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Advertencias | RiRen. Remake. Twilight. Vampiros jeje ¿Nada más? Creo.
Notas | Este fic surgió de mi creciente necesidad de hacer un remake de Twilight, que obvio ya sabemos no es la gran literatura, pero por dios ¿Han visto los fanarts? Si, tenía que hacerlo. Además de que no tengo idea de si alguien más ya escribió un fic así, yo no lo he leído. Si soy pionera excelente y si no, esta es mi versión. No habrá copia alguna de otro fic. En cuanto al libro, si, habrá pasajes iguales pero básicamente planeo cambiar las ideas principales, es decir que no voy a traspasar y solo cambiar los nombres. ¿Vale?
Dedicatoria | Miss paranoic, esto es para ti weona. Me pregunto yo… que sería sin Makoto entre los dos. Oc no.
Él revela honduras y secretos
Conoce lo que ocultan las tinieblas,
Y la luz mora junto a Él.
Daniel 2:22
「PREFACIO」
En mi corta vida jamás me había detenido a pensar en la forma en la que iba a morir, aun cuando me sobraban los motivos para preguntármelo en los últimos meses. Estaba seguro de que jamás habría imaginado esta situación aunque hubiera querido intentarlo.
Tenía la respiración contenida, mientras miraba los ojos del cazador desde el otro lado de la habitación. Cuando me vio mirarle me sonrió con complacencia.
Ahora que lo pensaba, morir en lugar de otra pensaba podía ser una buena forma de morir. Incluso noble. Eso debería contar en algo.
Seguramente no estaría pasando por esta situación de no haber ido a Forks, aun cuando sabia eso no me arrepentía de esa decisión. Cuando la vida te ofrece un sueño que supera ampliamente cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión.
El cazador le sonrió de forma amistosa cuando avanzo con aire despreocupado con la única intención de matarme.
「PRIMER ENCUENTRO」
Mi madre me dejo en el aeropuerto de Phoenix media hora antes de que mi vuelo arribara. La temperatura era alta, 24 grados. El día parecía perfecto para volar, el cielo completamente azul sin ninguna nube, despejado, nada se interponía en el perfecto clima de mi ciudad. Por el delicioso clima tuve necesidad de ponerme mi camisa blanca favorita con botones de presión y sin mangas. Aunque era obvio que en la mano tenía que llevar mi impermeable rojo.
En la península de Olympic, al noroeste del estado de Washington, existe un pueblo llamado Forks, de clima lluvioso el 99% del tiempo. Es el lugar en el que más llueve dentro de todos los Estados Unidos. Mi madre, Carla, se escapó junto conmigo de ese húmedo y tenebroso lugar cuando yo apenas tenía unos meses de nacido. Desde que nací tenía la necesidad de pasar un mes en ese lugar durante todos los veranos, hasta que por fin cumplí catorce años y pude tomar una decisión por primera vez en mi vida. Mi padre, Grisha pasaba sus veranos conmigo en california. Eso en los últimos tres años.
Ahora estaba concretando mi exilio en Forks, algo que sinceramente me aterraba.
Era un fanático de Phoenix, su espléndido clima, su hermosa ciudad que se extendía a lo largo y ancho. El sol, el calor. Lo típico de California. ¡Por dios!
—Eren —me dijo mi madre por enésima vez antes de que el avión despegara—¸ no tienes que hacerlo.
Mi madre y yo nos parecemos demasiado, salvo por los ojos y la vitalidad en la cara. Casi sufrí un tremendo ataque de pánico al contemplar sus grandes y expresivos ojos, ¿De verdad mi madre podía arreglárselas por si sola? Ella que era tan torpe y cariñosa, una mujer atolondrada. Ahora tenía a Hannes, por supuesto, por lo que no tenía que preocuparme por las cuentas o la comida dentro de la nevera. También podía llamarle a él si es que se sentía perdida, pero aun con todo esto…
—Es que quiero ir —le mentí. De nuevo. Le había metido tantas veces con respecto a esto que casi me creía mi propia mentira, sonaba un poco convincente.
—Saluda a Grisha de mi parte —musito con tono resignado.
—Sí, lo hare.
—Espero verte pronto —insistió—. Sabes que puedes volver a casa en el momento que quieras, Eren.
Aunque quisiera creer en sus palabras estaba completamente seguro de que esa promesa era un gran sacrificio para ella.
—No te preocupes mama —le pedí — Todo ira perfecto. Te quiero mucho, mami.
Después de esa extraña despedida mi mama se lanzó a mis brazos durante un minuto eterno; después me subí en el avión y ella se fue en el auto.
El viaje duraba cuatro horas, la primera parada era en Seattle y desde allí tomaba una avioneta que me llevaba a Port Ángeles, una hora más y después otra hora en automóvil. No me desagradaba volar, pero pasar una hora completa en el auto con Grisha, eso me preocupaba más.
La verdadera cosa es que Grisha había aceptado muy bien todo el asunto de la boda de mi mama y el hecho de que me fuera a vivir con el de manera permanente, después de tantos años en los que no viví ahí. Había movido las manos y me inscribió en la escuela, incluso se ofreció a ayudarme a comprar un coche.
Aun así estaba convencido de que me iba a costar trabajo estar en su compañía. Ni él ni yo éramos demasiado habladores, aunque lo fuéramos realmente no teníamos casi nada que contarnos. Se encontraría un poco confuso por mi repentina decisión de irme a vivir con él, ya que se notaba en mi madre y en mí, que no nos gustaba Forks del todo.
Cuando aterrice en Port Ángeles estaba lloviendo y no me sorprendió para nada, era algo simplemente inevitable. Como siempre aquí, como todos los días.
Grisha me esperaba afuera de la patrulla, eso no me extrañaba. Mi padre era el jefe de la policía Jäeger, eso para toda la gente de Forks. También una de las principales razones por las que había decidido comprarme un automóvil, para no andar con mi padre para todos lados montado en una patrulla. Nada hace que la gente se ponga lenta más que una patrulla, eso me haría llegar tarde casi siempre.
Grisha me abrazo con mucha torpeza con un brazo por mis hombros a pesar de que casi teníamos la misma altura y me ayudo a bajar a trompicones del avión.
—Me alegro de verte, Eren —Dijo con una pequeña sonrisa al mismo tiempo que quitaba su brazo de mis hombros —. No has cambiado nada. ¿Cómo esta Carla?
—Mi mama está bien. Me alegro mucho de verte, papa —no iba a decirle Grisha a la cara.
Mi equipaje estaba reducido. Toda mi ropa de Phoenix era demasiado ligera y vaporosa para Forks, una colección de shorts y playeras de tirantes no me ayudarían en nada. Así que mi mama y yo intentábamos por todos los medios comprar ropa para invierno cada año, pero aun con todos nuestros esfuerzos nunca llegue a tener grandes atuendos. Solo tres maletas. Y todas cupieron con facilidad dentro de la cajuela.
—He encontrado un auto que resultara perfecto para ti, además de que era muy barato —me comunico una vez que ya nos habíamos trepado y puesto los cinturones.
— ¿Qué clase de coche?
No quería desconfiar pero, 'perfecto para ti' sonaba extraño sobre todo cuando pudo utilizar la palabra 'perfecto' y punto. Sanseacabó.
—Bueno, se trata de una pickup Chevy.
— ¿En dónde la encontraste?
— ¿Te acuerdas de la Sra. Kirschtein, que vivía en La Push?
La Push es una pequeñísima reserva india situada en la costa.
—No.
—Nos solía acompañar junto con su esposo a pescar en el verano —me explico.
Seguramente era por eso que no recordaba nada sobre ella ni su esposo. Tenía una capacidad nata para olvidar las cosas desagradables por las que había pasado.
—Su esposo murió y ella está en silla de ruedas —continuo explicándome cuando yo no respondí—¸así que ya no la puede conducir y me propuso que se la comprara. Fue un buen trato.
— ¿De qué año es exactamente?
Su expresión cambio de repente y de esta forma me di cuenta de que esa era exactamente la clase de pregunta que no quería escuchar. Espero que no crea que soy tan tonto como para dejar pasar este tema como si nada.
— ¿Cuándo la compro?
—Creo que en 1984… creo.
— ¿Era nueva en esos tiempos?
—Bueno, la verdad creo que es de finales de los cincuenta o principios de los sesenta. —confeso con una voz tímida.
— ¡Papa, por favor! ¡No sé nada de mecánica! No sé qué hare si se me descompone y tampoco tengo el dinero para mandarla al taller.
—No pasara, Eren. La camioneta funciona a la perfección. Es incluso mejor que un auto del año, no están fabricados de tan buen material.
Si pensaba que con eso me iba a quedar satisfecho debía estar equivocado, de donde yo vengo los coches del año son 'lo normal'.
— ¿Qué es lo que entiendes exactamente por barato?
Aquí era donde yo podía poner la última palabra, en si lo comparaba o no. Maldad pura.
—Bueno, te lo he comprado como regalo de bienvenida — me miro con una sonrisa.
Así que resulto ser gratis. No estaba tan mal.
—No tenías que hacerlo, papa. Quería comprarme un coche.
—No me importa. Me gustaría que estés a gusto aquí.
Grisha mantuvo la mirada clavada en la carretera por los siguientes cuarenta segundos, era tan malo como yo expresando sus sentimientos. Era cosa hereditaria, mi mama no tenía nada de eso. Yo mire en la misma dirección cuando me decidí a contestarle.
—Estupendo papa, en verdad te lo agradezco mucho.
No quería añadir que para una persona como yo resultaba casi imposible estar a gusto en este pueblecito, cuando era obvio. Él no tenía que pasar por eso conmigo. Además la camioneta era gratis, para que le veía el diente.
—De nada. Eres bienvenido —su tono avergonzado me dijo que era el fin de la conversación.
Me distraje un poco mirando por la ventanilla, realmente el paisaje era admirable. No había manera de negarlo. El color verde predominaba en los árboles, en los troncos y el piso, cubierto de musgo y helechos. Incluso el aire que se filtraba por las ventanillas tenía cierto tono verdoso. Me asquee de tanto verde, era un planeta de aliens.
Después de un rato finalmente llegamos a la casa de Grisha. Él vivía en una casa pequeña de solo dos habitaciones, una de las pocas cosas que conservaba de los primeros meses de boda con mi madre. Los últimos y los primeros meses. En el porche estaba estacionada mi nueva camioneta, aunque seguro tenía muchos dueños anteriores. Tenía un aspecto desvaído, de un color rojizo. Era un poco ruda. Me encanto. Podía imaginarme perfectamente al volante de esa camioneta, como dijo mi padre estas camionetas jamás sufren daños, era demasiado resistente.
— ¡Me encanta, papa! ¡Gracias!
Ahora el día parecía menos terrorífico. Las posibilidades de caminar bajo la lluvia tres kilómetros se redujeron.
—Me alegra de que te guste — contesto nuevamente avergonzado.
Subir mis maletas al primer piso solo requirió de un viaje escaleras arriba. Tenía la habitación que daba rumbo a la calle, la habitación que había tenido toda mi vida desde que nací. No tenía grandes cambios, salvo el remplazo de la cuna por la cama. El piso de madera, la pintura azul y las cortinas que al parecer eran nuevas. Todo lo demás eran cosas que permanecían a mi lado desde la infancia. Además mi padre me había agregado un escritorio y una vieja computadora con internet, mi madre había insistido.
Solo había un baño que compartía con mi padre, no me molestaba, los dos éramos hombres, pero no estaba seguro de poder con otro hombre en mi vida. Siempre fui el único. Otra de las razones por las que deje de vivir con mi madre.
Grisha tiene ventajas, como por ejemplo que nunca se queda husmeando a mi alrededor, me dejo solo para que pudiera deshacer todas mis maletas y guardar las cosas en el armario, mi madre jamás me habría dejado solo para hacerlo. Me pareció fantástico quedarme solo, así no tenía que fingir una sonrisa. Me asegure de estar completamente solo antes de mirar por la ventana y derramar algunas lágrimas, no quería parecer excesivamente débil ni nada. Pero el reflexionar sobre lo que pasaría un día después me ponía morros.
La escuela de Forks contaba con 300 estudiantes, ahora 301, gracias a mi nueva llegada. En Phoenix, solo de tercer grado había cerca de 700 estudiantes, el cambio resultaba drástico y no solo eso, todos se habían criado juntos desde pañales y yo era un completo intruso dentro de su forma de vida perfecta. Un completo bicho raro.
Eso podría funcionar a mi favor, además de que tenía el aspecto de un típico chico de Phoenix. No encajaba con estas personas. Era alto, moreno, de tez bronceada, aunque no era bueno en los deportes. Esas cosas que son propias de las personas que viven en el Valle del Sol. Siempre he sido delgado, más bien flacucho. Carecía de coordinación para los deportes sin hacer ridículos, dañarme a mí mismo o a los demás.
Una vez que termine de colocar la ropa en el armario lleve mis cosas al baño y me arregle el cabello un par de veces hasta que dejara de tener la apariencia de alguien que viajo durante cuatro horas. Me lave los dientes meticulosamente dos veces y me mire la piel, de alguna manera me veía un poco pálido, tal vez era por la luz o el ambiente pero desde ya tenía un aspecto menos saludable. Mi piel es bonita, pero tiene una desventaja, depende del lugar en donde me encuentre para que luzca bien. Y Forks no era el lugar adecuado.
Me engañaba a mí mismo, yo jamás encajaría en este lugar. No solo por mi físico, sino también por la comparación con mi pasado, una escuela de 1000 estudiantes donde no encajaba ¿Aquí tenía alguna oportunidad?
No lograba llevarme bien del todo con la gente de mi edad, ni con la gente en general. Ni siquiera con mi madre que era la persona más cercana para mí, no existía entre ella y yo una armonía perfecta. Polos opuestos. Ella seguro veía las cosas de un modo completamente distinto al mío. Tal vez mi cabeza tenía un problema grave y yo no lo sabía.
Pero eso no importaba actualmente. Solo importaba lo que pasaría después.
Durante la noche no pude dormir bien, ni siquiera después de haber llorado a cantaros como un débil bebe. El chipichipi de la lluvia contra mi ventana no se detenía jamás, ni el viento, solo pude ignorarlo cuando asumí que era un sonido de fondo. Además de que tuve que ponerme la almohada sobre la cara y la colcha también.
A la mañana siguiente, no podía verse más por la ventana que una densa neblina, era un poco asfixiante y me provocaba casi claustrofobia. Era una gran jaula, porque jamás podía verse el cielo.
El desayuno con Grisha fue lento y silencioso, me deseo suerte en la escuela y se lo agradecí de corazón pero sabía que no había forma de que me fuera a ir bien. Simplemente en este pueblo la suerte nunca estaba de mi lado. Grisha se fue primero, a la comisaria del pueblo, su nueva esposa y familia. Me quede un rato mirando la cocina, había un pequeño comedor con tres sillas de las cuales ninguna era igual a la otra. Nada había cambiado en esa cocina durante toda mi vida. Mi madre había pintado los gabinetes de la cocina de amarillo canario con vanas esperanzas de darle color a la casa, pero no funciono. Uno de los detalles que más resaltaba era la hilera de fotos mías encima de la chimenea de la sala. Había una foto de la boda de mis padres en Las Vegas, después un largo recorrido de mis fotos hasta el año pasado. Ahora que iba a comenzar a vivir aquí tendría que ocultarlas, verlas resultaba embarazoso.
Era extraño permanecer en la casa y darse cuenta de que realmente mi padre jamás se había recuperado de la partida de mi madre. Me ponía incomodo de cierta manera.
Como no quería llegar tan temprano a la escuela me desperece sobre la silla, pero igual no podía quedarme todo el tiempo en el comedor y retrasar lo inevitable, me puse mi impermeable rojo y grueso que recordaba a la chaqueta de un bombero y di mis primeros pasos hacia la imparable lluvia seseante.
No llovía lo suficiente para que me diera frio. Me detuve buscando la llave de la casa que mi padre escondía junto a la puerta y la cerré con fuerza. Pasados unos minutos en los que admire con agrado mi nuevo vehículo decidí refugiarme dentro y meter la llave para asegurarme de que el cacharro funcionaba. Estaba limpia, la habían lavado recientemente pero conservaba un olor a tabaco y gasolina, no era del todo desagradable.
Arranco inmediatamente lo cual me brindo alivio inmediato. La radio funcionaba. Estaba ansioso por conocer 'el defecto' que un auto tan antaño seguramente debía tener.
La escuela fue fácil de localizar, a pesar de que yo jamás había ido. Se hallaba junto a la carretera, no parecía una verdadera escuela (sobre todo por su tamaño) pero tenía un cartel que lo indicaba, entonces decidí dar la vuelta y entrar en el estacionamiento donde había muchos lugares disponibles, tantos que comencé a considerar que se trataba de una zona reservada. Los edificios parecían un conjunto de casas unidas entre sí, me resultaba tan sospechosa y poco familiar que comencé a sentirme nostálgico.
Aparque la camioneta y estaba seguro de que tendría que cambiarla de lugar, pero mejor pediría indicaciones primero. Me baje y camine por un sendero de asfalto mojado hasta el interior de las oficinas; había luz, un poco de calor, alfombras, sillas… parecía una oficina escolar normal, salvo quizá por la falta de gente. Había un mostrador con una señora de pelo rojo demasiado falso y una playera de color morado, me hizo sentir como un exagerado.
— ¿Te puedo ayudar en algo?
—Soy Eren Jäeger —le dije a manera de comentario pero en su mirada brillo algo que asumo era reconocimiento. Me esperaban ya porque sin duda mi vida formaba parte de los chismorreos del pueblo, la mía y la de mi caprichosa madre. Por fin volvía a casa ¿no?
—Claro.
Se puso a buscar entre los papeles de su escritorio hasta que dio con lo que buscaba.
—Tengo tu horario y un plano de la escuela. Para tu mayor comodidad he agregado las rutas más fáciles para cada clase y los edificios…
Se pasó un rato enseñándome como legar a cada lugar y después me entrego una lista de asistencia para que se la diera a los profesores en cuanto llegara por primera vez a sus clases, se despidió de mi con una sonrisa amable, intente regresársela pero fracase.
Cuando regrese a la camioneta los demás estudiantes ya estaban llegando, los autos entraban por doquier y ninguno era más llamativo que el mío, incluso todos parecían ser igual de viejos, lo mejor que se llegaba a ver era un flamante volvo, mientras que en Phoenix, no era raro encontrarse un Mercedes o lo que sea. Cambie la camioneta de lugar hasta uno que quedara más cerca del edificio de mi primera clase.
Examine mi horario y el plano de nuevo con la esperanza de no tener que sacarlo de la mochila cada dos segundos, pero la información salió de mi cabeza tan rápido como entro. Puedo hacerlo me dije a mi mismo sin convencerme nadie te va a morder.
Me quede con la cara escondida dentro de mi impermeable rojo, observe que no destacaba demasiado entre los demás estudiantes y eso me tranquilizo. No fue tan difícil llegar al edificio número tres, porque tenía el número pintado en la pared y las personas se dirigían ahí sin percatarse de mi existencia, aun así yo comenzaba a hiperventilar, me ordene a mí mismo calmarme.
Llegue a mi pequeño y nuevo salón, todos colgaban sus abrigos en un perchero junto a la entrada así que los imite y deje mi impermeable ahí, había dos personas que también dejaron sus abrigos al mismo tiempo, se trataba de un chico de pelo rubio dorado y tez blanca, y una chica de pelo negro azabache. Me sorprendí, en realidad mi piel no resaltaba tanto como lo había esperado.
Después de eso me senté en una de las sillas del fondo del salón donde el profesor se me quedo mirando y me puse rojo, supe de inmediato que me había reconocido. Se trataba del maestro de literatura, era alto y al parecer buena persona. Dio un discurso sobre el propósito del ciclo escolar y yo me sorprendí de lo atrasados que iban en Forks, cuando en Phoenix ya habíamos leído todo esto.
Cuando por fin sonó el timbre un chico de cabeza rapada y mirada simpática se inclinó desde el pupitre de al lado del pasillo para hablarme.
—Tu eres Eren Jäeger ¿verdad?
Tenía una sonrisa linda y amable, era una persona carismática
—Eren —susurre para asegurarle que podía llamarme por mi primer nombre, toda la gente alrededor volteo a verme.
— ¿Dónde tienes la siguiente clase?
Me dio vergüenza pero saque el programa de la mochila para comprobarlo,
—Tengo historia en el edificio 6, con el profesor….
Cuando intente seguir hablando me percate de las miradas curiosas de los demás estudiantes que estaban al pendiente de mi conversación.
—Voy al edificio cuatro, podría mostrarte el camino —Era muy amable, sin duda —.Me llamo Connie.
Le sonreí sin tanta timidez.
—Gracias.
Salimos platicando con confianza y tomamos nuestros abrigos para adentrarnos en la lluvia. Podría jurar que había algunas personas que se habían pegado a nosotros lo suficiente como para oír la conversación. Aunque también podía ser mi paranoia actual.
— ¿Es muy distinto a Phoenix, cierto? —Preguntó
—Muchísimo
—Allí no llueve muy seguido ¿Cierto?
—Como dos o tres veces al año solamente.
—No puedo imaginármelo.
—Hace mucho sol —le sonreí.
— ¿Por eso tu piel bronceada?
—Lo herede de mi madre en realidad.
Me miro con interrogantes en los ojos. Suspire. Parecía que no entendían mi sentido del humor, o más bien le costaba señalar lo obvio. Estaba seguro que después de pasar mis primeros meses en Forks ya habría olvidado como se sentía hacer chistes sobre la piel bronceada.
Marco me acompaño hasta la puerta de Historia aunque yo pude caminar hasta ahí por mi propia cuenta.
—Que te vaya bien, Eren —dijo cuándo abrí la puerta del salón— ojala coincidamos en otra clase.
Le sonreí de manera en que nada quedara prometido. Porque realmente no tenía idea de que tanto me agradaba el chico, aunque parecía buena persona.
El resto de la mañana transcurrió de forma más o menos tranquila, el único maestro que me obligo a presentarme fue el maestro de trigonometría, no balbucee tanto pero igual fue bastante vergonzoso, realmente no pasa a la historia como la mejor presentación del mundo.
Después de dos clases las caras comenzaban a parecer reconocidas para mí, no había que ser listo para darme cuenta que repetía clase con muchos, de vez en vez una persona se me acercaba y se presentaba ante mí, me preguntaban sobre lo que me gustaba o no, pude mentirles bien. O al menos eso creía.
Hubo un chico que se sentó junto a mí en clase de trigonometría, también se ofreció a acompañarme a la cafetería para almorzar. Era pequeño, varios centímetros por debajo mío, y tenía el pelo rubio un poco alborotado. Por más que lo intente no pude recordar su nombre, así que solo me limite a sonreírle mientras parloteaba a sobre los nombres de las clases y los profesores, aunque lo hacía para ayudarme tampoco logre comprender todo lo que me decía.
Nos sentamos en una larga mesa con algunos amigos suyos de los cuales olvide los nombres en cuanto me los dijeron. Ellos parecían orgullosos de poder entablar una conversación conmigo y sobre todo de ser los afortunados con los que yo me iba a sentar. Marco me saludo desde el otro lado de la cafetería, tenía una sonrisa amistosa.
Y allí estaba yo, sentado en el comedor de la cafetería intentando unirme a un grupo y entablar una conversación cuando los vi por primera vez.
Estaban sentados en el rincón más apartado de la cafetería, justo al otro extremo de mi mesa. Eran cinco. No estaban hablando ni comían de sus charolas. Y lo más importante es que no me miraban como todos los demás de la escuela, con sus caras estupidez. Así que me decidí a estudiarlos sin tener miedo de que me sorprendieran mirándoles. Aunque en realidad no fue eso lo que llamo mi atención.
Por alguna razón no compartían ninguna característica con cualquier otro de los estudiantes, no se parecían a nadie o nada que yo hubiera visto antes en la escuela, o en mi vida. Había tres chicos, de los cuales uno era bastante fuerte, se le veía tan lleno de músculos que parecía un levantador de pesas, tenía el cabello rubio ceniza un poco largo. Había otro, alto y delgado con el cabello color rubio grisáceo. El último era más bien desgarbado y mucho menos corpulento, tenía el pelo negro azabache un poco despeinado por toda la cabeza. Parecía el más joven de los tres.
En cuanto a las chicas parecían dos polos apuestos, a pesar de que las dos también similitudes, pero eran sus caras las que las diferenciaban tan bien. Había una con figura escultural a pesar de no ser tan alta. Tenía una figura preciosa, la clase de chica que verías modelando ropa interior o trajes de baño. Además de un cabello perfecto y rojo anaranjado, que más bien parecía un tanto rubio, una chica normal perdería la moral solo de tenerla cerca. Al otro lado de la mesa había una chica con aspecto de duendecillo, las facciones finas y tan delgadas como un fideo. Tenía el cabello corto y rebelde, con cada punta señalando a un lugar diferente, además de que era de un rojo sangre intenso.
Aun así había algo que los conectaba y hacia que se parecieran entre ellos. Sus pieles eran blancas como la sal, eran las personas más pálidas que había visto en mi vida aun cuando este era un pueblo en el que el sol casi no existía. Todos tenían los ojos oscuros, casi negros, aunque los cabellos eran tan distintos unos de otros. Además de sus notables ojeras lilas, como si se recuperaran de una fractura de nariz, aunque claro sus narices se veían completamente perfectas.
Continúe mirándoles por largos segundos más porque sus rostros eran de una belleza apabulladora, inhumana, devastadora. Eran rostros como los que jamás piensas encontrarte en un lugar así o mucho menos en persona, rostros de modelos de revista, de actores. Rostros de estatuas griegas perfectas. No había forma de decidir quién era el que tenía la cara más perfecta, quizá la chica de cabello naranja.
Los cinco evitaban hacer contacto visual con la comida, con ellos mismos y con los demás estudiantes pero al mismo tiempo parecía que veían todo. Después de unos segundos la chica menuda se levantó con la charola intacta y se alejó con trote grácil como de bailarina en entrenamiento. Dejo la charola en la basura y salió tan rápido del comedor como le fue posible. Los demás se quedaron ahí, inmóviles.
— ¿Quiénes son esos? —pregunte al chico rubio de mi lado derecho.
Cuando el alzo los ojos de su plato para ver a quienes me refería, supe que ya sabía a quién yo me refería, uno de los chicos, el más delgado y de aspecto más joven, lo miro. Fue un segundo, un segundo pequeñísimo pero lo suficientemente rápido como para que ambos apartáramos la mirada, porque sentí su mirada en mi… por un segundo.
Fue tan rápido que cuando yo baje la cara él ya la había bajado. Su rostro se veía impertérrito y tampoco me mostraba alguna clase de interés, era como si mi compañero hubiera dicho su nombre y aunque él quisiera ignorarlo hubiese volteado contra sus deseos.
El chico a mi lado se rio con torpeza tras ese vergonzoso momento.
—Son Levi, Mike. Farlan y Petra, la que se marchó hace poco es Isabel. Son los pupilos del doctor Erwin y su asistente Hanji —me contesto con un hilo de voz.
Volví a contemplar hacia su mesa, el chico pelinegro desmigajaba una rosquilla con sus largos y níveos dedos. Había entreabierto la boca un poco y parecía que estaba hablando en susurros, aunque los otros tres parecían perdidos entre sus pensamientos.
Que nombres tan raros pensé. Eran nombres del siglo pasado, quizá, la clase de nombres que un fanático de lo vintage le pone a sus hijos. Aunque quizá en este pueblo todos tenían nombre similares. En ese momento recordé que mi vecino se llamaba Armin, el cual resultaba un nombre bastante normal. Era un nombre que había oído mucho antes.
—Son… atractivos.
Me costó decirlo sin sonar, ya sabes, mal.
— ¡Que si no! —Armin asintió y soltó otra risa despreocupada y un poco tonta —Aunque dos de ellos, están juntos… ya sabes, estaan. Farlan e Isabel, están juntos y viven juntos.
Su voz estaba cargada de incredulidad y negación ante el asunto, que no me parecía gran cosa por ser una pareja adolescente pero, incluso en Phoenix estaba seguro de que no era muy común que vivieran como pupilos y pareja.
— ¿No son parientes o sí? —pregunté.
—No, no tienen nada que ver… al parecer el doctor Erwin, es muy joven debe estar en sus treinta, los ha adoptado. A todos. La pelirroja y la peli naranja, son hermanas ¿Creo? Realmente nadie habla con ellos.
— ¿No son demasiado mayores para ser una familia de hijos adoptivos?
—Bueno creo que son sus hijos desde antes, es decir… que han estado con ellos como por años, la asistente del doctor es su tía o algo así.
—Es muy generoso del doctor aceptar a su asistente y a su familia, cuidar a todos… ser tan jóvenes.
—Bueno, eso creo —admitió Armin como muy a su pesar. Me dio la impresión de que los dos médicos no le agradaban mucho, debía ser porque no son esposos y tampoco sonaba a que tenían una relación aun así, Vivian juntos y parecían una verdadera familia, supuestamente. —Estoy segura de que es porque ninguno de ellos pudo tener hijos.
Mientras Armin me contaba todo eso, voltee varias veces a verlos pero ninguno de los tres se había movido y sus charolas seguían completamente intactas.
— ¿Siempre han vivido aquí? —pregunté. Si la respuesta era si, quizá ya los había visto alguna vez durante mis visitas en verano.
—No —Dijo con un tono de obviedad que me molesto un poco—. Se mudaron hace un poco, un par de años. Vienen de Alaska.
Sentí un poco de compasión porque los jóvenes eran extranjeros y no solo eso, sino que también eran nuevos y parecían no ser aceptados por esta simple razón. Y también supuse que ya habían pasado por lo mismo que yo, eso de ser lo más interesante dentro del colegio.
Uno de los chicos, el más joven, lento la mirada mientras yo lo estaba estudiando y por un segundo nuestras mitradas se cruzaron, esta vez me pareció percibir cierta curiosidad. Cuando desvié la mirada me quede con la sensación de que se había quedado insatisfecho.
— ¿Quién es el chico de pelo negro? —pregunté.
Lo volví a mirar de reojo. Seguía mirándome, con una expresión súper extraña, no como los demás estudiantes del colegio. Su rostro reflejaba cierta contrariedad. Volví a desviar la mirada de la suya.
—Se llama Levi. Es guapo, aunque eso es obvio, aunque no pierdas el tiempo con él. No sale con ninguna chica o chico. Quizá nadie le parece suficientemente 'bien'—Dijo con cierto desdén, como si una punzada de celos se pegara en su voz. Trague saliva apenado por su comentario.
Intente ocultar una sonrisa y me volví a mirarlo. Ya no me miraba pero parecía que la piel de sus mejillas se había estirado, como si también ocultara una sonrisa. Después de eso los cuatro salieron del comedor al mismo tiempo, me desconcertó verlos, sus movimientos eran perfectos y destilaban elegancia en todo sentido.
Me quede por un rato más con Armin y sus amigos en la mesa, pero tras un rato decidí retirarme no quería llegar tarde a mi primera clase después del receso. Una de las amigas de Armin se acercó a mí y tuvo la consideración de recordarme su nombre, Mikasa, teníamos la misma clase, biología, así que nos dirigimos juntos hacia ella. Era un poco tímida.
Cuando entramos al salón, Mikasa fue a sentarse en una mesa con dos sillas, compartía asiento con otro estudiante que no reconocí. En realidad todas las demás mesas ya estaban ocupadas salvo por una. Por su cabello negro pude reconocer a Levi. Sentado junto a la única silla vacante.
Lo mire mientras avanzaba por el pasillo, para presentarme con el profesor para entregarle la hoja de asistencia, en ese momento exacto cuando pase por su lado se puso rígido. Volví a mirarle. Nuestras miradas se encontraron pero su cara había cambiado completamente, era hostil, airada. Aparte la vista de su cara por miedo, también me sonroje con violencia. Tenía los ojos negros como el mismo carbón, nunca había visto algo más negro… quizá su cabello.
El profesor firmo mi hoja y me mando a la única silla vacante, con todo el dolor de su corazón. Y del mío. Me quede mirando al piso hasta el momento en el que me senté a su lado, aun me tenía aturdido su mirada hostil.
No levanto la vista en ningún momento pero lo sentí cambiar de posición y alejarse lo más posible de mi lado, mirar a otro lado, como si algo apestara. Me olí el cabello con un poco de disimulo, olía a shampoo. Realmente no me parecía un mal olor así que lo imite y gire un poco el cuerpo creado una barrera entre él y yo.
La clase fue aburrida porque el tema ya lo había visto, aun así me asegure de prestar atención para tener la mente concentrada en algo que no fuera él. De vez en vez tenía que mirar a su lado, pero en toda la clase se mantuvo con la misma postura rígida y sin descanso. Con la mano hecha puño sobre la mesa, se había arremangado la camisa hasta los codos y podía verle la piel, tenía músculos. No era tan delgado como parecía.
La clase se prolongó más que las demás no tenía idea del porque pero podía imaginar que era por la ansiedad que me provocaba tenerlo a lado, ¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba tan rígido? ¿Sera así con todos? Cuestione mi actitud durante el almuerzo y supe que me había equivocado con respecto a él. Era una molestia.
No podía tener nada contra mí porque no nos conocíamos, así de simple.
Lo mire de nuevo y lo lamente, me miraba con sus ojos llenos de odio y repugnancia, deje de mirarlo con rapidez exorbitante, si sus ojos fueran puñales estaría muerto. El timbre sonó en ese momento y yo du un salto, Levi abandono su asiento como un resorte y salió corriendo, no era más alto que yo y eso me sorprendió. Pensé que era alto. Cruzo la puerta antes de que cualquier otro se hubiese levantado.
Me quede petrificado, no entendía que había pasado, era un mezquino. Empecé a recoger mis cosas mientras recolectaba todo mi coraje y evitaba que no saliera en forma de lágrimas. Abecés cuando te humillan lloras, sobre todo si eres yo.
—Eres Eren Jäger ¿No? – me pregunto una voz masculina
Al alzar la vista me encontré con un chico considerablemente atractivo, de rostro varonil, lleno de pecas y el pelo castaño cuidadosamente arreglado. Me sonrió con amabilidad. Al parecer yo no olía mal.
—Eren —le dije con una sonrisa.
—Me llamo Marco.
—Hola, Maro.
— ¿Necesitas ayuda para encontrar la siguiente clase?
—Voy al gimnasio, creo que puedo encontrarlo.
—También es mi clase.
No me pareció raro, el chico tenía pinta de atleta. Además de que sonaba emocionado, un nuevo amigo. Genial.
Hablaba bastante y acaparo mi atención, eso me saco las ideas negativas por un rato, él había vivido aquí desde hace siete años, pero vivió diez años en california por lo que me entendía perfectamente, era la persona más agradable que había conocido en todo el día.
—Oye, ¿le clavaste un lápiz a Levi o qué? Jamás lo había visto comportarse de esa manera.
Me apene demasiado. Al menos no era yo la única persona que se había percatado de su actitud, aunque igual me pareció un poco desconcertante, pero lo mejor era hacerme el tonto.
— ¿Te refieres al chico a mi lado en biología?
—Sí, tenía la cara más rara que le he visto.
—No lo sé —admití— no hable con él.
—Él es bastante raro —dijo Maro —si yo me hubiera sentado a tu lado si habríamos hablado.
Le sonreí y entramos al vestidor. Era amable y claramente una buena persona, además mostraba cierto interés que no pude pasar por alto. Aun así seguía enfadado. El entrenador me dejo utilizar un pants y no me obligo a hacer educación física pero no quería quedarme como un tonto sin hacer nada. Jugamos un poco de voleibol, y me dio nausea recordar lo mal que me iba siempre en este juego.
Al final sonó la campana, me cambie y me di cuenta de que comenzaba a hacer más frio. Me envolví en mis propios brazos para protegerme del frio y me dijo a la oficina, estuve a punto de volverme cuando me di cuenta que Levi estaba recargado sobre el escritorio, con el ceño fruncido. No me escucho entrar porque no se dignó a mirarme.
Conversaba con la secretaria en voz agradable y convencida, intentaba cambiar la clase de biología por cualquier otra cosa, la clase que sea. Yo me sentí picado por un palo, realmente eso era mi culpa, no nos habíamos dicho ni dos palabras. No podía odiarme con tanta intensidad. Simplemente era imposible.
La puerta se abrió y una corriente helada me recorrió el cuerpo, Levi se puso rígido y se giró rápidamente a verme. Era tan agraciado que me resulto ridículo. Me miro con odio, por un segundo creí que me mataría, pero no lo hizo. Se giró a ver a la recepcionista y continúo.
—Bueno, no importa. Ya veo que es imposible. Muchas gracias por su ayuda.
Dio media vuelta ignorándome mundialmente y desapareció por la puerta principal.
Camine con timidez hasta el escritorio y saque la hoja de asistencia para entregársela a la recepcionista que me sonreía con amabilidad.
— ¿Cómo te ha ido cariño? —me pregunto con voz maternal.
—Bien. —mentí.
No pareció muy convencida.
El mío era casi el último auto en el estacionamiento, me quede adentro por un par de minutos porque me pareció un refugio adecuado. Deje caer la cabeza sobre el volante y prendí la calefacción. Arranque y el motor rugió, me dirigí de vuelta a casa de Grisha y procure no llorar durante el camino.
N/A: a pesar de que no es muy largo me costó muchísimo trabajo porque decidí ser lo más fiel al libro pero ya me di cuenta de que esto no va a funcionar así que a partir de ahora las cosas cambiaran lo más posible. Como dije antes esto no es mío, es de la autora es un remake o lo que sea.
¡Espero que sea de su completo agrado porque me rompí la cabeza haciéndolo! Jajaja. Creo que con capítulos así esto será actualizado cada dos semanas que no es tanto, pero son bastantes capítulos, también intentare reducirlo.
Si les ha gustado déjenme un review y háganmelo saber. Muchas gracias bebes, los amo.
