Esta historia es parte del reto que me dio CieloCriss en el foro Proyecto 1-8, cito textualmente lo que solicitó:

«Koushiro es un joven-adulto que vive su vida en aparente tranquilidad: trabaja y es exitoso... pero su vida romántica es nula. Es por eso que los señores Izumi, al ver que su hijo no parece tener intenciones de formar una familia, contratan una agencia de casamientos para que le consigan pareja a su hijo y se arregle un matrimonio -el chico lo acepta a regañadientes y porque no puede negar nada a sus padres-. Por su parte, tras varias derrotas amorosas, la protagonista femenina (Miya o Mimi) también pagará a la agencia para que le encuentre a su hombre ideal... todo ello debe empezar con una cita a ciegas. (Lo elegí porque eso de las agencias para arreglar matrimonios parece súper común en Japón, según lo he leído en mangas y libros). Otra opción puede ser que la protagonista femenina trabaje en la agencia y no tanto pague por conseguir pareja, sino que le "tenga" que elegir pareja... ya lo dejo a la imaginación.»

Me tomé algunas libertades al respecto, ya lo observarán en las líneas que siguen. :)

CC señaló que preferiría un Kouyako y pues… ¡trabajamos en eso! También señaló que le gustaría un Oneshot o Twoshot, pero creo que me extenderé quizás hasta cuatro capítulos (?)

Como de costumbre, Digimon no me pertenece y la idea inicial de esta historia es de CieloCriss. Yo nada más le doy un desarrollo 8D

¡Disfruten!


Por acuerdo

Fuera de la rutina


—¿Sin rencores?— Interrogó, mientras vertía otra cucharada de nata sobre su café.

—Sin rencores.— Repuso con una serenidad que ni ella misma se creía, pero lo cierto es que por dentro deseaba gritar.

—Lamento que las cosas terminaran así, has desperdiciado cinco años de tu vida conmigo…— Comentó, con una sonrisa que sabía a derrota.

—Déjalo, no tiene caso. En fin, gracias por todo, Ken.— Con un movimiento sutil de su mano le restó importancia al asunto.

—Gracias a ti, Miyako, en serio. Espero que sigamos siendo amigos luego de esto.— Mantuvo la sonrisa derrotada en los labios, mirándola a los ojos.

—Lo dejamos por no terminar odiándonos, ¿verdad?—Asintió al agradecimiento, dándose cuenta aquello era lo mejor, ya no tenían por dónde salvarlo, pero el barco no terminaba de hundirse y era mejor huir en ese preciso momento.

Cinco años de relación, dos conviviendo y uno lleno de problemas cada vez más obvios, cada vez más complicados de resolver, hacía mucho rato ya se había muerto la pasión entre ambos y buscaban siempre excusas para no quedarse solos. Ya no se emocionaban por los aniversarios y se habían rendido de innovar en planes –como viajes sorpresa, obsequios sin razón de nada y cenas–. Pasaron a ser dos amigos que simplemente compartían techo y cama.

Cinco años que cerraban su ciclo en una cafetería del centro, algunos arreglos económicos y cómo repartirían todo lo que alguna vez tuvieron en común. Lo mejor era quedar como amigos. Esa misma semana Miyako arreglaba sus cosas y volvía a casa con su madre. A veces esas cosas sucedían y era mejor no forzarlas a continuar, porque el hilo tenso podía llegar a romperse. Y dejar caer todo tras eso.

Fue un rompimiento limpio, sin lágrimas ni reproches. Tras pagar su parte, hizo abandono del lugar.

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Lo tenía prácticamente todo, una excelente carrera y un puesto de trabajo que muchos le envidiarían, una familia que siempre lo había apoyado. Incluso compatibilizaba su empleo con una segunda carrera, en investigación nuclear. Lo tenía prácticamente todo, todo menos el amor, no se le conocía alguna novia, ni siquiera alguna andanza poco seria. Pero según él, no tenía tiempo para aquellos menesteres.

Ambos señores Izumi se miraron un momento, tras que Koushiro se fuera a clases, aquella situación no dejaba de inquietarles, ¿cuándo su hijo asentaría cabeza por fin? Estaban mirando la televisión mientras comentaban el panorama. A los veinticinco años la mayoría de las personas ya tenían un plan de vida trazado, con reales intenciones de formar una familia, pero en su hijo no observaban ni un rastro de que quisiera aquello. Hicieron muchas especulaciones, algunas más surrealistas que las otras, para finalmente llegar a un acuerdo.

Si Koushiro no se ponía manos a la obra con su futura vida familiar, ellos lo harían. Estaban más que decididos a tomar ellos cartas en el asunto.

Sobre la mesa de la sala descansaban varios folletos, buscaban de manera bastante crítica algo que sirviera, guiándose por años en el rubro, las recomendaciones, el número de clientes satisfechos, entre otros factores importantes a la hora de tomar aquella tremenda decisión. Finalmente decantaron por una en el corazón de Shibuya, le darían la noticia apenas llegara de la facultad y que debería acatar aquella decisión si deseaba seguir viviendo con ellos –bien dicen que ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas–.

Se miraron satisfechos y cambiaron a otros temas en lo que la tarde-noche avanzaba.

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Miró el enorme cartel y volvió los ojos a la chica al lado suyo, volviendo a mirar el cartel de letras de neón, bastante discreto si se comparaba con los de los alrededores y finalmente puso los ojos en blanco, dispuesta a volverse por donde mismo llegó. Mimi se dispuso a seguirla, alegando algo de que había aplazado trabajo con algo que la pelilila ni siquiera escuchó, bien, adoraba y admiraba a la primera portadora de la Pureza, pero aquello, ¡aquello! Se mordió los labios con rabia, respirando muy profundamente antes de dirigirle la mirada, cruzándose de brazos.

—Mimi.— Se masajeó las sienes, sin saber por dónde comenzar, aún siendo ambas adultas, costaba negarle lo que fuera que pidiese, pero la castaña –por ahora trayendo un negro azabache en el cabello– sólo le estaba dificultando las cosas a tal punto que la estaba incordiando. —Lo siento, pero deberé negarme… digo, ¡no hace ni siquiera un mes rompí una relación de cinco años!

—¡Vamos, Miya! Deberías darte la oportunidad de conocer a alguien más, aunque sea por diversión…— Insistió, dulcificando la voz, como hacía cada vez que quería lograr algo.

—Pero estas personas pagan sumas hasta ridículas por hallar una pareja estable, Mimi. Esa es la cuestión.— Hizo énfasis, mirándole con una expresión severa.

Ciertamente, desde hace un año y antes de haber roto su larga relación, Miyako y Ken, respectivamente con sus círculos más cerrados, se traían un humor terrible, a causa de las constantes peleas que estaban teniendo. Ahora tratar a Miyako era una de esas situaciones incómodas y potencialmente peligrosas, pues más que nunca estaba reactiva a la primera provocación. Y Mimi no estaba cooperando en lo más mínimo. Era como ir a patear una colmena de abejas por puro entretenimiento.

—Miyako, tan sólo inténtalo. ¡Yo invito la ronda de cervezas de esta noche! Pero vamos, acepta…— Comenzó a suplicar, dedicándole sus miradas más tiernas.

—¿Y por qué no lo intentas tú?— Alzó una ceja, esperando la contestación.

—¡Que sepas que lo he intentado!— Alzó la voz un par de octavas, apretando los puños.

—Pero aún así no has tenido relaciones muy duraderas, ¿o me equivoco?— Lo admitía, estaba siendo demasiado ácida, pero ya estaba harta de todo eso.

Cuando se lo proponía, podía ser terriblemente mordaz, más aún cuando una de sus mejores amigas le insistía con eso de encontrar pareja. Recién vino a relajar su rostro al ver a Mimi decaída, pidiéndole disculpas por todos los inconvenientes que estaba causando. La mayor le sugirió olvidarlo y que lo mejor que podían hacer era volver a sus respectivas casas.

Manipuladora. Chasqueó la lengua y suspiró con fuerza, sonriendo resignada.

—Vamos.— Terminó concediendo, arrancándole un chillido de júbilo a la, temporalmente, pelinegra.

« — »

Torció el gesto al escuchar aquella sugerencia, ¿Que sus padres querían qué? Miró el folleto que le había extendido Yoshie durante la cena. Estuvo tentado de dejar la cena casi sin tocar e irse a su habitación, hasta que Masami le miró, severo. Entonces soltó su condición, con la cual Koushiro no podría negarse. El pelirrojo suspiró más que resignado, hundiéndose en su asiento. Y finalmente asintió, con todo su pesar.

Bien, era bastante terco en esa materia y había decidido, tras que Mimi lo rechazara en la adolescencia, que no volvería a enamorarse ni mucho menos a intentar una relación. Miró de nuevo el panfleto, bastante serio, es que… ¿un sistema de citas? Observó las opciones: Cita rápida, multi-cita, slowdate (la más tradicional), cita a ciegas o encuentro de solteros. Negó, cualquier opción sonaba incómoda.

Aunque algo le despertó curiosidad, una cita a ciegas con alguna chica que jamás hubiera conocido antes, además el panfleto explicaba que el sistema solía ser riguroso, con formularios de afinidades, pasatiempos y proyectos de vida, así que encontrar a su «alma gemela» debería ser algo relativamente "sencillo", más para gente tan experimentada en esos asuntos. Sonrió, a Mimi le encantaría trabajar en esas cosas, si no hubiera elegido la gastronomía.

—Esta bien, iré mañana a pedir una cita.— Miró a Yoshie y ésta pareció conforme, sonriendo ampliamente ante la decisión de su hijo. —Pero no me voy a casar con la primera que me ofrezcan sólo por complacerles, quiero conocer muy bien a mi supuesta futura esposa antes de decidir nada, ¿pueden respetar al menos la única condición que pongo?

Los Izumi asintieron a la par, mientras se daba por concluida la cena y Yoshie levantaba los trastos en lo que Masami se iba a dar un baño. Koushiro se fue a su cuarto para seguir programando algunas cosas que había dejado pendientes.

Lo cierto es que necesitaba hablarlo con alguien, pero esta vez no acudiría a Mimi –con quien habían logrado quedar de mejores amigos con el paso del tiempo–. Concluyó que llamar a Iori estaría bien para al menos desahogarse, aunque esperaba no importunar demasiado al futuro abogado.

El castaño escuchó serenamente lo que el mayor tenía que decir, asintiendo finalmente, a pesar de que aquel gesto no podía ser percibido a través de la línea telefónica. A la par se encontraba conversando a través del chat con su novia, una chica que hubo conocido en la facultad de Derecho.

—¿Y en serio no te dejaron más alternativa que esa, Koushiro-san?— Se llevó una mano al mentón, reflexionando en aquello. —Pero podría surgir algo interesante.— Concluyó, para infundirle ánimos –o una manera discreta de decirle que estaba más que jodido–. Silenció el teléfono por unos segundos, tras que su madre tocase la puerta. —Debo colgar, Miyako-san viene a dejarme unos textos que le pedí.

—¿Miyako? ¿No que vive con Ken?— Inmediatamente se fue a su perfil de Facebook, comprobando que, en efecto, figuraba como «Ha pasado de estar "en una relación" a estar "soltera".»

—Ah, ellos rompieron hace algo más de un mes y Miyako-san volvió a casa de su madre.— Explicó Hida como lo más natural del mundo. —En fin, Koushiro-san, hablamos otro día. Cuídate.

—Gracias por escucharme, Iori. Dale mis saludos a Miyako, por favor.

Aquello sólo lo desconcertó, si la relación más estable que conocía de su círculo –Yamato y Sora no contaban como tales, porque se la pasaban rompiendo y volviendo– estaba rota, es porque realmente el concepto del amor eterno se había debilitado completamente. Suspiró, siguió en su tarea de programar un software en el que llevaba varios meses trabajando, uno que permitiría una mayor seguridad en las puertas de enlace al Digimundo. Al final decidió irse a la cama, viendo que eran casi las dos de la madrugada y debería levantarse en cuatro horas más para ir a trabajar.

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Se encontraba trabajando en la oficina cuando le llegó el e-mail de la agencia de contactos en donde le informaron que ese viernes tendría una cita a ciegas con un posible candidato. Aunque de la inscripción sólo hubieron pasado cuatro días, entre trabajar y cuidar de la tienda y su madre se le había olvidado por completo que –a instancias de Mimi– había acordado para el encuentro con un desconocido. Suspiró, miró a ambos lados por si venía su jefe o alguien y procedió a confirmar su asistencia. Media hora después le informaban de la hora, el lugar y que la mesa estaría señalada con un pequeño cartel. De su cita no le dijeron absolutamente nada.

Pero tenía una certeza, nada de cabello oscuro ni ojos azules, la única "exigencia" física que había señalado. ¿Sería rubio? ¿Castaño? ¿Pelirrojo? ¿Claro? ¿Oscuro? ¿Anteojos? ¿Alto? ¿Bajo? Se tronó el cuello y siguió trabajando, si bien era un trabajo de oficina, le daba lo suficiente para permitirse pequeños lujos –sólo vivía con su madre porque la mujer ya estaba vieja, era viuda y sus demás hermanos ya se habían casado, necesitaba de alguien que la ayudase–.

Se sentía vagamente entusiasmada por aquella cita a ciegas, por no decir que ansiosa y, sí, algo atemorizada, había escuchado historias terribles al respecto, pero en la agencia la habían tranquilizado, argumentando que seleccionaban cuidadosamente a sus candidatos y que por la misma razón aplicaban múltiples pruebas antes de concretar algo, debían aprobar primeramente una entrevista personal y tras aquello una prueba psicológica, se revisaban los antecedentes penales y hasta académicos del interesado, todo aquello para resguardar al máximo la seguridad de sus clientes.

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Observó largamente el correo que hubo llegado a su inbox hace menos de una hora, mordiéndose el labio inferior mientras acomodaba los lentes de descanso para no dañar su vista con el continuo trabajo delante de una pantalla. Analizó cuidadosamente las palabras de «Izumi Koushiro-san, ¡hemos encontrado a una candidata ideal para concretar una cita a ciegas para…!»

—…Este viernes, ¿verdad?— Habló solo, lo sabía, sin muchas ganas terminó por confirmar su asistencia y al rato recibió las coordenadas, de dónde sería y todo eso, sin embargo no le dieron detalle alguno de la chica con la que tendría que verse ese viernes. Bueno, así funcionaba una cita a ciegas, porque si supiera sobre la candidata, perdía la gracia de encuentro sorpresa, ¿verdad? Tras eso, volvió a trabajar, anotando en sus notas del móvil el lugar de encuentro. Ya pensaría en otras cosas, como qué ponerse para asistir, si llevarle algo o no, aunque de la mujer no supiera más que estaba entre el rango de edad que había señalado –entre los veintitrés a veintisiete años–. Exigencias físicas realmente no había especificado, a excepción de que le gustaría una muchacha de cabello largo y, en lo posible, no muy estirada. Pero fuera de aquello, no tenía ni la menor idea de qué le esperaría.

Por un lado, mejor así, sino se hubiera muerto de los nervios, por mucho que quisiera aparentar normalidad en eso.

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Llegó quince minutos antes de la hora acordada, yendo de inmediato a la mesa señalada por aquel dichoso cartel con el nombre de la agencia, sentándose allí y revisando algunos correos de trabajo desde la comodidad de su BlackBerry, esperando que su cita llegase. En serio, aquel era un muy mal hábito del cual debía deshacerse si quería que las cosas marchasen bien. Miró un par de veces la hora, sintiendo un extraño hormigueo en las manos conforme el momento del encuentro se acercaba. Intentó ver otra cosa en lo que distraía su mente para no estar tan evidentemente nervioso.

Tras correr desde la estación de Shibuya hasta el punto de encuentro se detuvo afuera para arreglarse el cabello, limpiarse los pies y volverse a calzar los tacones, acomodando bien sus anteojos sobre su nariz, estirando un poco su falda y entrando tras recobrar el aliento. Buscó con la mirada la mesa con el dichoso papel, abriendo los ojos de par en par al ver quien estaba allí.

Ambos se miraron incrédulos unos minutos, por no decir que varios.

—…Koushiro-san.— Fue la primera en hablar, mientras se quedó estática en su lugar. ¡Sabía que había sido una mala idea!

—Miyako-kun…— De todas las posibles mujeres, le tocó ella. Al menos supo reaccionar y suspiró, encogiéndose de hombros.— ¿Por qué no tomas asiento? Debió ser un largo trayecto.

—S-sí…— Se sentó –más bien se desplomó– en la silla frente al pelirrojo.

— . . . —


Bien, me desvelé –aprovechando que otra vez tengo licencia, gracias a mi tobillo esguinzado– y terminé este primer capítulo. El título fue una odisea, en serio, pero me gustó eso de que fuera Mimi la que la convenciera de "rehacer" su vida tras su ruptura con Ken. Sí, me dolió en alma romper esta pareja, pero la historia lo requería así. Esa fue la libertad que me tomé (?).

Los procesos para dichas citas (también conocidas como matchmaking) suelen ser bastante rigurosos cuando se trata de agencias establecidas –la pequeña diferencia de los sitios online, en donde se puede mentir(?)–

Espero no haberla fregado –mi querido beta anda de vacaciones, desconectado, así que no pude corroborar errores–. Cualquier cosa, como de costumbre, saben que tienen los Reviews :)

¡Muchas gracias por leer!

* . Carrie