Between the Lines Primera parte: El lado de Yata
Notas de Autor: Así que, escribí un fanfic de K Project. Por razones. No me dejaría sola, de todas formas. Primero es el lado de Yata (aka la parte más feliz), la sección de Fushimi será puesta una vez termine de editarla y cosas.
Autora: Klitch (en fanfiction: /u/9980/Klitch).
Historia original en inglés: en fanfiction /s/8988527/1/Between-the-Lines
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La primera vez que Yata lo vio, el chico estaba sentado en un rincón de la cafetería completamente solo, con su comida ante él, escogiendo minuciosamente los vegetales y apilándolos de acuerdo a su color y tamaño.
—Hey, ¿quién es ese tipo?- Yata movió la cabeza hacia el chico en tanto se inclinaba más cerca de sus presentes compañeros de almuerzo Wakui y Moriyama. —No lo había visto antes.
—Ni idea.- dijo Wakui arrastrando las palabras mientras llevaba la comida a su boca. —No sabía que nadie como él estuviera en nuestra clase.
—Eso es porque acaban de transferirte.- dijo Moriyama encogiéndose de hombros. —Pero tú deberías recordarlo, Yata. Ha estado en nuestra clase todo el año.
— ¿De verdad?- Yata masticó su comida pensativamente en tanto miraba al extraño chico continuar picoteando sus vegetales. Sólo cómelos ya, pensó irritado haciendo todo lo posible para deslizar la leche fuera de su bandeja.
—Fushi…Fushi algo, ese es su nombre. - dijo Moriyama. —Se ausenta un montón, ese es el por qué no lo recuerdas. De todas formas, él es raro. No le habla a nadie y come solo todo el tiempo, jugando con sus vegetales. ¿Qué es él, un niño de escuela elemental?
—Bien, bien.- Yata rió distraídamente y empujó su leche un poco más lejos de su bandeja. Unos pocas pulgadas más y estaría en la bandeja de Wakui y quizá Yata podría convencerlo de que había sido suya todo el tiempo
—No quiero tu leche.- murmuró Wakui, empujándola de vuelta hacia él. Yata hizo una mueca, fulminando a la leche con la mirada. Estúpida leche.
Volvió la mirada al chico raro, Fushi-lo que sea. Había terminado la mayoría de su comida y estaba ahora alternándose entre leer un libro en el que no parecía interesado y empujando la pila de vegetales alrededor con un dedo. Parecían pequeños edificios así, presionados todos juntos. La torre inclinada de rábano rallado, el rascacielos de col, todo a punto de ser derribados en cuanto tuviese la energía para botar las malditas cosas.
Hablando de eso, la leche seguía mirándolo. Yata maldijo y se levantó, tomando precipitadamente el cartón de leche en una mano.
—Voy a botar esto.- indicó, ignorando el modo en que Wakui y Moriyama ahogaron sus risas. Yata resopló e hizo todo lo posible para levantar su cabeza orgullosamente, (le añadía una pulgada extra a su altura cuando hacía eso de todas formas y joder, él necesitaba esa pulgada), y se dirigió al bote de basura.
Alcanzó el bote al mismo tiempo que el chico raro de los vegetales, quien levantó la mirada de su bandeja en cuanto Yata se acercó. Por supuesto, sus ojos se dirigieron directamente a la leche en su mano.
—Está caduca.- dijo ásperamente Yata, tirando la caja a la basura.
—Ah…oh.- El chico raro se veía un poco sorprendido y un poco aburrido, como si no estuviera totalmente seguro de que Yata le estuviera hablando a él. No mucha gente parecía hablar con él, aparentemente. Todos sus compañeros se habían extendido alrededor de la cafetería y estaban comiendo en grupos de tres y cuatro, todos excepto el chico de los vegetales. Parecía un poco lánguido bajo la mirada de Yata, como si estuviera esperando por algún tipo de reproche, apartando los ojos en tanto empezaba a vaciar los restos de su comida y las pequeñas pilas de vegetales en la basura.
— ¿Por qué compras ese almuerzo si no te vas a comer ni la mitad?- La boca de Yata habló antes de que su cerebro pudiera detenerla.
—Yo…- El chico se movió incómodo, como si no estuviera seguro de qué decir. Yata se ladeó un poco y de repente notó que el almuerzo parecía terriblemente familiar a su comida comprada.
Nunca había nadie casa para prepararle comida, no como otras personas tenían. Yata no quería molestarse en levantarse temprano para hacerlo él mismo así que tenía que comprarlo.
Oh, eso era, entonces. Era el menú más económico.
Yata de pronto sintió una pequeña chispa de compañerismo.
—¿Cómo te llamas?- preguntó abiertamente. El chico aún apartaba los ojos, incluso cuando respondió.
—Fushimi…Saruhiko.
—Fushimi, ¿eh? - Yata le tendió la mano. —Yata Misaki.
—¿Misaki…?
— ¡No!- Yata dijo rápidamente. —¡Yata, puedes llamarme Yata! De todas formas, ¿siempre estuviste en esta clase?
—Si.- la timidez parecía desaparecer, solo para ser remplazada por un aburrimiento extremo. En realidad, había algo en su rostro que hacía parecer como si el aburrimiento fuera más una forma de ser que una emoción.
—No te recuerdo.- dijo Yata, sintiéndose extrañamente torpe de repente.
—La mayoría de la gente no lo hace.- Fushimi se encogió de hombros y echó la última triste rebanada de rábano al bote de basura. Inmediatamente comenzó a caminar de vuelta a su rincón como si Yata no estuviera allí.
—Los vegetales son buenos para ti, ¿sabes?- Yata murmuró a sus espaldas, molesto por ser ignorado.
—La leche te ayuda a crecer.- Las palabras fueron tan silenciosas que casi no las oyó.
— ¿Qué diablos dijiste? - dijo Yata bruscamente.
— ¿Uhm?- Fushimi se volteó para mirarlo; el rostro en blanco. —Nada.
—Uhm, eso pensé.- resopló Yata y pasó junto a él, de vuelta a su propio asiento. En tanto pasaba, no pudo evitar mirar una vez más a Fushimi, quien se había retirado a su propio rincón como si nada hubiera pasado, mirando el libro que nunca parecía leer.
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— ¿Caduca de nuevo?- Estaban de vuelta en el bote de basura, Yata con su leche y Fushimi con sus malditas pilas de vegetales.
— ¿Eh?- le tomó a Yata un momento y luego lo entendió; asintió rápidamente. —Uhm, ¡sí! caduca. Totalmente.
—Estos también lo estaban.- dijo Fushimi con calma, tirando los vegetales uno por uno.
—Lucen bien para mí.- lo desafió Yata. De alguna forma, la mirada en el rostro del otro chico le molestaba.
—La leche de todos los demás está bien.- replicó Fushimi, sin perder un instante. Yata lo fulminó con la mirada y Fushimi miró de vuelta a sus vegetales.
—No viniste ayer.- Dijo Yata después de un momento.
— ¿Uhm?- Fushimi parecía sorprendido. Era extrañamente gratificante ver una expresión real en su cara. Cualquiera que no estuviera prestando atención pensaría más bien que tenía solo una emoción por defecto: el aburrimiento. Por su parte, Yata estaba empezando a pensar que la gente haría bien en prestarle más atención a Fushimi.
— ¿Enfermo? - preguntó Yata.
—No.- Fushimi no lo miró y de repente Yata se sintió como un idiota por preguntar. Los dos eran compañeros del almuerzo más barato, ¿cierto? Yata sabía sus razones, quién sabía qué pasaba con Fushimi. Su escuela no era la mejor del área, después de todo. Muchos de los chicos se transferían solo para volver a transferirse de vuelta rápidamente (Wakui ya se había ido, habiéndose transferido sin decir nada hasta dos días antes) o solo dejaban de asistir a la escuela, todo junto. Nadie hacía muchas preguntas porque todos sabían en qué tipo de lugar estaban.
Fushimi volvió a caminar de vuelta a su rincón y Yata de repente lo agarró del brazo, apartando el rostro ligeramente avergonzado.
—Lo siento.- dijo en voz baja.
—¿Por qué? - era demasiado raro. ¿Por qué? Cualquiera sabría por qué.
—Nada.- dijo Yata finalmente, molesto. —No importa.
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—Podrías solo comértelos, Fushimi.- dijo Yata, mirando como vegetales tras vegetales en perfecto estado eran tirados en el bote de la basura.
—Tú podrías tomarte tu leche, Misaki.
—No me llames así.- gruñó Yata, cruzándose de brazos. No sabía por qué Fushimi insistía en usar su nombre todo el tiempo. —De todas formas, eso es diferente.
—¿Cómo?
—Todos los vegetales saben diferente.- declaró Yata. —Te tienen que gustar algunos de ellos.
—No me gustan estos.- Dijo Fushimi.
—¿Cuáles te gustan?
Una pausa.
—No estos.- Dijo finalmente Fushimi.
—¿Qué jodida clase de dieta tienes?- preguntó Yata. —Te vas a enfermar.
—Y tú te vas a quedar enano.
—Repítelo, te reto.- le advirtió Yata.
—Como suficiente comida.- dijo Fushimi. —A la larga, los vegetales no son realmente tan importantes. Hay un montón de formas para evitar comerlos. Con suplementos dietéticos-
—¿Con qué?
—No importa.- dijo Fushimi con un suspiro —De todas formas ¿no es la leche una parte más esencial en la dieta de un chico en crecimiento?
—¿Quién lo dice?- Yata fulminó con la mirada la ofensiva caja en su mano. —He estado creciendo muy bien sin ella.
—Define "muy bien".
—¡¿Quién te preguntó de todas formas?!
—Tú lo hiciste.
—Cállate.- Yata se volvió para tirar la caja en el bote y Fushimi de repente se inclinó y se la quitó. —Hey ¿qué…?
Ignorándolo, Fushimi abrió la caja con un leve aire de fastidio, como si estuviera haciéndole a Yata un gran favor que requería grandes cantidades de esfuerzo para ser completado, y en un movimiento se la tragó enteramente.
—Ya está.- tiró la caja vacía ante un boquiabierto Yata, limpiándose la boca con la manga mientras hablaba. —No fue tan difícil ¿o lo fue, Misaki?
Sin otra palabra, Fushimi se giró y caminó de vuelta a su rincón, dejando a Yata mirando detrás de él.
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—Bien, dámelos aquí.
—¿Hmm?- Fushimi, curioso, levantó la mirada de su asiento en tanto Yata se inclinaba sobre él. Era hora de almorzar de nuevo y Fushimi estaba comiendo solo en su pequeño rincón. Nuevamente, tenía un libro abierto en su regazo y no había cambiado de página por al menos tres minutos. La caja de leche de Yata estaba allí, abierta y media vacía frente a él
—Dije, que me los des, aquí.- Yata repitió. —Los vegetales, digo.
Se alegró de ver que la expresión de Fushimi cambiaba a una absolutamente desconcertada.
—Bueno, tú has estado bebiéndote mi caja de leche, ¿no?- murmuró Yata, tratando de sonar como si no fuera un gran problema. Empujó torpemente su bandeja acercándola a la de Fushimi, casi tirando la bandeja del chico en su regazo, y tomó una silla cercana, sentándose al revés para poder poner sus brazos en el respaldo. —Ponlos aquí.
—Oh…- Fushimi puso debidamente una pequeña pila de pimientos verdes en el plato de Yata, todavía luciendo confundido.
—Y puedes venir a comer conmigo, ¿sabes?- añadió Yata. —digo, Moriyama y yo. Es tonto sentarse aquí en un rincón completamente solo.
—Estoy bien.- La usual impenetrable muralla se volvió a formar en los ojos de Fushimi. —No necesito que me hagas favores. Misaki.
—Bueno… ¡quédate aquí y se raro, entonces!- espetó Yata, parándose abruptamente, su temperamento ardiendo. Fushimi ya había dejado de mirarlo, volviendo la mirada a su libro. Había algo vacilante en su mirada que hizo que la ira de Yata se desinflara como un globo reventado.
Idiota. ¿Qué podría temer de una sugerencia así?
—Aun así todavía me comeré tus vegetales.- declaró Yata y arrastró todas las pequeñas pilas en una mano, tirándolas en su bandeja antes de caminar pisoteando hasta donde Moriyama lo miraba como si le hubiera crecido una tercera cabeza. —¿Me oíste, mono idiota? Me comeré tus vegetales todos los días, ¿qué te parece eso?
Fushimi lo ignoró y continuó mirando su libro, pero esta vez Yata creyó ver la más leve de las sonrisas en su rostro.
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Estaba lloviendo y Yata había olvidado su paraguas.
Bueno, eso no era del todo cierto. Él no había tenido realmente tiempo de olvidar el paraguas, era solo que no tenía uno. El cielo había estado mayormente despejado después de la escuela, las más pequeñas de las nubes apenas comenzaban a formarse cuando se dirigía a casa. Había llegado dentro del edificio antes de que el cielo se tornara completamente gris y había estado caminando en la escalera cuando oyó el primer rumor lejano de un trueno.
En tanto sacaba las llaves de su mochila y alcanzaba la puerta de su apartamento, de repente fue consciente de los sonidos de unas voces provenientes de adentro. El corazón de Yata se desplomó mientras presionó una mano contra la puerta. Abierta. Una familiar voz ronca se percibía en el interior.
Así que el viejo estaba finalmente en casa. Habían sido por lo menos tres semanas esta vez.
Una voz poco familiar respondió y Yata suspiró, dejando que la puerta se cerrara. Si había alguien allí que él no conocía, significaba que su padre tenía un "cliente", y Yata sabía muy bien que cada vez que eso pasaba, debía esfumarse.
Estúpido viejo. Yata pateó la muralla, luego se dirigió por el pasillo de vuelta a las escaleras- No sabía qué hacía su padre para vivir y no quería saberlo. No era como si importase de todas formas. Yéndose todo el tiempo, por días y semanas y dejando a Yata por sí mismo en el sucio departamento, preguntándose si el viejo recordaría al menos enviar algo de dinero para el alquiler esta vez. Preguntándose cuánto tiempo pasaría hasta el día en que no volviese a casa nunca más, y Yata estuviese completamente solo, luchando por un lugar para vivir y comer.
Salió del edificio justo cuando la lluvia comenzaba a caer. Yata maldijo nuevamente. Su paraguas estaba dentro del departamento y maldito él si fuera a volver allí ahora mismo. Se quedó parado incómodo en la puerta por un momento y entonces finalmente corrió hacia la lluvia, maldiciendo su propia estupidez. ¿Qué era? ¿Un niño pequeño? No necesitaba un estúpido paraguas. Caminaría al centro de juegos en la lluvia, eso le mostraría al viejo. Aminoró la velocidad a una caminata con un furioso pisoteo. Eso mismo; caminaría en la lluvia. Él no era un niño pequeño, asustado de un aguacero. Estaba bien así.
Estaba tan ocupado enfocándose en ralentizar el paso que casi no notó la figura encogida bajo un alero cercano hasta que casi tropezó con ella.
—Mira por donde caminas.
—Ah, lo siento, lo siento… espera, ¿Fushimi?- La sorprendida expresión de Yata se encontró con unos aburridos ojos azules que se asomaban por debajo del empapado flequillo. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Esperando que se detenga la lluvia.- Dijo en un tono que sugería que hasta un idiota debería ser capaz saberlo.
—¿Qué estabas haciendo en una…- Yata se detuvo y miró la tienda tras de él —una tienda de flores?
—Haciendo una entrega.- Había un leve indicio de una actitud defensiva en aquella oración.
—¿Tú estabas entregando flores?- La idea lo hizo reír. Fushimi lo miró fríamente.
—Me estaban pagando, Misaki.- Dio un lento paso a la derecha, lejos del hombro de Yata, mirándolo con disgusto. —Estás empapado.
—Olvidé mi paraguas.- Era parcialmente cierto de todas formas.
—Tch, yo también.- Fushimi apartó la mirada de él, de vuelta al cielo.
—Así que… ¿quieres ir al centro de juegos conmigo?- Yata no estaba seguro del por qué había dicho eso. Había algo en la expresión de Fushimi, algo perdido y frío como una neblina brumosa que le hizo hablar.
—Está lloviendo.- Fushimi arqueó una ceja.
—Puedo verlo.- Resopló Yata. —No está lejos. Podemos correr.
—Pillaré un resfriado.- Fushimi se encogió de hombros.
—Pillaremos un resfriado, ¿y a quién le importa?
—A ti no te importará.- La implicación estaba clara y Yata lo fulminó con la mirada.
—Bien. Quédate aquí y entrega flores entonces.- Yata dio la vuelta para irse.
Fue detenido por una mano en su brazo. Yata se giró, sorprendido.
Juzgando por la expresión de Fushimi, el único más sorprendido que Yata por lo ocurrido, era Fushimi mismo, quien miraba con furia su brazo como si le perteneciera a alguien más. Inmediatamente retiró la mano como si quemara y apartó la mirada rápidamente sin una palabra, haciendo ese estúpido "tch" con su lengua, que siempre acostumbraba.
—Ok, vayamos.- Yata cogió la mano de Fushimi y lo arrastro hacia la lluvia. —Una carrera, ¿de acuerdo?
—Eres un idiota.- murmuró Fushimi, pero no se apartó.
—Y tú eres un pelmazo.- respondió Yata con un encogimiento de hombros. —Cállate y vamos, nos vamos a empapar.
Corrieron todo el camino hacia el centro de juegos y colapsaron en la puerta, con las mejillas sonrojadas y el cabello mojado y riendo mientras las personas alrededor los miraban. De alguna forma Yata se dio cuenta de que no le importaba no tener un paraguas.
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—Es un pimiento verde relleno.- Yata se sentó en la mesa de Fushimi, mirando con una extraña fascinación cómo el otro chico excavaba obstinadamente el interior de su comida. No estaba realmente seguro de cuándo empezaron a comer juntos en cada la hora de almuerzo. Moriyama había dejado de ir a la escuela y Yata se había encontrado gravitando en el previamente solitario rincón de Fushimi en cafetería. La atmósfera no era tan viva como lo había sido con sus anteriores compañeros de almuerzo, pero aun así había algo confortable cuando eran solo ellos dos.
—Ya lo sé.- Fushimi ni siquiera levantó la mirada.
—El punto es que es un vegetal.
—No me gustan los pimientos verdes.
—Pero es un pimiento verde relleno.- dijo Yata, como si no importara.
—Así que me comeré el relleno.
—Te daré cien yenes si te comes el pimiento verde.- Había algo que Yata encontraba fascinante en la forma en que Fushimi, una persona que normalmente evitaba hacer cualquier cosa que requiriera esfuerzo, pudiera estar tan determinado a comer un almuerzo carente de verduras. Fushimi detuvo momentáneamente su raspado.
—No tienes cien yenes.
—Cuando los consiga, te los daré.- dijo Yata. —Vamos, solo inténtalo. ¿Para qué comprarlo si no te vas a comer la parte que tiene pimiento verde?
—Tú compras leche todos los días.
—Solo porque eso es todo lo que la cafetería tiene.
—Muy bien.- Fushimi deslizó la caja de cartón hacia donde estaba Yata. —Bebe eso y yo intentaré comer el pimiento verde.
—¡Espera, eso es jugar sucio!- protestó Yata.
—No es difícil.- Fushimi levantó la caja y la puso frente al rostro de Yata. —Es buena para ti. Te ayudará a crecer, Misaki.
— ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes de usar mi nombre?!
—Dejaré de llamarte Misaki si te tomas la leche como un niño bueno.- dijo Fushimi.
—Estúpido bastardo.- Yata se recostó en la silla. —Bien. Beberé la leche. Pero tú comete los vegetales primero.
—Bebe primero. ¿De qué otra forma podría creerte?
—¿Qué se supone que significa eso? ¡Soy mucho más confiable que tú!
—Entonces bebe.
—Después de ti.
—Al mismo tiempo entonces.- Fushimi levantó un trozo de pimiento hacia su boca mientras miraba a Yata por el rabillo del ojo.
—Bien, a la cuenta de tres.- Yata se encogió de hombros mientras cogía la leche, mirándola como si fuese a morderlo. —Uno, dos, ¡tres!- cerró los ojos y tomó un sorbo.
La leche apenas tocó su lengua antes de que la escupiera de nuevo, tosiendo dramáticamente.
—No puedo hacerlo.- tosió Yata. —Es…no. ¡Me niego!
Dio otro patético jadeo y levantó la vista hacia Fushimi, quien lo estaba mirando con diversión apenas disimulada, el pimiento verde completamente intacto a su lado.
—Tú…- Yata lo fulminó con la mirada y Fushimi se encogió de hombros.
—Realmente eres ingenuo, ¿no?
—Te odio, Saruhiko.
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—Detesto estos estúpidos exámenes.- Yata tiró su papel al suelo. Saruhiko, sentado en el techo al lado de él, le miró con un leve desinterés, antes de volver a su anterior actividad de mover los vegetales de su bandeja a la de Yata. Había aumentado el frío afuera pero incluso así se sentía agradable sentarse allí, solo los dos. —¿Quién necesita saber cosas como matemática de todas formas? No va a sacarnos fuera de este asqueroso lugar más rápido.
Saruhiko dio a un gesto evasivo mientras tomaba un bocado de su almuerzo.
—¿Qué hay sobre ti?- Yata lo miró sospechosamente. —Hey Saruhiko, ¿qué tipo de calificaciones tienes, de todas formas?
—¿Por qué importaría?- replicó Saruhiko.
—¿Por qué no quieres decirme?- Yata dio a sonrisa cruel. —Son peores que las mías ¿no? Tú me sigues llamando "tonto" esto y "descerebrado" aquello, ¡pero apuesto que tú eres peor que yo!
—Es solo un examen.- Saruhiko se encogió de hombros nuevamente. Yata lo miró un momento y entonces se abalanzó sobre él.
—¿Qu-Qué estas…- Saruhiko chilló indignamente. —Misaki, tú imbécil, qué…?-
—¡Ajá!- Yata retrocedió, blandiendo triunfantemente su capturado Tesoro, el examen de matemáticas de Saruhiko. —Ahora, vamos a ver…
—Eres un idiota, ¿lo sabes?- murmuró Saruhiko, reajustando enojado sus anteojos. Su rostro estaba enrojecido.
—¿Yo soy el idiota?- Yata dijo con una sonrisa -¿Yo?
—Sí, creo que hemos establecimos eso.- dijo Saruhiko con exagerada paciencia.
—¿Oh, si? ¿Qué hay de esto entonces?- Yata puso el examen frente a la cara de Saruhiko. —¿Qué es esto, eh? Se ven como veinte puntos menos que mi examen. Así que ¿quién es el idiota ahora?- Saruhiko lo ignoró deliberadamente, mientras Yata continuaba hojeando el examen con orgullo. ¡Finalmente había pillado a Saruhiko! No había forma de que el bastardo se escapara de esta: ¡duros y fríos números! ¡Prueba de la superioridad de Yata, oficialmente!
—Incluso dice que veas al maestro después de clases.- rió Yata, dando vuelta otra página. —Tú sabes, Saruhiko, si necesitas un tutor, yo puedo… espera.- Se detuvo en la última página.
La pregunta final había sido una difícil. El profesor la había hecho de múltiples opciones, pero incluso así Yata la había encontrado muy por sobre sus habilidades y había pasado más tiempo tratando de adivinar cuál letra parecía la más atractiva que intentando calcular la verdadera respuesta. Al final no había importado, en cuanto entregaron sus exámenes, el profesor había anunciado que la pregunta final no contaría porque el libro tenía la respuesta equivocada y entre ninguna de las opciones dadas estaba la correcta de todas formas.
Mientras el resto del examen de Saruhiko apenas estaba desarrollado, esa pregunta estaba llena de cálculos garabateados que Yata no podía siquiera empezar a seguir, incluyendo una respuesta encerrada en un círculo y una nota indicando que ninguna de las respuestas proporcionadas tenían ningún sentido y parecía que el profesor debería hacer las preguntas por sí mismo en vez de copiarlas ciegamente del libro.
—Saru…- murmuró Yata con entre dientes.
—¿Hmm?- Saruhiko, aburrido, levantó una ceja. —¿Eso?- se encogió de hombros —El resto era aburrido.
—Hey.- Yata lo miró sombríamente. —Eres un extraño tipo de genio, ¿no?
—Come tus vegetales, Misaki.
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Estaba lloviendo de nuevo y parecía como si la clase estuviera durando horas. Yata estaba pasando el tiempo observando a Saruhiko por el rabillo del ojo.
No lo entendía para nada. El tipo aparentemente era un maldito genio y aun así, de alguna forma le estaba yendo peor en la escuela que a Yata porque a él simplemente no le importaba. Yata había intentado que se lo explicara un par de veces, mientras estaban sentados en el tejado durante el almuerzo (se estaba poniendo cada vez más helado, pero a Yata le gustaba el techo y aunque Saruhiko siempre se quejaba, nunca se negaba) mientras repasaban la tarea del día y Saruhiko intentaba explicarlo en un modo que tuviera sentido.
—Es aburrido.- era la respuesta que siempre recibía, con el mismo apático encogimiento de hombros cada vez. A veces parecía como si Saruhiko pensara que todo era aburrido
Yata se preguntaba si Saruhiko pensaba que él era aburrido.
—…ta…¡Yata!- La aguda voz del maestro lo sorprendió en sus pensamientos. Yata se sentó rígidamente.
—S-si.- tartamudeó. Algunos de los otros estudiantes ahogaron la risa. Saruhiko ni siquiera levantó los ojos.
—Como has estado prestando mucha atención, Yata, ¿por qué no vienes aquí y respondes esta pregunta para nosotros?- dijo fríamente el maestro.
—Uh…bueno.- Yata se levantó estrepitosamente de su asiento. Los números en el pizarrón frente a él parecían estar moviéndose en una burlesca danza, mofándose de él por su estupidez. Detrás, el resto de la clase estaba riendo nuevamente y Yata sintió sus puños apretarse.
Hubo un sonido de alguien más parándose. Yata ni siquiera se dio cuenta de quién se trataba hasta que Saruhiko caminó calmadamente hasta su lado, poniendo una mano en su hombro y empujándolo gentilmente de vuelta a su asiento mientras él pasaba antes de continuar para detenerse ante el pizarrón.
Mientras Yata miraba boquiabierto, Saruhiko procedió no solo a responder la pregunta delante de él, completar con detalle una seca explicación y mostrar el procedimiento, sino que también terminó los dos restantes problemas en la hoja. Una vez que terminó, chasqueó la lengua y caminó de vuelta a su asiento como si nada hubiera pasado.
—Eh…- La mirada en el rostro del profesor sugería que posiblemente él había visto un unicornio. —Gr-gracias Fushimi. Ahora, uhm, en el siguiente problema…
El profesor se volvió al pizarrón, después de haber olvidado por competo la presencia de Yata. Él arriesgó una mirada hacia Saruhiko, quien había vuelto a su estudiada posición de ignorarlo todo. Los ojos de Saruhiko se movieron para encontrare brevemente con los de Yata y éste le dedicó una amplia sonrisa. Saruhiko hizo un silencioso "tch" y apartó la mirada, pero Yata había visto una pequeña chispa en los ojos de su amigo.
Tres semanas después, Yata se paró obedientemente fuera de la clase, esperando por un castigo por una pelea que él había empezado en la escalera más temprano esa mañana (no fue su culpa, el tipo había estado diciendo estupideces sobre Saruhiko y no era como si Yata pudiera solo sentarse y dejar eso irse impune). Desde su posición, al lado de la puerta, podía escuchar al maestro de matemática hablando con otro miembro de otra facultad en voz baja, con un tono serio
La historia de La vez en que el perezoso genio de la clase en realidad hizo algo aparentemente estaba destinada a durar por el resto del año escolar.
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—¡Me alegra verte de nuevo, hombre!- Yata saludó a Kamamoto mientras el mayor se volvía para irse. Llegaría tarde, pero no le importaba. Era agradable ver a viejos amigos de nuevo; con la forma en la que parecía desaparecer la gente todo el tiempo de su lado. La mitad de su clase de los años de escuela elemental se habían mudado ya, transferido o dejado de ir a clases completamente.
Saruhiko había estado yendo a clases más seguido, pero Yata realmente no pensaba mucho en eso.
Dándole a Kamamoto un último saludo, Yata se volvió para continuar su caminata a la escuela solo para casi atropellar a Saruhiko, quien silenciosa y rápidamente había aparecido directamente detrás de él.
—¿Quién era ese, Misaki?- la voz de Fushimi estaba tan calmada como siempre, pero Yata notar algo de nerviosismo en ella.
—¿Uh? Oh, Kamamoto.- Yata se encogió de hombros —Solía pasar el rato con él todo el tiempo en la escuela elemental, está un año delante de nosotros. Habían unos pelmazos que siempre estaban metiéndose con él hasta que les enseñé una lección.- Yata sonrió orgullosamente.
—Vas a llegar tarde a la escuela.- dijo Saruhiko secamente, agarrándolo del brazo.- —Vamos.
—¿Por qué estás de tan mal humor?- preguntó Yata, quitando el brazo de forma irritada.
—Este es mi humor habitual, Misaki.- dijo Saruhiko con mordacidad.
—¿Sabes? Kamamoto siempre me llamaba "Yata".- gruñó Yata. —Te sigo diciendo que pares de usar ese nombre.
Saruhiko dijo algo en respuesta pero su voz fue tan silenciosa que Yata no pudo entender las palabras para nada.
—¿Uh? ¿Qué dijiste?
—Dije, eres un idiota y necesitas caminar más rápido.- dijo Saruhiko escuetamente. —Te vas a meter en problemas de nuevo por llegar tarde.
—Tú también.- dijo Yata. Se detuvo de repente. —Espera, ¿por qué siquiera estás aquí de todas formas? ¿No deberías estar en la escuela ya?
—Te estaba tomando mucho tiempo llegar allí.
—¿Cómo sabes dónde vivo?- le preguntó Yata. Saruhiko se encogió de hombros y no respondió, su expresión luciendo atormentada por un momento. —En serio, Saruhiko, ¿cuál es tu problema? Usualmente no eres así de malhumorado.
—No estoy de mal humor.- dijo Saruhiko suavemente. —Solo vine para mantenerte lejos de los problemas.
—No necesito tu ayuda para eso.- declaró Yata.
—Siento disentir, Misaki.
—Para de llamarme así antes de que te de una paliza, en serio.
—Me gustaría verte intentarlo.
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Yata caminó a casa con sus manos en los bolsillos, de mal humor. Saruhiko había faltado a clases por primera vez en un largo tiempo y eso lo había hecho sentir aburrido y ansioso todo el día, como si estuviera perdiendo una parte importante de sí mismo. Para hacerlo peor, había reprobado dos exámenes y se había metido en otra pelea, resultando en un ojo morado para él y una nariz rota para la otra parte.
Y lo peor de todo, su padre todavía no estaba en casa. Normalmente, eso sería algo por lo que estar agradecido. Él podía hacerlo bien sin el viejo allí, eso era seguro. Pero ya habían pasado dos meses y el alquiler debía ser pagado en dos semanas.
El viejo bastardo era bienvenido a permanecer lejos el tiempo que quisiera, pero Yata iba a necesitar el dinero pronto y no había modo en el que un chico punk como él pudiera tener esa cantidad de efectivo en solo dos semanas, no sin acciones drásticas (y no era como si no estuviera considerándolas, pero estaba comenzando a tener pesadillas recurrentes de él siendo rescatado de la cárcel por un presumido Saruhiko y eso no era un resultado deseable para nada).
—Hey, ¡mira por donde andas!- Yata fue sacado de sus pensamientos por un fuerte empujón en el hombro que casi lo tira al suelo.
—¡Tú mira, cabrón!- ladró Yata automáticamente, girándose para mirar a la persona con la que había tropezado. Su se cerebro tomó un momento para entender lo que veían sus ojos, y maldijo internamente.
—Vaya, vaya, ¿si no es el pequeño Misaki de nuevo?- Se burló el chico con el que había tropezado. Él y sus dos acompañantes eran todo altura y rostros angulosos, y vestían el uniforme de una escuela superior cercana.
—Tú eres el único que ocupaba la vereda por completo, Tomino.- escupió Yata. —Sale pitando de mi camino.
—¿No deberíamos ser nosotros los que dijeran eso?- se mofó Tomino. Sus dos acompañantes se rieron con él. —La escuela elemental está en esa dirección.
—No me hagas patear tu trasero de nuevo.- gruñó Yata. No estaba de humor para lidiar con basura como esa .
—Oh, estamos tan asustados, ¿no, chicos?- se rió Tomino y sus secuaces se unieron. Yata resopló y se volvió para irse. Pelmazos como esos ni siquiera valían el tiempo que tomaría darles una paliza.
—¿A dónde vas, enano?- Otro de los escolares se movió para así bloquear el camino de Yata perfectamente.
—No estoy de humor para lidiar con este tipo de mierda hoy.- advirtió Yata.
—Así que el bebé corre a casa a papá, ¿eh?- dijo Tomino. —Hey, pequeño Misaki, escuché que has estado pasado tiempo con ese extraño chico genio. ¿Te está pagando para que seas su amigo de consuelo o algo?
Yata se paralizó, su rabia ardiente de repente cambiando a hielo frío.
—¿Qué dijiste?- gruñó por lo bajo.
—Recuerdo haber oído sobre él en la escuela media.- Tomino continuó arrastrando las palabras perezosamente. —Todos decían que no tenía amigos porque era anormal. Se suponía que era inteligente pero nunca hacía nada en clases, así que ni siquiera valía la pena copiarle. Debería haber pensado que un mocoso como tú empezaría a salir con él. Los perdedores atraen a los perdedores, ¿no?
—Muy bien, bastardo, tú lo pediste.- dijo Yata, mirándolo fijamente. —Di una sola cosa sucia acerca de Saruhiko y voy a quitarte la sonrisa de la cara con mis puños.
—Tú sabes, nosotros nos tropezamos con él el año pasado también.- continuó Tomino, impertérrito. —Le dimos una paliza muy buena, ¿no, chicos? Deberías haberlo visto, Misaki, llorando como una niña pequeña…
Todo lo que podría haber dicho fue interrumpido por el puño de Yata golpeando su cara. Tomino se tambaleó, maldiciendo, mientras los otros dos chicos inmediatamente rodearon a Yata.
—Tú lo pediste, pequeño pedazo de mierda.- gruñó Tomino, llevándose una mano al rostro. Ya había un gran moretón formándose alrededor de su ojo, Yata sonrió orgullosamente. —Vamos a hacerte desear haber rogado por perdón cuando tuviste la oportunidad.
Lo arrinconaron en el callejón más cercano, Yata apretó los dientes y los puños. Como si fuera a ser tomado tan fácilmente.
Uno de los chicos dirigió un puño hacia él y Yata lo bloqueó con un brazo, tratando de maniobrar su cuerpo para que así ellos no pudieran conseguir acorralarlo contra el muro. Se las arregló para dar unos buenos golpes, pero Tomino y sus camaradas eran más altos y pesados que él, además eran tres y él solo uno. En un santiamén Yata se encontró presionado contra una fría muralla de ladrillos, respirando difícilmente mientras hacía todo lo posible para esquivar los golpes que le eran propinados.
—¿Ya estás listo para disculparte?- Tomino se relamió mientras uno de los otros chicos golpeaba a Yata con fuerza en el estómago. Yata cayó de rodillas, su aliento momentáneamente cortado. Logró levantar la cabeza temblorosamente y dedicarle a Tomino una sonrisa feroz.
—Jódete.- siseó él.
—Supongo que todavía necesitas aprender una lección, ¿uh?- Tomino dio un paso más cerca, sonriendo con crueldad.
—Déjalo tranquilo.- Una voz en la boca del callejón hizo que todos se dieran vuelta. Yata se quedó congelado. Él conocía esa voz.
Saruhiko se quedó allí, mirando fríamente a los tres escolares. Era una expresión que Yata nunca había visto en él antes y esperaba nunca ser quien la recibiera.
—¿Viniste a salvar a tu pequeño amigo, niño raro?- Tomino se alejó de Yata para dar a Saruhiko toda su atención. Yata inmediatamente trató de levantarse, pero fue detenido por los dos amigos de Tomino.
—¡Vete de aquí, Saruhiko!- gritó sin poder hacer nada, luchando para escapar de su agarre.
—Estoy bien aquí mismo.- dijo Saruhiko llanamente. Ni siquiera se inmutó mientras Tomino se acercaba a él, incluso pensando en que él era al menos dos pulgadas más alto y treinta libras más pesado que él.
—¿Y qué estás planeando hacer, rarito?- se burló Tomino. Extendió la mano y agarró a Saruhiko por la barbilla, forzándolo a mirar hacia arriba. —Pensé que se suponía que eras inteligente. ¿Recuerdas cómo pateamos tu trasero el año pasado?
—Eso fue en el colegio.- dijo Saruhiko. —Esto es diferente.
—No creo que vaya a serlo…- sus palabras fueron ahogadas por un agudo chillido, pues Saruhiko, con indiferencia, había llevado su rodilla directamente a la entrepierna de Tomino. Él se agachó, aullando de dolor. —Tú… ¡pequeño bastardo!
Yata solo pudo mirar con los ojos muy abiertos cómo Saruhiko esquivaba fácilmente las garras de Tomino y se acercaba al callejón, golpeando a uno de los captores de Yata. El escolar cayó hacia atrás y Yata inmediatamente entró en acción, dirigiendo un golpe directo al ojo de su restante captor. El mundo fue de repente un torbellino de adrenalina y puños mientras Yata peleaba por abrir el camino, consciente de Saruhiko a sus espaldas mientras los dos corrían a la boca del callejón.
—¡Mocosos!- Yata escuchó a Tomino gruñir y de repente Saruhiko no estuvo más detrás de él. Se volvió justo a tiempo para ver a Tomino agarrarlo del brazo y lanzarlo con fuerza contra el muro de ladrillos. Saruhiko se tambaleó aturdido, casi perdiendo sus anteojos, y Tomino presionó un brazo contra su la garganta.
—¡Déjalo ir, bastardo!- Yata corrió adelante e inesperadamente fue arrojado al suelo por los dos amigos de Tomino.
—Cállate.- siseó Tomino. Su voz estaba tensa por el dolor. —Me encargaré de ti en un minuto. Pero primero… voy a ocuparme de este pequeño hijo de puta.- Presionó su brazo en la garganta de Saruhiko, quien dio un jadeo ahogado. Yata intentó correr hacia él de nuevo, pero fue bruscamente detenido por los socios de Tomino, sosteniéndole los brazos fuertemente con sus manos.
—¿Pensaste que ibas a ser el héroe?- Tomino se mofó de Saruhiko, cuyo rostro se comenzaba a verse ligeramente azul. Yata luchó salvajemente contra los dos chicos que lo tenían agarrado, desesperado por llegar a su amigo. —¿Vas a salvar a tu pequeño amigo raro? Qué mal por ti, uh. Y lo mejor de todo es que a nadie le va a importar. Los podría matar a los dos, pequeñas mierdas, aquí y nadie se daría cuenta. Solo un poco más basura de las calles desaparecidas. ¿Cómo se siente? Saber que a nadie le importa una mierda si viven o mueren?
—¡Maldición!- Yata pateó y mordió a sus captores. —¡Saruhiko!
La risa de Tomino se detuvo abruptamente. Se enderezó, sus movimientos rígidos mientras se alejaba de su víctima. Saruhiko se deslizó hasta el suelo, tosiendo.
—¿Tomino…?- uno de los captores de Yata aventuró, perdiendo su asimiento solo ligeramente. —¿Qué está mal?
La mano de Tomino estaba presionada contra su estómago mientras le daba la cara lentamente. Los ojos de Yata se dilataron mientras su cerebro procesaba finalmente lo que estaba viendo.
Saruhiko estaba agachado en el suelo con un par de navajas manchadas de sangre en una mano y había sangre extendiéndose en la camiseta de Tomino.
—¿Qué demonios?- uno de los captores de Yata maldijo. —¡Esta mierda está armada!
Su agarre se había debilitado y Yata no esperó para pensar más allá acerca de lo que había sucedido. Con un estallido de fuerza, se liberó de sus captores y corrió hacia donde estaba Saruhiko todavía en el suelo, respirando difícilmente. Yata lo agarró de la muñeca y lo levantó, apenas desacelerando.
—¡Vamos, Saruhiko!- Los dos se volvieron y corrieron tan rápido como pudieron, lejos del callejón.
Yata no estaba seguro de cuán lejos habían corrido antes de finalmente darse cuenta del fuego quemando su pecho y del dolor en todo su cuerpo. Detrás de él podría escuchar los jadeos de Saruhiko mientras trastabillaba, con Yata aun sosteniéndolo fuertemente de la muñeca. Se detuvo en seco, respirando con dificultad mientras apoyaba las manos en sus rodillas, dejando ir por fin la muñeca de Fushimi.
—Hombre… eso estuvo… cerca.- jadeó Yata. Arriesgó una mirada a Saruhiko, quien tenía la cabeza gacha. —Wow ¿Estás bien, Saruhiko?
—Deberías estar preocupado por ti mismo, idiota exaltado.- Yata abruptamente se encontró presionado contra la muralla por segunda vez ese mismo día mientras las manos de Saruhiko inesperadamente presionaban su herido rostro. —Tú, idiota exaltado.
—¿Yo?- graznó Yata, apartando de un golpe la mano de Saruhiko . —¡Tú eres el que los desafió! ¡Yo habría estado bien!
—Te tenían acorralado en un callejón.- Fushimi disparó de vuelta. Se le ocurrió a Yata que esta era la emoción más grande que había visto en Saruhiko.
—Los podría haber tomado.- arguyó Yata, cruzándose de brazos con una leve mueca de dolor.
—Y estabas haciendo un muy buen trabajo cuando aparecí.- Saruhiko le dio una mirada plana. —Estás cubierto en moretones.
—Solo estaba esperando el momento para mi contrataque.- barboteó Yata. De pronto se dio cuenta de que no era el único herido, un oscuro moretón de aspecto desagradable se estaba extendiendo por la garganta de Saruhiko. —Ah, maldición, Saruhiko, ¿qué estabas pensando?- Presionó una mano contra la herida y Fushimi se congeló como un ciervo encandilado por brillantes focos. —Él casi…- El recuerdo se apresuró en regresar; un pálido Saruhiko retorciéndose bajo el agarre de Tomino. Yata sintió una inusual punzada de miedo. —Maldición, Saruhiko…- descansó un puño cerrado contra el pecho de Saruhiko. —Tú casi…
—Está bien.- Había una nota estrangulada en la voz de Saruhiko que Yata no pudo ubicar. Apoyó la mano torpemente sobre el puño de Yata. —Está bien, Misaki. Estoy bien.
—Sí, pero…- Yata miró la mano de Saruhiko y su mente de pronto registró la sangre en ella. Alzó la cabeza bruscamente mientras recordaba el resto de lo que había pasado. —¿Y desde cuándo llevas navajas?
Estaban todavía en la mano de Saruhiko, cubiertos con la sangre de Tomino.
—Desde siempre.- dijo de una forma que implicaba que nunca se le había ocurrido a Saruhiko que quizás había gente que no llevaba navajas en las mangas.
—Nunca me dijiste.- dijo Yata, mirando fijamente las cuchillas. De alguna forma pensaba que la escena no encajaba, que el Saruhiko que se negaba a comer sus vegetales y dormía la mitad del día en la escuela también aparentemente solía andar usualmente armado. —¿Por qué nunca me dijiste que tenías navajas?
—Nunca preguntaste.- Saruhiko se encogió de hombros. En un solo movimiento, tan rápido que Yata no acabó de seguir, las navajas desaparecieron de nuevo en las mangas de Saruhiko.
—Sí, pero… ¿Por qué andas con navajas escondidas?- Parecía tan raro, Yata no podía acabar de comprenderlo.
—Protección.- la voz de Saruhiko se había vuelto completamente fría, pero no de la misma forma en que lo había hecho cuando amenazó a Tomino. Su voz era…plana. Sin emoción. Muerta.
Hacía que el pecho de Yata doliera. Puso una mano en el hombro de Saruhiko sin realmente saber la razón.
—¿Misaki…?
—Nada.- Yata sacudió la cabeza y consiguió sonreír débilmente. —Hombre, nos vemos desastrosos, ¿no? Probablemente deberíamos poner medicina en estas heridas o algo.- Se detuvo, mirando alrededor. —Ni siquiera sé dónde estamos ahora mismo.
—Tres cuadras desde la escuela, a dos calles del centro de juegos, hay una farmacia en la primera a la izquierda.- dijo Saruhiko casi sin pensarlo. Esa era su voz usual: un poco aburrida, un poco irritada, y hacía al pecho de Yata sentirse un poco más ligero al oírla.
—Nos llevaría de vuelta a mi casa, pero tendríamos que volver al camino de donde vinimos y esos idiotas quizá no se han ido aún.- dijo Yata pensativamente. —¿Qué hay acerca de tu casa? ¿Dónde vives de todas formas?
—No tengo vendas.- dijo Saruhiko débilmente.
—Bien, entonces no importa.- Yata agarró su muñeca de nuevo y trató de no pensar en el hecho de que con cualquier movimiento repentino posiblemente podrían deslizarse una navaja o dos. —Dijiste que el centro de juegos no está lejos, ¿no? Pasaremos a la farmacia y compraremos vendas y entonces nos curaremos el uno al otro en el centro de juegos. Vamos.
Saruhiko se detuvo solo por un momento antes de asentir, una leve sonrisa en su rostro. Caminaron juntos, Yata sosteniendo fuertemente a Saruhiko todo el tiempo como si tuviera miedo que si lo dejaba ir, él quizá desaparecería detrás suyo sin dejar rastro.
Al día siguiente, Yata se detuvo en su camino a casa y compró un bate de beisbol. Solo por si acaso.
oOo
Yata miró el dinero ordenado en la azotea.
Había nieve en el suelo y Saruhiko estaba ausente de nuevo, además Yata tenía aproximadamente una semana y media para buscar dinero para la renta. Había renunciado a la idea de que su padre podría aparecer en último momento y ayudarlo. El viejo probablemente yacía muerto en una cuneta en algún lugar o refugiado en algún oscuro bar ahogándose en alcohol. Probablemente ni siquiera recordaba que tenía un hijo.
—Maldición.- Yata apoyó los brazos en sus rodillas, irritado con el universo en general. Estaba frío a pesar de su abrigo y ni siquiera estaba seguro de por qué había subido allí. No era lo mismo, comer en el techo sin Saruhiko. Su leche ya estaba burlándose de él con su mera existencia.
Contempló con desaliento el dinero de nuevo. Definitivamente no era suficiente. Incluso si no comiera nada más por un mes que los vegetales de Saruhiko, todavía no sería suficiente. Yata suspiró y se dejó caer sobre su espalda, mirando hacia el nublado cielo.
A veces le gustaba pensar que quizá algo pasaría y todo sería mejor. Si la vida fuera más como la TV, alguien ya habría pasado, lo habría recogido para llevarlo consigo a algún lugar cálido y luminoso, donde no tendría que preocuparse de cosas estúpidas como la leche y la renta y padres que nunca volvían a casa. Sería tan agradable, tener un lugar así, tener una persona así. Tenía a Saruhiko, por supuesto, pero no era exactamente lo mismo, porque incluso a pesar de que Saruhiko nunca hablaba de su vida familiar, Yata estaba seguro de que su amigo estaba en el mismo lugar que él.
Yata cerró los ojos y dejó su mente vagar. La vida realmente necesitaba ser más como la TV. Entonces un héroe podría salir de cualquier parte y llevarlo consigo a algún lugar, (a Saruhiko también, porque por supuesto ellos estarían juntos), y habría algo más para su vida que un sucio departamento en la parte mala del pueblo, más que ir a la escuela y comer el almuerzo más barato y cargar un bate de beisbol solo por si acaso algún otro punk callejero se atrevía a acosarlo.
Algo cálido cayó sobre él, Yata abrió los ojos. Alguien había puesto su chaqueta de la escuela sobre él. Se sentó rápidamente.
—¿Necesitabas una siesta, Misaki?- Saruhiko estaba sentado a su lado, bebiendo la leche de Yata ociosamente.
—¡Saruhiko! ¿Dónde diablos habías estado?- Eso hizo que el día pareciese un poco mejor, ahora que Saruhiko estaba allí.
—Me quedé dormido.- Saruhiko se encogió de hombros. —Habría estado aquí antes pero el consejero estudiantil quería hablar conmigo.
—¿El consejero estudiantil? ¿Sobre qué?
—Exámenes de entrada para la escuela secundaria.
—…Oh. - Yata mentalmente agregó "exámenes de entrada para la escuela secundaria" a la lista de cosas que su perfecto mundo de televisión definitivamente no tendría.
—Quería que intentara entrar en alguna escuela prestigiosa en alguna parte.- Saruhiko tomó un largo trago de la leche de Yata. —No recuerdo el nombre, dejé de escuchar para entonces.
—Probablemente podrías entrar, si lo intentaras.- Yata no estaba seguro de dónde vinieron esas palabras. Miró su insignificante colección de dinero, todavía en la azotea. —Eres un genio, Saruhiko. Ya sabes más cosas de las que yo siquiera podría aprender. Podrías ir a una de esas grandes escuelas lujosas y salir de aquí.
Saruhiko lo miró inexpresivamente por un momento antes de levantarse y golpear a Yata suavemente en la cabeza.
—¡Hey! ¡¿Por qué diablos hiciste eso?!- demandó Yata, llevándose las manos a la cabeza.
—Tch, idiota.- Saruhiko se cruzó de brazos. —¿Qué te hace pensar que alguna vez yo estaría interesado en un lugar como ese?
Yata lo miró con confusión por un momento antes de que una sonrisa comenzara a extenderse en su rostro.
—Sí, supongo que no lo harías.- La idea de Saruhiko en uno de esos lugares realmente era ridículo, ahora que pensaba en ello. No su Saruhiko, quien no se molestaba siquiera en terminar la mitad de sus pruebas porque eran muy aburridas para valer la pena. —Así que, ¿a qué escuela irás?
—No sé. Donde sea que vayas tú.
—No creo que vaya a ninguna.- admitió Yata. —Probablemente soy muy tonto para entrar en cualquiera de esas escuelas, con exámenes y todo.
—Probablemente.- concordó Saruhiko sin perder un momento.
—¡Hey! ¡No se supone que tengas que concordar conmigo!
—Pero es la verdad, Mi-sa-ki.- dijo Saruhiko con una sonrisa, extendiendo cada vocal del nombre de Yata en una forma en la que solo él podía.
—Bastardo.- dijo Yata, pero estaba sonriendo también. Con un suspiro, reunió su dinero. Saruhiko estaba mirándolo curiosamente y Yata de repente se sintió avergonzado por ocultarle cosas. —Así que, Saruhiko…tú, ¿tienes trabajos ocasionales, no? ¿Cómo la cosa de entregar flores?
—Si.- Saruhiko lo miró con curiosidad.
—¿Crees que podrías…conseguirme un trabajo en algún lugar, quizá?
—¿Por qué?
—Bueno, la cosa es…- Yata se rió nerviosamente, sintiéndose avergonzado sin saber por qué —Okey, así que, bien, mi viejo, tú sabes, él es una especie de perdedor y todo, y hace mucho que no ha vuelto a casa. Ha estado fuera por unos pocos meses hasta ahora, y dejó de mandar dinero para la renta así que terminaré en la calle si no logro encontrar alguna forma de conseguir más dinero del que estoy ganando ahora con las pequeñas cosas que hago para la gente en la calle.
—Te podrías quedar conmigo.- Por la mirada en su rostro, Saruhiko no había esperado las palabras que salieron de su boca más de que lo Yata las esperaba.
—Espera, ¿de verdad?
—…Seguro.- Saruhiko parecía estar llegando a un tipo de acuerdo con sigo mismo mientras asentía. —Podríamos…compartir los gastos en mi casa. Si quieres.
—¡Eso es perfecto!- Yata envolvió con un brazo los hombros de Saruhiko. —Eres el mejor, hombre. Esto será genial. Tú y yo, compartiendo un lugar… -
—Claro.- Había una pequeña, sincera sonrisa en el rostro de Saruhiko y un ligero rubor en sus mejillas.
—Así que, ¿en qué tipo de lugar vives de todas formas?
oOo
Yata siguió a Saruhiko por las sinuosas calles, arrastrando una bolsa de lona con todo lo que él poseía. Miraba curiosamente alrededor, a los edificios cercanos mientras caminaban.
—No sabía que vivías tan cerca de mi casa.- dijo Yata. — ¡Podrías haberme invitado antes, Saruhiko! Nunca me dijiste que tenías tu lugar propio.
—No preguntaste.
—Bueno, pensé que te enojarías.- murmuró Yata. Saruhiko había sido siempre vago a propósito acerca de su situación de vida y no parecía que fuese a decir más incluso después de invitar a Yata a mudarse. En retrospectiva, Yata supuso que debería haber adivinado que había algo raro cuando Saruhiko solo lo había invitado sin mención de aclarar cosas con padres o guardianes de ninguna forma.
—Aquí.- Saruhiko se detuvo en frente de un viejo edificio de ladrillos. Era, si era posible, incluso peor de lo que el antiguo lugar de Yata había sido. Los ladrillos estaban viejos y derruidos, y la mitad de las ventanas estaban bloqueadas con vigas de madera. Había un cartel que colgaba de sus bisagras frente a las puertas dobles, y la vieja escalera de incendios que había al lado del edificio se veía lista para colapsar en cualquier momento.
—Muy bien.- Yata intentó mantener su entusiasmo. Dio un paso hacia la puerta y Saruhiko lo agarró del brazo, tirando de él hacia la escalera de emergencias.
—No por la puerta frontal.- dijo Saruhiko, como si fuera la cosa más natural del mundo. —Por aquí.
—Espera, ¿por qué no podemos entrar por la puerta?
—El casero… no sabe exactamente que yo vivo aquí.- admitió Saruhiko, viéndose lo más cercano a estar avergonzado de lo que nunca había estado.
—Espera, ¿qué? - Yata lo miró. —¡Saru! ¡Tú eres… tú eres un delincuente! ¿no?
—También lo eres tú.- dijo Saruhiko irritado.
—Sí, pero eso es diferente.- insistió Yata. —Siempre pensé que eras…no sé respetable. O algo como eso.
—Por eso digo que eres un idiota.- dijo Saruhiko. —¿Cómo exactamente pensabas que estaba costeando pagar un departamento por mí mismo? ¿Entregando flores?
—Pensé que quizá tus padres o alguien estaba pagando por él.- dijo Yata. El rostro de Saruhiko de pronto se tornó vacío y se dio la vuelta.
—Idiota. Como si tuviera a alguien así. Vamos.- Comenzó a subir la rechinante escalera de incendios y Yata se apresuró a ir detrás de él.
—¡Saruhiko! — Yata agarró su brazo. —Hey, no era mi intención…
—Está bien.- dijo Saruhiko. —Solo vamos, antes de que seamos vistos. Cuidado.
Empezó a llevar a Yata lentamente arriba por la escalera, el viejo metal chirriando con cada paso. Yata supuso que añadía cierto sabor de peligro a todo, teniendo que arriesgar la vida cada vez que quisiera ir a casa. Quizá por eso Saruhiko pasaba tanto tiempo con él después del colegio. No había razón para molestarse en escalar más veces de las necesitadas.
—Así que, ¿cuánto tiempo has vivido aquí sin que nadie lo notase?- le preguntó Yata, haciendo todo lo posible por no mirar abajo.
—El casero lleva un registro de los inquilinos y sus pagos de renta en su computador.- dijo Saruhiko
—¿Ya?
—Necesita trabajar mejor en la protección de su contraseña.
—Espera. Tú…
—En este momento él piensa que mi departamento es propiedad de una mujer de setenta años que ya pagó el alquiler del año entero en enero a pesar de que en realidad no recuerda si ella alguna vez le dio un cheque.- dijo Saruhiko con un movimiento de cabeza. —Pero si está en el computador, piensa que tiene que ser cierto. Es incluso más ingenuo que tú.
—¿Así que puedes hacer ese tipo de cosas computacionales también, eh?- silbó Yata, ignorado la ofensa. —A veces eres genial, Saruhiko.
—No necesito tus elogios.
—Todo este tiempo supe que eras un geek.- añadió Yata con una risa disimulada.
—Mejor un geek que un idiota descerebrado.- dijo Saruhiko, sin aminorar el paso ni siquiera levemente.
Por fin Saruhiko se detuvo, justo en frente de una ventana tapiada. Empujó un par de tablas y éstas se movieron a un lado fácilmente, creando una pequeña abertura lo suficientemente grande para dejar pasar un delgado estudiante de secundaria.
—Pasa tus cosas por aquí primero.- dijo Saruhiko a Yata mientras empezaba a pasar adentro.
—Esto es genial.- Yata admitió mientras empujaba su bolsa de tela por el agujero. —Es como si tuviéramos una base secreta.
Con solo un poco de dificultad, Yata trepó por el agujero y aterrizó con un gruñido en el suelo. Se incorporó para obtener un buen vistazo del lugar en el que Saruhiko vivía.
Había cosas por todas partes. Viejos periódicos, libros de texto de al menos dos o tres años de antigüedad, cajas de comida rápida vacías apiladas una sobre la otra. Un raído sofá asentado como una isla en medio del mar de envoltorios de comida, también dos cuchillos clavados en la pared a pulgadas de la parte superior de la televisión. Todo el lugar parecía no haber sido limpiado en meses, sino años.
—Tú eres…- Yata solo pudo mirar. —¡Eres un cerdo!
—¿Uhm?- Saruhiko ya había dejado caer sus cosas de la escuela al azar en un rincón. Contempló con frialdad la basura alrededor de él y se encogió de hombros. —Voy a sacar la basura después. No tengo ganas ahora.
—¿Tienes ganas alguna vez?- Yata le dio una rápida mirada al resto del departamento una vez más. El único cuarto de baño estaba, afortunadamente, mayormente limpio, aunque la toalla de Saruhiko había sido arrojada al suelo y claramente olvidada. También había una pequeña cocina con un par de armarios, un microondas y una mini nevera. Yata se tomó un momento para escarbar en la comida para preparar de Saruhiko. —Vaya, Saruhiko, ¿qué comes? ¡Apenas hay algo aquí!
—Siempre puedo salir.- Saruhiko había cogido un libro de alguna parte y lo estaba hojeando distraídamente.
—Necesitamos conseguir algo de comida real cuando sea que tengamos algo de dinero extra.- dijo Yata. —Voy a hacer algo respecto a esa dieta de mierda tuya de seguro esta vez.
—No recuerdo haberme casado contigo.- dijo Saruhiko suavemente y Yata se acercó a él para mirarlo.
—Quizá serías menos malhumorado si comieras mejor.- dijo Yata, apuntándolo dramáticamente. Saruhiko se dio vuelta sobre su espalda y sostuvo el libro como un escudo.
—Y tú serias menos enano si te tomaras tu leche.
—¡Eso es un golpe bajo! ¡Todavía puedo crecer ¿sabes?!- Yata se cruzó de brazos y desvió la mirada deliberadamente. —Así que, ¿dónde me quedaré? No veo siquiera una habitación…
—Por ahí.- Saruhiko señalando un bulto de mantas y algo que podría haber sido una almohada toda machacada en una lejana esquina en la habitación principal. Por la expresión boquiabierta de Yata, agregó —Puedo comprarte otra manta.
Yata dio un quejido que era mitad un suspiro y se sentó al lado de Saruhiko.
—¿Así es como has estado viviendo todo este tiempo, eh? ¿Por ti mismo?- dijo después de un momento.
—Sí.- El libro enmascaró la expresión de Saruhiko y su voz sonó complemente plana.
Yata miró de vuelta a él, luego al departamento. No era tan agradable como su viejo departamento había sido (para su estándar de "agradable" de todas formas), pero no era como si estuviera en posición de ser exigente. Y de todas maneras, era el hogar de su mejor amigo y de alguna forma eso hacía que incluso el sucio departamento se sintiera más cálido y más acogedor de lo que había sido el suyo.
Yata desenterró su consola de videojuegos de su bolso y se dejó caer en el suelo al lado de Saruhiko. Saruhiko lo miró de reojo por los lados de su libro y Yata le sonrió. Saruhiko apartó la mirada de nuevo casi inmediatamente, pero Yata había visto ese ligero y complacido rubor en sus mejillas nuevamente.
En realidad era genial, después de todo.
oOo
—Hey, ¡Saruhiko levántate!- Yata sacudió al bulto envuelto en mantas en una esquina mientras miraba por el agujero abierto de la ventana tapiada. —Mira toda esa nieve allí afuera.
—Uhmm.- fue la respuesta.
—Déjame encontrar mi PDA, apuesto a que hay un mensaje de que la escuela se cerró.- Yata se arrastró por el sofá y rebuscó entre los restos de la comida rápida de anoche (había querido sacar la basura, de verdad, pero era una tarea mayor de lo esperada y si a Saruhiko no le importaba, ¿por qué apresurarse?) —Incluso si no es así, deberíamos quedarnos en casa de todas formas. No quiero caminar allí, debe estar congelado. ¿Qué piensas, Saruhiko?
—Uhmm.- El bulto envuelto en mantas rodó y se dio vuelta, intencionadamente lejos de él, tanto como una pila de mantas podía hacer algo con intención. Saruhiko pareció tomar ventaja de la ausencia de Yata a su lado para tomar su manta también.
—Podríamos ir al centro de juegos.- continuó Yata. —O ver si alguien necesita despejar el camino o algo, apuesto a que podríamos conseguir dinero de ese modo.
Las mantas no respondieron. Finalmente Yata suspiró y se devolvió para darle a su amigo una buena sacudida.
—¡Hey, Saruhiko!
Una almohada voló en su dirección con la precisión de un cuchillo y Yata tuvo que trepar de vuelta para evadirla.
—¿Por qué diablos hiciste eso? ¡Vamos, levántate ya!- Yata agarró a Saruhiko por el hombro y para su sorpresa fue golpeado débilmente de inmediato.
—Ve… vete.- Saruhiko le dirigió una mirada somnolienta antes de desaparecer bajo las mantas.
—¿Vas a dormir todo el día?- reclamó Yata, frotando con irritación el lugar donde Saruhiko lo había golpeado. Saruhiko dio un gruñido sordo en respuesta y, exasperado, Yata agarró las mantas, tratando de sacar el cuerpo de Saruhiko debajo de ellas. Saruhiko dio un gruñido de indignación e inmediatamente se defendió.
Un brazo pinchó ligeramente su estómago y Yata se encontró de repente yaciendo sobre un sonrojado Saruhiko, sus rostros a pulgadas.
Yata abrió la boca para decir algo cuando, de repente, se dio cuenta de que había una extraño brillo vidrioso en los ojos de Saruhiko y que su cara estaba roja más que por solo el esfuerzo.
—¿Saruhiko…?- Yata puso una mano en la frente de Saruhiko y fue débilmente apartado de nuevo mientras Saruhiko intentaba recoger sus mantas. —¡Hey, estás ardiendo!
—Lo noté.- rezongó Saruhiko espesamente mientras empezaba a envolverse de vuelta bajo las gruesas mantas. —Y tus gritos me están dando un dolor de cabeza.
—¡No estaba gritando!- insistió Yata. —¡Y no habría tenido que gritarte si solo me hubieras dicho que no te estabas sintiendo bien!
—Es nada.- murmuró Saruhiko. —Solo un resfrío. Estaré mejor mañana, en cuanto te vayas y me dejes dormir.
—Pero estás muy caliente.- dijo Yata, trepando de nuevo a su lado. —¿Deberíamos encontrar un doctor? ¿Hey, debería llamar al hospital?
Saruhiko le lanzó una mirada que era más fría de la que alguien con el pelo empapado de sudor pegándose a la frente debería ser capaz de lograr.
—Estaré bien. Solo cállate de una vez y déjame dormir.
Yata se apoyó en las manos y mordió su labio pensativamente mientras Saruhiko cerraba los ojos y se acurrucaba en una bola de mantas. Pareció dormirse en un instante y Yata se encontró mirando con curiosidad el rostro dormido de Saruhiko.
No se veía bien y eso a Yata no le gustaba para nada. Sin embargo parecía tranquilo; acurrucado en su lado con las manos apretadas en puños alrededor de las mantas como un niño pequeño. Sin sus anteojos se veía casi… vulnerable, de alguna forma. Yata supuso que cualquiera que no conociera a Saruhiko y lo viera así probablemente pensaría que era un chico dulce. La idea hizo a Yata reír por lo bajo. Saruhiko era muchas cosas, pero definitivamente no dulce.
Yata suspiró y miró por la rendija de la ventana. Bueno, aunque hubiera escuela hoy, él definitivamente no iba ir a ninguna parte. Sabía cuán molesto era estar en casa enfermo sin nadie que te cuidase. Como el mejor (único) amigo de Saruhiko, era su trabajo mantenerlo vigilado y asegurarse de que no muriese por un resfriado de invierno o algo como eso.
El estómago de Yata gruñó y por fin se levantó. No tenían muchos comestibles y Saruhiko era notoriamente selectivo, pero Yata estaba bastante seguro de que podía preparar algo para cuando él se despertara.
Fueron unas horas después cuando Saruhiko finalmente emergió de su envoltorio de mantas. Su color se veía un poco mejor, pero apenas parecía tener energía para arrastrarse en sus pies y estaba notablemente inestable.
—¡Saruhiko!- Yata inmediatamente levantó la mirada de donde había estado jugando en su consola de video en el roído sofá. —¿Te sientes mejor? ¿No te vas a morir, cierto?
Saruhiko buscó a tientas sus anteojos por un momento mientras contemplaba a Yata como si tratara de recordar quién era él.
—¿Misaki…?
—Sí, sí, estoy aquí.- Yata saltó por encima del respaldo del sofá y corrió a lado de Saruhiko, casi cayendo sobre una pila de periódicos a su paso. —¿Necesitas algo más? ¿más mantas? ¿jugo? Puedo hacer jugo. ¡Oh! E hice algo para calmar a tu estómago, espera, lo traeré.
—No tienes… que ser mi niñera.- dijo Saruhiko irritado, apoyándose contra la muralla y aparentemente haciendo lo mejor posible para ser el Saruhiko habitual a pesar de su obvio rostro de color rojizo y su dificultosa respiración. Yata no le hizo caso y se dirigió a la cocina, tomando la comida que había dejado a un lado para Saruhiko y calentándola en el microondas por un momento antes de volver para presentarla orgullosamente a su amigo. Saruhiko le dio una mirada desdeñosa. — ¿Tú hiciste eso?
—Sip.- dijo Yata orgullosamente —No sabías que era un gran cocinero, ¿no? No como otras personas, yo puedo usar el microondas más que en una cena congelada.
—Se ve como si algo hubiese muerto ahí.- dijo Saruhiko sinceramente.
—No importa cómo luce.- argumentó Yata. —Es el sabor lo que importa, ¡el sabor! ¡Además, es bueno para ti!
Los ojos de Saruhiko se entrecerraron con sospecha y Yata tuvo una sensación de desazón de que acababa de decir algo tabú.
—¿Tiene vegetales?
—Deberían haber, pero no tiene porque no tenemos ninguno. Alguien los bota todo el tiempo como un niño pequeño que pone mala cara.
—Eres la persona menos indicada para llamar a alguien pequeño.- Saruhiko pareció balancearse por un momento y entonces se sentó abruptamente, la cabeza en las manos. Yata inmediatamente dejó la comida y se agachó a su lado.
—¡Saruhiko! ¿Qué pasó? ¿Te desmayaste? ¿Estás bien? Hey, Saruhiko…- Lo sacudió nerviosamente por los hombros, pero fue apartado.
—Eres ruidoso.- murmuró Saruhiko con una voz débil mientras arrastraba sus pies, medio tropezando, medio gateando a su abandonada cama. —Inútil y… estúpido y molesto.- sacudió la cabeza y de repente sus piernas parecían no querer sostenerlo más y colapsó. En un instante Yata estuvo a su lado de nuevo.
—Hey, Saruhiko. Saruhiko.- Yata sacudió a su amigo nerviosamente y sintió algo dentro de él apretarse cuando no consiguió una respuesta. —¡Hey, Saru! ¡Vamos, me estás asustando. Saruhiko!
—…Ruidoso…- Saruhiko murmuró vagamente, los ojos perdidos. Miró con los ojos empañados a los ojos preocupados de Yata. —Misaki, ¿Qué…?
—Te…desmayaste, o algo.- le dijo Yata, ignorando la tensa nota en su propia voz. —Uhm… ¿quizás de te debería llevar de vuelta a la cama?
—Sí, probablemente esa es…- Saruhiko intentó mantenerse de pie, hizo una mueca y cayó nuevamente al suelo. Estaba temblando ligeramente.
—Aquí, yo te ayudo.- Yata lo alcanzó para tomar su brazo, pero fue ignorado.
—Puedo hacerlo.- Saruhiko se forzó a sostenerse en sus brazos y luego se puso de pie. Se balanceó peligrosamente por un momento antes de que Yata corriera a su lado, tomándolo por el hombro y dirigiéndolo a la improvisada cama. —Dije que yo puedo hacerlo. No necesito que tú…
—¿Quién es el idiota esta vez, eh?- dijo Yata ásperamente, sin moverse. —No deberías haberte levantado en primer lugar.
Saruhiko lo miró sorprendido por un momento antes de lograr una temblorosa sonrisa.
—Probablemente no.- suspiró pesadamente y dejó que Yata lo medio-cargara de vuelta a la cama.
—¿Estás seguro de que no debo llamar…a alguien, o algo?- preguntó Yata nerviosamente mientras Saruhiko se dejaba caer en las mantas.
—Estaré bien.- la voz de Saruhiko era extrañamente calma. —Solo necesito descansar.
—Podría ir a la tienda y comprar algo de medicina, creo que todavía tenemos dinero después de la cena de la noche anterior.
—No, está bien.- Saruhiko extendió una de sus manos débilmente para agarrar el final de la camiseta de Yata. —Solo quédate aquí, Misaki. Conmigo.
—Es-está bien.- Yata quedó momentáneamente desconcertado. No era propio de Saruhiko decir algo como eso directamente, y mirándolo. Yata sintió una súbita oleada de afecto por su amigo. —Está bien, Saruhiko. No te preocupes. Estoy aquí. Me quedaré aquí, ¿sí? Así que duerme un poco.
oOo
—¿Qué estás haciendo?- Saruhiko tomó su brazo mientras Yata se ponía de pie.
—¿Qué te parece que hago? Vamos tras ellos.- Yata miró desde preocupado rostro de Saruhiko al lugar donde el hombre pelirrojo y sus amigos desaparecían en la multitud.
—¿Estás loco?- Saruhiko parecía preocupado y quizás un poco enojado, y Yata no estaba seguro del por qué. ¿No había visto él la misma cosa que Yata? La cosa que el tipo había hecho… Era como si tuviera alguna clase de poder mágico. E incluso tenía un montón de chicos con él, siguiéndolo de cerca como si fuera alguna clase de rey y ellos fueran todos sus súbditos.
El corazón de Yata latía con un entusiasmo que no podía nombrar. No estaba realmente seguro de lo que había pasado, pero sabía que era algo grande. Algo grande por fin les sucedía a ellos. Algo como en esas historias que había olvidado hace tiempo, descartadas como imposibles.
—Vamos, los perderemos.- Yata estaba ya yendo tras ellos cuando Saruhiko tiró de él de nuevo. —Ah, Saru, ¿cuál es tu problema? ¡Se están alejando!
—Bien.- dijo Saruhiko monótonamente. Sus ojos brillaban con irritación detrás de sus gafas. —No seas idiota, Misaki. Ni siquiera sabemos quiénes son esos tipos o qué quieren con nosotros. ¿Y si…
—¿No viste lo que ese tipo hizo?- argumentó Yata. —No podemos dejar algo como esto irse. Nos invitaron a ir. ¿Cuán seguido algo como eso pasa? Vamos al menos a ver de qué estaban hablando.
—Tch.- Saruhiko siempre hacía ese ruido cuando estaba molesto, pero no estaba dispuesto a decir por qué. Yata dio un gruñido enojado y se deslizó fuera del alcance de Saruhiko.
—Yo voy.- anunció. —Si estás tan asustado, quédate aquí solo.
Se arrepintió de sus palabras casi tan pronto como las dijo. Algo oscuro cruzó por los ojos de Saruhiko mientras apartaba la mirada. Su rostro parecía más pálido de lo normal
—Vamos.- Yata se acercó y tomó la muñeca de Saruhiko, tirando de él hacia adelante. Saruhiko no se resistió esta vez, y pronto estaba siguiéndolo sin tener que ser tironeado.
Después de un momento, Yata vio al hombre de pelo rojo en la multitud y corrió tras él. Mientras se acercaba, solo paró una vez para asegurarse de que Saruhiko todavía lo seguía.
Fuera lo que fuera que acababa de suceder, quienes fueran esas personas, cual fuera ese poder, sabía que era algo grande. Algo por lo que él había estado esperando. Y si era algo como eso, tenía que estar seguro de que Saruhiko fuera también.
Yata había estado esperando todo ese tiempo ser salvado, y no iba a dejar que pasara sin Saruhiko a su lado. Ellos estaban juntos. Se sentía como si siempre hubieran estado juntos.
Serían salvados juntos. Estaba seguro de eso.
Notas de traductora: ¡Hola! Muchas gracias a Klitch por dejarme traducir este maravilloso fanfic. Es la primera traducción y contribución que hago al fandom de K-project, así que espero haberlo hecho bien (también porque es mi fanfic favorito). Las siguientes dos partes serán subidas los próximos días, pues consta de dos capítulos más un epílogo. Hasta luego~
