Aquí está la próxima historia y advierto que este capítulo puede tener escenas un tanto comprometedoras jajaja Lean para saberlo ;)
Legolas tiene unos 20 años y Keldarion 30 (siempre desde el punto de vista de los hombres)
Capítulo 1
Una lechuza solitaria ululó de repente en algún lugar del enorme árbol delante de su habitación. Legolas parpadeó, miró hacia arriba y emitió un suspiro de cansancio. Era después de medianoche, lo que significaba que llevaba pintando muchas horas. Tras dejar los pinceles y la paleta a un lado, el príncipe se alejó de la pintura a medio terminar y se estiró lánguidamente, intentando deshacerse de las contracturas de sus músculos al haber estado allí de pie trabajando tanto tiempo.
Se había ido directo a su habitación nada más terminar la cena, sintiendo de repente el salvaje deseo de pintar el hermoso paisaje nocturno del reino. Era finales de otoño y los árboles que rodeaban el palacio del Bosque Negro estaban casi desnudos, lo que indicaba que el invierno estaba a la vuelta de la esquina. Pero había una enorme luna llena sobre ellos, brillando entre miles de estrellas y cubriendo la tierra con su etéreo resplandor plateado. Era misterioso e impresionante, al menos para Legolas.
El rey Thranduil solo podía mover la cabeza con exasperación y diversión al ver que su hijo más joven no dejaba de mirar hacia el exterior durante la cena, murmurando para sí mismo cosas sobre colores, sombras e iluminación. El príncipe apenas toco su postre antes de saltar de su asiento y desaparecer por las escaleras, gritándole a todos saludos de buenas noches.
Ahora Legolas se masajeaba el cuello tenso mientras se apoyaba contra la barandilla del balcón, mirando la luna distraídamente. Empezaba a sentir el frío nocturno después de haber trabajado tantas horas con el balcón abierto, pero no le importaba. Había valido la pena.
Había terminado una pintura maravillosa. Se las arregló para pintar la escena tan bien que parecía de verdad, a pesar de necesitar algún retoque más. Sin duda, su padre estaría ansioso por colgarlo en la pared de su estudio o en la galería real, donde estaban cientos de sus cuadros.
Bostezando, estaba a punto de darse la vuelta para recoger sus utensilios de pintura cuando un movimiento brusco en el jardín le llamó la atención. Frunciendo el ceño, inspeccionó la sombra que se movía más abajo.
"¿A quién se le ocurre salir al jardín con este frío?" –se preguntó en voz alta, sabiendo que el centinela nocturno no hacía guardia en el jardín real privado por la noche. Pero entonces se dio cuenta de que se trataba de una figura familiar.
"¿Kel?" –el ceño fruncido de Legolas aumentó, reconociendo a su hermano. Sus movimientos eran elegantes, y Legolas lo siguió con la mirada mientras entraba en el laberinto de arbustos en el centro del jardín, y entonces se dio cuenta de que estaba totalmente…
Sus ojos casi se le salieron de las cuencas.
"¡Está desnudo!"
Con la boca abierta, Legolas se quedó en shock y lo vio desaparecer dentro del laberinto.
"Elbereth. ¿Qué está haciendo?"
Tras salir de su estupor, el príncipe agarró rápidamente la barandilla y saltó por encima, aterrizando ágilmente veinte pies más abajo. Entonces empezó a correr, yendo directamente a la entrada del laberinto en el que Keldarion había desaparecido.
Mientras caminaba por el sendero que discurría entre los arbustos siguiendo a su hermano, Legolas escuchó cantar a alguien. Era la voz de tenor de Keldarion, que sonaba fuerte y clara en el profundo silencio de la medianoche. Legolas no pudo evitar estremecerse cuando reconoció la canción, una lasciva e indecente que solo se escuchaba en tabernas de hombres totalmente impropias de príncipes de los elfos.
Sacudiendo la cabeza con incredulidad y completamente sin palabras, Legolas siguió la voz de su hermano, que lo llevó directamente al centro del laberinto. Y lo que vio lo sorprendió aún más.
Dividido entre la preocupación y la diversión, Legolas observó, atónito, cómo Keldarion saltaba y bailaba alrededor de la estatua de mármol de Qestari, una hermosa ninfa que los elfos Silvan veneraban desde el comienzo de Arda.
Legolas no estaba seguro de quién tuvo la idea de poner esa estatua en el centro del laberinto. Lo único que sabía es que había estado allí desde antes de su nacimiento, y era algo con lo que Keldarion lo asustaba cuando se portaba mal. Su hermano mayor le advertía de que Qestari aparecería y se comería a los niños traviesos, aunque Legolas nunca había creído nada de eso. De hecho, cuando era un elfling, deseaba poder ir allí a jugar al escondite y trepar por la estatua de mármol blanco de quince pies de altura.
Y eso era exactamente lo que estaba haciendo Keldarion
"¡Kel! –Legolas se precipitó hacia adelante, mirando a su hermano, consternado-. ¿Qué demonios estás haciendo? ¡Bájate de ahí!"
El príncipe miró a su hermano menor y dejó de cantar al instante. Parpadeó y su rostro se iluminó con una enorme sonrisa.
"¡Mira, Legolas! ¡Me he encontrado a una guapa señorita!" –exclamó, riéndose como loco.
Legolas no sabía si reír o llorar, así que puso los ojos en blanco en lugar de eso.
"Kel, ¿estás borracho?"
Keldarion se rio más fuerte.
"Noooo. ¿Parezco borracho? Oh, siiiii. ¡Estoy borracho! ¡Borracho de lujuria… err… amor! ¡Mira su pecho! ¡Es tan bonito!"
Legolas sintió que se le caía la mandíbula cuando Keldarion agarró dicha parte del cuerpo y la apretó. Para su horror, Keldarion no se detuvo allí. El príncipe heredero del Bosque Negro, el guerrero más respetado y cualificado del reino, gimió y arqueó la espalda, apretándose más cerca de la estatua de mármol.
Legolas hizo una mueca involuntaria al ver la posición de la entrepierna de su hermano.
"Uh… Kel… será… será mejor que bajes de ahí antes de… eh… de que te hagas daño" –se las arregló para decir, sonrojándose furiosamente de la vergüenza. Sabía que su hermano no era virgen, pero Keldarion nunca se comportaba de una forma tan lasciva. Algo malo le pasaba.
"¡Kel! –lo llamó Legolas un poco más fuerte y entonces tiró del brazo de su hermano cuando siguió ignorándolo-. ¿Qué demonios te pasa? ¡Al suelo! ¡Ahora!"
Keldarion eligió justo ese momento para soltarse y lo siguiente que supo Legolas es que su hermano se había estrellado contra él. Con un grito de sorpresa, Legolas cayó al suelo con Keldarion encima de él. Por un momento, Legolas vio las estrellas por el golpe, y entonces escuchó la risita de Keldarion.
"Oh, Kel… -Legolas suspiró con pesadez, saliendo de debajo de su hermano. Agarró las muñecas de Keldarion y lo puso en pie-. Vamos, levántate. ¡Lo mejor será meterte dentro antes de que te congeles aquí fuera."
"¡Es mejor morir de frío que por falta de amor!" –respondió Keldarion, sonriendo estúpidamente.
Sacudiendo la cabeza, Legolas se pasó el brazo de Keldarion sobre los hombros, quejándose todo el tiempo.
"¡No puedo creer que te estés comportando así! Estás aquí, desnudo… ¿Kel? ¿Qué estás…? ¡Umph!"
Para gran sorpresa de Legolas, Keldarion se dio la vuelta de repente, lo abrazó ¡y lo besó!
Durante varios tensos segundos, Legolas permaneció allí de pie tan inmóvil como la estatua de Qestari, con los ojos abiertos como platos. Y entonces empezó a luchar frenéticamente.
"Ummph…Kk… Kel… MMPH… ¡QUÍTATE! –gritó, empujando a su hermano por el pecho.
Keldarion se tambaleó hacia atrás, sonriendo con picardía.
"¿Qué pasa, mi señora? ¿No te gusta mi beso?"
Haciendo una mueca, Legolas se tapó la boca apresuradamente con el dorso de la mano.
"¿Señora? ¡¿Estás loco?! ¡Soy tu hermano!"
Pavoneándose, Keldarion lo agarró por los hombros y lo acercó.
"Una señora de tal belleza no debe negarla, mi amor. Sé que me quieres…"
En ese instante, Keldarion se inclinó para reclamar los labios de su hermano una vez más. Cada vez más desesperado, el príncipe más joven levantó el puño y lo golpeó en el rostro con todas sus fuerzas.
Sin hacer ruido, Keldarion cayó al suelo, inconsciente.
"Ayyyyy… -gimió Legolas, frotándose el puño que se hinchaba rápidamente-. ¿Tienes una roca como mandíbula, Kel?"
Sin esperar respuesta, Legolas se arrodilló junto al cuerpo de su hermano y le dio un codazo en las costillas.
"¿Kel?"
No hubo respuesta. Keldarion estaba profundamente inconsciente, con los ojos cerrados. ¡Y estaba sonriendo! Suspirando, Legolas lo recogió con cuidado y se lo cargó sobre el hombro derecho.
"No sé qué ha pasado aquí, Kel –gruñó mientras se ponía de pie, dirigiéndose al palacio con su carga-. Pero hay algo extraño contigo y averiguaré qué es. ¡Así que será mejor que te comportes o te soltaré aquí mismo!"
Por suerte, Legolas no se tropezó con nadie en el camino hacia la habitación de Keldarion. Había evitado la escalera principal y, en su lugar, subió por la vid que trepaba por el muro de palacio. Desde ahí saltó con destreza al balcón de su hermano y entró en la habitación, sin sorprenderse al encontrar la puerta abierta de par en par. Keldarion debía de haber utilizado la misma forma que él para bajar al jardín.
Legolas lanzó a su hermano sobre la cama sin contemplaciones. Luego se enderezó y miró a su alrededor críticamente. Algo pasó aquí, pensó, mirando las sábanas arrugadas y las almohadas dispersas. El camisón de Keldarion yacía en el suelo, junto a sus botas y polainas.
Con una mirada triste, Legolas se acercó a la mesa de noche para verter un poco de agua en un recipiente. Tras coger un trozo de tela limpia del arcón, se dirigió de nuevo a la cama y se sentó junto a su hermano todavía inconsciente.
Mirando el hematoma que ya se estaba formando en la mandíbula de Keldarion, Legolas sintió un poco de remordimiento. No debería haberlo golpeado con tanta fuerza, se dijo empezando a limpiar la suciedad del rostro y el cuerpo de su hermano. Sin embargo, sabía que no había tenido otra opción. ¡Keldarion podría haberlo besado otra vez! ¡Ay, eso habría sido horrible!
Tras debatir para sí si debía curar a su hermano con sus habilidades manyan, Legolas decidió finalmente no hacerlo. Sería mejor que Keldarion despertara por sí mismo y se merecía ese gran hematoma en la mandíbula.
Después de taparlo con las sábanas, Legolas se acomodó en el sillón que estaba junto a la cama y esperó pacientemente.
