Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona pertenece a la maravillosa Kusanagi sensei.
GEKKOU
Una de esas noches de luna, parecida a aquella en la que recibió su nombre, Shin-Ah yace en el prado, contemplando las estrellas. Ao se acurruca, perezoso y somnoliento, junto a su cuello sobre la piel blanca. Un poco más allá, los reconfortantes y habituales sonidos del campamento: los escandalosos ronquidos de Zeno y Kija y las voces del joven Yoon mandando a Hak a que deje en paz a Jae-Ha, y de fondo, la risa suave de Yona.
Shin-Ah se alza un poco la máscara y siente la fresca brisa acariciándole el rostro como imagina que una madre haría. Luego exhala lentamente, vaciando el pecho, cerrando los ojos y dejándose llenar de este sentimiento hermoso de no sentirse solo. De saber que tiene hermanos, amigos… Que tiene una familia.
A veces piensa en la vieja aldea de su infancia, y en sus cortos años junto a Ao. Seco, adusto, brusco… Hoy sabe que tan solo quería prepararlo para una vida de desprecios y de soledad. Pero incluso así… Él solo era un niño que quería jugar, que quería que lo quisieran…
Aunque Shin-Ah es incapaz de guardarle resentimiento alguno. Quizás porque en su corazón no hay sitio para los sentimientos oscuros, o quizás porque simplemente no los quiere en su corazón.
Con el recuerdo de Ao viene siempre el de la gente de su aldea, llenos de miedo, de supersticiones, de corazones de piedra y gris…
Shin-Ah sabe que un día habrá de volver a ellos. Lo hará, sí, se adentrará en la montaña, por los laberintos excavados en la roca y buscará al niño que no tiene madre, al que llora sin que nadie lo acune ni lo reconforte. Aquel al que llaman monstruo y que tiene sus mismos ojos…
En cuanto sienta en su cuerpo las primeras señales, cuando la vista le falle, emprenderá el viaje. Se lo llevará de allí. Lo arropará en su pecho, bien abrigado en la piel de Ao y se marchará sin mirar atrás.
Es su deber como Seiryuu. Pero también es una promesa.
Aunque eso suponga que él empiece a morir un poco cada día. No importa, de veras que no importa.
Le dará al pequeño una vida de caminos, de espadas y peligros, pero también un nombre, la risa y el afecto sincero. Dragones, princesas, guerreros, sabios, noches bajo las estrellas… El mundo entero… Caminará de su mano, lado a lado, con el corazón abierto y el alma llena de amor. Le dará al nuevo Seiryuu todo lo que a él se le negó.
Ese será su legado para el pequeño Gekkou.
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NOTA: Gekkou (月光): Luz de luna.
Que conste que yo también espero que esta sea la última generación de dragones...
