N/A: De nuevo soy yo enfadando con más Spabel. En esta historia me enfoco más en los sentimientos de Bélgica hacia España, de una forma un tanto melancólica.

Seba (Seba20), si lees esto te lo dedico :) Hace meses te pedí que me dieras unas palabras para escribir algo, mencionaste "Sueño" y aquí hay algo titulado con eso. Gracias por la mega paciencia que me tienes mi niño :D

Disclaimer: Hetalia es de Himaruya Hidekaz. El fanfic es de Ana (osea mío xD).


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| No más |

- No más sueños como una chica tan enamorada… Tan enamorada del mundo incorrecto. -

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. Sueño .

Eran ya alrededor de las diez de la noche cuando Bélgica dormía apaciblemente sobre un sillón de la gran sala que había en aquella casa. Al parecer ni Romano ni su hermano Holanda se percataron de que eso había ocurrido, que de haberlo notado le habrían pedido que fuese a dormir a su propia habitación ya que era tarde y hacía frío esa noche.

Se había quedado dormida leyendo un libro que tomó de un estante del despacho de España para conciliar el sueño que no tenía desde hace tiempo, y la lectura le había ayudado mucho a lograr su objetivo: Dormir.

Todo en el ambiente estaba calmo y casi sombrío debido al silencio. España no estaba en casa esa noche debido a los constantes viajes que estaba obligado a hacer por sus nuevas conquistas en el nuevo continente, muy lejos de donde él gustaba estar.

Pronto aquella tranquilidad que tenía Bélgica al dormir se rompió en el momento que los ruidos de la puerta principal queriendo ser abierta, la despertaron de su siesta nocturna y la llevaron a ponerse de pie adormilada, para caminar lentamente hasta el pasillo donde la puerta se hallaba. Cuando vio la figura masculina que entraba por la puerta, sus verdes ojos cristalinos casi brillaron de alegría… Era él quien entraba a paso cansado, su querido Antonio al fin estaba en casa.

—¡España!

Bélgica no dudó en llamarlo y en apresurarse para estar junto a él.

—Shh… —España puso un dedo sobre sus labios y le indicó que bajara la voz, no quería despertar a nadie. Ambos solos estaban mejor.

—Bienvenido a casa… ella sonreía de forma cálida y él hizo lo mismo al tiempo que tomó con sus manos la pequeña cintura de la belga y, quizás en un acto involuntario por la emoción de verla de nuevo, la alzó levemente del suelo y dio una vuelta con ella para después abrazarla con fuerza como no lo había hecho en meses.

—Te eché mucho de menos, mi Belle. —de verdad que la extrañaba tanto…

—También yo a ti, me alegra mucho que ya estés aquí…

Cuando terminaba de abrazarla, él le sonreía y se acercaba a besarla mientras le tomaba el rostro con cariño y gentileza, juntaba sus labios con los suyos y la hacía imaginar que todo lo malo de aquella época desaparecía por un simple beso suyo. Tan tierno y colmado de sentimiento como los besos que siempre le daba cuando nadie los veía.

Sus ojos estaban cerrados entregándose por completo a aquellos labios de anís. Se sentía tan bien que él la besara así… con esos firmes labios moviéndose sobre los suyos con tiernos roces, obsequiándole besos suaves y lentos que la llevaban a sentir cómo latía su corazón más rápido al tenerlo cerca. Entre más lentos eran sus besos, más rápidos eran los latidos en ambos cuerpos.

Aquel momento era tan perfecto… No había nadie cerca de ellos, el pasillo estaba vacío y tenuemente iluminado por unas cuantas velas, y ellos, se besaban reclamando todos esos besos que no se dieron durante los meses que él estuvo lejos de casa. Bélgica agradecía esta vez que España hubiese llegado al anochecer de su viaje, porque por más egoísta que sonase esto, así él no tendría que distraerse con nada ni nadie que no fuese ella que lo esperaba con tantas ansias desde su partida. Todo el cariño de España era de ella, toda su atención y su cuidado… y en ese momento sentía que Antonio era suyo, no la nación sino el "hombre" que le representaba, y así igualmente ella le pertenecía a él.

Al menos hasta que el nuevo día llegase.

—Te quiero, Belle —de esos labios que antes la besaban salían ahora esas bellas palabras susurradas, con un nombre que significa lo que ella es para él, una belleza absoluta.

"Te quiero…" Repetía él de nuevo y el pequeño corazón de la belga se sentía tan feliz que parecía que saltaba.

"Te quiero…" Tan feliz que esto que le sucedía con él no parecía ser real.

"Te quiero…" Tan lindo que todo era sólo un sueño…

"Te quiero, Bélgica…"

Y era hora de despertar.

. . .

Sus ojos cansados se abrieron casi de golpe sacándola de aquella fantasía que le había parecido tan bella… Su corazón aun latía de forma rápida y casi dolía al recordar las palabras de un "Te quiero" tan sincero que no ha existido aun. Se talló los parpados y se palpó los labios con la punta de los dedos, estos estaban tan secos que hasta temía en mover la boca para que no se partiesen en el acto.

Al instante, se sintió patética y hasta asqueada por aquel sueño tan ingrato, no porque no le hubiese gustado, al contrario, pero era por eso mismo que comenzaba a odiarlo, porque le hacía recordar que nada de lo que vivió en tal ensueño era real, y que quizás también estaba lejos de que llegara a ocurrir algo así con ese intento de hombre del que estaba enamorada desde hacía años.

Era extraño cómo había llegado a despertar en un lugar como en el que se encontraba ahora, recostada en la hierba a lado de un árbol alejada de casa detrás del jardín y de unas cuantas cosechas. ¿Por qué había sido tan tonta al decidir tomar la siesta en un sitio así? Era tan incongruente. Ella ni siquiera tomaba la siesta como lo hacían España y Romano… pero esta vez quiso intentarlo, mas no lo logró y durmió unas horas extra.

Al notar que ya había oscurecido comenzó a sentir cierto pánico al verse sola en medio de aquel panorama tan tétrico, la verdad era que le temía un poco a estos lugares de noche como una débil niña temía a ser perdida en el bosque. Lo mejor para ella era salir de ese lugar lo más pronto posible.

Cuando llegó agitada y cansada por haber corrido hasta la casa, vio a España sirviendo unos deliciosos churros al pequeño Romano quien le esperaba impaciente en la modesta mesa del comedor que tenían en la cocina. Por un momento se sonrojó al verlo a través de la puerta de madera y rejillas de fino alambre, recordaba su sueño en donde él parecía ser tan atento con ella, donde la quería tanto y le brindaba toda su atención y su cariño; y sus besos… Se llegaba a morder los labios tan fuerte que le dolía la presión que sentía, le daba cierta pena y coraje el pensar que si él quisiera, podría hacer lo que le viniera en gana con ella como lo hacía en sus sueños, y comparar esas escenas con su realidad la hacían ver su vida amorosa de forma realmente patética.

Interrumpiendo aquella convivencia, entró por la puerta del lugar que daba con el jardín de donde venía y lo primero que le vino en mente fue preguntar por su hermano. Más para comenzar la conversación que por saber de verdad en dónde estaba el rubio, ella ya se daba una idea.

—¿Dónde está mi hermano…?

—¿Eh? ¿Holanda? —preguntó España mientras Romano le arrebataba un churro de aquel plato que puso sobre la mesa junto a unas pequeñas tazas con chocolate —. No lo sé, quizás en su habitación… Creo que ha cenado antes que nosotros y se ha ido a dormir.

¿Qué acaso él no pensaba preguntarle dónde había estado? ¿O por qué se escuchaba tan agitada y preocupada?

—Con cuidado Romano, aun están calientes.

—¿Por qué nadie fue a despertarme? —ella lanzó aquella pregunta con cierta molestia, no era posible que ninguno de los dos se hubiera preocupado por ella en todas estas horas que estuvo fuera de la casa, de su hermano se lo esperaba, pero de ellos no lo había creído, ¿tan poca cosa era ella para ellos? ¿Para él?

El pequeño Romano le miró con duda y España sin saber que hacer, hizo lo mismo —¿Estabas dormida Bel? —él cuestionó.

—Sí… Salí hace unas horas al campo detrás del jardín, intenté dormir la siesta como lo hacen ustedes pero dormí demasiado y apenas desperté hace unos minutos.

—Lo siento Bélgica, no nos percatamos de que no estabas. —respondió él sonriente sin pena alguna como si ése fuese un tema de todos los días y a ella esa pequeña indiferencia le dolía, tanto como si le hubiesen clavado una daga directo al corazón —. Pero ya que estas aquí, ¿por qué no comes algo? Preparé churros para Romano pero no creo que a él le importe darte uno.

El pequeño en efecto acercó su plato hacia ella con la intención de ofrecerle un churro, ese niño daría lo que sea con tal de ganarse su cariño, y en ese lado Bélgica sentía que se parecía a ella, dando todo de sí por ganarse a su querido Jefe, el idiota de España.

—Gracias Romano, pero creo que no tengo apetito. —se acercó al pequeño y le acarició la cabeza revolviendo sus cabellos con ternura —He comenzado a sentirme un poco mal, así que prefiero ir a descansar.

Se sintió tan fuera de lugar en aquella escena que prefería irse a su habitación para intentar olvidarse de su desdichado día. En verdad que estaba comenzando a sentirse mal. Mal consigo misma por ser tan egoísta.

Si España la hubiese detenido para pedirle que por favor se quedara a cenar con ellos, ella sin pensarlo habría aceptado con gusto la invitación, pero lamentablemente, ésta no era una de sus fantasías. España lo único que haría sería darle las buenas noches como todos los días. Sin abrazos, sin besos, y sin nada más que agregar que palabras vacías.

—Buenas noches, Bélgica.

Ojalá esta noche no volviera a soñar con él como lo había hecho esa tarde.

Buenas noches

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N/A: No sé bien cómo voy a continuar esto, pero lo haré.

Muchas gracias por leer.