¡Hola!
Vaya, por fin salí de la categoría de Hetalia. No es mi culpa, ese fandom te roba el alma.
En fin, espero que esta idea sea de su agrado~. Estoy un poco nerviosa, esta pareja es tan crack y desconocida que no sé cómo la tomarán. Lo más posible es que sea ignorada, pero la intención es lo que cuenta.
Disclaimer: Kuroko no Basket ni ninguno de sus personajes me pertenecen, todos los créditos son para Tadatoshi Fujimaki.
Día uno: Ropa sucia.
A Sakurai por poco le dio un tic en la ceja. Creía haberse acostumbrado a ese tipo de cosas, pero al parecer la palabra «costumbre» estaba lejos de volverse parte de su vida.
Era un maniático del orden declarado, y hasta hace poco creía que su pareja igualmente lo era, pero ver la ropa en el suelo sólo le provocaba unas ganas inmensas de gritar por qué no podía tener un poco de orden por lo menos un día. Su lado «maternal» se despertaba con ese tipo de cosas, pero no el lado dulce y tierno. El otro lado maternal.
— ¡Hanamiya-san! —No era alguien de gritar, menos si se trataba de hacerlo contra alguien más, pero habían cosas en las que su paciencia se agotaba y una de esas era el orden—.
— Ryō… ¿Por qué estás gritando a las ocho de la mañana? —Hanamiya se acerca, claramente extrañado por haber oído al castaño alzar la voz, hasta la habitación que comparten. Obviamente, la ropa en el suelo no se escapa de su campo visión—.
— La ropa.
— Ajá… ¿Qué pasa con ella?
— ¡Su ropa está en el suelo, Hanamiya-san!
El pelinegro mira las prendas regadas junto a la cama, notando que es únicamente una camiseta y un pantalón. Hay veces en las que Sakurai podía ser bastante histérico con algunas cosas…
— Ryō.
— ¿Qué pasa?
— Esa es tu ropa —El menor se muestra escéptico, reacio a creer tal cosa, y niega con la cabeza a la par que se cruza de brazos. Makoto casi aplaude su terquedad. Casi—.
— Eso no es cierto.
— Veamos… —Sabe que el más bajo no se rendirá en defender su opinión, por lo que se acerca hasta la ropa que acusa de ser suya y la levanta para mostrársela al castaño. Un poco más y rueda los ojos—. El pantalón lo compraste hace casi dos meses cuando te pagaron, la camisa te la regalé yo el año pasado. De hecho, me hiere que no recuerdes eso —Claramente, sólo estaba mintiendo con eso último en busca de alguna reacción. A veces le gustaba ver el nerviosismo en su pequeño novio. Bueno, sólo a veces, verlo de forma exagerada lo estresaba—.
—… — Ryō se queda callado, o al menos lo hace hasta notar la última frase. Poco más y se pone a hacer una reverencia—. ¡Ah, lo siento por eso, Hanamiya-san! ¡En serio lo siento!
— Ryō, no te disculpes tanto. Te lo he repetido tanto que incluso perdí la cuenta —Hanamiya suspira y sale con la ropa en sus manos, negando con la cabeza—. Pondré esto a lavar, continúa haciendo el desayuno.
Sakurai asiente a pesar de que el mayor ya salió de la habitación y se encamina a la cocina, con una creciente vergüenza. Aunque el sentimiento de incomodidad desaparece al ver la cocina impecable y sólo con la guía telefónica encima de la mesada.
Eso sólo significaba una cosa: Pizza para el desayuno. Nuevamente.
