Título: 1234
Género: General / Crack.
Fandom: D. Gray-Man.
Personajes/Pareja: Rabi/Kanda, si miras con lupa.
Words:
Rated: G.
Tipo: Drabble.
Warning: ¿Idiotez?
Comments: Corto y bobo.
Una oportunidad como esta era algo a lo que Rabi tenía acceso cada mil años, tanto así, que el pobre hombre no podía dejar de regodearse en su buena fortuna. Tenía una sonrisa boba plantada en la cara, tan concentrado en su travesura que el vaivén del vagón no le molestaba en lo más mínimo (y, hey, después de tantos viajes ingratos en tren, acabas habituándote). Se inclinó sobre el asiento de al frente, y lentamente se fue sentando junto a su compañero, tratando de hacer la menor cantidad de ruido para no despertarlo.
El paso uno, tener a la víctima al alcance de sus manos, estaba completo.
Punzó la mejilla de Yuu con el dedo índice para asegurarse de que aún estuviese durmiendo y al no recibir respuesta, tuvo que ahogar una risita. El tipo yacía muerto como yunque en su asiento, ni cuenta se daría de la broma.
El paso dos, revisar que el campo estuviese despejado, listo.
Cuidadosamente, sacó un listón lila de su bolsillo (hubiera preferido rosa, pero no halló ninguno de aquel color) y, despacito, fue deslizando el cabello de Yuu entre sus dedos. Se sentía suave y sedoso, como agua o una tela especialmente fina. Le sorprendió la textura, tenía entendido que Yuu se lavaba el cabello con jabón.
El paso tres, inicio de la jugarreta, hecho.
Una vez acabado, procedió con la otra parte de la cabeza y luego ató ambos mechones con listones lila. Agarró la cara de Yuu y en un acto de despampanante valentía (o idiotez), le apretujo las mejillas.
El paso cuatro, conclusión, finalizado.
Su compañero despertó sobresaltado.
— ¡Carajo, idiota! —Kanda se paró de golpe, agarrando a Mugen por el mango de manera inmediata. Hubiera sido intimidante, de no ser por las trencitas al más puro estilo de chica-de-la-pradera que Rabi le había hecho.
El culpable de la travesura lanzó una risotada.
— ¡Te ves tremendo, Yuu! —logró articular, apenas, ahogado por la risa. Kanda hizo un ruido parecidísimo al gruñido de un oso y procesó la información. No era muy brillante ni rápido para ese tipo de cosas.
Cansado de las risas de Rabi, hizo ademán de abandonar el compartimiento, pero algo lo detuvo: su imagen reflejada en la ventana del tren.
Dos largas trenzas caían como cordones por sus hombros.
Trenzas. Con listones lilas.
— Hey. — Y al oírlo, Rabi tembló, porque Yuu le había llamado con una sonrisa. Si hay algo que el aprendiz de Bookman ha aprendido bien a lo largo de los años, han sido dos puntos importantes:
1- No te comas los fríjoles de los martes.
2- Kanda Yuu sonriendo NO es una buena señal.
Se preparó para correr por su vida.
