Los personajes de Candy Candy pertenecen únicamente a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi, esta versión del final ha sido hecha sin fines de lucro y por motivos de entretenimiento.

Hace apenas unos días regresé a mi querida America, por unos años estuve viviendo en Londres, estudiando en el Real Colegio San Pablo, un lugar que para nada iba conmigo y que exactamente fuera la razón de mi entusiasmo desmedido por volver, pues desde mis 15 años que no había vuelto a estar aquí.

Mi vida siempre ha sido difícil, pero supongo que ahora estando tan cerca de personas conocidas será aún peor, sé lo que me espera y tengo muy en claro mis obligaciones, solo que en circunstancias como en las que vivo a veces es difícil no desear haber nacido bajo otras condiciones; en una vida más sencilla, sin importar que no tuviera las riquezas que según poseo.

Antes de bajar del barco cerré los ojos imaginando que la tía Elroy, Rosemary y el pequeño Anthony me esperaban con los brazos abiertos, mi hermana seguramente estaría agitando un pañuelo blanco y mi tía me dedicaría esa mirada severa tan característica suya y yo, yo caminaría feliz de encontrarme con ellos… para mi desgracia todo eso solo podía pasar dentro de mi cabeza, Rosemary ya no está conmigo, Anthony ya no es un pequeño niño y mi tía… ella aunque quisiera no podría ni acercarse al puerto, el simple hecho de estar presente aquí, traería complicaciones. Así que solo camine acompañado de George y abordamos el coche tan rápido como pudimos para no llamar atención innecesaria.

El viaje fue largo, por precaución George había decidido llevarme personalmente hasta Chicago, dentro de un coche acondicionado especialmente para que yo me transportara en él; aunque los vidrios eran oscuros para ocultar mi identidad yo podía observar muy bien como todo había cambiado desde mi partida, aunque fueran solo unos años el cambio era notable.

Nos detuvimos un par de veces antes de llegar a nuestro destino, porque, aunque quisiéramos llegar lo antes posible debíamos descansar como era debido.

La tía Elroy me esperaba ya en Chicago, había ideado bien la forma para que yo llegara sin correr el riesgo de ser visto por mis sobrinos, pues hasta antes de mi regreso ellos vivían con ella en la mansión y por esta misma causa habían sido enviados con anticipación a una villa familiar. No había problema si los empleados me veían, de hecho, casi todos me conocen muy bien y saben el gran secreto que resguarda la familia. Así que justo como George lo predijo llegamos un lunes por la noche, bajo la seguridad de las penumbras.

La tía Elroy me recibió emocionada, no tanto como yo lo desearía, pero lo suficiente como para hacerme sentir que me extrañaba. Desde la muerte de Rosemary ella se hizo cargo de mí siendo muy estricta, pero no la culpo, tratar de criar al futuro representante de los Andrew no es una tarea para cualquiera y menos si este corre peligro y es un niño pequeño que rompe con todos los estereotipos de la época.

Todo iba bien, la plática fluía y aunque solo conversáramos sobre cosas triviales me sentía cómodo, pero de un momento a otro el tema inevitable salto a la luz, ¿Qué haríamos ahora que había vuelto? Pues bien, lo primero era pensar en donde viviría; cuando estaba en Londres podía vivir con otro apellido, pero ahora las cosas eran diferentes, ni siquiera debía tener relación aparente con los Andrew y eso la verdad que era bastante difícil pues George debía comenzar a inmiscuirme en los asuntos familiares como estaba predicho.

En cuanto escuche a la tía Elroy mencionar la palabra Lakewood mi cuerpo automáticamente se tensó.

—Tía Elroy, preferiría vivir en otro sitio —le comenté tratando de sonar indiferente.

—Por supuesto que no, tú no puedes estar en cualquier sitio, aunque nadie pueda verte, debes de vivir como un Andrew —me replico ella inmediatamente.

—Preferiría quedarme en un lugar en donde llame menos la atención y corra menos riesgos de ser descubierto.

—William, he dicho que no, vivirás conmigo y tus sobrinos, es mi última palabra.

Yo comprendía su situación, no es fácil estar a cargo de 4 personas y que estas estén en diferentes sitios, además la lejanía y tranquilidad de Lakewood sería una aliada para nuestro secreto, pero para mí no lo era ni lo será nunca. Lakewood todavía tiene recuerdos dolorosos que pienso no superare nunca, pero bueno… de todas formas termine obedeciendo y yéndome con ella.

Por precaución yo me instale en la parte olvidada de la residencia, lo que me ocasiono mucha nostalgia pues el escenario era desolador; ver las habitaciones vacías sin mis padres o mi hermana, fue algo sumamente doloroso, su antiguo jardín estaba intacto, como si ella continuara aquí cuidándolo, aunque en realidad el que había asumido la responsabilidad era su hijo Anthony….

En uno de mis arranques no pude evitar dirigirme al despacho que alguna vez fue de mi padre… todo estaba intacto, la tía Elroy había ordenado que nadie moviera nada hasta que este fuera ocupado por mí, la verdad es que quería mantenerlo, así como un recuerdo. Luego de un buen rato de estar sentado en el sillón en el que seguramente muchas veces estuvo sentado mi padre hasta altas horas de la noche decidí husmear entre sus cosas, quizás encontraría algo que me ayudara a viajar en el tiempo y me hiciera recordar. Por desgracia no encontré nada, solo libros, notas y documentos.

Estaba por salir del despacho cuando al levantarme del sillón escuche el chirrido de una tableta falsa, me llamo la atención que toda la habitación estuviera en excelentes condiciones y que nadie más notara este desperfecto, me incline para levantar la alfombra que había debajo y me lleve una gran sorpresa al descubrir que esta tableta ocultaba algo, la saque de su sitio y allí entre el polvo yacía un viejo libro envuelto en un pañuelo.

Supuse que sería un diario porque justo en la primera página estaba escrito con puño y letra el nombre de mi padre, William C. Andrew leí, pero solo eso tenía, todas las demás paginas estaban en blanco, fue extraño… en ese momento los pasos de George me pusieron en alerta y deje todo en su sitio excepto el libro, ese preferí quedármelo, a partir de ahora sería yo quien escribiría en él.

George había pasado a buscarme a mi habitación en donde se suponía debía de estar, pero al no encontrarme se puso a revisar por toda la mansión, nadie, absolutamente nadie debía enterarse de que yo también vivía allí.

La razón de su búsqueda no era otra que la de comenzar con el entrenamiento para irme haciendo cargo de mi trabajo. Yo lo había olvidado por completo, estar encerrado todo el día en serio que era agotador.

Así pase varios días más hasta que no lo tolere, estaba harto de estar encerrado sin tener con nadie más para hablar aparte del inexpresivo George y mi tímida mofeta Pupe. Ambos necesitábamos salir a tomar aire fresco. Decidido tome algunas cosas y salí por la ventana cuidando que nadie me viera, ya me había tomado la molestia de averiguar muy bien los horarios de las actividades que realizaban los demás habitantes de la casa. Pero inmediatamente después de salir me di cuenta que no llamar la atención sería algo inevitable, mis ropas finas y el aspecto indudable de los Andrew me delataría al instante así que decidí regresar y aguardar a que George volviera.

Cuando llego deje que la clase concluyera para comentarle la inquietud que tenía.

—George…

—Sí señor.

—Quiero pedirte un favor.

Inmediatamente después de escuchar mis últimas palabras una ceja se elevó sobre la otra —dígame, ¿Qué necesita?

—Sabes, me aburro mucho estando aquí solo sin nada que hacer… —comencé a decirle, pero el rápidamente me corrigió.

—Por supuesto que tiene cosas que hacer, leer sus libros, por ejemplo.

—Bueno sí, pero desearía poder leerlos fuera de aquí, bajo la sombra de un árbol, sentado en una de sus ramas o no se… por lo menos tirado en el pasto —le respondí casi si entiendo la frescura del viento en mi rostro.

—Sé a qué se refiere y lo comprendo, pero le aclaro, la señora Elroy no estará de acuerdo.

—Lo sé, por eso te pido que me ayudes, no es otra cosa más que un cambio de ropa mucho más humilde y algo que me ayude a ocultar mi identidad.

—En ese caso supongo que puedo ayudarle, pienso que tampoco es justo para usted que se la pase encerrado.

—Gracias George…

—Por nada.

Y pues bueno, gracias a su intervención en estos momentos puedo disfrutar de los cálidos rayos del sol; al día siguiente que lo vi, llego con una chaqueta café bastante cómoda, una bufanda blanca, unos jeans azules y unas botas de trabajo, además de unas gafas de sol; por mi cuenta he decidido dejarme crecer la barba y los cabellos, pues cuando me vi en el espejo lo primero que pensé fue en un trotamundos.

Gracias a mi disfraz las cosas han ido mucho mejor para mí, tengo la libertad de pasearme por los rincones de las propiedades solo cuidando que los guardias no me vean y no es por alardear, pero eso es sumamente fácil.

Ha decir verdad no se ajustaba ni un mes desde que había iniciado con esta costumbre cuando la tía Elroy me descubrió; lo hizo cuando yo iba entrando por la ventana. Pupe y yo habíamos estado tan emocionados de salir a pasear que olvidamos por completo la hora, trayendo como consecuencia un retraso que provoco lo ya antes mencionado. No llegue a tiempo para cambiarme y justo cuando cruzaba la ventana ella abría la puerta. Fue inevitable, discutimos.

—¿Cómo puedes ser tan inconsciente William? —me replico severamente —solo mírate, crees que vistiendo así nadie se dará cuenta, crees que solo por ocultarte bajo esa maraña de cabellos no llamaras la atención — y bla bla bla, me da flojera recordar todo lo que me dijo, ni siquiera le respondí nada, estaba tan molesto que solo tomé mis cosas y salí de nuevo, no quería estar allí ni un segundo más. No se me ocurrió ningún otro sitio a donde huir, así que camine en dirección a la cabaña del bosque, un lugar en el que mi padre y yo solíamos ir a pasar el día cuando tenía tiempo libre para mí.

Al entrar me sentí mucho peor, todo estaba sucio, bajo una gran cantidad de polvo y telarañas, era obvio que nadie había vuelto allí en mucho tiempo, el sillón favorito de mi padre ya estaba podrido por el tiempo y el olor a humedad era casi insoportable. Abrí puertas y ventanas para que el aire circulara en el interior de la cabaña y me puse a limpiar, aunque fuera un poco, no sabía por cuanto tiempo iba a estar allí.

Durante mis vacaciones en Escocia que eran por parte del colegio tuve la oportunidad de desarrollar mis habilidades para cuidarme solo, solía escaparme y convivir con los pescadores o bien perderme en el bosque solo para probarme a mí mismo que sobreviviría. Así que luego de buscar una rama perfecta me encamine al rio que no estaba a más de cinco minutos de distancia. Me encontraba yo pescando muy tranquilamente, eran cerca de las ocho de la noche y aparentemente todo estaba en completa calma hasta que de pronto unos gritos a lo lejos llamaron mi atención, lo primero que pensé fue que el guardabosques andaba cerca, así que deje de hacer lo que hacía para ocultarme, estaba pues dispuesto a irme cuando los gritos sonaron más y más cerca, y no era un hombre quien gritaba en lo alto de la cascada, apenas y tuve tiempo de reaccionar cuando un pequeño bote salto desde lo alto arrojando al vacío a una niña, sin pensarlo dos veces y dejando que mi instinto reaccionara salte al agua para rescatarla, sus cabellos rubios cubrían su rostro completamente y después de descubrirle la cara me di cuenta de algo, su rostro era tan parecido al de alguien, la tome entre mis brazos y la lleve conmigo a la cabaña, seguramente tardaría un poco en reaccionar, para ella el susto habría sido incomparable.

Al llegar la acomodé en uno de los viejos sillones y descubrí su rostro nuevamente solo para tratar de hacer memoria, ella me era tan familiar; me senté a su lado, pero con una distancia prudente para que no se asustara al momento de volver en sí y continúe pensando donde era que la había visto hasta que un lejano recuerdo llego a mí… sí, la había conocido en una de mis escapadas por los alrededores.

Hace muchos años una pequeña niña lloraba desconsolada en el pasto mientras sujetaba una carta… está de más decir cómo fue que llegue a esa colina y cómo fue que me acerque a ella al escucharla llorar… su llanto era tan honesto que no me pude resistir a hablarle, George no tardo mucho tiempo en encontrarme, desde aquellos tiempos ya andaba detrás de mí como una sombra y yo solo alcance a decirle esa última frase… vaya casualidad del destino.

Al cabo de un rato ella despertó y acabe de confirmar mis sospechas sus ojos y sonrisa, sí, era ella, casi no había cambiado nada. No esperaba que me conociera y de hecho era lo que más me convenía, yo estaba resguardado detrás de mi barba y largo cabello, eso sin contar la eternidad de tiempo que ya había pasado desde entonces, y fue por eso que solo conseguí asustarla en cuanto recobro el sentido, casi inmediatamente la invite a tomar sopa caliente, en su estado, completamente empapada y siendo ya de noche era lo mejor. Total, fue extraño habérmela encontrado bajo estas circunstancias, ella a punto de morir y yo huyendo de mi tía, supongo que el destino obra de maneras misteriosas y acertadas.

Por la hora no considere prudente llevarla hasta la mansión Legan, según ella de todas formas no tendría sentido, igual la retarían o incluso peor aún la mandarían de regreso al Hogar de Pony como llama ella al orfanato donde creció.

Me sorprendió su capacidad de aceptar las cosas como vienen, sin lágrimas ni nada, muy contraria a mí.

A la mañana siguiente me desperté sorprendido de verla ya levantada muy apurada preparando el desayuno y la verdad no pude evitar preguntarle porque se había levantado tan temprano, se supone que una niña por salud debe dormir bien. Se me partió el corazón cuando la escuche decir que ella se levantaba todos los días antes del alba, al decir que ahora vivía en casa de los Legan me hizo pensar que había sido adoptada como dama de compañía o algo así, pero jamás imagine que fuera una empleada que vivía en un establo cuidando de los caballos como si se tratase de una persona mucho mayor, pues esas son tareas que hace una persona adulta y no una niña que debería de estar jugando y divirtiéndose con otras niñas más. Sabía que los Legan eran algo especiales, pero no pensé que fueran esa clase de personas.

Luego del almuerzo decidió que era hora de volver y entonces me despedí de ella quedándome muy pensativo por el reencuentro, he de admitir que aquella vez en la colina lo que más me sorprendió de ella fueron sus ojos, pues me recuerdan tanto a mi querida Rosemary y el hecho de que ella no tenga padres como yo me hizo sentir mucha empatía por ella, me pregunto que pasara cuando regrese con los Legan, espero que Sara no sea dura y le permita seguir trabajando, aunque eso no me agrade del todo, no está bien para una niña.

Le propuse mantenernos en contacto por medio de botellas enviadas por el rio, pues, aunque no debería importarme desde ahora me preocupa lo que le pase y como se sienta.

No estaba del todo seguro si ella llegaría a enviarme algo, a pesar de haberla salvado sigo siendo un desconocido, pero de todas formas decidí colocar una red en caso de que mandara algo. Luego de eso me adentre en el bosque paseando y jugando con mi mofeta. Cuando ya empezaba a caer la noche Pupe y yo nos dirigimos de nuevo a la cabaña, pronto anochecería y aunque ambos fuéramos lo suficientemente capaces como para pasar la noche en la intemperie, optamos por volver. Ya estaba yo acostado más dormido que despierto cuando Pupé salto de mis brazos con prisa en dirección al rio, se me hizo extraño su comportamiento y tallándome los ojos para ver mejor la seguí solo para asegurarme de que todo estaba bien, pero al llegar a la puerta pude ver que ella intentaba alcanzar algo estancado en la red que había puesto.

Camine apresurado recordando el acuerdo que Candy y yo habíamos tenido, seguramente era una nota suya… Y sí, efectivamente lo era, destape la botella y desdoble el papel con cuidado de no mojarlo; al leer la nota me entere de que sería enviada a trabajar a otro sitio, por suerte no sería de regreso a su orfanato, aunque eso no significa que sea mejor, porque de todas formas la condición en la que ira será como una empleada… quizás si la hubiese ayudado a regresar esa misma noche las cosas serían diferentes, pero conociendo a Sara tal vez no, me pregunto cómo es que ella puede ser tan dura con una niña de la misma edad que su hija, porque eso es Candy, una niña.

Por un momento sopese la idea de regresar a la mansión, quizás podía hacer algo para ayudarla, tal vez lograría convencer a la tía para ofrecerle trabajo con los Andrew y de cierta forma procurar que no se matara tanto trabajando, pero inmediatamente me negué, todavía no deseaba volver, quien sabe hasta cuándo tendría la oportunidad de estar así como lo estaba ahora, tranquilo, disfrutando de este hermoso paisaje bajo las estrellas; volví a doblar la hoja, mañana pensaría mejor las cosas para ayudar a la pequeña Candy y entonces me acosté dispuesto a continuar con mi descanso, pero justo cuando Pupe se había acomodado en mi regazo alguien abrió la puerta de golpe, busque mi bolsa y tome mi manta y con agilidad pude escapar, pero justo al salir de la cabaña y disponerme a correr en dirección al bosque otro hombre me llamo por mi nombre.

—¡Señor Andrew deténgase!

Yo me pare de golpe, hasta hace unos instantes uno de ellos había entrado a la cabaña y me había echado a punta de balazos y ahora resultaba que me conocían.

—¡Eres un idiota! Como te atreves a dispararle al señor —grito el hombre mayor al otro —si la señora se entera te echara ¡imbécil! —lo reto dándole unos buenos sombrerazos y entonces me gire.

—Señor, su tía nos envió a buscarlo, por favor disculpe a este soquete, no lo conoce y pensó que era un vago —me dijo tomando su sombrero entre las manos.

—No se preocupen, de mi parte no ha pasado nada —les respondí aun con los pies en dirección al bosque.

—Gracias —hablo el otro sumamente apenado.

—Por favor señor, regrese con nosotros, la señora estará muy molesta si no lo llevamos de regreso como lo ordeno.

Yo me gire sopesando la idea de dejarlos allí, pero luego pensé mejor las cosas, si me iba los que pagarían las consecuencias serían ellos, además ya había descuidado por mucho mis obligaciones, ya era tiempo de volver, aunque no quisiera.

Cuando llegamos a la mansión, George me esperaba listo con una túnica para que me cubriera en caso de que alguien más anduviera cerca y ya que estuvimos dentro la tía Elroy no se hizo esperar con sus reclamos.

—Espero que estés satisfecho, has logrado preocuparnos a todos —dijo en voz baja para que nadie más la oyera.

George estaba cerca así que seguramente la escucho y mi tía al darse cuenta les pidió a todos que nos dejaran solos, iba a retarme como si todavía fuera un niño.

—Simplemente no te entiendo William, sabes muy bien todas las responsabilidades que recaen sobre tus hombros y sigues comportándote como un niño y ya no lo eres William, ya no lo eres.

—En ese caso tía, debería de entender que yo no escogí esto —le respondí molesto.

—Pues yo tampoco, crees que no desearía que mi hermano siguiera con vida —me recrimino y sus palabras me hirieron aún más —pero, de todas formas, aunque él siguiera aquí tu serias su sucesor y debes de actuar como tal, me escuchaste.

Yo no le respondí, me gire dándole la espalda, escucharla decir que yo era el sucesor de mi padre me molestaba mucho, porque, aunque ella dijera una y mil veces que yo sería el representante de la familia, nunca en mi vida me había dado la oportunidad de decidir por mí mismo, siempre era la misma situación, siempre.

Cuando la tía Elroy salió, inmediatamente entro George a consolarme, él mejor que nadie entendía mis emociones pues al morir mi padre él fue nombrado como mi asistente y guía, y al morir mi hermana la relación que tenía conmigo se estrechó todavía más.

—No debería prestarle atención a las palabras de su tía, fue la preocupación la que hablo por ella.

—No es eso George, es el hecho de que siempre me habla sobre mis responsabilidades sin pensar ni por un momento en lo que yo deseo, nunca la he escuchado decir si quiero algo, o si desearía hacer algo por mi cuenta, siempre está decidiendo por mí, si va a continuar así, ¿Qué caso tiene que yo asuma la presidencia? Si será ella quien decida, pues bien, que ella se haga cargo —grite sacando todo el sentimiento que retenía en mi pecho.

—Señor tranquilícese, trate de verlo de otra manera.

—Es que no la hay George… —le respondí un poco más calmado.

Entonces luego de un largo rato de silencio me pregunto.

—Y dígame, ¿cómo le fue en sus días de asueto? —hablo intentando desviar mi atención, como quiera que fuera él siempre intentaba ayudarme.

—Bastante bien —respondí dejándome caer en la cama y mirando fijamente al techo—pasar la noche bajo las estrellas es algo incomparable, además de que valerme por mi mismo sintiéndome libre es lo que más disfruto en el mundo.

—Me alegro por usted —dijo con un hilo de voz, yo lo mire invitándolo a continuar con lo que seguramente deseaba decirme —por el contrario, aquí las cosas no han ido del todo bien.

Y con esa frase automáticamente hizo captar mi atención.

—¿Qué ha pasado?

—Pues bien, por la tarde del día de hoy su tía se fue a la mansión Legan a una cena en su honor, aparentemente todo iba bien hasta que Sara y Elisa le comentaron que habían perdido algo, al rato Daniel llego con la noticia de que era una de las empleadas la responsable del robo, su tía se enfureció mucho pues es una niña que convive mucho con sus sobrinos.

—¿Una niña? ¿Quién?

—Creo que su nombre es Candice, no recuerdo su apellido.

—Candy White… —dije casi en un susurro sin poder creérmelo.

—Así es… ¿La conoce? —me pregunto incrédulo.

—Sí, es una niña muy dulce, la salve anoche de morir ahogada en el rio.

—¡Santo Dios! En lo personal a mí no me consta que la pequeña sea una ladrona, pero su tía se lo tomo muy en serio pues considera que es una mala influencia para los chicos así que obligo a Sara a decidir cuanto antes enviarla lejos.

—Sí, Candy ya me lo había dicho por medio de una carta.

—Lo que ella no sabía es que mañana será enviada a México.

—¿Que has dicho? —exclame indignado, Sara no se había tentado el corazón al decidir semejante cosa, apreté los puños y guarde silencio, esa pobre niña sería enviada a un lugar lejano, sola, en donde no conocía a nadie, en donde no tenía amigos… en donde estaría expuesta a quien sabe que peligros; sentí la misma sensación que tuve cuando me entere que sería enviado a Londres.

—Lo que escucho señor, sus sobrinos están sumamente preocupados por ella, se niegan a creer que es una ladrona y como consecuencia decidieron enviarle esto —me dijo extendiendo tres sobres.

Tomé las misivas y comencé a leer apresurado, todas decían lo mismo, querían que Candy fuera adoptada por el tío abuelo William, mi seudónimo para los integrantes que no me conocían.

George me miraba atento esperando que le dijera algo al respecto.

—Quieren que adopte a Candy…

—¿Y usted que piensa hacer?

—Creo que es momento de empezar a hacer valer mis decisiones —le dije completamente decidido —encárgate de que mañana mismo ella forme parte de la familia.

—Pero señor, ella será enviada al mediodía, cree que alcancemos a resolver el asunto legal, además apenas cumplió la mayoría de edad, lo único que puede hacer es ser su tutor.

—No importa, cualquier cosa es mejor que ser enviada a México y más nos vale lograr que se quede aquí, jamás me perdonaría que cometieran semejante injusticia con esa niña.

—En ese caso tenga mi palabra de que ella será una Andrew mañana por la mañana.

—Bien —dijo dándome un apretón de manos y saliendo a toda velocidad de la mansión, si queríamos hacer algo por ella debíamos actuar inmediatamente.

Yo por mi parte tuve que quedarme en mi habitación, no podía hacer otra cosa que intentar descansar, aunque en realidad eso me resultaba imposible, no podía evitar pensar en cómo debía sentirse Candy; quise salir a escondidas y buscarla para darle consuelo, decirle que todo estaría bien, pero me detuve, tal vez George regresaba y no me encontraría.

Como león enjaulado camine de mi cama a la puerta y de la puerta a la ventana deseando que todo saliera bien, es extraño porque, aunque yo apenas soy un hombre joven de 21 años y es poco lo que sé de ella ya me siento con la responsabilidad de cuidarla, quizás sea por el gran parecido que tiene con mi hermana Rosemary o porque su situación me recuerda mucho a la mía… una pequeña huérfana en manos de personas que no hacen nada por comprenderla.

Al final el sueño me venció y a la mañana siguiente desperté con la gran noticia, Candy estaba a una firma de ser una Andrew, miré el reloj y ambos nos sentimos aliviados, todavía faltaban dos horas para el mediodía, habíamos logrado nuestro cometido, tome la pluma y la sumergí en el tintero, pronto la vida de Candy cambiaria.

La tía Elroy se encontraba fuera, seguramente en casa de los Legan, así que yo aproveche para salir; ya con todo resuelto iría a buscar a Candy y George por su parte iría con Sara para avisarle la buena nueva.

No llegábamos todavía cuando a lo lejos vimos como mis sobrinos salían a toda velocidad de la mansión Legan y George me miraba incrédulo sin saber que era lo que estaba pasando.

—Esto no tiene buena pinta, por favor ve a ver qué fue lo que paso, yo te esperare en la mansión —le pedí al momento que bajaba del auto dispuesto a regresarme, George afirmo con la cabeza y continuo la marcha.

Mientras tanto yo caminaba pensando en que mis malos presentimientos fueran erróneos, Candy debía estar bien.

No paso mucho tiempo cuando divisé el coche de George llegando a la mansión, pero lo vi bajarse muy apresurado y eso me alarmo más, afectivamente algo malo había pasado.

—¿Y bien?

—Señor…

—Ya dime George, ¿Qué ha pasado?

—La señorita Candy no está… se la llevaron —me dijo un poco agitado.

—¿Que qué?

—Vinieron por ella en la madrugada, ya va camino a México…

—¡Maldición! Sabes que, prepararte inmediatamente, salimos por ella en este instante.

—¿Vendrá usted?

—Sí, por lo menos te acompañare hasta que la localicemos, cuando la tía se entere que la he adoptado lo primero que querrá hacer será reclamarle, es mejor que me vaya contigo y no esté presente cuando se lo informes.

—En ese caso no hay tiempo que perder señor.

A la tía Elroy le alegamos que debíamos salir por unos días usando como pretexto mis obligaciones que por fin para algo servían, dijimos que George quería que me hiciera cargo de un negocio por mi cuenta y por lo tanto debía salir a Chicago inmediatamente, la tía Elroy no se negó y para cuando nosotros salimos Candy ya nos llevaba 7 horas de ventaja, mis sobrinos también habían intentado alcanzarla, pero no lo lograron y volvieron, nosotros por nuestra parte continuamos en coche, esperando que de alguna forma nos topáramos con ella. Sabíamos que íbamos en la dirección correcta porque todos identificaban bien la carreta y la persona que la dirigía, luego llego el momento de separarnos, yo debía esperar que George lograra encontrarla solo.