CAPÍTULO 1

EL MAGO MÁS PELIGROSO DE LA HISTORIA

El reino de las brujas nunca había estado tan alarmado. Las brujas volaban de un lado a otro por el cielo con sus escobas, buscaban por todas las salas del palacio mientras que un pequeño grupo de brujas intentaban apagar el fuego de la zona de celdas. Se había escapado uno de los prisioneros, llevándose por delante la vida de tres brujas que habían guardia en ese momento. Las noticias ya habían llegado a la reina, que permanecía nerviosa en su trono.

- ¿Todavía nada? – Preguntó la reina con todo preocupado.

- Lo sentimos alteza, pero aún no lo hemos encontrado – respondió su fiel sierva Majo Rin, que permanecía a su lado para protegerla – Parece haberse desvanecido en la nada.

- Espero que no haya escapado al mundo de los humanos… en esos casos tendremos muchos problemas.

- Mi señora, lleva más de 100 años encerrado en esa celda. Su magia era muy débil, no creo que haya tenido el poder mágico suficiente para abrir la puerta al mundo de los humanos.

- Espero que tengas razón…

Lejos de allí, en el mundo de los humanos, en el Colegio Misora la clase de Aiko estaba muy revolucionada. Se había hablado de que a esas alturas del curso se iba a transferir un estudiante nuevo del que no se sabía nada. Las chicas se preguntaban si ese chico sería guapo, mientras que los chicos se preguntaban si se le daría bien algún deporte o cuán tímido sería. El profesor de la primera hora entró en clase.

- ¡Levantaos! – Gritó la delegada de la clase y todos le hicieron caso - ¡Saludad! – Toda la clase saludó a su profesor - ¡Sentaros! – Todos se sentaron al unísono.

- Ejem… muy bien clase, como ya habréis oído hoy recibiremos a un nuevo compañero. Su nombre es Satoru Meyima. Por motivos de trabajo de su padre se han tenido que mudar, así que, por favor, llevaros bien con él. Meyima-san, si me haces el favor de entrar.

Por la puerta apareció un chico que dejó sin palabras a las chicas, mientras que a los chicos les dio muy mala espina. Lleva su pelo despeinado, pero parecía que fuera natural. Sus ojos azules recorrieron de un lado a otro la clase, dando un vistazo rápido a sus nuevos compañeros. Su piel blanca resaltaba bastante con la del resto de sus compañeros. Y a pesar de su corta edad, parecía bastante más mayor. Aiko debía reconocer que era bastante atractivo, aunque no le prestaba tanta atención como el resto de sus compañeras que ya cuchicheaban sobre él.

- Mi nombre es Satoru Meyima, es un placer conoceros. Espero que todos seamos amigos – se presentó con una radiante sonrisa que dejó como locas a las chicas de su clase.

- De acuerdo a ver… mira – señaló un asiento al final de la clase – Puedes sentarte al lado de Senoo-san.

- De acuerdo.

El chico se paseó por la clase, ignorando a sus compañeros, a pesar de que todas las miradas estaban puestas en él. Al llegado al lado de Aiko la miró de reojo, desinteresado.

- Hola, me llamo Aiko Senoo, ¡es un placer! - Se presentó con una sonrisa.

De pronto una serie de imágenes vinieron a la mente de Satoru, sobre una mujer que le sonreía y pronunciaba su nombre, aunque no podía escuchar su voz con claridad. Se mantuvo firme para no perder la compostura, aunque Aiko se dio cuenta de que algo no iba bien.

- Esto… ¿te encuentras bien Meyima-kun?

- S-Si… no es nada. Perdona. Los nervios del primer día supongo. Es un placer conocerte, Senoo-san.

- Por favor, puedes llamarme Aiko. No hacen falta formalismos.

- De acuerdo, pues, Aiko.

El resto del día pasó rápido y sin que ocurriese nada interesante. Aiko ya se estaba preparando para irse, tras guardar los libros en su mochila, pero se le acercó, lo cuál la sorprendió porque durante el resto del día no le hizo ni caso.

- Perdona, Aiko-san. Creo que vives cerca del barrio donde mis padres tienen su casa. No me conozco mucho la zona, ¿podrías acompañarme sino te supone una molestia?

- ¿Eh? No, no claro que no me molesta – respondió sonriente – Aunque, ¿cómo sabes que vivo cerca de tu casa? – Preguntó perpleja, porque no recordaba habérselo dicho en su minuto de "presentación".

- El profesor me lo dijo. Me comentó que si tenía problemas a la vuelta, te podía pedir que me acompañases.

- Ah, claro… vale, pues vamos.

Los dos caminaron por la calle sin hacerse mucho caso. A Aiko le hubiera gustado hablar de algo, pero Satoru permanecía callado. Así que, si él no quería hablar, no iba a ser ella quien iniciase una conversación. A fin de cuentas él era el chico nuevo, por lo que era él quien tenía que hablar primero. Además, le sorprendía que, para decir que no se conocía la zona, supo llegar hasta su casa bastante rápido.

Se quedó sorprendida por lo grande que era su casa. Dado que ella vivía en un pequeño apartamento con su padre, cuando iba a casa de sus amigas se sentía un poco mal por el pequeño espacio. No esperaba que con Satoru acabase siendo igual, claro.

- ¿Te puedo invitar a tomar una bebida por haberme acompañado? Me siento muy mal por haberte hecho acompañarme.

- N-No tienes de que sentirte mal, hombre. Mi casa está muy cerca de aquí, así que me pillaba de camino. Y con la hora qué es… - dudó por un momento, porque aún tenía que ir a comprar la comida para prepararle la cena a su padre, pero no pasaría nada si se retrasaba unos minutos más – Vale, me apunto a un refresco de Cola.

- Claro – sonrió el joven que abrió la puerta y le permitió el paso a ella primera.

Aiko esperó en el salón mientras que Satoru iba a por el refresco. Era un salón muy grande, no tanto como el de Onpu, pero si mucho más grande que el de Doremi. Ojalá pudiera vivir algún día en una casa como esa. No le importaba vivir con su padre, claro, pero, a veces sentía envidia de ese tipo de casas. Pero su padre ya hacía enormes esfuerzos para pagar el apartamento en el que se encontraban, así que no podía ser tan quisquillosa con él.

Satoru entró en la sala, dándole un pequeño susto porque no se esperaba que tardase tan poco. Dejó una bandeja en la mesa con un vaso lleno de Cola, el cuál sirvió a Aiko. Además, le sirvió un bol con pastas.

- Adelante, por favor. Sírvete lo que te apetezca.

- Muchas gracias.

Aiko le dio un sorbo a la bebida y cogió una de las pastas. Tras darle un bocado, no pudo evitar soltar un sonido placentero por lo ricas que estaban. Nunca había probado unas pastas tan buenas.

- ¡Está riquísima! ¿De dónde son?

- ¿Mmm? Ah, creo que de Suiza.

- ¿Eh? ¿En serio? – Se sorprendió la joven que nunca había comido nada que no fuera de Japón - ¿Es qué tus padres viajan mucho al extranjero?

- Bueno, más o menos…

- Eres muy callado, ¿verdad? No has hablado con nadie de clase ni durante la comida.

- Si, bueno… es qué no me apetece que me hagan preguntas. No me gusta mucho.

- Mmmm… bueno, ¿y por qué no practicas conmigo?

- ¿Qué?

- Tenemos dos largos cursos por delante así que, tarde o temprano tendrás que hacerte amigo de alguien. ¿Por qué no empiezas haciéndote amigo mío?

- No sé yo…

- Venga, puedes preguntarme lo que quieras. Nos haremos cada uno una pregunta, así estaremos a la par.

- Bueno… por mí bien.

- Adelante, pues empieza tú – le dijo mientras cogía el vaso para darle otro sorbo al refresco.

- Vale… ¿qué tal se siente al ser una bruja?

Al oír la palabra "bruja" Aiko casi se atraganta con el refresco. Por un momento se quedó de piedra. Era imposible que un recién llegado a la ciudad supiese que ella era una broma. Aunque, ¿quizás lo decía por otro motivo? Con total naturalidad dejó el vaso en la mesa y se apresuró a escapar de la situación.

- Jope, no creo que haya sido tan borde contigo como para que me llames bruja… venga, ahora me toca a m…

- Aiko Senoo, bruja de tercer nivel – le cortó. Escuchar que tenía esa información en su poder la puso aún más nerviosa – Tus padres están separados y vives con tu padre, que trabaja como taxista. Ninguno de ellos sabe que eres una bruja, ¿verdad?

- N-No sé de que me estás hablando y… ¿cómo sabes eso de mi padre? Dudo mucho que el profesor te haya dicho algo – Cada vez estaba más nerviosa de pensar en que alguien había descubierto su secreto. Sobre todo porque no quería acabar convertida en una rana desagradable como Majo Rika.

- Llevas en el bolsillo uno de esos medallones para novatas. Lo siento desde aquí – señaló el bolsillo derecho de su peto – Me sorprende mucho que el reino de las brujas permita ahora que humanas normales entrenen para ser brujas.

- ¿Q-Quién eres tú? – Aiko se puso de pie, lista para transformarse. Ante eso, Satoru ni se inmutó. Seguía de pie, mirándola con poco interés.

- Puedes intentar transformarse si lo deseas, pero no vas a poder.

- ¿Qué…?

- Toda la casa está rodeada por una barrera mágica. Es más, esa pasta que te has tomado la he preparado yo. Tus poderes mágicos van a estar anulados durante un tiempo. Fuera de la casa vas a poder ponerte ese uniforme tan absurdo, pero no podrás usar la magia.

- ¡Eso ya lo veremos…! – Aiko sacó rápidamente su medallón y lo pulsó para transformarse, pero este no reaccionó, lo que la dejó helada. Iba a intentar huir, pero sus piernas no le respondían. No podía mover ni un solo músculo de su cuerpo.

Satoru retiró la bandeja con las pastas y la bebida con suma calma, dejándolas en la cocina. Luego regresó y se sentó en el sofá que había al otro lado de la mesa, contemplando a la paralizada Aiko.

- ¿Q-Quién demonios eres tú…? ¿Y cómo sabes tanto de mí? – Intentaba moverse, pero le era del todo inútil.

- No tengo porque responderte a nada, Aiko. Soy yo quien te va a hacer una pregunta ahora: ¿querrás obedecerme por las buenas o por las malas?

- ¿Q-Qué…?

- Al igual que tú yo soy un mago, sin embargo, mi poder mágico está en las últimas. Necesito poder para recuperarme, y para eso voy a tener que extraerte el tuyo. Así que, ¿me lo darás por las buenas o voy a tener que hacerlo por las malas? Créeme, no quiero lastimarte. Preferiría que simplemente me obedecieras y fueras una buena chica, como un perrito obediente.

- ¡¿Q-Quién te has creído que soy…?! ¡Yo no soy la mascota de nadie!

De pronto Aiko sintió que se podía mover. Parecía que lo que decía Satoru era verdad y que su poder mágico estaba débil. Igual no se había dado cuenta, así que espero un poco más para realizar un ataque por sorpresa.

- Te lo digo muy en serio, Aiko. Si fuera a Segawa o Fujiwara a las que tuviera en tu situación ten por seguro que no sería tan indulgente.

Otra vez esa sensación de frío recorriendo todo su cuerpo. ¿También sabía que Onpu y Hazuki eran brujas? No pudo evitar sudar de lo nerviosa que estaba, pero tenía que esperar una oportunidad para atacarle y así escapar.

- También sé que en tu escuela hay por lo menos otras dos brujas, aunque todavía no he dado con ellas. Seré benevolente y dejaré que me obedezcas por tu propia voluntad. En caso contrario… - se puso en pie para acercarse a ella.

Aiko aprovechó esa oportunidad e intentó darle una patada giratoria en la cara. Para su sorpresa, Satoru la paró con una sola mano, sin mucho esfuerzo. La sujetaba con tanta fuerza que no era capaz de escaparse de él.

- ¿Crees que te podías mover por un descuido mío? Te he dejado moverte para ponerte a prueba, y está claro que prefieres que haga las cosas por las malas, ¿verdad?

- Si te crees que te voy a obedecer así por las buenas, estás muy equivocado.

- Ya, veo que tendré que ir a por todas… así que, ¿no te preocupa lo que le pueda pasar a tu padre?

- ¡¿Cómo?! – Aiko palideció al escuchar que nombraba a su padre, ¿qué era lo que pretendía hacerle?

- Ahora mismo está en la carretera con un cliente. Aunque no tenga todo mi poder, si que puedo hacer desde aquí que su taxi se estrellé. No moriría, pero perdería su único medio de trabajo y caería en la desgracia. ¿Es lo que quieres?

- T-Tú…

- Te lo he dicho, si quieres que las cosas sean por las malas, serán así – la tiró de un empujó contra el sofá – Te voy a dar otra oportunidad. Obedéceme por las buenas o lo haré por las malas.

- S-Si hago lo que me dices… ¿dejarás en paz a mí padre?

- Tienes mi palabra.

Aiko se mordió el labio inferior furiosa. No sabía de lo que ese tipo era capaz, ni lo que le iba a hacer, pero no podía permitir que su padre perdiese su trabajo. Es todo lo que tenían ahora mismo para subsistir. Además, no podía usar su magia ni llamar a sus amigas para que le ayudasen. Y si lo hiciera, todo lo que haría es que las descubriera a todas.

- Está bien… haré todo lo que me digas. Siempre y cuando dejes en paz a mi padre.

- Esto está mucho mejor.

Los vecinos que pasaban por al lado de la casa no se percataban de lo que ocurría en su interior. Tampoco podrían, puesto que la barrera de Satoru hacía que la casa por fuera pareciera de lo más normal. Para los vecinos, no era más que una casa normal y corriente. No podían escuchar nada de lo que pasase dentro sino atravesaban la barrera, y nadie lo iba a hacer.

Aiko estaba de pie frente a Satoru, en el lugar donde antes había estado la mesa. Con unas lágrimas cayéndole por las mejillas desabrochó las tiras de su peto vaquero y lo deslizó lentamente hacía abajo. Cuando estaba a punto de dejar al descubierto su ropa interior titubeó por un momento.

- ¿Y bien? Creía que habías dicho que harías lo que te dijese.

- Si hago todo esto… ¿me juras que no harás daño a mi padre?

- Tendrás que confiar en mi palabra, ¿no crees?

Tenía razón. No habían garantías de que no fuera a hacer algo malo a su padre, pero no tenía forma de saberlo. Terminó de quitarse el petó, dejando al descubierto unas bragas rosas. Por delante tenía impresa la carita de un oso, mientras que por la parte trasera el oso estaba de cuerpo entero, abrazando una mantita. Nerviosa, Aiko lanzó el peto al sofá que tenía detrás y se quedó quieta.

- Me sorprende que uses ese tipo de bragas. Siendo tan marimacho por lo que oído, pensaba otro tipo de ropa interior.

- N-No tenía otras limpias, ¿vale?

- La camiseta.

Aunque seguía dudando sobre si obedecerle o no, esta vez tardó mucho menos en quitarse la ropa. Dejó al descubierto unos pechos casi inexistentes, con dos puntos rosados. Al contrario que la mayoría de sus compañeras de clase aún no se le habían desarrollado los pechos, por lo que ni se le había pasado por la cabeza la idea de comprarse un sujetador.

- ¿E-Estás contento…? – Le preguntó sonrojada, con ganas de taparse, pero no se movió.

- ¿Crees que hemos terminado? – Se puso de pie y se acercó a ella, disfrutando de su olor. El olor de su poder mágico que rodeaba su cuerpo.

- ¿Q-Qué quieres decir…?

- El poder mágico de las brujas adultas hay muchas formas de extraerlo… pero cuando es una bruja novata… en el que apenas lo tiene desarrollado… solo hay una forma de hacerlo.

- ¿Q-Qué forma…? – A Aiko no le estaba gustando el camino que estaba tomando la situación. Si ya estaba asustada, ahora estaba en pánico.

Por sorpresa, Satoru le planto un beso. Por un momento Aiko no intento defenderse, porque le había pillado desprevenida. Además, el movimiento de la lengua de su agresor dentro de su boca le estaba provocando un hormigueo en las piernas y no tenía fuerzas para resistirse. Sus mejillas se pusieron rojas, como si ardieran, y aunque era su primer beso, lo disfrutó. Si esa era la forma de obtener su poder mágico, no le importaba.

No obstante, una de las manos de Satoru se deslizó hasta su entrepierna, y empezó a acariciarla sobre las bragas, lo que trajo de nuevo a Aiko al mundo real e intentó empujar al chico para quitárselo de encima. Se apartó de sus labios, pero no por los empujones que Aiko hacía para apartarlo, sino porque ya había disfrutado bastante de ellos. Se relamió la saliva que le quedaba por sus labios mientras que presionó las bragas de Aiko con uno de sus dedos, como si se lo fuera a meter con la tela.

- ¡Ah…! – Gimió la joven, sin entender nada - ¡¿Q-Qué estás haciendo…?!

- Para poder extraer tu poder mágico necesito que tengas un orgasmo.

- ¡¿Q-Qué…?! ¡¿De qué hablas?!

Presionó de nuevo con su dedo, lo que hizo que Aiko soltase un nuevo gemino de placer. Satoru sabía que Aiko no sabría aún lo que era un orgasmo, ni mucho menos lo que estaba por venir. Seguro que ahora mismo por la cabeza la estaban pasando un montón de preguntas, para las que no tenía respuesta.

Y así era, mientras el dedo de Satoru hacía lo posible por entrar por la vagina de Aiko atravesando la tela de las bragas, esta sentía un calor y un cosquilleo que le recorría todo el cuerpo. Además, notaba que su entrepierna estaba cada vez más y más mojada, como si se hubiera orinado encima. Hacía mucho desde la última vez que se había meado en la cama, pero recordaba esa sensación de tener las bragas mojadas.

- ¿Qué tal? ¿Te gusta? Supongo que una chica como tú nunca te habrás tocado aquí, ¿verdad? – le lamió la oreja, lo que hizo que sintiera un nuevo cosquilleo recorrerle todo el espinazo – No te preocupes, por ser tu primera vez, no voy a desvirgarte. Así que tendré que hacerlo de otro modo.

- ¿O-Otro modo…?

Satoru le bajó las bragas a Aiko hasta las rodillas y levantó sus piernas en el aire. La joven por instinto se cubrió su entrepierna con las manos, tan roja como un tomate. Ni siquiera su padre se la había visto de esa forma y ahora mismo se estaba muriendo de la vergüenza. Pero bastó con una mirada hacía la cara de Satoru para acordarse de que la vida de su padre estaba en peligro, por lo que el joven no tuvo que hacer nada. Aiko retiró sus manos y dejó que mirase su vagina.

El joven la miró con detalle. Estaba cerrada y tuvo que hacer un poco de presión sobre los labios para abrirla. Se nota que era virgen. Estaba empapada y no le costó mucho meter uno de sus dedos en su interior. De nuevo la joven estaba gimiendo de placer, aunque le molestaba un poco que le metiese un dedo. Era una sensación muy parecida a cuando se ponía enferma y tenía que meterse un supositorio por su culo, aunque en este caso le daba un poco de placer.

Aumentó aún más el placer cuando la lengua de Satoru comenzó a recorrer su vagina de arriba abajo, hasta que finalmente la metió en su interior. Los jugos de Aiko no paraban de salir. Tenían un sabor dulce y sabroso, y el interior de su vagina, aunque era muy estrecha, era muy calentito.

Aiko no paraba de gemir. Se mordía uno de sus pulgares para evitar que se le oyera y Satoru supiera que estaba disfrutando con eso. No entendía porque le estaba lamiendo su entrepierna, ni tampoco porque sentía ese calor por todo su cuerpo, pero no podía evitarlo. Además, empezaba a notar como que algo quería salir, cada vez más. Era como si le estuvieran entrando ganas de ir al baño.

- P-Por favor… déjame ir al baño… c-creo que voy a orinar…

- No te preocupes, tú déjalo salir… lo que tienes ganas de hacer no es mear. Es otra cosa, déjalo salir y verás que placer sientes.

- N-No… - no tuvo tiempo de protestar, porque Satoru regreso a lamer su vagina. Pero en esta ocasión pellizcaba su clítoris. Un pequeño botón que era apenas imperceptible, pero que logró encontrar tras una larga búsqueda.

Aiko no podía aguantarlo más. No sabía lo que era pero necesitaba dejarlo salir o iba a explotar.

- ¡Aaaaaaaaaaaaaah….! – Gritó de placer mientras tenía su primer orgasmo. Un gran chorro con sus flujos salieron disparados de su vagina en un fuerte chorro que mojaron hasta sus bragas, acabando en la boca de Satoru, que se los bebió sin desperdiciar una sola gota.

Aiko cayó sobre el sofá, respirando agitada. Su entrepierna estaba empapada, estaba chorreando de sudor y su temperatura corporal estaba altísima. No entendía para nada lo que había sucedido pero, aunque no quisiera reconocerlo, esa sensación le había gustado. Aunque no la entendiese.

Satoru se puso en pie disfrutando de sus jugos, relamiéndose los labios. Por algún extraño motivo, ese sabor le resultaba extrañamente familiar. Se miró las manos. Tal y como pensaba, con eso solo no iba a poder recuperar todo su poder mágico. Lo sentía por Aiko, pero iba a tener que ir más allá. Y con ella no le bastaría, así que tenía que cazar también a las otras brujas.