Fic basado en la serie Slam Dunk
Estilo psicológicoNo yaoi.
Narración POV Rukawa Kaede.
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R U K A W A K A E D E--------------
Por DarkCryonic.
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A veces en la vida hay que dejar un leve lapso para recolectar los hechos y exponerlos frente a nuestros ojos para comprender el valor de todo. Es un ejercicio que lleva aun mayor esfuerzo que un arduo entrenamiento de baloncesto, más que driblar para pasar a Sendoh en un partido... más que aguantar callado las quejas de todos los que se creen con derecho de opinar sobre tu manera de ser...
Sólo detenerse y respirar. Aun sabiendo que no podrás arreglar nada de aquel pasado.
--No me digas que ya te rendiste...—Dijo Sakuragi notando que miraba el suelo brillante del gimnasio mientras mis manos sostenían el balón con fuerza.
No respondí. Le miré por un leve momento. Si supiera que él tendrá lo que yo nunca podré. No sé porque pero no puedo odiarle por ser como es, tampoco es que me caiga bien o que tenga la esperanza de que alguna vez seamos los mejores amigos. No.
Levanto el balón y lo lanzo hasta él. Sin hacer más me voy a las duchas. Son las 3 de la tarde y me he pasado casi toda la mañana entrenado.
--Kitsune...—Escucho que murmura, pero no dice más. Puede ser... por primera vez, no me molesta demostrar que estoy cansado.
Toda mi vida... lo que llevo de ella... largos 17 años... he estado acostumbrado a resaltar por algo, lo busque o no, siempre había algo que llamaba la atención. Primero el color de mis ojos, luego el hecho de que mi piel sea tan pálida... más tarde mi manía de mantenerme en silencio o de buscar lugares tranquilos. Mi padre decía que yo parecía más maduro de lo que era cualquier niño de mi edad. Mi madre se contentaba con pasar sus dedos entre mis cabellos y decir que cada vez me parecía más al abuelo que nunca conocí.
No sé si era madurez, a veces creo que era el saber la verdad. Saber el dejo amargo que me esperaba en ese futuro demasiado cercano. Ver los ojos de mis padres tratando de ocultar la tristeza y sonriendo cuando nadie ya los podía ver. Puede sonar trágico o melodramático, pero empecé a morir el mismo día en que nací. Como todos, sólo que yo tenía el tiempo contado...
No es fácil vivir con un reloj marcando los minutos que te has gastado, más si lo haces en algo que no vale la pena.
Cuando tenía seis años me senté junto a mi padre frente al televisor. El quería enseñarme un deporte que practicaban en el país de origen de mi madre. Sin mucho interés, y no me avergüenza confesarlo ahora, miré a los jugadores correr de un lado a otro boteando un balón oscuro mientras los demás daban saltos.
Mi padre lo llamó basketball. Esa noche soñé que estaba en esa cancha y que el balón era una respuesta.
Sin saberlo de manera muy conciente, había encontrado un sentido a mi vida. Dejaría las largas horas meditando sobre lo que no podía cambiar, por las mismas horas entrenando... tratando de hacer fuerte mi cuerpo para conseguir la respuesta.
Ese mismo año en mi cumpleaños mis padres me compraron el balón e instalaron una canasta en el patio trasero de nuestra casa.
--Kitsune, ¿estás despierto?—Pregunta el número 10 de Shohoku a mis espaldas.
--Doaho.—Digo terminando de arreglar mi bolso y cerrando mi locker con la misma acostumbrada calma.
--¿Estás bien?—Pregunta rompiendo el esquema de nuestra convivencia. Le miró a la cara y asiento. Sin decir más salgo del lugar.
Puede que esté ahora murmurando lo apestoso y maleducado que soy o cosas por el estilo. A fin de cuentas, siempre es lo mismo.
No puedo evitar medio sonreír.
Shohoku nunca estuvo en mis planes, pero no es que mi vida la hubiese planeado alguna vez. Cuando se tiene un tiempo tan limitado es mejor no planear demasiado las cosas, ya que se pierde la importancia de los detalles. El viento, la velocidad, los árboles, el mar... el silencio...
Cuando cumplí los 10 años mi madre lloró. Nunca entendí muy bien el porqué. Tampoco el por qué mis tíos y primos parecían sonreír más de lo común. Con el paso del tiempo las sonrisas empezaron a tener otro significado para mí, quizás es por lo que no sonrió. No quiero ocultarme tras algo tan fútil como un gesto. Aun ahora que han pasado 7 años mi madre sigue sonriendo a cada instante y me sigue con la mirada como preocupada de que tropiece con alguna piedra inexistente.
A veces creo que les arruiné la vida. Que no pudieron ser felices por estar yo entre ellos. Quizás si no hubiera nacido...
Aún recuerdo la bofetada que me dio mi madre la vez que dije aquella frase en voz alta mientras le reclamaba cosas sin sentido a los 14 años. Me miró con sus grandes ojos tan azules como el mismo mar y luego de golpear mi rostro, me pareció ver detrás de sus ojos su alma destrozándose. Y todo era culpa mía... Otra vez... culpa mía. Y ella no parecía entender que yo aceptaba mi culpa en su infelicidad y que trataba de remediarlo aún sin saber cómo...
Aquella noche mi padre fue a mi cuarto y se quedó sentado en mi cama mientras yo disimulaba dormir. Pude escuchar que sollozaba quedamente. También aquello era mi culpa... Siempre ha sido mi culpa, pero ellos no lo entendían.
Pero incluso así siguieron sonriendo cada vez que estaba entre ellos. Más cuando en mi escuela de secundaria parecía ser el mejor jugador. Mi cuarto empezó a llenarse de medallas, trofeos y diplomas. Nunca me importaron mucho, pero me agradaba ver, sin que lo notase, a mi padre quedarse contemplándolos con alegría.
Cuando llegó el momento de emigrar y crecer, opté por no desear demasiado y dejar que los sucesos fueran espontáneos. Cuando llegó el tiempo de elegir una preparatoria no pensé en ninguna en especial. Mi madre me inscribió en la más cercana sin prever si el equipo de basket de aquel lugar era el adecuado a mí. Mi padre dijo que los equipos los hacían las personas, no los nombres. Estuve de acuerdo con él y me quedé en Shohoku sin esperar demasiado del lugar, pero si esperando mucho de mí.
Fue curioso el entrar la primera vez. Me quedé contemplando las instalaciones por un momento, sabiendo que la parte importante de mi vida se extinguiría allí para bien o para mal. Estaba decidido, aun cuando mi padre quiso que esta etapa la pasara en Norteamérica viendo partidos de verdad... No, aún no había cumplido con mi primer objetivo... y éste estaba aquí... lo que pasara después sería una consecuencia de este primer paso.
Siempre me ha parecido curiosa la fascinación de las chicas por alguien tan serio como yo. Nunca he entendido aquella ceguera que parecen tener. Creo que son hasta masoquistas... si tuviera más tiempo quizás me enfocaría en alguna de ellas, pero cuando el viento parece murmurarte a cada instante que las horas son menos, no haces más que cerrar aquellas posibilidades que no tienen ningún futuro y sólo ver delante de ti aquella que se vuelve la única con sentido.
Cuando volví a casa, ese primer día, mi madre salió a recibirme con su acostumbrado semblante hasta que me vio. Recuerdo ver sus ojos abiertos con sorpresa y que sus manos se elevaron hasta mi rostro.
--¿Quién se atrevió?
Recuerdo haber mentido. Le dije que por ir medio dormido había chocado con un árbol en bicicleta. Recuerdo que sus ojos me miraron con incredulidad. Traté de parecer el mismo frío chico.
-- Estoy bien, sólo es un golpe.
Me fui a mi cuarto y me tiré en la cama esperando que mi padre, al llegar a casa unas horas después se enterara de mi estado y fuera a sonsacarme la verdad a mi cuarto.
Curiosamente me quedé esperando en vano. Aquella tarde no fue como la había pensado. Un golpe en la puerta de entrada, luego el grito de mi madre desgarrando el silencio.
De un saltó estuve en el salón viendo a un par de policías serios ayudando a mi madre a sentarse en el sillón. Mis ojos lo comprendieron todo, antes siquiera de ver los ojos de mi madre o escuchar las palabras de los policías.
Mi padre se me había adelantado. Me acerqué a mi madre y dejé que me abrazara mientras balbuceaba cosas que no logré entender. Uno de los policías preguntó por las señas de mis tíos y sin saber como, le di teléfonos y direcciones. Una hora después, mi casa estaba llena de familiares. Mi madre y yo seguíamos abrazados esperando que mi padre llegase. Creo que aún seguimos esperándolo. Así como lo hace Sakuragi.
Después de los funerales, algunos de los hermanos de mi madre hablaron de que nos fuéramos a casa de un tío en Norteamérica. Mi madre me propuso dejar Japón. Yo me negué y le dije que ella podía ir, que yo estaría bien. Que había cosas que aún tenía que hacer aquí.
No lo niego, no fue fácil. Pero después de largas charlas y algunas discusiones logré imponer mi voluntad.
--Mi tiempo es poco... necesito hacer lo que me he propuesto.
--Pero Kaede...
--Madre, tú debes buscar un sentido...
Después de convencerla de que pasaría las vacaciones con ella en Norteamérica, ella se fue. Cuando se subió al avión noté que era estar sólo. Ella no sonrió. Pero para mí fue mejor el que no lo hiciera. Ya no debíamos fingir. No había para que.
Cuando atravieso la puerta de mi casa y noto todo igual, no puedo evitar ver a mi padre sentado allí leyendo el periódico o preguntándome por el entrenamiento. O a mi madre regando sus plantas con aquella devoción que no he podido mantener aunque lo intente. Sólo puedo cuidar de mí mismo...
Ustedes se preguntarán porque parece que me dejaron en paz de forma tan fácil. Pues les confieso, que no fue tan fácil. Mis tíos se creyeron con la obligación y el derecho de mantenerme bajo sus ojos, pero después de notar que mi indiferencia y mi muro de silencio era inquebrantable optaron por dejarme en paz, por lo menos la mayor parte del tiempo.
Aunque, de vez en cuando, alguno de mis primos se deja caer en casa a hacer las preguntas de rigor y a ver si he comido bien. Supongo que el tener familia va relacionado con tener que actuar con tolerancia ante sus intervenciones.
Hace un tiempo, después de un entrenamiento vino a verme uno de mis primos. Me esperó pacientemente en la entrada del gimnasio. Cuando lo vi supe que aquella visita no era algo común. Sin mostrar cambios en mi rostro, me acerqué a él.
--Kaede...
--¿Pasa alguna cosa?—Pregunté dejando mi bolso de deportes en el suelo, junto a nosotros.
--Nada...—Dijo sonriendo. Aunque no era de aquellas sonrisas frías. – Sólo pasaba por aquí y me acordé de que pronto será el aniversario de...
--Lo sé.—Dije cortando sus palabras. No quería escuchar pronunciarlas.
--¿Estás bien?—Preguntó mirándome como si yo fuera uno de sus hermanos pequeño, y muy bien podría haber pasado por uno de ellos.
--Lo estoy. – Dije levantando mi bolso y poniéndolo en mi hombro.
--No te molesto más... Nos vemos en unos días, Kaede.—Dijo alejándose con rapidez.
Luego de un momento me di cuenta que me había quedado allí, quieto como estatua.
--Estás dormido, Kitsune.—Dijo Sakuragi a mi lado con un dejo de sarcasmo.
--Ojalá lo estuviera, Doaho... – Dije alejándome de él como si huyera de todo mis recuerdos.
Aquellos días pasaron con lentitud. Traté de enfocar mi energía en el campeonato que pronto tendríamos que jugar, en mis ganas de patearle el trasero a Sendoh...
Pero el día aquel, en que mi madre llegó para cumplir con la costumbre de visitar el cementerio para el aniversario de muerte de mi padre, no fui a la preparatoria... por lo que mi cabeza estaba enfocada en una sola cosa... en el recuerdo doloroso, en el vacío inalterable... en el silencio perpetuo. Mi madre se quedó todo un mes conmigo. Sus intentos por llevarme con ella no lograron frutos.
Cuando se fue, volví a centrarme en mí. Aunque suene egoísta, es lo único que podía hacer. Cada vez quedaba menos tiempo y es como si mi cuerpo se pusiera ad hoc con ello. Siempre tenía más sueño, y parecía más pálido. Me asemejaba a la misma muerte y aún ahora que me veo al espejo, creo que no hay nada de imaginario en ello.
Dentro de unos días hay un encuentro contra Ryonan. No puedo evitar sentir esta excitación de saber que estoy ante otra oportunidad de vencer al único oponente que le gusta mofarse en mi cara. Sonriendo de la misma forma como lo hacían mis padres cuando querían ocultar la realidad. Sólo que él trata de alterarme con aquella ingenuidad que no entiendo, con aquellas palabras que buscan mi amistad.
Que no se da cuenta que no quiero más que derrotarlo y que no tengo tiempo para sus niñerías. Pero no puedo decirle lo que sucede, me vería de la misma forma en que me ve Mitsui cuando cree que no le observo.
En primer minuto fue un misterio el saber como se enteró, pero luego lo comprendí todo. Era amigo de mi primo. Sí... "pasaba por casualidad por aquí" ... como no...
Aun recuerdo la vez que me di cuenta que él lo sabía. Para variar Sakuragi y yo estábamos peleando. Llegó y nos separó empujándonos hacia extremos contrarios. Miró a Sakuragi y le dijo que se fuera a las duchas, luego, se volteó hacia mí.
--¿Estás bien?—Preguntó con aquellos ojos que se parecían a los de mi padre.
--Me voy a las duchas.—Dije volteando y dando un paso para alejarme.
--No debes exponerte a los golpes de Hanamichi y lo sabes.—Una corriente de aire frió se coló en mi espalda. Volteé con rapidez y lo supe...
--Ni una palabra.—Dije con la mayor seriedad. Mi voz salió fría, más de lo común.
--Rukawa, yo pienso que...
-- No. No pienses...—Dije dándole la espalda. – Yo sé cuidarme solo.—Y me fui a las duchas. Allí estaba Sakuragi murmurando cosas contra todos, tan ofuscado que ni cuenta se dio de que pasé por su lado y me perdí en las duchas.
Hasta ese momento sólo el profesor Ansai sabía lo que sucedía. No necesitaba más. Pero allí estaba el número 14 de Shohoku con la verdad entre sus manos. Por un leve momento pasó la idea de salirme del equipo, quizás buscar otro que me permitiera llegar al campeonato, pero aunque no quisiera confesarlo... en ningún otro lugar estaría tan bien como allí... además el cambiar de equipo podría hacerme retroceder... y no podía darme ese lujo. Más cuando Akagi siempre nos recordaba lo cerca que estábamos de los partidos importantes.
Por un tiempo creí que ya todo Shohoku lo sabía, pero estaba equivocado. Mitsui había guardado el secreto. Aunque no me libré de sus preguntas...
--¿Cómo puedes...?—Trató de preguntar una tarde que me quedé a encestar, mientras Sakuragi se encargaba del aseo del gimnasio.
--¿...seguir?—Dije completando la pregunta. Afirmó con seriedad mientras me devolvía el balón que había rebotado hacia su lado. Mientras encestaba nuevamente buscaba una respuesta que dijera de forma breve todo lo que él quería saber.
--Sólo siguiendo...—Dije no muy convencido del todo.—Es difícil de explicar...
--Entiendo...
--Debe ser de la misma forma en que sigue el Doaho.
--¿Sakuragi?—Preguntó echándole un vistazo rápido al aludido.
--Sí... Tiene el porte y la tenacidad para ser el mejor jugador... y aunque a veces parezca echarlo todo por la borda, su terquedad no le deja... Lo mismo conmigo... soy necio... quiero alcanzar las metas que me impuse y es lo único que veo frente a mis ojos...
--¿Y qué pasa con lo demás?—Preguntó como si dudara siquiera seguir inmiscuyéndose en mis asuntos.
--¿Hablas de lo que hace de una vida algo normal...?—Asintió mientras sus manos apretaban el balón con nerviosismo.—No pasa nada. No necesito de aquello que se considera normal... digamos que no tengo tiempo.—Dije recibiendo el balón y lanzándolo limpiamente a la canasta.
--A veces quisiera poder hacer algo...—Dijo recogiendo el balón.
--No necesito que hagas algo.—Respondí mirando a Sakuragi que parecía avanzar hacia nosotros con una cubeta.
--Me falta limpiar este lado...—Dijo.
--Bien, ya me iba.—Dije tomando mi balón de las manos de Mitsui.
--Yo igual..
Fue una de las más largas conversaciones que haya tenido con alguien que no perteneciera a mi familia directa. De alguna manera, no me sentí incomodo. Hasta agradecí la posibilidad de poder decir lo que pensaba y escucharme decirlo. Era una reafirmación que cada vez se me hacia más necesaria. No buscaba convencerle, era a mí mismo a quien le hablaba y buscaba tranquilizar.
Suelo escuchar que me consideran un chico misterioso. No puedo evitar sonreír de lo tonto que suena. Aunque si hay un misterio, pero aunque crean interesante descubrirlo, el saberlo sólo les cambiaría la imagen que tienen de mí. Y no busco la compasión o algo que se le parezca. Mientras más indiferencia, mejor.
-- Kitsune, estoy cansado de tu silencio.—Me dijo Sakuragi hace unas semanas después de un entrenamiento. Akagi se concentró en que hiciéramos una dupla. Según él, si llegamos a entendernos, Shohoku será insuperable. No puedo negar que la idea me pareció algo alocada, más cuando con el Doaho no solemos tener una relación muy normal y menos, pacífica.
--¿De qué quieres hablar?—Respondí mientras retomaba mi entrenamiento frente al aro.
--De cualquier cosa.—Dijo caminado hasta bajo el aro.
--Pon un tema.—Dije al notar que me devolvía el balón que había lanzado. Supongo que estaba poniendo todo de su parte para llegar a entender a alguien tan extraño como yo.
--¿Por qué juegas basketball?—Preguntó como si nada. Pero su pregunta me dejó quieto.
--Porque me gusta.—Dije, aunque la respuesta en mi cabeza fuera "porque me mantiene vivo"...
--Sólo por eso... Bueno, pensé que habría una razón más... como decirlo... importante.—Dijo cruzándose de brazos mientras meditaba mi respuesta.
--¿Por qué juegas tú?—Le pregunté, aunque ya supiera la respuesta.
--Bueno... Lo hago para demostrarle a alguien...—Se quedó callado y miró el suelo.
--Para demostrar que puedes hacerlo...—Terminé sus palabras.—Es una buena razón.
--Eso crees... – Dijo levantando la vista y mirándome.
--Hubiera preferido que dijeras que lo hacías por ti, y no por alguien más... pero cada uno ve las cosas a su modo...
--Tú lo haces para ti mismo.
--Sí...
--Suena egoísta.
--Lo es... y no me molesta.—Dije lanzando el balón al aro.
--¿No te importa algo más?—Preguntó de forma seria. Tanto que me recordó a mi padre en una de sus conversaciones sobre el "futuro".
--No.—Mentí sin siquiera dudar. No éramos amigos, no había para que hablar de cosas que no tenían que ver con nuestra convivencia. Por un momento noté una mirada fría de su parte, pero también una especie de duda en ella. Sería que estaba viendo a través de mis mentiras y que no era tan dohao como yo creía.
-- Un kitsune sin sentimientos.—Dijo como si yo no estuviera ahí para escucharle.—No te creo. Todos tenemos algo más—Dijo quitándome el balón de entre las manos y empujándome hacia el puesto que ocupaba él anteriormente.
No respondí, me quedé bajo el aro devolviendo el balón. El silencio me ayudó a meditar algunas cosas que había pasado por alto. Los sentimientos nunca fueron algo que me hubiera importado demasiado. Sabía que estaban allí, junto con la rabia y el dolor, pero no hacia uso de ellos. Me conformaba con esta templanza. Siempre había sido así, porqué me molestaba ahora.
--Dohao... Supongamos que te dijeran que dentro de un año ya no podrás vivir normalmente... – Sakuragi me quedó viendo con concentración.-- ¿Seguirías jugando por el tiempo en que estuvieras bien?
--No.—Respondió de forma rápida y sencilla.
--¿No? – Pregunté no entendiendo.
--No. Hay cosas más importantes que jugar. Querría ver todo aquello que no he visto, conocer... no sé... viajar... para luego no arrepentirme...
--¿Arrepentirse?—Repetí volcándome a mis pensamientos.
--Kitsune... ¿Qué harías tú?—Preguntó mientras encestaba.
--Lo que hago ahora.—Dije recibiendo el balón.
--¿No hay nada allá afuera que quieres ver...?—Preguntó haciéndome señas para que le lanzará el balón.
--No lo sé...—Respondí concentrándome en las imágenes de mi vida que pasaron frente a mis ojos.
--Pues deberías dejar de pensar sólo en esta pelotita y buscarte una vida.—Dijo sonriendo de forma infantil.
No pude evitar medio sonreír. Todo era tan curioso. "Buscarme una vida" y si no había tiempo para hacerlo... ¿me arrepentiría después, cuando llegara el minuto, de no haber cambiado las cosas...?
--Do'aho...
--Deja de llamarme así...
--No quiero.—Dije tomando mi balón y caminando hacia las duchas.
--Teme kitsune, algún día aprenderás a tratar bien a este Tensai...—Escuché que dijo.
Me gustaría negar que fue interesante hablar con él, más allá de los Kitsune y torpes, pero ahora tenía otro asunto que me molestaba. El maldito arrepentimiento que nunca antes había pasado por mi cabeza.
¿Me arrepentiría de no haberme ido con mi madre, de no haber hablado todo lo que debía con mi padre...? ¿de haber acompañado a mis primos en sus aventuras? ¿de haberme sentado frente al mar a contemplar una tarde sin pensar en nada más que en el viento y las nubes? ¿De haber aceptado alguna de las invitaciones de las chicas que decían estar enamoradas de mí?
¿Me arrepentiría? Ahora no lo hacia, no lo sentía... pero luego, cuando el final estuviera en mí y ya no hubiese tiempo. ¿Cuál sería la primera palabra que cruzaría mi mente? ¿Sería el arrepentimiento?
Pasé toda una semana buscando las respuestas a este posible estado de arrepentimiento... ¿y si no me arrepentía? ¿Era algo malo...?
Después de darle demasiadas vueltas a ese asunto opté por dejarlo como estaba. No podía perder mi escaso tiempo en asuntos que no podía cambiar. Ya tendría la respuesta en el momento preciso en que ya no hubiera más horas, y viera al silencio frente a frente por última vez.
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Continuará.
DarkCryonic
Chile 2007.
