CAPÍTULO I.
UN NUEVO MUNDO.
Respiró con pesar y esfuerzo. Empezó a sentir como el oxígeno volvía a circular por las células de su cuerpo. Abrió los ojos con viveza. Se sentía como si terminara de despertarse de un mal sueño. Sin embargo, todo comenzó a tornarse oscuro y siniestro en ese instante. Sintió una presión en el cuerpo al no recordar quién era, ni que hacía en esa sala. Aún no había podido ver bien la sala, ya que la claridad del lugar le provocaba dolor en sus pupilas. Parecía que le ardían, pero necesitaba más información de ese lugar donde se encontraba. Pronto comprendió que estaba sobre una camilla y que situado a su lado había instrumentos y parafernalia médica. Se encontraba en un hospital. Ahora que sabía dónde estaba, más temores comenzaron a dar rienda suelta en su cabeza. ¿Quién era? ¿Por qué estaba allí? ¿Qué le había sucedido? Palpó su cabeza y sintió la rugosidad de lo que parecían unas vendas que se enrollaban alrededor de su cabeza. Debajo de estas caía su melena lacia, color fuego, más debajo de sus hombros. El color rojo de su pelo, destacaba y se veía a la perfección en el lugar donde estaba, con esa luz tan blanca.
Trató de levantarse de la camilla donde se encontraba, pero un dolor intenso recorrió cada uno de sus músculos. Un dolor fuerte azotó su cabeza e instintivamente se llevó las manos a ésta.
¡Ayuda, por favor! — se atrevió finalmente a gritar en la sala donde se encontraba cuando comprendió que no podía moverse a penas —. ¡Necesito ayuda! ¿Dónde estoy?
Volvió otra vez a tratar de moverse del lugar, necesitaba ayuda y se estaba impacientando. También estaba sedienta de información. Su cuerpo comenzaba a tensarse y al tensarse el dolor que le provocaba era aún más intenso. Sentía como perdía el control sobre sus pulmones. Se forzó a si misma a recuperar fuerzas y respirar, aunque le fuera la vida en ello. Tenía que procurar tomar el control de la situación. Algo en su cerebro le decía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por el pavor.
Tras unos segundos exhalando aire en sus pulmones pudo comprobar cómo había recuperado el control sobre su organismo. No se sentía más débil o indefensa ante la situación que estaba viviendo. También los ojos terminaron de recuperar la agudeza visual. Se habían acostumbrado a la claridad y podía ver la habitación donde se encontraba. Todo lo que la rodeaba estaba bañado en claridad, con la ventaba abierta que permitía que la luz del día cubriera su cuerpo. Había una televisión apagada. Era la típica televisión de hospital que necesitabas dinero para encenderla. La habitación era de una sola cama, no tenía compañía. Desde fuera provenían los ruidos típicos de los hospitales.
La puerta se abrió y una señora que rondaba los cuarenta años entró desde ella. Era una mujer pequeña y rechoncha. Tenía un gesto amable y dulce en su mirada. No tenía pinta de ser mala persona. Se llevó las manos a la cara sobresaltada cuando vio que la joven había despertado.
Avisaré a los médicos, vendrán en seguida a examinarla. Aguarde un momento. Tienes que tener muchas preguntas — Caminó hacia atrás, y con una zancada casi cómicas salió de la habitación —.
Desde la cama, pudo escuchar el revuelo del hospital ante la noticia de que la joven había despertado.
Necesito saber quién soy y que hago aquí. Y me gustaría saber porque no recuerdo quién soy — dijo la muchacha para sí misma, luchando por no volver a hiperventilar como cuando despertó de su letargo —.
Todo lo que había conseguido hasta entonces, lo había desandado con la llegada de la enfermera. Su cuerpo volvía a azotar de dolor, y le temblaba con fuerza. Su cerebro no podía volver a pensar en relajarse, necesitaba respuestas. Y su cuerpo estaba luchando ante el horror de sentirse indefensa en una sala de hospital. Se sentía como un ave que llega a una jaula y no sabe qué hace allí, ni que se espera de él.
Como le dijo la enfermera, llegó al momento acompañada de una médica. Ésta le hizo gestos para que abriera los ojos, la boca. Tomó su pulso y examinó sus pulmones.
Mídale la temperatura, Manuela. Seguid poniéndole los medicamentos como hasta ahora y seguiremos viendo cómo evoluciona — dijo la médica hacia la enfermera y luego dirigió la mirada a la paciente —. Te informo: Alguien te ha disparado en la cabeza. Hemos conseguido intervenirla y le extrajimos la bala. En principio ha tenido usted mucha suerte, no todas las personas que le disparan en el cerebro sobreviven. Deberá reposar. No sabremos en que puede haberle afectado esto. De momento, tiene que preocuparse por descansar.
La joven abrió los ojos y palideció ante tanta información soltada de golpe. Su cerebro aún estaba recogiendo la información de toda la situación, pero estaba claro que no había sido suficiente para asumirlo todo. Abrió la boca en varias ocasiones tratando de decir algo, pero no sabía que decir. De repente, se sentía muda ante aquella escena. Respiró aire de manera pesada, tratando de recomponer su fuerza.
¿Sabe usted quién soy? — Preguntó temiendo que la médica no pudiera responder esa pregunta —. No recuerdo nada de lo que me ha pasado. No recuerdo quién soy, ni porque estoy aquí.
Su tutora nos ha dicho que te llamas Nadya Díaz. Ahora mismo, desde enfermería están contactando con ella para que venga tan rápido como pueda. Ella te contará todo lo que necesites saber. Nosotros sólo sabemos que lo que importa ahora es que te recuperes. La amnesia puede estar perfectamente provocada por la bala. En unos días le haremos más pruebas y veremos si ha sufrido algún otro daño además de la amnesia. Mientras tanto, le aconsejo que duerma — finalmente miró hacia la enfermera para hablar con ella —. Adminístrale tranquilizante, necesita descansar y posiblemente en esta situación será difícil que duerma. Mantenedla vigilada hasta que vuelva a despertar, es posible que despierte de nuevo agitada. Debemos evitar que se haga daño.
La enfermera asintió con viveza en la cabeza. Se dispuso a administrarle el tranquilizante. Nadya asintió con pesar, ante todo lo que le había dicho la médica. Notaba como sus párpados le pesaban y cada vez le costaba más mantener los ojos abiertos. Tanta información había resultado abrumadora y pesada para la poca capacidad cognitiva que poseía en ese momento.
Cuando abrió nuevamente los ojos, la luz no le molestó tanto. Miró alrededor tratando de comprender donde estaba y pronto por su mente pasaron imágenes de los anteriores sucesos. Se llamaba Nadya Díaz, había una mujer que era su tutora y había sobrevivido a un disparo en la cabeza ¿Por qué la habían disparado en la cabeza? No podía comprender nada, no sabía quién había sido hasta ahora y porque alguien iba a querer dispararla. Se llevó las manos a la cabeza y palpó nuevamente, la tela rugosa que la recubría. Necesitaba mirarse en un espejo, ver cómo era, que presencia tenía. Necesitaba saber cómo tenía la cabeza. Hizo un amago de reincorporarse, pero una cálida mano en su brazo la frenó.
Nadya, estaba tan preocupada por ti. Es un milagro que estés viva— una mujer que rondaba los treinta años se abalanzó sobre ella y la abrazó con delicadeza. Una calidez reconfortante recorrió sus venas y cerró los ojos dejándose abrazar—. Pensé que te habría perdido. Ahora tienes que recuperarte y ponerte bien. Pronto te vendrás a mi casa y allí terminarás de recuperarte. Quieren hacerte pruebas, pero prefiero que te las hagan en un centro privado, allí estarás mejor atendida que aquí. Conozco a los dueños de ese hospital y te tendrán en palmitas.
Nadya frunció la nariz y el cejo ante la bienvenida de esa mujer. Se había sentido segura ante el abrazo que le había regalado. Pero no tenía ni idea de quien era. Algo hizo que se sintiera alarmada.
¿Quién eres? No recuerdo quien eres, ni quien soy. Ni mucho menos me acuerdo que me ha traído aquí— Nadya se separó de la mujer, dejando cierta distancia, estaba en alerta—.
No tienes de que preocuparte, Nadya, soy Nadezdah, tu tutora- respondió la mujer al percibir el temor de la joven que estaba en la camilla—. Yo te protegeré y no dejaré que te vuelva a suceder esto. Fue mi culpa. Fuimos a ultimar unos asuntos para mi negocio y nos asaltaron unos ladrones. Fue una mujer la que te dejó así. Ya he hablado con la policía. Cuando estés mejor, vendrán a hacerte unas preguntas.
¿Qué voy a decirles? No me acuerdo de nada de lo que pasó esa noche— repuso Nadya ante la mirada preocupada de Nadezdah—. Tienes un nombre muy raro. No me acuerdo de ti, ni nada anterior a despertar en este hospital. Tengo miedo, quiere irme a casa, pero no siento que tenga casa. ¿Y mis padres? Porque si mi tutora se encarga de mí ¿mis padres están muertos?
Nadezdah apretó los labios ante esas preguntas. Pero sabía lo que tenía que decir en ese momento. Era una mujer que aparentaba tener entre treinta y cuarenta años. Tenía el pelo azabache, largo, lacio y sedoso. Su flequillo recto y liso. Su ropa de telas de calidad, en un estilo elegante y fresco. Una camisa blanca, abierta en el escote. Las mangas eran fruncidas hasta el codo. La camisa la acompañaba con una falda gris, de tubo. La ropa estaba ceñida a su fina figura. Sus piernas eran largas y finas. Su rostro era suave y fino. La nariz pequeña. Los labios voluptuosos. Los ojos grandes, expresivos y ligeramente rasgados. Tenían un color arrecife que resultaba difícil no perderte en ellos algunas ocasiones. La gente cuando los miraba solía distraerse y eso solía generar situaciones incómodas.
Verás, Nadya. Tus padres fallecieron en un incidente hará cuestión de siete años. Tú tenías en ese momento diecisiete años. Lograste escapar gracias a unos amigos de tus padres, cambiaste toda tu vida. Acabaste tu carrera de periodista, trabajabas para una editorial colaborando para ella. Nos cruzamos por nuestro camino y llegaste a mi vida. Desde que estás en la editorial, eres mi mano derecha. Así es como me convertí poco a poco en tu tutora. Y en unos días dejaremos este hospital. Estarás mejor cuidada en el otro. Te harán las pruebas más rápido. La sanidad pública de este país es muy lenta— chasqueó la lengua con un gesto de indignación—. Así podrás hablar antes con la policía. He mirado ya el papeleo para el traslado. Y mi nombre, lo mismo me dijiste cuando nos conocimos. Era el nombre de una diosa de hace millones de años. Hay una leyenda muy bonita de la antigua Nadezdah. Recupérate y te la contaré.
Nadya observó a la mujer asintiendo su rostro y sintió una profunda curiosidad ahora que se sentía más relajada. Los relajantes habían tenido sus frutos.
¿Cómo era antes yo? — le costaba mantener los párpados abiertos, pesaban mucho y la luz dañaba un poco sus pupilas—.
— Pues eras una joven muy risueña y soñadora. Has sido muy fuerte estos últimos años desde que te conozco. Has sido quizá incluso más cabezota que yo — Se dibujó en el rostro de Nadezdah una sonrisa suave—. Nos conocimos cuando escapabas de tus propios demonios. Eso será mejor que lo vayas averiguando por ti misma. Quiero que cuando recuperes la memoria siempre creas en ti. No eres débil, ¿entendido?
Nadya contempló a la mujer ahogada en un mar de dudas. Estaba claro que no quería inmiscuirse, no obtendría mucha más información de ella por esas palabras ¿tan difícil era contarle más detalladamente qué hacía, a qué se dedicaba?
Está bien, Nadezdah. Como tú desees— pronto toda esa laguna de dudas se transformó en cansancio y fue cuando recordó que estaba en un hospital tras recibir un disparo en la cabeza—. Creo que lo mejor será que vuelva a dormirme.
En ese mismo momento entraba la enfermera que la socorrió cuando se despertó.
Es un milagro que esté viva. No debería atosigarla ¿no ve usted que está débil? Tenemos que tratarle con relajantes para que no esté tan alterada. Y está aquí poniéndola aún más nerviosa. Debería marcharse ahora mismo si quiere que se recupere pronto— la enfermera le espetó a Nadezdah tratando de intimidarla—.
No se preocupe, me estaba yendo ya. Mañana mandaré traer el avión y vendré a por ella para trasladarla. Ya rellené todos los permisos— dijo Nadezdah alzando las cejas elegantemente.
En cualquier caso, debería salir ya— la enfermera mostró la puerta de salida alzando ambas manos y Nadezdah obedeció ante aquel requerimiento saliendo de la sala del hospital con paso ligero—.
Nadya cerró los ojos en ese momento y cayó en un sueño profundo al instante. Cuando abrió los ojos, se encontraba en una habitación que le resultaba conocida. Llevaba puesto un camisón blanco, demasiado grande para su talla. Los pies los tenía descalzos, sentía el frío en las palmas de sus pies. Miró a su alrededor, había una niebla rojiza que cubría todo. Sentía como si la niebla la permitiera flotar alrededor. Podía caminar sin problemas, y moverse "¿sería que había pasado mucho tiempo desde que había estado en el hospital?". Comenzaba a dudar de su propia existencia en ese mismo momento. Estaba en estado de pánico, en shock. La única parte de su cara que no tenía paralizada eran sus ojos. Éstos bailaban de un lado a otro buscando información de todo lo que la rodeaba. Sus piernas no seguían las órdenes de su cerebro. Tenían vida propia; ella se dejaba guiar. El cuarto estaba completamente desordenado. Se veía una mesa de mármol blanco y cristal. En otro extremo podía ver la silueta de una chimenea. Estaba encendida y algunas llamas proporcionaban haces de luz a la salita donde se encontraba. En otro extremo había una estantería. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Nadya en ese lugar fue el desorden. Las hojas arrancadas de los libros que tendrían que estar en la estantería, decoraban el suelo. Nadya iba pisando las hojas a medida que caminaba. Después se percató de que en el fondo había una silueta. Parecía la silueta de un hombre y paso a paso ella se iba acercando a él. La niebla se iba espesando de tal modo que sentía como acariciaba la piel al pasar a través de ella. Sentía un hueco en el pecho a cada paso que daban sus piernas. En un momento, cuando estaba a un metro del hombre podía verlo perfectamente.
Se trataba de un hombre que rozaba los treinta años, aunque tenía varias arrugas en los ojos, su frente estaba arrugada, los ojos grandes, hasta saltones y punzantes a su vista. Los labios eran firmes, apretados. Su cuerpo era esbelto, fuerte. No estaba actualmente en forma, pero aún tenía restos de anterior entrenamiento. Las manos estaban apretadas, cerradas en puños. Pero algo en él le causó un vuelco al corazón. No sabía que era, pero sentía haberlo conocido antes. No le tenía miedo, aunque cualquier otra persona habría salido corriendo. Permaneció delante de él, observando sus gestos. El hombre poco a poco vaciló a la intensa mirada de ella y bajó la suya al suelo. Parecía que estaba reuniendo fuerzas para hacer o no hacer algo. Se notaba como apretaba la mandíbula en la sien. Levantó con esfuerzo la mirada y volvió a mirar con intensidad a Nadya.
Nuestro hijo debe morir— sollozó el hombre llevándose ambas manos a la cabeza, cerró los ojos apretándolos con fuerza y se dejó caer al suelo apoyándose en sus rodillas.
Nadya se paralizó ante esas palabras de manera instintiva se llevó las manos a su vientre. Se sobresaltó aún más cuando sintió como su vientra había aumentado de tamaño, así como sus pechos. Ahora mismo tenía el camisón justo en la zona de su abdomen. Caminó con pesadez hacia atrás y abrazó con ambos brazos lo que parecía su bebé. Negó con su cabeza sin comprender como había llegado a esa situación, ni que estaba pasando.
No, estaba en el hospital— murmuró negando la cabeza—. No puede ser, yo no estaba embarazada. No puede ser, estaba en el hospital.
No puede estar vivo. Nosotros lo sabíamos, no debimos… No puede nacer ese niño, Nadya— dijo el hombre tirado en suelo—.
No estoy embarazada, esto es un error. No puedes matar a mi hijo. No sé qué está pasando- espetó Nadya al hombre dejando que su melena cubriera parte de su cara y la ocultara.
Las lágrimas comenzaron a crear un sendero por el rostro de Nadya. Que giró sobre sí misma. Justo en la pared de la mesa había un espejo. Aunque se hacía sombra con la luz de la hoguera pudo ver su silueta dibujada en el espejo. Era la silueta de una mujer embarazada. También podía distinguir el brillante color rojo de su pelo. No sabía cómo era, ya que en el hospital no había visto su imagen "¿Pero porque no se había dado cuenta de que estaba embarazada?" "¿Y porque la mujer que fue a visitarla no le dijo nada de su estado?" Nadya llevó su mano a su boca, asimilando todo lo que estaba pasando. Era demasiado sobrevivir a todas esas noticias sin perder su cordura. Comenzó a llorar con fuerza y giró de nuevo sobre ella para mirar de nuevo al hombre. Buscó alrededor con la mirada buscando algo con que defenderse. La mejor opción que pudo ver fue un fino y elegante candelabro de una única rama.
No te acerques a mi o a mi hijo, ¿me entiendes? — Se agachó ligeramente, quedando con las piernas dobladas—. Como te acerques a mí, no volverás a ver la luz del sol.
No quiero hacerte daño, Nadya. Yo te quiero, pero el niño no debe nacer— respondió arrugando la nariz y levantándose para golpear con su puño la pared de detrás de él—.
En ese instante, detrás de Nadya alguien golpeó la puerta y todo sucedió como suma rapidez. Comenzaron a entrar muchas personas con trajes oscuros y todos iban armados. Nadya miró hacia ellos y el hombre con quien estaba corrió a situarse entre Nadya y los nuevos visitantes.
Levanten las manos. No queremos que nadie resulte herido— El hombre que iba más adelantado comenzó a hablar y él y los demás se pararon en su sitio apuntándolos con las armas aún—. Si nos hacéis caso, nadie saldrá herido. Nadya debes venir con nosotros.
No voy a ir con nadie ¿Quiénes sois? — Nadya comenzó a caminar hacia detrás y el otro chico la acompañaba a su mismo paso—.
No es una petición. Nadya Díaz, vas a venir con nosotros quieras o no quieras— comentó el cabecilla de las personas que acababan de entrar y alzó la mano derecha—.
En ese momento, todos los hombres armados que había detrás de él se lanzaron hacia la pareja que los contemplaban indefensos. Nadya utilizó el candelabro que tenía en sus manos para golpear a un par de personas. El otro hombre también consiguió librarse de varios, pero no tardaron en perder el control. Uno de los hombros tomó a Nadya de la cintura y en ese momento sintió como otras dos manos la agarraban de sus tobillos. Todo lo demás pasó muy rápido, trataron de taparle la boca para que no gritara y consiguió morder una de las manos del caos que estaba sintiendo. Un golpe en la cabeza le hizo que cerrara los ojos mientras escuchaba rugidos de furia del hombre que había intentado ayudarla. Pronto volvió a abrir los ojos y aunque apenas podía ver nada, sabía que era un lugar diferente. Sentía que estaba dentro de una película de miedo. En ese instante, un escalofrío recorrió su columna consiguiendo que se le erizara el vello de los brazos y nuca. Todo comenzó a darle vueltas, y tenía una sensación de irrealidad. Como si se tratara de un dibujo animado, o un personaje. Incluso sentía que veía la escena en tercera persona. Esa sensación de mareo se apaciguó con levedad a medida que conseguía respirar y llevar oxígeno a los pulmones. Volvía a estar en una sala médica, en una camilla tumbada. Pero en esa ocasión el escenario era frío y tétrico. Una luz, que no podía distinguir si era azul o verde, apenas le permitía contemplar su alrededor. Nadya se llevó las manos a su tripa cuando consiguió recordar que estaba embarazada, pero volvía a tener la tripa normal, no había resto de embarazo.
¡NO! ¡Yo estaba embarazada! — dijo mientras apretaba su vientre con sus brazos apretándolo con fuerza—. ¿Qué ha sido de mi hijo?
Con una fuerza que no entendía de donde había salido, salió corriendo hacia la puerta para tratar de salir. Con los pies descalzos, caminar sobre ese suelo helado le hacía sentir punzadas a cada paso. No sabía dónde estaba, pero necesitaba salir ya de ahí y dejar de sentirse como una víctima. Como internamente ya había supuesto, la puerta estaba cerrada con llave. Golpeó con tal fuerza la puerta que hasta sintió que con varios golpes así podrían rompérsele los huesos de la mano.
¡Dejadme salir! ¡Ayuda, por favor! ¡Quiero salir de aquí! — espetó ante la puerta, pero nadie acudía a rescatarla-. ¡Quiero a mi hijo! ¿Qué ha pasado con mi hijo?
*Continuará*
He terminado de corregir el primer capítulo de mi historia. Todos los derechos están reservados y lo publicaré también en la página de Wattpad. story/139788365
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