Aquí os dejo mi cuarta historia sobre Castle. Es la que más he sufrido y a la vez la que más he disfrutado. Aconsejo no leerla de una vez porque puede causar efectos secundarios. Es broma.

Kate caminaba descalza por su casa mientras terminaba el abundante desayuno que había decidido prepararse aquella mañana. Se lo había ganado. Otra noche prácticamente dedicada al estudio se merecía una recompensa así. Dentro de una hora tendría que estar en la 12 y necesitaba antes un buen desayuno para enfrentarse a un nuevo día de trabajo. Y eso que las cosas en los últimos tres meses habían mejorado bastante. Sobre todo en referencia a su peculiar compañero de trabajo.

Desde que Gloria, Daniel y Alex se habían incorporado al mundo de Castle, éste parecía haber recuperado parte de su esencia personal. Tampoco es que fuese para montar una fiesta, ya que en no pocas ocasiones, Castle volvía a mostrarse triste y reservado y sus sentimientos mas íntimos seguían escondidos en lo más profundo de su ser, pero la verdad es que no podía quejarse. Entre otras cosas, Richard había cumplido su promesa. No tomaba ni una gota de alcohol desde hacia tres meses e iba a las reuniones que James Beckett le había aconsejado. Aunque él siempre decía de vez en cuando que aquello era algo que tenía controlado. Kate no le creía. Si lo hubiese tenido controlado no seguiría yendo a las reuniones.

En cuanto a la relación que mantenían entre los dos, Kate sentía que se había convertido para Castle en una especie de amiga – compañera sin derecho a ningún roce, cuestión que la estaba volviendo loca. Y es que había llegado hacía mucho tiempo a la maldita conclusión de que estaba enamorada de él. Pensar que dentro de dos meses su relación profesional acabaría la tenía desesperada. Y no es que desease que Castle siguiera trabajando en la 12. No. Sinceramente pensaba que lo mejor era que terminase la relación con la policía. Lo que la angustiaba era lo que pasaría después. Y si una vez terminada la relación profesional, terminaban las demás. Al menos sabía que Castle había vuelto a escribir, cosa que la alegraba sinceramente. Pero y después…En ese momento, sonó el teléfono de su casa y despertó a Kate de sus pensamientos.

"¿Quién es?"

"¿Para que tienes el móvil, detective?"

Castle.

"¿Qué?"

"Lanie y yo te hemos estado llamando un par de veces cada uno y nada de nada."

"Perdona. Es que llevo toda la noche estudiando y había desconectado el móvil. No quería que nada me molestara."

"Pues ya te molesto yo."

"Tú no molestas. Tú eres…"

"El trabajo, Kate. El trabajo."

"¿Qué ocurre?"

"Un mendigo se ha tropezado con un cadáver en unos almacenes abandonados cerca de los antiguos muelles. Según me ha contado Lanie por teléfono tiene que llevar bastante tiempo allí y el espectáculo es bastante desagradable. Si nos damos prisa…"

Pero que morboso podía a llegar a ser este hombre.

"Voy. Voy. Seguro que llego allí antes que tú."

_o_

Tom O'Hara preparaba en silencio el desayuno mientras observaba desde su ventana a sus vecinos Clara y Chester Duprais que llevaban a sus hijos al colegio. Desde que su hija pequeña, Angie, se había ido a la universidad aquella casa parecía haber perdido parte de su encanto debido a la algarabía y a la alegría que allí se había respirado durante muchos años. Y no es que se quejase ahora. Helen y él tenían ahora más tiempo para dedicarlo a estar juntos y lo estaban disfrutando a fondo. Pero las sucesivas marchas de Sarah, Christine y de su pequeña Angie de la que había sido su casa durante muchos años le sumía a veces en una tristeza difícil de superar. Los hijos. A pesar de que había intentado pasar página y no pensar nunca más en lo que había vivido en aquella estrecha cornisa del instituto Kennedy no había podido hacerlo.

Pero es que aquella no era su guerra. Ni tampoco su vida. Cuando el y Martha habían decidido separarse hace ya tantos años, pensó que aquella era una buena decisión. Y ahora seguía pensando lo mismo. Su amor fue algo imprevisto, breve e intenso, pero que no tenía ninguna posibilidad de prosperar. Martha y él venían de mundos diferentes y tenían sueños diferentes. De echo el tiempo les había dado la razón y de alguna forma u otra los dos habían podido conseguir lo que anhelaban de jóvenes. Lo que él no contaba es que algún día conocería al que digamos fue el daño colateral de aquella breve historia de amor. Y que le escuchase vomitar en aquella cornisa aquellas palabras que se le habían clavado en su corazón. Y que siguiese pensando que si no llega a ser por él, Castle se hubiese tirado hacia la bandera. En ese momento sonó el teléfono y alejo de su mente aquellos oscuros pensamientos.

"¿Sí?"

"Tom, soy el capitán Brook."

"¿Qué ocurre señor?"

"Los de la 12 me han llamado hace unos minutos. Han encontrado un cadáver en un almacén abandonado en Queens. Quiero que vayas para allá."

"¿Yo, señor?"

"Espera un momento. Tengo una llamada."

Tom no podía entender que es lo que quería el capitán Brook de él. Desde que había vuelto a la brigada especial contra incendios su trabajo se había remitido a un pequeño despacho, mucho papeleo y llamadas de teléfono. Prácticamente había dejado el contacto con la acción en su trabajo. A Helen aquello le parecía maravilloso, pero en algunos momentos él se sentía desplazado e inútil. Y ahora esto. Y encima con la 12. Que oportuno.

"Tom… perdona. El cadáver que han encontrado esta totalmente calcinado, aunque han podido identificarlo por las pertenencias personales que llevaba. Al parecer debe llevar muerto mucho tiempo."

"Señor… no le entiendo. Porque no van Dexter y Robbins allí. Yo ya no…"

"Es Frank Búster."

Frank Búster. Hacia muchos años que no oía pronunciar aquel nombre. Frank Búster había sido el único encarcelado tras los extraños incendios que se produjeron hace unos años en la ciudad de Nueva York y que habían costado la vida a su compañero Colin Webster. Tom siempre pensó que Búster había sido solo un peón más y que los incendios no habían sido obra de un loco al azar, sino organizados de aquella forma por un motivo especial. Pero nadie había resuelto el porque. Y ahora después de tantos años, Búster volvía a aparecer en su vida.

"Ahora mismo voy para allá, señor."

Cuando colgó el teléfono, Tom se dedico a escribirle una nota a Helen. Se suponía que aquel día no iba a trabajar y como no quería despertarla todavía era lo mejor que podía hacer. Tenían previsto visitar aquel día a su hija Christine y a su nieto Tommy. Solo tenia tres meses, pero ya era el amo de toda la familia. Y ahora esto. Bueno, no tenía más remedio que ir. Era su trabajo. Aunque seguramente se encontraría con quien no quería, pero…era su trabajo.

_o_

"No os lo aconsejo. Es bastante desagradable."

Lanie terminaba de realizar su trabajo mientras veía a Kate y a Castle que se acercaban hasta ella.

"Pues entonces déjalo tapadito."

"¿Sabemos quien es?"

"Según hemos descubierto por la documentación que llevaba se llamaba Frank Búster. Hace unos minutos me han informado de que hacía unos tres meses había salido de la cárcel."

"Tres meses."

"Si, justamente lo que supongo que lleva muerto."

"Pues para esto es mejor que se hubiese quedado encerradito."

"¡Castle! ¿Sabemos porque fue condenado?"

"Al parecer estuvo relacionado con unos extraños incendios ocurridos en Nueva York hace unos siete años."

"Recuerdo aquel asunto. En una de mis últimas novelas de Derrick Store utilice aquel caso para asesorarme. Siempre pensé que se habían equivocado con ese hombre. Había puntos oscuros."

Lanie y Beckett se miraron y sonrieron con complicidad. Ahí estaba el viejo Castle. Rico en absurdas teorías y complicadas conspiraciones.

"¿Qué hace aquí "Yo Soy La Justicia VI"?"

"¿Quién?"

Castle señalo a Kate hacia un lugar indefinido en la entrada de aquella gigantesca nave. Tom O'Hara acababa de entrar en ella y estaba charlando con uno de los agentes de uniforme.

"¿Por qué le llamas así?"

"Vamos, Kate. No recuerdas su espectáculo en la cornisa."

Castle dejo en el suelo el café que tenía en la mano y con gesto melodramático empezó a declamar sin importarle mucho si le oían o no.

"Y tu dile a él que no le pienso soltar en absoluto. Así que despacio los tres vamos a ir gateando poco a poco hacia las escaleras y bajaremos sin cometer ninguna tontería, porque si lo hace, le juro a él que no tenga la menor certeza de que caeremos los dos juntos como lo ha hecho el pobre Nick y que eso a mi mujer y a mis hijas no les hará ninguna gracia en absoluto."