Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y a Toei.

Más fuerte

Ah… Por fin he llegado…

Casi creí que no estaría aquí, con todo lo que ocurrió en Palestra, y el Santuario…

Pero no. Este pedazo de hielo sigue aquí. Paso la mano por su superficie, siguiendo su contorno, y se me pone la carne de gallina, con el frío que desprende.

Qué recuerdos.

Lo encontré por casualidad el primer año que estudié en Palestra… Eso de no dormir por las noches tenía que tener algo bueno, supongo.

Mi mano se detiene sobre una zona machacada y llena de grietas. Reconozco el ligero tono rojo de su superficie: sangre, de cuando era más pequeño.

"Soy más fuerte", digo en voz baja. "Pero puedo serlo aún más."

Me coloco delante, como hice el primer día. Extiendo mi brazo, y toco el hielo con mi puño. Concentro mi Cosmos, y golpeo. Una pequeña esquirla salta y rebota en el suelo.

Maldita sea. Lo recuerdo. Lo recuerdo demasiado bien.

"Papá", susurro. Una lágrima se escurre por mi mejilla, y golpeo otra vez, más fuerte que antes.

Su memoria. Su muerte. Aún me duelen.

Vuelvo a golpear. Más fuerte. Abro más grietas.

Siento cómo cruje el guantelete.

¿Cuánto tiempo pasé preparándome para vengarle? ¿Meses? ¿Años?

Y cuando encuentro por fin a su asesino…

Mi corazón tiembla y se encoge. Tanto tiempo buscándole, tanto tiempo templando el fuego de mi interior, con el único pensamiento de vengarme.

Y…

Sonia…

Creía que era un monstruo.

Golpeo más fuerte. Otra vez. Y otra más. Una grieta se abre casi hasta el codo del guantelete.

Sonia…

No eras más que una niña pequeña, perdida y aterrada… Y no pude salvarte… ¡No pude!

Y cuando llegó el último encuentro, la última batalla… Con Apsu… No pude hacer nada…

Retrocedo, y me siento en el suelo. Empiezo a llorar, recordándolo.

Lo único que pude hacer fue enviarle mi Cosmos a Koga, para ayudarle.

Golpeo el suelo con los puños, frustrado. Jamás pensé que Koga, tal y como me lo encontré de vuelta a Palestra, llegaría tan alto.

Precisamente por eso, me volveré más fuerte.

Me levanto, concentrando mi Cosmos. Ignoro las grietas que cubren mi armadura, y vuelvo a golpear el hielo, una y otra vez, más y más fuerte.

"Por papá, para que esté orgulloso de mí", digo, con otro puñetazo. Los protectores de los dedos se rompen.

"Para nunca haya otra Sonia a la que no pueda salvar". Otro puñetazo. El hielo queda salpicado de rojo con mi sangre, ya que mis nudillos están en carne viva.

"Para que Koga no vuelva a estar solo ante nuestros enemigos". Tengo esquirlas clavadas en la carne. Los dedos y las manos duelen, y dejo caer gotas de sangre.

"Más fuerte", murmuro, con más puñetazos.

Más fuerte.

Más fuerte.

Echo el puño hacia atrás, cogiendo impulso y concentrando mi Cosmos.

"¡Por este mundo, me haré más fuerte!", grito con todas mis fuerzas. Mi puño golpea, el Cosmos estalla, y el pedazo de hielo desaparece.

Sonrío, al verme las manos llenas de heridas. Me giro, y me encamino de nuevo a Palestra. Creo recordar que tengo un paquete de vendas en mi cuarto…

Me alejo un poco antes de girarme y mirar al glaciar eterno. Señalo a la monumental pared de hielo que cruza el suelo, y sonrío de nuevo.

Mañana volveré.

Y seguiré viniendo todas las noches. Fortaleciéndome. Por este mundo que he jurado proteger.

Aún murmuro una última vez, antes de dirigirme a Palestra.

"Más fuerte…"