Disclaimer: Harry Potter pertenece a J.K. Rowling, ésta historia fue escrita únicamente con fines de entretenimiento.

Advertencia: Contenido Slash, es decir, temática homosexual, si no te agrada la idea aún estás a tiempo de salir de ésta página. Universo Alterno.


Harry Potter y la Ciudad de los Dragones


Disclaimer: Harry Potter pertenece a J.K. Rowling, ésta historia fue escrita únicamente con fines de entretenimiento.

Sobre Harry y un libro…

Harry solía empezar su día con una breve ducha y con cualquier cosa que llenase su pequeño estómago, después de todo no tenía ninguna afición en especial con respecto a las artes culinarias —porque había que admitir que todo aquello en verdad era un arte— así que no se complicaba mucho al respecto.

Una vez terminados sus preciados, sencillos y deliciosos alimentos, salía de casa con su pequeña mochililla colgando del hombro, por supuesto sin tener que detenerse a despedir de absolutamente nadie, ello debido a que había logrado librarse de los Dursley desde hacía aproximadamente dos años… la verdad era que no hubiese podido tolerar vivir ni un segundo más con esas personas:

Por una parte estaba aquello de que la pedantería de Dudley parecía ser directamente proporcional a cada kilogramo de grasa acumulada en su cuerpo y su primo ya había rebasado por mucho lo que él creía humanamente posible, gracias; además, ni la tía Petunia ni el tío Vernón parecían muy contentos con su presencia consumiendo gastos innecesarios en su hogar —no que alguna vez lo hubiesen estado, pero digamos que su descontento había aumentado al notar que Harry tenía la edad suficiente para trabajar y no lo hacía— así que no pudo estar más que feliz y aliviado cuando Sirius le ayudó a abandonar lo que fácilmente se podría denominar como una casa de locos. Ahora vivía prácticamente solo debido al trabajo de su padrino, pues el hombre no se podía permitir estar en casa más que un par de días al mes, pero Harry comprendía eso, y no era que le molestara... no mucho, al menos.

Cuando finalmente se encontraba en las calles de su pequeño pueblo, solía caminar con calma hacia su colegio —él nunca llegaba tarde, por cierto, desde pequeño le tenía manía a aquello de la puntualidad— y llegando al recinto del saber se limitaba a tolerar, e ignorar la más de las veces, ciertos comentarios ofensivos respecto a su persona: "que si Potter era de descendencia enana", "que sí ya habían dejado de confundirlo con un gnomo", "¿ya alcanzas el timbre, Potter?", y cosas por el estilo, era curioso como incluso algunos cinéfilos se las daban por llamarlo pequeño hobbit en vista de su gran parecido con Frodo Bolsón. Sí, sus compañeros eran definitivamente adorables y creativos…

Claro que no es que la escuela fuese exclusivamente un lugar de suplicios, sino que gracias a alguna divinidad a la que Harry adoraba, para sobrevivir a todo eso tenía a sus dos únicos y grandes amigos, Ron y Hermione; el chico no solía detenerse mucho a pensar en su extraña relación, pero cuando lo hacía siempre terminaba preguntándose cómo era que personas tan distintas como lo eran ellos habían terminado siendo amigos...

Es decir, sobraba mencionar que Ron era el peor intento de estudiante que el mundo podría haber observado en décadas, y que, pese a eso, amaba el americano y el ajedrez lo suficiente como para estar siempre bien informado de ambos deportes —porque sí, su querido amigo siempre se encargaba de afirmar vehementemente que el ajedrez era un deporte—; Hermione, por su parte, detestaba cualquier cosa relacionada con la actividad física —excepto quizá el voleibol, pero dado que la jefe del equipo estudiantil era Parkinson, la opción de integrarse como jugadora había quedado descartada inmediatamente. La castaña prefería morir antes de recibir órdenes de esa inculta egocéntrica, que era como solía llamar a la chica en cuestión— sin embargo tenía un interés infinito por la lectura y cualquier tipo de conocimiento que su cerebro pudiese procesar, mientras que Harry podía decir que llevaba un promedio aceptable y que, cuando quería, lograba hacer unos cuantos pases maravillosos con el balón… cualquiera podría deducir que no solía complicarse ni siquiera en aspectos tan triviales como aquello de los gustos e intereses, era en realidad un chico muy simple, al contrario de sus dos amigos, que siempre podían encontrar un tema por el cual apasionarse e iniciar una gran discusión.

No obstante a todas esas diferencias, ellos siempre habían logrado encontrar un balance agradable entre tal o cual cuestión, funcionando así como el mejor equipo del grupo —lo que les había otorgado a la larga el título de "trio dorado"—; sin embargo y lamentablemente para Harry, últimamente la integración de dicho trío se estaba volviendo extraño, pues desde que su par de amigos había empezado a notarse entre sí como "chico" y "chica", y ya no sólo como Ron y Hermione, el ambiente entre ellos solía volverse romántico en los momentos más inesperados, logrando hacer sentir a Harry sumamente incómodo ante sus muestras de afecto —no porque estuviese celoso ni nada por el estilo, era más bien como la sensación de estar viendo a sus hermanos mayores empezando a tener vida amorosa—... al moreno solo le quedaba entonces fingir leer algún libro recomendado por su amiga castaña, haciéndose el desentendido con los sonrojos y sonrisas bobas del par.

En general aquel asunto era algo de lo que Harry no se podía quejar, es decir, probablemente era algo inevitable y si eso hacía feliz a sus amigos, ¿quién era él para empezar a portarse de forma egoísta cuando ellos habían estado a su lado desde siempre?, no sería justo en lo absoluto el enojarse con ellos… el chico negó discretamente con la cabeza ante la idea, por supuesto que no estaba enojado, nunca podría estarlo, no con ellos. Dio el último mordisco a su sándwich, observando de reojo la cara avergonzada de ambos jóvenes mientras se tomaban la mano bajo la mesa, el moreno pensó que sus amigos eran geniales y que nunca dejarían de serlo por muy novios que se volvieran…

Sonó la campana que anunciaba el fin del receso y los tres estudiantes se levantaron dispuestos a ir a su salón, el de gafas aprovechó el momento para colarse entre el abrazo de la pareja, sorprendiéndolos en el acto.

—¿Qué?, yo también necesito amor…— dijo haciendo un gesto dramático y cruzándose de brazos, los chicos se carcajearon brevemente e instantes después el muchacho se vio recibiendo un tierno golpecito de parte de su amiga castaña y con los cabellos revueltos fraternalmente por la mano del pelirrojo, esa era su forma de decirle que no fuese idiota y que recordase que siempre serían amigos a pesar de todo...

Definitivamente ellos eran geniales.


Cuando terminó la jornada escolar de aquel día el moreno se despidió de los chicos con una sonrisa, habían prometido entre ellos salir el próximo domingo a la exposición de arte que habría en el centro del pueblo, Hermione decía que iba a estar genial, que vendrían expositores reconocidos en todo el mundo y que la temática estaría centrada en diversas mitologías antiguas. La verdad era que Harry había quedado un poquito emocionado con todas esas aseveraciones hechas por su amiga, suspiró ansiando que llegase pronto el fin de semana.

Acomodó su mochila tras darle un último vistazo a cierta cabellera castaña y al singular pelirrojo que la acompañaba, volvió a sonreír, esta vez cariñosamente, y regresó a casa tarareando una cancioncilla que se le había ocurrido en el camino. A veces hacía aquello, disfrutaba de creerse en alguna especie de video musical en que era el protagonista principal —ya saben, el tipo genial que se queda con la chica y que siempre derrota al villano de alguna forma sorprendente— Harry pensaba que merecía tener ese tipo de fantasías, después de todo.

Justamente estaba terminando de emitir la última nota de su nonato éxito musical cuando vislumbró su casa, al chico le extrañó un poco cierto objeto colocado descuidadamente a lado de su puerta: hoy no era día de "paquete" —Sirius solía mandarle algún regalillo de donde sea que estuviese cada Miércoles sin falta— ni creía que esa cosa tan grande se pudiese perder fácilmente, con el ceño fruncido finalmente reconoció aquello como un libro, uno muy grande y con aires de antiguo, por cierto.

Observó fascinado la bella portada del ejemplar, en ella aparecía una pintura en tonos azules de un dragón enorme de ojos grises; la criatura tenía la mirada más triste que él hubiese podido observar jamás... ahí, montado en esa extraordinaria nube, con toda la actitud del rey de los cielos, y a la vez, del rey de nada...

Harry se vio tomando el libro sin esperar ni un poco más, volteando hacia ambos lados de la pequeña calle, rogando en silencio que nadie regresara por él... vamos, que si alguien había sido capaz de perder tan bello ejemplar era un idiota y era obvio que como tal no merecía tener el objeto entre sus pertenencias, infantilmente pensó que el libro lo había escogido a él y que ahora era su deber cuidarlo.

Observó nuevamente al dragón, con los dedos incitándolo a aventurarse en las viejas páginas desde ya, sin embargo se detuvo, ni siquiera había entrado a su casa y de seguro que se veía sumamente extraño ahí, parado en frente de su propia puerta como un idiota, se sonrojó levemente antes de sacar sus llaves, con las manos un poco torpes tardó más de un minuto en lograr hacer girar la cerradura... escuchó risas femeninas a sus espaldas y quiso desaparecer cuando reconoció el timbre de Cho entre aquellas carcajadas, ¡la chica más linda del colegio lo estaba viendo hacer el ridículo!

Rojo como la grana respiró profundamente para calmarse, se recargó un instante en la pared, para finalmente dejar su mochila y su nueva adquisición sobre la mesita redonda del centro de su pequeña sala, colgando las llaves a lado de la puerta y quitándose el saco del uniforme en un rápido movimiento, desajustó la corbata negra y suspiró antes de dejarse caer en el sillón individual, dejó vagar su mirada por la habitación antes de que sus manos volviesen a insistir en aquello de comenzar a leer aquellas misteriosas páginas, claro que estuvo a punto de hacerlo, pero su estómago rugió exigiendo alimentarse, por lo que decidió que lo mejor sería preparar primero algo de comer.

Se levantó perezosamente, visitando rápidamente su habitación para ponerse una muda de ropa más cómoda y menos importante que el uniforme —no quería ni imaginar lo histérica que podría ponerse la profesora McGonagall si notaba alguna anomalía en el conjunto— se lavó las manos y comenzó a picar verdura para preparar una pequeña ensalada; mientras cortaba zanahorias y pepinos no pudo evitar recordar fugazmente su niñez: había tenido que aprender a hacer ese tipo de cosas incluso antes de comenzar a vivir solo, en una casa en que no era más que un bicho que robaba aire y espacio, lo mínimo que podía haber hecho era encargarse de sí mismo sin molestar demasiado...

Había vivido con sus tíos desde que sus padres hubiesen fallecido en un accidente automovilístico, él tenía siete años entonces, por lo que —a veces no sabía si para bien o para mal— aún podía recordar el sonriente rostro de su madre al hacerle cosquillas y el pícaro gesto de su padre al elevarlo en el cielo antes de atraparlo en brazos... aún dolía pensar en lo difícil que había sido cambiar los cariñosos mimos paternales por los bruscos tratos de sus parientes más cercanos.

Harry no se consideraba a sí mismo especialmente rencoroso, pero debía de aceptar que por un tiempo culpó a su padrino de aquellos maltratos —incluso llegó a odiarlo más a él que al tío Vernón— después tuvo que comprender que Sirius en verdad había tomado muy mal la repentina muerte de sus mejores amigos, que había perdido su mente y el orden de su vida en el alcohol, por lo que tomar la responsabilidad tan grande que representaba cuidar a un niño no era algo que pudiese hacer en ese entonces.

El pequeño moreno vivió aguantando insultos y malas miradas durante años, trabajos que un niño de su edad no debería de hacer y una infinidad de cosas más que lamentablemente le serían imposible de olvidar. Todo ello hasta que su padrino al fin estuvo rehabilitado, entonces Sirius había prácticamente llorado en frente suyo y le había pedido perdón, ofreciéndole vivir con él hasta que fuese mayor —o hasta que quisiera— el maltratado muchacho que era en esos momentos no había dudado ni un segundo en aceptar la propuesta, en menos de una semana de tal acontecimiento ya se encontraba estrenando cuarto y casa, el mayor había intentado hacer el papel de "amo de casa" con mucho afán, pero finalmente tanto el joven como el adulto habían comprendido que aquello simplemente no era lo suyo, así que Harry había demostrado lo capaz que era de hacerse cargo él solo de sus cosas.

Aquello había representado un alivio para el hombre —claro que eso nunca se lo dijo al chico— pues su condición de artista no le iba a permitir estar con el muchacho el tiempo ni la forma que quisiera, y de ello habían hablado antes de que se mudase: Sirius había intentado convencerlo de viajar con él alrededor del mundo, pero el joven se había negado tras unos minutos de reflexión. En su pequeña Newstrick se encontraban sus amigos y su vida, no podía pensar en abandonarlos ni por un segundo, el mayor había entendido de inmediato su sentir, haciéndole ver entonces que tendría que cuidarse solo durante el tiempo que estuviese fuera, él sonrió y aceptó, iniciando así con el ritmo de vida que ahora tenían:

Sirius hablaba todas las tardes a eso de las seis para preguntar cómo estaba o si necesitaba dinero, el chico nunca pedía tal cosa, con lo que el mayor le mandaba era más que suficiente para solventarlo y él no se atrevería nunca a abusar de la confianza de su padrino, no después de que lo hubiese sacado de ese infierno que era vivir con los Dursley y de notar lo mucho que se esforzaba el pintor por hacerlo sentir cómodo y feliz...

Harry cesó de cortar por un segundo, ¿era feliz?, se preguntó brevemente, para luego suspirar resignadamente y seguir con su labor; no, no era feliz. La verdad era que soñaba con una madre tierna preguntándole cómo le había ido en el día y con un padre juguetón incitándolo a salir con alguna chica o dando ese tipo de consejos que daban los padres en las películas... en lugar de ello tenía una linda casa, una pensión segura, un padrino medio hippie y una educación que sería su boleto de entrada a la vida... no estaba mal, él sabía que había personas en peores condiciones, pero no por ello podía evitar sentirse solo la mayoría del tiempo.

Comió escuchando el tintineo del plato y los cubiertos, Harry sintió cierto sabor amargo en la boca, sabiendo que ello no tenía nada que ver con la comida... el muchacho recogió rápidamente tras terminar el último bocado, lavó los trastes y se cepilló los dientes, viendo en su reflejo que tendría que visitar pronto un peluquero que arreglase el nido de pájaros que era su cabello. Entonces se dirigió nuevamente a la sala, en donde tomó el pequeño reproductor que había comprado el año pasado gracias a su primer trabajo —ahora sabía que repartir pizza, aun en un pueblo tan pequeño como el suyo, podía ser una verdadera pesadilla— repasó en una ojeada su lista de reproducción y se decidió a escuchar un poco de Einaudi, uno de sus compositores favoritos.

Mordiéndose el labio tomó finalmente el libro entre manos, acarició casi con reverencia la portada, se sentó en el sofá y lo abrió, tres líneas breves se encontraban al centro de la hoja...

"I am sailing,

I am flying, passing high clouds,

to be with you, to be free."

Harry se tomó su tiempo observando los bellos detalles que adornaban la página, una serie de pequeños y delicados trazos tomaban la forma de cientos de ramillas escalando el papel, perdiéndose en las esquinas de la hoja y pareciendo infinitas a pesar de ello, el trabajo artístico era extraordinario, tendría que enseñárselo a Sirius en cuanto tuviese la oportunidad...

Finalmente cambió de página, hallando nuevamente el majestuoso dragón azul montado en una nube, acompañado ésta vez por una sola palabra impresa:

—Draco...

Pronunció en un susurro, sintiéndose extrañamente agitado, acarició el nombre, la elegante caligrafía estaba impresa de tal forma que parecía que se hubiese usado plata como tinta... ello sólo hacía la imagen de la imponente criatura mucho más hermosa, emocionado pasó a la siguiente página, acomodándose mejor en el sillón y quedando atrapado al instante por la historia.

En ella se hablaba de la existencia de un pueblo humano que vivía en las montañas, la pequeña Rubel, vecina de la gran Nyntra, mejor conocida como la Ciudad de los Dragones; el libro mencionaba que ambas especies habían vivido en paz desde tiempos inmemorables, que compartían el mismo suelo y el mismo cielo sin problema alguno: ambas poblaciones sabían que tierra habían sido y que en tierra se convertirían sin distinción alguna.

Leyó también que algunos dragones solían acercarse al pequeño poblado, aprendiendo de los humanos, siendo bien recibidos por ellos, un poco conmovido se dio cuenta de que a pesar de que no compartían el mismo idioma, la amabilidad y la amistad eran cosas que no necesitaban de palabras para establecerse, no cuando eran verdaderas; emocionado se enteró de que los alados, una vez confiaban del todo en sus compañeros humanos, les permitían montarse en sus lomos, llevándolos a través de los cielos a donde ellos quisieran como prueba de su amistad, la más de las veces los hombres pedían conocer El Castillo de la Ciudad de los Dragones, pues decían que era una obra divina, edificada sobre nubes inamovibles y sólidas que tomaban la forma que la nobleza les quisiera otorgar, contaban las leyendas que el sitio era increíblemente majestuoso y antiguo, pero que sólo se podía acceder con la aprobación del príncipe Draco...

Harry bajó un poco el libro e imaginó la sensación de estar entre las nubes... debía de ser la gloria.

El muchacho sintió sus ojos cerrarse lentamente, pronto cedió ante el sueño, perdiéndose en divagaciones inocentes y fantasiosas, sin imaginar que los deseos, a veces, sí se hacían realidad.


Notas del capítulo: Esta historia está dedicada totalmente a mi mejor amiga, un regalo por su cumpleaños.

Gracias por leer :D…

*El fragmento que aparece en el "libro" es de la primera estrofa de la canción Sailing de Rod Stewart.

"Estoy navegando, estoy volando pasando las nubes altas para estar contigo, para ser libre"