Harry Potter pertenece a JK Rowling.
Si hay algo que me hubiera gustado ver en TCC era hasta qué punto Albus y Rose habían perdido el vínculo que los unía o si lo podrían recuperar, aunque fuera en menor medida.
Sin embargo… Bueno, empecé a escribir esta pequeña historia que, según yo, no sería tan larga. Mi error. Así que edité la premisa que tuve. También aviso que me he tomado algunas libertades con TCC por cierto.
«Knowing I need you so, would you still turn and go?»
Please stay, Westlife.
PRIMER AÑO
I: Llegando a Hogwarts
Albus Potter está muy nervioso. Hoy es el día en que va a comenzar a ir a Hogwarts y, para bien o para mal, el consejo que le ha dado su padre no le ha tranquilizado en lo absoluto.
¿De qué le va a servir que el Sombrero Seleccionador escuche los pedidos de los alumnos, aunque sea del hijo del mismísimo Harry Potter, si Albus no está seguro de qué casa es la adecuada para él? Él no tiene la inteligencia de tía Hermione ni el ingenio que James ha demostrado para romper las reglas y salir impune.
Le hubiese gustado despedirse apropiadamente de su padre, pero ha tenido que saltar al vagón cuando ha visto que lo ha podido perder. Rose, en cambio, se ha subido con tiempo de antelación.
A pesar del intento del tío Ron por minimizar la situación, ha notado que la mayoría de los estudiantes no han apartado sus ojos de él desde que hace varios minutos. Sabe que sus padres y tíos son muy famosos, que han luchado en una guerra que ha cobrado muchas vidas y que han ayudado a que El Que No Debe Ser Nombrado haya sido derrotado. Inclusive su padre, tía Hermione y tío Ron aparecen en los cromos de oro de las ranas de chocolate.
En aquel momento se ha sorprendido y le preguntado a su madre por qué, y ella a grandes rasgos le ha contado de la segunda guerra mágica. Su madre le ha aconsejado que no ande diciendo «Voldemort» en el colegio, ya que no todos se lo tomarán con la misma tranquilidad que su padre espera.
Albus no se siente cómodo con lo que está pasando, y está dando lo mejor de sí para que nadie lo note; bueno, eso está funcionando con todos menos con Rose. Su prima le está sonriendo dándoles ánimo, Albus aprecia el gesto.
—Encontremos un vagón —dice Rose.
Les toma alrededor de diez minutos hallar uno que esté vacío. Ambos se apresuran a entrar, Rose cierra la puerta. Una vez que han dejado los baúles donde ellos quieren que esté –Rose delante de ella y Albus debajo de los asientos–, se quedan en silencio. Rose ha cerrado la ventana y ha empezado a hacer garabatos con los dedos, siendo lo último que ella quiere es revisar los libros del colegio. Albus ha oído en un montón de ocasiones los consejos de tía Hermione: «prepárense con tiempo. Estudien cuando puedan; y con "cuando" me refiero a cada vez que tengan la oportunidad. Ustedes nunca saben cuándo la vida les puede arrojar una sorpresa». A lo que tío Ron ha añadido algo sobre un trol.
—¿Crees que esté en Gryffindor?
—Eso no importa —dice la niña—. Yo solo sé que no quiero estar en la misma casa que mis padres. ¿Te imaginas cómo sería mi vida si fuera una Gryffindor?
—Eh… —Albus está anonado. ¿Rose Granger–Weasley no quiere seguir los pasos de sus padres? Ella lo tiene tan fácil: ha heredado la inteligencia de tía Hermione. No hay tema que no se le dé bien—; yo sé que no quiero decepcionar a mi padre. Sé que quería animarme, pero ni siquiera él soportaría a un hijo en Slytherin. No hay ningún Potter que haya ido a Slytherin.
—Y tampoco ha habido ningún Weasley que haya ido a Slytherin, pero Molly lo ha hecho —dice Rose arrugando la nariz—. Quiero a Molly pero, ¿por qué Slytherin?
—Quizá es porque tía Audrey no ha asistido a Hogwarts. —Rose le ve con interés—. Es la misma historia que con tía Fleur, salvo que tía Audrey es muggle y tía Fleur estudió en Beauxbatons. Como no han ido a Hogwarts, el sistema de las casas no puede ser menos que nada para ambas.
Rose suspira.
—Supongo que tienes razón. Son excepciones.
La conversación se interrumpe. Un niño de cabellera rubia no muy bien peinada, aunque da la impresión que se ha desordenado el peinado hace minutos, y de ojos grises entra. Rose se pone lívida en el momento en que lo ve, como si le hubiese causado algún tipo de perjuicio en el pasado pero Albus no lo recuerda de ninguna reunión familiar, y él conoce a todos los amigos de su familia. El niño parece que ha recorrido el Expreso buscando un asiento y no ha hallado uno hasta ahora.
—¿Este vagón está ocupado?
—Sí.
—No —corrige Albus a su prima. Le da un golpe en el hombro mientras que Scorpius se sienta en frente de ellos. Rose frunce el ceño cuando lo ve—. Soy Albus. Ella es mi prima Rose…
—Rose Granger–Weasley —interrumpe Rose— y él es Albus Potter. Y tú eres el hijo de Draco Malfoy, ¿no?
—Mi nombre es Scorpius.
—¿Por qué le hablas así? —susurra Albus a Rose—. Ni siquiera le conoces.
—Papá me dijo que lo venciera en cada prueba. Toda la comunidad mágica conocemos la reputación de la familia Malfoy, aunque el patriarca Malfoy se haya esforzado por arreglarla.
—Y tía Hermione no estará de acuerdo contigo. Ella promueve los derechos de los elfos domésticos. O al menos lo hizo, no le funcionó bien. A los elfos domésticos realmente les gusta su trabajo.
—Los elfos domésticos y los hijos de mortífagos o ex mortífagos son muy diferentes. Los elfos domésticos no han hecho daño a nadie, papá no puede decir lo mismo de Draco Malfoy. No me ha querido decir qué pasó, pero papá siempre se enfada cada vez que alguien le recuerda que él ya conoce el interior de la mansión Malfoy. Algo le tuvo que haber hecho Draco Malfoy a mi madre, ¿sino qué más puede ser?
Albus deja de platicar con su prima para volverse hacia Scorpius, que está jugueteando con una bolsa de dulces mientras le mira a través del flequillo que tiene. No culpa al pobre Scorpius por estar tan acongojado. Rose es muy buena cuando se trata de incomodar a la personas que le rodean, en especial si alguien le ha hecho pasar un mal rato a Hugo. Es el turno de Albus para infundir ánimo en Scorpius, quien abre la bolsa y le enseña un montón de dulces que solo puede tener si alguien se los ha dado antes.
—¿Alguien quiere? —dice Scorpius.
—Ninguno quiere —dice Rose. Albus está a punto de debatir, sin embargo Rose lo toma del brazo enterrándole las uñas. Albus sale del vagón, dejando a Scorpius con una expresión de consternación—. Estás siendo muy amable con él. ¡Con el hijo del mago que hizo daño a mi madre!
—No es culpa de Scorpius lo que haya hecho su padre —dice Albus—. A papá no le importó lo que había hecho el señor Malfoy cuando lo ayudó, a él y a su familia, después de la guerra. Mamá me dijo que papá evitó que ellos terminaran en Azkaban. O peor. No sé.
—No puedo creer que estés del lado de él.
—No estoy del lado de nadie. Estoy diciendo lo que papá opina de la familia Malfoy. Además que han pasado años desde que terminó la guerra y, no sé tú, pero yo no vi que tío Ron tratara de darse a golpes con el señor Malfoy cuando lo vimos en el andén.
—Yo no me voy a quedar en el mismo vagón que Malfoy. No sé dónde voy a estar, pero cualquier lugar es mejor que este. Quizá me encuentre a James o a Molly; mejor voy a buscar a Molly, James estará planeando una de sus jugarretas y yo no quiero ser cómplice de lo que haga.
Albus intenta detener a Rose. Sabe que su prima se ha hecho todo un escándalo en la cabeza al pensar que ha preferido a Scorpius Malfoy por encima de ella, pero la verdad es que no lo ha hecho. Es decir, que no lo ha hecho con esa intención. No hay persona más importante en la vida de Albus que Rose, ya que su querida hermana y mejor amiga ha estado ahí para apoyarle: aquella vez que se ha caído de la escoba de su padre, que ha tomado prestada sin pedirla, su madre le hubiese dado una bronca inolvidable si no fuese porque Rose, y tío Ron, le han ayudado.
O cuando se ha enfermado del estómago por haber competido con Erik Longbottom, que han apostado quién puede comer más grageas en poco tiempo.
No quiere que Rose se vaya, no quiere enemistarse con su mejor amiga por una razón como esta; tampoco quiere que sus padres se enfaden con él o que Hugo se ensañe con Albus por haber molestado a su hermana.
—Rose, espera.
Rose coge el baúl y le da una mirada fulminante a Scorpius, quien la ve confundido y como si no supiese qué pensar. Su mejor amiga se marcha del vagón sin despedirse de Albus, con las orejas rojas y soltando un bufido en el momento en que camina a la par de Albus.
—Lo lamento —dice Scorpius—. No fue mi intención que esto pasara. Si quieres, ve con ella. No me importa, en serio.
—No lo hagas —dice Albus. Espera que su sonrisa sea convincente—. No es tu culpa. Rose es… especial.
—Entonces, ¿vas a querer un dulce?
Albus asiente. Toma uno de los dulces de Scorpius e ignora lo extraño que es no tener a Rose a su lado, haciéndole falta sus comentarios audaces y la manera en que aligera el ambiente. Por un momento considera seguir la propuesta de Scorpius e ir a buscar a Rose. Luego se da cuenta de que Scorpius está alegre de que alguien se haya quedado con él y sabe que ha tomado la decisión correcta.
Además, probablemente, se le pase el enfado cuando lleguen al colegio.
—No te sientes a gusto siendo el hijo de tu padre, ¿cierto? —dice Scorpius.
—¿Cómo lo supiste?
Está nervioso de hablar de este tema con Scorpius. Es probable que Scorpius no le entienda y crea que algo está mal en su cabeza, ¿a quién no le gustaría ser el hijo de Harry Potter, el Niño Que Vivió y que venció a El Que No Debe Ser Nombrado? Los únicos que lo entienden son James y Rose; Lily y Hugo no han tenido demasiados inconvenientes con la prensa o con los magos que quieren mostrar su agradecimiento. Ellos –James, Albus y Rose– se han encargado que no la hayan pasado tan mal.
—Mi padre es Draco Malfoy, ¿recuerdas? Tu propia prima lo ha dicho —dice Scorpius—. No hay lugar en el mundo mágico inglés a donde podamos ir sin que la reputación de mi padre se interponga en todo. Sé que mamá y papá se han encargado de limpiar lo más que han podido el apellido Malfoy sin embargo…, Sin embargo eso no ha bastado… Los únicos que no me ven mal son los amigos, los verdaderos amigos que todavía tiene papá, que llegan de vez en cuando a visitarnos.
»Mamá me contó que papá había pensado que recluirme en la mansión Malfoy sería lo mejor para mí, pero tía Daphne lo consideró una pérdida de tiempo. Eventualmente, sí o sí, iba a tener que socializar con los demás cuando tuviera que ir a comprar mis útiles escolares. Y ya ni sé mientras estuviera en Hogwarts durante siete años. No valdría la pena que no saliera de mi casa; además, tampoco es la solución adecuada. ¿No es preferente que enfrentar los problemas y no esconderse? Mamá me dio la razón cuando se lo dije.
—Pensé que era el único que se sentía así —dice Albus animándose repentinamente. No por la historia que le ha contado Scorpius, sino porque ha encontrado a alguien que quizá sí le pueda entender y, lo mejor, con quién puede hablar sin que se sienta que esté siendo un desagradecido. Esa es la razón principal por la que se ha callado sus dudas—. ¿Tienes hermanos o primos?
—Soy hijo único. Y no tengo primos tampoco.
—Tiene que ser solitario.
—Con la familia que tienes… —dice Scorpius un poco divertido. Albus se encoge de hombros—. ¿A cuál casa te gustaría ir? Toda mi familia ha ido a Slytherin. Será genial ir ahí. Además que volveré a ver a Reagan.
—¿Reagan ya empezó el colegio?
—En realidad empezaremos este año pero no sé cómo le perdí de vista. Probablemente nos encontremos cuando lleguemos al colegio.
El tren se empieza a detener minutos antes de que el andén esté a la vista. Mientras que todos se están empujando para bajar, Albus agradece haber sacado un suéter del baúl. Su padre le ha contado que, en su primer viaje, el clima casi le ha dejado congelado. Scorpius también ha recibido el consejo de uno de sus padres porque ha hecho lo mismo que él.
Cerca de Albus se encuentra Rose que está mirando impresionada a su alrededor. Albus se acerca hasta ella para ver si finalmente se ha tranquilizado; Rose, cuando le ve, le ignora y comienza a seguir a Hagrid, que ha empezado a dar las instrucciones que han de seguir. Albus baja la mirada. Cuando Rose se enfada por algo o con alguien, le dura por bastante tiempo o hasta que tía Hermione la obliga a hablar con esa persona. No obstante, tía Hermione no está aquí así que tendrá que esperar.
—¿Estás bien? —dice Scorpius que se está sosteniendo al extremo del bote.
—Sí, yo creí que Rose…, Olvídalo, hablaré con ella después.
Un par de niños se unen a ellos en el bote. El niño no se muestra interesado por hacer algo que no sea ver el mar, menos por decir quién es. La niña puede tener unos lindos ojos azules, pero los está ocultando por detrás de unos mechones irregulares y, al darse cuenta de que Albus no le ha quitado la vista, da un gemido y Albus finge que se ha interesado en uno de los altos pinos.
—¡Reagan! —dice Scorpius animado.
En el rostro de la niña aparece una muy tenue sonrisa. Intenta acercarse a Scorpius no obstante, con el brusco movimiento que ha hecho, una parte de su cabellera marrón oscuro se ha atascado en el bote. Reagan toma su cabello y da un fuerte tirón para liberarlo. Después de eso, oculta la mitad de su cuerpo por detrás del de Scorpius.
—¿Acaso hice algo…?
—No lo tomes personal —responde Scorpius. Gira su cabeza hacia Reagan—. Este es Albus Potter, mi nuevo amigo. Ella es Reagan Zabini, mi mejor amiga.
—¿Zabini? He oído ese apellido antes —dice Albus—. Ya recuerdo. Papá dijo que Blaise Zabini fue uno de los que «halagó» a mamá.
—¿«Halagó»?
—Nunca le pregunté, Scorpius. ¿Y no era Blaise Zabini el novio de…?
—Realmente dudo que tu padre o alguno de sus amigos sepa algo de mi papá o de los amigos de mis padres —dice Scorpius, pero parece que se lo está diciendo a Reagan y no a Albus—. Algo que no aparezca en el periódico El Profeta.
—Papá no lee ese periódico. Lo odia. —Odiar es una subestimación del tamaño de una casa, pero no entrará en detalles—. Lo lamento, Zabini. No quería incomodarte.
—Llámame Reagan —dice ella que tiene las manos apoyadas en los hombros de Scorpius.
Scorpius le da una sonrisa alentadora.
—Rumores están atacando a la familia de Reagan, es especial sobre si el señor Zabini seguirá los pasos de su querida madre y sus siete maridos —dice Scorpius—. Son tan entrometidos.
Sorprendentemente, el haber llegado al colegio no causa ni la más mínima reacción en Albus.
