Título: Comienza y termina contigo
Pareja: Dean/Sam
Advertencia: en este fic Dean y Sam no comparten parentesco pero bueno xD, se desarrolla en una realidad alterna (AU), leve slash.
Disclaimer: ni supernatural, ni Sam, ni Dean me pertenecen. Hago esto sin fines de lucro y solo por diversión.
Aviso: Este fic participa en el Reto "OTP" del foro "Supernatural: Blood Brothers".
N.A: no tengo beta así que si hay errores o faltas me disculpo, Word y yo hacemos todo lo que podemos owo.
x.x.x.x.x.x.x.x
Luego de la muerte de su esposo, Mary Winchester se muda a los apacibles suburbios de la cuidad de Lawrences, en Kansas.
Traía consigo a un pequeño rubio de cuatro, llamado Dean. Curioso, inquieto, pero en ese momento casi catatónico. Era muy joven e ingenuo, pero incluso él, sabía que estaban huyendo; huían del fantasma de su padre, del dolor, de la perdida. Así que no dijo nada, no se quejó; aceptó dejar su casa, sus recuerdos y los pocos amigos que había hecho.
Lawrence era su hogar ahora.
La casa al final de la manzana era bonita; recubierta en madera, blanca y con dos plantas. Los primeros días, Dean solo podría dormir si lo hacía con su madre.
x.x.x.x.x.x.x.x
Medio año después, la señora Singer, aquella que vivía diez cuadras calle abajo y se había vuelto la mejor amiga de su madre daba a luz a su primer hijo.
Bobby y Ellen, lo llamaron Sam.
El bebe heredó el cabello castaño de su padre y se cree que el color de sus ojos son herencia de algún ancestro. Cambiaban de color según se mirase.
Sam permanecía todo el tiempo en su cuna pero, Dean nunca se cansaba de verlo a través de los barrotes.
x.x.x.x.x.x.x.x
Con los años Dean y Mary se sintieron como en casa. Los Singer hacían visitas los fines de semana o Mary iba a cenar.
El pequeño Winchester de ocho jugaba con un Sam de cuatro con infinita paciencia. Sus padres los escuchaban reír desde la cocina y pensaban con el positivismo de las personas sencillas que Dean y Sam serían amigos toda la vida.
Lamentablemente, la vida no es tan simple, y el amigo que fue tu persona favorita en tu niñez, la mayoría de los casos deja de serlo en la adolescencia.
Ellen y Mary siguieron siendo mejores amigas, pero sus hijos se habían distanciado con el tiempo. Mientras Dean entraba en la cruel secundaria, Sam se quedaba en la aún más cruel primaria. Cuando el rubio obtuvo al fin su diploma, el castaño pasaba su tiempo libre en la biblioteca.
Se trataban como los conocidos que eran; un saludo si se topaban en algún lugar o en el supermercado. Preguntas banales y de rutina cada vez que telefoneaban a la casa del otro por orden de sus madres, las cenas donde estaban obligados a convivir, y era como si no se estuvieran viendo; no realmente.
x.x.x.x.x.x.x.x
Era un viernes especial; era el decimosexto cumpleaños de Sam Singer, el castaño de cabello hippie y ojos tornasol.
Ellen le había prácticamente ordenado con una gran sonrisa que invitara a todos sus amigos. Sam no tenía amigos, y no deseaba bajo ningún concepto que sus padres conocieran a Ash o a Gard, así que la fiesta se limitó a una esmerada cena con Bobby, Ellen, la señora Mary y Dean.
El mayor aún no decidía que carrera quería estudiar, así que mientras decidía que hacer con su vida, trabajaba de asistente de mecánico en el mejor taller de Lawrence. Dean no sabía gran cosa de mecánica pero siempre se interesó en los autos clásicos y un día mientras estaba en la heladería Jhonny´s con Camille Anderson, vio como empujaban tres hombres un destartalado Impala del 67.
Fue amor a primera vista, y ciertamente podría decirse que el primer y eterno amor de Dean.
Al impala iban a venderlo por piezas en el taller de Michael, dueño del famoso taller, así que el rubio se vio obligado a intervenir, alegando que el viejo vehículo podía ser salvado. Al inicio el dueño se mostró reacio a creerle pero Dean le hizo cambiar de opinión con la misma táctica que había visto algunas veces usar a Sam Singer.
Fue la primera y última vez que el Winchester se denigro usando los ojitos de cachorro.
El dueño del Impala acepto, solo con la condición de que tenía tres meses para arreglar el auto.
Dean no sabía una mierda de mecánica profesional pero ese verano, se tomó la restauración del Impala como un reto personal. Michael que observaba el intercambio al margen, díganle corazonada o pena pero le propuso al rubio que podría usar el espacio libre en su taller para reparar el auto.
Dean leyó como nunca en su vida y aprendió lo necesario para darle vida al Impala. Paso todos los días y hasta muy tarde en el taller. Cuando regresaba a casa caía muerto en su cama. Nadie interfería con su trabajo y Michael le llevaba a veces algo para comer.
Nadie creía al principio que pudiese lograrlo, pero mientras pasaban los días y la fecha límite se aproximaba, los mecánicos y el propio Michael le daban los ánimos que necesitaba; le llevaban cervezas y aperitivos, animaban el ambiente con AC/DC, y alguno se ofrecía para llevarlo a casa cuando se quedaba muy tarde.
Mary también lo apoyaba. Le decía lo orgullosa que estaba de él y que su padre también había tenido un interés por los autos.
Finalmente el día del plazo llegó y con él, un renovado, cromado, brillante y oscuro Impala.
El propietario no podía creerlo y tampoco podía creer que sintiera que lo más correcto era donarle el Impala a Dean Winchester. Quizá los ojos llorosos del rubio influyeron un poco en esa decisión, quizá. Se lo vendió a un precio muy módico.
El rubio tenía auto nuevo, el Impala era suyo.
– ¿El cumpleañero está disfrutando de su cumpleaños?
Dean encuentra a Sam sentado en una de las sillas plegables en el patio trasero. Los Singer ahora tenían una piscina. Las ondas azules y celestes recorrían el rostro y el pecho de Sam como si estuviese dentro del agua. Había una tenue iluminación por parte de la hilera de pequeñas luces enroscadas a lo largo de la cerca que limitaba la casa.
Sam llevaba una simple sudadera, de una talla más grande y pantalones cortos. Estaba descalzo y descansaba sus codos sobre sus muslos. Se veía tan pensativo…
Dean se sienta en otra silla justo a tiempo para verlo sonreír un poco.
– Si, supongo.
Sam tiene demasiado cabello, el flequillo no le deja verle la mitad del rostro.
Se quedan en silencio luego de eso.
– No tienes…no tienes que quedarte si no quieres. Balbucea el castaño algo cohibido. Dean frunce el ceño en confusión.
– ¿Eh?
– Quiero decir, sé que esta no es la fiesta más divertida del mundo y… ya has cumplido, viniste, no tienes que quedarte toda la noche, no es necesario, sé que…
– Espera, para, para. Le interrumpe Dean con una sonrisa involuntaria. –no estoy aquí por obligación sino porque quiero Sammy. Suena a sinceridad. Sam voltea a mirarlo por primera vez desde que lo encontró, sus ojos brillantes en medio de la noche oscura, esta vez, Dean puede verle el rostro. Sam ha crecido bastante, ha dejado de ser y parecer un niño, no lo suficiente para Dean claro pero, eso solo lo hace adorable.
–Me llamaste…me llamaste Sammy. Hacía mucho que nadie le llamaba de aquel modo, no desde los once cuando se había revelado. Dean solía decirlo con afecto cuando aún eran amigos, hacía un par de años.
–Si bueno... –De repente se siente algo nervioso y Sam no deja de mirarlo de ese modo
– Siempre vas a ser Sammy –rie porque necesita aligerar el ambiente pero siente que no ha funcionado una mierda –mi Sammy…
En serio Dean necesita callarse ya.
Sam desvía la mirada, pero Dean puede ver igualmente como se extiende una sonrisa en sus labios y de pronto, el mundo se siente extraño, él se siente extraño y Sam ha dejado de ser Sam, pero sigue siendo Sam, Sammy.
Dean se para de repente, impulsado por su confusión interna y tomando a Sam del brazo los tira a ambos dentro de la piscina.
Luego del splash, y el zambullido, el rubio siente deseos de solo quedarse abajo pero la falta de oxígeno no se lo permite, cuando llega a la superficie Sam no está para nada contento. Lo mira irritado con ese mohín que hacía cuando tenía cuatro y Dean no le dejaba tener el rol de policía sino, el del ladrón.
–¡Qu-ué!. Resopla y se echa el pelo hacía tras fastidiado y casi tiritando. – ¡¿qué demonios pasa contigo Dean?!
–Es…¿es la tradición? –es una excusa estúpida pero es todo lo que tiene.
A Dean le gustaría saber también que rayos le pasa pero Sam se ha estremecido de nuevo y el frio ha hecho que se abrace a sí mismo, la piscina no tiene un calentador.
Instintivamente se acerca más a Sam y el susodicho retrocede por inercia. Otro paso, retrocede, un paso más y el menor no entiende que está pasando. Ya no puede dar más hacía tras porque ha llegado al límite de la piscina. Dean ha llegado justo frente a él, todo mojado y con la delgada camisa pegada a su cuerpo, delineando sus pectorales. Sam nunca ha entendido como alguien como Dean que peca siempre de gula y reniega del ejercicio puede mantenerse en forma, simplemente no tiene sentido.
Sam vuelve a estremecerse. El rubio trae menos ropa que él y sim embargo parece indiferente a los elementos.
–¿Dean? Pregunta con inseguridad. El mayor no ha dicho una palabra desde que los tiro a ambos en el agua y Sam empieza a sentir nuevamente el cosquilleo en el estómago cuando esa ventana a su pasado se abrió. Es raro que de repente le haya dado nostalgia.
Dean se limita a seguir mirándolo y Sam se siente acorralado. Las manos del rubio se extienden tomándolo por los hombros y en el siguiente minuto está frotando sus brazos, dándole calor. Dean sonríe como el imbécil que Sam sabe que es y luego cuando Sam pone la cara de perra que Dean le ha visto por años es que suelta la carcajada.
–Idiota…
La risa de del mayor aminora mientras el calor invade poco a poco el cuerpo de Sam.
El tiempo corre nuevamente y olvidan donde están y que están mojados hasta el tuétano, cada uno perdido en sus pensamientos pero sin dejar de actuar mecánicamente; respirar y frotar. Sam deja de pensar en el frio en algún momento de la noche, lo único que piensa es que Dean tiene labios gruesos y pestañas largas y que no recuerda que antes fueran tan notorias. Ni siquiera podría decirse que se hubiese fijado en eso en el pasado.
–Tienes labios de chica. Hace notar tontamente mirando los labios gruesos frente a él. Dean hace una mueca soberbia.
–Sí, pero estos labios de chica, como tú los llamas, hacen suspirar a cualquiera. Responde y Sam en su naturaleza no puede evitar tomarlo como un desafío.
–Ya, claro. Rueda los ojos con una pequeña sonrisa y Dean está mirándole de repente con fijeza, específicamente mirando sus labios.
–Tus labios están algo azules, será mejor que los caliente Sammy. El Sammy ha perdido totalmente cualquier atisbo de inocencia en esa oración y Sam se ve abriendo los ojos como platos cuando Dean se inclina y lo besa, así sin más, lo besa.
El mundo se desdibuja y se ve obligado a cerrar los ojos.
No es su primer beso pero, maldita sea.
El cosquilleo que inicio en su estómago implosiona en un fuego abrasador que le invade todas las terminaciones nerviosas. Sam tiembla pero esta vez nada tiene que ver con la temperatura, mientras sus manos corren sin pensarlo hacia los brazos ajenos para buscar un punto de soporte. El cuerpo de Dean presiona totalmente contra el suyo dejándolo en medio de él y la fría pared.
Deja de sentir el agua, la baldosa de la piscina, solo siente el calor del cuerpo de Dean y sus labios moviéndose contra los suyos hasta que deja de sentir sus labios incluso.
El mundo vuelve a hacer acto de presencia cuando Dean se separa de él, solo un poco, jadeando por aire. Sam no puede hacer nada más que seguir en modo planta con los labios entreabiertos.
–¿Sam? – oh, esa era la madre de Sam. El castaño aparta al mayor de un empujón y se apresura a salir fuera de la piscina. Sus short se pegan tan bien a su culo que…!esperen! no, definitivamente no va a pasar esa línea, ya era demasiado raro que se hubiesen besado, aunque técnicamente Dean había besado a Sam.
"Genial"
Además de no saber qué carrera estudiar y en qué universidad, también tenía que preocuparse por su orientación sexual. Dean no tenía muchos problemas con ser bisexual, le gustaban las chicas y bueno hay chicos muy atractivos por ahí, ninguno le había llamado la atención antes pero sabe que siempre puede haber una excepción.
Pero Sam, Sam era aún un niño.
Un niño con un buen culo.
No era feo, era hasta algo guapo, más si se quitaba todo ese montón de pelo de la cara, pero nada extraordinario.
"Te gusta" acepta muy en lo profundo, casi susurrándoselo mentalmente, casi ignorándolo.
Francamente Dean no entendía su reacción. Puede que solo hubiese sido provocada por la nostalgia.
De niño él quiso mucho a Sam. Había sido como la niña de sus ojos. Se habían distanciado, y a veces cuando estaba tirado en su cama, jugando con su vieja pelota de béisbol, pensaba en aquel niño que fue su mejor amigo y a quien siempre deseo proteger de todo.
En esos años, Sam se veía tan inocente, tan frágil, tan malcriado. No han cambiado muchas cosas.
x.x.x.x.x.x.x.x
Pasaron algunas semanas y no volvió a ver a Sam. No quería ser paranoico pero sospechaba que era porqué lo estaba evitando. Bueno Dean no lo culparía, hasta donde Sabía, Sam solo bateaba para un equipo, aunque ahora que lo pensaba, nunca le había visto con una chica, ni novias ni algún amigo. Era un pequeño antisocial el mocoso.
Se tenía que recordar a menudo que Sam tenía solo 16 años ¿por qué? Porque el dichoso incidente de la piscina no lo dejaba en paz cada vez que su mente estaba libre de distracciones. Era una tontería pero no podía evitarlo.
A los días ya no lo soporta más, se siente indignado porqué Sam ni siquiera baja cuando él y Mary van a cenar a su casa, siempre excusándose con algo, así que averigua donde encontrarlo a la hora del almuerzo en su trabajo.
Tiene que arreglar este asunto, al menos para dejar la fiesta en paz.
Que Sam deje de sentirse incomodo como el virgen mojigato que Dean sabe que es.
x.x.x.x.x.x.x.x
–¡Oye tú!
Sam da un respingo y el libro que tenía se le cae de las manos.
Está en un pasillo que suele estar deshabitado
Y es imposible que él este allí, pero esa voz es inconfundible.
Dean está allí. Sam lo mira de reojo, solo un poco porqué okei ha estado comportándose un poco absurdo últimamente.
"Solo fue un beso. Seguramente…seguramente incluso lo hizo por calentura"
Para nadie era un secreto que Dean era algo "activo" aunque nunca había escuchado que hubiese tenido algo con algún chico. Pensar que posiblemente él era el primero lo hacía sonrojar.
Puede que tuviera un tonto enamoramiento juvenil con Dean Winchester, aquel que fue su primer, único y mejor amigo de la infancia y que se hubiese dado cuenta justamente cuando Dean y él empezaron a distanciarse pero, ¿qué más podía hacer? Dean y él eran tan diferentes…Sam sabía que su amistad estaba destinada a morir. En fin, puede que aún ese tonto enamoramiento no se hubiese ido del todo. El castaño no le dio mucha importancia, con la casi nula interacción entre ellos pensó que se suicidaría solo; vaya error, es todo un superviviente.
–¿Dean? – sí, mejor hacerse el obtuso. Dean parece un poco enojado.
–Sam. Responde y es todo lo que se le ocurre decir de momento.
Sam alza una ceja e intenta no apartarse de sus ojos verdes. Dean siempre ha tenido un extraño color de ojos, nada comunes. No son ni muy claros, ni muy oscuros, están en medio de algo que destaca por sí mismo, antinatural y seductor, expresivo y vivaz.
–¿Por qué me evitas? – suelta el rubio de repente, descolocándolo.
–¿eh?
–¿Porqué me…
–¡Yo no te evito! –lo corta Sam, aunque está mintiendo. Dean también lo sabe, por como expresa una cara de incrédulo de diez toneladas el peso.
Dean quiere replicar, gritarle, quejarse, reprocharle, lo que sea, porque siente que tiene derecho y ha estado pensando en Sam demasiados días. Y de todos modos pregunta, abrupto y con el corazón latiéndole a mil.
–¿Te gusto? –empieza y antes de que Sam se confunda, aclara. – ¿te gusto que te besara? – se da cuenta de que es lo único que quiere saber, es lo único que importa. Dean va a ahorrarse todo el melodrama adolescente.
Sam tarda medio minuto en su puente emocional, pasando de la incredulidad, al shock, luego a la incredulidad de nuevo y finalmente a la negación. Su boca y su cerebro no se ponen de acuerdo, mientras intenta expresar sus ideas a modo de vago balbuceo. Las mejillas y todo Sam están rojos de indignación, vergüenza y algo más que hace a Dean sonreir.
"Adorable"
Sam no respondió nada realmente. Lo único que le dio a Dean fueron evasivas y "¿eres tonto?". Se dedicó a ignorarlo olímpicamente y seguir con su lectura, aunque las palabras frente a sus ojos, eran ilegibles para él.
El mayor se quedó un tiempo acompañándole en silencio, hasta que tuvo que irse.
Su hora del almuerzo había terminado.
Esa noche, Dean se despierta con un mensaje de texto en medio de la madrugada a su celular. Era Sam.
Sam: " ¿Quieres ir mañana a la heladería? Bueno, hoy."
Dean tiene mucho sueño para pensar en razonamientos complicados.
Dean: "Te veo allí"
Sam no menciona la hora del encuentro y Dean olvida preguntar.
x.x.x.x.x.x.x.x
Sam no quería, realmente no quería, pero volverse a acostumbrar a Dean es tan fácil que le asusta. Cuando eran niños se veían más que a menudo; al crecer tuvo que lidiar con la idea de que ese niño con pecas y chispeantes ojos verdes se había aburrido de él.
Le costó muchos meses y alguna que otra lagrima, pero Sam salió adelante.
Y ahora…
Ahora, en la heladería Jhony´s , el joven Castaño sabe que va por mal camino.
Dean come su helado, muy a lo suyo –como recuerda–. Siempre ha disfrutado comer más que las demás personas. Mientras come, malabarea con la conversación que intentan mantener. Sam ríe discretamente más de lo que habla.
También saca provecho. Saca provecho de lo que le ha sido negado desde hace mucho. Ahora frente a Dean y al parecer con todo el tiempo del mundo, se dedica a uno de sus hobbies ocultos.
Observar a Dean Winchester. Hace un reconocimiento profundo del terreno, sin parecer un acosador psicópata.
El mayor, se ha tostado un poco con el sol. El verde de sus ojos es aún más irreal; cuando está feliz, se torna profundo y claro, como una ventana al alma. Las pecas de su cara casi no se notan, pero su nariz sigue poblada de ellas. Dean sigue usando el mismo corte de toda la vida, y es una revelación darse cuenta que están actualmente a la misma altura.
Si el mayor se da cuenta de su escrutinio, no dice nada. Él y Sam pasan juntos toda la tarde, entre conversaciones breves, largas; miradas discretas, sonrisas tímidas y el silencio. El silencio cómodo de las personas que han compartido parte de sus vidas.
Luego de ese día, se ven una que otra vez en la semana. Sam ya no se esconde y Dean intenta no parecer necesitado por verlo. Si el mayor se deja caer por la biblioteca, Sam de todas formas sabe que no es por motivos didácticos.
Cuando pienso en ello, sonríe muy a su pesar.
x.x.x.x.x.x.x.x
Dos semanas después. Cuando ambos siguen en tierra de nadie, porque ya no son como eran antes y es imposible volver a lo que eran, Dean decide que deben ser algo diferente.
No lo pensaron mucho para las veces en que se "reunieron" casual o intencionadamente. Solo querían dejarse llevar. Tanteaban como los niños cuando querían ver hasta donde podían ir. Era irritante no dejar de sentirse algo incómodo y a la vez tener esa familiaridad entre ellos, como si las piezas no terminaran de caer en su sitio.
Se lo propone a Sam, una noche en que están en el claro que Dean descubrió por accidente fuera del pueblo, en medio de los árboles. Solo estaban allí sobre el capo del impala, viendo las estrellas.
Dean piensa que solo tiene una hora, antes de tener que llevar a Sam a casa.
Sam está inmerso en el ensueño cósmico que baña el cielo. Recostado como esta sobre el parabrisas, con una rodilla flexionada sobre la otra. Su pelo castaño esta por todos lados y es tan de niña su siguiente pensamiento, pero le parece hermoso. Sam es hermoso.
Dean decide proponérselo. Pueden recuperar lo perdido y a la vez, ser algo más grande.
Dean se lo propone con un beso en los labios.
Y para su sorpresa y alivio, Sam acepta el acuerdo, mientras lo acerca más hacia sí mismo, hundiendo los dedos en su nuca y suspirando.
–Dean…
Cuando Dean lo deja en la puerta de su casa, ambos están sonriendo como idiotas.
x.x.x.x.x.x.x.x
