"Ha pasado ya más de un año desde que te vi por última vez".

Eso fue lo que pensé mientras te saludaba a lo lejos; y era verdad, hacía más de un año que no sabía de ti y supongo que tampoco habías tenido noticias mías. Físicamente no habías cambiado la gran cosa, aunque seguías siendo más alto que yo; sin embargo, ya no podía saber en qué estabas pensando… al menos eso fue hasta que te acercaste lo suficiente para que pudiera distinguir tus rasgos.

Te di un beso en la mejilla y me abrazaste, aquél simple contacto envió una descarga a través de mi espalda y me sonrojé de enojo y sorpresa, puesto que noté que mi cuerpo seguía reaccionando a tu contacto, seguía siendo vulnerable ante ti (algo que jamás esperé fuera a suceder después de tanto tiempo). La sorpresa del contacto también me recordó que en nuestra última conversación no habíamos quedado como "amigos" precisamente. Sin embargo, alargué el contacto hasta reconocer dos cosas que me había jurado olvidar:

Primera: tu aroma, aquel olor ligero a lavanda y tú, que causó el apresurado latido de mi corazón.
Segunda: tus brazos, estos en los que, no sin cierta molestia, reconozco que mi cuerpo aún se acomodaba a la perfección.

No sabía que nos veríamos, así que estaba igual que siempre, es decir, sin arreglar, y mejorando (sarcásticamente) la situación, llevaba puesta la misma ropa con la que nos presentaron… y tú también.

Parecía una especie de comedia mal pagada, digo, de tantos estudiantes que somos, de tan grande que es la facultad, ¿¿¿yo me tenía que encontrar contigo??? En fin, ya de nada servía quejarse, de todos modos hoy no era precisamente uno de mis mejores días, de hecho era lo opuesto... asi que, ¿para qué torturarme innecesariamente?