LAS PALABRAS QUE NO PUEDO DECIR

(by Kitty kitsune-chan)

Capítulo 1

Unos youkais habían atravesado el portal que les llevaba al Ningenkai, guiados por su odio a la raza ningen. Eran cinco, pero de clase baja, y se veía de lejos que eran del tipo que disfrutaba destruyendo los pequeños pueblos por los que pasaban, quemando y acuchillando a los ningens que se les cruzaban por su camino.

- Matémosles a todos!! – Gritó uno de los youkais a sus compañeros viendo el pueblo que tenían delante.

Algunos ningens intentaron salvarse sin preocuparse de la pequeña niña que lloraba a un lado del camino dentro de su casa llamando a sus padres, atrapada dentro de la casa mientras esta se quemaba. Esto no les importó a los demonios, puesto que los ningens eran sus enemigos.

En una de las casas más alejadas, una niña de cinco años se despertó de su sueño por culpa de las vibraciones que notó en su casa. La madre, oyendo los gritos de su hija se apresuró en ir a su lado a tranquilizarla.

- Vamos a estar bien Aeka, te lo prometo – Le dijo la madre a la niña precipitadamente mediante un lenguaje de signos, antes de cogerla y llevársela.

Los demonios cada vez se oían mas cerca, y antes de que la madre pudiera parpadear siquiera, la casa fue sumergida en llamas demoníacas lanzadas por esos cinco youkais. Aeka miró las llamas fuera de su casa y se fue corriendo a su habitación totalmente asustada y con los ojos llenos de lágrimas. La madre gritó antes de ir a la entrada para ver como el fuego se extendía como si tuviera mente propia.

- Dios mío!! – Gritó agarrando una chaqueta para ponerla alrededor de su hija para luego abrazarla como si fuera la última vez.

De repente, el padre entró corriendo en la habitación buscándolas, agitando los brazos para que se dieran prisa en seguirle.

- Tienes a Aeka?! – Preguntó notando a su hija en los brazos de su esposa.

- Sí, vámonos! Si logramos llegar a la ciudad de al lado estaremos seguros! – Contestó la mujer corriendo apresuradamente al salón en donde se podía ver que las llamas estaban desgastando el techo y las paredes.

Antes de que pudieran salir por la ventana, el techo empezó a crujir amenazando con caerse. No tenían mucho tiempo, y la madre, sabiendo que esto terminaría pronto, cubrió a su hija con su cuerpo mientras que su marido las cubrió a ambas. Mirando a la niña, la madre la besó en la frente mientras acariciaba su cara.

- Te quiero Aeka – Y con esto, la casa se derrumbó de golpe a la vez que les enterró.

Los youkais, que caminaban sobre los cuerpos de sus víctimas, pronto pararon cuando una ráfaga de viento los derribó del camino, apartando escombros intencionadamente para atacar a los cinco youkais. Estos estaban en silencio, mirándose unos a otros mientras se preguntaban que tipo de viento era ese y cuales eran esos niveles de youki que se podían sentir.

- Que es eso? – Preguntó uno de ellos una vez se pudo poner de pie.

Una espesa nube de humo se disipó para mostrar dos figuras que se acercaban despacio, pero sus caras no se veían debido a la oscuridad que había. Parecían ninjas por la ropa que llevaban puesto que en ese momento lo vieron gracias a la luz de la luna. Los youkais sabían quienes eran ellos y quien les había enviado, haciéndoles así entrar en pánico al pensar en el aterrador castigo que recibirían.

- Son Shinobi!! Corred!! – Gritó el que parecía ser el líder de los youkais.

Sin decir una sola palabra, el más alto de los Shinobi levantó su mano una vez más liberando un poderoso viento, matándolos a todos y cada uno de ellos. El más bajito de ellos repasó con la mirada todo el área de destrozos, extendiendo su mano para usar sus poderes de hielo sobre el fuego que arrasaba el pueblo y así poder apagarlo. Bajando la mano, miró a su compañero.

- Bien, busquemos sobrevivientes.

El más alto estuvo de acuerdo.

Siguieron su camino, oyendo una de las casas que habían sobrevivido crujir antes de venirse abajo también. Todo estaba lleno de cadáveres acuchillados y calcinados: hombres, mujeres niños… No podían más que lamentarse por lo ocurrido.

- Nadie ha sobrevivido a esto… hemos llegado muy tarde Toya – Le dijo el youkai alto al otro.

Toya asintió, andando más lejos que su compañero para asegurarse.

- Hicimos lo que pudimos. Por desgracia, nadie sobrevivió.

Esto lo sabía el más alto, que bajó la cabeza colocando sus manos en las caderas.

- Los youkais hicieron un buen trabajo. Creo que deberíamos volver, tenemos un tiempo limitado para estar en el Ningenkai.

El Shinobi de hielo se giró para volver al Makai, pero cuando pasó por su lado, su compañero le puso una mano en el hombro intentando captar su atención. Este miró al youkai de viento interrogantemente.

- Que pasa?

- Lo oyes? – Preguntó mientras sus orejas se movían arriba y abajo.

Toya miró alrededor, pero el solo podía escuchar el sonido de los grillos y el crujir de algunas casas.

- Tú tienes mejor oído que yo Jin.

- Shhh… - Le pidió que se callara poniéndole un dedo en la boca para poder oír mejor.

Finalmente, señaló una casa más alejada de donde creía que venía el ruido. Jin corrió hacia la casa y arrancó los trozos de madera carbonizados que impedían el paso, y cuando entró, vio los cuerpos destruidos de un hombre y una mujer.

Sacudió los cuerpos, pero estos no respondían, fue entonces cuando vio a una niña de pelo color lavanda pálido cubierto de ceniza, que lloraba abrazando sus piernas. Ella estaba toda sucia y tenía un poco de sangre en la cara debido a haber estado enterrada y dañarse con la madera. Si no hubiera sido por el hielo de Toya que apagó el fuego, ella habría muerto.

La niña estaba asustada viendo aquella persona desconocida cogiéndola en brazos.

- Un sobreviviente – Dijo corrigiendo lo que anteriormente habían dicho.

Toya entró a la casa y se acercó a Jin.

- Que vamos a hacer con ella? No podemos llevárnosla con nosotros pero… - los ojos de Toya miraron los cuerpos de sus supuestos padres y apartó la vista. Aquello no era honorable, ver gente inocente morir por el capricho de otro - … no podemos abandonarla aquí tampoco.

Jin suspiró mirando a la niña que estaba temblando en sus brazos.

- No tengas miedo – susurró con cierto acento irlandés, quitando el pañuelo que cubría su cara, esperando que se tranquilizara. Sus ojos azules y pelo rojo eran más visibles para la niña ahora, que dejó de sorberse los mocos para mirar al youkai que la cogía.

Un pequeño cuerno le salía de su cabeza, pero podría ser visto en la oscuridad de la noche así como el pequeño colmillo que le salía de la boca. Su pelo estaba alborotado y le llegaba hasta poco más del cuello, pero se fijó en el fabuloso par de oídos que se movían de arriba abajo, mientras sonreía.

- Jin, que deberíamos hacer con ella? – Preguntó Toya una vez más.

- Bien… - suspiró Jin tomando un pañuelo de su bolsillo para limpiar la cara de la niña de suciedad y sangre. Obviamente ella no quería que un extraño la limpiara, e intentó alejar el pañuelo de ella – Creo que deberíamos encontrarle una nueva casa entonces. Obviamente no hay ninguna para ella aquí. Vamos Toya.

Toya miró al youkai de viento salir de la casa con la niña en brazos, suspiró suavemente, no podía menos que ayudar a buscarle un nuevo hogar después de lo que pasó, así que decidió ir con su compañero.

- Puede llevarnos un tiempo tratar de encontrarle una casa a pie, sugiero que volemos – rió Jin meneando sus oídos. Vio que la pequeña tenía frío, así que la abrigó más entre sus brazos – Sube.

El youkai de hielo se subió a la espalda de su amigo, agarrándose fuerte a su cuello sabiendo lo rápido que le gustaba volar al pelirrojo. Jin usó sus poderes y surcó el cielo de noche para buscar un hogar perfecto para esa pequeña sobreviviente.

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Los dos youkais buscaron por todas partes de los alrededores un hogar conveniente para ella, pero en vano. Cuando el sol amenazó con elevarse, Toya no podía permitirle a Jin ser vistos, sin hablar de la luz. Todo Shinobi sabía que no se les consentía salir a la vista de cualquiera de día, y más aún si es el Ningenkai, al cual solo se les permitía ir si se lo ordenaban, es por eso que Toya le dijo a Jin ir a refugiarse dentro de una cueva de las montañas cercanas. Jin pensó que lo mejor sería encender una hoguera, no para ellos, sino para la niña que obviamente tenía mucho frío por estar en invierno.

Se sentó sobre una de las rocas cercanas dentro de la cueva.

- Toya, eso es el Sol, que daño podría hacer? No parece que te vayas a derretir o algo.

Toya, suspirando irritado, se acercó a él.

- Bien, iré a por leña y veré que puedo hacer – Dijo antes de salir de la cueva.

Después de un rato, el maestro del hielo volvió con la leña que fue a buscar. La dejó en el suelo y cogió un palo para intentar encender la hoguera.

- Esto sería más fácil si uno de nosotros fuera un youkai de fuego – se quejaba el maestro de hielo hasta que consiguió encenderlo.

- Quieres que vaya a por algo para comer? – sugirió Jin levantándose para pasarle la niña dormida a Toya – Cógela hasta que venga. Ella no ha dicho ninguna palabra desde que la salvamos, crees que es demasiado pequeña para hablar?

- No soy bueno con los niños – admitió Toya rascándose detrás de la cabeza – Iré yo a por la comida. Solamente estaré en los alrededores y cogeré algo rápido. No te metas en problemas hasta que vuelva.

Una vez Toya volvió con un ciervo que logró cazar no muy lejos de la cueva, lo dejó con cuidado en el suelo de la cueva, antes de darle un poco a su compañero, sabiendo que él había comido muy poco.

- Me pregunto por que ella no dice nada pero hace ruiditos – preguntó Jin sosteniendo a la niña dormida cerca de su pecho una vez que él se comió su pedazo de carne de ciervo.

Toya se encogió de hombros mientras se comía otro pedazo de carne.

- Tal vez no pueda hablar. Podría ser muda.

Pensando que ella había dormido bastante, Jin decidió despertarla moviéndola suavemente. La pequeña, bostezó abriendo los ojos intentando enfocar su vista.

- Pequeña como te llamas? – Preguntó el pelirrojo claramente una vez que él vio que ella estaba totalmente despierta incluso si no le miraba. Sin embargo, la pequeña no lo oyó, o no le hacía caso al youkai, porque miraba fijamente el fuego que había delante de ella – Pequeña?

Toya miró como al hacer crujir sus dedos, la niña no hizo caso y siguió mirando el fuego.

- Jin? – Toya se acercó a su amigo – Puedo hacer algo para ver si capto su atención?

- Adelante – Instó Jin intentando sujetar en sus brazos a la niña que se movía un poco.

Toya se puso delante de la pequeña, agitando su mano delante de su cara para asegurarse que tenía su atención. Cuando ella le vio, empezó a reír y reír antes de agarrarse un poco de la tela del Shinobi que tenía delante. Jin, estaba sentado mirando a Toya que comenzó a hacerle movimientos con las manos a la niña.

Una vez hecho, la niña se rió silenciosamente y comenzó a hacer algo similar a lo que Toya acababa de hacer. Era como si ellos se reflejaran el uno al otro o hablaran en su propia lengua.

- Que haces Toya? – preguntó Jin confuso.

- Se llama Lenguaje por Señas. Esto se usa con la gente que no puede oír. Ella es una niña sorda.

- Donde has aprendido eso?

- Mi maestro me enseñó cuando era pequeño para poder "hablar" con mi madre, ella también era sorda – Dijo Toya cogiendo a la pequeña en su regazo – Le pregunté como se llamaba y dice que su nombre es Aeka.

- Wow, eso está bien – comentó Jin mirando sus manos – "Hablando" con las manos… - Vio como Aeka había cogido el mechón de pelo que le caía en la cara a Toya y lo estiraba, pero Toya le apartó las manos – Los niños pequeños seguramente son todos iguales, no? – Preguntó mientras volvía a coger a la niña, quien seguía intentando coger a Toya del pelo – No hay diferencia entre los niños youkai y ningens…

- Jin… - Suspiró el maestro del hielo, escuchando lo que su amigo acababa de decir – Lo siento, pero no nos permiten…

- No entiendo por que no podemos llevárnosla con nosotros Toya – Interrumpió el pelirrojo mirando a la niña sin hogar, que les miraba como si pensara que ellos eran sus nuevos papas – Ella no sería ningún problema en absoluto! Yo la vigilaría y tú podrías enseñarme esa lengua de las manos.

Toya negó con la cabeza.

- No podemos Jin. No solo porque esté en contra de nuestro código de Shinobi, sino porque no se permite ningens en el Makai.

Jin suspiró, sosteniendo a Aeka un poco más fuerte deseando no dejarla ir al sentir algo en el pecho que nunca había sentido hasta el momento en el que ella estaba abrazando su amplio cuello.

Toya vio como Jin acariciaba el pelo color lavanda de la niña intentando consolarla.

- Jin… siempre puedes tener uno propio algún día…

El youkai de viento miró a Toya con sus grandes ojos azules en donde a pesar que la poca luz que había en la cueva, se podía ver perfectamente que estaban llenos de dolor.

- Como va a poder ser eso… cuando nosotros estamos obligados a pasar nuestra vida en la oscuridad?

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La oscuridad volvió con la noche, permitiendo a los dos Shinobis seguir buscando un lugar perfecto para Aeka. La pequeña estaba dormida en los brazos de Jin una vez más mientras surcaban el cielo de Tokio, prestando atención a ver si encontraban a alguna familia que quisiera tener una niña.

- Yo no veo ninguna familia que pueda necesitarla.

Toya, desde la espalda del pelirrojo, le miró con el ceño fruncido.

- Siempre hay alguien que quiere un niño. Tenemos que seguir buscando! No nos la llevaremos – Dijo el maestro de hielo mirando severamente a Jin.

El youkai de viento suspiró, llegando a un bloque de apartamentos.

- Bajaremos aquí, escucharé disimuladamente alguna conversación a ver si encuentro una posible familia.

Toya estuvo de acuerdo con esa decisión y bajaron una vez Jin aterrizó en la azotea del edificio. Los oídos puntiagudos del maestro de viento se movieron de arriba en busca de una conversación para ayudar a la niña, a la vez que mecía a la dormida niña.

Jin posiblemente estuvo sentado durante dos horas hasta que se le cruzó por delante una madre que regañaba a hijo.

- Quieres dejar de hacer eso? – Pidió la madre agarrando a su hijo de tres años. Esta era la tercera vez que él intentaba sacar una de las botellas de cerveza de la bolsa para jugar un rato – Dios mío! Vas a matarme algún día! Como siento que no tengas a nadie con quien jugar, así no tendría que ir tras de ti todo el tiempo.

Suspirando, los oídos puntiagudos de Jin volvieron a su apariencia ningen y fue a por Toya.

- Creo que le he encontrado una casa…

Toya simplemente asintió con la cabeza.

- Ves y déjala, yo te esperaré en la azotea del edificio para volver al Makai.

Gracias a si buen oído, Jin encontró la casa de la mujer que regañaba a su hijo, y se acercó al pasillo de delante de la puerta, con la niña en brazos.

- Volveré a por ti – susurró él en su oido antes de dejarla en frente de la puerta – Encontraré un modo de volver aquí aunque tenga que arrastrar a Toya conmigo también.

Aeka empezó a moverse en sueños gimiendo, intentando situarse mejor en los brazos del youkai escuchando el extraño latir de corazón que todos los youkais tenían.

- Desearía no tener que abandonarte aquí, pero no puedo… - la niña abrió los ojos y alzó la vista al pelirrojo que todavía la sostenía – Te tengo que decir adiós por ahora – susurró tristemente moviendo la mano en despedida.

Pensando que era un juego, Aeka rió tontamente y agitó la mano.

- Jin, date prisa! – Dijo Toya desde la azotea.

- Dame un minuto – Pidió en voz baja el maestro de viento para no alertar a la madre que estaba dentro del apartamento. Se acercó a la puerta, y envolvió a la pequeña con una tela Shinobi que llevaba encima para así mantenerla caliente. La dejó en la puerta y le dio un beso en la frente – Espero verte en unos años. Adios, Aeka…

El youkai de viento voló alejándose de ella, causando que ella empezara a sorberse los mocos mostrando que eso "ya no era divertido" y tratando de ir tras él. Cuando él ya estaba por encima de la barandilla del edificio, la pequeña empezó a llorar intentando alcanzarle.

Viendo su tristeza, Jin se acercó a ella.

- Volveré – dijo poniendo su frente sobre la de ella.

- Quien está ahí? – preguntó la mujer de dentro del apartamento cuando oyó ruidos fuera.

Jin se despidió con la mano una vez más antes de volar hacia la azotea, diciéndole con la mirada a Toya que ya la había dejado. Cogió a su amigo y salió volando hacia la oscuridad para volver al Makai de donde ellos vinieron, dejando a Aeka atrás.

La mujer abrió la puerta y vio a la pequeña delante de ella. Parpadeó varias veces, asombrada por lo que estaba viendo.

- Dios mío… una niña…

La pequeña solo estaba mirando el cielo llorando. Ella quería ir con los dos hombres con los que acababa de hacer amistad.

- No tienes papas? – preguntó la mujer mirando a los lados, pero ahí solo estaba la niña envuelta en la tela ninja que el youkai le dejó – Si ella está aquí, es que sus padres no estaban preparados para cuidarla! – Se arrodilló detrás de la niña – Pequeña… - al ver que no decía nada, le ofreció su mano - Hola pequeña.

Aeka no respondía, pero cuando la mujer le acarició la cabeza, se giró asustada. Al no reconocer a esa persona, Aeka empezó a hablar rápidamente con signos totalmente confundida.

- Donde está? Donde se ha ido?

- Oh Dios, ella es sorda… bien, vamos a llevarte dentro – Dijo la mujer cogiéndola en brazos – Yo cuidaré de ti.

La pequeña volvió a mirar al cielo esperando encontrar al maestro de viento volver volando a por ella como hizo la última vez.

La mujer la abrazó suavemente, y ella, sintiendo la pérdida de sus dos amigos, no la rechazó.

- Vamos dentro – En ese momento vio a su hijo de pie en la puerta en ese momento – Yusuke, ahora tienes una hermana con quien jugar – Dijo antes de cerrar la puerta tras ella.

Continuará…