Disclaimer: Todo lo que reconozcan, lugares y nombres, es de la propiedad de J. K. Rowling.
Este fic participa en el Reto Especial "Intercambio de regalos" del foro "La sala de Menesteres"
Mi AI es Daenerys Black, y esta es la respuesta a su segunda petición: un Lucy/Lysander. Querida, lo único que puedo decirte es que espero que te guste: este es tu regalo y aunque no esperabas mi tesis sobre el amor adolescente espero, sinceramente, que te guste.
Para quien me dio un increíble comienzo y un divertido medio, pero un terrible final, B.
Capítulo I: Un increíble comienzo
"Compartimos el mismo anhelo, compartimos el mismo cielo, compartimos el mismo tiempo y el mismo lugar." Alex Lora
—¡No es posible!
Lysander Scamander estaba en esa época en la que los padres odian a los adolescentes, sólo que los suyos tenían suerte de tener la mente demasiado abierta y no verlo durante casi diez meses al año. Por lo demás, los profesores eran los que pagaban los platos rotos de tenerlo en las aulas, porque había una sola palabra para definirlo: insoportable. Era irritantemente adolescente y sólo quedaban unos meses antes de los TIMOS cuando se dio cuenta de que sólo uno de bastantes lograba hacer una carrera exitosa de Quidditch y no podía aferrar a eso su futuro.
Aurora Sinistra, la jefa de Ravenclaw desde que Flitwick se había instalado en el despacho de la dirección cuando McGonagall había renunciado, le había puesto las cartas sobre la mesa: tenía que estudiar y conseguir algo más altos que las A que había estado consiguiendo desde que había ingresado a Hogwarts. ¡Pero se suponía que los Ravenclaw eran los inteligentes!... O al menos eso le había dicho a la profesora, que había arqueado una ceja y le había espetado que ser usar el cerebro no equivalía a buenas notas.
—Le recomiendo que se busque a alguien que le ayude a estudiar, señor Scamander, o tendré que pedirle a los profesores que le den horas extra —fueron las últimas que pronunció Sinistra antes de invitarlo a salir.
Lorcan, una copia casi exacta de Lysander, estaba sentado en el suelo, esperándolo afuera. Se les distinguía porque a pesar de tener el mismo cabello platinado heredado de su madre, Lorcan lo llevaba corto y medio parado del centro, y Lysander lo tenía más largo y más revuelto. Además, aunque seguían siendo cercanos o algo así, durante cinco años habían desarrollado intereses diferentes, aunque los dos tenían las mismas penosas notas por estar en la luna la mitad del tiempo.
—¿Cómo te fue?
—Asqueroso.
—Ya… —Lorcan se quedó pensando un momento—. Le dije a Longbottom que me de clases —añadió—. Ya sabes, rubia, guapa… de séptimo… —sonreía como idiota y le guiñó el ojo a Lysander.
—¿Podría…?
—No. Puso como condición que no estuvieras tú —Lorcan sonrió y se puso en pie para darle unas palmaditas en la espalda a su gemelo—. Lo siento, pero anda… es mi última oportunidad, rendirá los ÉXTASIS y se irá para siempre de mi vida… Lysander… —Lorcan le puso la mejor cara de súplica, que Lysander no pudo ignorar en lo más mínimo, así que sonrió y suspiro antes de responderle.
—Está bien…
—¿Seguro?
—Que sí, ya buscaré a alguien más.
Así que aunque le desagradaba la propuesta de Sinistra, busco a alguien que le ayudara a ponerse al corriente antes de que la profesora hiciera que le dieran clases extra de varias asignaturas. Sólo que no resultó tan fácil. Los otros cuatro chicos de su casa que no eran Lorcan le dijeron que no, y las tres chicas de Ravenclaw de su curso se negaron, Longbottom chica incluida. Montgomery y Smith de Hufflepuff quedaban descartadas al segundo, porque eran tan estudiosas como él. Descartó a todo Gryffindor, porque se llevaba terrible con la mitad y porque Lily Potter, de séptimo levantó una ceja y le dijo que ya bastante tenía ganándole la copa de quidditch por segundo año consecutivo. Él resopló, porque desde que la habían nombrado capitana estaba insoportable. La lista de posibilidades se iba reduciendo y todos parecían estar demasiado ocupados con sus propios TIMOS como para ayudarlo un poco.
Así que la única opción a la que aun no le preguntaba y quedaba disponible era… Weasley. La Weasley inteligente, porque Hugo sólo era útil cuando quería aprender de pociones, para todo lo demás era demasiado distraído.
Lucy Weasley. Él la consideraba pedante, insoportablemente pelirroja y presumida. Pero era la única persona que aceptaría ayudarlo, estaba seguro. Así que la encontró en la biblioteca como siempre, con los grandes lentes feos que usaba, porque estaba más ciega que un topo, con la mirada pegada a un libro. Como siempre. Lysander se quedó mirándola un rato, al menos un momento. Iba a dejar su orgullo embarrado al suelo en cuanto le pidiera ayuda a la cerebrito de Hufflepuff que iba que corría para premio anual. Seguro que en un par de años lucía la insignia con petulancia.
—Weasley —fue lo que atinó a decir al acercarse, con un carraspeo—. Hola.
—Scamander… —Ella levantó la vista un momento, pero como Lysander no dijo nada volvió la vista al libro de nueva cuenta.
—Ehmm… quertía pedirte algo… —dijo él después de unos largos y angustiosos segundos.
—No. La respuesta es no.
—¡Ni siquiera has oído lo que voy a pedirte! —se quejó él. Pero en el fondo entendía porque Lucy era tan tajante. Nunca se habían llevado especialmente bien… o más bien, eso era endulzar demasiado las cosas: se llevaban demasiado mal. Primero porque lo primero que había hecho Lysander al conocerla había sido burlarse de sus lentes. Ya la había visto a lo lejos una que otra vez cuando iban a visitar a los Weasley y ella estaba por allí, pero hasta que cumplieron once años no se conocieron formalmente, así que… bueno: se burló de los horribles y redondos lentes de Lucy.
Y eso fue sólo el principio. Luego siguió su desaliñado cabello, los dientes chuecos que tuvo hasta que su madre hizo que se los arreglaran en San Mungo, su absoluta patosidad al volar, pues era pésima sobre una escoba y la manera en la que había hecho explotar un caldero en segundo, en pociones, eran unas pocas cosas de la gran lista por la cual Lysander la había molestado. Aunque desde cuarto mantenían una guerra fría, una tranquilidad tensa y se ignoraban mutuamente, lo cual era mucho más sano para la lista de detenciones de Lysander y el buen humor de Lucy.
—Te escucho —espetó ella cerrando el libro con un sonoro golpe que, de pura suerte, no alertó a la señora Pince del asunto.
—Necesito ayuda para estudiar para los TIMOS —soltó Lysander, en frío, antes de arrepentirse.
—¡¿Qué?! —la cara de Lucy era algo entre la incredulidad con una sonrisa totalmente escéptica—. ¿Me estás pidiendo ayuda a… mí? —Soltó una risa forzada, como si considerara que era una muy mala broma—. ¿Cuál demonios es la trampa?
—¿Qué? No hay ninguna… —se paró al darse cuenta de que lo que Lucy preguntaba era totalmente lógico: la chica consideraba casi imposible que se acercara a ella con buenas intenciones—. Lo juro por la vida de… mi madre. No hay trampa. —Alzó las manos en un intento de gesto conciliador o algo parecido—. Necesito ayuda.
—Porque sólo te preocupas por el quidditch y Sinistra te ha hecho abrir los ojos… —Lucy sonrió como petulante—. ¿Qué gano yo dándote clases?
—Juro no molestarte mientras me enseñes…
—Demasiado poco —consideró ella.
—Hasta después de los TIMOS…
—Aún demasiado poco —repitió ella.
—¿Hasta que dejemos Hogwarts?
—Hecho.
Tardó más en decirlo que en arrepentirse, pero necesitaba buenas notar en los TIMOS. A su madre no le importaría demasiado una carta llena de malas notas, diciendo de todos modos aquello no definía que tan inteligente era, pero se quejaría en voz alta que era una lástima porque no podría cursar algunas materias en nivel ÉXTASIS. Y su padre… bueno, Rolf Scamander no vivía en la luna y con eso bastaba.
—Aquí mismo —dijo Lucy—. Apartir de mañana, justo cuando acaben las clases de la tarde.
—Tengo entrenamiento.
—A la hora que acaba el entrenamiento: ni un minuto más.
No todo fue tan bien como lo planeado, porque llegó corriendo a la biblioteca luego de que Davies, la capitana del equipo, le gritara un par de veces que si no conseguía la snitch estaban fritos y de distraerse dos minutos con Lysander. Lucy no fue en especial misericordiosa, pues lo consideraba un idiota hueco y lo puso a leer y a hacerle preguntas básicas de Transformaciones, para empezar, una de las materias en las que no podría salvarse con una simple A. Aunque al final Lucy, harta de que sólo le contestara tonterías, lo confrontó.
—No puedo ayudarte si tu no lees, Scamander —le dijo, con el veneno en las palabras—. Es inútil.
—¡Tengo otras cosas por las que preocuparme!
—No me digas… —el tono sarcástico y escéptico de Lucy combinaba demasiado bien con su ceja medio alzada y sus ojos medio caídos—. A ver… por ejemplo, ¿ser increíblemente guapo y genial?
—Por supuesto.
—¿Las chicas?
—Obviamente.
—¿Quidditch?
—Sí.
—¿Mirarte tres horas al espejo?
—Sí…
—¡Nada de eso te dará de comer en un futuro! —casi le gritó—. En vez de preocuparte por tu futuro te preocupas por cosas completamente idiotas que no tienen importancia en lo más absoluto en tu vida futuro.
—¡Queda demasiado tiempo para eso!
—Es lo que tú crees…
Lysander no podía dejar de ver estúpido lo que pensaba Lucy, pero aun así tenía que admitir que si no acababa siendo una estrella de quidditch su futuro era más negro que nada. Y no estaba asegurado de que acabara jugando como buscador para un equipo demasiado famoso, así que necesitaba las buenas notas para al menos, tener posibilidades de elegir algo que no fuera acabar como un imbécil por el mundo. Lo único que se le daba bien era Cuidado de Criaturas Mágicas y era debido simplemente a que pasaba tanto tiempo en eso con sus padres desde que era un bebé que conocía un montón de cosas y criaturas. Y a veces también se le daba Herbología, pero el odio mutuo entre él y la Tentacula no le auguraba demasiado futuro en los invernaderos.
Así que la sesión de estudio acabó con malas caras después de un rato más en el que Lucy intentó que Lysander aprendiera algo de Transformaciones y una paz tensa, pero al menos nadie volvió a levantar la voz. Si no se insultaban o se molestaban podían llevar las cosas en paz, cosa que Lysander nunca había pensando. Además, a veces Lucy sonreía, lo que le quitaba el aspecto de arpía. Quedaron para la siguiente tarde más temprano, pues Lysander no tenía entrenamiento.
Pero no todo fue tan bien.
Lysander acabó en la enfermería a las diez de la mañana, con la señora Pomfrey intentando arreglar una pierna sin movimiento y Lorcan en el despacho de Sinistra, con Slughorn intentando averiguar que demonios tenía la poción que le había caído a Lysander. Todo había sido en la clase de Pociones cuando Lorcan le había pedido ayuda con el contenido viscoso de su caldero que no se parecía en nada a lo que había pedido Slughorn. Lysander había puesto cara de asco, pues la mezcla de su hermano olía terrible y le había ayudado a vaciarla, aunque estaba casi seguro que si conseguía una D sería por la misericordia del profesor. El problema fue que nunca llegó al escritorio de Slughorn, sino que aterrizó en la pierna de Lysander, que quedó paralizada.
—Vamos, tiene que hacer algo… —miró furibundo a la anciana enfermera, más enojado con la vida que con otra cosa—. ¡El partido de Quidditch es este sábado!
—Quizá si te estás en silencio…
—Da lo mismo, tiene nervios de acero, señora Pomfrey… —Lysander se le quedó viendo hasta que la enfermera le devolvió una mirada helada—. Demonios, lo dije en voz alta.
—No tengo ni idea de lo que hizo su hermano en el caldero. ¿Arreglar huesos rotos? Perfecto. ¿Enfermedades comunes? Hecho. ¿Hacer crecer los huesos? Incluso eso… —negaba con la cabeza, revisándole la pierna, que se había quedado estática en una posición que al menos parecía natural—. Hasta que no venga Snape no puedo hacer nada por ti, así que te sugiero relajarte.
Lysander se dejó caer hacia atrás en la cama, con expresión desolada mientras veía a Pomfrey alejarse, ignorando sus quejidos. La buena noticia es que no tenía nada roto, herido y no chorreaba sangre por ningún lugar. La mala era que, obviamente, su pierna derecha no se movía en lo más absoluto. Si no podía jugar el partido contra Slytherin ahora que Scorpius Malfoy no estaba en el colegio y tenían una posibilidad contra ellos, evidentemente, su popularidad se arruinaría.
—Ey…
—Vete.
Era Lorcan. Siempre tenían una típica relación tira y afloja, pero en ese momento lo último que quería era verlo. Podría haberle tirado esa poción en cualquier otro momento, pero no, había tenido que ser justo a pocos días de un partido que iba a definir su vida y eso era… Terrible era decir poco. Por Rowena, se iba a arruinar la vida porque el Quidditch era lo único en lo que realmente destacaba especialmente. Para lo demás era una calamidad o simplemente el promedio, no había ningún profesor que lo felicitara, pero si muchos que lo miraban como si hubiera defraudado al mismo Merlin.
—Venía a decirte que lo siento…
—Vete.
—… y que Sinistra me castigo una semana completa…
—¡Vete! —exclamó él, sin ni siquiera voltear a verlo, estaba demasiado enojado como para pensar con claridad.
Lorcan lo miró furibundo.
—¡Venía a decir lo siento! ¡Pero de lo único que tienes tiempo es de ser un idiota! —y se fue pisando fuerte, hacia la salida de la enfermería.
El día no hacía más que empeorar cuando llegó Pomfrey acomañada de Slughorn que después de un buen rato había identificado que tragedia había cocinado Lorcan a fuego lento en el caldero y le dijo que necesitarían un antídoto que requería cuatro días de cocción, lo cual lo dejaba totalmente inhabilitado para el partido del sábado, pasara lo que pasara.
Davies y medio equipo de Quidditch fueron a verlo. El equipo fue amable e incluso se lamentó que no fuera a jugar, porque sus bromas siempre les hacían más pasable el entrenamiento, pero lo único que salió de la boca de la mala bruja de Davies fue «¡es increíble que pase esto cuando no puedo buscar un suplente!», lo cual hizo que Lysander se enojara aún más y le gritara que tendría que hacerlo si quería ganar la copa de las casas, ya que estaba tan obsesiva con el tema.
Así que Pomfrey, después de determinar que ya que no le dolía nada podía ir a clase, tardó un rato en conseguirle unas cosas llamadas muletas con las cuales podía desplazarse a saltos terriblemente lento, así que no le quedó más remedio que acudir a la biblioteca con Lucy Weasley y sus terribles lentes. Aunque tenía que admitir que de cerca no se veían tan terribles y ridículos como de lejos.
—Siento la tardanza —dijo al sentarse.
—Ya, me doy cuenta por qué… —Lucy señaló las dos «muletas». Le dolían las axilas de usarlas, pero al parecer todo el mundo lo encontraba graciosísimo y le hacían preguntas como «¿De verdad los muggles usan eso?». Lysander pudo incluso ver a Lucy Weasley contener una sonrisa.
—No es gracioso.
—Nadie dijo que lo fuera, chico guapo con carrera arruinada… —le sonrió de lado—. ¿Empezamos?
—Cuando quieras…
—Pensé que podríamos centrarnos en Pociones…
—Obtendré una D en el TIMO, no planeo seguir con ella, todo menos eso —zanjó Lysander, pero al parecer Lucy estaba dispuesta a seguir con el tema. Además, el rubio no tenía demasiados ánimos para estudiar Pociones ni nada que tuviera que ver con ellas por el próximo mes.
—Lysander…
—Sólo digo que seamos realistas: no aprobaré pociones, ¿para qué perder mi tiempo con ella?
—Te estás dando por vencido desde antes, y ¿sabes algo? El atractivo no te va solucionar los problemas —le dijo Lucy—. Entiendo por lo que pasas… —le puso un libro enfrente y al menos tuvo la decencia de que no fuera el de pociones, sino de encantamientos—: estás asustado, no eres la celebridad de la escuela, el mundo no se va a acabar. Fin. ¿Podemos empe…
Hacía dos frases que había dejado de ponerle atención. Había tenido suerte con chicas peores, ¿por qué no…?
La besó.
Lucy, bueno… Lucy Weasley no respondió, así que se apartó de allí.
—¡¿En qué demonios estabas pensando?!
—Yo sólo… pensé… como… —Lysander se estaba apresurando a disculparse y a recoger sus cosas porque la mirada que Lucy le lanzaba no podía ser sana en absoluto—. O más bien… no pensé… yo…
Hubiera sido más rápido moverse de allí si hubiera podido caminar sin las muletas, pero al menos logró dar saltos fuera de la biblioteca arrastrando la mochila detrás de una manera que dejaba su orgullo y su dignidad tres metros bajo tierra.
Ni siquiera percibió que Lucy Weasley sonreía. Sólo un poco.
Como era obvio que necesitaba la ayuda de Lucy y nadie más se la iba a proporcionar, decidió ir a disculparse el viernes, un día antes del partido, cuando su pierna aun seguía inmovilizada se arrastró hasta la biblioteca donde seguramente estaría y se puso enfrente de ella. Dejó la mochila abajo porque apenas podía cargarla y cuando Lucy ya lo miraba inquisitivamente carraspeó, intentando encontrar las palabras correctas para decirle en ese momento pero parecía que no las había.
—Lo siento… —soltó, finalmente, sin pensarlo demasiado, antes de que Lucy Weasley lo matara con esa mirada tan suya, entre inquisitiva y profunda, que sentía que le llegaba hasta el fondo de su cerebro—. Yo… sé que soy la última persona que probablemente quieres ver ahora mismo —siguió, con más confianza, porque descubrió que una vez que pronunciaba la primera palabra era más fácil pronunciar la siguiente para hilar una oración—. Pero eres la única persona que puede ayudarme ahora mismo y siento haberte pesado y fui un idiota por eso y…
—De hecho fue lindo, Lysander… —Lucy sonreía, viéndolo en aquellos apuros.
—¿En serio? ¿Por qué demonios no lo dijiste antes? —le preguntó, abriendo los ojos un poco, por la sorpresa. Aquello le habría ahorrado tantas disculpas…
—Sólo que, tengo novio… —Lucy aun sonreía mientras le clavaba la estaca—. Espero que eso no sea un problema —aventuró, mirándolo con, quizá, un poco de nerviosismo.
—Ehh… no, claro que no… —Lysander negó con la cabeza. En realidad tendría que haberse disculpado de todos modos, porque había sido totalmente incorrecto, así que empujó la mochila que cargaba al hombro con una de las muletas mientras se arrastraba un poco más cerca de la silla.
—Entonces, ¿empezamos? Estaba pensando en Herbología…
Las cosas no mejoraron con el correr de los días, aunque Lysander tenía al menos razones para pararse de la cama y moverse. El enojo con Lorcan pasó después de unos días, pero de repente seguía teniendo ataques de ira contra su hermano, aunque con su inmovilidad no podía hacer nada. Davies había conseguido un suplente de tercero, pero no tenía suficiente entrenamiento con el equipo, así que Lysander auguraba un desastre. De todos modos, si perdían, Slytherin ya había perdido desastrosamente contra Gryffindor, ya que Potter les había dado una paliza en un día especialmente bueno y ellos ganaban con Hufflepuff… Necesitarían ganarle a Gryffindor por una gran diferencia si querían posibilidades de ganar.
Y perdieron, con una diferencia de diez, al menos, ya que Davies se había preocupado porque no les anotaran demasiado y por realizar un montón de anotaciones antes de que el buscador de Slytherin agarrara la snitch después de que una bludger incapacitara al suplente. Lysander lo había visto todo en primera fila desde la tribuna y había oído un par de comentarios que sugerían, de manera poco amable, que si el hubiera jugado eso no hubiera pasado.
Pasaba los días calculando puntajes, soñando despierto en las clases y estudiando con Lucy Weasley que, al menos, además de decirle que era un idiota cada dos por tres, pero ya sin un regusto ácido en las palabras, sino más bien con una sonrisa amigable, le daba consejos para afrontar los exámenes y le ayudaba con algunas tareas. Además de eso, Lysander había descubierto que no le interesaba demasiado el Quidditch, pero no era como Rose Weasley, la hija de una de las amigas de su madre, que no entendía nada. Lucy conocía nombres de jugadores, equipos, jugadas, algunas cosas, pero simplemente no le interesaba.
Usaba unos lentes horribles porque le parecían bonitos; consideraba la Adivinación una pérdida de tiempo, igual que la Aritmancia, y todo lo que tuviera levemente con predecir el futuro; además de todo, escribía horrible y secretamente guardaba un par de surtidos saltaclases aunque no los había usado en más de un año. Y quería estudiar algo increíblemente complicado que tenía que ver con encantamientos experimentales.
—Por Merlín —Lysander se asomó al pergamino de la chica pelirroja, que tenía el cabello sujeto por detrás—, que letra más horrible. Al menos escribo bonito, Lucy…
—Presumido.
—No, es cierto, Sinistra amaba mis redacciones en primero por mi excelente caligrafía… —Lysander sonrió, tomó la pluma y la mojó en el tintero—. Mira. —Se inclinó sobre el pergamino y escribió una simple frase con la mejor letra que tenía, aprendida de su madre. Se lo pasó a Lucy sin darse demasiada importancia.
—«Lucy Weasley es "vonita"» —leyó la chica con una sonrisa en la que se concentró Lysander sin saber qué reacción iba a tener—. Hubiera sido mejor si hubieras escrito bonita con «b», pero bueno…
Sonrió. Lysander, justo al lado de ella, de repente se dio cuenta de lo cerca que estaban y de lo cercanos que se habían vuelto en aquellas semanas. Acababa de pasar San Valentín, además… Quizá ya no tuviera novio, quizá hubieran cortado después de todo.
—¡Lulu! —No. No habían cortado, el idiota de sexto rubio, guaperas y demasiado inteligente de Gryffindor seguía saliendo con Lucy Weasley. La cara de Lysander pasó del encanto absoluto a la desidia total en menos de dos segundos—. ¿Ya terminaron?
—Hum… sí… —Lucy miró a Lysander con una mirada de disculpa—. ¿Te importa que terminemos más temprano esta vez? Teníamos planes…
—Claro… no hay problema…
Al menos le habían dicho que a partir de la semana siguiente podía volver a entrenar con normalidad y su relación con Lorcan se había restablecido… O algo así. Seguían siendo hermanos y nunca dejarían de pelear, aunque solían tener tiempos de paz: cuando alguno tenía un problema y el otro se encargaba de defenderlo, o cuando uno —generalmente Lysander— estaba demasiado enojado con el otro.
—Ningún problema… —repitió cuando los vio marcharse, con el chico de Gryffindor del cual no conocía ni el nombre con la mano en la cintura de Lucy. Hubiera dado todo porque esa mano fuera su mano.
—¡Lucy! —Lysander irrumpió en la biblioteca buscando a la pelirroja, por una vez con ganas de hablar con ella, ya que le había ido bien en los últimos entrenamientos y se acercaba el último partido. Aun faltaba un buen tiempo, pero Davies los estaba reventando porque quería la copa. Tenían que ganarle a Gryffindor por una diferencia de cincuenta—. ¡Volveré a jugar quidditch!
—¡Silencio! —lo interrumpió la señora Pince y Lysander se encogió un poco, con una mueca de apuro ante la cual Lucy sonrió.
—Felicidades…
Ella sonrió, levantando la vista de su pergamino. A ella parecpia molestarle aquella actitud de la mayoría de los estudiantes, que situaba a los jugadores de Quidditch como celebridades, pero al menos parecía sincera con su sonrisa. Lysander había aprendido a apreciar a Lucy con todas sus tonterías —o las cosas que a él le parecían tonterías que ella decía—, con sus excentricidades y con su obsesión aparente con el estudio.
—Lo diría más alto, pero Pince volverá a gritarnos y nos correrá de aquí —seguía sonriendo, como conteniendo una risita.
—No podrías soportar que te echaran de tu lugar favorito —Lysander se sentó. Por Morgana, era tan feliz desde que no tenía que arrastrarse por todos lados con una pierna inútil—. Bueno, gracias por alegrarte por mí…
—De hecho, quería decirte algo.
—¿Qué?
—Fui a ver el entrenamiento hoy…
—No me fije… —Lysander abrió mucho los ojos, con sorpresa, intentando que su mente volviera al campo de juego, pero no recordaba gran cosa, apenas si se había fijado en los expectadores.
—Estabas más concentrando en los gritos de Mona Davies… Te entiendo —Lucy le puso la mano sobre la suya cuando se sentó—. En realidad, bueno, no tenía a donde más ir y no quería ir a la biblioteca.
—Creí que estarías con… ¿cómo se llama?
«Maldita sea, Lysander», se reclamó a si mismo, «te dices su amigo… —o algo así— y ¿ni siquiera sabes el nombre de su estúpido, repelente y demasiado rubio novio?». Por más que intentaba, no conseguía recordar un momento en que Lucy lo hubiera dicho y él le hubiera puesto atención.
—Bradley —le dijo Lucy—. Y no. No estaba con él de hecho… —hizo una pausa que se hizo demasiado larga—. Corté con él.
—¿Por qué? —preguntó Lysander al tiempo que parpadeaba confundido, no comprendía por qué aquello tan de repente.
—Bueno… me gusta alguien más.
—¿En serio?
Lucy lo miró como si no se creyera lo que estaba viendo, como si estuviera viendo a un extraterrestre demasiado extraño en ese momento. Alzó una ceja, pero entonces, después de una pausa eterna, por fin bajó la ceja y negó con la cabeza, como si considerara a Lysander un caso totalmente perdido. Y en ese momento, con Lysander concentrado en su cabello pelirrojo, no estaba demasiado errada.
—Sí, tonto: tú.
—¿Yo? ¿De verdad…?
Lucy suspiró y acortó la distancia entre los dos para besarlo. Se concentraron demasiado en el beso que a Lysander le pareció que llevaba demasiado tiempo esperando ese momento aunque ni el mismo lo admitiera ante sí mismo. Había pasado las últimas semanas concentrado en los TIMOS y en los deportes simplemente para no tener que pensar en aquel beso no correspondido que le había dado a Lucy Weasley.
—¡FUERA DE MI BIBLIOTECA! —El grito de Pince fue tan certero que ninguno de los dos, separados abruptamente por la sorpresa, se atrevió a rebatirla. Recogieron todo a las prisas y se marcharon corriendo, mientras Lysander, con un profundo y extraño placer rodeaba la cintura de Lucy Weasley con la mano.
—¿Tienes algún plan? —preguntó.
—Ninguno —ella sonrió.
De repente, todo el mundo parecía sonreírle a Lysander.
Hola. Sí, esto es para ti, Daenerys, espero que cumpla con tus expectativas porque realmente me rompí la cabeza con esto. En mi headcanon Lysander es gay y cinco años mayor que Lucy así que tuve que improvisar nuevos y mejores personajes… O algo así. Quería plasmar una relación real, entre adolescentes reales y no sólo alguna tontería. Faltan dos capítulos más, espero que te agraden. El título se lo debes a Alex Lora, busca la canción.
Andrea Poulain
A 29 de julio de 2014 (el día que acabé de corregir)
