«¿Swan? No esperaba verte aquí».

Reconozco esa voz. El sucio pirata está de visita. ¿No se supone que debe estar cuidando a Henry?

«¿Qué quieres? ¿Dónde está Henry? ¿Está todo bien?» escucho a Emma decir.

Ambas estamos en la misma página. A pesar de que Henry no me recuerde, es mi hijo, y por lo menos tiene a una de las dos para preocuparse por él. Abiertamente, me refiero.

«Él está bien. Está con sus abuelos. Pensé que ya habrían vuelto aquí».

«No los hemos visto» puedo notar que Emma está nerviosa, no es la única. «Si no estás con Henry, ¿qué hiciste todo el día?».

No evito poner los ojos en blanco. No sé si dijo eso porque no confía en él, o porque se preocupa. Y por lo que sé, puede ser perfectamente la segunda opción.

«Me uní para ayudar a Ariel a encontrar a su príncipe perdido» dice él mientras entra al pequeño loft de los encantadores.

«¿De verdad? Ese pescado está en Storybrooke?» digo sin esconder mi sonrisita de diversión.

Noto al instante que se sorprende por mi presencia.

«Estaba, sí» dice Garfio.

Entrecierro los ojos ante su tono. Es tan fuera de personaje, tan poco creíble. Conozco a este idiota desde hace décadas lo suficiente para saber que está ocultando algo.

«Y encontramos una pista en la tienda de Gold que nos llevó a descubrir que Eric naufragó en la Isla del Verdugo, fuera de la costa del Bosque Encantado» entonces agrega.

«La maldición de Zelena no debió llegar tan lejos» deduce Emma.

«Ariel ya está de camino. Quería que le dijera adiós a Mary Margaret en su lugar».

Qué dulce… No puedo creer una sola palabra que salga de su boca. Es más, me uno un poco más a la conversación, decido ponerlo en evidencia.

«A la velocidad a la que nadan las sirenas probablemente ya esté ahí» le digo a Emma. «De hecho, vamos a averiguarlo».

Me levanto de mi asiento y me dirijo hasta el espejo.

«Pensé que no podías usar el espejo mágico para mirar entre mundos» escucho a Emma seguirme y estoy segura que el pirata está entrando en pánico.

«No puedo» afirmo. «Pero después de ver el poder que tú posees, creo que tú puedes».

Emma enfrenta a su reflejo, como intentando descifrar un código y hacerlo sola.

«No hay necesidad. Estoy seguro que está bien. De todas formas, es de mala educación espiar asuntos privados» Garfio dice.

Intento en vano reprimir la sonrisa de suficiencia de mis labios. Así, Emma podrá saber con quién está lidiando realmente. Podrá saber quién es confiable y quién no. Ya tengo suficiente con él cuidando de Henry para que los ojitos de deseo que estos dos comparten se conviertan en algo más. No puedo perder a Henry y a Emma.

«¿Cómo lo hago?» lo ignora Emma.

«Tienes que concentrarte. Tienes que dejar que las emociones despierten tu poder. Ahora tienes que mirar dentro de ti» explico y ella cierra los ojos.

Ya no me concentro en el pirata, sino en Emma. Mi nueva aprendiz, madre de mi hijo, Salvadora, Emma. Esta hechicera poderosa que logra darnos una imagen a través del espejo. Una sonrisa de orgullo se dibuja en mi rostro cuando veo luz salir del espejo.

Decepción es la que me llevo cuando la imagen reflejada es de Ariel y su príncipe, felices en la isla. Mi sonrisa se desfigura hacia una mueca mientras oigo a Emma jadear de sorpresa.

«¿Tú hiciste esto?» Emma se gira a Garfio y mi amargura no hace más que aumentar. «¿Has hecho que se encuentren de nuevo?».

«No. Fue Ariel. Nunca dejó de creer» dice él y suena tan mal como me veo yo.

«¿Modestia? Hoy estás lleno de sorpresas».

No es necesario que la vea para saber que está sonriendo, orgullosa de su pirata.

No puedo decir que es peor. El hecho de que le crea, o de que esté enamorándose de él. Especialmente cuando tiene a una madre soltera mirándola a la cara que es una mucho mejor opción. Es decir, yo.

Noto como una triste espectadora las crecientes semillas de un romance entre esos dos. Pero Emma es demasiado buena para él, ella va a terminar destruida en sus manos. Y yo no puedo interferir, por más que lo desee.

Emma y yo no somos amigas. Sólo soy su maestra de magia y pasajera aliada en contra de un guisante andante. Su antigua enemiga, pero nunca pasando los límites. Sería ingenua para creer que tengo oportunidades allí. Soy una villana y los villanos no obtienen finales felices, mucho menos hermosas salvadoras.

No tengo derecho a meterme en su final feliz. Después de todo, todos hemos visto las miradas de deseo entre esos dos. Es sólo cuestión de tiempo.

Más tarde, los encantadores y Henry llegan. Y, para mí fortuna, Garfio se fue. Si hay alguien que me hace sentir como parte de algo, de una familia, es Snow. Ella propuso ir a Granny's, todos, como una familia, incluyéndome. Aún no entiendo cómo, después de todo el dolor que le causé, pueda sentir por mí algo más que odio, que pueda sentir algo positivo por mí.

En el camino, veo a Henry conversando animadamente con sus abuelos sobre cuando lo dejaron conducir la camioneta de David e intentando persuadirlos a hacerlo otra vez. No evito sonreír ante la visión, mientras me mantengo detrás de ellos, junto a Emma.

«Sabes, puedo arreglar que pasen más tiempo juntos» dice ella.

«No lo sé. Ya fue lo suficientemente doloroso presentarme ante él como la alcaldesa, no quiero imaginar lo que sería escucharlo llamarme Regina, o señorita Mills» hago una mueca.

«Como quieras» se encoge de hombros. «Dime si cambias de opinión».

«Gracias, pero… Aparentemente, los piratas hacen buenas niñeras».

«Pero no es su padre».

De verdad, espero que recuerde esto más adelante.

«Agradezco a Dios por ello».

«Lo que digo es que no se compara con su madre».

Una sonrisa lucha por salir de las comisuras de mis labios pero no digo nada. Esta es una de las razones por la que me encanta Emma Swan. No es justo que sea tan fácil hacerme sonreír cuando se trata de ella.

«¿No crees que fue lindo lo que hizo Garfio?» de repente dice ella. Tiene la misma sonrisa tonta pensando en él que la que yo intento reprimir pensando en ella. «Realmente está cambiando».

«Ajá» me limito a musitar.

«¿Qué?».

«¿Qué?» replico.

«Estás ocultando algo».

Pongo los ojos en blanco. «No estoy cocinando ningún plan malvado, Srta. Swan».

Mientras la distraiga de lo que crea que vio en mí, funciona.

«No me refería a…».

«¡Mamá!» escucho a Henry llamar. Ambas giramos rápidamente, yo olvidando que no recuerda quién soy. «¿Vienen?».

Entonces notamos que hemos quedado atrás, muy distraídas por la charla. La conversación quedó olvidada, y Emma nunca sabrá lo que creo de Garfio. Bueno, parte de ello. Y tampoco sabrá lo que siento por ella. Es mejor así, es el orden de las cosas.