El chico de las sonrisas

Bienvenidos a The Refugee

Iba de camino al trabajo, tarde, como era costumbre. Aún se preguntaba cómo es que su jefe, un enorme y rubio alemán, no le había despedido… Posiblemente era por las insistencias de su hermano mayor, con el cual tenía una gran amistad.

Llevaba unos headphones rojos y caminaba al ritmo de la música sin darse cuenta, parecía una melodía alegre a juzgar por sus pasos y la sonrisa tonta que llevaba en la cara, sus labios se movían sin embargo ningún sonido salía de estos, cantaba en su mente causando que algunas miradas curiosas se desviaran hacia él.

No todos los días se veía a un chico moreno, de hermosos ojos verdes como las hojas del bosque, sonrisa radiante y cabello castaño alborotado caminar tan alegre por la calle, parecía que contagiaba a las personas con su felicidad. En una ciudad gris como Londres, que te regalaran una sonrisa como esa, tan pura y sin compromisos era sin duda algo especial, se podía apostar que cualquiera que se juntara con él recibiría un poco de su energía positiva y su día, o hasta su semana, no volvería a ser gris.

Aquél chico tan extraño siempre seguía una sola ruta de camino a su trabajo, algunas personas ya lo conocían y le saludaban con alegría, aunque no sabían ni su nombre, pero a juzgar por como hablaba y su tono de piel tostada se notaba a kilómetros que era español. ''El chico de las sonrisas'' algunos le apodaban a falta del conocimiento de un nombre propio.

Después de girar por una esquina llegó, por fin, al edificio en el cual prestaba sus servicios a cambio de una paga semanal bien merecida.

El lugar no tenía nada de especial, era un pequeño bar-restaurant de temática alemana, en la cual trabajaba como bartender junto con el antes mencionado hermano del dueño, un ruidoso chico de cabello rubio platinado, tez pálida y cuyo rostro era adornado por un par de ojos rojos como la sangre. Su melodiosa voz con un fuerte acento le recibió apenas cruzó la puerta.

-¡Tony, no puede ser que todos los días llegues tarde!

-Eh~ lo siento Gil, es que tuve insomnio y pues me he despertado muy tarde…

-¡Nadie duerme hasta las seis de la tarde!

-Como si no lo conocieras, cher. –una voz melosa salió desde detrás de ambos hombres. Un alto hombre de ondulado cabello rubio que llegaba a sus hombros, de preciosos ojos azules como el mar y cuyo rostro era adornado por una tímida barba pasó ambos brazos por los hombros de los dos amigos.-Sabes muy bien que Antonie duerme como un oso en invierno…

-¡Sí, Francis, pero debe aprender a llegar más temprano! No siempre podré convencer a West de que no lo saque.

-Vale, vale, pero he llegado ya. Deja de sermonearme y vamos a poner las cosas en orden ¿Sí? Estamos a punto de abrir… -Dijo el despreocupado español mientras que se escabullía de entre el brazo de su amigo rubio y se disponía a limpiar la barra, dejando al alemán albino con las palabras en la boca.

-…Juro que uno de estos días lo mato.- murmuró el de ojos rojos mientras que el gallardo francés le daba unas palmadas en el hombro.

-Vamos Gilbert, sabes que no es así.- dijo divertido mientras que se dirigía de regreso a la cocina para seguir preparando los aperitivos de los futuros comensales que llegarían esta soltó un pesado suspiro y se dedicó a ordenar las botellas de licores de la barra.

El bar ''The refugee'' estaba a punto de abrir. Era muy conocido por todo Londres a pesar de ser nuevo, reconocido por sus auténticas cervezas alemanas, los cocteles excepcionales preparados por dos apuestos bartenders, uno alemán y el otro español. La comida, que era deliciosa sin dejar de ser sencilla, preparada con suma pasión por un apuesto francés que de vez en cuando salía de su cocina para pedir opiniones. Dejando a un lado la preciosa decoración alemana, el bar llamaba la atención por esos tres personajes tan peculiares. Todos los días, exceptuando los horribles lunes, a partir de las siete treinta, el bar abría sus puertas para recibir con un caluroso abrazo a los amigos, a los amantes, a los corazones rotos y a los melancólicos sin excepción. La mayoría entraba con una cara larga, y al final salían con una enorme sonrisa, no siempre producto del alcohol.

Ese día era como cualquier otro para el alegre español, los clientes iban y venían, algunos llegaban alegres, otros llegaban discutiendo, en grupos, en parejas, solitarios, de todo. Sus ojos miraban con curiosidad a aquellas personas que contaban chistes y reían estruendosamente, o a esos sujetos que parecían tener una plática muy profunda acerca de economía y política. Su mirada cambiaba a una un tanto más nostálgica al ver a las parejas del lugar intercambiando un par de miradas coquetas y sonrisas llenas de cariño. Suspiraba, y seguía preparando cócteles sin más distracciones.

Hasta que su mirada se posó sobre un nuevo cliente, más bien, nueva. Era una chica preciosa de largos cabellos rubios, llevaba un elegante vestido de color melón que hacía resaltar su piel tan nívea. No era precisamente esbelta pero la belleza de su rostro hacía olvidar ese insignificante detalle.

Ocupó un asiento vacío frente a la barra, en ese momento Antonio se dio cuenta de que tenía unos bellísimos ojos amatista, que por alguna razón parecían hinchados y enrojecidos. El español dio un rápido vistazo a su compañero albino, dándose cuenta de que este estaba intentando cortejar a aquella chica castaña que siempre llevaba su cabello adornado con una flor. Sonrió para sí, ese alemán, a pesar de que lo había rechazado un sin fin de veces jamás se daría por vencido. Realmente estaba enamorado.

Se acercó a la recién llegada y con una amable sonrisa preguntó:- Buenas noches señorita ¿le apetece algo de beber?

La chica alzó la mirada tímidamente hacia el apuesto chico y asintió. – un vodka por favor. Seco.

Antonio ya había preparado el shacker para preparar algún cóctel a la chica, pero grande fue su sorpresa ante la simple petición de esta. No obstante su sonrisa no desapareció, asintió y sirvió en un pequeño caballito la orden. Pudo notar por sobre el bullicio de la gente su peculiar acento, no debía de ser inglesa.

La mujer tomó el pequeño vaso y observó su contenido por un tiempo antes de llevárselo a la boca, sintiendo su lengua arder con el paso del alcohol por ella. Sin embargo, su expresión pareció inmutable.

El español la observó desde lejos por varios minutos mientras atendía a otros clientes que llegaban sin cesar. Esa chica despertaba en su interior ese instinto por querer ayudar que a diario le invadía, siempre con diferentes personas. La chica parecía haber tenido un día terrible, sus ojos ya no estaban hinchados, pero su mirada reflejaba un sentimiento de soledad intolerable. Un vacío que al parecer solo podía llenar con alcohol, ya era su tercer shot. Pedía a gritos silenciosos una mano amiga.

Antonio, sin poder resistirse mas, dejó la barra para irse a la parte trasera de la edificación, específicamente, a la cocina. Abrió las puertas con el hombro y se precipitó hacia Francis, que en ese momento decoraba un plato que estaba a punto de ser entregado. –Francis, necesito un postre. ¿Qué has preparado para hoy?

El francés solo levantó la mirada fugazmente hacia su amigo antes de entregar el plato ya servido a un mesero.-Tony, ¿no es un poco temprano para tomarte un descanso?

-No es para mí, verás, ha llegado una chica y…

-Antonio, otra vez con eso… ¿no te parece que por una vez debes dejar a las personas a que resuelvan sus problemas solos?

-…Francis, tú eres la peor persona para decirme eso. –Dijo el español mientras miraba a su mejor amigo con exasperación. El francés solo suspiró, y con una leve sonrisa resignada, asintió. Vaya que era la peor persona para reprochar aquello.

-He preparado una torta de chocolate ¿crees que sea de su gusto?

-Será perfecto. Espero. –Contestó un risueño español mientras que miraba con emoción como su amigo le entregaba un pequeño plato con una rebanada de pastel elegantemente decorado. – ¡Muchas gracias Francis! Eres el mejor. –exclamó el español mientras tomaba el pequeño plato entre sus manos y salía con la misma velocidad con la que había entrado.

El francés solo observó a su amigo desapareces por las puertas y soltó un triste suspiro.- Antonio… ¿Cuándo dejarás de ayudar a los demás, y comenzarás a ayudarte a ti mismo?... –dijo en un susurro para luego seguir con su trabajo, vaya que era un día ocupado. Ya se encargaría de regañarle en otro momento.

La chica seguía bebiendo a sorbos cortos el cuarto shot de vodka que le habían servido. Y grande fue su sorpresa al ver cómo, tímidamente, un plato con una rebanada de pastel aparecía en su campo de visión. Alzó la mirada encontrándose con el bartender que le había atendido al llegar.

-Yo no he ordenado esto…

-Oh no te preocupes, es de la casa. –contestó el chico castaño con una amable sonrisa que le hizo sonrojar.

-…Gracias… pero no tengo hambre. –murmuró la chica desviando la mirada hacia otro sitio. Chico insolente, seguro estaba flirteando con ella, no necesitaba los flirteos de nadie en ese momento.

-Venga… Si sigues tomando así, sin nada en el estómago, te va a dar dolor de panza. Eso no es guay. –insistía.

-No necesito nada. –murmuró de nuevo la chica comenzando a irritarse.

-…A mí no me parece que sea así.- Ah, ahora había logrado captar su atención, su mirada amatista se había alzado para encararle. El ojiverde le sonrió y comenzó a buscar algo entre la barra.- Cualquiera que haga llorar a una señorita tan bonita no merece la pena ¿no te parece?...

-...-la chica se quedó en silencio, y bajó la mirada sintiéndose avergonzada de pronto. ¿Lo había notado? O más bien ¿interesaba?

-Hey… No vale la pena… La vida es hermosa, y lo es aún más cuando uno sonríe. ¿No le parece? –Sacó un tenedor, y lo asentó a un lado del plato con la torta de chocolate.

La chica observó el tenedor un momento, pensando en las palabras que acababa de recibir, ese bartender tenía algo que le hacía sentir cálida, querida… comprendida. Cuando alzó la mirada de nuevo, el chico ya se había alejado para atender a otras personas. Lo observó con curiosidad unos segundos hasta que se decidió a probar el pastel. Llevó un pequeño bocado a su pequeña boca, y su mirada se iluminó por completo. ¡Estaba delicioso! No era demasiado dulce, ni demasiado amargo, el equilibrio entre el humedecido y suave pan junto con el cremoso betún era perfecto. De repente, su ánimo decaído se había esfumado.

Antonio observó de reojo como la chica sonreía al probar el pastel, y es que no exageraba al decir que los postres de Francis eran los mejores. Suspiró aliviado al notar un cambio en la energía que llevaba la chica, parecía que ahora sus problemas se le habían ido a otro sitio muy recóndito en el cual, con suerte, se quedarán un buen tiempo.

Gilbert lo observó todo desde el otro lado de la barra y solo atinó a suspirar y negar suavemente con la cabeza. Desde hacía un tiempo tanto él como Francis habían notado cambios en el aspecto del castaño, se veía cada día mas demacrado, pero ahí iba de nuevo Antonio, regalando sonrisas como un idiota. Como si su propio estado no importara.

Y es que esa era su don… La empatía era algo con lo que Antonio había nacido, podía saber cuándo una persona necesitaba una mano, una caricia, una plática o una sonrisa con tan solo observarla unos cuantos minutos. Él podía hacer que una cara larga se transformara en una carcajada con suma facilidad, le hacía sentir bien el ayudar a los demás, eran pocas las personas como él que sacrificaban su propio tiempo y hasta sus sentimientos, con tal de dar un poco de luz a la vida de una persona sumergida en la oscuridad.

Pero ese don también era una maldición, la empatía era algo con lo que debía lidiar todo el tiempo. Incluso en sus días más oscuros. Esa empatía le impedía hablar sobre sus propios problemas o expresar sus propios sentimientos negativos con los demás, pues no quería contagiarlos. Su boca se cerraba automáticamente y sus labios se curvaban en una sonrisa para aliviar las tensiones.

Francis y Gilbert conocían muy bien a su amigo como para saber cuándo estaba fingiendo que todo estaba perfecto, y se frustraban demasiado al no poder hacer que se abriera a ellos, pero sí que lograba hacer que otras personas se abrieran a él para ayudarlas a sentirse bien una vez más. Sus amigos y hasta el mismo Antonio sabía que esa carga emocional llegaba a un límite cada cierto tiempo. Pero tanto Francis como Gilbert se habían dado por vencidos al saber que no podrían lograr que Antonio se descargara tanto como las demás personas.

Internamente el español estaba agradecido por esa decisión… ¿o quizás no?

Dieron las tres de la madrugada y el bar hacía más de una hora que había cerrado sus puertas. Gilbert y Antonio se encargaban de limpiar y acomodar la barra, mientras que Francis se dedicaba a dejar en orden la cocina junto con sus ayudantes. Los meseros ya habían puesto las sillas y mesas en orden para el día siguiente.

-¡Uwha! Estoy molido. –exclamó el albino.

-Y que lo digas, cada vez viene más gente.

-¡ufff! Si, la caja fuerte está muy feliz por eso. –se unió el francés mientras se deshacía de su uniforme de cocinero. - ¿nos vemos mañana, chers?

-Es obvio, y espero que esta vez SI llegues temprano, verdammt. –el español recibió una mirada amenazante, a la cual respondió con una cansada carcajada.

-Claro Gilbert, claro que sí.

Los tres amigos se despidieron, Gilbert se quedó en el bar un momento más para cerrar y esperar al gerente, su hermano menor Ludwig. Francis y Antonio se fueron caminando por la misma calle compartiendo una plática amena sobre las cosas que habían pasado ese día en El Refugio, hasta que tuvieron que separarse para llegar a sus respectivas casas.

Antonio llegó a su departamento. Vivía en el tercer piso de un edificio bastante alto y poco lujoso. El espacio que había rentado para vivir no tenía nada de especial, era un cuarto sencillo dividido en tres secciones, sala, cocina y dormitorio. Era perfecto para alguien que vivía solo.

Con pereza buscó sus llaves por los bolsillos de su pantalón, y después de encontrarlas abrió la puerta con prisa. Dejó sus cosas en un pequeño y solitario sofá mientras que se iba directo al baño para tomar una relajante ducha. Había sido un día cansado y apestaba a sudor.

Se miró al espejo unos segundos después de salir de la ducha, analizando su propia expresión. El hombre detrás del espejo se veía cansado, vacío y sin ánimos. Sus ojeras ya estaban demasiado pronunciadas y sus costillas comenzaban a marcarse un poco más en su torso. Bufó y salió del baño apagando la luz detrás de sí para irse directo a la cama dejándose caer sobre esta.

Desde hacía días que había comenzado a sentirse extraño, como si algo en su vida faltara, una pieza que no había sido capaz de descubrir. Lo atribuía a la última decepción amorosa que tuvo, a la cual no le había dado demasiada importancia al principio pero con el tiempo la sensación de vacío se tornó abrumadora.

Se revolvió sobre las sabanas y cerró los ojos con furia. No podía permitirse una noche más sin dormir por pensar en ese tipo de cosas.


¡Bueno! He aquí el primer capítulo de mi primer longfic (al menos publicado). Es corto y soso. El título salió solo mientras escribía. Realmente lo he escrito bastante rápido pues quería explicar un poco la personalidad que le he puesto a Toñito en este fic antes de meterme de lleno en la trama. Siempre me lo ponen como un hombre culón con poca materia gris, y puede que así sea en algunas ocasiones, pero siento que es bueno tratar de meterse y entender mejor al personaje y sus sentimientos c: no sé, no quería que solo fuera un personaje guapo y vacío en esta historia. Yo solita me entiendo(?).

Este fic se me hace muy espeshal(?) tiene demasiadas cosas personales y en su defecto demasiada carga emocional para mi(?)

Trataré de actualizar regularmente... Tengo ya un poquito avanzada la historia, y si quieren spoiler: en el siguiente cap aparecen 2 personajes mas, ambos importantes en esta historia. Uno de ellos (obviamente) va a ser nuestro queridísimo cejón inglés.

¡chan chan chaaan...! Ahora... Agradecería sus comentarios... y teorías~

¿por quién será que Toñin se siente así?

¿quién le hizo daño y cómo?

¿porque Francis está tan bueno?

en fin~ nos vemos en el próximo cap~ el cual, con suerte, llegará la próxima semana~

008 out

Ahí iba de nuevo Antonio, regalando sonrisas como un idiota.