Mi primer fic. Por fin me decidí a subirlo! Queridos amantes del Zelda, aquí os traigo una historia diferente. Aunque me encante el zelink decidí hacer algo relacionado con los zora, ya que son mi raza favorita y me encantan!
Esta es la historia sobre Erin, una chica un tanto peculiar, ya que es medio zora medio hylian. Ella a perdido a sus padres y ahora vive con su tío, el rey zora (si si, aquel pez gordito del ocarina of time).
Espero que os guste. Esta ambientada poco después de que Ganondorf fuera derrotado por Link, en Ocarina of time, pero resulta que Link no vuelve al pasado.
Ya veis que he cambiado bastante las cosas y quiero avisar antes. Y si queréis saber que pasa con esta chica y con Link leer este capitulo y dejad reviews buenos para que siga subiendo capitulos!^^
¡Gracias y que disfruteis!
CAPITULO 1º: COMIENZO.
No podía aguantar más. Mis manos se escurrían de la rama. Caería al vacio, moriría y seguramente no encontrarían mi cuerpo. Una mano...dos dedos...ya. Adiós.
¡Ah! Estaba en mi cama. Aún era de noche. Menos mal...había sido una pesadilla. Ya no podía dormirme asique cogí mi capa y salí a dar un paseo nocturno.
Los guardias habían sucumbido a la noche y dormían apoyados en sus lanzas. Al salir de la región Zora, pude ver que en un par de horas empezaría a amanecer. Salté de la entrada secreta y me encaminé atravesando el río Zora hasta la campiña.
En lo alto de la colina central, el Rancho Lon Lon y al este, cerca de la ciudadela del castillo, hacia donde me dirigía, un pequeño palacio medio en ruinas. En el habían vivido el jefe de la guardia real de los monarcas de Hyrule y gran amigo del rey, Dalen con a su esposa Lina, hermana del rey de la tribu Zora, junto a otra familia noble: Regan y Dorin.
Lina y Dorin, grandes amigas, dieron a luz el mismo día, Lina a una niña medio hylian medio zora y Dorin a un niño. Pero poco después estalló una revuelta, ya que fue antes de la unificación del reino, destruyeron el palacio y mataron a las familias menos a la niña.
Si, esa niña era yo. Cuando murieron, el hermano de mi madre me adoptó y desde entonces vivo con él.
Ya había llegado al palacio y estaba amaneciendo. Entre a lo que antes eran los jardines y ahora malas hierbas, ya no había entrada, estaba taponada por escombros, asique escalé la enredadera y llegue a la segunda planta. Ya me había acostumbrado a aquel sitio tan triste, todo derrumbado, con agujeros en techos, paredes y suelos...todo lleno de nuevos habitantes, pequeños animalillos y algunos sitios tapados ya por plantas...había sido mi hogar.
Con cuidado de no tropezar, recorrí un gran pasillo de piedra. Entonces escuche algo en una de las estancias. Había alguien. Me agazape y saque mi espada. Pegue un salto dentro de la habitación gritando. Pero no había nadie. Estaba segura de que había visto una sombra.
De repente sentí un golpe en mi espalda y di una voltereta alejándome, me levante con la espada en alto y vi a un muchacho, de más o menos mi edad, vestido de verde, pelo rubio y unos ojos azules mirándome desafiante.
Su espada era enorme y tenía un aspecto bastante amenazador, pero este era mi territorio y no quería intrusos en él.
Empezamos a luchar. Se movía muy rápido, casi no podía seguirle y entonces me dio con el brazo tirándome al suelo. Se tiró encima de mi poniendo la espada cerca de mi cuello.
-¡Espera por favor!-grité temiendo por mi vida.
Me miró desconfiado.
-No voy a atacarte de nuevo, suéltame y hablemos.-le pedí.
Después de mirarme de nuevo me soltó sin guardar su arma. Pude sentir que me había hecho un corte en el brazo. Le mire y el tampoco estaba ileso. Le había cortado la túnica hasta la piel en la parte superior de pecho. Sonreí por dentro vengativa.
-Luchas bien.-me dijo.
-Gracias, lo mismo digo.
Miró alrededor nuestra.
-¿Vives aquí?
-No, pero ¿tu qué haces aquí?¿quién eres?
-Me llamo Link y necesitaba un techo para pasar la noche, soy, como decirlo...un ermitaño.-dijo sonriendo.
-Oh, pues siento mucho haberte atacado, Link. Me asuste.
-Da igual, yo también te ataque, asique estamos en paz.
Parecía agradable asique me relaje.
-Por cierto, ¿cómo te llamabas?.-me pregunto
-¡Ah! Erin, mucho gusto.-me presente con una reverencia.
Sonrió y le devolví la sonrisa.
Miré por la ventana y pude ver que el sol ya había salido. ¡Era tardísimo!
-¡Oh! ¡Me tengo que ir! ¡Lo siento mucho!
Salí corriendo del palacio antes de que pudiera despedirse aquel muchacho.
Llegue al dominio zora toda sudada y sucia. Me había atado por el camino una tela alrededor de la herida.
Todo el mundo ya estaba despierto.
-¡Erin!
Me di la vuelta justo antes de entrar en mi habitación. Era mi tío, el rey zora. Venía hacia mí dando pasos largos y haciendo ruido. Era muy grande, robusto, aunque no quisiera hacia ruido al andar.
-Tío.-dije con miedo y haciendo una reverencia.-Buenos días.
-Erin, ¿dónde estabas? La princesa Ruto llegará en cualquier momento y tú aún estás sin arreglar. Muy mal, hija, muy mal.-Por suerte había visto la herida.- Tu querida Ruto se alegrará mucho de la fiesta que la hemos preparado y tú tienes que estar lista.
-Lo siento tío. Enseguida estoy.-le conteste bajando un poco la cabeza arrepentida y me metí en mi habitación.
Ruto. ¿Como describirla? Era una niña mimada por su padre desde que nació. Tenía todo lo que quería y ella era superior a todo el mundo, porque era la sabia del agua y guardiana del templo del agua.
La quería pero estar mucho tiempo con ella me agotaba. Lo mejor de todo era que al ser una pieza tan importante para el equilibrio de Hyrule, no pasaba mucho tiempo en casa.
La verdad era difícil de creer, que alguien como Ruto pudiese ser una de las salvadoras de Hyrule.
Sentí escozor en el brazo. Eso me hizo pensar en el muchacho de mi antiguo hogar. Aún me dolia el corte de mi brazo. Me la cure y la tape.
Me puse un vestido limpio, en tonos verdes y el pelo recogido. Entre en el gran salón de la cascada, uno de los sirvientes anunció mi llegada y me puse al lado de mi tío. Ruto llego poco después haciendo mucho ruido. Todo el mundo la aplaudía. Llego a nuestro sitio. Abrazó a su padre y a continuación a mí.
-¡Eriiiiiin!
Después de este desgarrador grito, noté una masa sobre mí y el suelo contra mi espalda.
-¡Cómo te he echado de menos enana!-me coge e intenta levantar.-Estas muy guapa.-me sonríe.-¡Y más alta!
-¿Gracias?-sonreí, Ruto era una mimada y escandalosa pero ella siempre me había tratado como una hermana. La quería, en el fondo.
Después de esta bienvenida tan animada, mi tío dijo unas palabras un poco aburridas y comenzó la fiesta.
Mi prima estuvo un rato conmigo, pero la distrajeron un grupo de jóvenes zora que no paraban de mirarla.
La verdad es que no conocía a ningún zora que no adorara a Ruto. Pero ella solo coqueteaba. Mi tio la decía que tenía que elegir a alguno, pero ella decía que ya había elegido y que le esperaría siempre. Esto me parecía bonito y estúpido a la vez. Seguro que se aburriría antes de que llegase.
Y pensando en chicos, llegó de nuevo a mi mente el muchacho de verde. Me resultaba muy curioso. Tenía una sensación extraña con él y tenía que descubrir porqué.
Cuando terminó la fiesta, me fui a mi habitación simulando cansancio. Espere a que todo el mundo estuviera dormido. Me levante y me puse mi capa. Salí a escondidas como la noche anterior. Ahora todo estaba mucho más oscuro, pero no me resultaba difícil moverme en la oscuridad.
Llegue al palacio. Vi luz dentro. Seguro que había encendido un fuego, esa noche estaba refrescando.
Cuando llegue a la estancia donde estaba me lleve un gran sobresalto: estaba sin la túnica, ¡solo llevaba los calzones! y por si fuera poco ¡me estaba dando su ropa!
-¡Aaaaaaaaaah!-grite tapándome los ojos.
-Tú la rompiste.-dijo muy sereno.
Le miré un segundo y pude ver su cuerpo. Tenía los músculos perfectamente esculpidos. Me sonroje. Me pareció muy atractivo.
-Puedo cosértela.-le ofrecí cogiendo la ropa.-Siempre llevo aguja e hilo.-dije mientras lo sacaba del bolsito que llevaba.
Me senté al lado del fuego y sin levantar la vista, empecé a coser rápido. Le había atravesado hasta la camisa interior. Le tenía que haber hecho por lo menos un arañazo, porque tenía motitas de sangre.
Entonces le busque. Me sobresaltó que estuviera detrás de mí, mirando como cosía.
-¿Te hice daño?-pregunte mirándole el pecho herido por una pequeña raja de color rosada.
-Un poco. Me sorprendiste, no me esperaba que lucharas bien.-dijo dándose aires.
-Oh si, por supuesto, una chica no sabe luchar, ¿no?-dije con sarcasmo.
Termine de coserle la ropa y se la entregue. Me senté en el poyete de la ventana y me quede mirando cómo se vestía. Por el desarrollo de sus músculos dominaba el arco, la espada y montaba a caballo. Vaya. Realmente tenía cualidades, aunque hablar no se le daba muy bien.
-¿Vas a venir todas las noches a molestarme?-ahí estaba, estropeando la bonita imagen de un hombre atractivo desnudo.
-La pregunta es: ¿no tienes casa?
-Ya te dije que era un ermitaño.
-Cierto. Y deberías tener más respeto a las personas y más si quieres compartir este palacio.-conteste enfurruñada.
-Contestas a hombres más grandes y fuertes que tú y además luchas contra ellos. Tienes valor y eres boba.
Eso fue demasiado para mí. Saque mi espada. Pero el no.
-Después de arreglarme el traje que tú misma rompiste y que por cierto, no me has pedido disculpas aún, ¿ahora vuelves a sacar tu espada?-se empezó de reír.-Eres muy curiosa.
Guarde la espada, le miré de reojo, dándome la vuelta y sentándome de nuevo al lado del fuego. Decidí ignorarle. Este era mi castillo y nadie iba a echarme de él.
Se sentó a mi lado. Sonriendo.
-Bueno, ¿y me vas a contar porque vienes a este palacete abandonado?- me pregunto mientras sacaba una manzana y la asaba en el fuego.
-No.
-Borde.
-¿Y tú? ¿Me contaras tus aventuras, señor ermitaño?
-Me sorprende gratamente que quieras saber algo de mí, y si estas dispuesta a escucharme te contaré mi gran historia.
Me sorprendió aquello y me miró como deseando empezar.
-¿Quién eres?-pregunte riéndome.
-Ahí empieza mi historia, Erin.
Me contó que él venía del bosque Kokiri. Donde todos le marginaban por ser el niño sin hada, pocos querían estar con él, y su mejor amiga siempre había sido Saria, una kokiri muy lista, a la cual quería mucho. Me contó cómo era el bosque, todo verde, lleno de vegetación y seres mágicos. Como jugaba en su niñez, y como pensaba en cuando vendría su hada.
La verdad es que su historia era muy interesante, yo no había visto un kokiri nunca y nunca había estado en el bosque perdido. El tampoco había conocido a sus padres y no había tenido una familia de verdad, solo, si podía contarse, el guardián del bosque: el gran árbol deku. Me sentí un poco identificada con él.
Miré por la ventana y pude ver que faltaban como mucho dos horas para que el sol empezara a salir. Tenía que volver.
-Lo siento, tengo que irme.
-Vaya de nuevo sales corriendo. Entonces otro día seguiré contándote mi historia si quieres escucharla, señorita Malas pulgas-se despidió sonriendo.
Le lance una mirada envenenada y salí corriendo.
Me sentía extraña. Ya era la segunda noche que hacía esto. Link, el ermitaño o como se llamara, era un chico muy interesante, a la vez que un creído pretencioso.
Corría todo lo que podía, pero no había dormido nada y no tenía fuerzas. Qué bien me vendría un caballo ahora mismo.
Llegue y aún los guardias dormían. Todos dormían. Me metí en la cama y de inmediato empecé a soñar.
Aunque mi sueño no duró todo lo que hubiese deseado.
