Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen a mi si no a Masami Kurumada, esto es sin ningún fin de lucro. Este fic contiene contenido explicito sexual y no es apto para menores. Este fic NO tendrá contenido YAOI para el público que guste de este género. Puede haber personajes OC ó no.
Capítulo 1 de 13. Aries.
Solos al fin. Sin querer aquella soledad de doncella y santo se había tornado placentera. Sus respiraciones era lo único perceptible en aquella habitación de enormes columnas de mármol y cortinas ligeras en aquel ventanal con vista a la Estatua de Athena.
El santo conocía hora y día en que aquella hermosa mujer de larga cabellera castaña y fina figura llevaba los víveres para su Templo y desde que se la habían presentado a su servicio, el santo había quedado prendado de sus ojos, esos que como el sol ámbar le hacían dedicarle miradas largas y silentes en su admiración. Y ahora, al tenerle entre sus brazos le hacían sentirse desbocado.
El santo no titubeo, desde que la había visto en el interior de su Templo, limpiando las enormes figuras del signo de Aries subida en una escalera, no había podido dejar de pensar en el color de su nívea piel descubierta por su vestimenta tan típica de la región. Pero el como un hombre inteligente, no se había atrevido a faltarle por más que la joven estuviera a su disposición si así lo desease.
Por su parte, ella lo sabía. Sabia de aquellas largas miradas que el santo le prodigaba al llegar y al salir del Templo y sin mucho preámbulo, ella le sonreía invitándole a acercarse más o si quiera hablarle más que de un simple "hola" y "adiós" de cada cinco días. Pero para Mu era difícil, era una batalla entre el deber y el placer y también, una batalla personal en obtener una joven más que por su piel, por su corazón, olvidándose de quien era él y lo que convertirse en su "amante" significaría. Además, era un santo, un hombre al servicio y amor solo para Athena .Pero solo tenia un deseo, una ambición. A ella.
No podía evitarlo, quería caer en sus brazos y fundirla en su calor.
Y su deseo se cumplió.
Algo sucedió como broma del destino. Era viernes, ese día que ella siempre tenía dispuesto para llevarle víveres y limpiar el interior del estaba en Japón y la aburrida tarde gris, pintaba para llover a cantaros por horas. Se entristeció al creer que aquel día no tendría el placer de ver a aquella joven, pues tal lluvia no podría permitir que alguien en su sano juicio cruzara aquellos Templos en tales condiciones.
Sentando en su recámara con un libro y taza de café en mano, un par de ruidos le sacaron de concentración y corrió a descubrir a su dueño. El santo vio en la entrada de su Templo a la joven doncella con un turbante y bolsa húmeda.
-Hola…-le dijo el santo acercándose hasta ella.
-Lamento la tardanza, señor Mu de Aries, pero no había forma de venir hasta aquí-ella le sonrió con sus húmedos cabellos y ropa con gotas cayeno por su perfil-Pero no podía dejarle sin víveres, se cuánto le hacen falta y quise venir de cualquier manera. Por eso me puse esta bolsa sobre la cabeza para cubrirme pero no funciono mucho, no encontré algo más.
El santo se quitó aquel sencillo suéter que portaba y se lo colocó en los hombros a la doncella, acariciando su cabello sutilmente.
-Vamos a mi habitación, té daré un par de toallas para que te seques.
-Pero señor Mu…-la jovencita se ruborizo al pensar usar las vestimentas del santo-No debería.
-Es para agradecerte que no me hayas dejado sin víveres-contesto con una suave sonrisa el albino. - Además tardara algo en dejar de llover, así que vamos, no voy a dejarte ir así.
Ella no renegó más y siguió los pasos del de cabellos celestes. En instantes se encontró en un cálido cuarto de enormes proporciones. Abrió curiosa sus ojos, aquel lugar parecía tan curioso, con cientos de libros en un elegante estante y una larga cama junto a un escritorio. La mujer avanzo en el interior con lentitud y se quedó prendada de la hermosa vista del Santuario en un ventanal.
El santo volvió de un cuarto posterior con un par de toallas en sus manos y poso una sobre su cabello, frotando sus hombros para evitarle que tiritara. Ella se giró y lo miró fijamente a los ojos.
-Mu…-el santo se quedó quieto ante la larga mirada de ella.-Quiero decir…señor Mu.
Se veía tan adorable aquella doncella ante aquel estado que solo nacían unas enormes ganas de abrazarle por parte de él, pero no podía, aunque su cuerpo, mente y alma no tuviera ya una coherente conexión por su cercanía, debía dejarle como un deseo que pop odia cumplir.
Pero ella no pensó lo mismo. Al tener los preciosos ojos del albino tan fijamente en sus labios, no podía más, necesitaba besarle.
Entonces ella en un arrebato se abalanzo hacia sus labios del joven santo, quien en un golpe de pasión correspondió aquel sutil e inocente tacto. El santo se dejó vencer.
Hundió sus cálidas manos entre las de ella, acorralándola en la ventana mientras su perfecto abdomen se apoyaba en su silueta. Ella pudo sentir a través de su ligero y húmedo peplo la excitación del santo y no pudo evitar sentir un fuego atravesando su piel ante su tacto. Lo deseaba tanto como él a ella. Era como un sueño, un hombre como él, sosteniéndole con aquella delicadeza a ella una doncella sin rango ni algo que pudiese ofrecerle.
El lemuriano, la tomo del rostro, obligándola a avanzar hacia la cama de esa habitación y cuando sus rodillas chocaron con el borde, se dejó hacer suavemente. Tendida, la joven soltó el listón que sostenía su ropa y lo abrió exponiendo su tez, esa misma que el santo había deseado con ambición Sin promesas ni juramentos de amor, solo complicidad, el santo se quitó su vestimenta y la dejo caer al suelo mientras se apoyaba en ella.
Así desnudos de alma y piel, el santo vago errante con sus labios por la bella y frágil silueta de la dama haciéndole olvidar aquel frio que le había cubierto por la lluvia. Corrio sus manos como diestro artesano por su cintura, sus brazos y se envolvió en el delicado abrazo que ella le profesaba.
-Espera, quiero ver tu mirada…-comento el santo acariciándole el cabello antes de hundir su cuerpo en el interior de ella. -Eres preciosa.
La figura del lemuriano penetró la frágil silueta de la doncella, quien temblaba ante el nuevo intruso entre su cuerpo, gimiendo un poco de dolor ante la pérdida de su pureza.
-Mu…-dijo ella deteniéndole de sus fornidos hombros para que le esperaba a que cesara el dolor y tensión al sostener su figura entre sus piernas.
De pronto la joven se abrazó a la espalda del santo cruzando su cuello con el de él, percibiendo sus largos cabellos lilas caer a su alrededor, logrando cosquillas por doquier. Era como si un manto de estrellas cayera sobre de ella. El santo supo entonces que ella estaba lista para alcanzar el cielo con ella. Comenzó a mover sus caderas con delicadeza, tomándose su tiempo al sentir su cálido interior más que dejase llevar por sus ansiosos impulsos. Pronto una dulce melodía de placer salió de la garganta de la joven, haciéndole saber al lemuriano que ella se entregaba a su merced, que disfrutaba de su roce y que sabía cuánto cuidado y rendición el albino ponía a su piel. Era delicado, dulce y diestro con sus cálidas caricias deslizando sus manos con vehemencia, volviéndose loco solo con rozarle delicadamente. Los latidos de su corazón de Aries comenzaron a acelerarse cuando su ejercicio comenzó a ser más acelerado y repetitivo, mientras disfrutaba de la calidez del interior de la joven. Cada vez perdía un poco más la razón, más aún cuando ella lamio su cuello mientras él iba y venía en el interior de su piel y los dedos de ella se enterraban en su espalda bajo sus costillas. No podía más, su aroma, su interior, sus besos le estaban perdiendo.
La razón se nublo cuando una cosquilla recorrió la espina dorsal del lemuriano y supo que su suplicio estaba por terminar. Se afilió a su estrechez con ansiedad intentando complacer aquel delirio en su alma, mientras la voz agitada de ella se hacía resonar por la habitación.
- ¡Aries! -la escucho gritar mientras el santo se dejaba caer ante a presión de su cuerpo liberada en el interior. Cansado, se tumbó a su lado mientras apretaba sus ojos dejando que la excitación bajara.
Ella tapo su desnudez y la del santo mientras le escuchaba jadear tratando de recuperar cada aliento que le había regalado. Ella entonces se recordó su lugar.
-Quédate…Por favor.
El amor la cegó a aquella doncella dejando caer su cabeza en el pecho del santo. No quería abandonarle, no después de aquel suceso. El cruel amor le hizo imaginar que si, en efecto, podría tener un futuro con el lemuriano al menos por aquella noche.
Continuara…
Lindos lectorcitos, ¿cómo están? . No sabía exactamente si hacer trece lemons (contando a Kanon) era una buena y pervertida idea, pero bueno eso significa que podrán imaginar a cada uno de sus caballeritos en otro tipo de…" acción" de cualquier historia.
Con el fic" Remolino" fue el turno de los bronceados, espero que esta segunda parte con los dorados quede bonita y de igual manera, nada vulgar. Para ello me estoy apoyando en las características de los signos en el arte del amor. Espero hacer cada capítulo cortito y no tardarme mucho en actualizar (lo terminare, es una promesa tarde lo que me tarde). Me iré en el orden de cada casa Zodiacal así que no se me desesperen. Saludos y bendiciones a todos.
