Californication
Capítulo 1
Sueños de California
Entonces el anunciador habló con voz ronca y profunda, mientras cerraba los ojos y me mentalizaba, para el show más importante de mi vida… De la noche.
¡Safe & Sound presenta a Gema!
Desperté de golpe, sobresaltándome.
Mi vida era una porquería, más hacía todo lo posible por no quejarme. Desde la cama matrimonial — la cual no compartía con absolutamente nadie— extendí la mano hacia la mesa de mi derecha para tomar y encender un cigarrillo. Eran principios de diciembre y hacía un poco de frío afuera. La caja de cigarros estaba casi vacía pero afortunadamente aún quedaban dos. Me costaba un poco girarme lo suficiente como para fijar mi vista en el reloj digital, eran las 9:30 pm por lo que significaba que es hora de irme al maldito trabajo.
Me miré al espejo y noté a la chica delgada y pálida que estaba como reflejo. Su cabello era de color negro pero extrañamente a la luz del sol, tenía rayos castaños y rojizos, era como una vez me preguntaron, ¿Tienes tinte tornasol en el cabello?, no, yo jamás había pintado mi melena.
La primera vez que había escuchado eso, de verdad me había desconcertado. Mis ojos se fijaron en su cuerpo entero desde el espejo veneciano que me había heredado mi abuela y mis pupilas verdes se ubican en la cintura estrecha de la chica, herencia de la genética de su madre. Los labios gruesos de color rosa pastel esbozan una leve sonrisa triste.
Suspiré, sabiendo que sería completamente linda si mi estilo de vida fuese diferente y hablar de mi misma como tercera persona me hacía una perfecta loca. Tomé unas bragas ajustadas, un sostén que de cualquier manera no serviría de nada usar, loción para el cuerpo, pintalabios y zapatillas Gucci, tacón de aguja negros de número 10, muy altas para hacer resaltar mis torneadas piernas, vaqueros ajustados, una blusa de cuello redondo y una chaqueta de piel negra. En el suroeste del país: California, Los Ángeles para ser exacto es donde yo vivía.
The Golden State, era muy popular todo aquello de las estrellas de cine. ¡Eureka! Salí de mi departamento, un lugar bastante bonito de dos habitaciones— uno con balcón que era el que yo ocupaba—, un baño, cocina amplia con comedor y una sala. El lugar era céntrico y me lo permití pagar para después de ahorrar lo suficiente para una meta personal que tenía hace mucho tiempo. Mi departamento se ubicaba cerca del Parque y el Faro de Point Fermin: estaba ubicado en lo alto de la costa del Océano Pacífico. Point Fermin frecuentemente era olvidado por los visitantes, lo que lo convertía en un lugar casi propio y calmado. Pero ese fabuloso parque de 37 acres de extensión y sus telescopios antiguos operados con monedas, ofrecían algunas de las mejores panorámicas en toda la costa, mientras que el Faro, era el lugar perfecto para tomarse la fotografía de "yo estuve aquí". Mi paraíso cerca del infierno.
Subí al auto y puse a Guns N' Roses. Mi historia no era muy complicada. Había llegado desde Aspen, Colorado para poder triunfar en aquella ciudad llena de estrellas de Hollywood, alfombras rojas, Oscar, champán cara, muchos novios y limosinas cargadas de joyas…
La vida te daba una patada en el culo cuando sabes que se necesitaba algo más que talento para triunfar o no precisamente, porque a veces las personas subían a zancadas por una de dos cosas, la primera: dinero, sin él estabas jodido y la segunda, sexo pervertido. Sí yo había llegado con la ilusión de conseguir un marido guapo, rico y joven para que me lanzara a la fama, definitivamente estaba loca. Las estrellas como James Franco, Brad Pitt y mucho menos Taylor Lautner jamás se atreverían a salir con una chica como yo. Por eso en resignación, tras haber fracasado un año entero en busca de castings para programas de televisión y luego de hastiarme del café para sujetos pretenciosos — sabiendo que ni locos me llamarían de Hollywood — decidí sacar mi vida delante de una manera en la que me desenvolvía perfectamente bien.
En el Este de Los Ángeles, había un bar/discoteca/stripper para altos ejecutivos mayoritariamente jóvenes. Gracias a Dios, yo solo cumplía con la función de ser bailarina de altas mesas con diferentes temáticas cada noche. A veces Larry, el dueño del bar, ponía temas extraños como Noche de cárcel, De vuelta a los 80's, Tropical Sex Dance o algún atuendo acorde que nos obligara a las chicas a usar ropa como segunda piel y que los Juniors, como les habíamos puesto algunas, disfrutaran para ver. Algunas veces, los clientes quedaban fascinados al vernos bailar y pedían bailes privados, que evidentemente eran mucho más caros pero ninguno se quejaba, claro, podridos de dinero ¿Por qué lo harían?
La regla número uno:
Jamás prostituirse ni ofrecer servicios sexuales de cualquier índole al cliente, dentro del local.
Bajo ninguna circunstancia, ninguna podía prostituirse ni mantener cualquier tipo de contacto sexual dentro del lugar. Aquello, según a palabra de Larry, era un club de entretenimiento sofisticado, no un tugurio de mala muerte. Si alguna chica decidía hacerlo, tenía que hacerlo bajo su responsabilidad y decisión propia. Si era contagiada o embarazada, no debía presentarse más al lugar o sería liquidada del trabajo sin ningún beneficio.
Era mejor ser bailarina que prostituta en mí pensar, la denigración por un par de dólares no era lo mejor de todo, yo lo sabía y no volvería a hacerlo, y para mí esa regla, era más que valiosa e importante.
Los días más atestados eran los fines de semana y a veces era desagradable notar que ancianos entraban al bar queriendo manosear chicas solo por estar ahí y tratarlas como un maldito objeto. Ok, era un bar pero teníamos dignidad, ¿no? Afortunadamente, teníamos a nuestro lado al Gran Jake. El Gran Jake, o Jake como solo yo le decía para que no se le subiesen los humos a la cabeza, era el guardaespaldas de todas las bailarinas. Si alguien quería propasarse, él nos defendía y por supuesto, nadie se le enfrentaba. Jacob Trebort, medía cerca de 1.80 metros, musculoso, bien fornido y muy joven. Tenía 23 años y estudiaba Ingeniería mecánica en la universidad de California, UCLA. Trabajaba en Safe and Sound — nombre del lugar — para solventar sus estudios aunque eso ya casi debía acabarse después de su graduación y notablemente, uno de sus hobbies favoritos era ejercitarse, ya veía yo que le ponía mucho empeño.
— Hola guapa — me saludó en cuanto llegué en mí Honda CRX año 1991 color negro de segunda mano pero muy cuidado, el cual había logrado pagar por las altas propinas que a veces se dignaban a dejar. Llegar ahí me llevaba media hora de viaje, un par de kilómetros y al menos dos cigarros. No era el mejor trabajo pero definitivamente ganaba mucho más que cuando había intentado trabajar en un maldito Starbucks.
— Hola, Jake — contesté apagando el auto y sacando mi maleta sobre el hombro mientras apagaba el cigarrillo con el tacón — ¿qué tal la noche?
— Fría — respondió sonriendo y se cruzó de brazos. ¡Hola bíceps!
Regla número dos: no confraternizar en el trabajo.
Entré sonriendo y le besé la mejilla dejándole el labial rojo perfectamente marcado. Yo quería a ese hombre como mi hermano y me había ayudado en múltiples ocasiones, el cariño se lo había ganado. Cuando yo había llegado sin ningún centavo, me permitió vivir en su pequeño apartamento el tiempo suficiente para seguir adelante y aunque la idea no le gustó, me consiguió trabajo en el bar siempre con la promesa de que me mantendría vigilada en todo momento. Siempre había creído que Jake había desarrollado sentimientos por mí pero jamás me lo dijo y yo, decidí dejarlo de lado.
— Trataré de usar más ropa — dije en forma de broma local y le guiñé un ojo.
— Suerte, nena— me deseó y me despedí de él con la mano sin girarme.
Entré a los camerinos que se encontraban en la parte de atrás del escenario. Algunas ya estaban listas para salir a bailar o calentar. Una rubia casi pelirroja muy bonita se maquillaba con pequeños pincelazos las mejillas, su cabello medio rizado caía con gracia en su espalda y usaba un labial de color rojo fuerte que acentuaba su piel blanca, Rosalie Nicole Harper, mi mejor amiga de 24 años, vestía un pantalón ajustado que acentuaba su trasero y un top de color negro que dejaba al descubierto su piercing en el ombligo.
— ¿Cuál es el tema de hoy, rubia? — pregunté dejando mis cosas al lado de ella, frente un enorme espejo con bombillas alrededor que simulaban a los que usaban en los estudios de filmación en Hollywood. Sí, Larry era un imbécil burlista mata sueños, pero buen sujeto.
— Noche de nenas — dijo alzando los brazos como chica quien va al antro a bailar, lo raro era que lo hacía cada noche y seguía emocionándose.
— ¿Antro de Juniors? — Inquirí mientras comenzaba a poner la base del maquillaje.
— Así es, nena. Hoy vienen los Juniors — celebró levantando y meneando su trasero respingón. Rose era una de las muchas que soñaban salir de ese tipo de vida, casarse con un prospecto muy estereotípico — guapo, joven y rico — que la llevase lejos de ahí. Los días Juniors la emocionaban.
— Sabes que Larry estará sobre ti como águila al acecho.
— ¡Que le den! Yo quiero seguir buscando, Bella… El chico de mis sueños puede entrar esta noche al bar y enamorarse de mí… — suspiró teatralmente con ambas manos en forma de plegaria sobre su mejilla izquierda— amor a primera vista.
— ¿No crees que exageras? En Safe and Sound solo buscan chicas para engañarlas y tener un buen polvo o follarlas hasta saciarse, si es que lo hacen… — sí, yo era una chica mal hablada desde que había dejado mi pueblo donde absolutamente no tenía a nadie. Mi única familia, había fallecido. La abuela Marie era mi tutora después del accidente aéreo del 911 de mis padres, solo me aferraba a Mathew, mi estúpido y primer novio por haberle dado mi castidad — estúpidamente— y por sentirme sola, luego de su traición con mi mejor amiga del instituto, yo no tenía motivos para quedarme.
— Vamos Colorado, ¿No te da curiosidad pensar que el hombre de tus sueños quizás este por ahí… Esperándote? — Y me abrazó por la espalda colocando su mentón en mi clavícula izquierda mientras nos veíamos en el espejo—. Sólo piénsalo, Bella… Hoy podría ser nuestra noche.
— Siempre dices eso, Rose… — me quejé mientras intentaba ponerme rímel, pintalabios y colocarme el antifaz. Sí, yo no quería ser reconocida por nadie porque nunca viviría de eso, algún día me marcharía de ahí después de derrochar mi juventud y en algún momento — si es que alguien se fijaba en mí — buscaría sentar cabeza y alguien le diría: ella era una prostituta de Safe and Sound, aunque no nos prostituíamos, nunca nos decían bailarinas precisamente. Era mejor guardar identidad y eso le traía misterio al asunto del baile y a la vez fascinación. Así que yo era la mejor pagada y solicitada para bailes privados, aunque me daba el lujo de rechazarlos si así lo quería. Larry no se opuso y mi precio se elevó. Mierda, me sentía como un pedazo de bistec jugoso.
— Cinco minutos — nos gritó Paul, un chico de 25 años con cuerpo de ensueño musculoso, completamente follable, instructor de gimnasio y baile, encantador, respetuoso… Desafortunadamente gay. ¿Por qué naturaleza? ¿Por qué? —. Hola, Bells… Wow… Vestida para matar, nena.
— Gracias, ángel — dije luciendo unos leggins ajustados de cuero, botas de pico costosas de 10 cm, una polera de botones y cabello salvaje suelto— ¿Cómo me veo?
— Hermosa…— y casi pude jurar que había sonado como un chico heterosexual, ya que él prefería dejar su lado masculino intacto. A veces creía que solo fingía para vernos en bragas— Los matarás— y me miró pensativo—. ¿Sigues pensando en tu futuro amoroso, Bella?
— La vieja historia… — respondí con tristeza.
— Esa rubia — dijo molesto sabiendo que ya no estaba presente o ella le patearía el trasero— no debería hablarte de eso antes de salir, pierdes el brillo, hermosa.
— No pasa nada — respondí sonriendo mientras lo tomaba de la mano— ya se irá todo…
— Bueno — contestó comprensivo — a bailar Bella… — y se retractó—. Perdón… Gema.
Sí, ese era mi nombre de bailarina, para nada y ni loca usaría mi verdadero nombre. Todas los preferíamos así, sin identidades ni caras, solo bailes en una pista que serían como sueños en el escenario.
El lugar se llenaba lentamente, eran cerca de las 11:35 pm. Larry puso un poco de música, Kangoroo Court de Capital Cities. Me subí a una alta plataforma y dejé que la música me llevara lejos. Comencé a mover las caderas de manera lenta.
No me gustaba ser igual a las demás en el aspecto que, todas las chicas parecían querer hacer un apropiado baile exótico frente a todos para saberse después disponible en un baile privado, uno que definitivamente ya estaban adelantando. Yo dejaba lo mejor para los clientes que pagaban para verme y cualquiera que supiera como se manejaban las cosas en Safe and Sound, sabían que las mujeres que trabajaban ahí, tenían algo diferente al resto. Todas — porque también mujeres asistían al club — llevaban antifaz, pero Las Joyas, como nos había puesto Larry, llevábamos pulseras o antifaces más llamativos. Plumas más fosforescentes o más oscuras, la clientela llevaba antifaces más opacos, siempre para marcar la diferencia y evitar confusiones pero si no lo querían llevar eran totalmente libres de hacerlo.
Comencé a menearme como si fuese una chica que pagaba para entrar y bailar. Disfruté cada nota mientras cerraba los ojos y me mordía los labios, recogía mi cabello por detrás de mí nuca y me lo dejaba caer y cuando de nuevo los abrí, las luces estrambóticas comenzaron a moverse de manera rápida y sentí la mirada penetrante de una persona desde el piso VIP. Rápidamente ubiqué el lugar y él me sonrió.
Era un hombre rubio de cabello corto que vestía una camisa de manga larga color azul y pantalones negros de vestir. Hola formalidad. Yo — como conocedora del arte de la seducción — hice como que no lo vi. Un rato más tarde, la música cambio a Gorilla de Bruno Mars y a mí por supuesto que los beats lentos se me daban a la perfección. Me deslicé por el lugar como si aquello me provocara un sutil orgasmo y como bien sabía, él se removió incómodo de su lugar por mi provocación. Rose comenzó a acercase a mí lentamente sin dejar de bailar y me susurró al oído.
— Parece que eres el centro de la noche. ¿Ya notaste quién te está mirando?
— Sí, pero no sé quién es — respondí moviendo la cadera de manera serpentina con lentitud y dándole la espalda.
— Es Jasper Smith, de corporaciones M&C. Un Junior en toda la extensión de la palabra. Creo que alguien hará un privado — me codeó sutilmente guiñándome un ojo.
— ¿Le has hecho uno tú? — pregunté tratando de saber con quién me metía y no meter la pata.
— No, pero Lucy sí. Dice que primero te invita un Cosmopolitan, y tratará de llevarte a la cama pero sabe dónde detenerse, o eso creo. No le gustan los escándalos.
— Ok — respondí al mismo tiempo que ella se alejaba y murmuraba suerte.
Paul, a veces ayudaba también en el servicio de meseros por lo que las chicas corrían solo para verlo en camiseta sin mangas, pantalones de vestir y una pajarita. Ilusas. Se acercó a mí de manera lenta y yo bajé la cabeza para escucharlo.
— Nena, la mesa 1 de la zona VIP te solicita. ¿Estás de acuerdo?
— Claro — respondí guiñándole un ojo.
— ¿Cosmopolitan, hermosa? — preguntó sabiendo lo que el cliente me ordenaría.
— Sin alcohol, por favor — sonreí y bajé de la mesa.
Regla número tres: No beber alcohol mientras trabajas. Evitas problemas al por mayor cuando se está sobrio.
Caminé de manera sensual acomodándome de nuevo el antifaz y me mordí la boca.
A engañar otro imbécil, charlar como si me interesara su patética vida, adular traseros, bebidas caras sin alcohol, un baile erótico privado y las gracias después de haber cobrado, pensé.
El hombre estaba acompañado por otros dos más, los cuales ya tenían a chicas a los lados, Sandy una morena bajita de piernas fantásticas y Laila, una pelirroja pecosa de piel blanca y pechos grandes. Yo le sonreí y él me ofreció asiento.
— Hola — saludé como quien no quiere pero con simpatía.
— Hola — ronroneó cerca de la piel de mi clavícula creyendo que eso me excitaría. Equivocación total—. ¿Cómo te llamas?
— Gema — respondí coqueta mirando su antifaz totalmente, centrándome en la parte de su frente como si lo viese a los ojos. Las chicas que "miran a los ojos" son seguras y atraen a los hombres, sino puedes hacerlo, mira su frente… Hará más fácil el trabajo y evitas intimidad innecesaria.
— Que nombre más bonito… Tan bonito como el de tus amigas, Esmeralda y Ángela— comentó bebiendo de su Martini seco. Si claro, ellas se llamaban así.
— Gracias… Eres muy amable. ¿Cómo la estás pasando?
— Bien, ahora que estás aquí — comentó pasando el brazo tras mi espalda y yo hice un movimiento imperceptible al separarme. Gracias a Dios, Paul llegó con mi bebida.
— Aquí está la bebida para la señorita— murmuró dejando la copa sobre la mesa sin mirarme.
— Te ordené un Cosmopolitan, cariño. Espero no te moleste— sonrió.
— Para nada — respondí acomodándome el cabello y moviendo los hombros de manera coqueta. Paul rio por lo bajo cuando se retiraba y solo yo lo escuché, gracias a Dios. Idiota.
Hice aquel ritual tan característico y Jasper — como me pidió que lo llamase — me invitó a bailar. Tenía que decirlo, el hombre era un asco bailando pero hice sentirlo como el Dios de la pista. Después de varios tragos, por supuesto que intentó seducirme. Me decía palabras muy cerca del oído excusándose que el volumen de la música era demasiado alto. Al final, como no logró nada, me pidió lo que yo estaba esperando.
— ¿Quieres bailarme?... — susurró con su lengua viperina humedeciéndome el lóbulo del oído. Un lugar peligrosamente excitante pero con ese hombre, nada agradable.
Yo asentí en seguida y lo tomé de la mano caminando a paso seguro a la parte trasera de la pista de baile, donde se encontraban las habitaciones. Michael, un muchacho que cumplía la función de recepcionista para entregar las llaves, me entregó la llave del cuarto número 3. Entramos en silencio, no hacía falta que nadie hablase para saber lo que iba a suceder.
El lugar constituía — dependiendo del cliente, claro estaba que Larry sabía que solo los ricos se permitían pagar aquellos lujos — de un enorme sillón acolchonado, una repisa de alcohol de varios tipos, contados por supuesto para recargarlo en la tarjeta de crédito, una lámpara de color fluorescente y un sistema de sonido sofisticado. Él se acomodó en su lugar y se desabrochó la camisa de los primeros 3 botones y comenzó a beber de un vaso de whisky sin hielo.
— Muévete nena…
Yo sonreí con falsedad y puse play en el sistema de sonido y la canción Feeling Good de Muse se escuchaba como música de fondo y eso me gustó. Comencé meneándome enfrente de él, alargando las piernas con los tacones, marcando cada paso con sensualidad. Imaginé que nadie estaba ahí, solo yo frente al espejo, bailando en mi viejo estudio de ballet en Aspen. Solo era la niña de sueños rosas y pensamientos dulces, la Bella enamorada e hija responsable que iba al instituto y tenía una beca para sacar adelante la preparatoria. Comencé desabrochándome la camisa, un botón cada cierto tiempo, sacando la lengua para remojarme los labios con sensualidad.
— Sí, mami — murmuró con lujuria — te ves tan sensual, Gema.
— ¿Te gusta? — pregunté como si aquello lo hiciese con todo el ánimo del mundo y por gusto.
— Por supuesto— gimió con la voz ronca y a la vez, mi blusa salió volando en su dirección. Abrí las piernas poniendo mi trasero a la altura de su cara y bajé la cabeza meneándome. Jasper trató de tocarme pero yo me moví lo suficientemente rápido para impedírselo. Mi sostén tenía mucha pedrería brillante por lo que resaltaba con la luz fluorescente. Y cuando la música se hizo más rápida, con la punta del tacón de la bota, golpee su pecho haciéndolo hacia atrás y bajando el zipper de mi pantalón. Juguetee con mis dedos en las caderas del mismo, y comencé a deslizarlo por el zona de mi trasero, luego bajando la pierna para sentarme en su regazo.
— Apuesto que quieres hacerlo tú — murmuré mordiéndole la oreja con los dientes y apretándolos con los labios y escuchando un jadeo sordo.
— Sí-í… Me-e encantaría — explicó apretando los ojos. Sentía una potente erección debajo de mí y me retiré abriendo los brazos, quitarme los pantalones claro que aumentaría el precio.
— Hazlo, papi… — le di aquel permiso y por supuesto, obedeció. Tiró de ellos con fuerza y me dejó en ropa interior. Estaba completamente enloquecido, apostaba 500 dólares a que creía que una usaba minúscula tanga pero no, siempre me ocultaba para dejar viva su imaginación. Un bóxer con un moño coqueto en la parte de enfrente. Sabía lo que seguía y viajé en el pasado, donde mi madre me preparaba pastel de chocolate después de haberme caído de la bici. Cerré los ojos, le di la espalda y me comencé a quitar el sostén lanzándoselo sin verlo. Sabía por los sonidos que hacía que comenzaba a masturbarse, cosa que aumentaría el precio por supuesto. De nuevo me centré en la sonrisa de mi padre cuando me cargaba en sus hombros.
— Sí, nena… ¡Sí! — jadeaba como animal.
— ¿Te gusta lo que ves? — pregunté de nuevo girándome y mostrándole mis senos, apretándolos y haciendo jadeos como si desnudarme me encantara.
— ¡Mierda! ¡Sí!
Y finalmente, me bajé las bragas.
— Mami, cuando sea grande quiero ser actriz de cine— ella me sonrió y me acarició el cabello.
— Bella, serás la más hermosa de todas.
Y abrí los ojos como si alguien me estuviese entregando un premio Oscar por la mejor actuación de todas, la misma que repetía cada noche en aquel maldito lugar. El hombre había terminado solo y yo moví las pestañas como si hubiese hecho una travesura.
— Mierda — dijo ajustándose la cremallera— nunca pensé correrme así con solo ver a una chica bailar. ¡Ni siquiera me has tocado y me provocaste el mayor de los orgasmos!
— Un placer — respondí sonriendo y buscando una bata para cubrir mi desnudez. Mentira, más que mentiras, claro que eso no me había dado placer.
Se paró y trató de besarme pero yo me alejé. Sabía lo que quería.
— Deberíamos ir e intentar algo más en otro sitio… — murmuró acorralándome. Mierda este tipo iba a ponerse difícil. Estos eran los contras, cuando el cliente quería más.
— No lo creo — respondí — pero si deseas volver, con gusto nos veremos — y me zafé pero él me tomó por el brazo con fuerza, lastimándome.
— No quiero que me bailes aquí — murmuró con voz ruda — quiero que te muevas por supuesto pero sobre mi polla, muñeca.
— Suéltame— le dije con el ceño fruncido.
— Dame un beso, July — me pidió tratando de forcejearme.
— ¡Aléjate! — chillé empujándolo mientras me apretaba un seno con fuerza.
Y la puerta se abrió de golpe. Jake entró completamente enfurecido hasta el lugar donde me tenía retenida. Yo estaba temblando, asustada y mi protector tomó a Jasper por la fuerza, haciéndolo trastabillar.
— Aleja tus asquerosas manos de ella— y le dio un certero golpe en la mandíbula. Yo cubrí mis labios, aquel puñetazo había retumbado fuertemente. A mi lado llegó corriendo Rose mientras me abrazaba por los hombros y salíamos. Varias chicas se juntaron en la entrada y entramos al camerino. La rubia comenzó a limpiar mis lágrimas y a consolarme.
— Mierda, Bella— dijo mientras enjuagaba mi maquillaje corrido — deberías dejar este maldito trabajo.
— No puedo, lo sabes — sollocé —. Aún me queda dinero por juntar para comprar la casa de mis padres y tener lo suficiente antes de buscar otro maldito trabajo, vivir jodidamente decente. Salir de esta maldita vida es duro cuando no hay lugares donde me paguen por bailar… Con ropa.
Cuando mis padres habían muerto, dejaron la casa hipotecada al banco a causa de algunas deudas. Mi abuela por supuesto había hecho lo imposible por recuperarla. Yo sabía que eso estaba muy difícil y mis trabajos de medio tiempo en Colorado apenas nos alcanzaban para medio vivir. Fue entonces cuando el banco puso en venta el hogar de mis padres y yo me había jurado recuperarlo. Al morir mi abuela Marie e irme de mi hogar, comencé a trabajar primero en el Starbucks sin buenos resultados, luego probé en el bar y me di cuenta que recibía un mes completo de paga que en la cafetería en una sola noche de baile ahí, lo que permitió rentar un lindo departamento, comprar un auto y varios cariñitos para mí.
Si bien mis cuentas eran exactas, yo tenía un poco más de la mitad de la deuda y al finalizar, quizás en medio año más de trabajo; volvería a Aspen por la casa y me libraría de todo aquello. Conseguiría o intentaría buscar un trabajo más adecuado e intentaría rehacer mi vida. Un plan muy bueno pero hasta la fecha, difícil de perpetuar. Pero si yo perdía la casa, compraría un lugar bonito y encantador cerca de San Diego solo por si acaso aunque la idea de ir a Beverly Hills me gustaba sabía que era descabellada, ya que la idea de volver a Aspen y ver a Mathew — posiblemente con Christina— me hacía querer vomitar. Ya no había sentimientos pero no me sentía cómoda.
— Lo sé, cariño — dijo al par cuando Paul llegaba a mi lado trayéndome un vaso con agua— es solo que no nos gusta que vivas esto. Yo — bajó la cabeza — puedo soportarlo nena. Pero tú eres muy dulce, Bella. Aunque te hagas la ruda, es difícil para ti.
No paraba de llorar y agaché la cabeza avergonzada. Estaba descalza sin saber cómo había llegado a quitarme las botas y solo vestía la bata. Segundos después, Jake entró con la respiración jadeante y todos se abrieron paso.
— Jake — dije corriendo hacia sus brazos.
— ¿Estás bien? —. Yo asentí sin parar de llorar—. ¿Te hizo algo el hijo de puta? — negué ahora aferrándome a sus brazos enormes—. Mierda, creí… Creí Bella… — y me apretó en su pecho acariciándome la cabeza—. Debería llevarte a casa…
— Sí, es lo mejor — secundó mi buen amigo Paul—. Seguro Larry entenderá.
Y como invocado, el hombre se presentó. Larry se escuchaba preguntando por mí. Tenía miedo de que me echara aunque técnicamente no había sido mi culpa, yo solo cumplía con un protocolo. El hombre de edad avanzada me miró con gesto serio y suspiró. Jake sostenía mis hombros al acecho de protegerme.
— ¿Estás bien, Bella? — Yo asentí—. Creo que deberías retirarte, ha sido una noche larga para ti — y me entregó un fajo de billetes gruesos—. Tómalo, son $2000.00, le cobré hasta la risa — dijo riendo— nadie se mete con las chicas — comentó comprensivo. Yo lo miré con la mirada cristalina y tomé el dinero, temblorosa.
— Gracias, Larry — dije de corazón. No sabía porque había pensado que él me correría, quizás por el evidente nerviosismo.
— Bien— dijo carraspeando — todos vuelvan a sus puestos, el show debe continuar.
Jake me dio el tiempo suficiente para cambiarme de atuendo. Yo decidí vestir ropa deportiva, pantalones holgados, sudadera y tenis. Me despedí de Rose y Paul en silencio y salí al estacionamiento donde mi amigo me esperaba. Abrió la puerta del copiloto del Honda y después tomó su lugar a mi izquierda, depositando las cosas en el asiento trasero. Mi vista se fijó en la ventana mientras intentaba pensar en algo más. El camino hacia la carretera, comenzó. Todo estaba en silencio en la cabina y yo no pude evitar derramar una lágrima.
— Bella — me llamó y yo me limpié las mejillas—. Bella… — murmuró de nuevo — mírame—. Yo lo obedecí e intenté hacerme la fuerte— ¿Estás bien?
— Sí… — respondí — es solo que... Debo acostumbrarme.
— ¿Acostumbrarte? — Bufó como si aquello fuese una broma de mal gusto—. Sabes que no es la primera vez que sucede — las manos estaban aferradas al volante con fuerza — siempre hay alguien que quiere aprovecharse de ti.
— No pasó nada, Jake. Solo no estoy acostumbrada a ello.
— ¡Ese es el problema! — Gritó — tú no tienes por qué acostumbrarte. Vamos, Bella ¿no pensarás vivir de esto un tiempo más? ¡No mereces esto!
— ¿Y qué carajos quieres que haga? Cuando trabajaba en esa maldita cafetería apenas y comía y medio vivía. ¡Es más difícil de lo que crees! — dije con las rodillas tocándome la barbilla y halándome el cabello con nerviosismo.
Él se tensó perturbado y noté que las calles estaban comenzando a ser conocidas. Cuando nos quedamos frente a mi departamento, Jake estacionó el coche pero no hacía por bajarse. Yo no entendía por qué.
— ¿Qué ocurre? — pregunté desconcertada.
— Bella…— murmuró con la mirada baja— quiero que dejes de trabajar ahí.
— Jake… ¿Qué estás diciendo?
— Te amo, maldita sea— dijo molesto como si hubiese estado insistiendo en algo que yo me negaba a saber o aceptar—. Sé que lo sabes, desde el primer momento, Bella. Te he amado desde el día en que nos conocimos en aquel Starbucks y yo volvía de la universidad. Me enamoré de tus ojos bellos, de tu linda boca, la manera dulce en que hablabas, ¡mierda! No puedo soportar verte así, me está matando.
Parpadee estupefacta.
— ¿Y qué pretendes con…?
— Que te cases conmigo, Bella. Cásate conmigo por amor de Dios. Sé que no tendrías lo mismo que ahora pero no habrías de hacer nada de esto. Tú serías mi mujer y nadie te lastimará e inclusive si eso quieres, pagaría tus estudios para que te superaras sola… Será más fácil cuando esté trabajando…
— Jake — dije incómoda — yo no te…
— Sé que no — completó triste — pero tampoco te pido que me respondas ahora. Solo, piénsalo — y me tomó de las manos. Su cabeza se acercaba a la mía y yo no pude evitar quedarme quieta.
— Debería entrar — sugerí y él se alejó decepcionado. Suspiró y lo pensó un momento, bajó del Honda, abrió mi puerta y me tendió la mano ayudándome con las cosas. Caminamos en silencio hasta la entrada de la puerta de mi departamento y cuando la abrí, me quedé estática ahí. Él suspiró de nuevo con las manos en los bolsillos y moviendo los talones—. Nos vemos después Jake y gracias — murmuré.
— No tienes nada más que agradecer, Bella. Lo hice con gusto. Además, el malnacido se llevó un buen recuerdo mío — dijo sonriendo— tenía ganas de golpear a alguien.
— No sé qué habría hecho si…
— No lo menciones siquiera — dijo serio— porque te juro que ahora mismo ni siquiera tuviese completas las bolas.
— Gracias — dije abrazándolo y me di cuenta de que aquello nos había puesto en una situación incómoda. Me separé rápidamente y él se limitó a sonreírme y acariciar mi mejilla con ternura. ¿Por qué no podía amar a este hombre?
— Descansa, hermosa. Te quiero — y me besó la mejilla, acto seguido se fue caminando hacia la salida del edificio. Yo entré en silencio a mi departamento y me fui recargando en la puerta hasta caer sentada al piso sujetando mi cabeza entre las manos.
Esa noche, bebí tequila antes de quedar inconsciente, tratando de ahogar las penas, el dolor y la impotencia que estaba viviendo.
A la mañana siguiente, desperté con resaca que partía en dos mi cabeza. Me había quedado dormida en el sofá y arrastrando los pies, caminé hasta la cafetera para hacer café negro extra cargado. Recogí el periódico matutino y lo hojee ausente en la página de sociales donde por vez primera, leí con atención.
Tras apenas romper su compromiso de tres años, se captó a la señorita Katherine Denali del brazo del guapísimo actor Noah J. Johnson, ¿dónde quedó el amor?
— Mierda — murmuré — estas tipas cambian de novio tan fácil como desechar un par de bragas. Lo siento por el chico— y dejé de leer en cuanto la cafetera comenzó a hacer ruido y me paré a servirme una enorme taza. Demasiado amargo pero excelente para la resaca que tenía. Como era sábado y fin de mes, no tenía que trabajar tampoco hoy ni en domingo cada 4 semanas, porque Larry nos daba dos días para librarnos de tanto estrés y normalmente, los miércoles por semana.
Me gustaban los días así porque practicaba mis clases de ballet. Después de cinco horas, decidí llamar a Rose para saber cómo estaba. Ella me dijo que genial y que después de mi partida, muchos habían preguntado por mí. Yo decidí no hablar más sobre el tema más y mucho menos de lo que había ocurrido con Jake.
Pasado de las 3:00 pm, me dispuse a salir a comer en un restaurant de hamburguesas que estaba en la 114 S. Central Av. Según el folleto de "Conozca L.A", ese era uno de los mejores restaurantes para conseguir una además de comida asiática y por supuesto, mi lugar favorito y que me permitía pagar de buena gana. Después de mirar el menú decidí pedir la especialidad.
La Spice Table Cheeseburger, constaba de una base de carne de costillas, cocinada en una parrilla con madera de almendros a la que se le adereza con sambal, mayonesa con chalotes, y un par de rebanadas de queso estilo americano en un bollo suave. Me encantaba y estaba é para poder ocupar una mesa y en mi camino, encontré una billetera tirada. Abrí para ver la identificación, si es que la había y me di cuenta de que pertenecía a un tal A. Edward Cullen. El nombre me sonaba conocido pero no recordaba. Frente a mí, un muchacho alto se palpaba los bolsillos desesperado y nervioso que hablaba con la cajera.
— Perdí mi billetera, mierda.
Entonces caminé hasta él y le toqué el hombro.
— ¿A. Edward Cullen? — pregunté y él se giró. Me quedé deslumbrada como idiota, era más que guapísimo. Alto, ojos verdes, labios sexis, cabello castaño, cejas y facciones muy masculinas y atractivas, brazos fornidos y vientre plano. Vestía casual y sencillo aunque juraría que su sola camiseta costaba 4 veces más que mis pantalones despintados, mi blusa de algodón blanca y mi tenis. Me sonrió de manera amable e hizo un movimiento sexi con su mano por el cabello.
— Soy yo A. Edward Cullen — respondió sonriendo como si fuese lo más obvio del mundo pero de manera amable.
— ¿Se le perdió esto? — pregunté alzando la billetera y de nuevo sonrió, haciéndome temblar.
— Vaya, mil gracias — y la tomó—. Estaba a punto de rechazar el pedido por culpa de esto. Gracias — repitió— debería agradecérselo invitándola a comer— sugirió.
Madre santa, el hombre más sexi del mundo me invitaba a comer y yo había decidido salir con mis peores fachas.
— No creo que sea necesario — dije con el arrepentimiento en cada palabra, no me sentía adecuada.
— Insisto — dijo a la mesera que lo miraba perpleja— señorita, cubra lo de la dama también—. Yo movía las manos apenada y comenzaba a dar pasos hacia atrás cuando él me tomó por el brazo con amabilidad. La energía de su caricia me encendió el cuerpo como miles de voltios de placer y ante eso, miró mis ojos desconcertado como si hubiese sentido lo mismo que yo. Pasó saliva en silencio y me soltó nervioso—. Permítame invitarla— carraspeó y pidió amable— su honestidad merece recompensa.
— Yo no pido nada… — contesté apenada— lo hice porque me nació.
— Entonces, concédale al destino el honor de juntar a dos extraños aceptando mi invitación… Le aseguro que cosas maravillosas pueden suceder — murmuró de tono sensual pero no tanto como para decir que estaba flirteando y quererme llevar a la cama. Él parecía un caballero.
Yo tragué saliva fascinada, este hombre me hacía temblar como hoja al viento. Mordí mis labios de forma nerviosa y me perdí en dos esmeraldas verdes. Al final como bien sabía, acepté la invitación y nos sentamos en una mesa no realmente privada pero si definitivamente la mejor y más solitaria. Comenzaba a pensar que esa tontería de no hablar con extraños, era solo una regla que debía romperse con este chico. Al final nos sentamos juntos y la comida no tardó demasiado, el silencio era ya incómodo pero gracias a las papas fritas, que todo se destensó en cuanto la comida estaba en disposición.
— Dígame — dijo rompiendo el silencio mientras intentaba torpemente de abrir los paquetes de cátsup. Bendito día para salir mal vestida y ser torpe—, ¿A quién debo las gracias de la honestidad?
— Yo… — dije nerviosa y parpadeando— me llamo Isabella Anne Linton.
— Isabella… — repitió con ¿fascinación? — ¿Puedo tutearte?
— Claro — respondí — y llámame solo Bella… — le pedí sonriendo.
— Bueno, Bella… Yo me llamo Adrian Edward Cullen— murmuró apenado— Es… Un poco difícil para mí darme estos lujos… Yo…
¿Lujos? Pagar una hamburguesa ¿era realmente un lujo? Me sentí insegura y grosera mirándolo de nuevo con más determinación y luego mirando el restaurant por dentro. Yo estaba segura de que su ropa no parecía ni más ni menos que la de un chico bien acomodado pero ¿qué sabía yo de eso? Era una bailarina exótica que lo más caro que tenía eran unas zapatillas y un carro de segunda mano, pero definitivamente, él no parecía sufrir por causa del dinero.
— No te preocupes — le respondí— no tienes que pagarme nada. Debe ser un momento difícil para ti, económicamente hablando— y metí una papa frita en mi boca. Adrian me miró extrañado y casi de manera estupefacta. Algo pasaba y yo no era consciente de ello. De nuevo se acercó a mí para cerciorarse quizás si estaba bien o consciente de lo que había dicho, pensando que lo había ofendido, carraspee incomoda y acomodé mis manos en mi regazo, no sabía cómo disculparme— lo siento, no quería ofenderte — le juré.
— Tú no lees mucho el periódico, ¿cierto? — preguntó desconcertándome de todo. ¿A qué venía su pregunta? ¡Y cómo carajos sabía eso! Yo apenas y leía la página de sociales porque me llenaba de nostalgia ver a gente del cine triunfando y por supuesto, no veía casi televisión.
— No realmente Adrían — contesté apenada y para mi sorpresa, él sonrió… De manera encantadora.
— Es 'Eidrian' — me corrigió su nombre sonriendo divertido y luego me miró cuando yo estaba más que sonrojada—. Me agradas, Bella… Mucho en verdad… — y bebió de su refresco — y por la comida no te preocupes, en verdad corre por mi cuenta.
¿Qué demonios?, pensé.
— Mejor, háblame de ti. ¿Qué haces?— pidió saber dándole un mordisco a la hamburguesa y luego limpiándose con la lengua los restos de los labios. Yo estaba fascinada con solo verlo sonreír. Pero en cuanto fui consciente de su pregunta, me ruboricé como nunca antes. ¿Qué le iba a decir?
Trabajo en un club nocturno de bailarina y stripper. Sí, lo sé, soy casi una prostituta. Por favor, cuando te vayas ni siquiera me mires y sé silencioso al marcharte. Nunca antes me había preocupado tanto aquello como en ese momento y de nuevo, bajé la mirada con el rubor quemándome, ¿por qué me daba tanta vergüenza que él lo supiera? Claro, porque nunca nadie me había hecho sentir así y aunque no era mío, tenía miedo de perderlo… ¿Qué diablos? —.
— ¿Estás bien? — preguntó preocupado al ver que no contestaba.
Yo parpadee y bebí del refresco.
— Sí, lo siento. Me perdí — reí nerviosa y sonrojada—. Yo amm… — sé honesta, Bella… Mierda… Se honesta…—. Trabajo medio tiempo en un Starbucks cerca del centro de la ciudad.
Mierda. Mierda. Mierda…
— Vaya — dijo sorprendido pero amable — eso es genial. Quizás algún día pase por un café ahí, te vea y te invite uno— rio.
Yo lo secundé nerviosa, era una idiota. Ahora tenía que inventarme una doble vida pero sabía que no iba ser precisamente necesario porque chicos maravillosos como él, jamás se volvían a aparecer en mi camino. Tan solo se convertiría en un lindo recuerdo… Una linda casualidad.
— ¿Y tú? — quise saber para cambiar de tema.
— Bueno, yo estoy estudiando finanzas en Harvard— dijo muy profesional pero a la vez apenado, debía ser muy modesto— acabo de llegar de Oakland por asuntos meramente personales— carraspeo—. Volveré de vez en vez— Yo me quedé estupefacta, le estaba mintiendo a un chico súper inteligente—. ¿Y tú estudiaste? — inquirió.
— Solo la preparatoria — comenté apenada—. Cuando vivía en Aspen, solo vivía con mi abuela y cuando ella falleció hace dos años, me vine a Los Ángeles.
— Lo lamento — dijo y luego parpadeó — espero no ser imprudente pero, ¿tienes alrededor de 20 años?
— Casi 21 — corregí.
Bueno, ¿qué? Trabajaba en un bar y los 18 eran mayoría de edad, todo ese año y medio sirviendo café caro. A los 19 yo había entrado a Safe and Sound con mucho miedo pero con determinación y bajo la protección de Jake. Pero obviamente Adrian no debía saberlo.
— Dios, lo siento — comentó sorprendido — eres casi una bebé.
— Soy legal, no lo olvides — dije en broma apuntándolo con el dedo índice y doblando el pulgar como pistola, pero a la vez seria. Él alzó los brazos en forma de ¡Arriba las manos! y comenzó a reír. No pude evitar unirme.
— Bueno, yo tengo 22 años… — y yo lo miré con cara de Póker— sí, soy muy joven pero también quiero estudiar la maestría, adelantaré cursos en verano y eso.
— Espera… — dije confundida — ¿cómo lograste pagar Harvard? ¿Y cómo pretendes estudiar una maestría? — y ahora estupefacta pensando en el incidente del precio de mi hamburguesa que él se había ofrecido a pagar y todo el rollo de los lujos que se permitía, tenía lógica ahora.
— Becas — respondió enseguida sin mirarme y comió de nuevo.
Eso tenía sentido, mucho en verdad, él debía ser un Einstein de la nueva era para permitirse tener beca que lo ayudase del todo porque aun así, era demasiado caro. La tarde se desenvolvió de manera increíblemente fantástica. Luego de haber comido entre risas y pláticas increíblemente cautivantes, salimos del restaurant y por supuesto, él cumplió su invitación. Me acompañó hasta el auto y yo no quería irme, sentía que jamás lo volvería a ver y eso me entristeció y tuve la sensación de que él tampoco quería marcharse.
— Lindo Honda CRX — me dijo con las manos en los bolsillos.
— Segunda mano — respondí avergonzada— estaba prácticamente en el deshuesadero de la ciudad y lo compré más barato de lo que crees. Jake lo arregló por mí — y mi sonrisa se desvaneció pensándole y recordando la conversación de la anterior noche.
— ¿Jake? — Preguntó repitiendo el nombre un poco desilusionado—. Tu novio…
— No — aclaré más rápido de lo que creí, para cualquier tipo de justificación notando el claro interés que tenía en el tema. Y él sonrió pasando la mano por su cabello de manera nerviosa, como intentando sacar a flote un tema.
— Oye Bella… — y colocó su mano tras la nuca — sé que es demasiado pronto pero… Me gustaría volver a verte — y aquello me asaltó el corazón—. ¿Me darías tu número telefónico? Quizás — comentó nervioso en cuanto yo comencé a recargarme en el auto — alguna vez podamos ir a tomar un café o comer un helado— murmuró—. Estaré por aquí un tiempo, tal vez quieras salir conmigo por la ciudad… Para mostrármela — y me dio ternura la manera nerviosa en que se movía porque ya estaba hablando demasiado.
¿Qué debía hacer? Crear un lazo con él no era del todo conveniente después de las mentiras horribles que le había dicho, pero aun así — consciente o no — comencé a anotar el número en una nota y se lo entregué.
— Me gustaría seguir hablando contigo, Adrian o ¿Prefieres Edward? — y se lo entregué. Él me sonrió fascinado y guardó el papel en la billetera—. Espero no se te pierda — dije bromista.
— Me gustan ambos nombres, pero todo mundo me llama Edward así que me gustaría que tú — enfatizó— me llamaras Adrian— se rio y yo me uní a él por su chispa genuina y luego se puso serio—. Y ni loco lo perdería, contrataría agentes privados para buscar la bendita nota— casi juró y yo me conmoví. Por fin un chico que valoraba más mi número telefónico en un papel que mi cuerpo.
— De acuerdo— murmuré abriendo la puerta del auto y entrando—. Nos veremos después. Supongo.
— Te mandaré un texto en cuanto me acuerde de ti — prometió recargándose en la ventana del piloto y yo sonreí.
— De acuerdo. Cuídate mucho… — le pedí con el corazón en la mano— y gracias por la comida.
— Gracias a ti…— murmuró cerca de mí — por permitirle a este extraño, el placer de conocerte…
Yo me ruboricé y encendí el auto. Cuando avancé lo miré por el retrovisor y noté que me observaba alejarme en la distancia. Me sentía como una niña de 15 años en su primera cita y me mordí la boca reprimiendo una enorme sonrisa. Mi teléfono comenzó a vibrar de la nada anunciando un mensaje de texto de un número desconocido en cuanto el semáforo se puso en rojo.
Anne, (me gusta tu nombre, ¿lo sabes?):
Te prometí mandarte un mensaje en cuanto pensara en ti. Permíteme el honor de disfrutar tu compañía una vez más… ¿Qué te parece un café el lunes? No todos los días tengo el lujo de conocer a alguien como tú… A eso me refería en el restaurant…
Un ansioso, impaciente no psicótico A. Edward Cullen.
Si alguien me hubiese visto, de seguro hubieran dicho: ¿Ya vieron a la tonta de la sonrisa enorme, ¡que está deteniendo el tráfico!? Me sentía feliz incluso sabiendo que los demás estaban enojados por la espera y el claxon de los demás autos sonaba fuertemente, así que aparque el auto cerca de la acera y comencé a escribir la respuesta.
A.
E. C. :
Sería un honor tomar un café contigo y es sorprendente la manera en que pensamos lo mismo, porque es cierto… No todos los días uno tiene el lujo de conocer personas como tú.
El lunes a las 5:00 en Fountain Coffee Room está ubicado dentro del hotel Beverly Hills Hotel (si ese Beverly Hills hotel)
Una encantada y honorada Anne.
P.D También me gusta tu nombre.
A los pocos minutos él contestó:
J ¿No Starbucks? Encantado. Café el lunes con la chica del Honda CRX y la sonrisa linda. Con suerte podamos conocer a alguien famoso mientras comemos sándwiches fríos.
Un hombre cuyo nombre favorito es Adrian ;)
Casi pude escuchar la canción de victoria de Best day of my life de American Autors mientras bailaba al sonido del banyo y movía los pies al estilo country. Sacudí las manos en son de victoria y leí de nuevo el mensaje, cuando me detuve en la palabra Starbucks, la culpa cayó sobre mis hombros hasta la última frase: sonrisa linda, como 10,000 toneladas de mentiras.
— Mierda, ¿qué hice? — dije recargando la cabeza en el claxon haciéndolo sonar de manera estruendosa.
Primer capítulo, nenas.
¿Qué les pareció?
Este nuevo fic, será interesante ;)
Nos leemos la próxima semana :D
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