disclaimer: los personajes aquí utilizados no me pertenecen, todo lo demás sí. Cuidaíto conmigo.

aviso: Este fic participa del Reto Semi-anual "Arriésgate a escribir un crossover" del foro Dangerous Liaisons.


JOLLY ROGER

capítulo 1

.

I can give you a list with people who've underestimated me. None of them have made it a second time.

The Originals.

.

.

1715, Inglaterra

—Invita la casa, señorita —babeó el mozo que atendía las mesas.

Caroline tuvo que aguantarse una carcajada. Un instante antes aquel corderito había ido hasta ella pidiéndole que abonara la jarra de bebida caliente que acababan de servirle. En su ciudad la conocían demasiado bien y sus tretas y sus engaños ya no le valían, pero en aquel puerto no tenían ni idea de quién era ella; es más, seguro que ni siquiera creerían que una mujer pudiera ser pirata.

Al ver su caída de ojos ese hombretón se redujo a gelatina, y en cuanto Caroline se agarró la falda de su vestido, enseñando de forma totalmente accidental parte de sus pantorrillas, no sólo su deuda fue olvidada sino que se ganó otra jarra de té tibio gratis.

Kol se llevó a los labios su vaso de ron sin perderla de vista; había visto toda la jugada de la joven. No la dejaría escapar, él no caería en sus juegos, llevaba mucho tiempo detrás de esa rata. Era noche cerrada y a nadie le extrañaría ver a un tipo como él salir de aquel tugurio con una joven como ella.

Kol Mikaelson se había afanado en vestirse como un auténtico caballero, con rigurosos ropajes elegantes y un sombrero de ala ancha cubriéndole el rostro. ¡Ja! Ella jamás le reconocería con esa pinta de ricachón estirado, y la gente jamás pensaría que iba a secuestrar a ninguna chica, creerían que aquella joven harapienta y desvergonzada sería una prostituta. Tan sólo otro joven adinerado que desfogaba sus vicios en el secreto de la noche en la peor taberna del puerto

Kol dio un último trago de despedida y se levantó. Soltó un par de monedas sobre la mesa de madera y sorteó mesas y borrachos con la elegancia de un felino. Hasta que se inclinó sobre la mesa más oscura y alejada, frente a Caroline.

—Buenas noches, encanto —la arrulló con la voz. — ¿Me acompañas a pasear por el puerto?

El pirata se divirtió al sentir la insolencia de la chica al golpear la mesa con la base de su jarra; eso significaba que no lo había reconocido, si no estaría aterrada.

Caroline bufó, al tiempo que clavaba la mirada en aquel tipo. No podía ver más que parte de su sonrisa ya que esa mesa estaba especialmente en penumbra y aquel hombre vestía un sombrero negro con un ala anchísima.

—La noche está demasiado oscura para fiarme de usted —gruñó con toda la delicadeza que pudo reunir, volviendo su atención hacia su té.

Sin embargo sentía que ese joven continuaba frente a ella.

—Vamos, belleza, no desconfíe de mí. También se puede disfrutar de la oscuridad —insistió petulante con una sonrisa en la voz—, las estrellas se ven mejor.

Caroline alzó la vista de su bebida y examinó al tipo en cuestión con escrutinio. Ropajes elegantes, no llevaba grandes armas a la vista y su afán infantil por ocultar el rostro evidenciaban la calaña de aquel Don Juan. No era más que un tipejo con dinero y gusto por el vicio bajo la seguridad del anonimato.

Muy bien. Caroline se irguió en la silla, adquiriendo una perfecta pose de joven cortesana, a pesar de su vestimenta. Ese tipo no sería muy difícil de desplumar; le acompañaría fuera tal y como él pedía y lo dejaría temblando. Al día siguiente ella ya no estaría en ese puerto así que las autoridades podrían buscarla cuanto quisieran.

—Está bien —sonrió con una timidez estudiada—. Confiaré en que usted jamás le haría nada malo a una muchacha respetable e indefensa como yo.

Caroline se alzó de su asiento y le tendió grácilmente la mano, mano que Kol tomó, acompañándola hacia la salida. "Respetable e indefensa", rió en su interior. Esa chica era una desvergonzada.

—Vayamos a la parte trasera. Es algo solitaria pero las estrellas brillan con fuerza ahí —musitó Kol dirigiéndolos a ambos a la pared más escondida del exterior, donde la parte más alejada de la taberna los resguardaba de la humanidad.

Bien… ahí tan sólo estaban ellos dos frente a un pequeño acantilado con un camino que daba al puerto.

—Bien, ¿le gusta? Le dije que la vista era extraordinaria.

—Lo siento, pero vas a tener que darme tu dinero —ladró Caroline recuperando aquel tono de cinismo en su voz, al tiempo que se llevaba la mano al costado de la falda.

Kol sabía que Caroline todavía llevaría su revólver sujeto en una liga alrededor de su muslo, así que se abalanzó sobre ella.

—No te desnudes tan rápido, gatita —la sostuvo por los brazos perdiendo de repente toda aquella pose de elegancia y refinamiento.

Y Caroline supo quién era ese hombre incluso sin verle la cara, porque esa voz marcada y áspera, y esa pose insolente, ruda y certera sólo la tenía un pirata en todo el planeta Tierra: Kol Mikaelson.

—No puede… —la sorpresa hizo que dejara de luchar.

Kol notó cómo Caroline se estremeció de miedo al reconocerlo ante ella, tanto que la chica dio un paso atrás, pegando la espalda a la pared y sin quitarle el ojo de encima. ¡Ja! Sí, no se fiaba de él, parece que esa gatita lo conocía bien.

Si acaso Caroline albergaba alguna esperanza aquel bribón la despejó retirando un poco el sombrero de su rostro, lo justo para que ella pudiera reconocer aquella mueca burlona suya, y esa cicatriz de apenas dos centímetros en una de sus comisuras que dibujaba una media sonrisa permanente en su rostro.

Caroline intentó echar a correr, pero el pirata la agarró con rudeza, apresándola entre sus brazos, alzándola del suelo.

—Se acabó el juego —ladró Kol Mikaelson cargando con ella, sujetándola con tanta fuerza que amortiguaba sus patadas y golpes, mientras se adentraba por el camino quejumbroso tras el que le esperaba su barco.


—Intento ser educado, así que por última vez, Mrs. Forbes —paladeó Kol dando un paso contenido hacia ella en una amenaza velada—, ¿dónde está el resto de tu clan?

Era la cuarta vez que se lo preguntaba, y por cuarta vez Caroline le había dedicado una mirada de la más absoluta repulsión y odio.

No mencionaría una sola palabra.

Llevaba media hora en la bodega de aquel barco, amarrada a una viga de madera enorme que atravesaba la habitación con las manos atadas a la espalda. Frente a ella, Kol Mikaelson ya se había desprendido de sus lujosas ropas y había adquirido su vestimenta habitual: una camisa raída de lino sucio y cuello mao, un pantalón marrón holgado y resistente y unas botas negras de cuero, además de un cinturón de piel oscuro y tosco que le rodeaba la cintura y el torso con otra tira, que sostenía su sable de mango redondeado negro. Tampoco el sombrero cubría ya su rostro, por lo que Caroline pudo sentir de nuevo esos ojos negros, rasgados y penetrantes amenazándola sólo a ella, arrancándole la piel.

Kol estaba más moreno que hacía un tiempo, tenía la piel de un dorado intenso y el pelo oscuro corto, con una trenza de cuero marrón a un lado de su nuca.

—Deja de inspeccionarme y contesta. Se me acaba la paciencia.

Marcel, otro pirata que estaba junto a Kol, se despegó de la pared. Joder, estaba cansado de la insolencia que esa fulana tenía en la mirada. No entendía cómo su capitán lo permitía, pero él ya estaba hasta los cojones.

—¡Contesta! —le abofeteó la cara con fuerza.

Kol apenas pestañeó, apoyado en la pared de la bodega con aparente casualidad.

Caroline gruñó con rabia. Ese hijo de puta… casi la había tirado al suelo de un golpe. Apoyó la espalda contra la viga de madera y se impulsó con las rodillas, esforzándose por volver a ponerse de pie. No dejaría que la vieran débil, jamás. La sangre le hervía en las venas. Sus ojos se asomaron bajo sus cejas, y clavó una mirada furibunda sobre Kol.

Lanzó un escupitajo a los pies de Mikaelson.

El pirata en cuestión se separó de la pared con una aparente calma, pero a Caroline no lo engañaba, ella sabía que era un tigre con pelaje de gato, ella sabía perfectamente que las ganas de arrancarle la cabeza bullían en el interior de Kol. Y sabía que debía temerle, pero se negaba a demostrarle el miedo que sentía.

—Muy bien, no nos digas dónde están tus amigos —musitó él con suavidad, sosteniéndola sin apenas fuerza por la mandíbula—, simplemente navegaremos por todos los puertos de Inglaterra hasta encontrarlos, y cuando los tengamos yo mismo les arrancaré la piel y me haré un chaleco con ella.

Dicho eso, le soltó la cara y se volteó hacia la puerta de la bodega. No tenía prisa. Los amigos de esa rubita habían intentado matarle, y Kol Mikaelson siempre devolvía un favor.