Escuchó este ruido e inmediatamente se dirigió al lugar de dónde este provino. Más que por decisión propia, por una especie de instinto o reflejo.
Esta criatura era un cuadrúpedo. Tenía una apariencia de mamífero como felino, con una piel azul oscuro que cubría un pelaje blanco, un cuerno a la izquierda de la cabeza y su cola puntiaguda.
Corría a toda velocidad esquivando los árboles en el espeso bosque en que se movía. Era tarde pero el sol aún podía divisarse a lo lejos.
Sus patas se veían borrosas de la velocidad con que viajaba. Su corazón palpitaba con fuerza pero siguía firme en su propósito… iba a encontrar la fuente de ese ruido… De repente se detuvo en seco.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca de aquel sonido, se dio cuenta de lo que se trató: aullidos, aullidos de mightyena. Si uno hacia ese ruido, pronto todo el terreno estaría lleno de ellos… con sus afiladas fauces. Sería una sentencia suicida. Dio media vuelta y cuando iba a emprender la huida escuchó como el ruido se convirtió en palabras.
"No. Espera…" Detuvo su paso.
"Estoy herida. No puedo moverme sola de aquí, por favor ayúdame." Era una voz femenina pero grave, realmente sonaba necesitada de ayuda.
"Sé que estás ahí, puedo escucharte de entre los árboles."
Él quiso irse de inmediato, pero lo cierto es que lo descubrieron… Seguro los mightyena venían en camino. Aunque escapara, ella les diría que él se encontraría cerca. Lo hallarían y lo matarían.
"Por favor, ayúdame. Un pokemon vino y me atacó, logré escabullirme, pero aún está cerca. Por favor, ayúdame." Replicó la voz.
Con cuidado se asomó entre árboles y vio una silueta a espaldas de él, arrimada a un árbol seco y roto.
Ahí estuvieron ambos. Él escondido entre los árboles con la esperanza rota de no ser detectado. Ella más adelante recostada en el tronco de un viejo árbol ya color grisáceo.
"¡Maldición!" Pensó a sus adentros y de un salto se posó frente al viejo madero. La apariencia de ella, pues como la de un lobo, con el pelo del lomo negro y el pelo del resto del cuerpo de un tono gris, casi como el del tronco sobre el que descansaba. Tenía una apariencia amenazante.
Ninguno de los dos tuvo tiempo de pensar en lo que pasó cuando la criatura corrió con todas las fuerzas que pudo llevando a la loba a cuestas, mientras ella sostuvo una expresión de sorpresa en el rostro.
Ella estaba muy pesada, no sabía cuánto tiempo podía soportar el cargar este peso en su espalda, pero tenía fija su meta, debía llegar a casa a como dé lugar.
Se detenía o alentaba el paso y toda una manada de mightyenas que probablemente le seguían captaría su olor y estaría muerto sin saber que lo mordió.
"Este… tú…" Tartamudeaba el pokemon canino, no sabía qué es lo adecuado decir en esa situación.
No tuvo tiempo para responder así que dijo lo primero que se le vino a la mente. "Soy Absoro. Absoro, el absol. Pronto estarás bien y a salvo, solo espera…" No estaba seguro que esa fuera una respuesta satisfactoria pero es lo mejor que tenía por el momento.
Tras algo de tiempo entraron a una pequeña cueva. Por dentro parecía como un túnel, estaba muy oscuro a excepción de la entrada cerca de la cual se podía ver varias hojas secas dispuestas en un montón, las paredes hechas de una piedra lisa gris oscuro con un suelo rocoso. No era un lugar muy acogedor, aunque era mejor que estar en un claro del bosque con una planta sin vida. Absoro se agachó para dejar a la mightyena en el piso lo más delicadamente posible.
"¡Ah, rayos! ¡¿Qué comen los mightyena que están tan pesados?!" gritó el absol, estiró su cuerpo y arqueó la espalda.
"¡Pues no sabía que eras un Mala suerte! ¡De haberlo sabido, no te hubiera pedido nada de ayuda! Los Mala suerte son débiles y están malditos," le respondió con enojo.
"Deberías agradecerme que te salvara."
"¿Salvarme? Más bien secuestrarme, ¿qué fue todo eso de llevarme corriendo a cuestas casi sin cruzar palabra?", hubo una mezcla de confusión y enojo en la voz de ella.
"Si no hubiera actuado rápido, seguramente una manada de los tuyos me hubiera encontrado cerca de ti y me hubieran despedazado," Trató de responder mientras una vez más se preguntó a sí mismo, "¿en qué rayos me metí?"
"Pues eso hubiera sido mejor que todo esto. Yo me voy de aquí." Con dificultad logró ponerse de pie, pero cuando dio el primer paso gimió del dolor y cayó al suelo. Es ahí cuando él notó la herida en la pata derecha delantera de ella. Era como un raspón con un poco de sangre goteaba.
"¿Te duele mucho?" preguntó él.
"No mucho, sólo cuando trato de caminar." Lucía un descontento en su rostro mientras evitaba la mirada del absol.
En un movimiento rápido el cuadrúpedo fue al fondo de la cueva y regresó con varias hojas verdes en el hocico. Las colocó en el suelo y comenzó a lamerlas. "Tienes hojas medicinales. No me sorprende, como un Mala suerte debes ser propenso a los accidentes," comentó la loba.
"Sólo, cállate, ¿sí?" Con un ceño fruncido lamió la herida y con sus dientes puso las hojas sobre las heridas que formó una especie de vendaje en la pata. "Ahora sube," dijo mientras se sentó en el suelo. "¿Me vas a secuestrar de nuevo?" Refunfuñó al mismo tiempo que subió cojeando al lomo del absol.
Absoro la llevó hasta el montículo de hojas y la dejó allí acostada. "Te quedarás aquí está noche. Mañana me encargaré de que tus heridas sean atendidas. Con algo de suerte tu manada no me encontrará y viviré para ver otro amanecer". Se alejó al lado opuesto de la cueva y se recuestó en el piso. "Buenas noches, Mightyena" Abosoro dijo tras lo cual cerró los ojos.
La noche cubrió el lugar en un santiamén. Ahora toda la cueva se veía de un misma oscuridad profunda. En medio de toda esta entidad negra dos criaturas vulnerables yacían. Y de pronto un par de ojos se acercaron al otro par y se acurrucaron a su lado.
