Título: Algún día es hoy

Autora: Ceshire

Fandom: Candy, Candy

Pareja: Candy/Terry

Género: Drama/Romance

Rating: M

Disclaimer: Los personajes del universo de Candy, Candy pertenecen a Mizuki e Igarashiy han sido utilizados en este fanfiction sólo por motivos de diversión y sin ningún fin de lucro.

Resumen:Candy y Terry se conocieron en el San Pablo, pero nunca fueron grandes amigos. Después de algunos años, el destino los pone de nuevo frente a frente, ¿seguirán ignorándose o se dejaran envolver por el amor?

Advertencia: Escena de sexo explicito.

Código de registro Safe Creative: 1801025252172

Capítulo 1: Teniéndolo todo, no tengo nada

Candice White Andley se miro al espejo y lanzo un suspiro de resignación. Su vida transcurría lentamente, a veces sentía que la rutina se apoderaba de sus días. Durante el día se encargaba de las relaciones públicas de las empresas Andley, además gracias a ello pudo empezar una fundación de donaciones y subastas para ayudar a las personas de pocos recursos, hospitales y casas hogar. Gracias al salario y al cheque mensual que recibía mes con mes pudo alquilar un departamento en la ciudad, en él se sentía tranquila puesto que las únicas reglas que seguía eran hechas por ella, sin embargo cuando la tía abuela, Elroy Andley, se entero, la obligo a regresar a la mansión de Chicago, con la eterna cantaleta de que una dama de sociedad no podía vivir sola y por sus propios medios.

Cualquier observador podría llegar a la conclusión de que la vida de la heredera Andley era prospera y satisfactoria. A sus veintitrés años era una hermosa joven, asediada por decenas de prospectos, y no era para menos, rubia, de ojos verdes, rica y con una esbelta figura gracias a sus caminatas diarias, además un carácter decidido y seguro, pero también tierno y caritativo.

Y como en todas las vidas, no todo es perfecto, siempre hay un "pero" y el de Candy era su soledad. Estaba completa e irremediablemente sola.

Después de graduarse del Real Colegio San Pablo y enterarse de que Albert era en realidad el tío abuelo William y su príncipe de la Colina, inicio una relación amorosa con su mejor amigo y mentor, después de dos largos años de expectativas y desencantos decidieron separarse antes de que fuera demasiado tarde y aquellos bellos recuerdos se vieran nublados por tormentas de desilusiones. Sin embargo, Albert evitaba el contacto con la rubia lo más posible y casi siempre estaba de viaje o en las contadas ocasiones que debía intimar con ella, la trataba con diferencia. A pesar de ello, Candy aún sentía amor por Albert y aquel sentimiento le pesaba cuando la realidad le pegaba. Sentía una punzada en el estomago cada que él salía con una nueva mujer, pero no podía reprocharle el que estuviera rehaciendo su vida, algo que para ella era imposible.

No conforme con ello, tenía que convivir con las otras parejas de la familia, Archie y Annie, Patty y Stear. Con la segunda pareja no tenía problemas, por el contrario le gustaba salir con ellos y divertirse sanamente, por el contrario, Archie y Annie cada vez eran más pasionales, en muchas ocasiones los había visto en besos y caricias candentes, a pesar de que estaban en lugares públicos, ellos no perdían la oportunidad para toquetearse. Después de que la pena de Candy llego a su límite, dejo de salir con ellos.

Señorita Candy, el chofer la espera – le dijo su doncella, de pronto regreso de su mundo de pensamientos y recordó que esa noche tenía una reunión muy importante con los miembros de la compañía teatral Stanford porque ellos darían una función para recaudar fondos para una pequeña clínica.

¿Mi abrigo? – le preguntó levantándose.

De inmediato se lo traigo.

Gracias, July – le sonrió a la tímida jovencita encargada de sus necesidades.

La fiesta sería en un elegante hotel de la ciudad de Chicago, no le gustaban ese tipo de reuniones donde se gastaba mucho, cuando el propósito era juntar dinero, pero trataba de guardarse sus comentarios, después de todo ella ya no era la misma niña que salió del Hogar de Pony y fue adoptada por los Leegan, ahora ella era una Andley y debía acoplarse al estatus de la sociedad.

Mientras el auto recorría la ciudad vio a una jovencita vestida de enfermera y comiendo un helado, la tía abuela se hubiera escandalizado de ser ella quien hiciera algo tan vulgar, como solía decir Elisa, Candy pensó que por una vez, después de tantos años de ser una maestra en la etiqueta, le gustaría ser libre, comer un helado, pasear por el campo, trepar un árbol.

Bufó con resignación al terminar sus locas ideas, el chofer le abrió la puerta y ella descendió del automóvil con gracia.

Entró en el salón principal atrayendo la mirada de los hombres jóvenes y de los no tan jóvenes. No estaba segura de quien sería su anfitrión.

¡Candy! – escuchó que la llamaba, se giró lentamente, saboreando el momento, reconocería esa voz aún con todo ese bullicio.

¡Albert! – exclamó emocionada y se apresuro para darle un fuerte abrazo. Había pasado casi medio año que no se veían o tenían contacto alguno.

Pequeña, ¿cómo has estado? – preguntó ofreciéndole su brazo para caminar.

Ocupada, Albert.

¿Mucho trabajo? – ella asintió sin mirarlo

Sí, eso también – la rubia había ocupado su tiempo libre en ayudar a Patty con los preparativos de su próxima boda con su querido primo, Stear, lo hacía para no tener que pensar en su desdichada y solitaria vida. Fueron a la mesa del buffet, donde los encontró el señor Hataway, accionista y director de la compañía de teatro.

Un placer conocerla, señorita Andley – le dijo cortésmente, besando su mano.

El gusto es mío, señor Hataway – después de media hora de ultimar los detalles de la función de beneficencia y con algunas copas encima, Robert se despidió prometiendo pasar a la oficina de la rubia para los arreglos finales se dirigió a saludar a la recién llegada pareja.

Candy no pudo evitar desviar su mirada a la entrada. No se sorprendió al ver a Terrence Granchester junto a su prometida, Susana Marlow, era la primera vez que lo veía después de que él abandonara el colegio, nunca tuvieron una buena relación, después de conocerlo en el barco Mauritania y de encontrarse por casualidad en la Segunda Colina de Pony, ella decidió que él era una mala influencia, además pasaba la mayor parte del tiempo con sus primos y amigas. Por la sección de sociales que obligadamente tenía que ver por las mañanas, sabía que estaba a punto de casarse con la señorita Marlow, hija de un adinerado farmacéutico. Por las lenguas sueltas de las demás chicas casaderas y envidiosas, sabía que Terry la consentía en cada uno de sus caprichos de niña mimada. Recorrió al actor con la mirada, aquellos chismes eran ciertos, era un hombre muy atractivo, pensó que los años lo habían beneficiado. Las facciones de su rostro dejaron de ser las de un niño, trasformándose en angulosas, sus gestos lo llenaban de enigma y su andar era simplemente elegante. Suspiró con fastidio, en algún momento de la noche, tendría que dirigirle la palabra.

¿Sucede algo, Candy? – le preguntó Albert.

En absoluto.

Ven, vayamos a la terraza hay muchas cosas que quiero contarte.

Candy de nuevo tomó el brazo de Albert, de pronto sintió que alguien la mirada detenidamente, se giró pero no vio a nadie, se dijo que se estaba volviendo paranoica.

Sin embargo, en cuando ella giro de nuevo su cabeza, unos verdiazules ojos la siguieron hasta que se perdió de vista.

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Albert le contó acerca de su viaje, Candy también le conteo sobre sus actividades, de cómo la tía abuela insistía en que ya casi se quedaba como solterona. Ahí, hablando de tonterías y vivencias, Candy sintió una calidez en su corazón, era como antes, era como si el tiempo regresara.

Candy… - dijo nervioso el rubio

¿Qué pasa, Albert? – ella sonrió para darle confianza.

Conocí a alguien en mi viaje a Canadá… - contestó desviando la mirada – no quiero hacer mucho ruido aún, pero creo que ella es la indicada… ella es…

¿Qué es lo que me quieres decir? – Candy sintió rabia, celos.

En mi próximo cumpleaños, so todo sigue como ahora, voy a pedirle que se case conmigo – le confeso Albert. Candy guardo silencio un largo momento, tratando de digeriri aquella información.

¿Ca…sar…te? – tartamudeo, incapaz de mirarlo, los ojos le escocieron.

Sí.

Pero, ¿por qué? – su intención no había sido parecer brusca, pero las palabras le salieron con un tono grosero y amargo. Albert la miro estupefacto – Perdóname, estoy sorprendida, además llevan tan poco tiempo saliendo, ¿no crees que es precipitado? Deberías pensarlo mejor, sería un paso muy importante, una decisión que trae muchas consecuencias, ¿ya pensaste en ello?

Lo sé y lo he meditado mucho tiempo, pero la amo, quiero estar con ella el resto de mi vida – dijo en un tono de disculpa, después se recupero, puso una cara seria – Deberías estar feliz por mí, felicitarme y no cuestionarme y juzgarme, qué pasa contigo, Candy.

La rubia desvió la mirada al interior del hotel. Sentía un hueco en el estomago. No, no estaba feliz con lo que le estaba diciendo, ¿cómo podría? Si ese había sido un de los hechos que los llevaron a terminar su relación, el que Albert no diera señales de querer casarse con Candy, que ese sería un eterno noviazgo debido a que el patriarca Andley no estaba listo para dar ese paso tan grande. Cómo decirle "Felicidades" cuando ella aún guardaba la esperanza de volver a su lado, cuando ella aún lo amaba.

Se forzó a sonreír.

Quiero que la conozcas – dijo de pronto Albert, aquello ya era demasiado.

Albert, ahora, no. Tengo que intimar con la compañía, en otra ocasión, ¿si? – el rubio la conocía muy bien y de inmediato comprendió que algo no estaba bien con ella, pero decidió que era mejor dejarla ir.

Claro, será otro día.

Pero Candy no intimó con nadie esa noche, por el contrario, reclamo su abrigo y su bolso y con lágrimas en los ojos salió rápidamente del recinto. El desconsuelo que le provocaba tener que decirle adiós definitivamente a su primer amor, la invadió con una tonelada de desdicha.

Estaba tan desesperada por irse que no sintió como algo se interponía entre ella y la salida.

¡Pecas, fíjate por dónde caminas! – gritó Terrence Granchester, pero la rubia ni siquiera se volvió para disculparse, ni siquiera supo quién le hablaba puesto que las lágrimas ya le nublaban la vista. Sin embargo en su acometida, a Candy se le cayó su crucifijo. Terry lo recogió, sonrió pensando que era como la zapatilla que había dejado Cenicienta, pero recuperó su semblante serio, él no era el príncipe del cuento y esa rubia no era una princesa, metió el crucifijo en su bolsillo.

Ya arreglaremos cuentas tú y yo, pecosa – murmuró, empezó a caminar y sintió como alguien lo tomaba por el hombro.

¡Terry! – exclamó Albert, el castaño se volvió al reconocer la voz de su antiguo compañero de pelea.

¡Albert! – sonrió - ¿o debería llamarte William Andley? – los caballeros se estrecharon la mano afectuosamente - ¿quién imaginaría que el uno de los hombres más importantes de América frecuentara bares de mala muerte y se inmiscuyera en peleas callejeras? – dijo en son de sana burla.

Bueno, si el hijo de un duque lo hacía – respondió el rubio - ¿cómo has estado? Escuche que dejaste el colegio y viniste aquí, a Estados Unidos, para convertirte en actor.

Es un buen resumen de lo que paso, tenemos que hablar de muchas cosas, Albert – Susana llego a su lado y tomo el brazo de su prometido.

Querido, te estamos esperando – miró al rubio y le sonrió.

Perdóname, encontré a un viejo amigo, te presento a William Albert Andley, Albert, ella es mi prometida, Susana Marlow – el rubio tomó la mano de la chica y la beso, ella le sonrió en respuesta.

Un gusto, señorita Marlow.

Igualmente, señor Aldley – Terry decidió que no era prudente contarle a Susana como había conocido al rubio, así que hablaron un poco de cosas triviales – Me pregunto dónde se estará nuestra anfitriona.

¿Candy? – preguntó Albert, Susana asintió – Iré a buscarla – acto seguido dejo a la joven pareja. Terry apretó el crucifijo.

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Candy llegó a la mansión de las rosas y en cuanto el chofer le abrió la puerta, bajo corriendo, ni siquiera escucho a la tía abuela llamarla, no puso atención a July que bajaba las escaleras y casi la empuja, ella solo quería estar sola para dar rienda a su tristeza, paso toda la noche encerrada, solo llorando desconsoladamente.

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Candy despertó sintiendo que la cabeza le daba vueltas, le costaba mover su cuerpo. Sentía que no tenía energías para nada.

Adelante – dijo cuando escucho que tocaban la puerta. Era Yuly. La joven no se atrevió a preguntarle si estaba bien, solo se limito a dejar la bandeja con el desayuno en la cama de la rubia. Candy miraba hacia la ventana para evitar el contacto directo con su doncella – Gracias – dijo cuando la joven alcanzó la puerta para retirarse.

Candy se acomodó en su cama y tomó el jugo, no deseaba leer el periódico y enterarse de que la criticaban por ser una pésima anfitriona y haber huido de su reunión la noche anterior, pero debía afrontarlo.

Abrió la sección de sociales, sentía un repulsivo sentimiento cada que debía enterarse de la vida privada de los demás, pero de alguna manera era parte de su trabajo. Así fue como supo que Ixchel O'Connor se había separado y en venganza al escándalo que había provocado que el respetadísimo señor O'Connor la engañaba con una mujer 20 años más joven, subasto todas las joyas que él le había regalado en la época en que eran felices para apoyar causas como las que Candy promovía. No le gusto ser parte de aquel juego, pero gracias a ello, el pueblo tenía un mejorado hospital.

No leyó los titulares, solo miró las fotografías, después de todo, una imagen dice más que mil palabras, ¿no? En la parte central estaba la fotografía de Terrence Granchester junto a una radiante Susana Marlow. Medio leyó el artículo donde se anunciaba su compromiso y futura boda, además hablaba un poco de la trayectoria del joven actor. Desde que no le interesaba la farándula decidió seguir hojeando el periódico.

Había una artículo mediano, que hacía referencia al próximo enlace entre Patricia O'Brian y Alistear Cornwell, sonrió satisfecha, por fin sus queridos amigos estarían juntos para siempre.

Siguió hojeando y una pequeña fotografía al final de la sección atrapo su atención y su, ya de por si maltrecho corazón, se deshizo. En la imagen aparecía Albert, no estaba segura de dónde la habían tomado, pero junto a él caminaba una despampanante mujer pelinegra. Amos se sonreían mutuamente, sin imaginar que algún fotógrafo los seguía de cerca.

Ella era la futura esposa de Albert.

Sin quererlo, ni poder evitarlo, las lágrimas volvieron a sus ojos.

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Terry estaba cómodamente sentado en su estudio, revisando algunos libretos, los dejo en el escritorio y recargo su cabeza en el respaldo del elegante sillón de cuero negro. Giro su cabeza a la derecha y vio el periódico del día que seguramente el mayordomo dejo ahí. Paso las hojas sin demasiado interés, miro la sección de política y cuando llego a la sección de sociales, decidió que no le importaba la vida ajena y tiró el periódico a la basura.

Sacó el crucifijo de su bolsillo, muy temprano había ido al edificio de oficinas del consorcio Andley con la intención de devolvérselo a su dueña, pero le dijeron que ella no había llegado, espero media hora y no la vio aparecer, decidió que era demasiado y se retiro. No era mala idea hacerla sufrir un poco. Terry tenía algunos recuerdos de la pecosa, nunca lograron intimar como amigos, pero él se sentía extrañamente atraído hacia ella, cada vez que se encontraban el castaño la hacía rabiar, pero ella con el tiempo dejo de contestarle y solo se limitaba a quedarse callada y retirarse. Hasta ese día… el día que él decidió dejar el colegio y perseguir su sueño.

Terry no era tonto, sabía que algo había pasado para que la jovencita revoltosa que entró al San Pablo y que se escapaba por las noches de su habitación para ir a la de sus primos se volviera sombría. Además la noche anterior, cuando chocó contra él, se dio cuenta de que estaba llorando desconsoladamente. No estaba seguro de por qué pensaba en eso ahora, cuado ambos llegaron al Colegio, sintió curiosidad por esa jovencita por su carácter fuerte y sus ojos tristes, de la cual solo quedaba lo segundo.

¿Qué te paso, pequeña pecosa? – se preguntó, no solo por la noche anterior, algo, en el pasado lejano, la atormentaba y la había convertido en una muñeca de aparador. –Adelante – dio la orden al escuchar el ruido de la puerta.

Buenas tardes, Terry – saludo Susana, el andar de la rubia era elegante y cuidadoso.

Susy, qué haces aquí - dijo en un tono de fingido reproche.

No te vi en el teatro, así que vine a darte tu beso del día.

Robert iba a hacer audiciones, es muy aburrido estar ahí – Susana llego a su lado y lo beso, él la tomo por la cintura.

¿Adivina qué? – le dijo la rubia cuando terminaron el beso – Hoy salieron las fotografías de nuestro compromiso – Terry no dijo nada, a él no le gustaba que su vida privada se ventilara, sin embargo sabía que para Susana era importante que se hiciera público – No te emociones tanto – dijo en tono de reproche, el medio sonrió y ella suspiró – lastima que se haya visto opacada por otra noticia.

¿Cuál? – no lo preguntó porque le interesara, solo para hacer conversación.

Albert Andley, parece ser que al fin le encontraron su talón de Aquiles – le saco el diario del cesto de basura y busco el artículo – Míralo por ti mismo – le mostró la fotografía. Terry la miró con detenimiento, no es que le importara si Albert al fin encontraba a la mujer de su vida o no, pero al mirar esa imagen presintió que algo iba a pasar.

¿Tienes frío? – le preguntó Susana al ver que se estremecía por el escalofrío.

No, no es nada.

¿Tienes planes para almorzar?

Contigo, solamente – le contestó galantemente y salieron del estudio.

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No quería ir a la oficina, pero tenía una cita para concretar los últimos detalles de la función con Robert Hataway, mientras el auto con la insignia Andley recorría la ciudad, ella solo miraba su rostro, reflejado en los cristales oscuros. Aún tenía los ojos hinchados por el llanto. Instintivamente se llevo la mano al cuello.

¡No esta! – murmuró bajando la mirada - ¡Mi crucifijo! – se alteró, con tantas cosas en ocupando su mente no se había percatado que ya no pendía de su cuello - ¿Dónde estará? – de alguna manera ese objeto era lo único que le recordaba quién había sido y perderlo era como perder una parte importante de su vida. Decidió que lo buscaría en su habitación en cuanto regresará. No podía estar en otra parte.

Pronto estuvo frente al edificio.

No guardes el auto, Ryan – le dijo a su chofer – no tardaré mucho. - Acto seguido entró al elegante edificio.

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Terry dejo a Susana en el teatro y se encamino hacia su próxima cita. Buscó en su bolsa y encontró lo que buscaba. Se detuvo frente al enorme edificio y miró el crucifijo. Era un objeto fino, nunca había visto a una señorita con semejante cosa, normalmente las chicas que él conocía lucían joyas, diamantes y demás cosas para presumir. ¿qué significado tendría? Quizá el único recuerdo de su madre fallecida. Había escuchado el rumor de que era adoptada, aunque jamás lo confirmo, así que no sabía muy bien. Suspiro con desesperación. A él qué más le daba.

Entró al edificio y se dirigió al piso correspondiente.

Buenas tardes – lo saludo la recepcionista, no mayor a los treinta años y vestida sombríamente.

Buenas tardes – él sonrió con galantería – la señorita Candice Andley – la mujer se quedo sin aliento al escuchar su seductora voz y le tomó un segundo recuperarse.

¿Tiene cita con ella? – le dijo sonrojada.

No exactamente, vengo en representación de Robert Hataway.

Un segundo, le informaré – la joven tocó la puerta y en cuanto escucho la orden de entrar desapareció. Terry se sintió inquieto, no entendía por qué estaba sintiendo un cosquilleo en su estomago, ella no significaba nada, nunca lo hizo, pero entonces qué eran esos nervios, pensó confuso.

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Señorita Andley, la busca el señor Terrence Granchester – le dijo a la rubia. Ella levanto la mirada de sus documentos.

¿Quién? – levantó la ceja, extrañada.

Terrence Granchester – repitió – dice que viene en representación de Robet Hataway – Candy lo pensó, le pareció muy extraño que fuera él precisamente quien asistiera a la cita cuando sabía que Terry siempre era indiferente a ese tipo de cosas.

Dile que pase – la chica se retiró.

Candy se asomó por la ventana.

¿Qué hace aquí? – se preguntó a sí misma.

Continuará…

Espacio Para Charlar

Me han solicitado mucho esta historia, así que me he decidido a terminarla, pero les aviso (jaja, luego, luego con amenazas) que actualizaré cada dos semanas, hasta este momento hay 7 capítulos escritos, lo que me dará oportunidad de escribir los restantes 8 que faltan.

De verdad me disculpo por la demora, no es que me sienta la gran cosa y me de mis aires de grandeza pero mi vida se ha complicado de una manera en la que me es imposible sentarme a escribir el tiempo que quisiera, pero para cumplir mi compromiso con las chicas que piden este fic y para que mi vida diaria no se vea tan agitada con esto, necesito de ese tiempo, espero lo comprendan.

Deseo que me acompañen a darle FIN a este fic. Gracias por su espera y paciencia.