¡Hola mis queridas lectoras!

He llegado con una nueva historia, la cual se basa en la mitología Griega, hace unos días comencé a leer sobre este tema y llamó mucho mi atención el mito entre Hades y Perséfone. Me informé de diferentes fuentes hasta que comencé a imaginar mi propia adaptación respecto al mito. Si bien, la historia tiene parte de conocimiento general en base a los Dioses del Olimpo, quise adaptarla con mi pareja favorita como protagonistas y obviamente darle vida a esto de una manera diferente, en ciertos aspectos, a como leí.

En cuanto a la duración de la historia, será un two shots, esto debido a que no quise extenderla mucho, ya que tengo otras historias por terminar, pero mi mente siempre imagina algo nuevo y bueno, aquí hay una de ellas.

Espero que les sea de su agrado y disfruten la historia tanto como yo cuando la escribí.

* Ojalá y, como recomendación, saber lo que dice el mito entre Hades y Perséfone para entender un poco más la historia.

Por ahora... ¡A leer! :D


.::::.


Un impulso hacia el éxtasis

.

Parte I

.

.

Se unieron los tres hermanos: Madara, Itachi y Sasuke contra su padre Indra y los titanes. Madara también llamó en su ayuda a los cíclopes, quienes tenían una fragua en el centro de la tierra, donde trabajaban los metales, custodiados por tres enormes gigantes. Si le ayudaban a derrotar a los titanes, al finalizar la guerra, los recompensarían librándolos de su prisión subterránea.

Los cíclopes y los gigantes aceptaron, se armaron y salieron a la superficie de la tierra. Los dos ejércitos enemigos lucharon furiosamente, mezclándose entre una tempestad de piedras, lanzas, flechas y saetas, saliendo vencedores los cíclopes.

Terminadas estas grandes guerras los tres hermanos se repartieron las diferentes regiones del Cosmos, a Sasuke le correspondió reinar en las entrañas de la tierra, dios de los funerales y la muerte. A Itachi, le correspondió reinar sobre el mar y todas sus criaturas, y a Madara el dominio del cielo. Desterraron a los titanes y establecieron su morada en la cima del Monte Olimpo.

.

.

Años después.

Desde su trono de marfil, Madara gobernaba cómodamente en las alturas, seguido por su concejo de Dioses compuesto por seis mujeres y seis hombres, entre ellos, su hermano Itachi; Naruto, dios del sol; Obito, dios de la guerra; Kiba, el mensajero; Kakashi, dios del fuego; Hera, esposa de Madara; Kaguya, diosa de la sabiduría e hija de Madara; Ino, diosa del amor y la belleza; Mebuki, diosa de la tierra y la agricultura; Temari, diosa de los bosques y la caza, y por último Hinata, diosa del hogar doméstico y el fuego sagrado.

Mientras ellos vivían en un palacio en lo alto del Olimpo, la realidad para el mayor de los hermanos era muy diferente que el resto de ellos.

Su reino estaba en lo más profundo de la tierra, en un lugar lúgubre donde muy pocos se atrevían a cruzar. Sasuke poseía sus dominios en el inframundo el cual se dividía en el Infierno y los Campos Elíseos, un lugar sagrado donde las almas inmortales de los hombres y mujeres virtuosos y los guerreros heroicos han de pasar la eternidad en una existencia dichosa y feliz, en medio de paisajes verdes y siempre floridos, bajo el sol; un escenario muy distinto a lo que es el Tártaro donde los condenados sufrían eternos tormentos de desdicha y soledad.

Sasuke siempre tuvo algo de resentimiento con su hermano Madara debido a la larga tarea que era dominar las profundidades del Inframundo y lidiar con almas en pena. No era agradable ser el Dios más aborrecido y temido por los mortales, mucho menos de que lo consideraran un adefesio por el solo hecho de vivir bajo tierra.

Ningún alma pronunciaba su nombre como lo hacían con sus hermanos, los cuales eran queridos y adorados por muchos.

Sin embargo, a pesar de toda calumnia terrenal sobre su aspecto y el desolador paisaje de sus dominios, se sentía cómodo implementando justicia ante aquellos que la merecen como también recompensando a otros.

Pero la larga tarea no era fácil y mucho menos daba tregua; debido a las guerras o las enfermedades la muerte de los mortales era un trabajo abrumador para alguien que dominaba el Inframundo sin ayuda como lo hacían sus hermanos en finos palacios, rodeado de aduladores y familia propia.

No era extraño que Madara tuviera más hijos que cualquier Dios debido a lo mucho que le gustaban las mujeres y por su gran encanto y poder. Algo que Sasuke siempre encontró fascinante debido a la facilidad con que las Diosas y mortales caían bajo sus encantos.

Sasuke se detuvo a pensar en su trono de acero cubierto por un fulgor cárdeno como si de un extraño fuego se tratase. Meditó sus posibilidades de éxito si quisiera hacer lo mismo que su hermano, pero al ver aquel casco que le regalaron los cíclopes en aquella guerra notó lo ridícula que era aquella reflexión ¿Quién querría a un dios tenebroso con singular yelmo? Eso aterreraría al mortal más fuerte.

- ¿En qué piensas, hermano? - preguntó Itachi detrás de él - ¿Te he sorprendido? - sonrió.

- Sabes que un Dios puede sorprenderse muy pocas veces, sabía que vendrías y permití tu paso a mi morada - contestó Sasuke escuetamente.

- Es algo lúgubre, no te mentiré - Itachi se puso frente a él observando el lugar.

- Lo es... ¿A qué vienes?

- Madara hará una celebración en el Olimpo, quiero que estés ahí - Itachi le brindó una cálida sonrisa a lo que Sasuke sonrió, pero con ironía - ¿Qué?

- Jamás me han considerado a sus "reuniones", ¿por qué lo harían en una festividad? Simplemente no tiene sentido - Sasuke apoyó su codo en el respaldo del trono y observó la reacción de su hermano.

- Solo ve, te haría bien algo de distracción de esto - Itachi miró a lo lejos como vagaban las almas en pena - Es algo triste.

- Sí, cuando no estás acostumbrado - Sasuke se levantó del trono y se puso a su lado a observar - La gran mayoría de esas almas ha muerto en tus dominios, hermano - dijo Sasuke.

- Lamento oír eso - Itachi suspiró - ¿Y bien, vendrás?

- Trabajo más que ustedes dos, no puedo.

- Oh, vamos, tan solo unos minutos - insistió Itachi.

- Bien, si eso te hace callar de una vez - manifestó de mala gana y ambos partieron juntos al Olimpo.

No era de extrañarse por qué no disfrutaba de aquellos placeres como los demás Dioses, a Sasuke lo veían como un Dios mordaz, mesurado, formidable y temido. No era de compartir con otros, a excepción con sus hermanos, debido a que el resto lo juzgaba por su comportamiento.

- Ah, ahí está mi hermano favorito - exclamó Madara abrazando a Sasuke mientras que él solo quedó con sus brazos inmóviles.

- Te ves bien - expresó Sasuke al ver todo el lujo que Madara disfrutaba.

- Sí - musitó orgulloso - ¿Cómo van las cosas en el Inframundo? - Sasuke le dirigió una mirada impetuosa ante tal pregunta.

- ¿Cómo crees? Veo muertos cada día sin descanso alguno... ¿Cómo crees que se siente eso? - preguntó con voz cáustico.

- No hace falta ser sarcástico, Sasuke - Naruto apareció, golpeando suavemente a Sasuke en su espalda - A este engreído le encanta espantar a los demás, incluso a su hermano - sonrió.

Madara rió casi sin ganas. Era tolerable con las palabras pendencieras de su hermano, pero no era de aquellos que se quedaban en silencio cuando deseaban mofarse de él.

- Deberías venir más seguido, hermano, algo de luz no te haría mal - se burló Madara ante su palidez.

- Y tu deberías pasar unos días abajo, te ayudaría a saber lo que es trabajar como cualquier Dios - contraatacó Sasuke.

- Buena jugada, hermano - comentó Itachi al verlos molestarse.

- Como sea - manifestó Madara indiferente - Ven, comamos algo, como en los viejos tiempos.

Sasuke a medida que avanzaba por los anchos pasillos del palacio podía escuchar los murmullos de los demás respecto a sus hazañas y su aspecto austero, pero aquello hace mucho dejó de importarle. Simplemente trataba de disfrutar la sensación de poder y respeto entre sus pares.

- Oye, idiota, ¿haz pensando en tener una acompañante? - le preguntó Naruto mientras le pasaba una copa de vino.

- No - respondió Sasuke sin pensarlo.

- Yo he estado observando a la diosa Hinata, es una mujer muy bonita - comentó algo ilusionado.

- Ella está fuera de tu alcance - se burló.

- ¿¡Qué!? ¿A qué te refieres? - chilló indignado - Tan solo me dices eso porque sabes que no puedes tener a nadie.

- Hmph... ¿Eso crees? - expresó divertido, tomándolo casi como un reto.

- Así es - afirmó, bebiendo de su copa.

- Mírense ustedes - comentó Madara - Luz y oscuridad - rió - Son dioses muy opuestos y aún así logran entenderse - dicho esto se marchó hacia su esposa.

- Creo que ahora entiendo por qué quieren que venga a sus estúpidas reuniones - masculló Sasuke a Naruto.

- Ha bebido de más estos últimos días - comentó Naruto en voz baja - Hace unas semanas se enteró que hay otro semi dios en el mundo terrenal - murmuró - Hera parecía una furia cuando se enteró, aunque luego lo perdonó.

- Es incontrolable, debería meditar en lo que hace - dijo Sasuke bebiendo de su copa - Bien, creo que eso es todo.

- No te vayas, aún es muy temprano - Naruto lo observó algo confundido ante su repentina partida cuando notó que unas Diosas no dejaban de hacer comentarios sobre él, por lo que sospechó que algo que escuchó lo molestó más de lo normal.

- El Inframundo no descansa, Naruto, debo regresar - Sasuke partió de inmediato - Nos volveremos a ver.

- Así es - sonrió Naruto.

Si los propios Dioses del Olimpo juzgaban su aspecto, los mortales imaginaban su imagen como un Dios severo, sentado en un trono de ébano cubierto por espectrales decoraciones, de facciones toscas con una larga y espesa barba junto a un casco negro que cubría gran parte de su rostro debido a su repugnante aspecto.

Sonrió ante la banal imaginación de los humanos por su fisonomía, si bien pensaba en esto de vez en cuando no era algo que lo carcomía, pues bien sabía que él no era como todo el mundo decía.

Sasuke recorrió su morada junto a su fiel Cerbero, un perro enorme y formidable de tres cabezas, el cual hace pocos años fue domesticado por uno de los hijos de su hermano Madara, la bestia aseguraba que los muertos no salieran y que los vivos no pudieran entrar.

- Bien, creo que la vigilia diaria ha terminado por ahora. Ve a resguardar las puertas del Inframundo - pronunció de forma seria.

La bestia miró a su amo y se dirigió a paso firme al lugar que le correspondía custodiar.

Sasuke volvió a su trono, hizo a un lado su arma y miró hacia el espejo que tenía incrustado en uno de sus muros, el cual estaba cubierto por una manta negra debido a que así le impedía distraerse de sus quehaceres.

- Tan solo será un vistazo - pronunció para sí mismo y se levantó para desprender la tela, dejándola caer.

De esta forma podía estar al tanto de lo que pasaba en la tierra sin necesidad de viajar a la superficie, gracias a este artefacto veía todo y era consiente de cada acontecimiento en la vida de los vivos.

Sin embargo, verlo todo esta vez no fue suficiente para él, necesitaba algo diferente, algo refrescante, por lo que se animó a disfrutar, aunque fuese una vez, los placeres mundanos de la tierra.

Cubrió nuevamente aquel espejo y tomó su capa negra y arma para aventurarse a la superficie.

Debido a que sus dominios se mantenían seguros gracias a su fiel acompañante no le dio mucha importancia escaparse una hora o dos para adentrarse en lo más profundo del bosque.

El sonido del viento y las aves eran melodías que poco y nada recordaba, miró hacia arriba y sintió los leves rayos del sol posarse en su rostro. Cerró los ojos mientras continuaba su destino hasta que escuchó voces muy cerca de donde se encontraba. Pertenecían a mujeres jóvenes, pero no eran cualquier mujer, sino Ninfas.

Ninfas hermosas que danzaban alrededor de las flores más finas y coloridas en medio de un basto valle en el centro del monte.

Sasuke observó de lejos y con precaución, no deseaba ser visto por ellas e interrumpir tal bello escenario que deleitaban sus ojos. Él era Dios del Inframundo, pero seguía siendo hombre. Ser una deidad no le impediría disfrutar del cuerpo femenino.

- ¿Disfrutando el espectáculo? - una voz muy familiar hizo que de inmediato apretara su dentadura - Las Ninfas son doncellas muy bellas para ti, Sasuke - pronunció Naruto con voz burlona.

- No molestes ahora, perdedor - masculló irritado.

- No lo hago, estas en gran parte de mis dominios, eres tu él que no debería estar merodeando el bosque en pleno día de sol.

- ¿Y qué quieres que haga? - lo miró desafiante - ¿Aislarme hasta morir? - Naruto rió sin poder evitarlo.

- No sabía que eras gracioso; morir... como si pudiéramos - reía a carcajadas.

- Basta idiota, te escucharán - Sasuke colocó una mano para detener la fuerte risa de su compañero.

- Bien, está bien... ya me calmé - Naruto se sentó junto a él y admiró a las bellas Ninfas haciendo su trabajo.

Naruto poseía una dorada armadura, la cual brillaba tanto como el sol, de carácter risueño y de ojos azules era uno de los Dioses mas admirados del Olimpo debido a su encanto carismático y buenos modales.

- Siempre que hago mi trabajo cada día no puedo evitar echar un vistazo a este lugar - comentó Naruto mientras miraba sin descaro a cada Ninfa.

- Lo dices como si nunca hubieras visto una mujer... ¿Ya olvidaste a Hinata? - le recordó Sasuke.

- No, pero las Ninfas tienen un encanto inigualable, son únicas, poseedoras de una belleza que encantaría a cualquiera, incluso a ti - lo codeó para molestarlo.

- Por favor... - rezongó.

Cada Ninfa era diferente, algunas poseían una belleza estrafalaria con adornos extraños en su cabellera mientras que otras eran más tímidas y reservadas. La coloración de sus cabellos difería en singulares tonalidades desde el color más común al más inusual.

- Te dejo, ya es hora de que marche al Olimpo, la noche se acerca - Naruto se levantó y tocó dos veces el hombro de Sasuke en forma de despedida - No espantes a las chicas - sonrió zorrunamente y desapareció.

- ¡Sakura! - una de las Ninfas llamó a su compañera - Ayúdame en este lado del arroyo. Las flores lucen algo marchitas.

"Sakura, que clase de nombre es ese" Pensó a sus adentros.

- ¡Enseguida!

Sasuke no pudo evitar quedar anonadado con la peculiar belleza de dicha Ninfa, sus ojos verdes resaltaban ante aquella piel blanca y tersa como el algodón. Su cabello rosa lucía sedoso y brillante con cada rayo de luz que tocaba su coronilla. Sin mencionar aquel verde y señido vestido que resaltaba su rostro y silueta. Parecía una diosa en comparación a las demás.

Sin poder evitarlo comenzó a idear un plan, uno del cual no se sentía muy orgulloso de ello, pero sabía que aquella muchacha debía ser parte de él a como de lugar y así evitarle un final que pocos sabían que tendría.

- Pronto llegará la noche, Sakura, debemos apresurarnos - comentó Rin, recolectando más flores para reponer a las orillas del valle.

- Lo sé, solo que deseo que todo se vea perfecto.

- Tu madre, Mebuki, te enseñó bien - sonrió Rin admiraba ante el meticuloso trabajo de Sakura con las flores.

- Creo que hemos terminado, ya está atardeciendo, debemos encontrar refugio, chicas - pronunció Ten-Ten.

- Vamos, Sakura, ya habrá tiempo mañana para continuar con el resto.

- Adelántense, terminaré con estas para que luzcan como nuevas, no te preocupes, Rin, las alcanzaré luego.

[Sakura]

Hacer lo mismo cada día no me importaba, era una dicha para mi estar en el bosque en medio de la naturaleza, cuidando y haciendo que la primavera luzca como un paraíso. Sin embargo, no pude resistirme a la idea de nadar en medio de la laguna que poseía el valle. El sonido de los grillos y la tranquilidad que emanaba el lugar se me hacia casi irresistible no poder hacerlo.

Me deshice de mi vestido sin vergüenza alguna y nadé hasta el centro de la laguna admirada por los tenues destellos de las primeras estrellas asomarse en el cielo. El sol comenzaba a bajar en medio de las colinas y lo único que podía escuchar era el sonido del agua a medida que avanzaba hasta la orilla.

Como no tenía una manta comencé a quitarme el exceso del agua de mi cuerpo con mis manos, ya el viento haría el resto. Pero algo no iba bien y lo sabía. El silencio ahora era más intenso que antes, miré hacia donde había ido Rin y las demás y no pude escuchar sus voces.

Traté de serenarme mientras estrujaba mi larga cabellera, pero un sonido de una rama quebrarse llamó mi atención y de inmediato me escondí en la maleza más cercana.

- ¿No se supone que las Ninfas deben irse cuando el último rayo de sol deja las tierras? - era un hombre, rayos... estaba en problemas - Puedo verte y sé que me escuchas.

- No te tengo miedo, quien quiera que seas - mentí, por dentro me sentía como si fuera de gelatina.

- Tu cuerpo me dice lo contrario y la forma de tus pupilas corrobora lo que digo.

- ¿Quién eres? Muéstrate - su voz, a pesar de ser demandante y severa demostraba que se trataba de un hombre joven y de cierta forma su hablar poseía un extraño encanto.

- Quizás te asustes aún más, Sakura - al escuchar mi nombre con su voz sonó exótico y espeluznante a la vez.

- Aún así exijo saber quien es el hombre que se atreve a molestarme en medio de la noche - exigí.

- ¿Hombre? No soy un simple mortal... como tu tampoco eres una simple mujer.

- No más misterios, te ordeno a que salgas de donde quiera que estés - mi voz sonó litigante a pesar de estar asustada.

- Hmph... ¿me ordenas? Para ser una Ninfa eres bastante insolente - sentí que ahora su voz cambió como si estuviera mofándose de mi o que el simple hecho de verme tan expuesta le deleitase.

- ¡Suficiente! Sal para que pueda verte - me levanté y di cinco pasos para tener mejor visión, pero por más que observara era inútil.

- Primero... ten esto - algo largo y terso cubrió mi cuerpo desnudo y sentí escalofríos al darme cuenta que este hombre ahora estaba detrás de mi.

- Pero que... - al darme vuelta solo vi la laguna... - Que demon...

- Yo no diría eso - sentí como su aliento golpeó mi oreja y de inmediato me di la vuelta hasta encontrarme cara a cara con aquel sujeto.

Sus ojos eran negros como una gema obscura, su rostro era blanco como si su piel jamás hubiera sido tocada por el sol, su cabello holgado hasta el cuello era de un tono negro azulado y de facciones tan varoniles como si de un Dios se tratase.

Al sentir mi mirada sobre él su cuerpo se irguió aún más, y podría jurar que superaba el metro ochenta, tal distinción me hicieron sentir menuda y frágil.

- ¿Qué quieres de mi? - pronuncié casi sin voz.

- No mucho - tocó mi mentón con una de sus cálidas manos y sus ojos fueron directo a mis labios, de inmediato sentí que el rubor se apoderó de mis mejillas - Ocupa mi capa para secarte y luego te ayudaré a volver con tus hermanas.

- ¿Qué? - dije, boquiabierta.

Cualquiera pensaría que este hombre se aprovecharía de mi. Comencé a verlo con más detención, vestía completamente de negro, sus antebrazos estaban cubiertos por unos brazales oscuros y hombreras del mismo tono. Su pecho también estaba acorazado de igual material. Lucía formidable, su espalda ancha hacía verlo aún más dominante.

Físicamente arriesgaría a decir que vencería a quien lo enfrentase. A pesar de que no se viera musculoso podía asegurar que su fuerza no tenía comparación al notar que era de contextura fibrosa por el grosor de sus brazos y piernas.

También poseía un arma tan terrorífica que juraría que con eso me mataría por simple diversión. Aquel cetro era extenso y terminaba en dos puntas, incluso su tamaño sobrepasaba por centímetros la altura de su portador.

En ese momento lo vi a sus ojos y su mirada no mentía, disfrutaba ver como lo observaba, él sabía que me intimidaba.

- No pensaste mal de mi, ¿o sí? - suspiró casi como si fuera regaño - No importa, sécate, prometo no mirar.

- Bien... - musité desconfiada.

Esperé a que se diera vuelta y de inmediato sequé mis partes para luego ponerme el vestido, mi corazón latía a mil por hora y me sentía torpe ante los tropiezos que daba con cada paso debido a la adrenalina que se apoderaba de todo mi cuerpo.

Pude jurar que lo escuché reír, pero aún así no dije comentario alguno para salir de una vez de esto. Por muy guapo que fuera no podía evitar sentirme asustada ante la idea de que algo malo pasara si me descuidaba.

- Ten... Lamento haberla mojado - él se dio vuelta y sin mirar su capa la tomó de mis manos.

- No hay que preocuparse de eso, Sakura - sonrió tan rápido que quizás lo haya imaginado, ya que su expresión cambió de inmediato a una más seria - ¿Vez aquel terreno de sauces a metros de aquel gran árbol de frutas? - asentí - En dos metros más, hacia la izquierda, encontrarás a tus hermanas Ninfas.

- ¿Cómo puedo confiar en ti si no te conozco? - lo miré a los ojos y estos brillaron con malicia.

- Creo que tendrás que averiguarlo, Sakura - y como si de una aparición se tratase su figura se desvaneció en medio del bosque.

...


Las palabras de Sasuke fueron ciertas, Sakura pudo regresar con las demás Ninfas y retomar al día siguientes los trabajos que tanto mantenía ocupada a la joven. Sin embargo, Sasuke no pudo olvidar aquel encuentro, quedando prendado de aquella inocencia y belleza de aquella particular mujer, que como ninguna otra no dudó en enfrentarse a él, a pesar de que ella desconociera su identidad.

Por lo que al día siguiente pondría en marcha el resto de su plan para hacer de Sakura su consorte.

.

.

Otro día caluroso invadían los bastos campos de Sicilia, las Ninfas hacían su ritual de danzas mientras recolectaban flores cuando la figura de Sasuke apareció a lo lejos, observando cada movimiento de las muchachas hasta dar con la ubicación de Sakura.

Sasuke, con una sonrisa en su rostro al pensar en su plan, encantó a lo lejos una flor cerca de donde se encontraba la joven; en cuanto la tocase, esta iría de inmediato al Inframundo para no encontrar retorno al reino mortal.

Sasuke encantó la flor de tal forma que fuera resistible no poder tomarla, brillaba más que otras flores y su color era de un violeta hermoso que haría a cualquiera sucumbir en su belleza.

Sakura, al darse cuenta del extraño fulgor, tocó los pétalos hasta que la arrancó de raíz para observarla mejor. En ese momento se produjo una grieta en medio del suelo. La joven trató de zafarse al querer correr, pero todo esfuerzo resultó en vano dado que la tierra la condujo hasta los confines del Inframundo.

Al ver esto, Sasuke esperó su llegada en sus dominios, la vio caer desde lo alto hasta que tocó él suelo.

Se acercó a ella y pudo notar leves magulladuras en su piel, nada del todo grave, sus piernas tenían unos raspones que sanarían con el tiempo. Su pelo largo y rosado ahora estaba desaliñado y con ramas en sus cabellos debido al violento viaje.

Al verla más en detalle, sus brazos y piernas se veían frágiles como la porcelana, sus mejillas resaltaban un delicado color rosáceo y sus labios lucían carnosos y llamativos como una fruta prohibida.

Aquellos pensamientos hicieron que perdiera un poco la cordura de tan solo imaginar poseerla, era algo extremadamente extraño lo que ella le producía, era nuevo y a la vez alarmante.

- ¿Dónde estoy? - exclamó Sakura mientras abría y cerraba sus ojos. Sasuke tomó distancia y esperó el momento adecuado de presentarse - ¿Qué es este lugar? - se decía así misma al mirar a su alrededor.

- Nos volvemos a encontrar, Sakura.

- ¿¡Tú!? - pero al momento de asimilar donde estaba se tapó la boca, aterrada - Eres... eres el Dios del Inframundo - dijo con voz temerosa.

- Así es... - afirmó, con una leve sonrisa - Bienvenida al Tártaro - musitó Sasuke, acercándose lentamente a ella.

- ¿Por qué estoy aquí? - sus ojos exclamaban furia, pero su voz pronunciaba respeto y mesura.

- Porque te he elegido como mi consorte - dijo sin más mientras caminaba en dirección a los Campos Elíseos.

Sakura lo siguió con cautela, aún procesando la información que acababa de escuchar.

- ¡Me opongo rotundamente! - chilló con firmeza.

Sasuke se dio la vuelta, haciendo ondear su larga capa negra, a medida que él avanzaba sus ojos oscuros comenzaron a tener un brillante fulgor rojo. Algo que la hizo estremecer de miedo.

- Es una lástima que ya no puedas salir entonces. No tienes opción, Sakura.

- ¿Qué? - preguntó sorprendida.

Sasuke sonrió al ver su aspecto y continuó caminando.

- Necesito a alguien que me acompañe en este lugar, como ves, es bastante desolador. Sin embargo, el sitio que custodiarás es exactamente el indicado para ti, Sakura - Sasuke pasó de estar frente a ella a situarse a su lado como si de una sombra se tratase - Serás una diosa aquí, la mía - musitó, observando sus labios.

Sasuke tomó de su mano y ambos llegaron a los Campos Elíseos. Sakura quedó sorprendida ante la belleza del lugar.

- No sabía que el Inframundo tuviera un lugar como este - susurró sorprendida.

- Es tuyo - le indicó.

- ¡No, esto va en contra de toda voluntad, quiero regresar a mi mundo, a mi familia! - exclamó Sakura.

- Hmph... - Sasuke suspiró - No puedo y no lo haré.

- ¿¡Te atreves a mantenerme como prisionera!?

- ¿Y tú te atreves a enfrentarte a un Dios? - preguntó con voz ronca y a la vez temible - Sakura, no eres una prisionera, de ahora en adelante eres la reina del Inframundo.

- No, no... - negaba.

- Ten, para que limpies tus heridas por el golpe - le entregó un par de vendas y agua - Cerbero te guiará a tus aposentos para que te sientas cómoda. Hablaremos mañana, por el momento, debo atender las almas que llegaron y destinarlas a su lugar de descanso o perdición.

- Sasuke... - su voz sonó como suplica a lo que este la miró con una expresión más suave.

Él vio que sus ojos verdosos tenían un leve color rojizo al tratar de aguantar sus lágrimas. Verla de esa manera hizo que suavizara un poco su carácter.

- No me temas, Sakura, jamás te haría daño - dicho esto se alejó entre las sombras.

Sakura resistió el llanto y sintió un vació en su interior. Aún no podía asimilar todo lo que le estaba pasando, se sentía insegura y completamente abandonada junto a un completo extraño, quien ahora resulta ser un Dios y no cualquiera, se trataba de uno de los tres Dioses fundadores.

Su pecho se apretó debido a la agonía que comenzaba a carcomerla, se sintió desesperada y comenzaba a faltarle el aire.

- No, debo serenarme, puedo con esto... soy fuerte - se decía a sí misma.

En medio de la penumbra vio a dos ojos rojos emerger lentamente por uno de los pasillos, luego fueron cuatro pares hasta que se avistaron seis en total. Cerbero hacia su aparición en gloria y majestad, sus pasos fuertes hacían vibrar suavemente el piso.

Sakura quedó inmóvil al ver a la bestia, ahogó un grito en su interior debido a temerario aspecto, de pelaje negro, suave y abundante cuyo tamaño era más grande que el de un oso salvaje. Sus tres cabezas eran similares a las de un lobo con colmillos grandes y afilados.

Cerbero se acercó más a ella mientras Sakura se mantuvo quieta, aguantando la respiración al estar cerca de semejante animal. Escuchó que dos cabezas le gruñeron suavemente, pero la cual parecía liderar comenzó a olfatearla.

Los tres la observaron y ahora sus miradas eran serenas. Sakura quedó sorprendida ante tal cambio, era como si se hubieran sometido a ella o eso parecía.

Cerbero caminó unos metros y al ver que Sakura no lo seguía se detuvo y la observó. Sakura salió de su trance y caminó hacía él, siguiéndolo con cautela. Ahora su viaje había comenzado.

.

.

Tras nueve días y nueve noches de ardua búsqueda por su hija, Mebuki escuchó la desgarradora verdad del paradero de su amada hija por la boca del Dios del Sol, quien había sido testigo de la artimaña del Señor del Inframundo.

Sin pensarlo, Mebuki se dirigió al Olimpo en busca de Madara, quien yacía sentado en su trono.

- ¡Te exijo inmediatamente que saques a Sakura en este instante, Madara! - demandaba Mebuki con lágrimas en sus ojos.

- ¡Suficiente, Mebuki! - rugió Madara levantándose de su trono y botó una copa de vidrio al suelo debido al insolente requerimiento de la Diosa de la tierra; dejando a todo a quien observaba aquel escándalo en silencio - Te he dicho que lo arreglaré y muy bien sabes que deberías dejar de insistir.

- Es mi hija... ¡Mía! - sollozó - Lo que el Dios del Inframundo ha hecho no tiene perdón.

- Hera - llamó Madara a su esposa y con un gesto le pidió que la confortara - Naruto, acércate - Naruto obedeció, haciendo una leve reverencia en son de respeto para luego mirarlo a los ojos. Madara volvió a sentarse y trató de serenarse ante aquel alboroto - Naruto ¿Es verdad lo que viste aquel día en los Campos de Sicilia?

- Absolutamente, jamás pensé que haría algo así... pero estoy completamente seguro, tan solo él podría permitir el acceso al Inframundo sin que hubiera consecuencias para los intrusos - dijo Naruto con certeza.

- Bien... hablaré con él, esto no puede continuar así - Madara se dirigió al borde del Monte Olimpo para observar lo que pasaba en la tierra - Vaya desastre que provocó Mebuki, dejando yermo a la tierra, tanto los seres humanos como los animales morirán de hambre... - se lamentaba al saber que por causa de la ira y la desesperación que le provocó perder a su hija, la Diosa condenó a la tierra con un eterno invierno.

.

.

Un mes había pasado desde que Sasuke raptó de forma impetuosa a Sakura, los días habían pasado más lento que lo normal, la oscuridad y los recintos volcánicos del Inframundo llenaban cada rincón con ecos de lamentos.

Sakura rezaba cada día y noche sin saber exactamente la noción del tiempo, le pedía a los Dioses ayuda para volver con su madre y a su hogar. A pesar de que Sasuke nada le exigía, no podía evitar verlo a la cara debido a lo que cometió contra ella.

Sin embargo, no todo en el Inframundo era oscuridad y lava recorriendo las fosas del Tártaro. Sasuke poseía un castillo como cualquier Dios tendría. Sakura se sorprendió al ver este descubrimiento a medida que exploraba el reino de los muertos.

Pudo apreciar con admiración los detalles sobrios y refinados en cada salón, por supuesto, cada parte de la fortaleza estaba decorada con antorchas para iluminar los pasillos.

Las paredes de mármol bruto era lo que más resaltaba con la iluminación del fuego, a pesar de vivir bajo tierra, Sasuke no poseía un mal gusto en cuanto a decoración se trataba. Los colores granate de ciertas paredes más los detalles en oro y bronce de ciertos objetos combinaban a la perfección con los blancos muros rugosos.

Sakura pasó su mano por ellos, no había tocado nunca el marfil y verlo tan luminosamente blanco sintió curiosidad por su textura.

- Si lo hubiera pulido sería diferente - Sasuke apareció de repente por el salón principal.

- Quizás no fuera tu estilo - masculló Sakura sin importancia.

- ¿Mi estilo? Hmph.

- Déjame ir - musitó con decisión aunque algo temerosa, no podía ocultar que la figura del Dios del Inframundo le resultaba alarmante.

- No lo haré, verás... he deseado tener a alguien con quien compartir mi reino y resultó ser que eres la candidata perfecta.

- Eres un enfermo - Sakura intentó abofetearlo pero Sasuke fue más rápido y detuvo su brazo con agilidad - ¡Suéltame!

- Eres valiente, lo admito. Posees las agallas suficientes como para enfrentarte a un Dios - Sasuke la acercó sin soltar su brazo, haciendo que Sakura se asustara cada vez más - Quisiste pegarme aún sabiendo que podría destrozarte con un dedo si lo quisiera.

- No lo harías... - musitó, sin dejar de ver sus ojos negros que lentamente cambiaban a una tonalidad carmesí.

- ¿Qué te hace estar tan segura? - sonrió, mirando su boca y luego sus ojos. Su rostro lucía algo perverso como queriendo asustarla.

- Dices que me elegiste, que soy la candidata perfecta para esto, no desaprovecharías tu oportunidad de tener a alguien como yo para gobernar a tu lado - su quijada estaba tensa, pero sus palabras fueron determinantes.

- Puedo esperar a otra... no tolero la insubordinación ni mucho menos la impertinencia, Sakura. Dicho esto, puedo matarte si lo deseo - sonrió.

- Si dices que soy tu consorte no hay tal injuria de lo que me acusas - ella levantó una ceja, ambos estaban tan cerca del otro que estaban a centímetros de tocarse con sus narices - Siendo tu esposa puedo opinar y contradecirte si así lo deseo.

Aquel comentario tan intrépido dejó a Sasuke lleno de dicha, la mujer sabía defenderse con comentarios válidos dignos de alguien que sabía lo que hacía. Sakura era perfecta para estar junto a él y esto lo probaba. No era una Ninfa indefensa que necesitaba protección, ella sabía como cuidarse sola aún sabiendo que podría estar en desventaja ante él.

- No te confíes, Sakura - soltó su brazo como si de una caricia se tratase - Puedo ser bastante impredecible.

El corazón de Sakura comenzaba a latir más rápido de lo normal, no sabía qué era con exactitud aquella adrenalina que de pronto consumía su ser. Sentía como le hervía la sangre ante su presencia y como esta llegaba hasta posarse en sus mejillas.

Sus manos de inmediato fueron a su cara para impedir que Sasuke viera su nervioso estado cuando él la tocaba. Pero era muy tarde para eso, debido a que él podía ver todas sus reacciones mucho antes de lo que ella supiera.

Debido a que no deseaba verlo más desvió la mirada al suelo y se percató de un pequeño ratón deambulando en los rincones. Sasuke notó que ella quedó casi como una estatua y siguió la mirada de la mujer para ver a donde llegaba.

Sin dudarlo, Sasuke alzó una pierna para aplastar al inquilino cuando Sakura lo detuvo con un grito y se interpuso ante su crueldad.

- ¿Qué haces? - preguntó escandalizada - ¿Cómo te atreves a matar a un animal indefenso?

- Es solo un ratón, es infeccioso, incluso para un Dios.

- Es pequeño y está asustado - Sakura arrancó una tela de su vestido y con ella tomó al roedor.

- ¿A dónde crees que vas con eso? - preguntó con aversión.

- No lo sé... podría llevarlo a la tierra donde en realidad encontraría algo de comida, pero no puedo salir de aquí - su voz poseía un leve tono de causticidad.

- Ah - suspiró a su difícil carácter. Sasuke se rascó la coronilla, se sintió confundido ante la acción de la mujer y de inmediato pensó en algo para calmarla - Si de verdad te interesa su bienestar... sígueme.

Sakura dudó un poco, pero algo le decía que podía confiar en sus palabras. Pero al llegar se dio cuenta de que Sasuke la había llevado con Cerbero.

- Ni creas que será alimento de esa cosa - dijo indignada.

- ¿De verdad me crees un ser tan infame? - suspiró - Estamos ante la única salida para dirigirse a la tierra, libéralo aquí y podrá encontrar la superficie.

- ¿Cómo sé que dices la verdad? - desconfió.

- Puedo ser todo lo que dicen como también puedo sorprenderte, pero ser embustero no es parte de mi naturaleza.

Sakura lo observó con detención, pero no vio engaño en lo que dijo, por lo que tiernamente depositó al ratón en el suelo hasta que este desapareció rápidamente hacia el pasadizo que daba a la superficie.

- La gran mayoría de la gente los odia y desprecia por lo que son... sé que su existencia significa contaminación y plaga, pero no puedo evitar sentir clemencia por un ser indefenso.

- Sakura... - Sasuke iba a contradecirle, sin embargo ella no se lo permitió.

- Sé qué dirás, pero no puedo verlo como tú lo ves. Lo vi como a un igual, atrapado en un lugar del cual no hay salida más que la muerte - suspiró - No es muy diferente a como me siento ahora - sentenció, caminando en dirección a los Campos Elíseos.

Su actitud fue rígida, desgraciadamente, Sasuke, no podía refutar sus palabras; de cierta forma metafórica tenía razón, ella se encuentra rodeada de muerte, pero ella no era ninguna prisionera a pesar de estar atrapada como ella expresó.

.

.

[Sasuke]

Comenzaban a ser días difíciles, a pesar de que ella tuviera todo en el palacio, comida, alojamiento, hospitalidad y dominios propios a los que gobernar, nada de eso le importaba.

Suspiré debido a la frustración, comprender la mente y actitudes de una mujer lucía bastante engorroso. Lo único a que me motivaba a seguir con esto eran aquellos gestos y miradas que me daba.

Mas de una vez logré sorprenderla observándome tras los muros mientras hacía mi trabajo, incluso cuando iba a mis aposentos ella estaba ahí, también sentía su presencia cuando iba por una ducha en una de las cascadas cerca de los Campos Elíseos.

Todo eso debía significar algo, al menos para mi eso equivale a interés hacia a mi.

- Luces cada vez más pensativo, su alteza - la voz de Karin aparecía cuando menos era necesario escucharla - Debo decir que así resultas ser aún más irresistible.

Karin, un alma pura que vagaba como un espíritu en mi morada, simplemente no la ahuyentaba por el hecho de sentirme algo solitario, pero ahora tenía a Sakura y su presencia me irritaba.

- ¿No deberías estar en los Campos, Karin? - pregunté.

- Lo sé... pero no podía estar tranquila sabiendo que tú estabas tan cerca - sus manos rodearon mis hombros.

- Se cortés, puedes ser un espíritu que aparece cuando quiere pero sigo siendo, a tus ojos, un Dios - musité, sentí que sus dedos comenzaban a tocarme la piel y no pude evitar molestarme aún más.

- Oh, ¿quién es ella? - mis ojos fueron directo a Sakura, quien apareció con su singular silueta.

Era parte de su rutina caminar por todo el castillo y sus alrededores, aunque me pareció curioso que decidiera aparecerse en el salón real sabiendo que yo estaría aquí.

- Pues bien, preséntate - no desee ser duro con ella, pero la presencia de Karin combinado con el hecho de que no podía saber qué era lo que ella pensaba de mi, me estaba matando de la intriga y eso conllevaba a efectos secundarios como el hecho de ser un petulante.

- Mi nombre es Sakura - su voz fue suave y tierna, ¿por qué conmigo eres distante y desafiante?

- Encantada - vi a Karin acercarse a ella y le sonrió con jovialidad para luego volver a estar a mi lado como si de un cachorro se tratase - Sasuke... no me llevarás a los Campos como de costumbre, he perdido el camino - su rostro estaba tan cerca del mío que no pude evitar alejarme, pero al ver a Sakura noté un pequeño cambio en su mirada.

Sus ojos lucían opacos y algo furibundos, pero no iban dirigidos a mi, sino a Karin ¿Serán celos los que percibo en ti, Sakura?

- ¿Sakura, serías tan amable de guiar a Karin a su lugar de descanso? - quise probarla, sabía que Karin negaría esta petición con uno de sus berrinches.

- ¿Qué? ¿No vendrás conmigo? Eres mi amo en estas tierras, no deberías dejar una tarea como esta a una ayudante - bingo, Karin, eres totalmente predecible. Es una de las tantas razones del por qué jamás me sentí atraído por ti.

- ¿Ayudante? Para que lo sepas... - por más que deseaba oír a Sakura poner a Karin en su lugar debía continuar con este pequeño juego.

- Tienes razón, te acompañaré - dije sin más y noté que eso la hizo enojar.

- ¡Bien! - protestó Sakura, su cuerpo se puso a la defensiva y su mandíbula se apretó notoriamente. Esto me iba a costar después, pero al menos me ayudó a saber algo que no noté antes. Su interés.

No sabía muy bien lo que esto significaba para mí, pero sentía deleite en todo esto, ver su repentino cambio de ánimo en cuanto a los gestos y postura que tomaba Karin junto a mi era un espectáculo digno de ver una y otra vez. Incluso hasta resultó divertido.

- Aquí encontrarás el camino por tu cuenta, tengo asuntos que resolver - murmuré de forma seria y sin importancia.

- Con que haz elegido, ¿no? - Karin me observó con ojos tímidos y llenos de tristeza.

- No sé a lo que te refieres - la ignoré.

- Sí, lo sabes - suspiró - Deberías saber que la chica llora cada noche antes de dormir, extraña la superficie, a su madre y hermanas.

- Puedo imaginar como se siente - dudé, ¿de verdad lo sabía?

- La chica ve algo en ti, pero duda... y no la culpo, logras ser muy mandón cuando te lo propones.

- ¿Supones que debo creer en ti? - no podía evitar poner en duda su palabra cuando sé sus intenciones conmigo.

- Lo sé, sé que dudas, pero... sería lindo verte feliz, si no es conmigo, me sentiré conforme que sea con ella - suspiró y sin mirar atrás se marchó desvaneciéndose para nunca volver - Cambia un poco, ella no caerá ante ti como yo - sus últimas palabras al menos sí me hicieron más sentido.

- Descansa en paz, Karin - murmuré.

- No era algo que deseaba ver, y sin embargo me sorprende tu benevolencia en el caso - me di vuelta y Kiba, el mensajero de los Dioses estaba frente a mi - Sasuke - inclinó levemente su cabeza, al menos era respetuoso en mis dominios.

- ¿A qué vienes? - pregunté con voz grave.

- Sabes bien a qué - de su bolsillo sacó un pergamino y aclaró su garganta - Esto es de parte del Señor Madara para ti, su excelencia.

- Ya veo... - miré el sobre, definitivamente contenía su letra - No me interesa - tiré el pergamino al suelo, sabía que me llenaría de sermones respecto a lo que había hecho con Sakura.

- Madara desea negociar contigo en cuanto a Sakura, si mal no recuerdas es una de sus hijas...

- ¿Con que ahora se hará cargo como padre? Ella está en mis dominios, no es relevancia para los Dioses del Olimpo, ella es ahora mi reina.

- La obligaste - me refutó, pero al ver que mi mirada cambió a una escrupulosa este aclaró su garganta con nerviosismo - Lee la carta y verás de lo que se trata. Mis asuntos contigo han terminado por ahora, pero te advierto, tu hermano no dejará impune tu actuar, mi Señor Sasuke.

En parte tenía razón pero al fin y al cabo, Madara, por muy poderoso que fuera no se atrevería a enfrentarme, perdería mucho en contra y ambos sabemos que no pueden suceder más desgracias para los Dioses.

De pronto algo en el espeso aire se sintió extraño, me dirigí al trono para ver que ocurría cuando a través de mi espejo noté a dos hombres desafiar mis dominios.

La cólera comenzó a emerger de mi cuerpo al saber sus intenciones y llamé a Cerbero de forma inmediata. La bestia vino a mi como el can más fiel de todos, esperando mis ordenes.

- Tu lugar ahora es con Sakura, no la pierdas de vista y sé amable con ella, a los intrusos déjalos pasar. Haré de su bienvenida algo que jamás olvidarán.

...


.


.::::.

...Continuará...


Hola de nuevo, ¿qué les ha parecido?

Debo admitir que de cierta manera me resultó difícil crear la escena del rapto, en mi historia le di un giro respecto a esto que más adelante sabrán. De todas formas, eso fue lo más duro de escribir, porque admitámoslo, está mal. Aquí al menos no quise hacerlo como un Dios perverso.

A medida que vayan leyendo se darán cuenta que Sasuke es un personaje lleno de sorpresas ;). En realidad imaginármelo como Dios del Inframundo le sienta bien, ¿ustedes qué opinan? Estaré atentas a sus comentarios y reacciones :D

¡Nos leeremos pronto!


_Kelly Anne Rose_