Una lechuza de plumaje grisáceo picoteaba la ventana de uno de los dormitorios del número 12 Grindmauld Place, precisamente el dormitorio en el que Harry Potter dormía plácidamente. Era casi la media noche, y el frío se sentía con intensidad en aquella época del año, sin embargo, en el abrigo de las suaves mantas de su cama, el calor corporal no lo abandonaba. Eran pocos los momentos tranquilos en su vida; entre su entrenamiento para convertirse en auror, el tiempo de calidad que le otorgaba a su novia Ginny Weasley, las constantes invitaciones a celebraciones por el fin de la guerra, que a él le parecían literalmente carentes de sentido, porque en los tres meses que habían pasado desde la muerte de Lord Voldemort, la comunidad mágica no podía reponerse aún de la perdida de valientes magos y brujas que ya no volverían nunca más; no tenía tiempo para sí mismo. Pocas eran las oportunidades en las que se encontraba solo y podía meditar con tranquilidad, sobre todos los sucesos felices y no tan felices que se habían dado después de la derrota del mago oscuro más poderoso de todos los tiempos. Los mortífagos fueron perseguidos cual animales y todos ellos capturados y encerrados en Azkaban. Muchos de ellos esperaban al día en el que el beso del dementor les arrebatara la carcomida y pútrida alma que cada uno de esos hombres poseía. Pero, las situaciones impredecibles como el mero hecho de que en ese momento una lechuza le estuviera llevando un mensaje en medio de la noche, hacían que un temor a que el pasado volviera lo invadiera. Sí, el niño que vivió temía tener que volver a experimentar el horror de una guerra, y después de todo lo que había sucedido en su vida, el miedo era perfectamente comprensible.

El muchacho extendió una mano a una de las mesitas de noche, con la intención de encontrar sus anteojos. Cuando al fin, después de tantear por unos segundos, encontró sus socorridas gafas, se las colocó e inmediatamente se dirigió a la ventana, en la que el ave estaba reposada y a simple vista, imperturbable. Abrió la ventana y dejó pasar el animal, que extendió una de sus patas para que él pudiera tomar el pergamino enrollado que sujetaba. Harry se preguntó quién le mandaría un mensaje a esas horas, pero de todos modos desenrolló el amarillento y un poco húmedo papel y se puso a leer las pocas palabras escritas con tinta negra, y con una caligrafía que le era familiar.

Estimado Señor Potter:

Lamento profundamente la hora inadecuada del envío de esta misiva, pero espero que comprenda que los motivos que me llevan a hacerlo son de gran importancia.

El retrato del profesor Dumbledore solicita hablar con usted de manera inmediata, así como me pidió que se presente directamente en el despacho del director, por medio de la red flu.

Atentamente

Minerva McGonagall.

Solo se detuvo un instante para pensar antes de lanzarse al armario empotrado en una de las paredes de la habitación, para vestirse rápidamente y tomar su varita de la mesita de noche.

Bajó las escaleras de la casa a toda velocidad, y aún más rápido tomó una buena cantidad de polvos flu en una de las manos. Inmediatamente se metió a la chimenea, después de pronunciar un sonoro "Hogwarts" y lanzar el polvo al piso, la llamarada verde se hizo y un momento después él estaba en el colegio.

Allí estaba la profesora McGonagall, con una bata de color ciruela larga, anudada en su cintura. Apenas se puso de pie- jamás logró hacer una transición por red flu y llegar a su destino parado- algo, o en realidad alguien le pateó en las pantorrillas y el cayó hacia atrás, encima de Hermione Granger.

-Lo siento, Harry- se disculpó ella azorada, antes de reparar en la presencia de su profesora favorita- Buenas noches, profesora.

-Buenas noches, señorita Granger, señor Potter, ¿Dónde está el señor Weasley?- la mirada de la mujer estaba fija en la chimenea, donde después de otra llamarada se hizo presente Ron.

-Buenas noches, profesora- la saludó cortésmente, antes de voltearse para saludar a sus amigos.- Hola chicos.

-¿Para qué nos llamó?- preguntó Hermione visiblemente interesada, con esa voz que todos los presentes conocían y que expresaba una gran curiosidad y un ansia anómala de conocimiento, pero esta vez, parcialmente escondida por la preocupación-¿Qué sucede?

Como toda respuesta, la profesora se limitó a mirar el retrato que estaba detrás del escritorio, lo que los tres jóvenes imitaron insofacto.

-Gracias por enviar los mensajes tan rápido, Minnie, por favor déjanos solos- habló la parsimoniosa voz de Albus Dumbledore desde el retrato. La profesora lanzó un gemido de indignación para luego salir dando un portazo.-Pobre profesora, ha estado haciendo demasiados recados para mí, quizás estoy abusando de su buena voluntad. Pero la situación lo amerita.

Nadie dijo nada, esperando a que el profesor se dignara en hablar. Lo que sucedió después de un largo e incómodo silencio.

-Hemos estado equivocados en todo- dijo él, que los miraba por encima de sus gafas de media luna- Lord Voldemort no ha sido totalmente derrotado.

-¿Es una broma, profesor? Porque no es divertido- soltó Ron visiblemente consternado.

-No, señor Weasley, me temo que no es ninguna broma.- contestó Dumbledore- Cometí un error que ahora pone en riesgo las vidas de todos nosotros.

-¿De qué se trata esta vez, profesor?- preguntó Harry, no muy seguro de querer saber la respuesta.- Explíquese, por favor.

-Es bastante largo y complicado, Harry, pero creo que ustedes tienen que oírlo a la brevedad posible. Tomen asiento- cuando los tres acataron la última orden del retrato, él se puso a explicar el motivo de su llamado- Como ustedes saben, Bellatrix Lestrange fue llamada nuevamente a declarar el pasado lunes en la mañana, ante el Wizegamont, porque dos aurores que custodian todo el tiempo su celda la oyeron hablar dormida, algo a cerca de la llave.

-¿Qué es eso?-soltó Ron repentinamente, pero Hermione lo calló con un golpe en el hombro.

-A eso voy. Le dieron una cantidad exagerada de Veritaserum, y la interrogaron. La insana Bella habló de una llave, a la que llamó la llave del alma, además de que dijo, no sin resistirse, que su señor volvería a alzarse, esta vez de la mano de su propia sangre, y que solo ella sabía la ubicación de la llave. He estado cavilando detenidamente toda esta nueva información, y me parece que he descubierto mi equivocación. Lord Voldemort atacó esta escuela mágica hace unos meses, pero no lo hizo con la intención de herir a nadie, o por lo menos no sin contarlos como daños colaterales. Me parece que él en realidad buscaba algo en el castillo. Lo que me lleva a pensar en las misiones a las que los he enviado durante el curso anterior. Ustedes fueron a buscar y a destruir cada uno de los Horrocruxes de Lord Voldemort, pero cuando me detengo a cavilar sobre la ridícula facilidad con la que lograron acabar con los fragmentos de su alma, me doy cuenta de que en realidad, ese no era el tipo de trabajo que Voldemort hubiera hecho para proteger su alma.

-¿Se refiere a que en realidad no hubieron Horrocruxes?- Preguntó Harry.

-No, me refiero en realidad a que usó sus propios Horrocruxes como señuelos, para apartarnos de algo más, y si no estoy equivocado, de algo que es verdaderamente importante e imprescindible para que él regrese. Otro Horrocrux, y esta vez uno que lo traería a la vida, más corpóreo y más poderoso de lo que alguna vez fue. Sin embargo no logro descifrar un pedazo de lo dicho por Bellatrix. Ella dijo que Voldemort regresaría de la mano de su propia sangre, lo que voy a decirles ahora es lo que verdaderamente me preocupa. Después de hacerme de algo de información del libro de las artes más oscuras, he entendido completamente el funcionamiento de los horrocruxes. –se mantuvo en silencio por un momento, antes de mirar a Hermione y sonreírle con amabilidad- ¿Señorita Granger?

-Un horrocrux es un objeto, cualquiera que sea, en el cual se guarda un pedazo del alma fragmentada de alguien, este le sirve como cuerpo antes de que al alma se le otorgue la forma material en la que vivió cuando residía en una persona. Es magia oscura, muy tenebrosa. –cuando finalizó, todos, incluso el retrato la miraban con asombro, ella suspiró aliviada e intentó explicarse- Lectura.

-Es correcto como siempre, señorita Granger, es magia muy oscura. Pero al ser como un depósito para el alma, solo puede funcionar con una llave que lo proteja. La singularidad de un objeto tan malvado como un horrocrux, con respecto a otros igual de malignos, es que solo existe una manera de crear la llave, y es con magia blanca. Para crear un Horrocrux es necesario quitarle la vida a alguien, y el impacto de esta acción en el ánima de una persona es tan brutal que la fragmenta, y una parte del alma fragmentada huye del cuerpo y se posa en la primera cosa sin alma que encuentre, con una maldición se puede conducir ese alma a un objeto deseado, logrando así crear un horrocrux.

-Entonces Nagini no era un horrocrux- dijo de pronto Hermione, que a pesar de no querer soltar una sola palabra más, su instinto natural para manifestar sus conocimientos la dominaban.- Está comprobado por la teología que los animales poseen alma, sólo que a diferencia de los humanos, su alma es animal y actúa como tal al entrar en contacto con el cuerpo de un animal. Si Voldemort hubiese puesto su alma en su serpiente, una de las dos se hubiera destruido.

-Correcto nuevamente, lo que nos deja con un horrocrux que aún está escondido, y con su llave igualmente escondida. Como les dije, se necesita magia blanca para crear la llave, pero él, un mago tenebroso jamás pudo haber usado magia blanca sin dañarse a sí mismo primero. Quitar la vida oscurece la impronta mágica, lo que se entiende como convertir al asesino en un mago o bruja oscuros. Entonces, la magia blanca se produce cuando se da la vida.

-Profesor, no estará pensando que…-empezó Harry, pero con un gesto Dumbledore lo mandó a callar.

-Voldemort tuvo una hija, y con su nacimiento hizo la llave de su horrocrux. Sin embargo, cada horrocrux debe tener su propia llave, y si estoy en lo cierto, por la forma en la que él ha actuado, como si no le importara que fueran a destruir los fragmentos de su alma, deduzco que el único horrocrux que realmente tuvo alguna importancia para él, está escondido.

-¿Una hija?- Preguntó Hermione- Pero eso no pudo haberlo hecho, excepto cuando fue humano.

-Exactamente, me sorprende su habilidad deductiva, señorita Granger. En efecto, solo pudo haberlo hecho cuando era totalmente humano, y si nos ponemos a pensar cuantas veces fragmentó su alma…-por un momento guardó silencio- entonces mató a Lily, se llevó a sí mismo al límite, y por eso una parte minúscula de su alma fue a parar a tu cuerpo, Harry. Y cuando te atacó, se atacó a sí mismo y a su alma diseccionada, y su propio hechizo rebotó en él. Por eso, él ya había creado el horrocrux y deduzco que lo hizo poco antes de que te atacara. Deben entender que nunca un alma se había fragmentado tantas veces, la parte que permanece en el cuerpo original debe recuperarse por años para volverse a fragmentar sin herir la parte corpórea, y el simple hecho de que al atacarte tú no salieras lastimado fue porque el alma de Lord Voldemort había fracturada poco antes de que intentara asesinarte. Por eso pienso que esa persona debió haber nacido entre un año y tres meses antes que tú, Harry.

-Entonces alguien que apenas es mayor de edad es quien traerá nuevamente a Voldemort a la vida, pero profesor, eso nos deja solamente con todas las brujas que tengan entre diecisiete y dieciocho años de vida- se quejó Harry- Como sabremos quién es.

-No lo sé, Harry, pero si es una persona que ha sido influenciada por él, entonces no podemos esperar menos que un enemigo igual o más poderoso que Voldemort mismo. Sin embargo, creo que por ahora lo que es imperativo es hallar y destruir el horrocrux, o la llave, lo que se encuentre primero.

-¿Y cómo haremos eso, si ni siquiera sabemos que forma tiene ese objeto?-Preguntó Ron, un poco molesto.

-Esa es la parte en la que yo les daré mi ayuda. - seguidamente el retrato de Dumbledore sonrió con suficiencia – Es necesario un recuerdo, de una mujer que fue en su momento la confidente de Lord Voldemort, y que si no estoy errando, sabrá algo de su hija.

-¿Quién?

-Kassandra Parkinson- respondió Dumbledore. En ese momento, Hermione estaba en el borde de su silla, analizando a la velocidad de la luz toda la información que recibió del fallecido director. Su postura era totalmente tensa, y sus labios estaban apretados. No era la información que ella desconociera, o por lo menos no toda. La parte del motivo de que Harry resistiera la maldición mortal y siguiera sentado, respirando a su lado no la sabía, pero lo demás lo conocía y la información la había recibido de primera mano. Simplemente fingía su interés, como llevaba haciendo desde algún tiempo.


El parque de Witherless era uno de los lugares favoritos de Hermione Granger, aparte de Hogwarts y Hogsmeade, porque era uno de los lugares fuera de su casa que eran limpios y silenciosos, en los que podía quedarse leyendo por largas horas, desde que el ambiente era lo suficientemente tibio para ser agradable, hasta que la noche caía. Sus padres nunca se habían quejado de su afición por la lectura, ni por la carta en la que le informaban que era bruja seis años atrás. De hecho, muy pocas cosas lograban asombrar a sus padres, sin embargo el cariño nunca se lo negaron.

Ese día, ella se despertó con un presentimiento de que algo malo sucedería, pero al ser casi las cuatro de la tarde y sin ninguna novedad, ella había mandado ese sentimiento a la parte más profunda de su cabeza, dejándose llevar por las letras de su libro favorito. De hecho, podía decirse que ese día estaba siendo quizás demasiado tranquilo, sus padres no salieron de su casa en todo el día, y ella se fue desde la mañana a leer en el parque.

Repentinamente una corriente eléctrica pasó por su cuerpo y le erizó los vellos de la nuca, ella miró a todas las direcciones, pero no encontró a nadie cerca de ella, y el ambiente no estaba frío. Esa no era la primera vez que algo así le sucedía, pero después de andar mirando a sus espaldas todo el verano y sentirse siempre observada, había resuelto que leer tantos libros de magia oscura para ayudar a Harry con los horroruxes la estaban alterando. Le juró a su mejor amigo que le brindaría su apoyo incondicional, y lo haría sin ningún miramiento. Otra corriente sacudió su cuerpo, y esta vez supo que algo estaba pasando. Se levantó muy rápido que casi perdió el equilibrio e inmediatamente se puso a correr en dirección a su casa. El número seis de Witherless era una casa de dos plantas, de ladrillo rojo y un pequeño pero muy bien cuidado jardín en la parte delantera. Era ese tipo de viviendas en las que apenas uno ponía un pie encima, ya se sentía en el hogar, acogedora y cálida.

Sin embargo, cuando Hermione llegó a su casa y la encontró completamente silenciosa, supo que algo no estaba bien. Entró como un rayo, olvidando cerrar la puerta y buscó con la vista a sus padres, antes de que la desesperación la embargara y comenzara a llamarlos.

-¡Mamá! ¡Papá! ¿Dónde están?- los ojos de Hermione estaban a punto de salirse de sus orbitas y el hecho de que su padres no contestaran hacía que la angustia la asfixiara. Se le hicieron eternos los segundos que pasaron antes de que ellos le contestaran desde la cocina.

-Hermione, estamos en la cocina, cariño.- le dijo la dulce y hermosa voz de su madre, mandando una oleada de calma momentánea al cuerpo de la afligida muchacha.

Sintió una presencia a sus espaldas, antes de que la luz que ingresaba por la puerta abierta se extinguiera y sonara el click del pestillo. Ella sacó su varita de la manga de su jersey, y simplemente, haciendo caso omiso del pánico que sentía se volteó para encontrarse con Bellatrix Lestrange parada frente suyo, sin una varita o cualquier otro tipo de defensa, y con ese aire de locura que era su sello personal. Aun con el halo de peligro que emanaba y su larga temporada en Azkaban, ella era una mujer hermosa, de rasgos fuertes, una barbilla cuadrada, ojos negros y grandes, con largas pestañas, una nariz recta, labios de color cereza, carnosos, y pómulos altos. La maraña de cabello negro en su cabeza le recordaba vagamente a la suya propia, totalmente indomable. Esa mujer tenía una figura gloriosa, alta, curvilínea, elegante, con grandes senos bien parados, una cintura fina, y caderas voluptuosas, que se adivinaban aún debajo del largo vestido victoriano que acentuaba su elegancia. Sin embargo, ni con toda la belleza del mundo, se podía borrar el hecho de que ella era una mujer sin ningún tipo de remordimiento por los terribles actos que había cometido.

-¿Qué haces aquí?- escupió Hermione, con toda la saña que fue capaz de acumular e intentando que el pánico no se hiciera presente en sus palabras.-Lárgate.

-Tranquila, niña, no he venido a matar a nadie sin un buen motivo- esa voz en Bellatrix jamás la había oído, era seria y serena, no era amenazante como cuando peleaba y se divertía con sus presas antes de acabar con ellas. La castaña escuchó los pasos de sus padres, que se aproximaban y temió por su seguridad. Cuando sintió que sus padres habían llegado a la estancia, se permitió voltear una fracción de segundo para alertar a sus padres y pedirles que huyeran, pero sus padres no lucían muy espantados, de hecho, permanecían estoicos uno al lado del otro. Hermione se sorprendió mucho, pero la cereza del pastel de su asombro se manifestó cuando su madre habló con una voz completamente distinta a la que la castaña había conocido desde que nació.

- Buenas tardes, Bella- saludó Patricia Granger- No te esperábamos. Asumo que estás aquí por la niña.

La mandíbula inferior de Hermione llegó al piso cuando escuchó a su madre. ¿Sus oídos le fallaban o su madre saludó por su nombre a Bellatrix? ¿No la esperaban? ¿Ellas se conocían? ¿Qué sabía su madre que ella no supiera?

-¿Qué está pasando?- preguntó sintiéndose engañada-¿Ustedes se conocen?

-Nos conocemos desde hace más tiempo del que quisiera –contestó Bellatrix, que seguía imperturbable parada delante de ella.

-¿Para qué has venido, Lestrange? –Soltó ella, bastante indignada. –Lárgate.

Necesito hablar con tus padres, pero especialmente contigo –contestó la pelinegra mujer, sin dejar a relucir ningún sentimiento –No quiero pelear con ustedes.

Eso ni tú lo crees, Bellatrix- en ese momento, Hermione esgrimió su varita y sin previo aviso, intentó dirigir un reducto no verbal a la mujer, pero no se dio cuenta de que en ese breve fragmento de segundo, Bellatrix había sacado su varita y un instante después, su propia varita salió volando y fue a dar a un rincón de la sala.

No voy a herirte, niña, solo necesitamos hablar. –y para sorpresa de Hermione, la mujer guardó su varita y se sentó en uno de los sillones de la sala. Su madre y su padre se acercaron y la ayudaron a salir de su asombro, para luego ir con ella a otro sillón y depositarla allí.

Escucha lo que tiene que decir. –le dijo su madre, mientras tomaba asiento al lado de Cristian Granger –Creo que puede interesarte.

Habla –la instó Hermione, escondiendo la rabia que le invadía. –No voy a esperarte.

Tú eres mi hija. –La repentina información que Bellatrix soltó, dejó a Hermione estupefacta –Yo te traje a este mundo.

Si has venido para burlarte, te aconsejo que te largues, ellos son mis padres –contestó ella señalando a las dos personas que estaban situadas en el sillón doble, sin embargo cuando los vio, el alma se le cayó al piso al darse cuenta de que estaban negando con la cabeza. Repentinamente las palabras se perdieron en su cabeza y no pudo decir nada.

Déjame explicarte las cosas, Hermione. –pidió la peligrosa mujer –Tu naciste cuando yo aún vivía en la mansión Lestrange, pero ya estaba enlistada entre los mortífagos. Tu padre me pidió que te protegiera, que debía esconderte hasta el momento en el que tú estuvieras lista para comprender la verdad. Me negué, pero nosotros estábamos siendo perseguidos por los aurores. Esos malditos idiotas nos estaban cazando como animales, así que decidí hacer caso a lo que tu padre dijo y te traje aquí. Los Granger fueron amigos míos cuando yo era una niña pequeña, ambos squibs y sirvientes en mi casa, les pedí que te escondieran de nuestro mundo, que nunca te dijeran nada de lo que ha estado sucediendo antes de que yo misma o él viniera a por ti. Y ahora estoy aquí porque este es el momento adecuado para que tomes el mundo que debió ser tuyo.

-No te creo nada- manifestó Hermione. Pero no era verdad, una parte de su cerebro estaba convencida de la Bellatrix no mentía, y pese a que no quisiera admitirlo, creía saber quién era su padre. Siempre había sabido inconscientemente que no pertenecía a ese lugar junto a los que llamaba padres, pero no esperaba nunca ser la hija de una mujer tan loca y tan fría como lo era ella. A su lado, las dos personas que eran sus padres asentían sin atreverse a mirarla a la cara.

-Ahora vas a hacerlo- le contestó Lestrange y se levantó la manga izquierda del vestido. A primera vista, en la blanca y pálida piel de la mujer solo estaba dibujada la marca que la definía como sirviente de lord Voldemort, sin embargo, una persona analítica y observadora como lo era ella podía ver algo más. Encima de la calavera negra, estaba un lunar, idéntico al que ella tenía en el mismo brazo. Las dudas que tenía sobre las cosas que le estaban siendo reveladas en ese momento, se fueron por el drenaje cuando vio esa marca. –Cada miembro de la familia Black tiene ese lunar en ese mismo lugar. Al ser mi hija, tú también lo tienes.

La realidad golpeó a Hermione de la manera más tosca posible, y ahora que entendía sus orígenes, muchas cosas que no entendía de sí misma tomaban forma y al fin tenía sentido. Ella era una Black y como tal una sangre pura, porque dudaba seriamente de que Bellatrix Black pudiera haber tenido un vástago con un muggle, pero… ¿con quién? De algún modo sabía la respuesta a esa pregunta, pero prefería oírlo de la boca de la que desde hacía unos minutos era su madre.

-¿Quién? –preguntó sin alzar la vista, no quería oírlo, pero necesitaba hacerlo. -¿Quién es mi padre?

Una sonrisa fanática se hizo presente en la cara de Bellatrix, y entonces Hermione supo que no estaba equivocada en su suposición.

-El señor tenebroso- contestó ella esbozando una sádica sonrisa.

Hermione no prestó atención a las cosas que sucedieron a continuación, simplemente supo que Bellatrix le había pedido que juntara sus cosas más imprescindibles, y se encontró a sí misma en su habitación, tomando el giratiempos de su joyero, y dándose cuenta de que dadas las circunstancias, ya tenía todo lo imprescindible. Su varita y el giratiempos era lo único realmente importante que podía llevarse. De algún modo, en el analítico cerebro de la castaña, la orden de su madre tuvo sentido, ya que al ser su hija era momento de que se fueran juntas al lugar que fuera que Bella la quería llevar.

Bajó las escaleras, sintiéndose ajena en esa casa, y caminó con lentitud hasta la sala, donde Bellatrix estaba sentada en silencio.

-Estoy lista- Le dijo Hermione con una voz carente de emociones –Ya podemos irnos.

-Excelente –la mujer se puso de pie y les dio la mano a las dos personas que seguían sentadas en el sillón doble. La muchacha pensó que no podía haber presenciado una escena más bizarra que esa, pero prefirió no seguir pensando lo mismo. Ya había tenido suficientes novedades para toda una vida. –Vámonos.

Hermione ya había llegado a la puerta de la casa, cuando su madre la alcanzó y para sorpresa suya, la tomó de la mano y luego sacó su varita.

-¿A dónde vamos? –preguntó Hermione.

-Es momento de que veas a tu padre, Hermione.

La aparición no fue nada que Hermione no hubiera experimentado con anterioridad, y pensó a esas alturas ya nada la podía sorprender, sin embargo, cuando vio el lugar en el que habían aparecido, supo que estaba equivocada y que aún le faltaban muchas sorpresas que vivir. Malfoy Manor era una edificación imponente, irónicamente blanca, monumental, una mansión de cuatro pisos de altura, y con por lo menos cincuenta habitaciones aparte de baños y cocinas. Ese era el cuartel general de los mortífagos, y desde ese lugar, Lord Voldemort dirigía las terribles acciones que en todo el mundo se llevaban a cabo en su nombre. No esperaba ningún tipo de demostración de afecto por parte de su madre, al fin y al cabo esa muer era prácticamente una desconocida, y más una guerrera que una madre, pero cuando ella le puso una mano en el hombro y comenzaron a caminar hacia la entrada de la mansión, se dio cuenta de que quizás en Bellatrix Lestrange, por muy cómico que sonase, sí existía algún tipo de afecto hacia ella. Sintió que con ese gesto, su madre intentaba infundirle coraje. De algún modo la mujer entendía los sentimientos encontrados por la castaña, por lo que intentaba hacerle ver sin palabras, que ella no tenía nada que temer.


OTRA OCUREENCIA MIA QUE ESPERO QUE DISFRUTEN, Y AQUÍ LES DEJO ALGUNAS ACLARACIONES CON RESPECTO AL FIC.

LO ESCRITO CON NEGRITA ES LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO EN EL SÉTIMO AÑO DE HERMIONE

LO ESCRITO CON LETRAS NORMALES ES LO QUE ESTÁ SUCEIDENDO TRES MESES DESPUÉS DE LA GRAN BATALLA DE HOGWARS

Espero comentario de quien lea este fic, aunque sea para criticarme.

DeinoO-Dragomir