótica mascota de las selvas de Brasil).
—Es que he estado viendo Death Note. Me gustó lo de las manzanas y eso de la dominación mundial. Y pues, la oportunidad se presentó. —Se quiso excusar el chico mientras Naraku seguía lavándose la boca de manera casi obsesiva.
En ese momento el celular del mayor de los tres comenzó a sonar. Estaba por secarse cuando Kagura alcanzó el teléfono y vio el registro de llamadas con curiosidad y ganas de encolerizar a su primo mayor. Estaba con la ventaja, y no siempre se le presentaban oportunidades donde Naraku fuera el afectado. Al final, resultó ser Tsubaki, la novia de Naraku. A pesar de que la detestaba, contestó fingiendo cortesía.
—¿A Naraku? Sí, claro que te lo paso. Sólo espera, está vomitando. —Naraku gruñó, quitando de en medio a Byakuya y arrebatándole a Kagura el celular.
—¿Por qué dijiste eso, tarada? —le reclamó a su prima antes de contestar.
—Porque me caes mal.
Naraku no tuvo tiempo de contestarle nada o hacer pagar a su hermano. Atendió la llamada de su novia. Byakuya y Kagura se le quedaron viendo mientras este se alejaba unos pasos, buscando privacidad. Usualmente, Byakuya le estaría gritando cosas o haciéndole burla, pero en esos momentos estaba en una situación delicada con su hermano después de haberle jugado esa broma, involuntariamente.
—Sí, claro —murmuró Naraku al teléfono—. No, ¿por qué? —dijo después, atrayendo la atención de los dos chicos, quienes trataban de adivinar de qué hablaban.
—¿Qué? —soltó el joven después de unos segundos, con un raro tono de voz—. ¿De qué hablas? Eso no… —El volumen aumentaba conforme las palabras salían de su boca, pero no daba indicio alguno de lo que hablaba con Tsubaki. En este punto, Byakuya y Kagura se miraron desconcertados
—¿Estás de broma?¿Así nada más? ¿Pero por qué? —Quienes escuchaban la conversación, al menos la parte de Naraku, entrecerraron los ojos—. ¡No me jodas! ¡Pues entonces vete al diablo, Tsubaki! —gritó al teléfono, para enseguida cortar la llamada, provocando que Byakuya y Kagura saltaran en sus lugares y miraran contrariados a Naraku. Al parecer, se había peleado con Tsubaki, lo cual les pareció muy extraño, porque aunque hacían una pareja extraña, tenían dos años de novios, y muy pocas veces habían peleado, aunque ambos sabían que lo que los unía era más bien el odio mutuo que sentían por cierta chica llamada Kikyou, compañera de Tsubaki en la universidad.
Naraku parecía alterado y confundido, como si no encontrara explicación a algo. Miró hacia un lado, después al teléfono, y lo metió sin cuidado al bolsillo de su chamarra, para después caminar hacia la barra. Kagura pudo escuchar que respiraba con potencia, como si intentara calmarse.
—¿Qué pasó, Naraku? ¿Te peleaste con la altanera de tu noviecita? ¿Y en día de San Valentín? Qué patético —se burló Kagura, recibiendo una mirada fulminante por parte de su primo. Para su sorpresa, él pareció calmarse de un segundo a otro, y esbozó una maliciosa sonrisa.
—No te pongas celosa, Kagura. Como no tienes novio, si quieres, yo te puedo sacar hoy a pasear, para que no te sientas tan sola —respondió Naraku recargándose en la barra. A Kagura se le deformó el rostro y lo miró irritada, a su vez echándose hacia atrás en la silla.
—Sí, Kagura, a ver si así se te quita lo amargada. —Lo secundó Byakuya, ganándose una mirada asesina por parte de su hermano, quien por poco casi olvida que estaba ahí y del mal rato que lo hizo pasar.
—Tú cállate, Byakuya, que aun no termino contigo. —El aludido se encogió un poco en su lugar, para enseguida recobrar la postura y sonreír de la misma manera que su hermano mayor. Si de algo podía presumir, es que sabía convertir los momentos más angustiosos en toda una broma. Así se llevaba con la vida.
—Está bien, Naraku. No volveré a decirle cosas feas a tu nueva novia. —Sus miradas fulminantes no hicieron que se detuviera—. No se preocupen. Tsubaki no tiene porque enterarse de nada. Yo seré su celestina. ¡Todo sea en el nombre del amor! —exclamó poniendo una mano en su pecho con fingida solemnidad, pero lo único que se ganó fueron un par de insultos de Kagura, acusándolo de degenerado, y un fuerte zape que hasta lo despeinó, cortesía de Naraku.
¿Qué tal? Aquí estoy de nuevo fregando con mi pareja favorita (les juro que ya comienzo a sentirme culpable), esta vez con algo un poco diferente. Es la primera vez que participo en algo de un reto de cierta cantidad de días, pero me he divertido escribiendo sobre esto, a pesar de que la comedia del fic (aunque le puse humor como segundo género) esté medio flojo, al igual que las insinuaciones que debe haber en cada capítulo. Es que si lo pongo muy obvio, no sé, siento que sería mucho OOC.
Oh, por cierto. Sí, Tsubaki es novia de Naraku xD lo siento, es que, si me imagino a Naraku en tiempos modernos, siento que hubiera sido novio de Tsubaki (me gusta también con Yura Sakasagami… pero creo que Yura se habría enamorado, más bien, del cabello de Naraku xD).
En fin, no tengo nada que aclarar. ¿Alguna vez han mordido una manzana con un gusano? Yo no, no sé si a alguien le haya pasado xD pero es posible, ¿verdad? Es que a Naraku también le tocaba joderse.
Y pues nada, espero les haya gustado el primer capítulo, que por cierto, estarán relacionados entre sí.
Muchas gracias por leer n.n
Me despido
Agatha Romaniev
