Disclaimer: Nada del potterverso me pertenece, todo es de J.K Rowling.
Dedicatoria: Este fic lo he escrito para mi AI, Misila, sé que no llega a las mil palabras, pero es que con esta mujer –y encima en segunda persona- no me sale nada más largo. Espero que lo disfrutes.
MÁSCARA
Nunca dudaste de que tuvieras el don de la magia como tu padre, sabías que eras especial, sabías que harías grandes cosas.
Fuiste ambiciosa, quisiste tener lo que merecías, porque tu padre, a pesar de ser mago, a pesar de tener el poder para conseguir lo que quisiera, se contentaba con lo que tenía. Siempre te avergonzó esa parte de él, por eso tú quisiste ir más allá, no importaban los medios, siempre que consiguieras tu objetivo.
Tu hermano era una deshonra para ti, ni siquiera te permitías pensar en él. Como si jamás hubiera existido, como si nunca hubieras jugado con él, le hubieras protegido cuando era pequeño y tenía miedo a la oscuridad. Él no poseía el don de la magia, era inferior a ti, un simple insecto que ensuciaba tu reputación. Y tu madre, una muggle, ella ensuciaba tu sangre, por eso hacías como que no existían. Al fin y al cabo hacía tanto tiempo que no te hablabas con ello que ya casi parecía cierto, solo cuando te ibas a dormir por las noches, cuando te acostabas sola en tu casa, completamente silenciosa, es cuando, en sueños, sus rostros se aparecían para torturarte, para recordarte que no eras una sangre pura como tanto te jactabas de ser. Ellos te perseguían en tus sueños, recordándote tus impurezas.
Por eso cuando te levantabas cada mañana, con una sonrisa enorme y falsa en el rostro, fingías que aquellos con los que habías soñado no eran más que dos desconocidos, quizás los habrías visto en el Ministerio, o en el Callejón Diagon.
Eras hija única, tu sangre era pura como la de cualquier Black o Malfoy. No habías tenido nada que ver con un hermano squib, una deshonra para su familia, un ser anormal. No habías tenido una madre muggle, una mujer sencilla y sosa, frágil. No, ellos no tenían nada que ver contigo.
Eso es lo que te repetías todos los días ante el espejo mientras te maquillabas y peinabas.
Soy sangre pura. Una ambiciosa sangre pura. Mis padres, ambos, eran magos. Hija única.
Lo repetías una y otra vez, con cada pincelada que dabas en tu rostro, creando la máscara perfecta, una máscara a la que ya estabas acostumbrada, una máscara que ya creías que era tu propio rostro.
Pero, por las noches, aquella máscara se quebraba y quedas indefensa a la verdad. Pero te daba igual, no importaba, porque los demás jamás te verían sin ella.
Puede que de puertas para dentro los fantasmas del pasado pudieran torturarte, pero de puertas para fuera llevabas tu máscara y podías conquistar el mundo.
Podías ser quien quisieras ser.
FIN
