¡Hola, gente!

Pues bien... ¿Qué les diré? Soy nueva en la sección de Gintama, me manejo principalmente por Soul Eater, pero vengo a probar suerte aquí. :D

Soy una fiel fan de la pareja SougoxKagura, asique les dediqué este fic. Espero que sea de su agrado.

Gintama lamentablemente no me pertenece. (Pero como toda fan, algún día sueño con comprar los derechos de autor y hacer que exista esta pareja en la serie ewe)

Sin más que decir, que disfruten la lectura. :D


1. Las mocosas de hoy en día tienen la fuerza de un dinosaurio

Si bien el mundo ya era un asco, ¡Ahora estaba muchísimo peor!

Desde que los extraterrestres conocidos como Amanto llegaron al planeta hacía ya diez años, desatando la gran guerra de los cien días –en la que los humanos perdieron a pesar de sus esfuerzos- y el mundo se había dividido en Oriente para la raza humana y Occidente para los Amanto y los humanos interesados que los seguían, la Tierra había quedado destinada al fracaso total.

En Occidente, los Amanto y su gobierno injusto y corrupto para con los humanos de aquella zona, contaban en esos momentos con tecnología de punta en armamento nuclear para una posible futura guerra, a pesar de haber firmado la paz desde que culminó la última.

Situación que alteraba a los grupos anti-Amanto surgidos en Oriente.

Uno de aquellos grupos, tal vez no tan radical como los demás, era la fuerza militar más grande con la que contaba el sector oriental, el Shinsengumi.

Principalmente dedicados a trabajar como policías, en las tareas más inútiles y cotidianas que se presentaban día a día en el pueblo, estos sujetos contaban con el entrenamiento requerido para bajar los gatitos de la vecina del árbol y regresarlos medianamente vivos o enteros, y la capacitación necesaria para generar más disturbios y destrozos que los mismos delincuentes que se dedicaban a atrapar.

Su gran historia y sin fin de logros los han marcado desde el inicio en la sociedad como los idiotas inadaptados que deberían salir a defenderlos contra los Amanto si algo llegaba a suceder, por lo cual el pueblo podía vivir tranquilo, sabiendo que si sus vecinos extraterrestres los atacaban, la raza humana estaría condenada.

Aunque era más probable que antes de una nueva invasión alienígena que exterminara toda forma de vida en Oriente, terminaran todos muertos a causa de la incompetencia de su siempre confiable fuerza de policías profesionales.

Claro ejemplo era lo que sucedía esa mañana. El Shinsengumi realizando una inspección diaria para capturar a uno de los criminales más buscados: Katsura Kotaro.

No podía faltar, el respetado comandante de la policía Kondo Isao, dando las mismas instrucciones carentes de sentido a sus subordinados, quienes colocaban afiches por todas partes con la imagen de Katsura y su "mascota extraterrestre" con un gran letrero de "Se busca".

Hijikata Toushiro tomó un pequeño receso de su tediosa labor de pegar afiches, para encender uno de sus ya necesitados cigarros y recargarse contra la pared de un comercio, observando el movimiento de las calles y a sus inútiles compañeros lidiar con las instrucciones del comandante.

Suspiró cansado cuando elevó la vista al cielo. Maldición, era un excelente día para practicar con la katana, pero no, tenían que salir a pegar unos malditos afiches para atrapar al tipejo aquél que solo sabía evadirlos. Menuda pérdida de tiempo.

Su mirada se perdió en el humo de su cigarro, que se elevaba y desaparecía en lo alto. Un pequeño descanso no haría daño. De por sí, ni tan productivo era lo que estaba haciendo, y tenía a toda otra bola de idiotas haciendo exactamente lo mismo, ¿Para qué estresarse?

Hasta le alcanzó el tiempo para ver a una linda muchacha con kimono rosa, quien le dedicó una apenada sonrisa, con ese exceso de labial morado, para luego regresar su vista al frente y continuar con su camino, seguida de esa… cosa… con kimono celeste…

Hijikata por poco soltó el cigarro que estaba fumando al centrar su atención sobre esa gran y deforme masa blanca con cara de… ¿Ave? Y kimono celeste. Además de lo espantosamente desagradable que era el tener esa vista, no podía dejar de pensar en lo parecido que era a la otra "cosa" que se encontraba junto a la imagen de Katsura en el afiche, bajo el nombre de "Elizabeth"…

Solo por curiosidad, volvió a centrar sus ojos sobre el afiche, para posteriormente comparar los parecidos… quiso golpearse contra la pared cuando se dio cuenta.

Además de que esa cosa que se hacía llamar Elizabeth tenía escrita por todas partes la palabra "sospechoso" –Vamos, solo le faltaba poner un cartel con luces de neón que dijera "¡Sospecha de mí!"- el cabello largo y negro de la otra "mujer" de kimono rosa se le hizo extraña y perturbadoramente familiar.

—¡Comandante! ¡Los encontré, son e…-

Para su mala suerte, tan pronto como comenzaba a dar la voz de alarma a sus compañeros, fue repentinamente golpeado y mandado lejos por una gran bazooka que le impactó de lleno.

Los transeúntes y hasta los propios policías quedaron perplejos observando al pobre sujeto semiinconsciente en el suelo, soltando humo de la explosión.

—Oh, lo lamento, Hijikata-san. Es que se me disparó solo— habló desde el otro extremo Okita Sougo, sosteniendo una bazooka de tamaño colosal y si ninguna pizca de arrepentimiento verdadero expresado en su rostro o su voz.

—¡Y una mierda, Okita, lo hiciste apropósito!— Protestó enfurecido el atacado vice-comandante, levantándose del piso.

—No, claro que no, fue un accidente— Afirmó Sougo nuevamente, sin ninguna intención verdadera de afirmar sus palabras. Más bien, el hecho de apuntar otra vez con su arma a su jefe, preparado para disparar, le restó toda credibilidad que podría haber tenido.

—¡¿Accidente? ¡¿Qué carajos…? ¡Incluso me estás apuntando de nuevo, bastardo!

El castaño ya lo tenía en la mira, a punto de apretar el gatillo, pero para su desgracia, Yamazaki Sagaru interrumpió su momento al llegar chillando como una niñita acerca de una noticia muy importante, haciendo que toda la atención del Shinsengumi se centrara en él.

Sagaru se detuvo jadeante, junto a Kondo, para posteriormente informarle.

—¡Comandante! ¡Es urgente, debemos regresar a la base enseguida, nos ha llegado información secreta desde Occidente y…-

—¡Pedazo de idiota!— Le reclamó Hijikata, interrumpiéndolo al lanzarle en la cabeza su encendedor con forma de frasco de mayonesa. —¡Si es secreto no lo divulgues por toda la ciudad!

—L-lo siento, Hijikata-san— Se lamentaba el muchacho, frotándose la cabeza.

—¡Bien, ya lo escucharon, nos regresamos a la base!— Ordenó con firmeza Kondo, a lo que todos sus subordinados de inmediato dejaron tirados los afiches, el pegamento y todos sus implementos en el lugar y se fueron felices, corriendo como estampida hacia su adorada guarida, sin darse cuenta de que en el proceso habían pisoteado a su comandante.


El gran salón de reuniones del cuartel se encontraba colmado de los uniformados inadaptados que se hacían pasar por "policías". Muchos hablaban despreocupadamente sobre la nueva tienda de pasteles del pueblo, otro pequeño sujeto presumía a un reducido grupo sobre un autógrafo de Ketsuno Ana, mientras que el capitán Okita se encontraba cómodamente recostado en una esquina de la estancia, roncando levemente y con sus peculiares cubre ojos.

No tardaron en hacer su entrada el comandante y vice-comandante del Shinsengumi, acompañados de Sagaru, quien se veía un poco pálido… probablemente gracias a los regaños de Hijikata, capaces de hacer orinarse en los pantalones al más temible monstruo.

—¡Buenos para nada! ¡Atención!— Gritó con autoridad el malhumorado vice-comandante, haciendo que todos cerraran la boca en ese mismo instante para centrar sus miradas hacia el frente.

—Como ya muchos de ustedes han de saber, esta mañana nos han llegado noticias urgentes desde Occidente— Comenzó Kondo con su discurso, haciendo que todas las miradas se dirigieran hacia un nervioso Sagaru. El pobre ya había tenido suficiente con la regañada de Hijikata como para ahora ser marcado humillantemente por el resto del año. —Se ha filtrado información secreta acerca de unos supuestos experimentos ilegales que están llevando a cabo los Amanto. Se rumorea que las recientes desapariciones en la ciudad se deben a ellos, que secuestran humanos para utilizarlos como conejillos de indias en sus laboratorios.

Los murmullos enfadados y preocupados no tardaron en hacer acto de presencia ante aquellas palabras. Siendo callados casi al instante por una mirada intimidante del vice-comandante, haciéndoles entender que cerraran la boca si querían conservar sus cabezas.

—Este es precisamente el detonante por el cual hemos estado esperando tanto tiempo. Se nos presenta finalmente la oportunidad para realizar nuestro objetivo de defender a la raza humana y deshacernos de esos invasores. ¡Es hora de enseñarles una lección a esos alienígenas y demostrar nuestro espíritu samurai! ¡Es ahora cuando…! cuando…— Kondo de un momento a otro se quedó mirando un punto fijo en la pared, para luego hacer unos extraños movimientos con su cabeza.

Sus subordinados por un momento creyeron que su jefe estaba teniendo algún ataque epiléptico, pero cuando voltearon para ver qué demonios estaba mirando, descubrieron que simplemente le estaba haciendo señas a un muchacho que tenía escrito en un gran cartel todo el discurso, diciéndole de alguna forma que cambiara de ficha.

Finalmente el muchachito captó y pasó al siguiente cartel, haciendo que el resto del Shinsengumi se volteara nuevamente hacia su capitán para mirarlo con pena.

Kondo carraspeó ligeramente, haciendo de cuenta que nada había sucedido.

—¡Es ahora cuando obtendremos nuestra venganza y recuperaremos nuestro planeta!— Finalizó el discurso con gran entusiasmo, haciendo que todos sus subordinados lo apoyaran enérgicos al instante.

Fue ahora Hijikata quien tomó la palabra.

—Escuchen, esto es lo que haremos— Explicó sacando una barita de madera cuando inexplicablemente bajó del techo un mapa del mundo entero. Señaló la parte occidental. —Nos infiltraremos en territorio Amanto y les tenderemos una emboscada a un pequeño grupo de los laboratorios donde se llevan a cabo estos actos criminales. Nos infiltraremos y finalmente los destruimos desde adentro.

—Esta noche nos movilizaremos hacia las afueras de nuestro territorio. Mañana por la madrugada nos recogerá una nave que nos llevará hacia Occidente— Completó Kondo, al parecer ahora sí con sus propias palabras. —Llevaremos todo el armamento que dispongamos en estos momentos. Tienen hasta las cinco de esta tarde para terminar de despedirse de sus seres queridos y presentarse en el cuartel para partir. Los que deseen salvar sus vidas y continuar bajo el control de los extraterrestres, que den un paso al frente. Pueden quedarse si quieren.

Todos se miraron entre sí, tomando en ese momento una decisión crucial para sus vidas. Claro que no querían continuar viviendo en su situación actual, pero sabían que el seguir un plan tan descabellado y peligroso como aquél era un suicidio.

Una única voz en el fondo rompió el silencio.

—Si se trata de patear traseros alienígenas…— Comenzó diciendo Sougo, levantándose y quitándose su cubre ojos, para poder mirar fijamente a su comandante. —Cuenten conmigo. No estoy dispuesto a permitir que esos desgraciados continúen haciendo lo que se les dé la gana en nuestro planeta.

Al parecer, esas eran las palabras que necesitaron para terminar de convencerse. Miraron con determinación a su comandante, dándole a entender que lo seguirían y defenderían lo que les pertenecía, por más descabellada que sea la idea.

Kondo sonrió por unos momentos ante la fiel actitud de sus subordinados.

—En ese caso, partimos a las cinco en punto. Pueden retirarse.

Todos afirmaron al instante, firmes, levantando su mano derecha a la altura de la frente al estilo militar.


El sol anaranjado de la tarde proporcionaba una bonita vista desde la base.

Sougo se encontraba sentado sobre el piso de madera, en uno de los jardines del lugar, recargando su bazooka. Claramente no esperaba ser fastidiado tan pronto por esa molesta voz.

—Vaya, o regresaste muy temprano o directamente te has quedado aquí todo el tiempo— Comentó Hijikata con un cigarro en la boca y sus manos guardadas en los bolsillos, deteniéndose justo unos tres pasos antes de llegar hasta él.

El castaño le envió una mirada de pocos amigos, disfrazada con su típica expresión neutra.

—No fui a ninguna parte, no necesito despedirme de nadie— Contestó finalmente, regresando a su tarea de recargar su arma.

El vice-comandante por un momento lo miró con una expresión reprobatoria, para luego recargarse contra uno de los pilares de madera y exhalar el humo de su cigarro, con la vista fija en el atardecer.

—Cierto… pero en ese caso, en vez de perder el tiempo recargando esa maldita cosa, podrías dedicarte a por lo menos pulir tu espada, ¿O no?— Su voz denotaba perfectamente la ira contenida ante las acciones de su subordinado. ¡Eran samurais! ¡Peleaban con sus katanas, no con bazookas!

—Hmm… te noto algo alterado, Hijikata-san. Si tanto te gusta pulir espadas ve y pule la mía— Le respondió ahora con su habitual burla disfrazada. —A ver si por una vez en la vida haces algo útil…— Susurró aquello último.

—¡¿Qué has dicho, desgraciado?— Saltó de inmediato, con la venita de su frente notoriamente hinchada.

—¿Yo? Nada. Hijikata-san, ya estás alucinando… ¿Qué será lo que estás fumando?

—Hoy sí que vienes con ganas de ser decapitado por mi katana, ¿Verdad, Okita?— Ya estaba al límite, tomó la empuñadura de su arma, listo para desenvainar.

Pero contrario a lo que esperaba, Sougo guardó silencio y se mantuvo quieto por unos momentos. Eran muy raras las ocasiones en las que lo había visto así, ya que tampoco permitía expresar sus verdaderas emociones frente a otras personas.

—Oye, Hijikata-san…— Llamó repentinamente, con un ligero rastro de seriedad en su voz. —Nosotros ya no regresaremos, ¿Verdad?

Aquello lo había tomado desprevenido viniendo de él. Suspiró, y centró nuevamente su vista en el sol anaranjado que bajaba en el horizonte.

—Eso aún no lo sabemos. De todas formas, como miembros del Shinsengumi que somos, sabes que debemos estar listos para morir en cualquier momento— Hizo una pausa para exhalar el humo de su cigarro y mirar al muchacho. —¿A qué viene eso?... no es propio de ti.

El castaño sonrió melancólicamente ante sus palabras. Cargó el último cartucho y se puso de pie junto con su arma.

—Tienes razón… entonces, en caso de que suceda algo…— centró ahora su vista en su jefe, quien lo veía un poco expectante. —Quiero que sepas que siempre te he detestado con toda mi alma y de lo único que podría arrepentirme sería de no poder matarte con mis propias manos.

Y allí fue cuando arrojó a la basura la seria atmósfera que se estaba formando, haciendo enojar tres veces más al pelinegro.

—¡Sougo! ¡Maldito bastardo!— Comenzó a perseguirlo, ya con su katana en la mano, mientras que el aludido simplemente corría, guiándolo hasta donde quería sin dejar de reír como un niño pequeño disfrutando de su juego favorito… en este caso, molestar a Hijikata. —¡¿Cómo demonios pude esperarme algo serio viniendo de ti? ¡Maldito niñato!

Lo persiguió por toda la base, intentando atraparlo, pero para cuando el vice-comandante se había dado cuenta finalmente, ya se encontraba en el jardín delantero, donde se encontraban reunidos todos los demás miembros.

—Oh, finalmente aparecen— Exclamó Kondo, quien volteó su cabeza para mirarlos. Observó nuevamente hacia el frente, donde se encontraban los demás. —Ya estamos todos, ¿Verdad?

Los presentes afirmaron con la cabeza luego de un rápido vistazo.

—¿Ya todos se despidieron e hicieron todo lo que tenían que hacer?— Quiso verificar el comandante.

Con un aire desanimado, sus subordinados asintieron nuevamente, al tiempo que Sougo y Toushiro se formaban junto a los demás.

—En ese caso, todos vayan por sus armas, partiremos enseguida.

Unos pocos oficiales corrieron hacia dentro de la base para buscar armas y provisiones que faltaban, y tan pronto terminaron, se unieron al resto del grupo que bajo las órdenes de su comandante, partieron hacia las afueras de la ciudad, con rumbo a la costa sur, donde acamparían según lo planeado.


Habían pasado por lo menos unas tres horas desde que partieron y se internaron en el bosque. Ya a muchos se les veía en el rostro una gran incomodidad, cansancio, y dolor de pies de tanto caminar. Por atrás, donde caminaban los últimos miembros del escuadrón, comenzaban a oírse quejas sobre el hambre y la fatiga, provocando un efecto dominó que terminó por contagiar a todos de la misma manera.

Hijikata intentó contenerse, hasta que las quejas ya llegaron hasta las filas delanteras.

—¡Ya dejen de quejarse como niñitas! ¡Todos aquí sabíamos a lo que veníamos, ahora cierren la boca y sigan caminando!

Los pobres y atemorizados muchachos retrocedieron ligeramente ante su explosiva reacción.

—P-pero, Hijikata-san, ya hemos caminado sin descanso durante muchas horas, es de noche y no vemos bien, estamos hambrientos, y como si fuera poco, esas nubes grises nos están diciendo claramente que lloverá en cualquier momento. ¿No podríamos acampar aquí?— Preguntó un muchacho con miedo.

Aquello no hizo más que taladrar los nervios del vice-comandante. De no haber sido por Kondo, quien intentó calmarlo, habría saltado sobre esa bola de vagos para decapitarlos ahí mismo con su katana.

—A decir verdad, no estamos muy lejos de la costa sur. Llegado el caso podríamos acampar aquí y recorrer lo que nos falta mañana temprano— Sugirió Sougo observando el lugar, fresco como una lechuga y con el mismo tono que tanto irritaba a su vice-comandante.

Muchos apoyaron esa idea, haciendo enfadar más al pelinegro.

—El capitán tiene razón. Además… necesito ir al baño— Dijo Sagaru, ya prácticamente que saltando para denotar su urgencia.

—¡Idiota! ¿Por qué no fuiste antes de salir?— Le reclamó Toushiro.

—¡Perdón, se me olvidó!— Fue todo lo que el aludido le respondió, ya al borde del llanto, sin saber si la causa era el constante regaño de su jefe o la ya inaguantable necesidad de ir al baño.

—¡Pues ahora te aguantas! ¡¿Cómo puede ser que sigan actuando como niños a estas alturas? ¡Es por eso que nadie nos toma enserio! ¡Tienen que aprender a…-

—Este… Toushi…— Lo interrumpió Kondo. —Creo que yo también…— Murmuró ya en las mismas condiciones que Sagaru.

El pelinegro se golpeó la frente con la palma de su mano.

—Está bien, vayan. Acamparemos aquí…— Se rindió finalmente, como si su propio comandante necesitara de su permiso para poder ir al baño.

Ambos muchachos celebraron victoriosos antes de perderse entre la maleza del bosque para hacer sus necesidades, mientras que el resto del equipo comenzaba a preparar las cosas para acampar.

La cara de alivio de Sagaru en esos momentos era sencillamente indescriptible. El pobre ya llevaba aguantando desde que salieron y sentía que su vejiga explotaría si esperaba cinco minutos más.

Estaba tan tranquilo y calmado, que aquél repentino ruido lo hizo sobresaltarse. Se apresuró a terminar y arreglarse los pantalones en medio del pánico.

Una vez todo listo, pudo notar que eran voces cercanas a él. Se acercó un poco más, y allí, escondido entre algunas cañas de bambú y maleza, pudo distinguir unas figuras muy singulares siendo iluminadas por unas antorchas.

Se acercó más, con todo el sigilo del mundo, al ver que ninguno de ellos parecía ser parte del escuadrón. Preparó su raqueta de tenis, que era lo que tenía a mano en ese momento.

Y descubrió…

Aquellos eran un grupo de Amanto.

Estaban en problemas, en muy graves problemas… ¿Qué hacía un grupo de Amanto en su territorio? Claramente los estaban invadiendo, antes que ellos pudieran realizar su plan. Temblando como una hoja, retrocedió lentamente. Tenía que avisar urgente a los demás. Pero para mala suerte suya, tropezó con una raíz, haciendo que el enemigo pudiera divisarlo.

—¡Es un humano! ¡Atrápenlo!— Ordenó uno de los extraterrestres con la piel color gris.

Sagaru se echó a correr lo más rápido que pudo cuando los Amanto comenzaron a perseguirlo. Salió gritando de los arbustos, poniendo en alerta a sus camaradas.

—¡Están aquí! ¡Los Amanto están aquí!

El Shinsengumi se impactó ante la noticia, y casi de inmediato, Hijikata ordenó a todos que tomaran sus armas.

Los muchachos buscaron desesperadamente lo que tenían a mano, sin tiempo para más, ya que casi al instante aparecieron sus enemigos desde dentro de la maleza, listos para aniquilarlos.

La lucha no se hizo esperar, y los samurais se encontraban en clara desventaja. Muchos no pudieron llegar a tiempo a sus katanas, por lo que se vieron obligados a defenderse con ramas u otras cosas que encontraron en el camino.

Sougo pudo cortar y matar a dos de sus enemigos con su espada, ya que no tuvo oportunidad de llegar hasta su bazooka.

En un nuevo intento por alcanzarla, cuatro Amanto se le atravesaron en el camino, obligándolo a retroceder.

Sin darse cuenta, en medio de la pelea contra esos sujetos, se fue alejando del resto del grupo hasta internarse en lo profundo del bosque. Los Amanto peleaban sucio, además de sacar ventaja del cuatro contra uno, contaban con armamento superior.

De un momento a otro, el humano se vio rodeado y acorralado contra un grueso árbol. Los extraterrestres rieron victoriosos, mientras que el capitán preparó su katana, listo para atacar al primero que se abalanzara sobre él.

Ante el primer movimiento de uno de los Amanto, Sougo lo atravesó de lado a lado con su katana, dejando una gran salpicadura de sangre en todo el lugar. Antes de que los demás pudieran reaccionar, se echó a correr a toda velocidad.

Pero pasados unos minutos de su carrera, notó un repentino ardor en su brazo derecho. Resistió, hasta finalmente esconderse tras una enorme roca una vez se hubo asegurado de perder a esos sujetos.

Se dejó caer exhausto, recargándose contra la roca, y ya en el suelo se quitó la chaqueta para poder ver la herida. Tenía la manga de su camisa completamente bañada en sangre. Aquél desgraciado que acababa de matar había podido rasguñarlo con sus garras. Maldijo por lo bajo, lo que sea que tuvieran esas garras le estaban derritiendo la carne lentamente.

Rompió un pedazo de su manga para hacer una venda improvisada y así poder detener la hemorragia. Observó a su alrededor. Tenía muy pocas probabilidades de salir de esa… estando solo, herido, con tres enemigos con habilidades sobrenaturales persiguiéndolo y él con muy poca visibilidad en terreno nocturno.

Tenía que idear algo antes de que lo encontraran. Sabía que lo primero era buscar un mejor escondite, donde se encontraba ahora sería un blanco fácil.

Se puso de pie nuevamente antes de tomar su katana, dispuesto a buscarse un mejor refugio, pero al caminar unos tres pasos, pudo divisar un bulto rojo tirado a lo lejos. Se acercó cauteloso, con su espada en posición de ataque ante el más mínimo movimiento.

Pero contrario a lo que esperaba, el bulto rojo no se movió de ahí. A medida que se fue acercando, notó que se trataba de una niña.

Guardó su katana y se arrodilló para verla mejor. Tenía el cabello de un fuerte color anaranjado y llevaba tanto el peinado como la ropa con un curioso estilo chino. Su atuendo rojo sin mangas tenía aberturas a ambos lados de las piernas, por lo que podía apreciar no solo su pálida piel, sino también algunos raspones y rasguños.

Una vez la alzó, notó otra herida mucho más seria. Su cabeza sangraba a la altura de su sien izquierda. Observó el piso, y efectivamente notó un enorme charco de sangre.

Fantástico, ahora debía buscar un refugio, protegerse él y a esa niña también.

Con la chiquilla en brazos, se movió por entre la maleza sin hacer mucho ruido hasta finalmente encontrar un pequeño hueco entre dos enormes rocas. Eso servía. Además de que las plantas lo camuflaban bastante.

Volteó nuevamente, verificando que nadie lo seguía, antes de entrar y recostar a la muchacha. Él se quedó más cerca de la abertura para poder vigilar cualquier movimiento sospechoso, mientras que sostenía su brazo sangrante con fuerza. Una ligera ventisca repleta de humedad le golpeó el rostro, distrayéndolo momentáneamente. Pronto se pondría a llover, esas nubes negras que se empeñaban en tapar a la luna lo decían claramente.

Con su vista fija en el firmamento nocturno, pudo calmarse un poco y despejar su mente. Intentó pensar en algún plan de escape, alguna forma de defenderse… pero más bien, a medida que pasaba el tiempo estaba cada vez más consciente de que no pasaría de ese día. Esos sujetos lo encontrarían y lo matarían.

Y allí fue cuando comenzó a arrepentirse de no haber ido a despedirse de ella… aunque considerando su estado, era mejor que no se enterase si él llegaba a morir. Después de todo, esa había sido la razón por la cual no fue a verla, era demasiado tarde para arrepentirse ahora.

Suspiró resignado y regresó la mirada al frente, topándose con aquella chica inconsciente. Bajo esas circunstancias, ni siquiera sería capaz de salvar a esa niña. Se sentía patético.

Pero ahora que lo pensaba… ¿Qué hacía una niña a mitad de la nada en pleno bosque? Nadie vivía por esos alrededores…

Guiado por su creciente curiosidad, se puso de pie y avanzó hacia ella con cautela. Observó con cuidado sus heridas. Los raspones y cortaduras venían acompañados también con algo de tierra, por lo que seguramente se los habrá hecho al correr por el bosque y tropezarse… pero la herida de la cabeza ya era otro tema. A menos que hubiera caído de algún risco o algo así, no le encontraba explicación alguna.

A menos que…

—¡Lo encontré, vengan!

Se le erizó el cabello ante aquella voz rasposa. Era el fin, lo habían descubierto.

Rápidamente, tomó a la niña y a su katana, preparado para salir y correr como nunca.

Pero solo pudo dar cinco pasos fuera, ya que pronto sintió como su hombro derecho era perforado por una bala. Para no caer por completo, aterrizó de cuclillas, intentando no soltar a la chica.

Se dio la vuelta, y con su mano libre, apuntó con la katana hacia ellos.

Extrañamente, los Amanto se quedaron momentáneamente petrificados al ver a la pelirroja.

El del centro codeó al de su costado derecho.

—O-oye… ¿Qué a caso esa no es…?— Murmuró el alienígena, aunque no lo suficientemente bajo como para evitar que llegara a los oídos de Sougo.

Otro de los Amanto rápidamente posó su vista en el humano.

—Oye, pequeño, hagamos un trato. Nos entregas a la niña y te perdonaremos la vida.

Bingo…

Esa era la oportunidad que Sougo estaba buscando, finalmente la suerte parecía estar de su lado.

Esbozó una de sus características sonrisas sádicas, con cierto aire de arrogancia, antes de colocar el filo de la espada a milímetros del cuello de la chica.

—Vaya vaya… asique era esto lo que buscaban, ¿Eh?— Murmuró confiado, haciendo sobresaltar a los tres alienígenas.

—¡N-no lo hagas!— Exclamó asustado uno de ellos. —Solo déjala y no te haremos daño.

—Interesante… me pregunto si debería cortarle la cabeza ya mismo o…— El castaño se encontraba tan ocupado observando a sus oponentes, que no fue capaz de notar que justo en ese instante la niña había despertado.

Los Amanto se espantaron ante aquello, y antes de que Sougo pudiera ver la causa de su reacción, ya era demasiado tarde.

La chiquilla le había proporcionado un brutal codazo en las costillas, mandándolo lejos y rompiéndole algunos huesos en el proceso.

Ella se volteó hacia los extraterrestres, mirándolos de una manera fría y carente de emociones.

—K-Kagura-chan… s-sé una buena chica y v-ven con nosotros, el jefe está muy preocupa…-

Aquél pobre Amanto no pudo terminar de hablar, ya que la aludida al instante lo mandó a volar de una sola patada, rompiéndole el cráneo.

Los otros dos cayeron de la impresión, observando la escena con la boca abierta.

—K-Kagura-chan, por favor, n-nosotros solo seguimos órdenes… ¿Podrías ser una buena niña y…?— Pero se congeló al instante de recibir esa gélida mirada. —¿Kagura-chan?... ¿K-Kagura-sama?— Intentó, pero no le sirvió de mucho. Sufrió la misma suerte que su compañero.

El único extraterrestre sobreviviente intentó escapar, pero ella fue más rápida y logró atraparlo antes de que pudiera hacer algo. Lo tomó de la cabeza, y en unos pocos segundos, ya le había triturado el cráneo a él también. Arrojó el cadáver lejos.

Sougo contemplaba la escena impactado. Ahora sí que se encontraba en problemas. Para empeorar las cosas, tenía como mínimo unas tres costillas rotas y no podía moverse. Sintió que el tiempo se detuvo en el preciso instante que la pelirroja se volteó para observarlo.

Aquella mirada tan gélida, con ese brillo asesino. No parecía humana.

Sabía que iba a matarlo… pero entonces… ¿Por qué no lo hacía de una vez?

En lugar de ir y arrancarle la cabeza, simplemente se le quedó viendo fijamente, como analizando si lo mataba o no.

Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, sin distraer a ninguno de los dos sobrevivientes.

Probablemente habrían quedado observándose el uno al otro por el resto de la eternidad, de no ser porque el Shinsengumi finalmente hizo acto de presencia para salvar a su capitán.

—¡Sougo!— Exclamó el comandante al ver la escena.

Kagura de inmediato volteó a verlos, y sin perder tiempo, comenzó a luchar contra ellos.

Kondo corrió al lado de su subordinado para ayudarlo a ponerse de pie, mientras que Hijikata y el resto del escuadrón luchaban contra la chica, sin poder dominarla con ningún ataque.

—¡No la maten!— Se apresuró a gritarles Sougo, para sorpresa de muchos. —¡Ella es importante para esos Amanto, podemos usarla como rehén, no la maten!

Los muchachos intentaban luchar respetando la orden del capitán, pero les era sumamente difícil capturarla, aquella niña tenía una fuerza sobrehumana que lograba vapulear a tres de un solo movimiento.

Pudo haber sido solo por un golpe de suerte, pero después de dejar fuera de combate a medio escuadrón, la muchacha comenzó a perder fuerzas y tambalearse, cosa que Hijikata aprovechó para propinarle un duro golpe en el estómago con la empuñadura de su espada, haciéndola caer finalmente.

Con la pérdida de sangre, mas ese golpe, se aseguraban de tenerla inconsciente durante un buen rato.

Mientras que Kondo ayudaba a Sougo a ponerse de pie y llevarlo hasta lo que había quedado del campamento, Sagaru y otros miembros amarraban a la pequeña bestia en caso de que despertara.

—Se cancela la operación, regresamos a la base de inmediato— Ordenó el comandante.

Hijikata no podía dejar de observar incrédulo a esa chica. No podía creerlo, ¿Cómo pudo una simple niña luchar de esa manera contra todo el escuadrón y dejar así a Sougo?... Por un momento creyó estar ante alguna clase de Amanto, pero eso era imposible… ellos no tenía forma humana, ninguna especie la tenía.

¿Qué demonios era esa niña?

CONTINUARÁ…


Ese ha sido el primer cap.

Espero que les haya gustado, más adelante se sabrá la razón del comportamiento de Kagura y se revelarán muchas otras cosas.

En fin, eso es todo por ahora. Díganme qué les ha parecido para saber si vale la pena continuarlo o no. :D

Nos leemos~