La familia real de Hyrule era quien controlaba la mayor parte de las tierras. Y como todo reino que anhelaba prosperidad, el rey y la reina esperaban ansiosos la llegada de su primogénito para fuese el siguiente en gobernar y continuar con las tradiciones familiar por todos los siglos siguientes.
Entoncs llegó ese esperado día. Los subditos del reino y la gente del pueblo rezaban para que naciera con bien el heredero al trono, mas la reina, antes de morir por fatiga, dio a luz a gemelos. Eso no fue lo peor, según se cuenta; pues el primero en nacer resultó ser una niña y los pocos minutos un varón.
El pueblo estaba conmocionado. La realeza siempre optaba por tener un solo hijo para evitar conflictos de poder entre los familiares; pero no sólo era eso, su próximo gobernante sería una mujer. Nunca habían sido gobernados por una mujer. Las reinas se trataban de un simple adorno para que la sala real se viese más bonita, pero siendo la pequeña la primogénita, tenía todos los derechos sobre Hyrule.
Al pasar los años muchos dejaron de preocuparse por eso. Aunque, a la edad de cinco años, ambos chicos comenzaron a ser educados de la misma manera para ser reyes. En realidad, bastaba con que sólo fuese la pequeña, pero había personas, incluso su propio padre, que no querían que llegase al trono e incluso alguna vez desearon que sucediera una desgracia para que el infante se alzara como rey. De hecho, hubo una conspiración por parte de la realeza para asesinarla cuando ella todavía era un bebé, sin embargo, el rey se tocó el corazón y al final no pudo hacerlo.
Pero no nos centremos en la princesa, no por ahora.
O0O0O0O0O0O0O0O0O0O0O
- Link, ¿encontraste el pasadizo? – preguntó una niña rubia, mirando con cautela los dos lados del pasillo para cerciorarse de que ningún guardia los habría escuchado.
La niña llevaba puesto un vestido azul claro que le llagaba a las rodillas, y su corto cabello dorado lo traía suelto. Era su atuendo sencillo de los fines de semana.
- Sí – contestó el chico triunfante. Él usaba una camisa, un short corto, y un gorro verde – ¿Ves, Zelda?. Te dije que este mapa que encontré entre las cosas de papá sería confiable –
La princesa sonrió contenta.
- ¡Qué bien! – juntó sus manos, esperanzada - Entonces, ¿esta noche, verdad? –
- ¡Claro! - cabeceó - Tendremos que tener mucho cuidado si no queremos que alguien se dé cuenta que no estamos –
- Sí. Pero ya quiero salir de aquí y ver Market – dijo emocionada – Además, quiero gastar mi propio dinero –
- ¡Y yo quiero ver monstruos y pelear con ellos! – exclamó simulando blandear una espada.
- Ah, ¿no me digas que sigues con eso de ser un guerrero? – preguntó entornando la mirada – Papá jamás te dejará –
- Eso ya lo sé – desanimándose – Al menos déjame soñar, ¿sí? –
- Está bien, está bien – rió apenada – Bueno, será mejor regresemos a nuestra habitación antes de que Impa o alguien nos eschuche... –
- ¿Escuche qué? – cuestionó una voz femenina tras ellos. Los niños sintieron un escalofrió y se volvieron a mirar a Impa, su niñera, que les habló con ese tono autoritario que tanto temían – ¿No me digan que están planeando otra travesura?. El cocinero aún no se reponen de cuando le quemaron el pelo por meterle la cabeza al horno –
- Sólo queríamos saber si se quemaba igual que la bruja de Hansel y Gretel(1) – dijo Zelda en su defensa y frunciendo el ceño.
- Es cierto. Ya le pedimos disculpas – secundó Link.
La mujer Sheikah suspiró.
- Como sea. Un mensajero del Valle Gerudo les trajo unos obsequios por su décimo cumpleaños – comunicó mostrando una leve sonrisa.
- ¡Regalos! – gritaron los gemelos en unísono, y corrieron apresurados a la estancia donde se recibían a todas las visitas.
Al llegar allí vieron a una extraña mujer de piel morena y larga cabellera roja agarrada en una coleta alta. La mujer sonrió de oreja a oreja y fue hasta ellos.
- Aww, ¡pero que cosas tan monas! – dijo agitando rápidamente los brazos, emocionada – Nunca había visto gemelos. ¡Son tan tiernos! – los niños la miraron feo. Estaban hartos de comportamiento de las personas cuando notaban que éstos eran gemelos – Me presento, sus majestades: Me llamo Nabooru, soy una mensajera del Valle Gerudo. Y...Ah, sí, casi lo olvido – de una bolsa sacó un par de cajas. Una era pequeña color plata y envuelta en listones rosas de distintos tonos y un moño rojo, la otra caja era café y sencilla, pero grande y con un liston dorado – Estos son sus regalos de cumpleaños por parte del rey Gerudo, Ganondorf – se inclinó en una reverencia para dárselos.
Tomaron los regalos y comenzaron abrirlos con la misma ansiedad de cuando te tomas una Coca-Cola estando sediento.
- ¡Aaah! ¡Qué bonito! – exclamó Zelda algo sonrojada al ver que su obsequio era un anillo con un brillante diamante rosa.
- Las joyas son las mejores amigas de las mujeres – comentó la gerudo con una gran sonrisa.
- ¡Genial! ¡Una espada! – alzó la espada y la contempló impresionado por bastante tiempo.
- ¡El rey Ganondorf estará contento de que les gustara sus regalo! – dijo Nabooru - ¿Sabes? – dirigiéndose a Link - Cuando el rey tenía tu misma edad deseaba ser el mejor de los espadachines, pero por ser el único hombre gerudo tuvo que ser obligado a ser nuestro gobernante –
- ¿Cómo es eso? – preguntó Zelda, confundida - ¿Los gerudos son sólo mujeres? –
- Ajá - la pelirroja asintió.
- ¿Entonces como le hacen para hacer bebés? – ahora preguntó Link con inocencia, así elevando más la curiosidad de su hermana.
- ¿Eh?... Este...jeje…- comenzó a reír nerviosa – Eso…Ahmm…Eso lo sabrán cuando sean más grandes – dijo acariciando la cabeza del rubio. Link sintió un pellizco, mas no le dio importancia pensando en que la muchacha era algo brusca – Bien, pequeños, ya debo marcharme –
O0O0O0O0O0O0O0O0O0O0O
- ¿Lo conseguiste? – preguntó el rey de las gerudos, impaciente, dando golpecitos con un dedo al brazo de su trono.
- Bueno…No del todo. Sólo conseguí el cabello del príncipe – dijo Nabooru, un poco preocupada de que su rey se fuera a molestar.
- Mhh…De acuerdo. Nos será de igual utilidad... ¿Y tienes alguna clase de información? –
- Bueno, no sé si esto sea irrelevante o no pero: escuché a los príncipes decir que esta noche querían salir a explorar Market -
- Oh, vaya. Ya veo. Al parecer los príncipes pensamos igual. Cuando era niño solía escapar de aquí de noche – se levantó de su asiento y fue con la gerudo para que ésta le entregara los mechones.
Después se dirigió hacia una especie de altar que estaba detrás del trono. Y colocó el cabello en el centro.
- Disculpe, señor. ¿Podría decirme el plan que tiene en mente? – preguntó con temor.
- Ah, claro. El plan…Originalmente quería usar magia negra para hacerle algún Vudú a la princesa, pero no tenemos sus hermosos rizos dorados – dijo sarcástico – Sin embargo... tenemos los de su hermano – pensativo – ¡Lo tengo! Crearé un doble del príncipe y lo haré matar a la princesa. La realeza se verá obliga a quitarlo del trono creyendo que él la mató. Para nuestra suerte, el rey de Hyrule ha estado enfermo muy de gravedad. Si llega a morir, y su hijo desterrado, no habrá nadie en el poder –
- ¿Eso qué quiere decir? – preguntó sólo para confirmar sospechas.
- Es fácil. En estos días he estado visitando al rey para proponerle la posibilidad de juntar nuestros reinos y convertirlos en uno solo. El muy necio quiere seguir siendo la máxima autoridad mientras que yo sólo sea el virrey. Me cree tonto, pero le hago pensar en que estoy de su parte para ganar su confianza. Y si mis planes funcionan como tal, podré ser yo quien goberne todo lo que mis ojos miren – dicho esto comenzó a reír como loco, luego como psicópata y después tal cual enfermo mental, un rato más y terminó por toser como si se le hubiera atorado un hueso en la garganta – Demonios, debo dejar de fumar esa cosa... – olvidándose de esto, se volvió al altar, y posó sus manos cerca, sin juntarlas, así formando una esfera morada. Estuvo sosteniéndola en el aire un rato y después la dejó caer sobre los cabellos de Link.
Un brillo llenó la habitación, y al desaparecer, dejó ver a un chico idéntico al príncipe, aunque…
- ¿Qué? – exclamó sorprendido al ver a su creación – ¡Debí haberme equivocado en algo! –
El chico lo miró sin entender de qué hablaba.
Se suponía que debía crear una copia exacta de príncipe para poder llegar a cabo sus planes, sólo que el resultado fue, claro, un chico físicamente igual, pero… el cabello, la piel y los ojos eran distintos. Su cabello era de ébano negro, su piel tan blanca como una nieve de vainilla, y sus ojos rojos brillantes como un rubí (o una paleta de fresa n¬n).
- Oww, pobrecito. Está desnudo – dijo la gerudo con pena, y cubrió al niño con la capa con la cual ella se protegía de las tormentas de arena.
- Nada de pobrecito – dijo Ganondorf, disgustado – Ahora mismo me desharé de él y tendré que formar un nuevo plan – estiró el brazo e intentó acumular magia en su palma pero no pudo – Arg, usé demasiado poder para crearlo. No puedo hacer magia hasta que me recupere –
- Hmp, así que tú eres mi creador – dijo el niño de manera desafiante – Pareces un perdedor –
- ¿Q-qué? ¿¡Cómo te atreves a decirme eso a mí, al gran rey gerudo Ganondorf! – exclamó ofendido – Como mi creación te ordeno que me tengas respeto –
- Ah, claro… – entrecerró los ojos – Dame algo de ropa y comida, y te adoraré como a un Dios – dijo sarcástico.
Nabooru se tuvo que tapar la boca para evitar reírse.
- ¡Eres un insolente! – estuvo a punto de golpearlo si no fuera porque la gerudo se interpuso.
- Señor, no debería recurrir a la violencia. ¡Es tan sólo un pequeñín! –
- ... Tienes razón – dijo tranquilizándose – Pero si sigue así lo castigaré con mano dura – amenazó con el puño alzado - Nabooru, quítalo de mi vista… Dale algo de tragar (ni que fuera un animal ¬¬), consíguele ropa y una habitación –
- ¡Sí, señor! –
- ¡Hey, espera! – dijo el pelinegro – ¿Eres tonto o qué? Has olvidado darme un nombre –
- Eres un clon, no necesitas nombre – contestó cortante.
- Pues exijo uno –
- ¡Está bien! Tendrás un nombre para que me dejes de molestarme… Nabooru, ponle nombre – luego de decir esto, salió de la sala del trono para ir al baño o qué sé yo dónde.
- ¿Eh, yo? – rascándose la cabeza – Eeeh, pues, ¿que tal que, como eres el clon del príncipe Link, te llames "Dark Link"? –
- Umm…De acuerdo. No sé lo que signifique ''Dark'' pero suena bien –
Un par de horas después.
Nabooru encontró ropa a la medida del clon: una camiseta y un short negro, y también un gorro negro que le pidió usar porque le pareció divertido vestirlo igual al principe.
- A ver si entendí…- recapituló Dark Link con rostro aburrido – ¿Quieres que vigile a los príncipes, y que luego los mate cuando a ti se te dé la gana? –
- Exacto –
- ¿Qué me darás cuando lo haga? – preguntó con una media sonrisa.
- Maldito interesado. No tengo porqué darte premios. Eres un súbdito mío; debes hacer lo que yo diga sin recibir nada a cambio - el pelinegro resopló molesto – ¡Ahora ve a hacer lo que te mandé! –
O0O0O0O0O0O0O0O0O0O0O
- ¡Aah! Qué distinto se siente el aire del exterior. Es tan fresco – observó Zelda cuando ella y su hermano salieron del castillo por medio de un pasadizo secreto – ¡Mira, Link, las luces de la cuidad! –
- Sí, las veo. Pero baja la voz. Hay guardias también aquí afuera –
Los gemelos siguieron caminado por el gran jardín, escondiéndose entre los arbustos para que nadie los descubriera.
Estaban un poco temeros porque nunca antes habían salido del castillo, mucho menos de noche. Era tanta su emoción por llegar ya a la cuidad que no notaban que alguien los seguía.
Dark Link los vigilaba tal y como el rey gerudo se le ordenó. Se aburría con sólo pensar en hacerle caso. Pero cuando iba a optar por marcharse e irse a otro lugar a divertirse, diciéndole luego a Ganondorf un montón de mentiras para que creyera que sí vigiló a los príncipes; algo captó su especial atención: ver la sonrisa de Link cuando éste y Zelda iban platicando y riendo en voz baja.
Sintió un ardor en sus mejillas a causa de ese gesto. Y un extraño temor se apoderó unos segundos de su cuerpo. Apenas tenía unas cuantas horas de vida, las emociones no era algo a lo que estaba acostumbrado aún.
Entonces una idea se cruzó por su mente: ¿Y si desobedecía a Ganondorf? Es decir. Aquel hombre no podía saber si su creació le hacía caso o no. Y Dark Link estaba tan aburrido, y el ruborizarse lo había hecho sentir tan… vivo, que quería acercarse a los príncipes por mera curiosidad.
Ya habían llegado a la cuidad. Pocas personas rondaban por las calles. Los gemelos no sabían que hacer, sólo miraron a su alrededor para toparse con rostros desconocidos y callejones oscuros. Se tomaron de las manos.
- Ojalá pudiéramos escapar del castillo de día. De noche da mucho miedo – comentó Zelda poniendo una mano sobre su pecho, asustada.
Oyeron unos pasos cerca de donde estaban. Por un momento pensaron en que tal vez sería un ladrón, o quizás uno de esos asesinos nocturnos que matan por placer y que los iba a matar por…pues por placer. Pero no, no era eso. Se trataba de Dark Link que, sin preámbulos, se acercó a ellos mirándolos con un aire pensativo.
Los niños lo miraron sorprendidos, luego se miraron entre sí, después volvieron a ver al clon, luego vieron un perro, el perro ladró, se miraron entre sí otra vez y regresaron la vista con el chico. ¡Les era increíble ver tanto parecido entre ellos!
Continuará...
(1)Hansel y Gretel - Hermanos Grimm. Al final del cuento Gretel empuja a la bruja al horno porque ésta quería hacer lo mismo con ella, así que la bruja murió asada xD.
