El reloj en la pared marcaba las 9 am. James miró el techo de la habitación en la que se encontraba. Una lámpara vieja y pasada de moda con un cristal amarillo y polvoriento pendía sobre él, dándole a la habitación un aspecto sucio y artificial. Todo parecía dar vueltas. Intentó levantarse, apoyando sus codos sobre la cama. Una oleada de nauseas inundó su garganta mientras que un pálido y suave brazo se pasaba sobre su cintura, sosteniéndolo firmemente en su lugar. James bajó la mirada y murmuró una maldición. Abrazada a su cintura, había una joven chica, no mayor de veinticuatro años, de cabello castaño oscuro y una piel pálida y sedosa. Su cabello ondulado ocultaba su rostro, y por más que James hubiese querido no sentir curiosidad, levanto su mano humana y con el pulgar quitó el cabello del rostro de la muchacha. Tenía unas cejas hermosas y pobladas, de un tono un poco más oscuro de su cabello, así como una nariz fina y labios no muy carnosos. Mientras la examinaba, intentaba descifrar dónde la había conocido o de dónde había salido esa chica. Por Dios, él ni siquiera sabía dónde estaba.
Suavemente, se deslizó fuera del abrazo de la chica, se levantó lentamente ignorando un dolor palpitante en sus sienes y se dirigió al baño. En el espejo se reflejaba un chico ataviado con un uniforme militar, probablemente de la segunda guerra mundial, tenía el cabello pulcramente cepillado y una sonrisa jovial y juguetona. James conocía a ese joven. No sabía dónde lo había visto antes, pero lo conocía. Antes de poder fijarse en más detalles, el reflejo cambió para revelar a un hombre de expresión cansada y confusa. James parpadeó varias veces. Abrió el grifo y ahuecó sus manos bajo el agua. Se lavó la cara y volvió a mirarse al espejo. El mismo hombre de expresión dura lo miraba fijamente. Mientras más tiempo pasaba, más vulnerable se sentía. No tenía armas, no tenía ruta de escape. Si, sabía artes marciales y podría defenderse en un combate cuerpo a cuerpo, pero no tendría ninguna ventaja. Buscó a su alrededor algo de ropa. Consiguió una remera blanca, unos jeans desgastados y unas botas militares negras. Rebuscó en los bolsillos del pantalón algo, cualquier cosa que le ayudara a tener una idea de su situación. Nada. Salió del baño y su mirada vagó por la habitación. A un lado de la cama había una mesa de noche con lo que parecía ser un periódico, y en una silla en un rincón habían unas ropas de mujer. James se sentó en la cama frente a la chica.
-Hey- Dijo secamente. La muchacha no se inmutó. James la tomó por el hombro que tenía descubierto y la sacudió suavemente. –Hey, despierta- No consiguió respuesta. El pecho de la chica subía y bajaba regularmente, propio de una persona profundamente dormida.
James se levantó. Se dirigió a una ventana que estaba al final de la habitación y movió a un lado la vieja y descolorida cortina. No pudo reprimir un suspiro de sorpresa ante la vista que tenía frente a sus ojos. La catedral de San Basilio se elevaba frente a ellos.
-Bueno… Por lo menos ya no hay duda de dónde estamos- murmuró para sus adentros. En ese momento, escuchó un movimiento detrás de él. Se volvió para ver a la chica que había en su cama. La muchacha abrió los ojos lentamente. Su mirada se posó en el rostro de James un par de segundos antes de que su expresión somnolienta diera paso a una de terror y pánico. La chica se retorció bajo las sábanas hasta conseguir apoyar su espalda del respaldo de la cama.
-¡¿Q-quien eres?!- Dijo en un murmullo. Su voz era suave pero se escuchaba el pánico que sentía.
-Mi nombre es James. ¿Tú quién eres? - Dijo tranquilamente. La chica lo miró fijamente. No sabía si gritar, salir corriendo o responderle con una mentira. Probablemente gritar no serviría de mucho, y salir corriendo tampoco era una idea muy esperanzadora. James parecía ser uno de esos tipos atléticos que no se cansan rápidamente. Decidió que lo mejor sería responderle.
-Mi nombre es Kara- Dijo la chica en un tono de voz tan bajo que James tuvo que inclinarse un poco hacia ella para poder escucharla. -¿C-cómo llegamos aquí? ¿Dónde estamos?- Los ojos almendrados de la chica miraban con curiosidad el brazo metálico de James. El entendía si quizá no le estaba dando una buena impresión, la verdad es que no tenía ni la menor intención de hacerlo. Lo único que quería era información, pero por lo pronto parecía que la chica no sabía mucho.
-Estamos en Moscú, Rusia. Ahora, vístete. Tenemos muchas cosas de las que tenemos que conversar.- Se levantó, cogió la ropa que estaba en la silla y la dejó caer en frente de Kara. Volvió a acercarse a la ventana, miró hacia afuera y juntó sus manos en su espalda.
Kara miró a su alrededor un momento. No podía creer lo que le estaba sucediendo. Estaba en un lugar desconocido, con un hombre desconocido y en ropa interior. Se levantó de la cama, cubriendo su cuerpo con la sábana, tomó la ropa que James había puesto sobre la cama y entró al baño. Se miró al espejo. Menudo desastre que estaba hecha. Su cabello parecía un nido de pájaros bastante violentos, tenía unas ojeras horribles y parecía tener unos moretones en su brazo derecho. Se lavó el rostro, se vistió con la ropa que le dio James, que consistía en una remera negra, una chaqueta de aviador, unos jeans y unos zapatos deportivos. Se peinó el cabello con los dedos, intentando domar su oscura (y desastrosa) cabellera. –Bueno- Pensó- Supongo que podría ser peor…- Miró su reflejo de nuevo en el espejo- No, no podría ser peor…-
Kara salió del baño y miró a la ventana. James no estaba ahí. Miró a su alrededor, pero no estaba por ningún lado. –Okeeey…- Murmuró. -¿Dónde se habrá metido Jamepfhhh-. Algo frío y metálico cubrió su boca. Kara sintió como un brazo se pasó por su abdomen y la jalaba hacia el baño. A Kara no le dio tiempo de forcejear, antes de darse cuenta, ya estaba dentro del baño.
-Shhh, tranquila. Tenemos unas cuantas cosas que discutir- Dijo James en su oído. Kara se estremeció por el tono de urgencia en su voz. James soltó su abdomen y lentamente retiró su mano metálica de su boca. Se recostó de la pared y cruzó sus brazos.
Kara se sentó sobre el retrete y lo miró. –Y… ¿Por qué en el baño?-
-Hay alguien vigilándonos, es menos probable que nos escuchen aquí adentro que estando afuera- Dijo James con naturalidad. Kara abrió los ojos como platos. ¿Cómo podía hacer semejante afirmación si acababa de despertar? Ella apenas podía unir dos pensamientos, mucho menos armar una teoría de por qué estaba ahí.
-¿Qué te hace pensar eso?-Dijo Kara con incredulidad. No quería sonar tonta, pero era preferible preguntar y entender que seguir sin saber nada.
–Bueno, en primer lugar, no sabemos cómo llegamos aquí ni por qué estamos juntos. Lo último que recuerdo es estar en Nueva York, trabajando con un amigo. Era tarde, él se fue y todo se puso negro. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero no cualquiera se tomaría la molestia de hacerme viajar medio mundo para dejarme en una habitación con una chica.- James hizo una pausa para –¿Tú de dónde vienes? ¿Qué es lo último que recuerdas?-
Kara meditó un momento. Lo último que recordaba... Era una explosión. Un resplandor cegador de luz amarilla, fuego a su alrededor y luego… Nada. No podía decirle eso a James, pensará que es una loca con alucinaciones. Ella provenía de un país sudamericano, no era nadie extraordinaria. Era solo una chica… -Una chica con un secreto- Pensó.
-Soy de Venezuela. Lo último que recuerdo es salir de la universidad y dirigirme a mi casa. Más nada.- Dijo secamente, sin apartar sus ojos de los de James. Él la miró con incredulidad.
-¿En serio? ¿Sólo eso?- Kara asintió. -¡¿Esperas que me crea eso?!- Dijo con rabia- ¡Tienes que tener algo! ¡No puede ser que una chica común y corriente en un país de tercer mundo sea secuestrada, enviada a Rusia y abandonada conmigo solo porque si!-
Kara se levantó, molesta por la actitud de James. -¡Pues si! ¿Qué quieres que te diga?- Se puso en frente de él y no apartó la mirada de la de él. Él no la iba a intimidar. Podría intentarlo, pero ella no lo permitiría. James la fulminó con la mirada. Justo cuando abrió la boca para hablar, escucharon unos golpes en la puerta. James cerró los ojos y respiró profundo.
-Escóndete en la tina.- Dijo en voz baja. Kara lo miró desafiante. -¿Cómo que me esconda en la tina? Quienquiera que sea que nos está vigilando sabe que estamos los dos en este baño, no hay ni siquiera una ventana y la única salida es la puerta, y cabe acotar, que no ha salido nadie de aquí en los últimos 15 minutos. – Dijo, cruzando los brazos y apoyando el peso de su cuerpo en su pie izquierdo. James abrió la boca, pero no salió ningún sonido. Era obvio que lo había dejado sin plan. La miró con el ceño fruncido.
–Está bien, es lógico. Sólo ponte detrás de mí y déjame ver quién es.- Satisfecha, Kara se colocó detrás de él, mirando la puerta sobre su hombro derecho para ver un atisbo de la persona que tocó la puerta. James usó su brazo izquierdo para abrir la puerta. Kara esperaba un hombre vestido de traje negro con lentes de sol y un aparato brillante que borraría su memoria, pero más bien ella y James se encontraron frente a una mujer bastante vieja, si no tenía 100 años de edad los aparentaba, que tenía en sus manos un sobre blanco. Le sonrió a los dos y dijo:
-Señor Buchanan, el Barón Von Strucker le manda las instrucciones de su misión. Recuerde que debe ser cuidadoso y no dejar escapar al Milagro.- Le tendió el sobre a James, quien lo tomó con su brazo metálico. Sin dejar de mirar a la mujer le dio el sobre a Kara.
-¿Exactamente a dónde debo llevar al milagro?- Preguntó.
-Las respuestas a todas sus dudas están contenidas dentro del sobre. Le agradecemos de adelanto por sus servicios.- La mujer se dio media vuelta y salió tan rápido que no les dio la oportunidad de hacer pregunta alguna. James se volteó y miró a Kara.
-¿Qué se supone que significa eso?- Dijo Kara. James tomó el sobre y lo abrió. –Vamos a averiguarlo.-
