Título: Roads Untraveled
Disclaimer: todo lo que reconozcan como THE WALKING DEAD pertenece a RICK KIRKMAN Y AMC. Sin embargo, el fic si es creación propia.
Capítulo uno: Deambulantes (editado)
"Ámame con los días que tengas. Ama por mí."
Lucas Ponce, "La última página".
Beth se miró al espejo de pie. Su vestido de graduación le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas y era rojo, lleno de flores, grajeado. Su cabello estaba recogido en un simple peinado dejando algunos bucles sueltos enmarcando su rostro de niña grande. Llevaba puestas las reliquias familiares, una lágrima de oro colgaba de su cuello y dos pendientes idénticos al collar.
Unos golpes suaves sonaron en su habitación. Levantó su mirada y se encontró con su madre apoyada en el marco de la puerta, sonreía y llevaba puesto el gorro de graduación de su niña. Beth le sonrió y su madre entró en la habitación, caminó hacia ella, extendió sus brazos y los apoyó en los hombros de su pequeña. La contempló por unos segundos, orgullosa y apoyó su cabeza en la de Beth mientras frotaba sus hombros, tratando de darle valor.
—¿Lista para una nueva aventura? —le preguntó dulcemente.
—Claro que sí, mamá.
—Jimmy estará aquí en cualquier momento. Dime, ¿los zapatos te incomodan?
—Sólo un poco —respondió Beth mirando hacia sus pies.
Anette le regaló una mirada apreciadora y le levantó los pulgares, en señal de que su niña estaba verdaderamente bella. Beth le sonrió una vez más antes de dirigirse hacia su cómoda, donde estaba el ramillete que Jimmy había traído la tarde anterior. Eran rosas de color salmón, todas amarradas con cinta y alguna selva madre como detalle final. Reposaban en una caja de plástico transparente, esperándola. Esas flores, clamaban por Beth.
—Ven, papá está en la sala —le avisó su madre y ambas salieron de la habitación, para cruzar el vestíbulo rumbo a las escaleras. Beth se tambaleó un poco en sus tacones pero luego se estabilizó y pudo ponerse a la par de su madre para seguirla. La casa estaba iluminada tenuemente, como todas las noches. Los grillos se escuchaban fuera y algunos sapos croar. Se encaminaron hacia la sala, recordando tantas aventuras albergadas entre esas cuatro paredes.
Su padre la esperaba al lado de la chimenea. Le sonreía y ella también a él, hasta que se detuvo a mirar la hora en su reloj de bolsillo.
—Apresurémonos… o Jimmy tendrá que esperar más de lo debido.
Beth avanzó hacia él y le extendió la cajilla transparente. Hershel tomó con cuidado el ramillete y lo abrochó en la delicada muñeca de su hija. Mientras, le pareció que, a la luz de las lámparas, ella se veía extraordinaria. Entonces levantó una mano y la posó en la mejilla de su hija menor. Esta sonrió y se hundió en ese aroma tan familiar.
—No puedo creer que ayer apenas andabas en pañales por estos pasillos.
—Oh papá, ¡eso pasó hace mil años! — exclamó riendo y regalándole una dulce sonrisa a su padre.
De repente se escuchó el ruido del motor de una camioneta. Los faroles iluminaron las ventanas y Anette corrió a observar por la ventana.
—Son Maggie y Shawn. Se habían ido al pueblo a comprar la cena- informó cálidamente.
Entonces la puerta se abrió con fuerza y sus risas invadieron el salón. Los pasos torpes de Shawn chocaban en el suelo de madera contrastando con los pasos suaves de Maggie.
—¡Pizza! —gritó entusiasmada entrando a la sala y al ver a su hermana abrió los ojos y la boca, sorprendida. —¡Oh por dios, estás irreconocible!
—¿Quién está irreconocible? —se oyó la voz de Shawn mientras se colocaba al lado de Maggie. —Oye, ¿tú piensas salir así? —acusó con un dedo como buen hermano mayor que era. Beth rió ligeramente.
Luego se escuchó otro motor y todos supieron que ese era sí Jimmy. Beth tragó con fuerza esa espesa saliva relacionada a la ansiedad y se alisó las arrugas inexistentes en su vestido.
—Castraré a ese tipo si te toca un solo pelo —murmuró entre dientes Shawn mientras se disponía a abrir la puerta.
—Escucha Bethy, no tomen alcohol… Y no intenten hacer nada loco. Recuerden que son unos niños —aconsejó Anette mientras besaba a su niña.
—Deja en paz a la niña, Anne. Ella sabe cuidarse sola. —El padre le guiñó un ojo cómplice a su hija y los acompañó hacia la puerta de la casa.
Beth se dirigió hacia la puerta acompañada por toda su familia, que la despidió con abrazos fuertes y reconfortantes. Cuando salió fuera, el calor de verano la recibió.
Jimmy se bajó de la camioneta apenas la vio salir, la notaba un poco nerviosa. Mientras se acercaba a la entrada de la casa, Beth lo miró y se dijo que se veía tierno en aquel esmoquin, seguramente heredado por su hermano.
El muchacho, al verla de cerca por primera vez, abrió un poco los ojos y luego se acercó a ellos. Beth sonrió sin quererlo.
—¿Te gusto? — preguntó Beth en un hilo de voz.
—Estás hermosa, la verdad —respondió él, convencido y sonriéndole.
Shawn comenzó a aclararse la garganta y le prometió al muchacho que lo mataría si le hacía cualquier cosa a su hermana pequeña. Jimmy no le prestó atención y le extendió el brazo a Beth y ella lo aceptó con gusto. Ambos caminaron por el camino de tierra hasta la vieja camioneta. La luna iluminaba el bosque de una manera espectral, pero hermosa, sin duda.
Jimmy se adelantó unos pasos y le abrió la puerta de la camioneta con una reverencia graciosa. Beth sonrió y se subió al vehículo con cuidado, procurando no ensuciar el vestido y esperó pacientemente a Jimmy a que subiera por el otro lado.
—¡Los cinturones! —se escuchó gritar a Anette.
—¡Mamá! —chillaron a su vez Shawn y Maggie.
Jimmy se sentó a su lado y se abrochó el cinturón con cuidado. Luego apoyó las manos en el volante y clavó su mirada en Beth.
Sus ojos eran azules. Un azul que calmaba a Beth. Un azul que ayudaba a Beth cuando más lo necesitaba. Un azul que había acompañado a Beth desde pequeña.
Pero, sin duda, no era el azul que ella amaba. Ella amaba aquel par de ojos azules tormentosos, con historia detrás de ellos, con rayos y centellas, con pecados y resignaciones, con lujuria y cariño.
Ella amaba aquel azul que la miraba por las noches, en las habitaciones prestadas, en penumbras, dignas de dos amantes en peligro. Ella amaba aquel azul que decía todo lo que su dueño no era capaz de expresar con palabras.
—¿Lista? —preguntó Jimmy. —Nuestro último baile, ¿puedes creerlo? —preguntó entusiasmado, produciéndole ternura a la rubia.
Ella le sonrió, asintió con la cabeza y encendió la radio.
—Puedo creerlo, Jimmy.
…
El papel crepé cubría las vigas del gimnasio. Lluvia plateada adornaba la entrada y estrellas colgaban por todos lados. Beth tuvo que caminar de costado para poder atravesarlas. Al avanzar hacia la pista, lo primero que se escuchaba era la música tenue y, más adelante, las risas y charlas de los demás estudiantes.
Iba de la mano de Jimmy. Algunas chicas se voltearon a verla y fruncieron sus ceños. La habían visto anteriormente con otro chico. Con otro hombre.
—¡Hola Beth! Te ves increíble —Sarah se acercó a ella con su espumante vestido color plateado. —Hola Jimmy, qué sorpresa verte por aquí —dijo sinceramente.
Sarah Jones era conocida por ser una de las mayores cotillas del curso de Beth, y también por sufrir un eterno encaprichamiento con Jimmy. A causa de esto último, Beth se había ganado el odio de la muchacha, ya que todos sabían que el muchacho amaba a Beth. Pero ya había pasado un tiempo desde que Sarah y sus amigas vieron a Beth en una fiesta en la ciudad vecina con otra persona, y desde ese momento las cosas cambiaron.
Y luego, aún más al ver que este hombre la recogía algunas veces en el instituto o ella se escapaba de la granja para verlo, ambas cosas contribuyeron a que el romance de la hija del veterinario y del hombre con pintas de narcotraficante fuera todo un chisme –y de los grandes- entre la multitud estudiantil.
Así que, ver a Beth Greene con Jimmy McCaune era toda una novedad, cuando últimamente casi ni se la veía a la joven por el pueblo y todos sospechaban que era a causa de su novio. Y como buen amigo, Jimmy no largó bocado de lo que sucedía, alegando que él no sabía nada ya que Beth y él no tenían la mejor relación en los últimos tiempos.
—Hola Sarah. Tú también te ves muy bella —acreditó Jimmy pasando su brazo por la cintura de Beth y encaminándola hacia las mesas.
—Qué metida —murmuró Jimmy un poco frustrado, corriéndole la silla a Beth para que se sentara.
—Es normal. Ten en cuenta que los últimos diez meses me vieron con otra persona —dijo secamente, recordando lo perdido.
Al percatarse de la expresión herida de Jimmy, supo que había sido un poco violenta. Beth sintió la necesidad de disculparse con el muchacho por ser tan brusca, pero Jimmy hizo una mueca y se sentó a su lado. Se pasó la mano por el rostro un poco frustrado y le tomó la mano.
—Bethy… sabes que estoy para ti.
—Claro que lo sé Jimmy —murmuró sonriendo — claro que lo sé.
Pasaron las horas, entre ponche y comida, entre risas y charlas. Beth estaba realmente feliz, a pesar de que se había pasado toda la semana como un zombie. Bailaba junto a los pasos torpes de Jimmy, que hacía lo posible por hacerla sonreír y acompañarla en algo que ella amaba hacer. Pronto estuvieron sudados y un poco febriles a causa del alcohol que Tommy White había puesto en el ponche a escondidas de las autoridades del instituto.
En un momento de la noche, Beth abrazaba a Noah, uno de los pocos compañeros con los cuales se hablaba cuando Sarah Jones se acercó a ella.
—Hola —susurró con las mejillas encendidas. —Beth, alguien te espera fuera. Me lo dijo hace quince minutos pero recién te he encontrado.
—¿A mí? —preguntó la aludida señalándose a sí misma. —Ok, vuelvo en cinco minutos —le dijo a Noah y partió, asegurándose de que Jimmy no la viera.
Mirando por detrás de sus hombros, caminó torpemente hacia la salida de emergencia. Al salir, el aire fresco de una noche de verano la recibió con gusto. Lanzó una risita tonta y trató de adivinar quién la buscaba mientras se acercaba a la calle.
La rubia frunció el ceño, pensativa, intentando imaginarse quién quisiera buscarla justo en medio del baile de graduación. Nunca fue la chica más popular, sólo hablaba con los chicos de las granjas vecinas y algún que otro compañero de clases. Y hasta donde sabía, todos ellos se encontraban en el gimnasio, festejando lo mismo que ella.
El sonido de sus tacones era amortiguado por el césped. Las estrellas dibujaban constelaciones de las cuales Beth se había aprendido la Osa Mayor y el Arquero. Pronto, una figura salió de un auto que ella reconocía. Se tensó en su lugar y el poco alcohol que tenía en la sangre pareció haberse evaporado.
Bajo un silencio sepulcral, los pasos resonaron en el asfalto y la luz de un farol iluminó el rostro de la persona. Cabello castaño y corto.
—Beth.
—¿Qué haces aquí? —logró articular la muchacha.
—Yo sólo… tú sabes.
Siempre lo mismo. Tartamudeaba y decía "tú sabes". Siempre esquivando sentimientos, tantos los de ella como los de él. Siempre evitando decir las cosas, sólo podía levantar los hombros e ignorar la situación. Así solucionaba las cosas. Él era cobarde.
—No. No sé —escupió con rencor Beth. —No puedo leerte la mente, Dixon.
Él pareció herido cuando ella mencionó su apellido tan fríamente. Sin embargo, levantó la cabeza y encaró su mirada.
—Tienes razón, no sabes nada.
—¡Entonces explícamelo! —gritó ella señalándolo con un dedo. —¡Explícame cuan cobarde eres para abandonarme! ¡Para no luchar por esto! —Esta vez, lo empujó.
—¡Es mi hermano, Beth! —intentó defenderse Daryl levantando los brazos. —¿Qué esperabas que haga? ¿Que dejara que lo maten?
—¿Sabes qué creo? Que eso es una excusa. Te vas porque quieres, porque temes enfrentar a mi padre... A mi familia. Porque eres cobarde.
Él golpeó con fuerza el capot del auto haciendo estremecer a Beth en su lugar, que limpió velozmente las lágrimas que habían escapado de sus ojos. Daryl parecía furioso y ella podía entender por qué. Toda su vida había luchado por no ser un cobarde, y ahora, ella se lo estaba echando en cara.
Entonces Daryl avanzó hacia ella y poco a poco la acorraló contra la pared, que transpiraba a causa de la masa de estudiantes que había dentro del gimnasio. Los ojos de Daryl parecían dos pozos llenos de secretos. Invitaban a perderse en ellos. Pero Beth se negó y enseguida irguió su barbilla.
Error.
Los labios de Daryl rozaron la delicada piel llena de puntos nerviosos enviándole una sacudida al cuerpo de Beth. Inmediatamente reconoció su cuerpo, su calor. Estuvo tentada de amoldarse a él.
Sus ojos se conectaron, por dos segundos. Y eso fue suficiente.
Sus labios se encontraron ferozmente en el camino oscuro, reconociéndose casi al instante. Beth llevó las manos al cabello lacio y suave de Daryl para enredarlo entre sus dedos. Daryl hundió los suyos en la cintura de Beth, diciéndose a sí mismo que seguramente dejaría marcas en la piel.
Ella comenzó a necesitar aire, pero no quería separarse. No cuando ya habían estado tanto tiempo separados. No quería alejarse de él nunca más. Quería amanecer con él todas las mañanas, quería caminar junto a él esas tardes de verano en la laguna, quería presentárselo a su familia y quería luchar por él.
Daryl gruñó contra su boca y pronto necesitó más. Llevó sus manos a los muslos desnudos de ella y la alzó. Beth enredó sus piernas en la fuerte cintura de Daryl y le devolvió el beso con aún más fuerzas. Daryl llevó una de sus manos hacia el estómago de ella sabiendo que era la debilidad de Beth pero lo encontró cubierto por el bello vestido que llevaba esa noche.
Se separaron y él apoyó su frente contra la de ella, que intentaba recuperar el aliento perdido. Llevó al curtido rostro del hombre su delicada mano, donde una pulsera de plata resbaló por su muñeca. Había pertenecido a la madre de Daryl, éste le contó que fue una de las pocas cosas que logró rescatar de ella antes que muriera y antes que él se fuera de ese lugar al que se negaba llamar hogar. Un día al ir a la feria de la ciudad vecina, cuando ella se rió a carcajadas porque él le había errado a los tiros para poder ganar un oso de peluche, le regaló esa pulsera. Él había tartamudeado y con manos torpes, le había abrochada la reliquia familiar en la muñeca. Ella supo qué quería decir con eso y le dijo que lo amaba.
Días después, él se apareció en el instituto, diciendo que se iba de la ciudad y que viviría de la caza, escondiéndose de la ley junto a Merle, su hermano, que era perseguido por unos tipos a los cuales les debía dinero. Como siempre. Ella lo miró incrédula, incapaz de aceptar nuevamente esa excusa y darle la espalda, como si nada pasara.
Y, en aquel momento, con la mirada que le estaba dedicando entendió, una vez más, todo con su mirada. No era un beso de reconciliación. Era un beso de despedida.
Daryl estaba huyendo. Estaba huyendo de ella.
Quizá esto era el fin de todos los presagios que él alguna vez le había indicado sutilmente y que ella se había encargado de negar. Como esas veces que él se desaparecía por tiempos prolongados poniendo como excusas que debía viajar con Merle para algunos negocios. Obviamente, ella desconocía sobre qué trataban los negocios.
Beth podía ser joven, ingenua y criada en una burbuja, pero no era estúpida. Las pocas veces que había visto a Merle Dixon, las experiencias no fueron totalmente agradables. Era un hombre borracho, drogadicto y con malas juntas. Estaba seguro que algo raro se traía en manos y no se sorprendería si eso se tratara de delitos menores. Y le rogaba a Dios que no fueran aún más graves.
Sin embargo, en las últimas semanas había notado a Daryl un poco más extraño de lo normal. Solía evitarla y poner excusas estúpidas para no quedarse con ella más tiempo. Y el día en que ella había insinuado llevarlo a la granja y por fin enfrentar a sus padres y hermanos, él había reaccionado de mala manera. Decía que aquello no era necesario, que ellos estaban bien así.
Por eso, Beth supo distinguir lo que decía aquella mirada azul sin que el dueño pronunciara palabra. Sus ojos se aguaron y él la soltó, dejando que las piernas de Beth descansaran en el suelo. Subió sus brazos por la cintura roja y se separó poco a poco de ella, que comenzó a negar con la cabeza y enseguida le echó los brazos al cuello.
Sus barreras habían caído. Ya era capaz de rogarle para que no se fuera.
—Beth… por favor… —comenzó él, anticipándose.
—No, no me dejes. Por favor, Daryl… no me dejes —suplicó con voz ahogada en su oído.
Él desarmó el abrazo con dificultad y vio el rostro de la chica a la que quería tanto bañado en lágrimas. Su corazón se quebró un poco más y colocó los brazos de Beth a un costado.
Comenzó a alejarse. Ella lo veía partir, aquella noche de verano, la última noche que lo vería. Su corazón se hizo añicos y quiso dejarse caer en ese estacionamiento, pero sus rodillas no cedieron.
Se quedó allí parada, viendo los faroles del automóvil de Daryl empequeñecerse, hasta que desaparecieron por completo. Y con él, el corazón de Beth desapareció, entre los grillos y los búhos. Deambuló en un camino sin él. Y eso, creyó, sería para siempre.
…
HOLAAAAAAAA! Bueno, aquí está el resultado de mi entrenamiento con mi beta Gato Jazz a la cual le agradezco eternamente, más que nada porque no le simpatiza Beth y sin embargo, ignoró ese hecho y aceptó ayudarme y debo decirles que es buenísima en lo que hace y súper buena onda :D
Espero que noten los cambios, he agregado cosas y pistas que creo que si leen entre líneas van a captar los cambios ;) No son cambios trascendentales, son leves como el tema de tiempos, ortografía y tipeo.
Bueno, ahora les traigo la mala noticia. Estoy pasando momentos muy difíciles, le diagnosticaron leucemia a mi tía y la verdad es que no he tenido ánimos para nada, ni para leer, ni escribir, ni comentar. Sólo me conecto a escuchar música y revisar Tumblr hasta que me muestra lo mismo. Cero series, cero nada. Y además viajaré al interior de mi país para ayudar a mis abuelos y allí no hay señal de absolutamente nada así que no podré actualizar ninguno de los dos fics.
Les pido mil disculpas por esto, me encantaría tener las fuerzas para escribir pero me siento frente al Word y tengo que sacar las palabras con ganchos, es horrible. Les pido disculpas a lectores de esta historia y de Self Harm.
Viajo dentro de unas horas, no quise irme sin que supieran de esta historia y de mí. No quiero que piensen que me olvido de ustedes o de este fic pero mi ánimo no es el mejor.
Espero que sepan entender, las quiero mucho.
Cambio y fuera, Yam.
