GOSIK Y TODOS SU PERSONAJES NO ME CORRESPONDEN.
ESTE ES MI PRIMER FIC, OJALA QUE LES GUSTE.
ESPERO SUS COMENTARIOS
SI LES GUSTA, DENTRO DE 15 DIAS SUBIRE EL SEGUNDO CAPITULO.
GOSICK
CAPITULO 1
"Promesa rota"
"Sin importar cuanto cambie el mundo, nunca nos volveremos a separar"
Era la promesa que un par de jóvenes enamorados se hacían ante el altar. Sin embargo el destino les tenía deparado una sorpresa.
2 MESES DESPUES
Era la tercera vez en el día que Victorique echaba todo los dulces que había comido. En las últimas semanas no se había sentido bien, todo lo que comía lo devolvía. Kujo estaba realmente preocupado. Había visto a Victorique enferma otras veces, pero nunca de esa manera. Quizá, pensó, que todos los dulces que había comido en exceso, eran la causa de su infección estomacal, aparentemente. En más de una ocasión, intentó persuadirla de dejarlos, pero conociendo el carácter de su amada Victorique, decidió darse por vencido.
–¡Victorique, no se diga más, debo llevarte al doctor! –dijo un decidido Kujo.
–¡No! ¡Ya te dije que se me pasara! –espetó una débil Victorique.
–¡Pero, amor! Ya llevas días así.
–Sólo debo dejar de comer dulces –dijo Victorique con tristeza.
Kujo corrió hacia ella y la abrazó contra se pecho. Victorique al oler su dulce fragancia, sonrojada sonrió. Recordó la primera noche que pasaron juntos. Aquel primer beso y aquella primera caricia. Aquellas miradas dulces y apasionadas que nacían con su entrega. Era la luna de miel perfecta. Dos enamorados entregándose al amor por primera vez. Era lo más bello que les pudo haber pasado. Era el pacto que hacían dos enamorados, jurándose así amor eterno. Estar juntos en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Sin importar por cuanto tuvieran que pasar, su amor sería recordado por las generaciones venideras.
–Bueno, amor. Debo irme –dijo un preocupado Kujo.
–Ve con cuidado, amor –Victorique cogió la mano de su amado.
Kujo la miró dulcemente y con ternura plantó un beso en sus labios.
–Te amo –dijo, dejando atrás a una más sonrojada Victorique.
Victorique estaba tan feliz, que sin importar que la gente la escuchara, comenzó a cantar a todo pulmón. Amaba tanto a Kujo que no se imaginaba una vida sin él. Él era su mundo, su corazón, su razón para existir y seguir luchando cual grande fuera su adversario.
Una explosión se hizo presente en la fábrica de muñecos "Kasawa". La gente corría despavorida, mientras los bomberos junto con algunos aledaños intentaban de forma desesperada neutralizar el fuego, sin embargo todos los esfuerzos eran inútiles. El fuego amenazaba con extenderse a todas direcciones. Llevarse todo a su paso. El fuego no perdonaba la fragilidad de los hombres. Imponía su majestuosidad, su poderío. No, hasta que más y más gente se unió a la causa. Entonces, su poderío menguo.
Al cesar completamente el fuego, la policía intervino. Para su sorpresa, sólo dos cuerpos fueron encontrados. Uno era el de una mujer de 23 años, aproximadamente. Y el otro, de un joven reportero, cuya vida de casado había comenzado hacia un par de meses. Su nombre era Kujo Kazuya. Su rostro estaba completamente quemado, era difícil reconocerlo. Sin embargo, no había duda, era él. Pues en el cuello portaba el anillo que Victorique le había obsequiado antes de irse a la guerra. Y en la mano derecha portaba el anillo de bodas. Los paramédicos guardaron un minuto de silencio ante el terrible acontecimiento. Después cogieron ambos cuerpos. Fueron llevados a la morgue para ser identificados por sus familiares.
Victorique estaba en el baño, revolviendo una vez más los dulces que había comido. Por alguna extraña razón, que no podía explicarse, se sentía preocupada, triste. No paraba de pensar en Kujo, se preguntaba si le estaría hiendo bien el trabajo. Había conseguido trabajo como reportero en el diario "Sekai" desde hace algunos meses. Estaba muy emocionado. Pues después de la guerra, donde él y Victorique estuvieron separados por tanto tiempo, lo único que deseaba era mantener a la población actualizada de todo lo que pasaba en el mundo. Mientras que Victorique había obtenido trabajo de detective local. Ambos se complementaban incluso en lo laboral. A pesar de estar en profesiones diferentes, no era excusa, para no trabajar y estar juntos.
–¡Victorique! ¡Victorique! –llamaba a gran voz la hermana de Kujo.
–¿Qué pasa? ¡Aquí estoy! –dijo Victorique frotándose el estómago.
–El doctor, ya está aquí.
–Buenos días, señora Kazuya –saludó el doctor amablemente. –Me ha dicho su cuñada que se ha sentido mal del estómago. ¿Podría detallarme sus síntomas?
Victorique dio a detalle cada síntoma. El doctor, al oírla, creía saber la causa. Sin embargo quería estar seguro antes de decirlo. Cogió los instrumentos necesarios para revisarla. Después de algunos minutos, tenía un diagnóstico.
–Felicidades, señora Kazuya –dijo el doctor con una enorme sonrisa. –Usted está embarazada.
Los ojos de Victorique brillaron como un par de estrellas. Era la mejor noticia que había recibido en el día. El amor que existía entre ella y Kujo, tendría su primer fruto.
–¿Y qué es? –preguntó Victorique emocionada.
–Es muy pronto para saberlo, señora Kazuya. Debemos esperar a que crezca un poco más.
Victorique asintió con la cabeza.
Ya imaginaba la cara de felicidad que pondría Kujo al saber la noticia. Lo mucho que llorarían de felicidad, al saber que su familia feliz por fin estaría completa. Ya se imaginaba la lista sin fin que harían de nombres tanto para niño como para niña. Ya se imaginaba que si fuera niño sacaría el cabello oscuro de su padre y los ojos verdes de su madre. Si fuera una hermosa niña sacaría su cabello, y los ojos dulces y negros de su padre. Ya podía imaginar su carita de angelito. Sin duda, sería él bebe más hermoso de todo Japón.
Las horas transcurrían, Kujo no llegaba a casa. Estaba realmente preocupada. Su amado nunca había llegado tan tarde. Y las pocas veces que llegaba a faltar por causa del trabajo, avisaba con algún conocido, para que Victorique no se preocupara. Sin embargo, esta vez había sido diferente.
–¡Si se te ocurre no llegar, sin avisar. Juró que te mato, Kujo Kazuya! –decía una enfadada y preocupada Victorique, mientras acariciaba tiernamente su vientre. –Tengo una hermosa noticia que darte. Por favor, llega –sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
–¿Señora Kazuya? –preguntó un policía local, sacando a Victorique de sus pensamientos.
–¿Si? –dijo ella, secando sus lágrimas. –¿Qué sucede?
–Soy el oficial Harada y él es mi compañero Aoyama, necesitamos que nos acompañe.
"Kujo" fue lo primero que se le vino a la cabeza.
–¿Se trata de Kujo? ¿Dónde está? ¿Él está bien? ¿Qué sucede? ¡Dígamelo!
–Se le notificara en el camino. Por favor acompáñenos.
Victorique entró a la habitación tan oscura como fría. Podía sentir la muerte rosarle la piel, disfrazada de un espeluznante escalofrió, que amenazaba con penetrar lo más profundo de ser. Sus ojos parecían un par de fuentes que salpicaban aguas amargas. No quería creer lo que estaba viendo. Frente a ella estaba el cuerpo inerte de su marido. Estaba totalmente quemado. Irreconocible. Se acercó más a él, ya no guardaba la fragancia dulce que la hipnotizaba todas las mañanas, ahora su cuerpo emanaba azufre. Su cabello ya no lucia negro y abundante como la noche, ahora había cesado casi en su totalidad, parecía como una flor queriendo sobrevivir sin agua en el desolado desierto.
–¡Ku…jo! ¡Ku…jo! –apenas pudo Victorique. El llanto la ahogaba.
–¡Kujoooooo!
Soltó un grito de dolor. El gran amor de su vida, había muerto.
