Harry Potter no me pertenece, ni su historia o personajes. Esto es por puro Hobbie.


El Auror

Miraba su reflejo en el espejo, de pies a cabeza, no podía creer que estuviera vestido de aquella manera. Una camisa blanca, un suéter gris con cuello en V —con bordes en dorado y escarlata—, pantalones recto negros, zapatos lustrados y para rematar, colgado en el perchero a su lado, una túnica le esperaba por ser usada. La tomo entre sus manos y la examino, reparo en el logo que se ubicaba en la parte derecha del pecho. Un león. Le habían puesto en la casa de Gryffindor, según Dumbledore su familia siempre había pertenecido a tan noble casa y el no sería la excepción.

Suspiro al recordar que esa fue su decisión. Y aunque solo tenía una semana en el castillo no se sentía por completo cómodo, el rumbo de su vida siempre fue tan diferente a lo que estaba comenzando a vivir que imagino jamás acoplarse al sistema.

Resignado se terminó de vestir, se acomodó la corbata que le solicitaban y salió de su habitación. Paso por un corto pasillo y bajo unas escaleras de caracol, al estar en el último peldaño se percató que en la sala común de su casa estaba repleta de jóvenes cadetes listos para sus clases y entrenamientos del día. Busco con la mirada a sus amigos, pero solo se encontró con la mirada marrón de su amiga.

— Buen día, Hermione.

—Buen día, Harry.

Ninguno había olvidado aquella noche donde el alquimista abrió su corazón. Ese momento especial donde se sintieron tan cercanos lo tenían todavía a flor de piel, y por tal motivo se ruborizaban.

— ¿Qué clase tienes?

— Me quede de ver con el anciano.

Hermione asintió, ella conocía toda la verdad detrás de esas palabras. La referencia del anciano era a la clase particular que tendría con el prestigioso alquimista y supuestamente muerto Nicolás Flamel.

— Espero un día poder estar en sus pláticas.

—Me encantaría — esa idea le agrado, lo tendría en mente para un futuro ver si podría invitarla —. ¿Tú a que clase vas?

— Defensas contra las Artes Obscuras.

— Esa es a mi tercer hora, me dices que tal esta la clase.

— ¿No piensas faltar o sí?

Su amiga era una estudiante ejemplar, siempre leyendo, estudiando, repasando apuntes y entrenando. No cabía duda que esa joven castaña era una mujer ejemplar, no había conocido quien le igualara en su deseo y disposición por ser una auror. La admiraba y a la vez el ver su dedicación se sentía avergonzado por su falta de compromiso.

— Por supuesto que no — lo dijo en tono de bromista.

— ¡Harry!

— Venga, estoy jugando, enserio no faltare a ninguna clase.

— Te estaré vigilando — con su dedo índice y de en medio apunto sus ojos a los suyos —. Te dejo que se me hace tarde, ¿nos vemos a la hora de la comida?

— Claro.

La compañía de su amiga era lo que hacía que su decisión de estar en ese castillo no cambiara, quien sabe qué pasaría si no la tuviera. Dejando de lado esas suposiciones que jamás ocurrirían salió de la sala común y se adentró en los pasillos largos y anchos del inmenso castillo.

El movimiento matutino era el más ajetreado del día laboral, cadetes por todos lados iban a a sus clases, veteranos yendo a sus entrenamientos y los profesores dirigiéndose a sus aulas. Ese ambiente tan escolar nunca lo conoció, y era otro punto a que se sintiera fuera de lugar, aunque debía admitir que no era uno simplemente académico, estaba en uno militarizado. Aun así, se preguntó cómo hubiera sido poder haber asistido en su niñez a una escuela donde iría aprender de magia básica e ir subiendo de nivel. Cuál hubiera sido esa vida no era la que le tocaba en ese mundo. Decidió olvidarlo.

— Siempre tan pensativo.

La voz soñadora de Luna lo hizo regresar al castillo. La rubia iba caminando a su lado sosteniendo ese libro que siempre traía consigo, y que jamás soltaba. Se dispuso a disculparse cuando noto algo peculiar en la vestimenta de su amiga. Llevaba el mismo uniforme que él solo con la diferencia de que su escudo tenia los colores azul y bronce, y en vez de un león en el centro había un águila.

— ¿Por qué vas vestida con el uniforme de la academia?

— Porque soy una estudiante como tú —contesto encogiendo sus hombros como su fuese la respuesta obvia.

— Un momento, pero, ¿tu padre que dijo?

— Me apoya y está feliz de que me convierta en una protectora de nuestro país — Luna con ese semblante tan suyo se le acerco sin reparar en la distancia tan cercana que puso entre ellos — ¿Sabías que en este castillo hay Warlos de pradera?

No pudo evitar sonreír al ver como su amiga no cambiaba por nada, y seguía hablando sobre animales mágicos que dudaba de su existencia.

— Me gustaría seguir platicando, pero voy tarde — Harry sabía que su amiga no se sentía si no le prestaba atención a sus locas ideas por lo que aprovecho esto para no retrasarse a su clase —. Platicamos más tarde, necesito que me expliques como es que has decidido ser auror.

Luna asintió y con su mano derecha se despidió de su amigo. Harry sonrió por sus adentros, estaba realmente feliz que una de sus mejores amigas, la primera que tuvo al poco de llegar al continente mágico, también estuviera con él en esa nueva etapa de su vida.

Su clase privada con Flamel sería en una aula especial que Dumbledore les facilito, el lugar era amplio y muy acogedor. Tenía todo lo necesario como para poder estudiar sin que nadie los molestara, y sobre todo para poder moverse sin problemas. La alquimia a veces necesitaba de bastante espacio.

Flamel le dio los buenos días al verlo entrar. Le pidió que tomara asiento en una butaca que le indico y le solicito que sacara su libro esmeralda.

— Dime, Harry — Flamel tenía otro aspecto, uno muy diferente al que lo conoció, y eso era obvio. Nadie debía enterarse que estaba vivió —. Conoces las divisiones de la alquimia, ¿cierto?

El pelinegro asintió.

— La alquimia se divide en externa e interna.

— E imagino que tu abuelo te entreno en la primera.

— Sí.

— La alquimia externa como sabrás es la que controla la magia, cristales esenciales, piedras preciosas, es el control de los elementos naturales — Flamel usaba un tono típico de profesor —. En pocas palabras es la transmutación.

Harry solo atino asentir de nuevo. Esa primera clase distaba de lo que el imagino que sería, y no podía evitar estar ansioso por aprender, por lo que solo se quedó escuchando lo que su mentor decía.

— ¿Cuáles son los elementos naturales en la alquimia?

— Tierra, metal, fuego, madera y agua.

— ¿Cuáles dominas?

— Controlo todos, pero me he especializado en el metal y agua.

Flamel se llevó una mano al mentón, por la mirada que le dedicaba el anciano pudo notar que esa respuesta no lo satisfago del todo.

— El metal es el más complicado — su voz detono alivio —. Los demás te resultaran más fáciles.

— ¿Qué quiere decir?

— Este año puliremos tus habilidades ya adquiridas en la alquimia externa — el anciano que le acerco a tomo su libro escarlata, busco una página y al dar con ella la volvió a colocar en su mesa —. Después pasaremos a la alquimia interna — su semblante se endureció —. Harry, necesito que pongas todo de tu parte. La alquimia interna es un tema corto, pero muy complejos — apunto al libro para que leyera lo que había en la página—. Esta parte trata sobre el control de tu ser interior, de tu espíritu… Necesitamos que te vuelvas fuerte, que llegues a tener el poder de tus padres y así puedas acabar lo que iniciaron.

— Destruir la piedra filosofal.

El alquimista asintió alegre de ver el entusiasmo de su pupilo.

— No se preocupes, profesor, me volver fuerte y cumpliré la misión de mis padres.

— Bien, entremos entonces en tema.

Harry asintió entusiasmado de poder iniciar sus clases. Se prometió que se volvería tan poderoso como sus padres, y terminaría su labor que ellos le dejaron; poder destruir la piedra filosofal. Le llevaría tiempo, pero él no se daría por vencido y conseguiría honrar a sus padres.


Bienvenidos.

Estoy feliz de poder continuar con esta historia, la cual me fascina escribí y que espero de igual manera lo estén leyendo. Si no fuese por el apoyo que me han brindado talvez no hubiera pasado a esta segunda parte, iniciada en El Alquimista, y ahora continuada en El Auror.

Tengo muchas ideas con esta segunda parte, las cuales haré mi mejor esfuerzo por plasmarlo en letras lo mejor posible, y esperando que los llegue a emocionar. Pero, bueno, ya el tiempo lo dirá. Ojala disfrutaran de este pequeño prólogo y espero con emoción sus comentarios.

Sin más por decir

Au Revoir.