En puntillas
Prólogo
La bulliciosa calle Barcelona despertó antes que él. El reloj de su buró ya marcaba las seis treinta, pero Sasuke Uchiha yacía semi-inconsciente sobre el futón. La ventana, como de costumbre en esa época del año, permanecía abierta, por lo que el ruido de la ciudad se colaba, instalándose en cada recoveco de la habitación. La melodía de la séptima sinfonía de Mozart, proveniente del sexto piso, se fusionaba con el sonido de los establecimientos comerciales que desde hace un rato comenzaban a funcionar en la conocida calle madrileña, provocando una extraña y heterogénea mezcla que, lejos de perturbar al pelinegro, lo sumía, aún más, en una especie de somnolencia pletórica.
Sasuke abrió los ojos al tiempo que dejaba de sonar la melodiosa tonada del legendario intérprete, y contó los diez segundos faltantes para que sus oídos se deleitaran con la almibarada voz de Louis Armstrong, el cantante de jazz favorito de su vecina. Conocía al dedillo los hábitos de esa mujer. Sin embargo, Sakura Haruno no podía ser más ajena de la existencia del Uchiha.
Hacían ya seis meses desde que Sasuke se instaló en el quinto piso del edificio San Pedro, y solo una cosa no había sufrido alteración alguna desde entonces. Seguía enferma e irrevocablemente enamorado de Sakura. Por lo demás, el chico ya no estaba tan seguro de que conquistarla sería una tarea fácil.
Sasuke había resuelto que a su llegada buscaría a su vecina bailarina y le confesaría todo el amor que sentía por ella. Sabía que no sería sencillo explicar que bastaron solo catorce días para enamorarse tan férreamente que, aun después de transcurridos ocho meses sin verla, su amor por ella seguía intacto. Pero si contaba con suerte, y la joven, además de indescriptiblemente bella, resultaba ser romántica, aquella historia le parecería perfecta, y terminaría por aceptarlo.
No obstante, después de seis meses de intentos fallidos, donde todas las insinuaciones de Sasuke se estrellaban ante la deliberada indiferencia de la hermosa bailarina, -que de verdad parecía vivir en una realidad alterna de la que Sasuke, por cierto, no formaba parte- el chico estaba a punto de claudicar, pero se detenía cada vez que comprendía que vivir en un mundo en el que no pudiera escuchar los pasos de la bailarina acariciando su techo, era igual a no vivir.
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El teléfono celular de Sasuke repicó mientras él estaba en la ducha cantando, con voz afinada pero muy grave para alcanzar la nota de Bon Jovi, la letra de la canción "This Ain't A Love Song". Cuando salió del cuarto de baño, una luz roja intermitente, proveniente del aparato que yacía sobre la mesita de noche, le anunció que tenía un mensaje de voz. Sasuke caminó con rapidez y tomó el teléfono al tiempo que apretaba el botón de llamar. Colocó el celular en altavoz para darse tiempo de escuchar el mensaje mientras se vestía. El chico reconoció al punto la seductora voz de la mujer:
"Sasuke, amor, soy yo Tenten, me quedé esperando tu llamada y… bueno, en vista de que no la recibí me tomé la libertad de marcarte… Pareces haberte olvidado de mí. No sabes lo triste que me pone esa idea… Está bien, supongo que si no atiendes es porque has de estar muy ocupado, así que te dejo. Llámame, ¿vale? ¡Te quiero, besos!
Volvió a revisar el equipo, y aparte de la llamada perdida de Tenten, había dos más. Una era de Kakashi Hatake, su agente, que seguramente volvería a llamar, ya que prefería eso a hablar con una máquina, y la otra de un número desconocido.
El chico estaba a punto de devolverle la llamada a su agente, cuando el teléfono empezó a repicar es sus manos:
-Aló –dijo Sasuke.
-Hombre, hasta que apareces –la voz viril de Kakashi sonó al otro lado del hilo telefónico.
-Justo estaba por llamarte…
-¿Cuándo piensas dejarte de pendejadas, Sasuke? –le interrumpió.
-¿Pendejadas? –Repitió Sasuke, confundido- ¿A qué te refieres?
-Sabes perfectamente porque lo digo. Sasuke, te necesito aquí, en Tokio.
-¿Y qué se supone que tengo que hacer en Tokio, que no pueda hacer desde Madrid?
-Grabar un disco, por ejemplo –soltó su agente de mal talante.
-Créeme, que de nada te voy a servir en Tokio, cuando mi musa esta aquí, en Madrid… –fijando su vista en el techo, agregó- justo en el piso de arriba.
-Será tu musa y todo lo que quieras, pero si no vuelves a Tokio tu carrera se va a la mierda.
Sasuke percibió el tono severo con que su agente había pronunciado las últimas palabras, y supo que estaba hablando en serio.
-Está bien hombre, cálmate. Te prometo que pronto estaré de regreso. Ahora tengo, que irme.
-Sasu… -quiso replicar Kakashi.
-Adiós. –Sentenció el chico- después te llamo.
Caviló por un segundo las opciones que tenía y cuando la obvia saltó a la vista, desvió de una vez sus pensamientos a otra cosa. En eso, el pelinegro abandonó la labor de vestirse y se hecho en el futón boca arriba, contemplando el cielo raso de su habitación mientras se imaginaba a Sakura flotando por los pasillos de su apartamento como una aparición divina. Percibió detalladamente el recorrido, de la chica, del cuarto a la sala, quedándose levemente amodorrado… "Claro que no puedo irme a Tokio" fue lo último que pensó.
-¡Sasuke!
Un grito amortiguado lo despertó, de repente. El chico identificó, en seguida, la voz de su mejor amigo, por lo que se levantó de prisa y corrió hasta la ventana:
-¡Sai! –Exclamó, emocionado con una sonrisa amplia- ¿Cuándo llegaste?
-Anoche –respondió el aludido desde la calzada- Te llame está mañana, pero como cosa rara no atendiste… Bueno, no te quedes ahí parado, hombre. Ve abrirme.
-¡Claro, claro!
El abrazo que se dieron Sai y Sasuke, una vez estuvieron frente a frente, reflejaba cuanto se habían extrañado. Ellos eran amigos desde de los siete años y, a excepción de los dos años en los que Sasuke se fue de gira mundial, nunca se habían separado por tanto tiempo. Inclusive, cuando Sasuke decidió, por razones, hasta la fecha, incomprensibles para muchos, mudarse a España, Sai convenientemente recibió una beca para estudiar artes, en la Universidad Complutense de Madrid.
Cuando no estaba con Sasuke, a Sai se le podía ubicar, sin ningún tipo de problemas, en la Facultad de Bellas Artes, allí pasaba la mayor parte del tiempo. Fue precisamente ahí donde Sasuke conoció a Tenten. Ella iba en la misma clase que Sai, pero a diferencia de este, la chica vivía en España (Marbella) desde hace tres años y en Madrid desde hace dos. Era, al igual que ellos, oriunda de Kobe, por eso les pareció extraño que aun teniendo amigos en común no se hubieran conocido antes.
Tenten había ido a la misma primaria con la novia de Sai, Hinata Hyuga, quien además es la prima de Neji, otro de los mejores amigos de Sasuke (N. de A.: Tras el divorcio de sus papás, Sasuke se fugó de su casa. Estuvo perdido, en el centro de Kobe, por unas horas y de no haber sido porque se topó con Neji, que vivía en la misma cuadra, seguramente jamás hubiera dado con el camino de vuelta. Sasuke contaba con ocho años y Neji con nueve. Desde entonces son mejores amigos).
Un día que Sasuke fue a buscar a Sai a la facultad, para irse de farra, la chica vio al cantante y lo reconoció de inmediato. A partir de ese momento, se encaprichó con él y lleva cuatro meses persiguiéndolo, sin ser rechazada del todo, valga mencionar.
Sai estaba echado en el sillón observando de reojo el vaivén de los pasos de Sasuke, que caminaba nervioso por la estancia.
-Claro que supe que se mudó a Kioto –comentó el cantante- pero lo de la boda no te lo puedo creer.
-Pues así es. Y eso no es todo.
-¿Hay más?
Sai asintió sonriente.
-Karin está embarazada. –anunció.
-¿Qué? –A Sasuke se le desencajó la mandíbula y se le dilataron los ojos por la sorpresa- ¿Por eso va a casarse?... Claro, y por eso aceptó hacerse cargo de los negocios de su tío en Kioto… ¿pero...?
-Algo hay de eso –lo interrumpió Sai, abruptamente- pero sabes, perfectamente, como yo, que Neji está realmente enamorado de Karin. El que ella esté embarazada, solo adelanta sus planes. Tarde o temprano iba a terminar por casarse.
Sasuke se encogió de hombros despreocupadamente, otorgándole la razón a su amigo.
-Da igual –repuso- ¿Puedes creerlo? Vamos a ser tíos.
Ambos rieron al unisonó.
-Pero no le perdono al idiota de Neji que no me lo haya dicho. –soltó en tono rencoroso.
-No te lo tomes personal, creo que no se lo ha dicho a nadie -intercedió Sai, y adivinando los pensamientos del Uchiha, agregó- Yo me he enterado por Hinata, a ella se lo dijo Karin.
-Bueno, solo queda esperar que no se pase de discreto también con la fecha de la boda.
Sai enarcó una ceja.
-Te pasas de sensible, Sasuke... Y hablando de sensibilidad ¿Ya te le declaraste a tu vecina?
Sai era uno de los poco que conocía que el motivo por el que Sasuke decidió residenciarse en España tenía que ver con ese enamoramiento platónico que tenía por la inquilina del sexto piso del edifico San Pedro, y estaba tan sorprendido como Neji –otro que también lo sabía- de que su amigo no hubiera reunido el valor para declarársele de frente.
Gracias a su porte encantador, el Uchiha nunca había tenido ningún tipo de problemas para conseguir chicas, y después, cuando se volvió famoso, los tuvo menos. De hecho, de los tres, Sasuke siempre fue el que se ligaba a más chicas, y a las más bonitas, como acotaba Neji, rencorosamente, al recordar que un principio su futura esposa estuvo interesada en Sasuke. Pero este no era el caso, porque el chico ya llevaba seis meses viviendo en el apartamento de abajo, de la chica de sus sueños y aun no se atrevía siquiera a hablarle, salvo las veces que se la encontraba "accidentalmente" en los pasillos del edificio, en las que venciendo los nervios la saludaba con una reverencia, que ella casi siempre, ignoraba deliberadamente.
Sasuke negó con la cabeza.
-Pienso hacerlo muy pronto –aseguró el Uchiha.
-Si, como no –dejo salir Sai con ademán irónico.
Como respuesta, Sasuke entornó los ojos.
Los amigos pasaron el resto de la mañana platicando y poniéndose al día de todo lo que había hecho uno en la ausencia del otro. Sai venía de pasar dos meses en Kobe, a donde se había ido de vacaciones, a estar con su familia y su novia, tras culminar su primer semestre de artes plásticas en la universidad. Durante su estancia allá, la vida de Sasuke no había variado mucho: seguía encaprichado con la bailarina del sexto piso, no había avanzado en su plan para seducirla y de vez en cuando salía con Tenten, la compañera de la facultad de Sai.
Obviando el hecho de que Kakashi acababa de darle un ultimátum para que regresara a Tokio, o de lo contrario, según las propias palabras del Hatake: su carrera se va a la mierda, Sasuke no tenía nada nuevo que contarle a Sai. Al menos, no nada tan sorprendente como la repentina boda y recién estrenada paternidad de su amigo Neji y la reciente y arrebatada decisión de Sai y Hinata de vivir juntos. La Hyuga estaba esperando culminar sus clases en el instituto y en seguida, así fuera en contra de los deseos de su padre, se iría a Madrid a "estudiar" diseños de moda.
-Eso parece un buen plan –comentó Sasuke.
-Si –asintió Sai- esperemos que no haya inconvenientes.
-¿Te refieres a qué Hiashi se niegue a que Hinata abandone Kobe?
-Ya sabes lo aprehensivo que es. –Dijo Sai en tono de crítica- Aunque de ser así, le tocará aguantarse, Hinata cumple los dieciocho dentro de tres meses.
-Cierto –recordó Sasuke con una sonrisa socarrona- Parece mentira, todavía me acuerdo, como si fuera ayer, cuando Hinata se colaba en el garaje de Neji para escucharnos tocar, tenía apenas catorce años.
-Si –sonrió Sai- desde siempre ha sido muy bella.
Sasuke le asestó un codazo en el costado a Sai al tiempo que comentaba con sarcasmo:
-También recuerdo que te molestaba que te dijera que te gustaba.
-No tanto como le molestaba a Neji –dijo Sai sonrojado hasta la coronilla.
Otra vez los amigos rieron al mismo tiempo, pero esta vez más sonoramente y con cierta camaradería.
-Ya tengo que irme –lamentó Sai- pero esta noche va a ver una fiesta en casa de Tenten por el inicio del semestre. ¿Quieres venir?
-Hum… no lo sé –murmuró el Uchiha, desanimado.
-Bueno, en cualquier caso, tú ya sabes donde vive ella, así que si más tarde te apetece, no dudes en pasarte por allá.
El Uchiha asintió sin ganas.
-Por cierto –añadió Sai- no olvides revisar las cosas que te mandó tu papá. Y, bueno, creo que deberías llamarle.
-Está bien –dijo Sasuke, dirigiéndose hacia la cocina y su voz se desvaneció en un gruñido.
Después de despedirse, Sai salió de la residencia de Sasuke y justo en la entrada del edificio se encontró con la mujer que desde hace más de un año le roba los sueños a su mejor amigo. Sakura Haruno, la bailarina como mejor la conocía él, vestía ropa deportiva y parecía venir de hacer ejercicios, puesto que traía el pelo amarrado en una alta cola de caballo y estaba visiblemente sudada. Sai la saludo con un leve movimiento de cabeza y ella le devolvió el gesto con un meneo aún más leve.
"Menuda chica" pensó él al tiempo que se preguntaba qué era lo que había visto Sasuke en ella que lo había trastornado tanto. Entonces recordó una conversación que habían tenido ellos hace, más o menos, como tres meses, en la que él le había hecho precisamente esa pregunta.
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Flash Back.
Sai sabía que Sasuke lo esperaba afuera desde hace media hora. Por vez primera, desde su estancia en la facultad, deseaba que una clase terminara rápido. Anik Blanchard, una artista francesa muy reconocida y quien además era su profesora de historia del arte, estaba frente al pizarrón explicando sobre la imagen de un castillo las etapas del arte gótico:
"El lenguaje artístico románico de los siglos X y XI, comenzó a dar paso a un nuevo estilo: el gótico. Las innovaciones más importantes se hicieron en las iglesias de la región de París, que se convirtió en centro cultural de la Europa cristiana del noroeste… El gótico equivale a una nueva interpretación de la naturaleza conforme a una espiritualidad más profunda…"
-¿Te ocurre algo, Sai? –inquirió en tono mordaz la profesora mientras volvía la vista en dirección a donde estaba viendo el pelinegro.
Sai se apuro a negar con la cabeza.
-Nada, profesora.
-Pues, pareces distraído, ¿o es, acaso, qué mi clase no te parece interesante?
-En absoluto- volvió a negar el chico.
-Profesora –intervino Tenten, sonriendo- hoy es el cumpleaños de Sai, seguramente tiene prisa por irse a celebrar.
Aun cuando las palabras de la chica fueron dichas con la mejor de las intenciones, para sacar a su amigo de apuros, no surtieron el efecto deseado, puesto que ninguno contaba con el voluble humor de su profesora, que ese día estaba particularmente irritable.
-En ese caso –dijo la artista en tono malicioso- ¿Qué les parece si en honor a Sai, dejamos la clase hasta aquí?
-¡Siii! –las voces de todos en el salón estallaron de júbilo al unísono.
-Perfecto –continuó la profesora en el mismo tonito- entonces, nos vemos el lunes –todos los estudiantes se levantaron encantados de sus asientos- esperen un momento –los detuvo ella, alzando el volumen de su voz- para el lunes quiero que todos me traigan un informe detallado del arte gótico y que me citen por lo menos cinco pintores diferentes de la época, por-per-so-na. Estudiante que repita, por lo menos, un pintor está automáticamente reprobado.
Un montón de voces se alzaron como señal de desacuerdo, pero ninguna tan fuerte como para ser tomada en serio. Resignados, algunos jóvenes intercambiaban miradas entre ellos en busca de consuelo.
Anik Blanchard observó, complacida, las caras lívidas de sus estudiantes al tiempo que una sonrisa burlona se le dibujaba de oreja a oreja.
-Por cierto –agregó ella- esto también es en honor a Sai.
El aludido se encogió de hombros a la vez que salía lo más de prisa posible del salón, para evitarse las miradas acusadoras de sus compañeros de clase. Mientras iba por el pasillo Tenten lo alcanzó:
-¡Sai! –Gritó la chica- espérame.
-¿Qué pasa? –preguntó Sai al tiempo que se volvía para quedar frente a Tenten.
-Solo quería disculparme –jadeó ella- parece que metí la pata ahí dentro.
-Tranquila –la calmó el chico- sé que no ha sido a propósito. Más que conmigo, deberías disculparte con los demás. Deben estar odiándonos.
-Sí, supongo –coincidió ella- pasamos de ser los héroes, a ser los villanos en una milésima de segundo.
Ambos esbozaron una amplia sonrisa al mismo tiempo.
-Ya me tengo que ir.
-Ah, sí –dijo ella- Feliz cumpleaños, por cierto.
-Gracias. –dijo él, volviéndose y emprendiendo la caminata.
-¡Me saludas a Sasuke! –dijo con voz de niña.
-Con gusto –murmuró Sai sin detener la marcha.
Cuando entró a la cafetería pudo dar con Sasuke, rápidamente, aun cuando su vestimenta no era la más llamativa que digamos: venía ataviado con una franela de mangas largas, de color azul marino, con un mono y una gorra gris, así como con lentes oscuros. El Uchiha se encontraba en una mesa situada en un rincón al lado de el único ventanal de la cantina, leyendo una revista en la que, curiosamente, él era la portada.
-Por fin llegas –susurró Sasuke.
-Lamento la tardanza –dijo Sai en el volumen de voz normal- ¿Cuál era la urgencia?
Sasuke se quedó pensando y luego de inspirar hondo, soltó en tono apagado:
-Itachi me escribió.
-¿En serio? –la cara de Sai tomó tonalidades distintas, hasta permanecer en uno blanco, casi transparente- ¿Qué te dijo?
-Papá está enfermo. Según el correo que me envió Itachi, parece que quiere verme.
-Que mal amigo –se lamentó Sai mientras le daba una serie de palmaditas torpes a Sasuke en el hombro -¿Qué piensas hacer?
-La verdad, no lo sé. No veo a mi papá desde hace... -Hizo cuentas mentales- cinco años, y con Itachi… bueno tú sabes cómo están las cosas por ese lado. No creo que ir para Japón a estas alturas sea una buena idea.
Sai asintió, visiblemente, preocupado.
-¿Es solo por eso que no te quieres ir? –quiso saber Sai.
-¿Qué? –preguntó Sasuke, confundido.
-¿Que si la tensa relación que llevas con tu papá e Itachi es la única razón por la que no quieres ir a Kobe? ¿O hay algo más?
-¿Algo más? –repitió el Uchiha con desdén, adivinado por donde venían las insinuaciones de su amigo.
-Sasuke, no quieres irte por ella ¿verdad? –soltó sin rodeos.
-En cierta parte –admitió él- Pero sabes que el que Itachi sea el hijo perfecto no me estimula mucho a acercarme por esos lares. En todo caso ¿qué se supone que voy hacer allá?
-A estar con tu papá, claro.
El Uchiha hizo una mueca de desaprobación.
-Él se va a poner bien. No me necesita. Además, soy la oveja negra de la familia, ¿recuerdas?
-Sigo pensando que si no te quieres ir, es por ella –refutó Sai, ceñudo- Y la verdad es que no lo entiendo. ¿Qué es lo que esa chica tiene de especial?
-Todo –decretó el Uchiha.
-jump… Ella es una mujer muy bella, sí, pero eso no explica que hayas perdido la cabeza.
-Tú no entiendes –replicó Sasuke- Hay millones de mujeres bellas, pero solo hay una Sakura Haruno.
Sai se encogió de hombros en señal de rendición, dando como causa perdida la idea de hacer entrar en razón a su amigo.
-Cambiando de tema ¿Qué vamos a hacer para mi cumpleaños?
Flash Back End.
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"Solo hay una Sakura Haruno" repitió en su mente mientras observaba a la chica desaparecer en el umbral del edificio.
-Es condenadamente hermosa, claro, pero su personalidad es un asco. –sentenció Sai a voz populi.
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En la sala de su casa, Sasuke estaba poniendo en orden su pasaporte y otros documentos. Conocía perfectamente bien a Kakashi como para saber que si le había advertido que su estancia en España ponía en riesgo su carrera musical, es porque así era. Lo que menos se le antojaba a Sasuke era convertirse en uno de los muchos cantantes que solo tenían éxito en su primer sencillo y que después desaparecían de la mente de todos, sin dejar ningún rastro de su existencia. Ya era suficiente con tener que lidiar con un hermano que estaba más cerca de la perfección de lo que tenía derecho a estar cualquier mortal, como para sumarle el hecho de que sería un fracasado. Llegado ese punto, y después de leer la carta de su papá, tomar una decisión no resultó tan difícil.
-Todo está listo –se convenció Sasuke al mismo tiempo que cogía el teléfono. Buscó en sus contactos y al dar con el número que deseaba, marcó. Esperó unos segundos a que atendieran y cuando iba por el tercer repiqué, escuchó la voz ronca de su agente.
-Hola.
-Te aviso que mañana en la noche salgo para Tokio. -le lanzó Sasuke, sin siquiera saludarlo.
-¡Enhorabuena! –dijo Kakashi, evidentemente, complacido por la noticia.
-Qué bueno que al menos alguien esté feliz. –las palabras de Sasuke estaba lastradas por cierto aire de resignación y amargura.
Había tomado la decisión en cuanto su amigo se marchó, pero pensar en lo que estaba dejando atrás (mejor dicho, a quien estaba dejando atrás) le ocasionaba un autentico dolor físico.
-Hombre, no te pongas así. Ya verás que todo va ir bien. Si te soy sincero, nunca estuve de acuerdo con tu repentina decisión de irte a vivir a España.
Kakashi guardó silencio a la espera de una respuesta por parte de Sasuke, pero la misma no se produjo.
-Estoy seguro –continuó el Hatake- que una vez en Tokio, te olvidarás de todo.
-Puedes llamarla por su nombre –refutó Sasuke de mal genio-. Bueno, ya te dije lo que querías oír, así que… hablamos cuando esté en allá.
Dicho esto el Uchiha colgó el teléfono a la vez que echaba una oteada a la sala, posando su vista en las maletas que estaban en la entrada del corredor -las cuales estaban hechas desde hace tres meses- suspiro apesadumbrado.
-Al final no sé si no te lo dije, o no quisiste darte cuenta –Sasuke estaba mirando el techo de la estancia, de la misma manera que lo había hecho otra tantas veces cuando la inquilina de arriba estaba ensayando alguna de sus rutinas de ballet.
Saliendo del ensimismamiento que se apoderaba de él, únicamente, cuando pensaba en Sakura, salió de su casa rumbo al aeropuerto. Comenzó a bajar las escaleras. (Hábito que se arraigó en él cuando se dio cuenta que su vecina no usaba el ascensor. Desde entonces usa las escaleras con el fin de provocar un encuentro ocasional con su amor platónico). Cuando iba por el cuarto piso, escuchó a alguien tatarear un soniquete disonante, que para su sorpresa identificó al punto. Los músculos se le contrajeron involuntariamente cuando se percató que la voz echa canción que se acercaba era la de Sakura. Mientras escuchaba los suaves pasos de la chica aproximarse, Sasuke se quedó inmóvil en un peldaño de la escalera, intentando mantener la expresión de su rostro controlada. Ella le pasó por un lado sin notar siquiera su presencia y él tuvo miedo de que Sakura pudiera oír los latidos de su corazón a esa distancia. Cuando el sonido de la marcha de la bailarina, casi, se había desvanecido, el Uchiha reaccionó.
"¡Joder!" su voz estalló, furiosa, en su cabeza. "No me extraña que ni siquiera sepa quién eres, si te comportas así"
Por fin pudo moverse y lo hizo para virarse en dirección a donde se había ido su vecina.
-Sasuke, déjate de pendejadas. –Se ordenó- Te vas mañana a Japón ¿y ni siquiera vas a intentarlo?
No había más que pensar. Si algún consejo había rescatado Sasuke, de los mucho que le había dado su padre, era que la única forma de ganar es intentando. "El que no arriesga no gana" resolvió. "Hablare con ella esta noche".
